Extra 3
Lia
Ser madre se trata de improvisar. Por ejemplo, si tú hija olvidó su oso favorito en casa, improvisa con una distracción que la haga olvidar al oso, hasta que le consigas al impostor perfecto. Si a su muñeca se le rompió el vestido, improvisa con un calcetín. Y si su padre le quiere regalar un tigre porque ella lo pidió, pues improvisa con un gato.
—Eso no ser tike — señala Isabella con sus grandes ojos verdes sin dejar de examinar al minino que se tambalea en la alfombra.
Nino, el dogo argentino de mi hija y su guardián personal, se detiene a examinar al nuevo inquilino quien al ver el tamaño de semejante animal, termina erizándose, con un chillido amenazador.
—Pues claro que sí lo es cariño — le aseguro tratando que establecer una conexión entre ella y el pequeño gatito rayado, antes que a Nino se le ocurra devorarlo.
Aunque por lo que veo la decepción es mutua.
Por supuesto que no era un tigre, pero ¿Que padre con dos dedos de frente le daría uno a su hija?
Y más si se le antojo adoptar uno después de ver un documental en animal planet.
—Es más pequeño que el de la tele mami — protesta mi hija en una clara señal de negación.
— Amor no todo lo que ves en la tv es igual en la vida real.
Con pasos cuidadosos Isabella se acerca al temeroso y ya nervioso gato, para examinarlo.
Me acerco detrás de ella sin tener ni idea de lo que busca. No es que le vaya a salir una quinta pata al gato simplemente por mirarlo más de cerca.
Entonces la expresión de Isabella se relaja y justo cuando ya la tenía medio convencida...
— ¡Princesa! ¿Adivina quién tiene un cachorro de tigre? — anuncian desde la entrada.
— ¡Papi! — Isabella se desprende a correr en dirección a su padre, arrojándose a sus brazos, quien la atrapa en el acto y le da vueltas en voladas.
Mientras el pobre gato... bueno el pobre gato ha decidido no darse por aludido ante el evidente rechazo de mi hija e ignorar a la peligrosa bestia de cuarenta y cinco kilos. Mientras la atención de Nino se divide entre el nuevo inquilino y el dúo de padre e hija que tengo delante.
Chasqueo los labios decepcionada, esto no puede ser. Me niego a aceptar que deje mi cita con el mejor masajista del país para ir a un refugio a adoptar un gato, al que mi hija ni siquiera va a mirar.
Pongo los ojos en blanco al ver como no mentían con eso del tigre.
¡No lo puedo creer! Isabella solo tiene dos años y ya tiene a su padre envuelto en su dedo meñique.
—Hola amor — saluda mi marido con un casto beso y nuestra hija en brazos.
Le devolví a Alexander el beso con una notoria mirada que claramente decía tenemos que hablar.
—Isa cariño ¿Por qué no vas a tomar tu merienda? Hay fresas, tus favoritas.
— ¿Fresas? ¡Sí! — exclama mi niña encantada.
Se baja de los brazos de su padre, a quien no hago más que contemplar en silencio mientras mi disgusto va en aumento.
— Creí que habíamos acordado mutuamente no ceder a los antojos de Isabella, lo que me lleva a preguntarme ¿Por qué traer un tigre? ¿Un tigre Alexander Ivanov? ¿Acaso estás loco?
Levantó la vista chocando con unos ojos idénticos a los de mi hija y parte del sinsabor se me va.
—A Isa le encantan los animales, y como no tiene hermanos pensé que sería buena idea.
— ¿Traerle un tigre? ¿Qué va a ser lo próximo? ¿Comprarle un zoológico? Es decir ya tiene un perro que la triplica en peso y tamaño, pero no conforme con eso ¿Tenías que traerle un tigre? ¿Un tigre?
— Son protectores, estoy seguro que Isa enseguida le tomara cariño.
— El problema no es el cariño, esposo mío— masajeo mi cien y cuento hasta diez.
Darle razones a mi marido es como chocar con una pared de ladrillos una y otra vez.
Suspiro derrotada, ambos son demasiado parecidos y para mal de males siempre están en una sintonía que en ocasiones me parece aterradora.
—Tres reglas, la primera: el animal duerme afuera, segunda: vas a contratar a un profesional para que lo entrene como es debido, y tercera y más importante: esté será el último. No quiero más animales en esta casa.
—Por supuesto amor — asiente mi marido y entonces sonrió.
—No es broma marido mío, otro animal en casa amor, y verás mi coño solo en temporada estival.
Lo veo tragar en seco y con esa satisfacción me doy la vuelta rumbo a la cocina para asegurarme que mi hija no esté haciendo algún desmadre con el perro gigante.
De soslayo observo a mi pequeño impostor jugando con las cortinas, bien feliz y adaptado a su nuevo entorno.
Esto debe tener un límite o terminaré viviendo en un zoológico.
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Alexander
La mejor imagen de mi esposa no es de cuando celebramos nuestra boda, o de cuando posaba feliz para la cámara en cada segundo de nuestra luna miel. La mejor imagen de Liana es cuando duerme satisfecha y embelesada con una sonrisa luego de un orgasmo.
Hundo mi nariz en su sedoso cabello, que para mí sorpresa luce mejor lacio que rizado y ella se despierta.
— ¿Entonces irás con las chicas? — le pregunto.
—Flavia me está convenciendo pero no puedo dejar a Isabella y olvidarme del mundo, tiene dos años, es una etapa peligrosa en los niños y solo yo soy capaz de controlarla ya que el otro alguien la complace en todo.
—Lia — la beso y estrecho entre mis brazos — no eres menos madre si te dedicas tiempo y sales como tus amigas.
—Pero ella me necesita.
—Igual que yo, además soy el padre y creo que las he protegido a ambas bastante bien, como para que confíes en mí.
Sé que mi chica se siente mal al dejar a nuestra hija por un día, pero no es como si la estuviera dejando sola a su suerte o la estuviera abandonado. Ser madre es un trabajo a tiempo completo y Lia es la mejor madre que conozco. La forma tan dedicada que tiene de cuidar a Isabella, el tiempo que le dedica y como ha aplazado muchos de sus proyectos personales con tal de no perderse ni un minuto de su vida, así me lo demuestra.
Mi esposa asiente convencida, antes de acurrucarse contra mi pecho.
*******
Decidí levantarme unos minutos después de que Lia se fuera, porque el desayuno de Isabella no iba a cocinarse solo.
Tanto Lia como yo habíamos optado por depender lo menos posible de las niñeras y otras personas ajenas a la familia para cuidar de nuestra hija, y eso era algo que nos había funcionado. Lia trabaja desde casa, yo por mi parte he reducido gran parte de mi carga de trabajo, para pasar más tiempo con Isabella que según crece, más exige. Claro que de vez en cuando necesitábamos intimidad y tiempo para nuestra relación y es ahí donde toca movilizar un ejército para garantizar la protección de mi hija.
Una vez en la cocina me dirijo a la nevera y lo primero que veo es una nota de mi esposa:
Recuerda que isa debe tomar su merienda a las diez, está en la heladera, son las frutas que están en el táper. El almuerzo es a las doce, respeta la hora de la siesta.
Pd. no le des mucho helado y dulces.
Pongo los ojos en blanco al terminar de leer la nota. ¿Acaso piensa que no soy capaz de cuidar a una niña de apenas dos años?
Mire el reloj de la cocina, el personal no tardará en llegar y mi hija se despertara en unos minutos, así que me puse manos a la obra.
******
Superado el desayuno toca la parte más difícil de la tarea, entretener a Isabella. Y si, es lo más difícil porque mi hija es demasiado inquieta. En vista de que ya llevábamos más de treinta minutos en el mismo lugar traerla al parque había sido una buena elección.
Vestido completamente de negro, lentes incluidos, sentado en un banco con la correa del tigre en una mano y un helado de pistacho en la otra, observo atentamente el vaivén de mi hija por todo el parque con un dogo argentino siguiéndole los pasos.
Decidimos dejar el gato en casa porque el muy cabrón no me cae bien, y al parecer el sentimiento es mutuo, porque está mañana se cago en mis zapatos arruinándolos por completo.
— ¡Papi!— grita mi nena corriendo en mi dirección.
—No corras princesa — le digo con una sonrisa — Papi está aquí.
No fue hasta que llegó a mi encuentro que percibí al otro niño justo al lado de ella.
Arquee una ceja en su dirección, pero no era el momento de preocuparme por los problemas de origen masculino, todavía no.
—Papi, mira mi amiko ca.
— ¿A si? ¿Y que haces con tu amigo princesa?
—Jugar a las casitas.
¿Así que jugar a las casitas? Bajo la mirada para detallar al individuo que de seguro aun no puede ir al baño sin ayuda, y aun así ha tenido la osadía de acercarse a mi hija.
— ¿Ca?— repito en un tono demasiado amenazante para un niño de tres años— ¿Cómo te llamas pulga?
— Lucas — susurra el niño.
— ¿A qué se dedica tu familia? ¿Dónde están tus padres?
— Mi mamá está ahí— señala a una joven que está a mediado de sus veinte. Miro en su dirección, nuestras miradas chocan y la chica me guiña un ojo en clara señal de coqueteo
Paso una mano por mi cabello dejando fuera de lugar a unos cuantos mechones rebeldes.
— ¿Hasta qué número sabes contar pulga?
El niño levanta su mano, muy orgulloso con los cinco dedos en alto.
—Será mejor que te alejes de mi hija antes de ser el sexto niño en la barriga del tigre.
Lucas abre los ojos y de inmediato su mirada de dirige al ejemplar que yace tirado en el césped, mientras mi hija le hace arrumacos.
— ¿O será que quieres ser la cena del perro? — Nino lanza un ladrido juguetón pero el niño no lo sabe.
El chico moquea, parpadea y luego corre en dirección a su madre como si su vida dependiera de ello.
Le mando un mensaje a Shadow quien ya sabe que tiene que disponer de una ubicación para el tal Lucas lo más lejano posible de mi hija.Una vez que pulso enviar, la calma que me embarga no tiene comparación.
—Hora de irse Isabella— le digo pero por la forma en la que arruga la nariz no le ha sentado nada bien la orden— continuaremos jugando en casa.
Concluyo y acto seguida la cargo en dirección al auto con ambos animales pisándome los talones.
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Lia
Las risas de mi hija y los ladridos de esa bestia a la que llamamos perro inundan todo el jardín.
— ¡Aquí viene el monstruo de las cosquillas! — gruño
Isabella chilla mientras corre a esconderse. Los juguetes están regados por todo el patio trasero y ya ví alguna que otra nueva adquisición, que presumo que fue otro capricho de mi hija.
Alexander atrapa a Isabella y comienza a hacerle cosquillas y ella le grita que pare una y otra vez, él la sube un poco más y entonces mi hija me ve.
— ¡Mami!— su papá la suelta y ella viene corriendo hacia mí. Me agacho para estar a su altura y abro los brazos. Mi hija se estrella contra mi pecho con tanta fuerza que casi me hace caer hacia atrás.
La lleno de besos por todos lados sin soltarla, acariciando sus ondeados rizos oscuros.
Entonces la dejo libre y va corriendo directo a su padre quien me guiña el ojo con una sonrisa seductora, antes de tomar a Isabella nuevamente entre sus brazos.
— ¡Papi! ¡Papi! ¡Avión! Damas y caballeros agárrense fuerte porque el avión va a despegar.
Y justamente son estos momentos los que me demuestran que Alexander Ivanov, el temido Boss de la mafia rusa, siempre fue elección correcta para mí.
MirianBenjamin al final mira por cuál me decidí 🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣 disfruta la lectura bella 🤭
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