Capítulo 31: El caballero Deacon
Desde temprano me conduje a la casa de Lunna dónde pasé buena parte del tiempo ajustando el sonido de la consola de mezcla. No hubiera demorado tanto sí no fuera tan quisquilloso, pero valió la pena. Ya me dirigía hacía la salida cuando escuché mi llamado.
—¡John! ¿Ya te vas?— era Lunna —¿Puedo ir contigo?
—Voy a pasar a mi casa por un bajo... si no te importa, está bien.
—Para nada— tomó su chaqueta y salió conmigo.
Conduje a mi casa, entramos a ella y me encontré con Robert gobernando su castillo del sofá y almohadas con Michael como su fiel sirviente.
—Chicos, ella es Lunna. Lunna, Michael y Robert— los presenté intentando con todas mis fuerzas que abandonaran el teatro.
—¡Hola!— saludó Lunna.
—¿Quién osa irrumpir en mis aposentos?— sentenció Rob mientras señaló a mi compañía con su espada.
Antes de que tan siquiera pudiera recriminarlo, la peliblanca hizo una reverencia y dijo:
—Mil disculpas, su alteza, no era mi intención ofenderle...
—Soy un caballero— corrigió él.
—Mi Lord— Lunna respondió volviendo a hacer una reverencia.
—Bien, podéis permanecer en mi presencia— sentenció.
—Agradezco su bondad, mi Lord.
—¿Porque tu cabello es blanco?— atacó Robert.
—Robert...— una tercera vez no se me iban a escapar.
—No, está bien— Lu me detuvo —Es blanco porque tengo una condición que me hace carecer de melatonina, cómo a los ancianos.
—¿Por qué?
—Genética.
—Comportense— les pedí a mis hijos —No tardo...— me dirigí con Lunna.
Subí y esperé encontrarme con Verónica en algún lado, pero no la encontré, por lo que decidí concentrarme en mi propósito original: fuí a mi pequeño estudio y encontré el bajo que buscaba con cuerdas nuevas aún en su empaque sobre él. Fue entonces cuando recordé que debía cambiarlas.
Bajé las escaleras y me encontré con los tres teniendo una conferencia de prensa.
—¿Y su madre?— cuestioné interrumpiendolos.
—Con Stacy.
—¿Se fue hace mucho?
—Desde ésta mañana...
—¿En serio?
—Ajá. ¿Por qué no te gusta que te toquen tu cabello...?— continuaron con sus preguntas mientras que yo me introduje en la cocina con el objetivo de tener una conversación privada con mi esposa a través de la línea telefónica.
—¿Si?— me respondió.
—¡¿En dónde estás?!— me contuve para no gritarle y que Lunna o los niños se enteraran de mi enfado.
—Vine con Stacy.
—¡¿Y dejaste a los niños solos?!
—¡No me hables así! La ama de llaves está con ellos. Ella los cuida bien.
—¿No se supone que ese es tu deber?
—¡¿Y cuál es el tuyo?! Salir a divertirte con tus amigos mientras que yo me quedó con los niños todo el día, ¡todos los días! ¡Yo tengo amigas, John...!
—¡Hablaremos de esto después! Ven a casa, no quiero que se queden solos y yo necesito ir al estudio.
—¡Puedes dejarlos con la ama de llaves...!
—Date prisa. Te esperaré hasta que vuelvas— y antes de que mi furia se desbordara, colgué.
Me tomé unos minutos para intentar calmarme y cuando volví a la sala, los encontré embobados en los videojuegos.
—Lunna... ¿Te importaría esperar un poco? Quiero esperar a Verónica para que no se queden solos...
—Está bien... Mamá siempre nos deja con Jane...— comentó Robert sin despegar la vista del juego.
—¿Ah sí?
—Aja— No lo sabía, realmente me sorprendió.
—Está bien, John— me respondió mi compañera.
—Aprovecharé y le cambiaré las cuerdas al bajo, ¿está bien?
—Haz lo que tengas que hacer... No te preocupes— me respondió con su expresión tierna.
Subí de nuevo y llamé a Fred, le avisé que Lu y yo llegaríamos tarde. Después, me puse manos a la obra, corté las cuerdas viejas, las quité de las clavijas y el puente y limpié todo el bajo, desde el clavijero hasta los tornillos para la correa. No recordaba la última vez que lo había limpiando, y con toda la razón, estaba asqueroso. Hice lo mejor que pude por las prisas, coloqué las nuevas cuerdas y las ajusté lo suficiente. No me detuve a afinarlo pues sabía que de cualquier forma no iba a poder usar ese bajo por el recién cambio y se desafinaría con facilidad y constancia. Lo enfunde y estaba listo para partir.
—¡No! ¡No! ¡No!— escuché gritos desde la parte de abajo. Corrí hasta la fuente sonora y descubrí al trío completamente entrado en los videojuegos.
—¡No!— gritó Lunna
—¡Volviste a perder!
—Realmente eres mala en esto.
—Es porque no juego mucho, pero denme unos días y verán como les pateo el trasero.
—Lo dudo. Somos campeones locales.
¿En serio?
—¿En serio?
—Si. Le ganamos a los grandulones.
—Tranquilo, Mike. No fue nada, solo asistieron seis sujetos a la competencia que ganamos. Y eran muy malos.
—Eso no importa... Ganamos.
—Estoy de acuerdo contigo, Michael. Una victoria es una victoria, no importa que tan grande o pequeña sea... Pero, podrían retarse, ¿por qué no participan en otra competencia? Con más rivales.
—Robert no quiere...— se quejó Michael.
—No creo que seamos lo suficientemente buenos para otra competencia.
—No lo sabremos si no lo intentamos.
—Otra vez estoy de acuerdo con Michael— concordó Lu.
—¡Somos buenos! Ya le ganamos a toda la escuela de Rob.
—¡Asombroso!
—No fue toda la escuela, solo unos cuantos.
—¡Vamos! Dáte un poco de crédito.
Mientras discutían, mis chicos jugaron una partida de carreras donde Michael ganó. Desde muy pequeño él mostró maestría para los videojuegos. La siguiente carrera fue Lunna contra Robert, él ganó sin ningún percance, mientras que ella se estrelló con cada obstáculo del camino.
—Eres un asco.
—Bueno no sabía que me enfrento a campeones locales. ¡Tengan piedad!
—¡No!— le gritó Mike y como respuesta Lu atacó sus costillas haciéndolo reír. Por evitarla, se montó en Rob lo que le dió la oportunidad a Lu de atacarlos a los dos. Los tres se revolcaron entre los sillones y los cojines extraviando los controles.
Me sorprendió que se hayan llevado tan bien, aunque con la forma tan infantil de ser de Lunna, debí esperarlo, como sea, me alegraron el momento con su discusión.
—¡Ya vine!— anunció Verónica con toda tranquilidad desde la entrada. Al verla mi alegría se transformó en furia, pero no iba a discutir con ella en ese momento. También, el trío paró la lucha por la llegada de Verónica, lentamente se levantaron para hacerle frente a la recién llegada. Hubo un momento incómodo dónde todos cruzamos miradas. Veronica reconoció al instante a Lu y luego me miró a mi enojada.
—Mamá... Ella es Lunna, trabaja con papá...— Robert hizo lo que yo olvidé por mi sentimiento.
—Lunna Stuwettel— dijo Lu cortésmente rodeando el sofá y extendiendo su mano hacía mi esposa.
—Verónica Deacon— se presentó ella resaltando la última palabra después de varios segundos dedicando su mirada juzgadora a Lunna.
—Ya tenemos que irnos— anuncié —Volveré en la noche. ¡Los quiero!— me dirigí a mis chicos, tomé el bajo y salí.
—Un placer...—se despidió la peliblanca —Mi Lord— hizo otra reverencia y me siguió.
—¡Vuelve cuando quieras otra paliza!— la invitó Michael.
—Cuando vuelva, ustedes recibirán la paliza.
Salimos de mi casa y nos montamos en mi auto. Nos mantuvimos un silencio buena parte del trayecto. Estaba muy molesto con Verónica, no tenía porqué dejar a nuestros hijos así y luego cómo se comportó con Lunna... Hablando de ella, la miré por el retrovisor y ví que tenía una sonrisa boba en su cara.
—Lamento lo de Robert— me disculpé —desde que vió la edad media en la escuela, se obsesionó y ahora es un caballero, pero a veces es el rey, dice que se casará con la reina Elizabeth.
—No tienes que disculparte, John— me dijo entre risas por las ocurrencias de mis hijos.
—¿Te dejaste ganar en el videojuego?— le pregunté.
—¿Bromeas? No me dejaría humillar con ese marcador. Además, no sabía que me enfrentaría con campeones. Eso fue injusto.
—Yo tampoco lo sabía...— susurré.
—¿A ti no te gustan los videojuegos?
—Me gustan, es solo que... creo que ese tiempo que podría pasar jugando, lo puedo aprovechar ensayando y eso hago.
—Y justo por esa razón que eres un excelente músico...
—Si, bueno... Me gustaría que Michael pensara de ésta forma...
—Son niños, John, déjalos divertirse ahora que pueden...
—Lo sé, es solo que no quiero que descuide sus deberes por los videojuegos.
—Enseñale a distribuir su tiempo, establezcan horarios eso podría ayudar o pod...
—Gracias, lo consideraré— la interrumpí poniendo punto final a esa conversación. Ya estaba bastante molesto con mi esposa para que Lunna me dijera cómo educar a mis hijos.
Aparque el auto en el lugar de vallet y justo cuando rodeé el auto para entrar la edificio del estudio, la peliblanca me gritó:
—¡John! ¡¿Dejaste que saliera de tu casa con éste cabello?!— señaló dramáticamente a su cabellera que hasta ese entonces noté que estaba revuelto con pequeñas mechas sobresaliendo de su cabeza.
—Ah…
—Eres un mal amigo— siguió con su dramatismo mientras acomodaba su melena.
—No había notado tu cabello…— me defendí.
—¡Lunna, te pedí que escribieras bien tu número de cuenta! En el banco me dijeron que esta cuenta que me diste pertenece a un Kevin yo que sé…— Jim reclamó a la peliblanca al final de la jornada.
—¡Sí! Mi cuenta está a su nombre… pero es esa misma.
—¿Tienes problemas con la ley?
—¡No! Yo le debo dinero a Kevin y ese fue el acuerdo.
—¡¿Darle todo el dinero que ganes?!
—Escucha, sé lo que hago, solo deposita el dinero en esa cuenta.
—Bien…— cedió el manager —Les pedí que vinieran porque creí que ese cambio de estudio no iba a funcionar, pero parece que lo lograron. ¿Están listos para volver?
—¡Muero por hacerlo, querido!— exclamó Fred.
Aquella reunión se convirtió en una junta donde el representante nos presentó la planeación que había hecho de la que fue la gira para darle la bienvenida a Freddie.
Tras un par de años en los que pensé que eso sería imposible, tenerlo frente a mis ojos me hizo sentir vivo de nuevo. Y sin oposición, una gira se asomaba en plano.
Volví a casa con un gran sabor de boca, aunque poco a poco se tornó amargo.
—¿En serio dejas a los niños con la ama de llaves?— le reclamé al fin a Verónica.
—¡Ya te lo dije, John, tengo amigas y necesito salir! ¿Alguna vez has pensado en mí? Todo el día me quedo sola haciéndome cargo de los niños y la casa. Tú nunca estás en casa y cuando estás solo duermes y te pones a tocar.
—También cuido de los niños; le ayudo Robert a hacer su tarea; cuando no hay comida, cocino; y limpio. Hago lo que puedo con el tiempo que tengo.
—¡No es suficiente!
—Y no estás sola, tienes a las amas de llaves para ayudarte con la casa, pero no con los niños.
—Ellas no deciden que vamos a comer o donde hay que acomodar las cosas ¡Yo me preocupo por todo! Me cercioro de que todo esté en orden y es agotador, John ¡Necesito descansar!
Me olvidé por completo de moderar el volúmen en nuestras voces, pero volví a mi control habitual cuando ví las pequeñas gotas deslizarse por sus mejillas.
Entonces lo entendí. Ella estaba agotada del mismo modo en el que yo lo hacía en las giras. Y sí, es exasperante, incluso más que eso. Pero, a diferencia de ella, yo rogaba por volver a casa para deshacerme de ese agobio, y ella estaba ahogándose en su propia casa con su propia familia.
—Lo siento…— le dije tras recapacitar —Tienes razón, no había notado cómo te sentías…— me acerqué y la abracé. Dejé que su llanto corriera mientras intentaba darle consuelo con mis caricias. —Podemos arreglarlo;— agregué dulcemente cuando se tranquilizó —prometo que pasaré más tiempo con ustedes y tal vez los fines de semana pueda quedarme con los niños para que salgas a divertirte o podríamos salir los cuatro…
—Eso se oye bien…— aceptó limpiándose su rostro.
—En verdad, lo siento…— volví a disculparme mientras la acorrale en mis brazos nuevamente.
—John…— me susurró —No quiero que vuelvas a traer a esa zorra a mi casa— sentenció.
—Ay, ¡No…!— justo cuando creí que habíamos librado una batalla exitosamente.
—¡Es una pobretona! Desalineada, tonta, descortés, vulgar… No quiero que mis hijos estén cerca de ella.
—No es cómo crees. Es buena…
—No, cielo. Ya te lo dije, conozco a las de su tipo y te puedo asegurar que solo está fingiendo… No sabemos qué intenciones tiene pero que no se meta contigo o mi familia.
—Descuida… yo me encargo de eso— repuse desganado para al fin darle punto final a la discusión. Antes de que recordara la nueva noticia. —Por cierto… tal vez este no sea el mejor momento, pero saldremos de gira…
—Oh— resopló —De nuevo te irás…
—Pasaré todo el tiempo que pueda con ustedes. Lo prometo.
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