Prometidos
Advertencias: Ninguna
~•~
—Detente pequeña escoria— la llamó el chico de guantes.
—Si fuera tú, estaría listo para recibir un abrazo— contestó antes de sonreír.
—¡Chuuya!— la voz de castaño sonó por el pasillo de la mafia—. Lo siento, supongo que aún te sientes mal y yo te abrume.
—Luego arreglo eso contigo, mientras tanto tú pequeña mierda, más te vale volver todo a la normalidad— señaló el cuerpo de la mas baja.
—¿Con quién hablas?— intervino el castaño—. Amor no hay nadie allí.
—Te dije, soy una deidad— al ver una mueca en el mafioso caminó frente a Dazai, que como era de esperarse ignoró su presencia.
—Te mataré— gruñó apretando los puños.
—Me estás asustando— el más alto llegó hasta su lado y acarició suavemente su frente.
—No me toques maldito desperdicio de vendas— golpeó su mano para después de analizar las cosas caminara hasta donde dejo su sombrero.
—Amor ¿Por qué actúas así?— mostró un puchero pero nuevamente fué ignorado.
—¡Al fin alguien que es normal!— soltó al ver a su compañero, Akutagawa con la misma cara larga.
—Chuuya-san, Dazai-san, buenas tardes— inclinó su cabeza—. Ya me llegó la invitación.
—¿De qué hablas?— el pelinaranja casi quería abrazarlo, nunca se alegro de verlo tan serio.
—Las invitaciones de nuestra boda— exclamó Dazai sonriendo—. Te esperamos ahí.
—Gracias, me retiro— desapareció de su vista dejando al pelinaranja dando arcadas.
—¿Qué te ocurre?— volvió a indagar, solo le basto unos minutos para llegar a una conclusión—. Puede que me equivoqué, pero perdiste la memoria, o no eres mi Chuuya.
—No me llames así— cerró lo ojos, su peor pesadilla se volvió real—. De acuerdo Aizen Mōyu, tu ganas ¿Qué quieres?.
—¡Es Mō-ō!— gritó la muchacha desde atrás.
—¿El dios del amor?— su mente hizo clic—. Si es una habilidad yo puedo ayudarte.
—¿Por qué debería confiar en ti?, Maldito traidor.
—Porque yo te amo...quiero decir amo a Chuuya, y si tú eres Chuuya también te amo a ti— su voz sonaba tan apacible.
—De haberlo hecho no habrías sido una mierda.
—Ya entendí— Canturreo la femenina—. Estás enojado porque terminaron.
—No te incumbe pequeña mierda— parecía pelear con el aire.
—No entiendo de lo que hablas— el castaño soltó un suspiro largo—. Pero te ayudaré, ya todo está bien.
Sostuvo su mano, pero nada pasó, no salía de esa ilusión —¿No era una habilidad?.
—Soy una deidad, no un mortal con poderes— la más baja se carcajeo fuertemente, pero solo era escuchada por Chuuya—. No soy una pequeña mierda.
Después de soltar aquello desapareció dejando al mafioso sumido en desesperación.
.
.
.
—Toma, es un té frío— el más bajo estaba sentado a las afueras de la organización—. ¿Seguro que no estás mareado?.
—Dejame solo— cubrió sus ojos con aquellos guantes esperando despertar de la pesadilla.
—Debe ser difícil para ti, pero si me conoces en tu mundo, confía aunque sea un poco— le regaló la sonrisa más brillante que jamás pudo ver.
—En realidad te evitó todo el tiempo, eres jodidamente insistente.
—¿No te agrada?, No mejor dicho ¿No te agrado?.
—Te odio, no hay más en mi mente— alzó los hombros aceptando la bebida que le ofreció.
—Vaya, entonces mi promesa no tiene sentido— se acomodo quedando a su lado—. Te prometí amarte en todas las realidades posibles.
—La caballa me terminó— musitó con indiferencia—, ¿Debería decir que tú lo hiciste?.
—Creo que eso sería correcto— se notaba afligido—. Tenía años de no escuchar ese apodo.
—¿Ustedes se van a casar?— dió un sorbo para después mirar a otro lado.
—Nos casamos en dos meses— dió unas palmaditas en su hombro—. No fué fácil hacerte decir que si.
—¿Trabajas en la agencia?— cambió de tema hábilmente—. Es imposible que estén juntos.
—En realidad es nuestra relación lo que mantiene a esta hermosa ciudad en paz— alzó las manos al cielo—. La habría reducido a cenizas yo mismo.
—Bueno, hasta que la mocosa aparezca iré a casa— se puso de pie caminando al estacionamiento pero alguien seguía sus pasos—. No me sigas, tétrico.
—Es que creo que deberías saber algo...
—No me interesa— abrió la puerta de su auto para después encenderlo y alejarse del castaño.
Manejó por un rato, en el primer semáforo rojo mando un mensaje a su jefe contándole que estaba indispuesto. Al pasar junto al puerto sintió una extraña melancolía, lo extrañaba, y aquel ser que se hizo llamar dios solo trataba de torturarlo.
—Maldita momia estúpida— susurró, pero fué más cómo un lamento.
Su relación se volvió fría, toda la responsabilidad caía en Dazai, quien lo terminó todo unos días antes de irse para siempre. Si tan solo se lo hubiera dicho, Nakahara lo habría perdonado.
Al llegar a su departamento abrió la puerta, un poco sorprendido de que su llave funcionará, paso encontrando casi todo igual. Tenía buen gusto, se sentía orgulloso.
Quitó sus ropas más pesadas para sentarse cómodamente en su sillón, al no poder pensar en otra cosa más que su antiguo compañero decidió abrir el balcón y fumar un poco.
—¿Estás en casa?— un grito desde la entrada lo hizo palidecer—, Ví el auto en la entrada.
—¿Por qué me seguiste?, Maldito psicópata...
—Estamos comprometidos, literalmente vivimos juntos desde hace años— proclamó con cierta burla.
—Te daré dinero para un hotel— buscó su billetera para comenzar a contar un par de billetes.
—He tratado de ser amable porque eres Chuuya, pero jamás me trataría así, te pido que respetes mi casa, y mi vida— por primera vez sonaba como cuando estuvo en la mafia.
—Dudo mucho que yo te tolere— negó al ver la expresión triste del más alto—. No hagas ruido.
Pasaron la tarde sin hablar, el suicida claro que trataba de entablar una conversación, pero las respuestas siempre era la misma. Para cuando eran las diez el de vendas comenzaba a bostezar.
—Deberíamos dormir mi amor, digo Chuuya— estiró los brazos para después caminar a la habitación compartida.
—No jodas, no dormiré contigo— frunció el ceño para después considerar ponerse violento.
—Ya lo sé, yo tampoco dormiría con alguien que no seas tú, ¿O qué no sea él?.
Pasaron los minutos y el más alto salió con una pijama y una sábana —Muevete, estás en mi lugar.
El de ojos azules hizo caso para que Dazai se tumbase en el sillón —Siempre fuiste raro.
—Hasta mañana, chuuchu— se acomodó para cubrir su cuerpo con la manta.
El de sombrero fué a la cocina por un vaso de agua, al pasar nuevamente por la sala lo vió profundamente dormido, apretó la mandíbula y se fué a la cama.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro