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4. Puedes ver que esta es la tierra de la confusión

Mi Apple Watch se había quedado sin batería, por desgracia. Al igual que mi teléfono celular.

Cinco había ido a buscar algo con qué taparnos y con qué podemos calentarnos aquí, en la estación. Se había ido desde hace unos veinte minutos, y aunque yo le había insistido bastante en querer acompañarlo por el simple hecho de no quedarme sola, no me dejó otro remedio más que quedarme aquí, afuera de tren, recargada en él. Estaba a nada de subirme para no tener tanto frío, pero claro que recordaba que no debía de hacerlo porque el tren partiría, dejaría a Cinco en una línea temporal y yo me iría en otra desconocida. Claro que no, tengo que ser más precavida en ese tipo de cosas, no puedo distraerme ahora.

Me quedé pensando en lo que le había dicho a Cinco sobre mi llegada. Fue una mentira, lo sé. Claro que no quería llegar a casa porque mi hermano me estaba esperando. Realmente iba a cometer un acto que no quiero ponerme a analizar para llegar a la obvia conclusión de que estaba más que de la mierda. Y como es obvio, no puedo contarle la verdad, porque sentiría lástima por mí. O tal vez eso no lo sentiría, si no que pensaría que soy una chica sin ninguna razón. Nada razonable.

Pero lo pienso, pienso que aunque no hay modo de regresar a casa aún, pienso que todavía debería de cometerlo. Sigo sintiendo las mismas ganas, aunque no con la misma intensidad. Sigo pensando que nada vale la pena, y aunque quieras juzgarme por eso, y pensar que soy muy afortunada a comparación de otras personas, yo no lo siento así. Hace un par de años, mi tristeza seguía persistiendo en mí, pero en lugar de querer matarme, lo único que quería era dormir por muchos ratos.

Me odio tanto que quiero llorar, me digo.

—He vuelto.

Alzo la cara, siento una repentina especie de alivio al verlo parado, cerca de mí.

—He conseguido estas mantas. Por suerte no están tan sucias —me ofrece la manta negra al acercarse más y agacharse —, conseguí unas latas de varios tipos de comida, yo espero que no sepan tan mal por estar caducadas —acomoda cada lata, formando cinco de ellas —. Lo único que no pude conseguir fue madera para hacer la fogata. Estaba tan oscuro y escuché ruidos extraños.

—Qué suerte. Aunque sea solo por hoy —agarro una lata teniendo la manta alrededor de mi cuerpo.

Cinco me agarra la lata y la abre con rapidez, entregándomela después. La tomo y después él abre la suya. Se coloca a lado de mí y se envuelve la otra manta a su cuerpo.

—Cinco —le hablo, y él voltea la cara, dándome una vista pequeña de sus ojos verdes —. Me dijiste que ya habías estado aquí, y la verdad es que lamenté pensando en que estuviste solo todo ese tiempo.

Me echo la lata de verduras frías en mi boca.

—No estuve solo.

Le observo mientras mastico.

—No es la primera vez que me pasa esto, ni la segunda. Contigo ya van tres veces que estoy al borde del fin del mundo.

No digo nada, y los segundos pasan mientras trato de procesar lo que me acaba de decir.

—¿Cómo que son tres veces, Cinco?

Sus ojos se enfocan en las verduras frías de su lata, y oigo que suspira.

—La primera vez que estuve atrapado en el Apocalipsis, estuve con Dolores. Un maniquí, eso para mí fue más que real —sonríe de lado, como si recordara sus momentos —. Y la segunda...

En eso, un ruido sordo golpea el techo de arriba. Miramos hacia a arriba con mucha alerta de por medio. Cinco me toma el brazo sin permiso y me obliga a ponerme de pie.

—Es mejor que nos vayamos. No quiero saber  qué cosa provocó el golpe.

Agarro las latas, la manta negra se me cae pero Cinco la recoge, entonces nos metemos al tren, y este inicia su recorrido.

—¿Cuantas líneas temporales son?

—Son demasiadas, como no te puedes imaginar. Espero que en la siguiente no sea peor.

Cinco me envuelve la manta negra por encima de los hombros, y yo trago saliva, no la comida enlatada.
Siento como mi corazón se pone raro, y entonces solo me doy la vuelta para sentarme.

—¿No seguirás comiendo? —pregunto por evadir la reacción de mi corazón.

—Odio las verduras —sonríe mientras las observa en su mano derecha —. Pero tengo que comer si queremos regresar.

Regresar. ¿Por qué regresar? Yo no quiero regresar. Nunca quiero regresar a donde no quiero seguir enfrentando.

—Me seguías contando sobre la segunda vez. ¿Fue con alguien de carne y hueso?

Alza la mirada.

—Sí —responde con neutralidad.

Me quedo callada, no sabiendo si continuar con la pregunta o no. Entonces él se echa las verduras a la boca y comienza a masticar, dando por hecho que no hablará.

Hago lo mismo, pero la incomodidad ahora persiste en mí, y siento una especie de ansiedad que no quiero sentir ahora ni nunca.

—¿Cómo se llama tu hermano, Clarence?

Me muerdo la mejilla por dentro, sintiendo como la comida que me estoy pasando se convierte en un pesar terrible.

—Um... —carraspeo, sintiendo las ganas de llorar sin siquiera saber por qué —. Se llama Phillip.

—Es un buen nombre —comenta mientras él se pasa el bocado —. ¿Qué edad tiene?

—Tiene 27 años.

—Perdón, ¿y tú cuántos tienes?

—22 años.

Me mira, y sigue masticando.

—Hay algo que no te he mencionado. El tiempo en tu linea temporal no es el mismo que transcurre aquí dónde estamos. Llevamos nueve horas aquí, pero allá solo habrán pasado un par de segundos.

Le observo incrédula.

—¿Cómo es eso posible?

—Es muy complejo el tema del tiempo, por eso es que no se encuentra en mi lista de cosas favoritas. Para variar, es algo que se encuentra en mi poder.

—Puedes cambiar las cosas, no creo que sea muy complejo.

—Es dependiendo, Clarence —niega con la cabeza —. Yo intenté cambiar el rumbo del Apocalipsis, pero... la verdad es que nada puedes cambiar. Las cosas tienen que pasar tal como son.

Me quedo callada.

—¿Quedaste en una hora específica con tu hermano Phillip?

—No —casi susurro.

Observo a Cinco con la intención de seguir preguntando sobre quién no quiero pensar, pero se ve interrumpido con la parada del tren.

Cinco agacha la cabeza para observar a los alrededores, hasta que me enfoca la mirada y me dice:

—Creo que aquí se ve bien. Se ve tranquilo. ¿Vamos?

Agarro las latas, y él me ayuda con dos de ellas. Nos salimos y vemos el lugar un poco más higiénico que en el anterior. Cinco se sienta y se recarga en el tren, y yo me uno a él.

—¿Sabes qué hora es?—pregunto sin querer mirarlo.

—Son casi las diez. ¿Quieres dormirte? Te veo cansada —siento que me observa.

—Sí. La verdad es que me siento cansada —respondo con desánimo.

Dejo la lata en el suelo, y me paso el trago amargo que se avecina en mi garganta. Los pensamientos quieren buscarme para destruirme, y yo no estoy de humor para darles el acceso, por lo mismo es que cierro los ojos ante él, que siento su mirada. Y no sé si sentirme bien porque de algún modo me distrae de lo anterior.

—Que descanses, Clarence —le oigo decir, escucho como se acomoda en la pared del tren.

Aún mantengo los ojos cerrados, pero la mente abierta. Quisiera llorar ahora mismo, como lo había estado haciendo últimamente. Y si decido guardármelo, será peor. Yo lo sé. Y eso me da temor, temor de que pueda pasar algo más caótico.

Abro los ojos y le observo con los ojos cerrados. Carraspeo para llamar su atención.

—¿Hay problema si duermo en el suelo?

—Claro que no. Solo que no traje nada que pueda ser usado como almohada.

—Puedo usar mi suéter, aunque es delgada la tela.

Entonces Cinco comienza a quitarse su saco, pero le detengo con mi mano.

—No, por favor. No era eso lo que pretendía.

—Lo necesitas. Y yo quiero que lo tengas, así que por favor..., no aceptaré un no.

Me espera a que me acomode. Así que me hago un espacio y me acuesto al fin. Cinco mete su saco por debajo de mi cabeza, y entonces él hace el mismo acto, solo que sin ningún material de tela que le permita descansar la cabeza.

No me da la espalda, y yo tampoco lo hago. Pero lo que sí es que cierro lo ojos... logrando que pueda dormir con prontitud.























¡Buenas noches!
Espero que se encuentren super bien. Yo acá con sueño, pero acordándome de que tenia este capítulo pendiente. No es muy largo, pero ya pronto se verá lo bueno (espero que sea bueno, jaja)

Voten si les gustó, y comenten qué les gustó.

Amor y paz. 🩶

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