Capítulo XXIII: ¡Amarga verdad!
Shaka recién le había revelado la verdad a Milo, el cuál estaba demasiado confuso, molesto y claramente dolido, pues enterarse de algo así no era nada fácil para él y mucho menos si su mejor amigo también estaba involucrado.
—Están aquí— dijo Aioros— ¡La citadel ha caído!— exclamó.
—Shion—. musitó Milo inmediatamente.
En ese momento Dohko recordó y un miedo recorrió su cuerpo.
—¿Dónde está?— preguntó impaciente
—En la bóveda de escritos, ve por él— ordenó Shaka, no tuvo ni que decírselo dos veces cuando sus piernas ya se encontraban moviéndose de prisa. Necesitaba encontrarlo, lo necesitaba. Antes de que desapareciera por completo, gritó— ¡Dohko!— él se giró— Sácalo de ahí sano y salvo. Y elimina todos los papiros del lugar.
Milo, Shaka y Aioria se pusieron en guardia, mientras Dohko corrió escaleras arriba hasta llegar al salón en donde se encontraba su amado.
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Pv Dohko.
Corrí por los pasillos desesperado, cada vez que recorría los metros parecía que todo se volvía en contra mío y se convertían en kilómetros. ¡Maldita la hora en la qué...!
Rápidamente llegué a la bóveda, y no oculté más mi presión, zarandeé el pomo de la puerta con fuerza, intentándola abrir, pero parecía inútil.
Me alejé un poco y observé la puerta.
—¡Shion!— grité para que me escuchara.
No quería, me negaba a que algo malo le hubiese pasado.
—¡¿Dohko estás ahí?!— escuché al otro lado de la puerta. Y sin pensarlo dos veces o titubear, tomé el impulso suficiente hacía atrás y golpeé la puerta con mi propio cuerpo, tirándola abajo.
Me reincorporé y cubrí mi rostro con mi antebrazo, avanzando con cautela.
Todo aquel lugar se encontraba en llamas, no se podía observar nada, solo se sentía el ardiente y caluroso fuego, sin olvidar que el bochorno era insoportable.
—¡Shion!— volví a gritar su nombre mientras caminaba entre las llamas, buscándolo con desespero y manteniendo la esperanza de encontrarlo.
Por cada paso que daba mi corazón se aceleraba. No lograba divisarlo, pero antes de volver a exclamar su nombre, lo ví.
—D-Dohko... ayúdame— escuché. Era él, no había duda, pero su voz no era la misma. Claramente me di cuenta de lo quebrada que estaba, quizá por el llanto que amenazaba en él.
Me dirigí rápidamente al lugar de dónde provenía. Caminé unos pasos y ahí estaba. Se encontraba tirado en el suelo junto a Suikyō, quien estaba herido de gravedad, y a unos metros de ellos estaba un servidor de Thanatos, muerto.
—Suikyō no me dejes— sollozó entre llanto.
Mirarlo me partía el corazón, sus manos y su ropa estaba cubierta de sangre, estaba aferrado al cuerpo de Suikyō, quien apenas y podía respirar.
—Debemos irnos — dije con cautela debido a la situación...
—¡Ayúdalo! —pidió con mirada de borrego a medio morir.
—Claro que lo haré. Pero necesito que me ayudes —se levantó y me echó una mano para poder levantarlo
— Lleva esto, cúbrete— le dije. Hice aparecer un par de escudos que nos serían bastante útiles si nos llegaran a atacar, pues actuarían como protección inmediata.
Fin PV Dohko.
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—Hay que salir de aquí —gritó Aioria. Esa situación comenzaba a tornarse desesperante, ya los pilares empezaban a caerse y aún faltaban por salir.— Milo salgamos de aquí. ¡Shaka!
Casi en segundos salieron al bosque que se encontraba trás la construcción. En donde miles, tanto cazadores como invasores estaban muertos.
—¡Oh no Suikyō!. Tráelo aquí Dohko— indicó el rubio del clero , haciendo que lo recostaran al pie de un árbol.
Aioria y su hermano se encontraba luchando contra dos de los invasores, pero inmediatamente Dohko se les unió, pues debía proteger a Shaka, a los heridos y sin miedo alguno, a Shion.
PV Milo
En esos momentos me encontraba en combate al lado de DeathMask, y con un tipo de cabellos blancos. No supe cómo, o en qué momento, me distraje lo suficiente, pero cuándo me di cuenta mi espalda era azotada fuertemente
—Ah— gruñí de dolor. Fruncí el ceño y me giré a la entidad con enfado.
El tipo estaba de espaldas y cubierto con una capucha negra. No me importó quién demonios era, solamente saqué mi espada con el fin de defenderme, pues sabía que por el momento estaba solo, ya que DeathMask se veía bastante ocupado y presionado en batalla, y que me ayudara sólo iba a traer más problemas.
— Tú espada no servirá de nada contra mí. Morirás.
No...
No.
Eso tenía que ser una broma.
Al escuchar esa voz un miedo corrió por cada nervio de mi cuerpo. Quise asegurarme de que no había escuchado mal, de que no era quien yo creía, que no era... Pero antes de poder reaccionar, él se giró a mí con rapidez, sin darme tiempo a esquivar el ataque.
Ahogué un grito de dolor. Había perforado mi abdomen.
Pero lo que me dolió más, fue confirmar quién estaba bajo esa capa.
¡No podía ser cierto!.
Ante tal giro, su capucha cayó. Dejándome ver su perfecto perfil, y después de mucho, hacerme sentir traicionado por quién menos lo creería.
—C-Camu-us— articulé a duras penas mientras caía de rodillas.
Y pude notarlo.
Llevaba su cabello en un lacio perfecto, su rostro era más marcado y delineado, labios en tonos oscuros y ojos más rojos que nunca, los cuales tenían sus pupilas dilatadas. Y sus orejas ... tenían una forma puntiaguda, leve pero peculiar.
—T-Tú...— mi boca se acumuló de una gran cantidad de sangre consecuencia de la herida en mí — Tú...— ¡me estaba ahogando!. Traté de articular palabra alguna, pero a cambio de eso tuve que escupir una gran cantidad de líquido rojo que denotaba mi estado.
¡No pude seguir hablando!.
¿Por qué, Camus?
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Pv Camus
Esa tarde salí de casa de Dohko con dirección al mercado. Él me había dejado claro que ya era el momento indicado para hablarlo con Milo, ya que la Citadel comenzaba a sospechar y eso no significaba nada bueno.
Hice mis compras y camino a casa quedé atrapado entre la multitud de autos. Llegué cuándo el sol se había ocultado y ya Milo estaba en la cama.
—¿Milo?— musité para ver si reaccionaba, pero no, estaba profundamente dormido, y se veía exageradamente hermoso. Vaya que sí lo hacía.
Dándome cuenta que al de hermosos ojos azules le había ganado el sueño, me acosté a su lado y lo abracé.
—Te lo diré mañana, cuándo despiertes en mis brazos, mi vida— le dije sonriente, mientras besaba sus perfectos labios...
Me sentía algo incómodo. El día había estado caluroso y debido a eso no podía dormir.
Me hice una coleta y me dirigí a darme una ducha. Estuve allí más o menos 15 minutos, luego de esto me puse mis pantalones de dormir y salí del cuarto de baño al mismo tiempo que me ponía la camisa. Dejé la toalla en el perchero y cuándo volteé, sucedió lo que siempre temí.
—Hola Camus.
Mi cuerpo respondió al instante, salté asombrado y giré de forma inmediata
—¿Qué haces aquí?— pregunté sigiloso, entre nervios e ira.
—Thanatos quiere que hagas algo — me dijo Saga, quien estaba sentado en el sofá, esquinero a la cama— Mañana por la noche, tú serás quien dirija.
—No haré eso— dije bajando la voz— Dile a Thanatos que se joda y que busque a alguien más.
—No alimentes al fuego Camus— me amenazó con el mismo desprecio de siempre— Hazlo o la cabeza de ambos va a rodar por las escaleras del palacio— miró a Milo quién dormía tranquilamente — Especialmente la de él.
—Maldito... maldito ...maldito —decía en mi interior.
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Pv Milo
—M-Milo... — Vi como lloraba desconsoladamente mientras se ponía de rodillas a mi lado. Lo más seguro era que como estaba de espaldas no se había percatado que a quien estaba a punto de lastimar era a mí— Lo siento... Lo siento... L-o...
—N-No, no me toques — ordené mientras hacía todo el esfuerzo para ponerme en pie. Respiré profundo y limpié con mi antebrazo la sangre que corría por mi barbilla— V-vete de aquí. Lárgate —grité con una mano en mi herida.
Sus ojos se aguaron y antes de que alguno de la Citadel se percatara de la situación, Saga lo tomó a la fuerza.
—¡No, no! ¡Saga, espera!— trató de salir de sus brazos pero no pudo. Y antes de desaparecer me miró
Fué una mirada cargada de sentimientos que yo no pude descifrar, quizá amor, dolor, tristeza, o simplemente todo junto.
Pero yo, ya no podía sentir nada.
No en ese momento .
No en esas circunstancias.
¿Por qué Camus?
¿Por qué?
Mis ojos estaban a punto de soltar esas ansiadas lágrimas que amenazaban con salir y empapar mis mejillas.
Me dolía, me dolía saber quién era él, realmente.
Me dolía saber de quién me había enamorado.
Caminé a miles costos hasta la zona en la que todos cuidaban de Shaka, los otros monjes y Shion, y aún así no podía dejar de pensar en todo lo que había pasado.
¿Cuando pensaba contarmelo? ¿Sí acaso pensaba hacerlo?
—Aquí está ésta basura de insignia. Lograste lo que querías— me dirigí a Shaka mientras le tiraba la insignia de cazador, notando su rostro abatido al ver mi estado—Dohko. A él lo dejarás quedarse, yo soy el culpable de todo esto— agregué a lo último, para después empezar a caminar hacía la casi totalmente destruida estructura.
—Milo estás herido, iré contigo— me gritó Dohko .
—¿Lo que le dije a Shaka? Sabes, lo dije porque eso es lo que hacen los verdaderos amigos. Y que tú no lo seas, no quiere decir que yo sea igual— escupí con rencor— No te atrevas a molestarme.
Luego de estas palabras caminé hacía mi vehículo. Ciertamente usé todo mi autocontrol con ellos, pero al darles la espalda, las lágrimas invadieron mi rostro debido a ese dolor fulminante que destrozó mi corazón.
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