수 ⭒Prólogo.
— ¿Está segura, líder? —Era la quinta vez en la última hora que Mina escuchaba esas palabras, no era para menos, todos y cada uno de sus asistentes de confianza se encontraban atónitos por la decisión que había tomado la rubia. La alfa suspiró, en sus manos tomó aquel bolígrafo oscuro con punta negra.
— Sí, estoy segura. —dijo con una sonrisa que podría describirse como soberbia, tal vez con un poco de ambición—. Nunca había estado tan segura de algo.—susurró la joven alfa pura hacia sus asistentes, algunos eran betas, otros eran alfas, pero se sometían a ella sin rechistar.
Luego de esas palabras, Mina firmó el documento en la mesa frente a ella, se pasó la mano por el pelo y miró al alfa masculino frente a ella, el hombre lucía extremadamente nervioso, sudor frío recorría su frente al igual que su cuello, su cabello negro lleno de canas peinado hacia atrás de forma elegante.
— ¿Y bien, señor Im? —La voz de la rubia era impaciente, cruzó sus piernas y apoyó sus manos sobre sus rodillas, su expresión altiva haciendo lucir al alfa frente a ella más ansioso todavía, la mujer reprimió la risa burlona que quería brotar de sus rojizos labios y esperó a que el alfa firmara.
El pelinegro tomó el bolígrafo que hace pocos segundos se encontraba en manos de Mina y firmó en documento, su mirada llena de desgana, pero no tenía opción. No pudo evitar suspirar de alivio al ver su firma junto a la de Mina.
— El territorio se encuentra ahora en sus manos, líder Myoui. —dijo el hombre tartamudeando, su aroma ligeramente más amargo por el miedo hacia la alfa pura que se encontraba sentada frente a él.
Ahora se encontraba calmada, pero él muy bien sabía lo despiadada que era esa mujer, es por esta razón que le dolía tanto el trato que acababa de firmar, pero no tenía más opción. La rubia no aguantó la sonrisa triunfante que se instaló en sus labios, incluso brotó una risita alegre, se levantó del asiento y tomó los documentos sobre la mesa para luego entregárselos a su abogado.
— Guarda esto por ahí. —pronunció ella con evidente desinterés, haciendo el corazón del hombre saltarse un latido, esa mujer acababa de obtener el territorio más grande del Norte y mostraba una indiferencia que le helaba la sangre hacia aquel hecho, mismo que alborotaría todas las manadas.
El pelinegro tragó saliva, dudó, pero finalmente abrió la boca para hablar, tenía que hacerlo. Su voz era temblorosa, ligeramente aguda.
— Líder Myoui, recuerde por favor nuestra otra parte del acuerdo pautado. —dijo el hombre, haciendo que los agudos ojos negros de Mina se posaran en él, el alfa no pudo evitar temblar por aquella profunda mirada llena de crueldad. Antes de que el hombre pudiera siquiera decir otra palabra, la mujer sonrió.
— Lo sé bien, señor Im. —dijo ella encogiendose de hombros, ella comenzó a caminar hacia la salida de aquella oficina donde se encontraban, su cuerpo esbelto enfundado en unos pantalones formales negros junto a una camisa blanca combinados con tacones negros, su largo cabello rubio cayendo libremente por su espalda.
— Le ruego que trate con delicadeza a mi hija. —El hombre pidió con tono humilde, incluso realizó una sentida reverencia, de la cual se levantó al escuchar la risa de Mina, al posar sus ojos en ella, el hombre palideció al ver las armas de los asistentes de la mujer apuntando hacia él, aun en esta situación se forzó a hablar—. Nayeon es una omega enfermiza. —dijo sin poder aguantar los temblores en su cuerpo, varias 9 mm apuntando sus cañones directamente a su cabeza.
La rubia escuchaba su petición con hastío, el hombre sintió su corazón querer salir de su pecho, por varios segundos que le parecieron eternos, el alfa se arrepintió de sus acciones, pero pudo volver a respirar al ver los ojos de Myoui oscurecerse con un tono rojo y asentir a su súplica.
— Sí, señor Im, tenga seguridad de que cuidaré muy bien a su querida hija Nayeon. —Ella dijo, el hombre suspiró aliviado, la líder de la manada del Sur era fría, pero no incumplía su palabra—. Ahora salga de aquí rápido si no quiere que sus malditos sesos manchen la que ahora es mi oficina. —Mina gruñó, a lo que el alfa pelinegro asintió, con pasos rápidos y una reverencia, se retiró de la oficina.
La rubia se masajeó las sienes, no pudo esconder la sonrisa en su rostro, ahora la mayoría del territorio Norte era suyo, era la líder de la manada más grande de ambas tierras, pero no era suficiente, requería más. Su mayor ambición era que la suya fuera la única manada existente.
Incluso podía verse sentada en la silla del líder, toda persona sin importar su casta arrodillados frente a ella en silencio, asintiendo a cada mando que saliera de su boca.
Era una visión deliciosa del futuro.
— Líder, su omega ya se encuentra en su propiedad privada. —Uno de sus asistentes sacó a Mina de su ensoñación, ella chistó con fastidio, pero hizo una seña hacia sus asistentes para que la siguieran.
— Bien, vamos a ver como es la princesa de la familia Im. —dijo ella con una risita, sus pasos resonando mientras salía de la antigua propiedad Im, la gran mansión ahora era suya, pero estaba más cómoda en su propio territorio, por lo que había ordenado anteriormente que llevarán a la omega hacia su dominio.
Mina no estaba realmente interesada en tener una pareja, había aceptado esa cláusula del contrato ya que en realidad era mucho mejor que pelear por el territorio, además, los viejos del consejo le habían aconsejado hace un par de semanas buscar alguien con quien aparearse y que finalmente tuviera hijos.
Lo más divertido, era que el viejo Im había dado a su hija por voluntad propia a ella, casi no puede evitar reír al pensar en ello, pensó que los rumores sobre ella eran terribles. Aunque, no eran rumores.
La alfa se subió a un discreto auto negro, uno de sus asistentes se subió junto a ella y otro en el asiento del conductor, los demás usaron diferentes vehículos para seguirla. Mina vió con deleite las miradas sorprendidas y llenas de miedo de las personas que se encontraban por las calles del territorio Norte, todos sabían que en el auto viajaba Myoui Mina, la líder de la manada Sur.
Pero, ella quería más, quería que todo territorio fuera suyo, incluso los más recónditos de ambas regiones, tanto Sur como Norte. Y si para eso uno de los pasos era casarse con una omega enferma, lo haría.
Sería la dueña y señora de todo.
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