Capítulo 30: Noche de Spa
¿Qué tan difícil es una mujer rodeada por hombres?: incógnita que resolví el día que Lunna apareció en el estudio, combinando con un vagabundo, ocultando su pálido rostro bajo un gorro en donde aún resaltaban sus ojeras.
—¡Uh! Cariño, ¿qué te pasó? ¿Estás enferma?
—Sabes… es curioso que lo preguntes porque sí, me siento como sí estuviera enferma, mi cuerpo está reaccionando como sí estuviera enferma y todo porque este mes decidí no tener ningún bebé, pero como históricamente se nos ha oprimido y censurado, no puedo quejarme, no públicamente, cosa que me enfurece aún más, aparte del dolor que provoca el desprendimiento del óvulo, así que, por los próximos tres días yo, no voy a ser yo y me disculpo de antemano por lo que diga y haga…
Muy difícil. No sabía cómo habló de eso sin una pizca de vergüenza, fue como sí estuviera charlando con sus amigas de toda la vida.
—Entiendo…— cerró Freddie. No hay que ser un erudito para saber que ante eso no se discute, pero aquel día, Roger desafió sus sentidos de supervivencia.
—O sea que estás en tus días— obvió.
—Así es— le respondió ella apretando sus dientes.
En todo el día, la enana no dijo ni una sola palabra, únicamente cantó lo que se requirió y alguna que otra vez se retorció.
Al día siguiente Fred nos anunció que no iría al estudio durante aquella jornada ni la que seguía, así fue más tranquilo, cómo en los viejos tiempos que creí que no volverían.
—¿Están listos?— preguntó Fred.
—¿Para qué?— le respondí.
—Para ir a casa de Kevin.
—¿Para qué vas a ir a casa de Kevin a estas horas?— preguntó Brian.
—Hay un par de cosas que necesito hablar con Lunna, además pasaremos la noche ahí.
—No decidas por mí, Freddie.
—Me refiero a la rubia favorita y yo— corrigió —pero, si también quieren venir, son bienvenidos.
Miré a May dudoso. Estaba cansado y quería dormir, pero...
—Vamos, Deacy. ¿Qué prefieres... ir a casa y discutir con tu esposa o pasar un poco más de tiempo con tus amigos?
—Si lo dices así...— me alcé de hombros.
—Excelente, iremos en el auto de Roger.
—No es necesario, traigo el mío.
—Muy bien. ¿Y tú, cariño?— se dirigió a Brian.
—Supongo que no hará mal saludarlos.
Llegamos al destino. Nos recibió Aiko, ella y el silencio reinaban en la planta baja.
—Están jugando allá arriba— nos indicó. Subimos y nos encontramos con Kevin envuelto en una bata de baño en la sala del vértice del barandal.
—¡Oh! ¡Llegan tarde!— nos dijo en susurros.
—¿Para qué?
—¡Hoy es noche de spa!— anunció con una sonrisa pícara.
—¡Uh! Noche de spa. Eso se oye genial— comentó Fred.
—Si que lo es.
—¿Qué significa exactamente?
—Lunna y Alex hacen todo un servicio de spa con cosas relajantes, a veces consiguen el lodo y ya sabrán cómo se pone esto, pero en esta ocasión solo fue una ducha con sales y aromas, manicure, pedicure, limpieza facial y ahora están en el paso final que es masaje relajante.
—¡Se oye maravilloso!
—¡Si!
—¿Traen shorts o no les incómoda andar en calzoncillos?
—¿Por qué?
—Para que al menos tengan los masajes.
—No me importa si tengo que estar en calzoncillos para uno de esos— declaró el moreno.
—Bien dicho— felicitó el bailarín.
La oferta era tentadora, pero no llevaba shorts y no quería estar semidesnudo frente a Alex o Lunna, así que me resigné a volver a casa mientras ellos se quedaban en la noche de spa.
—Yo no tengo problemas por estar en calzoncillos con Alex, pero con Lunna...— alegó Rog.
—¿Ahora te aterra estar en calzoncillos con una chica?— se burló Brian.
—No es cualquier chica, es Lunna— se defendió el rubio.
—Me alegra saber que mi nena está en buenas manos— comentó Kevin.
—¿Ella no se siente mal?— recordé.
—Sí pero, hay que mantenerla ocupada…— me contestó el bailarín.
—Ni con Alex ni con Lunna estaría cómodo— prosiguió May olvidando la burla.
—Lo mismo que él— concordé con Bri.
—Mmm tal vez pueda prestarles los shorts... ¿Les gustan las licras?
—¡No!— los tres casi gritamos al mismo tiempo.
—Entendido— él se dirigió a su habitación en busca de la ropa.
Segundos después Alex salió de la sexta habitación.
—¡Hey! ¿Qué hay? Lunna no mencionó que iban a venir...— saludó.
—Ella no sabía, yo quise venir a hablar con ella pero ya que estamos aquí... y Kevin nos habló de su maravillosa noche...
—¡Seguro!— ni siquiera dejó que Fred terminara. —Solo que... Ya vamos en el último paso... Y... Eh... ¿Por qué no toman una ducha antes para que después tomen el masaje?
—¡Fabuloso, querido!
—Bien, iré por toallas y le diré a Lunna que aún no terminamos.
—Gracias.
Alex entró a la misma habitación dónde Kevin desapareció. No tardó ni dos minutos cuando volvió con cuatro toallas mismas que repartió a cada uno.
—¡Pido ser el primero!— anunció Freddie dirigiéndose hacía la ducha.
—Te espero en mi habitación— le anunció el rubio antes de que mi amigo se encerrara en el baño.
Alex permaneció con nosotros, platicando sobre nuestros días. Ese chico me agrada, es muy amable y el menos ruidoso de todos ellos.
Minutos después Freddie abrió la puerta del baño anunciando que había terminado y Shriver nos abandonó para atenderlo.
—Te toca, Bri— dijo Rog.
—¿Por qué yo?
—Porque estoy nervioso y prefiero que vayas tú primero.
—¿Nervioso, por qué? Y eso no es mi culpa.
—No pero piensa en esto, eres el más alto de todos, imagina cuánto tiempo va a tardar Alex en masajear todo tu cuerpo, o peor aún, Lunna y sus pequeñas manos.
—Buen punto— apoyé a Rog.
—Porque tardarían más conmigo, tú debes pasar primero.
—Es cierto— apoyé a Brian.
—No, no. En ese tiempo calmaré mis nervios.
Lunna salió de la habitación de Alex con los shorts de Kevin, nos dió uno a cada uno y técnicamente obligó a Brian a meterse en la ducha. Y justo como Freddie había hecho, Bri salió y fue acompañado por Lu a su habitación.
—Te toca, John.
—¡Oh no! Yo estoy más nervioso que tú y no soy cómo Brian, así que te cedo mi lugar.
—¡Por favor, John!
—¡No!— me miró suplicante —La regadera espera por ti.
—Está bien...— suspiró en resignación para después ducharse.
Mientras esperaba mi turno me comuniqué con mi esposa a través de mensajes donde le hice saber que no llegaría a casa. Y como era de esperarse se enfadó.
Desde el baño con agua caliente me relajé como no esperaba; había una vela aromatizante encendida que hizo que mis fosas nasales aspiraran cuánto aire pudieron. Al terminar, me vestí con una camiseta y los shorts de Kevin, los cuales me quedaron grandes por la sobresaliente musculatura del bailarín y mi cuerpo tan flacucho. Después entré a la habitación de Lunna, la cuál tenía iluminación tenue a base de más velas aromáticas. Tenía la esperanza de que fuera Alex el que me diera el masaje, pero en su lugar fue Lunna quién lo hizo, eso me hizo estar aún más nervioso.
—Ah... N-no tienes que hacer esto, s-si no quieres...— le dije con el deseo de que desertara.
—Deacy, tu eres el que no debe hacerlo si no quieres, porque, por mí, encantada— Cómo le explicaba que si quería, solo que no fuera ella quién lo hiciera.
Miré a mi costado y me encontré con un Brian durmiendo profundamente.
—Parece que él lo gozó— le comenté.
—Lo hizo.
—Está bien. Me convencieron...— ella esbozó una enorme sonrisa y me indicó que me acostara con la vista hacia el cielo.
—¿Quieres quitarte tu camiseta?
—¡No!— le grité —Prefiero no hacerlo— corregí en tono decente.
—Esta bien— intentó calmarme —Muy bien, John. Sólo relájate— colocó una de sus manos sobre mis ojos para obligarme a cerrarlos. Recorrió todo mi cuerpo empezando por mis pies, piernas y muslos, subió a mi abdomen y pecho por encima de la tela, a mis brazos, cuello y finalizó haciendo especial énfasis en mi rostro. En todos ellos presionó con diferentes fuerzas y en repetidas ocasiones utilizando alguna clase de aceite o crema. Me sentí tan bien que me olvidé de toda vergüenza.
Después me pidió que me volteara y nuevamente recorrió todo mi cuerpo de abajo hacia arriba. Ahora el énfasis lo hizo en toda mi espalda y mi cabeza, para finalizar masajeando mi cuero cabelludo. Aunque realmente no sé si terminó ahí, porque, al igual que Bri, perdí la conciencia en algún punto del masaje.
Desperté sintiéndome en el cielo, no quería mover ni un solo músculo. Me descubrí cubierto con una cobija afelpada, por lo que estaba calientito dentro de ella.
A mí costado, Brian seguía hundido en su sueño por lo que lo acompañé en su letargo. Poco después murmullos que empezaron como ruidos indistintos, se aclararon en cuanto desperté; Freddie y Roger, estaban sentados en el borde de mi cama dándome la espalda, en el colchón de enfrente, estaban Brian y Kevin charlando entre ellos, con Lunna aún dormida en esa misma cama al borde contrario.
Me incorporé y me uní a su charla, mentira, estaba intentando despertar, sus palabras seguían pareciéndome ecos del más allá. Hasta que ví la pequeña mano de la dormida Lunna retorcerse en la cama, estirada, buscando algo.
—Aquí estoy, aquí estoy— le susurró Kevin, mientras tomó su mano y rascó un poco sobre su dorso, solo así se detuvo.
—¿Qué hace?— cuestionó Rog.
—Me está buscando— afirmó el moreno —Lunna y yo nos acostumbramos a dormir juntos y cuando no estoy junto a ella, no puede dormir bien. Así que sí la ven hacer eso, solo soba su mano o abrazala, pero cuidado con su cabello.
—¿Están saliendo?— atacó Roger.
—¡No! Lunna es mi mejor amiga, no podría salir con ella.
—Sí…— desconfió el rubio.
—En serio, esto no es como esas mejores amigas, ella es casi mi hermana, la conozco desde el colegio, desde que tenía siete años…
—¿En el colegio dormían juntos?
—No… Nuestros inicios en Londres no fueron buenos, ella y yo no teníamos mucho espacio, la ciudad es húmeda… para medianamente conciliar el sueño nos quedó aferrarnos el uno al otro.
—Pero se han besado…— insistió el rubio ganándose un puñetazo por parte de rizado.
—Ok, ya entendí a dónde vas… Y es una cuestión cultural, en Camster estamos acostumbrados a tener mucho contacto físico, somos muy amorosos, por eso nos abrazamos tanto.
Era muy temprano para acostumbrarme a sus extrañezas, aunque Kevin me dió la pauta para justificar aquello que esos cuatro hacían fuera de lo normal, la cultura, ese fue el nuevo pretexto que tomé para sus inusuales rituales.
La nueva sala de ensayos estaba casi terminada, solo había algo en la consola de mezcla que no me convencía pero por aquella tarde había sido suficiente y antes de partir de vuelta a casa, me tomé un momento para acompañar a los chicos a ver televisión; el abierto de Wimbledon femenil, un partido completamente aburrido con un marcador abultado hacía la favorita.
Desde la parte de arriba, Lunna apareció al pie de las escaleras, corrió un par de veces por enfrente de la televisión y terminó por aventarse a mi lado ocultando su brazo izquierdo y su rostro entre el respaldo del sillón y mi espalda para terminar rodeándome con su brazo derecho por mi cintura.
Había varios motivos para mí desconcierto; el primero de ellos la forma en la que había aparecido, podía jurar que había saltado desde la parte de arriba brincandose todos los escalones, segundo, ¿cuál era su necesidad de correr? tercero, había pegado su cuerpo al mío sin ninguna advertencia y cuarto, estaba aferrada a mí con más fuerza de la que me hubiera gustado.
Connor bajó las escaleras resoplando, se colocó en frente de la peliblanca y volvió a suspirar.
—Vamos, Lu, solo faltan tres…— el cocinero no tuvo respuesta —Vamos…— insistió.
—No quiero…— le respondió ella aún con su cabeza sumergida en mi espalda.
—Solo son tres… será rápido.
—No…
—Anda… Ya hiciste siete, puedes con tres más— le insistió el castaño intentando jalarle el brazo de mi cintura, pero solo logró que Lunna me apretara aún más. —¡Vas a lastimar a John!— le advirtió. Así ella dejó de poner fuerza y cooperó con Connor; él tomó la pequeña mano de Lunna y usó un cortauñas que llevaba consigo sobre los dedos de la niña.
—Eso era todo…— anunció Connor fastidiado en cuánto terminó con de cortar las uñas de los tres dedos de Lunna, dejó caer su mano sobre mí y volvió de dónde vino.
La peliblanca permaneció abrazándome incluso después de que Rose se marchara, pero ya no me apretaba, aún así seguí sintiéndome incómodo. Me removí intentando que se quitara pero no lo hizo. Lo que le falta de altura lo tiene de fastidiosa.
No fue hasta que el partido terminó cuando ella se incorporó y se sentó correctamente a mi lado. Estaba fuera de sí, como sí terminará de despertar.
De pronto me miró y preguntó:
—¿En qué estábamos?
—Yo quiero conocer la famosa cafetería, Kevin dijo que nos explicarías las reglas— intervino Roger.
—Las reglas… son demasiadas, pero las que les compete a ustedes, creo que solo son dos; No pueden estar en el cuarto de máquinas, dónde se preparan las bebidas, por cuestiones de salubridad, el lugar es más susceptible de ensuciarse sí están más personas de las necesarias. Y para entrar a la cafetería, tienen que salir de la casa y darle la vuelta a la manzana, no pueden atravesar por aquí, porque los clientes no saben que la cafetería se conecta a la casa, nadie tiene por qué saberlo… Bueno, sí pueden cruzar por aquí, con dos condiciones, la primera, es que la cafetería no esté en horario laboral o que no haya clientes y la segunda y más importante, que no esté el jefe… solo eso.
—¿Podemos pasar ahora?
No tenía idea de por qué Roger estaba tan ansioso por conocer la cafetería, pero siendo realista, también quería ver cómo lucía el lugar con el mejor café que había probado.
—¿Bromeas? Obvio pero por ser su primera vez, deben vivir la experiencia completa.
Tras varios quejidos, Lunna nos hizo caminar por la acera hasta rodear la enorme casa. La fachada del local consiste en dos puertas de madera desnuda, rodeada por marcos en chocolate, arriba las letras cursivas Turret Coffe resaltan delicadamente en dorado.
Al entrar se aprecia la pequeña cafetería, con mueblería elegante en color chocolate, tres mesas con sus respectivas sillas acomodadas a la perfección en espera de consumidores reposaba en silencio. A la derecha había dos gabinetes incrustados a la pared y al fondo un par de sanitarios. Frente a las mesas, estaba la larga barra que servía de barrera entre el público y los cafeteros encargados de repartir los alimentos, además de que permitía recibir a más clientes allí. Al final estaba un pequeño refrigerador que permitía la vista hacía los postres que lucían sensacionales.
La mitad hacía arriba del local estaba pintado de blanco donde nacía un hermoso cerezo, con sus famosas flores rosadas terminadas en el techo del lugar. Por las paredes estaba distribuido un sin fin de pinturas de Japón. No fue difícil reconocer que Alex había sido el autor de tales obras. Eran bellas.
Akira nos recibió entonando unas palabras en japonés que no entendí, sonriente y con su mejor cara, es difícil reconocerlo, pero en tanto recordó quiénes éramos y nuestra guía, su carisma se esfumó otorgándole más palabras a Lunna en el idioma extranjero.
A su lado había una pareja de japoneses que hasta ese entonces conocí; Yoriko Hamada, una esbelta chica de cabello negro completamente lacio, piel pálida y facciones redondas. Y Yoshito Kuroda, un hombre alto y ancho, tosco en sus facciones y su cabello corto le hacía parecer que tenía una gran cabeza. Hasta mucho después me enteré que ese par eran pareja; mantenían su distancia prudente, producto de su propia cultura.
Los tres lucían impecables con su uniforme de pantalones negros, camisa blanca, chaleco café reluciendo el membrete con sus nombres y corbata con el fino bordado de una taza humeante.
Detrás de ellos estaba la tarja para lavar los trastes y estantes con todos los utensilios necesarios, incluida la caja registradora. Por encima de sus cabezas, el menú exprés estaba escrito en dos idiomas; inglés y japonés, por su puesto, con las bebidas más comunes.
Nos dimos el tiempo para probar unas cuantas y saborear los postres preparados por Connor. Esas personas, saben lo que hacen. Con el sabor me transporté a un paraíso y con la decoración, supe que era un paraíso asiático.
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