Doce
Asegurándose de respirar por la nariz, pese al cansancio, dejó la última caja ya desarmada y arrugada junto al montón apiladas a una esquina.
Se quitó la camiseta y con esta secó el sudor en su frente antes de arrojarla a cualquier rincón. Más tarde la pondría en el cesto de la ropa sucia, ahora el cuerpo le reclamaba hidratarse.
Luego de aquella cena del demonio, Jungkook empacó sus cosas -la misma mochila que había traído desde la clínica- a la mañana siguiente. Su hermana advirtió que era demasiado pronto. Las obras no estarían terminadas aún y no haría más que estorbar a los trabajadores.
Poco le importó. La parte al tanto de la autopreservación en su cerebro le impulsó a largarse cuanto antes, incluso si racionalmente sabía que Taehyung no volvería a poner un pie allí, o en cualquier lugar donde él estuviese, para ser exactos.
Cuando encajó el nuevo juego de llaves en la cerradura, lo primero que se topó fue su diminuto apartamento vacío con las paredes a medio terminar y la tarima del suelo cubierta con plástico transparente.
Con un agradecimiento educado despidió a los obreros contratados por su hermana, pero a partir de aquí él se encargaría.
Se puso las ropas más desgastadas que encontró y se dobló las mangas de su sudadera antes de tomar el rodillo; instalar las lámparas, pintar el baño y los cuartos y ensamblar los muebles le tomó esos pocos días.
Somin le había dicho que había comprado la nueva decoración de interior y había alquilado un almacén. Jungkook no quiso aceptarla, sin embargo la pelirroja le aseguró que se trataba de lo necesario, nada ostentoso.
"¿Planeas dormir en la encimera de la cocina, Jungkook?"
Todavía no había logrado convencerlo del todo, hasta que argumentó que no había nada que pudiera hacer con ellas si no las quería, solo botarlas.
Lo cual sería un desperdicio.
Y acabó aceptando. Por eso, y porque al final del día también necesitaba una cama.
Por suerte dicho almacén quedaba a unas pocas cuadras de distancia; trasladar las cosas le había tomado al menos siete viajes.
Una vez terminado y exhausto, se dejó caer en el mullido sofá de tela gris y echó un vistazo alrededor ya libre de polvo y la arenilla del cemento; el discreto juego de luces nacaradas que colgaba del techo, el firme piso de madera pulida, la afelpada alfombra lila oscuro bajo sus pies, las gruesas monturas de blanco que bordeaban los marcos de las puertas caoba. Todo el mobiliario lo era, contrastando mínimamente con el granito imitación de mármol negro de la encimera en la cocina y el baño.
No tenía una tele aún, ni una lavadora o un microondas -agradeció que Somin se ajustara a solo lo esencial esta vez-, su habitación apenas contaba con una mesita de noche y la cama, cuyo colchón desnudo había vestido con una de las pocas sábanas que encontró en el escaparate empotrado -era lo único que había ahí- antes de empezar y cerrar la puerta; y aunque se había mostrado testarudo reconoció la suerte por que su habitación al parecer haya sido el primero con el que los trabajadores iniciaron, así no tendría que dormir con el persistente olor a pintura fresca bajo la nariz.
A su izquierda, arrinconado a una esquina de la sala de estar ubicó un estante vacío, de aspecto rústico y pesado y que pensaba llenar de distintos tamaños de lienzos y acuarelas una vez pueda permitírselo. Si bien no había agarrado un pincel en años, se negaba a descartarlo del todo, deseaba volver a pintar. Pero un artista se componía de pasión por su arte y la inspiración lúcida que obtenía de las minimeces cotidianas o las experiencias extravagantes vividas.
Él era incapaz de evocarla. Ahora que se ha acostumbrado un poco a los medicamentos y ha salido de su letargo y adormecimiento, es capaz de sentir el peso de los años, años que han pasado como una sombra gris, como una escritura de tiza sobre la pizarra a la que borran con la mano dejando una estela del deslucido polvo blanco sucio sobre la superficie. Y por primera vez comprende que no solo su adicción ha sido erradicada; partes de sí mismo nunca volverán a lo que eran.
Y está bien así, se dice, porque la metamorfosis duele y si duele es porque ha ido en el camino correcto.
Se permite pensar, también y por primera vez en dos años casi, en lo que hará a continuación, en cosas tan banales como las tostadas que se preparará para el desayuno y los kilómetros que hará al salir a correr por la mañana, y en asuntos de mayor envergadura como un trabajo ideal, las facturas, mantenerse limpio, retomar de a poco la vida, y las riendas de su futuro.
Pero está bien, porque él tiene un plan ahora. Porque sabe que es joven y saldrá adelante.
Poco a poco, se recuerda, estás volviendo a levantarte de nuevo.
Este apartamento solo tiene una habitación, por lo que no había algo así como un espacio exclusivo para sus pinturas. Solía pintar aquí en esta reducida sala -tiene que cerrar los ojos un momento y pasar saliva-, solía pintar las suaves curvas de alguien, las sueltas hebras azules de alguien, los lunares de alguien...
Aunque no siempre tuvo a su musa consigo, era capaz de encontrar inspiración hasta en el aleteo de una golondrina y plasmarlo con acrílicos en una forma deconstruida y hábil -como cualquier artista promedio- antes de él. Ahora parece que esa osada e indispensable cualidad se ha recluido a un lugar lejano y congelado donde no puede alcanzarla por más que lo intente.
Pero un día volverá, tiene que hacerlo.
"¿Estás implorando por tu inspiración o por Taehyung?" dijo una voz cruel y sardónica, muy parecida a la de Somin, en el fondo de su consciencia.
"Tal vez de ambos" reconoció en voz alta.
¿No significaron lo mismo para él, de todos modos?
Aunque permitiéndose menguar su orgullo, admitiría que veía remoto que uno de ellos regresase a juzgar por la última mirada que Taehyung le arrojó.
Había mucho hielo de por medio.
Esta era una de las cosas que odiaba apenas pasó más de diez minutos aquí, todo el lugar le recordaba a él, en cada esquina que veía. Y tenía que recordarse lo feliz que estaba de volver a casa para no caer en el desánimo. Cuando había ido a por la ropa de cama, se encontró a sí mismo observando el segundo piso del mueble, tan alto y alejado de su mano donde Taehyung había guardado su dinero; solo que ahora era un escaparate empotrado y amplio en lugar del antiguo armario.
Todo estaba renovado, y aunque le faltaban cosas todavía por agregar, podía apreciar el cambio significativo. Si no fuera por Somin, este lugar seguiría siendo poco mejor que un vertedero de paredes descascaradas y latas de café como asientos.
Nunca sería capaz de agradecerle lo suficiente, y aunque ella se mostraba reacia cada vez que él intentaba pronunciar las palabras, sabía que por su reticencia a tomar ayuda ella percibía cuan cohibido y en deuda se sentía.
Siempre había sido así entre los dos. Pero en este último tiempo durante y tras su hospitalización, se vio planteándose argumentos nunca antes hechos. Constantemente habían asperezas entre su relación, la comunicación aveces funcionaba y aveces no, su carácter no era en absoluto compatible y todavía así, Somin no le dio la espalda. Hubiese sido más fácil voltear y hacer la vista gorda como la mayoría actuó, como sus padres actuaron, pero no lo hizo.
Entonces Jungkook entendió varias cosas: la familia no es sino solo una etiqueta roja, con tanto valor como tú quieras que posea. La sangre es más densa que el agua no funciona para todos. No puedes esperar su ayuda basándote en algo tan inverosímil como un líquido que nadie vería en condiciones normales.
Somin no le ayudó por ser hermanos y compartir los genes. Lo hizo porque en verdad le estima, aunque nunca hayan hablado de sentimientos entre ellos; porque cuando no estaban discutiendo la escuchaba atentamente quejarse de todo lo que la molestaba en el mundo, porque antes de que se forjaran sus caracteres Jungkook robaba galletas de almendras de la cocina y se las pasaba, y luego Somin limpiaba sus rodillas con hisopos y alcohol cuando se caía por correr tras una salamandra en el patio de la casa.
El teléfono fijo sonando lo obliga a salir de su ensimismamiento, todavía le asombra lo reflexivo que se ha vuelto en algunos aspectos tras la clínica; el tiempo a solas hacía maravillas con la gente.
Llega hasta la mesa redonda del comedor, en cuya pared lateral de encuentra afianzado y lo descuelga.
"Hola, habla Jungkook"
Pero del otro lado nada se escucha, solo la lluvia cayendo de fondo y la esporádica respiración de la otra persona en la línea.
Hasta este momento que se lleva a observar por la rectangular ventana de cristal corredizo, no se había percatado del torrencial que hacía fuera. Llovía a cántaros.
"¿Hay alguien ahí?" cuestionó comenzando a impacientarse. "¿Quién habla?"
Al instante, sea quien sea, cortó la llamada, lo que lo hace sentir por unos segundos contrariado antes de presionar el teléfono a la pared. Número equivocado, supuso.
El clima se ha torcido, ha pasado tanto tiempo ocupado en la pequeña burbuja de su apartamento y su mente que perdió la noción del entorno. Diablos, incluso había olvidado almorzar y hacía ya tres horas del horario habitual. Sería mejor esperar a la cena.
Sacó de la nevera un cartón de leche y se sirve un vaso, al menos. Había dado el primer sorbo antes de que otra llamada volviera a entrar, esta vez a su móvil.
Con una mueca cercana al hastío lo saca del bolsillo de la parte inferior del chándal, y esta se desvanece al ver el nombre de su mejor amigo en la pantalla.
"¿Cómo está mi hombre nuevo?" la voz cantarina de Hoseok resuena, y él tiene que abstenerse de poner los ojos en blanco.
Desde hace un tiempo que le llama así y no sabe si se debe a alguna cosa bíblica que se leyó o el discurso comunista del Ché Guevara que había escuchado en Youtube. Hoseok mezcló ambos conceptos en uno -tan increíble como que la política y religión se mezclen- y decidió que aplicaban a su caso.
Su amigo tenía esta extraña fascinación por ambos mundos.
"No también como tú al parecer" contestó arrellanado de nuevo en el sofá. "¿Sigues de viaje?"
"No son vacaciones, JK" replicó indignado, como siempre que el pelinegro insinuaba la flexibilidad de su trabajo.
"Ya lo creo, comer de a gratis en un Michelin y luego escribir tres líneas suena todo un desafío" se burló. "No sé qué sería de mí en tu lugar, te compadezco"
El contrario reclamó enfurruñado que no era tan sencillo como la gente piensa. La verdad, Jungkook solía divertirse a su costa; su mejor amigo era crítico gastronómico, y si él podía vacilarle con con su mierda política-eclesiástica, él bien podía obtener su cuota de entretenimiento también.
Hoseok siguió parloteando sobre la importancia de su trabajo que garantizaba el buen trato de los restaurantes a sus comensales y comida de calidad y la perorata de siempre que Jungkook escuchaba a medio oído y terminaba con un Invítame a cenar entonces de su parte.
"Cuando esté en la ciudad" le contestó, como siempre.
Un silencio, de algún modo anticipado, se coló entre ambos por varios segundos antes de que Hoseok hablara de nuevo.
"¿Qué piensas hacer con?.." tanteó su amigo, consciente de que este no era un tema cómodo del que hablar. "Ya sabes. Taehyung"
Como en efecto, el ánimo del momento se fue al carajo.
Jungkook se encogió de hombros como si su amigo pudiese verlo, y se quedó mirando fijo el vaso de leche todavía en la mano.
El castaño se había convertido en el último tiempo en algo así como el elefante en la habitación; un tema difícil de ignorar tanto como de hablar.
¿Era necesario hablar de él, siquiera? ¿Qué más había para agregar que no fuera ya evidente?
Solo que Hoseok sabía de la cena, pero no lo que había pasado en ella. Aunque su amigo era inteligente, bien podía imaginárselo.
Un día después de ver a Taehyung, cuando todavía estaba en la clínica, Hoseok lo llamó a la recepción preocupado de haberla cagado, Jungkook lo tranquilizó, vagamente. En ese momento todavía estaba con emociones tempestuosas chocando en su interior, no había mucho que pudiera decir para consolar a nadie cuando él mismo estaba hecho un desastre.
Ahora semanas después, que podía enfocarse en el cuadro más grande, sabía que sus caminos paralelos estaban destinados a cruzarse en algún punto.
Así que agradecía el primer reencuentro de ambos ese día y no en casa de Somin; el golpe hubiera sido mucho más duro de lo que fue, eso seguro.
"No hay nada que pueda hacer" respondió eventualmente.
"Oye, Jungkook, no voy a ser el cretino que te dé esperanzas y te diga que él todavía te ama. Lo cierto es que no tengo idea" admitió Hoseok con tono serio, por primera vez en toda la llamada. "Pero sí puedo asegurar que él realmente quería encontrarte como sea. Creo que puede haber algo ahí"
Jeon quiso reír. Él también lo creyó, y fue lo suficiente osado como para tirárselo en cara, de hecho.
Pero esa noche en la terraza dijo cosas, hizo cosas que probablemente no debería haber hecho. La parte jodida era que no se arrepentía en lo absoluto.
"Lo besé, Hobi" confesó en voz alta por primera vez a alguien. El anhelo y la desilusión coloreando su tono al mismo tiempo. "Porque fui un estúpido enamorado y engreído que quiso probar su teoría, que lo admitiera ¿Y sabes qué hizo?" esta vez no se molestó en retener el sonido roto y seco de su risa. "Se limpió la boca con su camisa"
"Jungkook..."
"No me importó que ese idiota estuviese del otro lado del pasillo ni si entraba alguien en ese momento, sea quien sea. No me importó las consecuencias, de hecho quise provocarlas" continuó sacándolo todo, lo que había dado vueltas en círculos en la boca de su estómago hasta hacerle doler como una úlcera sangrante. "Quería todo menos la versión fría y distante que obtuve de él. Sé que soy un egoísta de mierda al final del día, y Taehyung quizás aguantó a mi lado más de lo que cualquiera haría. Sé eso, y aún así me enoja demasiado... Que me haya desplazado tan fácilmente"
Del otro lado se escuchó un suspiro pesado.
"Mierda, Jungkook..."
El mencionado emitió un sonido con la garganta. No quería la compasión de su voz mortificada porque él no era un mártir ni pretendía ser la víctima de esta situación, estaba lejos de eso.
Necesitaba botarlo todo fuera de sí y eso hizo. Esperaba sentirse mejor, pero fue todo lo contrario.
"Hermano, sé que esto no es lo que quieres oír, pero es tiempo de que sigas adelante con alguien más"
Jungkook dio un trago al vaso, la leche ya se había calentado por completo y ahora no sabía igual.
"Sí" murmuró con lentitud. "Tal vez debería"
El problema era que no quería.
Unos golpes suaves en la puerta lo salvaron de la conversación incómoda que seguiría del desglose punto por punto sobre el asunto, y no quería oírla.
Los golpes fueron tan tenues que tuvo que alejar un segundo el celular para verificarlo.
"Están llamando a la puerta" expuso interrumpiendo a Hoseok.
"¿Eh?" expresó confundido. "¿Esperas a alguien?"
"La verdad es que no" respondió sin dejar de mirarla. "Será mejor que vea quien es. Te llamo en un rato"
Dejó el vaso casi vacío en la mesa ratona y atravesó el breve pasillo que dividía la sala del recibidor.
El edificio no era tan moderno pero al menos había un timbre que cumplía su función, obviamente quien sea no lo vio o prefirió aporrear la puerta en lugar del botón plástico.
Cuando abrió, y antes de que pudiera reaccionar, una cabeza castaña y húmeda se apoyó en su hombro.
Jungkook quedó rígido por un momento, con la mirada clavada en el paraguas destilando agua que colgaba de la mano ajena.
"¿Taehyung?" obligó a su lengua a moverse y su cabeza aturdida a despejarse.
"Gracias al cielo no estás en casa de Somin" la voz amortiguada en su cuello rió con desgana. "Esto habría sido muy vergonzoso entonces..."
Jungkook tragó con dificultad, cada aliento que se le escapaba rozaba la piel desnuda de su garganta, haciéndole cosas a los vellos de su nuca y a otras partes de su cuerpo menos decentes. Esta cercanía era sumamente tentadora y la pregunta aquí era qué estaba haciendo Taehyung en su apartamento, recostado contra él como si no quisiera otra cosa cuando hace menos de una semana le había gruñido que saliera para siempre de su vida.
"¿Estás borracho?" cuestionó, porque era la única explicación plausible.
Sin embargo el visitante en su hombro no hizo otra cosa que volver a reír, con mucho menos humor que hace un instante.
"Estar borracho suena como el cielo para mí justo ahora" susurró.
Jungkook tensó la mandíbula ante su respuesta, lo hacía sonar como si alguien le hubiese apuntado con un arma cargada y obligado a venir.
Últimamente todo sería así con Taehyung, al parecer; recriminándole y poniendo una culpa sobre su cabeza que no le correspondía por sus propios actos porque no tenía el valor de ponerles nombre y enfrentarse a ellos.
Y no estaba de humor para soportar esta mierda justo ahora.
"Estoy sudado" espetó el mayor apartándolo por los hombros.
Taehyung levantó la cabeza, con sus ojos avellanas profundos. Sus miradas se engancharon, quizás por más tiempo del recomendable para un hombre que debería pasar página y otro que ya está tomado.
Y aunque su rostro estaba pétreo, sin expresión alguna más que un atisbo de cansancio, Jeon observó los nudillos blancos que se aferraban con fuerza al puño del paraguas; el único signo claro de inquietud en todo su cuerpo.
"¿Qué haces aquí, Taehyung?"
El castaño vaciló por un momento. A medida que se acercaba al número en la puerta que tan bien conocía, el vértigo en su estómago se hacía más grande. Lo cierto era que estaba avergonzado, y seguramente no debería haber venido.
La actitud defensiva de Jungkook no le ayudaba a tranquilizarse tampoco pero no importaba, no esperaba ser recibido con los brazos abiertos después de todo.
Lo máximo a lo que podía aspirar -aunque había dejado de fingir que su corazón no anhelaba más- era a una conversación franca por parte de ambos, como debió haber sido en un principio.
"¿No me invitarás a pasar?" preguntó suavemente, señalando su vestimenta húmeda. "Creo que podría congelarme aquí afuera"
Jungkook reparó en la parte inferior de sus pantalones de pijama mojados, junto a las zapatillas de algodón totalmente arruinadas. Ni siquiera llevaba un abrigo decente para lo hostil que se había vuelto el clima, nada más un endeble suéter de punto.
Solo a un loco se le ocurriría salir bajo pleno torrencial en pijama y pantuflas.
"El realmente quería encontrarte como sea"
Eso había dicho Hobi, pero ya no quería sacar conclusiones apresuradas. Toda su vida había vivido bajo el pensamiento de que las cosas iban mejor cuando no esperas nada de nadie y como siempre, Taehyung había sido la excepción a las reglas.
Nunca dejes que un ex toque tu puerta a menos que sea para follar o cobrar dinero prestado, y ninguna de las dos aplicaban en este caso.
Otra regla. Otra excepción.
1/3
Este iba a ser el cap final peeeero... muy largo (*_*)
Así que me tocó dividirlo, en un ratito subo las otras partes
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