Dazai II
Advertencias: Violencia típica del anime/manga.
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—Hoy es un buen día para tomar el sol— el niño pequeño abrió las ventanas dejando pasar la luz, Dazai se removió tratando de evitarla, pocas veces dormía algo y gracias a la magia de ese "niño" descansaba un par de horas.
Ignoró sus quejidos para revisar los cajones de aquella elegante habitación, de reojo miraba las acciones del castaño, cómo parecía estar muerto en vida.
—¿Esta es la habitación del jefe?— sus ojos se abrieron aún más.
—Tu habitación— movió los pies para llegar a su costado—. Mataste al jefe, y diriges está organización criminal.
—Entonces aquí lo hice— suspiró agotado—. ¿Chuuya sigue en la mafia?.
—Si, es tu mano derecha— sonrió dejando ver la diversión que le producía ver sufrir al suicida—. Tus días son lamentables, odias esta vida, te odias a ti mismo, pero sigues aquí.
—No es sorpresa que haya un buen motivo— sonrió de lado tocando una de las ondas en su cabello.
—Él te pidió quedarte.
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—Buenos días jefe— una mujer rubia dejó un informe en su mesa—. Es la información de la habilidad que buscaba.
—Una mujer con habilidades peligrosas, déjenla en paz— no sabía si era correcto, pero debía gozar un poco de aquello—. ¿Sabes dónde está el ejecutivo Chuuya?.
—Salió a una misión que usted le asignó en vez de a Akutagawa— se inclinó antes de salir y cerrar la puerta.
—¿Tú también estás aquí?— rodó los ojos aburrido, no, más bien cansado.
Pasaron horas dónde firmaba cosas y leía otras tantas, no entendía porque Mori era tan eficaz haciéndolo, era horrible, y desgastante. Ser jefe sería sin duda el peor de los casos.
—¿Por qué no tienes amigos?— un niño azabache jugaba con un bloque de lego—. Sé que tu único amigo está muerto.
—Odasaku murió hace cuatro años, es natural que no pudiera tener esa relación jamás con otras personas fuera de la mafia— no tenía caso negarse a darle información.
—Fue por ti que se unió a la mafia— sentenció indiferente—. Cuando lo conociste, lo convenciste de entrar a este grupo criminal.
—Si...
—Que curioso, las personas que se unen por tu influencia, terminan teniendo fuerte opiniones de tí — dejó los bloques de lado para buscar algo más adulto—. Ahora hace aparición el hombre del momento.
La puerta se abrió dejando ver a Chuuya, un poco golpeado, su nariz sangraba levemente, parecía más enojado—. Cumplí tu maldito trabajo...
—¿Te duele?— señaló su mejilla un poco roja.
—No te importa, me mandaste solo por algo— suspiró mientras avanzaba hasta su escritorio—. ¿Quieres otra cosa?, Jefe.
El azabache comenzando a flotar para ver más de cerca la cara del recién llegado—. Es lo que mi raza considera un Adonis, belleza indescriptible.
Dazai sonrió por su comentario, siempre creyó que Chuuya era una persona linda solo basándose en el físico, si veían sus cualidades, notarían que era hermoso. Hizo caso tomando un pequeño botiquín que sabía bien su ubicación pues el anterior jefe lo guardaba en una gaveta—. Te curaré.
—¿Seguro?.
—Claro, es una orden del jefe. Siéntate ahí— preparó algunas cosas bajo la mirada expectante de Chuuya— ¿Por qué me haces caso?, Nunca has sido alguien obediente— preguntó acercando una bolita empapada en alcohol.
—Hice el trabajo, eso es lo que importa— rodó los ojos tratando de ignorar el ardor en su mejilla lastimada.
—¿Cómo pudieron lastimarte?, da igual, una babosa siempre será una babosa— al terminar centro la vista en los labios de Chuuya, quería darle un beso de buenas noches como cuando eran más jóvenes—. Eres horrible.
—Bueno, si eso es todo, ya me voy, jefe— se puso de pie listo para irse, pero Dazai sostuvo su mano, tratando de expresar su agradecimiento, pero el timbre de un celular lo hizo retroceder—. Es Akutagawa.
—¿Akutagawa?.
—¿Qué ocurre?— sonrió al escuchar su voz a la par que caminaba con dirección a la puerta—. Ya voy por ti, no des más problemas.
Así se quedó solo, bueno, con la presencia de un niño arrogante—. Tu ex subordinado tiene más atención que tú, siendo sincero, se llevan bien por tu culpa.
—¿Se llevan bien?— aún tenía esa mirada perdida.
—Claro, Akutagawa entendió que tú reconocimiento jamás llegaría, y el señor sombrero ha sido cómo un hermano mayor que se preocupa por sus necesidades— sonrió de lado—. Si no fuera tu alma gemela, podría jurar que ellos están destinados a ser amigos.
—Que raro, ambos son seguramente los mejores en la mafia— acarició su cabello en un tonto intento de no sentir algo—. Es normal que las personas se cuiden entre sí, claro, Chuuya es ese tipo de hombre.
—¿No tienes nada que decirle?— sonrió otra vez mostrando sus afilados dientes—. Bueno, mientras tú lo piensas, yo debo visitar a mi amigo.
—¿Amigo?— rascó la venda de su cuello—. No creo que una deidad pueda tener amigos.
—Los tengo en todos lados, de todas las formas y tamaños. Todos mis hijos son mis amigos— buscó algo en el escritorio de Dazai, y lo dejo en su dirección—. Tú también eres mi hijo.
Una pequeña nota "Idiota, ¿Cómo estuvo tu día?". Chuuya insistió poco, pero quería tener una plática normal que se vió arruinada por los insultos. Dazai apenas logró ver cómo su pequeño verdugo desaparecía corrió en busca del manipulador gravitacional, buscó en su oficina, al no encontrar rastro de su presencia fue hasta donde suponía debía estar. Una bodega solitaria, solo escuchaba una especie de gemido.
—Es una basura, lo odio— Chuuya parecía llorar—. También te jodió a tí, ¿Cómo se puede ser tan mal ser humano?.
—Chuuya-san— Akutagawa no era capaz de darle consuelo, era más bien alguien a quien podía decirle sus secretos y jamás los contaría.
—Pensé que si se quedaba, quizá podría cuidar de él, yo solo necesitaba tenerlo cerca para sentir que hacía algo bien por él— sollozo nuevamente tratando de no ser ruidoso—. Ya no quiero quererlo, soy patético.
—Respire— Ryunosuke solo se limitaba a verlo, no tenía otra cosa que decir, porque se sentía más o menos igual.
Dazai apretó la nota antes de caminar por dónde llegó, con el semblante más demacrado. Él era así, pocas veces reflejaba sus emociones. ¿Cómo se puede ser tan malo?.
Osamu jamás entendería la naturaleza humana, las personas lo asustaban, relacionarse con alguien siempre fue difícil, pero era todo lo contrario con Chuuya, ese chico lo hacía sentir distinto. La noche que dejó la organización tuvo el impulso de buscarlo, pero Dazai sabe lo que hace, él no le da esperanza a la gente, no, él se las quita. Frente a su oficina quedaron aquellas fantasías de huir juntos, irse del lado de los que protegen estaba bien siempre y cuando estuviera Chuuya.
Siempre quiso cuidar de ese muchacho bajito, pero el castaño era la maldad de la que escapaba, ¿Qué podía hacer?, arrastrarlo no era una opción, en especial si Chuuya sentía a la mafia cómo su hogar. Optó por no llamarlo, y en un burdo intento por disfrazar su tristeza pensó en hacerlo enfadar aún más, así podría desearle la muerte y olvidarse de lo que fueron.
—No eres patético, Chuuya— susurró para si mismo recluyendose en la oficina que tanto asco le daba, buscó algún papel para anotar algo—. No lo eres...
Así paso la noche, en posición fetal, aceptando su destino con unas cuantas lágrimas rodando por su piel, porque él era una de las peores plagas. Sin darse cuenta cayó desmayado, el responsable sonreía al fondo de la habitación, sonriendo, por lo mal que lucía. Aizen Mō-ō si tenía un favorito, y tristemente no era Dazai.
"Mi día no estuvo tan mal, al menos pude verte. Prefiero que las misiones sean dadas por medio de tu secretaria. No dejes que golpeen tu cara, o yo lo haré". Linda carta, pensó la joven deidad.
~•~
—Que mal día para ser tú— un niño azabache golpeó su cara con fuerza para despertarlo.
—Pensé que amabas a todos tus hijos— jadeo por su acción—. Me estoy cansando de esto.
—Debes ir por el dragón— señaló la gran vestía roja que parecía querer destruir la ciudad.
—¿Qué demonios es eso?— observó su ropa blanca, no tardó mucho en deducir que pasaba—. La rata quiere comerse algo grande, no sé si sea prudente moverme sin saber que pasará.
—Planeabas morir, de hecho, tomaste veneno— sonrió al ver un detallo rojo—. Morir dentro de esa cosa, significaba que podrías anular sus poderes, pero alguien te sacó, y te botó aquí...
—¡¿Chuuya?!— se puso de pie y comenzó a correr hacía la ciudad—. Idiota, nunca sigue mis planes, él no debería estar ahí.
—Me compadezco de sus almas, no puedo intervenir con esa cosa, pero haré una excepción por ese niño— chaqueó los dedos mientras sus ojos brillaban aún más y la bestia caía "dormida"—. Debes sacarlo, tienes cinco minutos antes que un avión impacte con él.
—¡Uso la corrupción!— estaba desesperado. Para cuándo llegó al lugar, el cuerpo de Chuuya no era visible, no tenía forma de entrar al dragón, estaba rasgando las escamas en un intento de recatarlo—. ¡Por favor, sácalo!.
—Los niños siempre son niños— el menor puso su mano sobre parte del cuerpo, y logró atravesarlo, para la deidad fue sencillo, cómo si fuera una especie de gas, sacó el cuerpo inerte de Chuuya—. Lo lamento, creo que lo tomé con mucha calma, no, su cuerpo era demasiado débil para un poder así.
—¡Chuuya!— acarició su cara llena de marcas rojas, unos pequeños cuernos adornaban su cabeza y al entrar en contacto con Dazai, desparecieron—. Abre los ojos, golpeame, por favor.
—Creo que deberíamos...
—¡No me dejes!— sollozó nuevamente tratando de animar el cuerpo sin vida del pelinaranja—. No te vayas por favor...
El niño no sabía que decir, el avión ya era visible—. Señor vendas...
—¡Chuuya!— abrazó a Nakahara—. ¡Despierta!.
—Señor vendas— el niño veía la destrucción inminente, no le afectaba en nada, pero a sus prisioneros si.
—¡Lo siento tanto! ¡Vuelve!— aquellas pesadas lágrimas chocaban contra el hombro del pelinaranja—. Eres un idiota, el más idiota, tonta babosa.
—Morirá tu versión de aquí— trató de alejarlo pero fue imposible—. ¿Quieres morir con él?.
—Te amaré toda mi existencia, en cualquier vida que tengas— ignoró la presencia del niño, y dejó un beso en la nariz de Chuuya, de paso limpió la sangre que se colaba por su labios—. Chibi, no tengas miedo, estoy contigo.
Su traje antes blanco ahora estaba lleno de lodo, aún así mecía a su amado levemente, tratando de contener las lágrimas para no molestar a Chuuya. Solo podía pensar lo enorme que lucía la luna, y lo pequeños que eran ambos. Uno que otro lamento salía de su boca, aún aferrándose al cuerpo de Nakahara, buscando un estado de paz.
—Te dije que jamás usarás la corrupción lejos de mí, y que nunca me protegieras— susurró pasando sus largos dedos entre las hebras naranjas—. Nunca te gustó mi forma de solucionar los problemas.
Aizen Mō-ō se limitaba a estar como espectador, incluso se alejó para darles su espacio mientras el avión caía sobre esa zona, antes de hacerlo probar la muerte chaqueó los dedos moviendo la consciencia de Dazai en uno de los tantos universos posibles, la joven deidad se dedicó a observar la destrucción de ambos cuerpos. Vió a Romeo morir con Julieta, todo por una equivocación, muchas almas gemelas morían juntas, pero esa escena fue magnífica. Al final ambos se despidieron y perdonaron.
Dazai reconoció la culpa que carcomía su corazón. El azabache de doce años apreció los detalles de la humanidad tan distante, extraño, pero extraordinaria. Sus hijos le dieron un nuevo sentimiento. Tristeza.
Suelten a Dazai, pobrecito, sentí feo porque creo que ver morir a Chuuya sería por mucho algo muy significativo en su vida.
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