Capítulo 33: Segunda Manga
Pronto llegó nuestra primera firma de autógrafos y rodada de prensa; tomé asiento al final de la mesa, los fans pasaban uno tras otro sonriendo nerviosos y robándome una que otra sonrisa y roce de manos.
Al final de mi campo visual entró una sombra lejana moviéndose estruendosamente por lo que volteé inmediatamente y me encontré con Lunna brincando y sonriéndole al ingeniero de audio, ellos dos permanecían en el backstage, dónde nadie podía verlos.
Creí que Lunna estaba sentada con nosotros poniendo su firma en los papeles, pero en los recientes, destaqué que solo llevaban los tres autógrafos; de Freddie, Brian y Roger.
Toda ella era una gran incógnita pero había veces en las que me cansaba pensar en alguien así; lo dejé pasar y me concentré en lo mío.
Las giras, son la verdadera fuente de ingresos de los artistas, más allá de los álbumes y sencillos, representan un gran gasto pero una enorme ganancia. Y son la parte más odiosa del trabajo; viajar alrededor del mundo tocando de escenario en escenario, no es la vida de ensueño que muchos creen.
Conocí a mucha gente, conocí bellos lugares y culturas tan extrañas como Lunna y saboreé el éxtasis que la banda y el público nos regalamos mutuamente teniendo a mis mejores amigos codo a codo; de ninguna otra manera podría obtener todo eso, lo admito, pero el precio a pagar era alto; estar fuera de casa por mucho tiempo, perderme de mis hijos, aplastar mi trasero en aviones, autobuses y autos, dormir poco, añorar la comida casera, lidiar con el mal humor propio y de los demás y aún así forzarme a sonreír para el público, prensa… Exhaustiva, no hay otra palabra para describir las giras.
En circunstancias así, es bueno tener alternativas para ayudar a lidiar con el cansancio; mientras que Roger y Freddie salían a clubes y tiendas, yo me mantenía en mi alcoba, leyendo, escribiendo, tocando y pensando, ocasionalmente los acompañaba en sus fiestas y cuando era obligatorio, bueno, no tenía opción. Entre los cuatro poníamos distancia donde cada quien se encerraba en su propio universo hasta la próxima reunión.
Por suerte terminamos con la primera parte del tour en Norteamérica satisfactoriamente, así volvimos para pasar Navidad y recibir el año en nuestras casas, para que quince días después volviéramos al trabajo.
En una ocasión me encontraba con el escandaloso rubio compartiendo un par de minutos en el bar del hotel.
—¡Hablemos de Lunna!— me propuso azotando su vaso contra la barra.
—¿Por qué siempre quieres hablar de ella? Hay mejores cosas de las cuales charlar— me quejé.
—¡Bien…! ¿De qué quieres hablar?— repuso fastidiado.
—¿Te enteraste que Lewis Hamilton ganó la carrera?
—Hamilton siempre gana— me respondió de mala gana.
—Aun así, es inglés, me alegra que él gane.
—Bueno ya hablamos de las predecibles carreras. Me toca… Lunna— rodé los ojos por su necedad —Estamos de acuerdo en que es mayor de edad, ¿cierto?
—Es mayor que todos nosotros— le recordé antes de tomar otro trago.
—¿Crees que pueda llegar al fondo?— soltó de pronto haciendo que el alcohol se atorara en las paredes de mi garganta y mi respuesta natural e involuntaria fue toser, escupiendo casi todo. Intenté recuperar el aliento tosiendo y cuando mi alma regresó a mi cuerpo, escuché a mi amigo reír —Yo creo que tú y tu anaconda no tendrían problema.
—¡Roger!— le grité. Apenas estaba recuperando el aliento y seguía con sus cosas.
—Ella es chiquita no creo que haya mucho espacio allí, así que creo que Mr. Pleasure3000 tal vez pueda tocar el fondo.
—¡¿Por qué estamos hablando de esto?! ¡¿Quieres acostarte con ella?!— pregunté alarmado intentando quitar el licor que había subido a mi nariz.
—No le diría que no, chiquita, sexy, con sus curvas y su cabello blanco que le dan ese toque exótico…— ni siquiera sé cómo recuerdo lo que dijo, estaba muy ocupado deshaciendome de la horrible sensación de picazón en mi nariz y paladar y en un intento desesperado por obtener bienestar bebí lo único disponible, más alcohol —¿Has tocado el fondo de Verónica?— volvió a atacar y volví a ahogarme con mi propio trago.
—¡Hola, reinas! ¿Qué hay?— para mi desgracia, Lunna había sido inoportuna en llegar y mirar cómo me ahogaba.
—¡Hey! Estamos charlando de la anaconda de John— respondió Roger con la más cínica sinceridad aprovechando que mi única defensa en ese momento era mi incontrolable tos.
—¿Te gustan las serpientes?— me preguntó la niña.
Atrapado entre la asfixia y mi vergüenza, me puse en marcha a la vez que Roger se soltó en carcajadas.
En el certamen de los imbéciles, Lunna, Roger y yo teníamos asegurado el podio, solo que aún no se decidía el primer lugar.
Abusando del tiempo libre, en mi alcoba tomé un largo baño sin reparar en el estado desgastado de mis dedos. Al momento en que me invadió mi incoherente preocupación por morir ahogado por quedarme dormido en la bañera, me preparé para dormir, cosa que estaba logrando con una facilidad innegable, de no ser por qué laguien llamó a mi puerta.
Creí que sí lo ignoraba iba a dar por sentado que estaba dormido y dejarían de fastidiar, pero al no obtener mi respuesta, los golpes fueron insistentes. Hastiado me levanté y abrí la puerta bruscamente.
—Cariño, dime que Lunna está aquí contigo— me dijo Freddie con sus ojos apunto de salirse de sus cuencas.
—¡No! ¿Por qué? ¿Qué está pasando?
—No aparece por ningún lado, nadie la ha visto.
—En la tarde la dejé con Roger en el bar.
—Él dice que la dejó ahí y ahora no aparece. No responde el celular…
En su rostro, Freddie me mostró que realmente estaba preocupado y en mi intento por calmarlo lo acompañé con los demás, quienes tenían su cara igual de descompuesta. Jim había hecho que la seguridad del hotel la buscara por todo el lugar.
—¿John, Lunna no está conmigo?— me preguntó Roger a punto de soltarse en llanto.
—No— le respondí tomándolo por los hombros —¿Qué pasó cuando los dejé en el bar?
—Estabamos charlando y le dije que nos fuéramos a la habitación y ella no quiso y se quedó ahí— me explicó él terminando por abrazarme
—¿Cómo se te ocurrió dejarla sola?— le reclamó Brian.
—¡No lo sé!— lloriqueo. En su aliento podía percibir rastros de la bebida embriagante. Estaba claro que esos dos hicieron más que hablar.
Quince minutos después uno de los de seguridad se acercó con Jim para decirle que no había noticias de la peliblanca, al escucharlo, Rog se soltó en lágrimas e intenté consolarlo.
—Descuida, debe de estar por ahí jugando con… su sombra…
Diez minutos después llegaron algunos oficiales, Jim se acercó a ellos y charlaron por un buen rato. Nadie de nosotros escuchó lo que dijeron, ni siquiera notamos cuando la diminuta presencia se nos unió.
—¿Qué está pasando? ¿Están todos bien?
—¡¿Dónde mierdas estabas?!— estalló Roger contra ella —¡Estaba preocupado por tí, pensé que te había pasado algo!— la atrapó en un abrazo.
—¿De estás hablando? Te dije que iría al Casco Antiguo de Zurich.
—¡No! Tu me invitaste y te dije que no.
—Estas ebrio, Taylor. Te dije que de todas formas iba a ir.
—¿Ah sí?
—¡Sí!
—¿Y por qué no respondes el celular?— Brian se unió la reclamo.
—Por dos razones; la primera: creo que para estas horas, ya debe de estar sin batería y en segundo: está aquí— del bolsillo trasero del baterista extrajo su dispositivo.
—¿Qué hace ahí?
—Bueno… estaba a punto de marcarle a mi ex y él me lo quitó para evitar esa tragedia…
Con tanto alboroto, Jim y los oficiales notaron que Lunna había reaparecido, así que, después de asegurarse de que la niña estuviera bien y tras varias disculpas, la policía se retiró y con ellos, la seguridad del hotel, volvió a su quehacer.
Después, Jim se encargó de reprochar su irresponsabilidad a la chica. Por esa noche había sido suficiente y una vez claro que todos estaban a salvó, volví a mi habitación para mí misión principal.
A la mañana siguiente, Lunna y Rog estaban abrazados el uno al otro cuál nutrias en río, probablemente ambos se sentían culpables por hacerse sentir mal mutuamente.
Pasamos por Alemania, Bélgica, Países Bajos, Yugoslavia, Alemania de nuevo, Polonia, España y por fin llegamos a Francia.
—¡Por fin! ¡París! La ciudad del amor— anunció Lunna en cuanto llegamos al hotel en turno —Tenemos que ir a conocerlo— propuso.
En cada ciudad a la que llegamos, ella había pedido y preguntado por los atractivos turísticos y sin importarle sí había tiempo disponible para el turismo, ella se marchaba y escuchaba pacientemente los reclamos del representante a su regreso.
—No te emociones, cariño, está ciudad no es tan bella como dicen… por otro lado, la moda y la comida son lo que vale la pena— corrigió Fred.
—¿Cómo puedes decir eso?
—Bueno, tienen una elevada población de ratas, caminas por la calle y te tropiezas con ellas, además los estafadores están a la orden del día con los turistas…
—Interesante... Entonces, necesitaré de un par de caballeros que me acompañen— insistió ella.
—¿No quieres descansar? ¿En algún momento de la vida duermes? ¿Es qué no te cansas?— atacó Roger.
—Bueno… tomo cerca de cinco litros de café al día; algo deben hacerme…
—No debe ser bueno tanta cafeína en tu cuerpo…— Brian inició con su cátedra —Puede alterar tu actividad celebral, podrías tener dificultad para respirar, tus latidos cardíacos podría ir más rápido, problemas para dormir, confusión, incluso podrías tener alucinaciones o convulsionar…
—Sí… lo tomaré en cuenta— interrumpió la de la cabellos blancos —Gracias… Ahora, ¿Quién viene conmigo?
—Irè— aseguró Roger —pero no te enamores de mi— agregó con falsa arrogancia.
—¡Eso quisieras!
Al final Brian se les unió y después de que se marcharon, Freddie me hizo una oferta que no pude resistir.
—¿Y sí averiguamos qué panadería tiene el mejor cruasán?
Cómo buen amante de los postres, no pude negarme. Aquella tarde fue maravillosa en compañía de Fred, había tanta variedad de panes y postres que fue imposible seguir después del tercer local. Mi paladar se perdió en los baguettes, en el París-Brest que es una tarta hecha de una pasta especial, rellena de crema pastelera con crema de mantequilla y esta espolvoreada con avellanas y almendras. Son deliciosos. Y ni hablar del Croque-monsieur, muy parecidos a las tostadas con queso, con jamón y queso gruyer derretido. Sin duda alguna, lo mejor de todo.
Después fuimos con los vinos, catamos algunos cuantos como sí fuéramos los más grandes expertos en el tema y aunque ciertamente habíamos probado gran variedad de vinos, no éramos expertos. Fred compro un par de ellos para su hogar, mientras que yo adquirí un Nv. Louis Roederer Brut Premier para compartirlo con mi esposa.
Me fue imposible persuadir a Freddie de volver al hotel, él me arrastró a una perfumería dónde la mezcla de olores me mareó después de un tiempo allí, pero, con ayuda de su sofisticada crítica pude elegir una fragancia para Verónica.
Terminamos llendo a una tienda de ropa de renombre. Mi amigo paquistaní podía pasar mucho más tiempo que Verónica escogiendo los atuendos, pero esperé con la dicha de mi estómago contento. Por último, acudimos a una tienda infantil dónde pude comprar prendas para mis chicos.
Exitosamente, sobrevivimos los tres días en París, dónde terminó la segunda manga de nuestra gira; dos meses saltando se ciudad en ciudad por Europa… es más agotador de lo que parece. Por tal, volvimos a casa donde permanecimos poco más de un mes.
Se supondría que esa pausa nos ayudaría para retomar fuerzas para la tercera manga, pero el trabajo nunca termina; cuando no estaba en casa hundido en la melancolía de no poder ver a mis niños crecer y darme cuenta de todo lo que había perdido, pasaba mis horas en casa de Freddie o Lunna componiendo para el próximo álbum.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro