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Feliz día del lector preciosuras!!!!!!!

Capítulo 28

Alexander.

El sollozo de Lia es lo único que llena la habitación completamente estéril y ausente de calidez alguna.

— ¿Por qué Alex? ¿Por qué el bebé no quiso conocernos?

—Nos conoció Lia tuvo la oportunidad de oírnos, sentirnos, solo que no estaba destinado a permanecer en nuestras vidas.

— ¿Entonces fui una mala mamá?

—Nada de eso, fuiste la mejor madre del mundo, además no fue culpa tuya, sino mía.

—Él no nos eligió, entonces ¿Por qué? — solloza de nuevo y un pedazo dentro de mí muere al ver la lágrima que ha dejado escapar— ¿Por qué... tuvo que pagar nuestro bebé?

—Te lo expliqué— accedí resentido con la vida y el puto destino— el día que me disté la noticia...

¿Qué debo decir o hacer? Siento que nada es capaz de ofrecerle algún tipo de consuelo, simplemente no sé elegir las palabras correctas.

Tenía enemigos, los había subestimado y este error pesaría sobre mi conciencia para siempre.

Mi chica estalla en un llanto incontrolable, que termina por destrozarme en más de un sentido.

—¿Qué quieres Lia? Tan solo dime una cosa, no importa lo imposible o descabellada que sea, tan sola dame una maldita orden y la cumpliré.

—Quiero... Quiero...

Abro los ojos sobresaltados buscando la cercanía de Lia, que aún sigue dormida. El alivio que experimente al darme cuenta de que fue solo una pesadilla me quitó un enorme peso de encima. Tanto ella como el bebé están bien.

Es irónico ver como en tan solo unos pocos meses se habían invertido los papeles de una manera escalofriante. Demostrándome una vez más que el karma es un maldito hijo de puta.

El monitor cardíaco marca implacablemente cada latido del cual pende mi vida.

Paso las manos por el rostro de Lia el cual me sigue cautivando, a pesar de hacer perdido esa hermosa tonalidad rosada.

Mi chica, mi valiente chica, se portó como una guerrera y al final ganó la batalla.

—Eres una verdadera fuerza a tomar en cuenta milaya y no podría estar más orgulloso de ti— susurro aproximadamente a su vientre— y de ti también mi hermosa princesa.

Acaricio la cabeza de su madre perdiéndome en sus indomables rizos color fuego, tan vivaces y llamativos, como letales. Porque si, ya era oficial, mis enemigos convertirían a Lia en el arma que usarían contra mí. Es por eso que usaría todo cuanto tenía para protegerla, incluso si eso implicaba que formara parte de mi maquiavélico reino del caos.

Una mano cálida aterriza sobre mi hombro y me giro bruscamente, empuñando mi arma, pero al ver quién es, me permito bajar las defensas.

—Todo estará bien Alex— afirma ignorando el arma y haciendo un gesto tranquilizador en dirección a la mujer que yace inerte en la cama.

Le sonreí a Kiara como si pudiera compartir su optimismo, a fin de cuentas, ella había sido unas de las personas que presenció mi lado menos agradable. Uno que temía perder tanto a su mujer como a su hija y que podría al mundo de rodillas en el infierno, con tal de que eso no sucediera.

—Sabía que formaba parte de la realeza mafiosa, pero ver como trataste a cada uno de los presentes en la sala de emergencia, eso sí que fue otro nivel— Kiara sonríe y coloca un café en mis manos, alentándome a que lo beba.

Sin mucho ánimo, le doy par de sorbos al amargo líquido, con la preocupación ardiendo en cada célula de mi cuerpo.

— ¿Qué haces aquí? No te concedí tu preciada libertad para que volvieras— le reprocho.

—Aún no conoces lo insistente que puede llegar a ser mamá.

—No me imagino el porqué.

— ¿En serio? — enarco una ceja como si realmente no me creyera—Todos mis hermanos están casados y ella teme quedarse sin nietos.

—Pero si ya tiene tres— bufé.

—Pues creo que aún le falta completar la nómina para hacer de abuela feliz, no importa cuántos hijos tengan Serguei e Iván, ella simplemente quiere conocer a mi descendencia.

Sonreí ante sus ocurrencias y me dedico una mirada llena de empatía.

—Es una suerte que haya vomitado lo poco que ingirió, de lo contrario no habríamos podido hacer nada, porque ella no tomó el abortivo ¿O sí?

Levanté la mirada espantando. Lo cierto es que mi prima había nacido en la mafia, donde era común que muchas mujeres los tomarán, sin embargo, Lia no era esa clase de mujer.

—No, ella jamás lo haría.

—Bien, eso significa que has encontrado a una buena chica, ahora cuéntame de Vladímir.

—Es mi mano derecha, actualmente se está haciendo cargo de todo lo que hacía Orlov y algunas negociaciones que atendía Edward, pero solo hasta que se recupere— respondí sabiendo exactamente a donde se dirigía su próximo movimiento.

—Hace poco estuve en una convención médica en los Estados Unidos, y aproveché para visitar a Edward, muy pronto lo tendrás a tu lado como nuevo, con respecto a Vlad, hay...— la duda afloro en su voz, pero eso no la detuvo— ¿Hay alguna chica en su vida? ¿Está comprometido?

Kiara y su amor no correspondido... sospechaba, o mejor dicho apostaba lo que fuera, a que Vladímir era la principal razón por la cual seguía soltera.

—Aún no, sin embargo, hay una chica que le preocupa.

—Ah...— suspiro con pesar y sentí como a pesar de sus esfuerzos por acercarse, el amor se alejaba un poco más cada día.

—Aún no me has dicho que haces aquí ¿En serio volviste?

Asintió en un esfuerzo por ocultar sus sentimientos.

—Me contrataron por dos años en este hospital, soy la nueva jefa de la sala de cirugía cardiovascular y también daré clases— su teléfono vibró mostrando un mensaje— el deber llama.

Se levantó del sofá y le dio una última mirada a Lia.

—No te preocupes, ella está bien y el bebé también, así que intenta descansar, y Alex... fue bueno verte— concluye antes de cerrar la puerta tras de sí.

Me puse de pie y acaricié lentamente la cabeza de Lia con un temor irracional anudándose en la boca de mi estómago. Verla tan indefensa, me hacía pensar que en cualquier momento podría romperse.

Fue entonces cuando su respiración cambio y sus latidos comenzaron a acelerarse. Sus ojos se abrieron de a poco y ella pasó la vista por toda la habitación hasta toparse con la mía. Acune su mejilla disipando la incertidumbre que comenzó a cernirse en su rostro.

—Agua— su voz casi fue una súplica silente, una que no dude en cumplir como si fuera una puta orden.

Lentamente, trato de incorporarse, pero la detuve. Tomé el vaso y coloqué una pajita para que pudiera beber sin hacer esfuerzo alguno. Cuando termino hizo el esfuerzo por volver incorporarse, acción que impedí de inmediato. No la dejaría pestañear, hasta que la viera un médico.

—Alex— hizo una pausa y en su rostro pude percibir el dolor de la perdida reflejado en cada facción.

—No— refuté firmemente— ella todavía sigue con nosotros, gracias a ti milaya.

Una sonrisa iluminó su cara y de inmediato froto su vientre con anhelo, sabiendo exactamente a lo que me refería.

—Ella... ¿Es ella?

—Si es ella, ayer pude verla, nuestra princesa es hermosa y valiente como su mamá.

La besé y acto seguido presioné una especie de intercomunicador que estaba al lado de la cama para avisarle a las enfermeras.

El doctor apareció en tan solo cuestión de minutos. No era el mismo que nos había atendido en urgencias, sino uno más entrado en años, prominentes entradas y con alguna que otra cana sobresaliendo en su cabeza.

Luego de algunas preguntas y exámenes el galeno tomó notas y le dio instrucciones a la enfermera que estaba con él.

—Señorita Watson, usted ha sido una mujer afortunada. Es un milagro que hayamos podido salvarla tanto a usted como a su hija, son muy pocos los casos que terminan así— afirmo seriamente ajustándose los anteojos— es una suerte que haya vomitado su cena esa noche y con ella gran parte del abortivo.

Lia suspiro con alivio y de inmediato dirigió su mirada a mí.

—Ahora bien, la mantendremos en observación durante los próximos días. Le ruego que sea cuidadosa luego de que le demos el alta. Si siente la más mínima molestia venga al hospital de inmediato, y...— hizo una pausa como si estuviera buscando las palabras adecuadas— les recomiendo que por el momento y durante las próximas semanas... se abstenga de actividades extenuantes.

Dijo el doctor enfocando su desgastada vista hacia mí. Más claro imposible.

Lia asintió acomodándose en la cama. Había pasado por mucho. Verla así no era más que un recordatorio de mis fallas.

Una silenciosa lágrima rodó por su mejilla mientras su mano volvía para acariciar su vientre.

— ¿Por qué intentar matar a un bebé inocente que no representa un peligro para nadie? — susurró.

—Porque son unos cobardes y eso es lo que haces los cobardes.

—Quiero su sangre.

La firmeza en su tono no dejaba margen a la duda.

—Lia...

—Quiero ver cómo se desvanece la luz de sus ojos, como mismo estuve a punto de perder la vida de mi hija, quiero que se retuerzan de la misma forma que me retorcí. Lo que hicieron no lleva disculpa, no deseo una reverencia, sino su cabeza rodando a mis pies— no era una petición, sino una sentencia.

Y ahí estaba otra vez ese brillo perverso. La llama que ardía en ella desde el día en que la conocí. Un fuego que devoraba todo su paso y más ahora que habían quebrado su inocencia.


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