Capitulo 26 Parte I
Alexander
—Estoy embarazada.
Sus palabras resonaron una y otra en mis oídos, mientras me perdía en alguna espiral del espacio-tiempo.
Estaba, o mejor dicho estoy, cagado del miedo.
Pero creo que la mejor palabra para describir como me siento en este justo momento es acojonado, sí, esa era la palabra, acojonado.
Estoy acojonado del miedo. Papá ¿Yo? ¿Es en serio? ¿Papá? La sola combinación de esas letras en mis pensamientos suena rara, ni siquiera me imagino como será pronunciarla en voz alta.
¡Vaya broma de mal gusto!, o sea, que soy oficialmente responsable de una criatura. No lo puedo creer.
Jamás pedí ser papá de un bebé, en especial porque no sé cómo hacerlo. Y porque tuve un progenitor de mierda, así que lo más probable es que la cague hasta dormido.
Si bien tenía que llegarme en algún momento del futuro, jamás pensé que sería justo ahora y con la chica que está a mi lado.
— ¿Que acaso no se estaba cuidado? — la pregunta me salió tan natural que solo me di cuenta de que la había formulado en voz alta cuando un par de ojos grises comenzaron a mirarme con una intensidad que helaba la sangre.
Bueno la realidad es que no nos habíamos cuidado, al menos no lo suficiente. Reconozco que la emoción me ganó algunas veces, pero esto...
Esto es...
— ¿Cómo pudo pasar algo así? — no paraba de cagarla, ese era el mensaje implícito en la cara de Lia.
¡Genial! El mejor comienzo como progenitor del año.
Menudo rollo, aún no era padre y ya andaba torciendo mi relación con mi hijo nonato.
—Pues no es común, pero suele pasar cuando un anticonceptivo está cerca de su fecha de vencimiento— aclara Lia con una tranquilidad envidiable.
Tal parece que no es ella la que está embarazada.
¡Joder! ¡Joder! ¡Ugh! Mejor busco otra frase porque por andar jodiendo me metí en este problema.
—Sabes lo que significa esto ¿Verdad? — pregunta ella sacándome de mis cavilaciones.
¿A qué coño se referirá con esto?
Soy un libro abierto, porque es imposible dar señales más claras. Lia señala la mesa donde reluce un test de embarazo casero, sobre el cual se delinean claramente dos rayas rojas.
Parece que ha decidido sacarme del estupor de a poco.
''Eso'' por decirle de alguna forma, significa que no hay marcha atrás. La pequeña barra es la brutal prueba del delito. La evidencia de la que pende toda mi estabilidad mental en estos momentos.
Joder ¿Cómo no voy a saber lo que significa cuando dos simples líneas han puesto mi mundo patas arriba?
—Eso significa que estás embarazada— afirmo sin temor a equivocarme.
Mientras mi cerebro va volviendo poco a poco a dar señales de vida.
—Entonces lo sabes, o, mejor dicho, lo has interiorizado, porque por la cara que pusiste... – musita con una mezcla de emociones que no logro descifrar, supongo que tanto para ella como para mí esto es algo nuevo e inquietante.
La torpeza que tiñe cada minuto del momento, es una señal más que evidente.
Entonces de repente el miedo se transforma en algo más profundo y devastador.
Miro fijamente su vientre, aun plano y creo que jamás estuvo mejor resguardado, ya que mi legado late dentro de la persona que amo, una chica que de seguro lo protegerá con uñas y dientes... al igual que yo.
Tomo la barra entre mis dedos, sintiendo como me invade una felicidad que no puede ser descrita.
Aun si la cago, no pueden acusarme de no haberlo intentado.
Es entonces cuando pienso en la última vez que fui feliz con mi familia y las tristes consecuencias que conlleva portar mi apellido.
Mama murió, Natacha entro a la familia y mi mundo se volvió un infierno, todo por culpa de Uriel, todo por culpa de un padre de mierda.
La maquiavélica secuencia de recuerdos se rompe en miles de pedazos, dejándome solo en la habitación con las dos personas que amo.
Observo detenidamente a Lia, ella es la madre de mi hijo, así que merece saber a qué clase de personas debe enfrentarse para proteger a nuestro bebé.
Merece un tour completo por el infierno al que decidió entrar voluntariamente y del cual no saldrá.
— Ahora te pregunto ¿Sabes tú lo que significa? — me acomodo a su lado en el sofá y ella se mantiene callada a la expectativa de las siguientes palabras.
Este silencio no es como nosotros, sin embargo, de una forma y otra lo hemos hecho nuestro.
—¿Que acaso estamos jugando las adivinanzas? — inquiere con esa pequeña v que se le forma en la frente siempre que alguien quiere tomarle el pelo.
—Escucha Lia, soy un mafioso, no diré que el más sanguinario, ni el criminal más buscado, no necesito un dosier, ya que, la sangre en mis manos y los actos más atroces que puedas imaginar, hablan por mí.
—¿Entonces...? — inquiere más seria y tranquila de lo que pensé que sería.
—En consecuencia, tengo enemigos, yo diría que más de los que quisiera, por supuesto que ninguno es tan poderoso como yo, pero sí son capaces de hacer cualquier cosa— hago una pausa para que logre entender todo el riesgo al que se enfrentara de ahora en adelante y mis manos se dirigen instintivamente a su vientre— este bebé que se está formando, no lo va a tener fácil. No son pocos los que desean verlo muerto incluso antes de nacer, entonces ¿Sabes tú lo que significa traer al mundo mi descendencia? Su destino está sellado y tu querida mía tendrás que vivir en una jaula de cristal, ya que las amenazas vendrán de dónde menos te lo esperes.
—Bueno, siempre puedo decir que no es tuyo.
Jamás hubiera podido anticipar una respuesta como esa. Un instinto asesino comenzó a invadirme con solo imaginarme a mi hijo en manos de un extraño.
—Y el día que lo hagas créeme que te arrepentirás de haberlo hecho.
—Sé práctico Alexander, jamás se me ha pasado por la cabeza quitarle la vida a nuestro hijo, y menos cuando es un niño concebido por amor.
— ¿Entonces estás ratificando que es mío?
—Biológicamente, si, nominalmente no, acéptalo cariño, un hijo para ti significa una sola cosa: debilidad.
¿Será que me habrá leído la mente?
—Una que estoy dispuesto a asumir con todo lo que eso conlleva— si es así, debe saber que estoy dispuesto a protegerlos con todo lo que tengo.
— ¿Cómo es que estás tan seguro que es tuyo y no de Brandon? — me reta.
—Porque mis hombres te vigilan—contradigo.
—Ya, pero hay momentos en los que no pueden verme, por ejemplo, cuando estoy en el baño.
No deberías estar tan segura, porque de ti, lo sé todo cariño. Sé lo que haces en el baño, cada canción que cantas, cada toque y caricia que te propicias pensando en mí.
Ay pequeña Lia, como me pone que seas tan ingenua.
Ante mi prolongado silencio ella enarca una ceja.
—Alexander no me tendrán vigilada en el baño ¿verdad? – cuestiona y yo niego sabiendo que esa es la respuesta que desea escuchar, pero no la que la satisface.
—No exactamente— admito a duras penas.
—Exactamente— musita, y por su cara veo que lo ha descubierto— ¡Oh por dios! ¿Acaso me vigilan en el baño?
—Tengo cámaras instaladas en todo tu apartamento.
Porque hasta se apartamento es mío.
—¿Qué tienes qué? — exhala y en sus ojos se refleja el caos y la tormenta que se gesta en su interior, estallando en un gris intenso.
—Es un circuito cerrado que solo yo puedo ver— esclarezco.
—Y se supone que debo estar tranquila con esa explicación— ironiza.
—Deberías, porque no te vigilan ellos, te vigilo yo cariño.
Entonces estalló, estalló como nunca antes la había visto.
Una sonrisa se dibujó en mis labios al pensar todos los obstáculos y alegrías que tendríamos por delante.
Sonreí, porque a pesar de todo, ella era oficialmente mía, ella es mi familia.
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Apreté fuertemente el volante hasta que mis nudillos se pusieron blancos y el material se arrugó bajo la presión de mis dedos.
De solo pensar lo poco que faltó para que perdiera lo valioso de mi vida. Algo que no recuperaría, ni teniendo todo el dinero del mundo.
No me hace ninguna gracia saber que estuve al borde de la muerte, corriendo el riesgo de abandonar a mi propio hijo a su suerte. O incluso el peligro al que estuvo expuesto, mientras yo era incapaz de protegerlo. Si no hubiera sido por las órdenes que le había dado a Vladímir en caso de yo no encontrarme en condiciones, órdenes que se resumían a proteger a Lia con su propia vida.
Eran tiempo de poner prioridades, y en este momento lo primero en la lista era reunirme con mis hombres de confianza. Y eso fue justo lo que hice apenas salí del apartamento de Lia.
Tienen diez minutos, para estar en la biblioteca, es urgente.
Envíe el mensaje siendo lo más contundente e imperativo posible.
La luz del semáforo cambia y acelero al ver que tanto mi primo, como mi mejor amigo, acaban de responderme. Llego a casa en tiempo record apeo el auto y subo las escaleras de dos en dos.
Entro a la habitación bajo la reservada y expectante mirada de los dos hombres que ya me estaban esperando. Fui al minibar, tomé una botella de Jack Daniel's y tres vasos respectivamente. Vertí parte de su contenido en cada uno y se los ofrecí. Hacerlo era una clara muestra de la confianza que depositaba en ellos y señal de que teníamos una buena relación.
Observe el líquido ambarino, antes de saborearlo y sentir como quemada mi garganta deseando que también lo hiciera con mis inseguridades. Ya no era yo solo. El miedo a cometer errores se hizo presente en cada pensamiento como un felino acorralando a su presa. ¡Joder! Incluso la propia Lia se lo había tomado mejor que yo y tal como le dije hace apenas unas horas, ya no estaba dispuesto a dar marcha atrás.
—A partir de ahora dejaremos de jugar con Pedro— anuncie sin mucho preámbulo.
—O sea que ¿Ya no lo usaremos de carnada para ver quién lo apoya?
—No, es demasiado arriesgado y no podemos tomar riesgos.
—¿Por qué? Tomar riesgos es la parte más divertida— pregunta Vlad como si le acabara de aguar la fiesta.
Estoy seguro de que en su mente ya había planeado más de una forma de torturar tanto física como psicológicamente a alguien.
—Porque las cosas han cambiado— sentencio queriendo poner el punto final antes que llegue a la única conclusión que me llevaría a tomar una decisión de este tipo.
—Así que no podemos tomar riesgos...— musita Vlad— ¡Santa beretta! ¿La preñaste? – grita escandalizado ganándose que lo fulminara con la mirada.
Tomé nota mental para hablar con Vladimir sobre la importancia de los límites y el respeto. Otra palabra más y aquí mismo abandonaría este mundo.
—Sé más respetuoso Vladímir— regaña Shadow— ellos no son animales.
—Ya sé, pero eso no quita que follen como tal ¿Qué acaso no tomaron medidas? — responde agotando la poca paciencia que me queda y mi cara le deja en claro lo cerca que está de adquirir un boleto de ida al inferno— Disculpa Alex, pero joder, avisa antes de sorprenderme para poder reaccionar acorde al momento, ya sabes que soy muy expresivo.
—Ahora mismo la prioridad es proteger al heredero— indica Shadow— así que cambiaremos de estrategia, por suerte aún tenemos tiempo— explica y yo le hago un gesto de aprobación.
—Sería conveniente tener a Edward para informarle todo al detalle, pero no quiero cargarlo con demasiadas cosas y...
—Alexander hablando de Edward...
—Aquí estoy— comenta casualmente el mencionado, con cara de cansancio y ligeramente molesto— tuve un vuelo horrible, la clase turista apesta.
— ¿Por qué viniste es clase turista?
—Porque es la mejor forma de pasar desapercibido cuando te están siguiendo, pero tranquilos, dejé a los tíos despistados en Estambul.
El recién llegado se acomoda en el mullido sofá, al lado de Vladímir, quien le ofrece un cigarro y él lo rechaza.
—Nada de vicios, dijo el doctor— contesta acomodándose la solapa del traje.
—No deberías estar aquí— le digo— aún te encuentras enfermo.
—Corrección, hace unas semanas comencé la fase final del tratamiento, y con la buena valoración del médico, me tomé la libertad de venir para informarles de algo importante— hace una pausa añadiendo ese toque de dramatismo tan característico de él— la Cosa Nostra ha sufrido grandes pérdidas en las últimas semanas, dos de sus grandes almacenes han sido quemados y otro incautado por la policía federal.
— ¿El motivo? — inquiero evidentemente molesto.
La noticia fue como recibir un golpe en el centro del estómago. Ya tenía planificado cada uno de los golpes que daría a fin de debilitar el principal negocio de los italianos en todo lo que respecta a la distribución de drogas. Pero al parecer que alguien se había tomado libertad de dar una ayuda que no fue solicitada.
— Actualmente, hay una lucha interna entre los clanes estadounidenses e italianos, al parecer los primeros desean liberarse, para no tener que rendir cuentas ni dar tributos.
—Eso sí que no lo vi venir— añade Shadow pensativo— y justo en este momento.
—Ni yo—musito.
— ¿Será obra de tu suegro Alexander? — pregunta con cautela.
—Sí, quizás es un regalo de bodas por adelantado.
—O quizás una demostración de poder en forma de advertencia.
— ¿Alexander te casaste? — interviene Edward sacándonos de la burbuja en la que estábamos inmersos.
—Tiene novia y ya la preñó, así que será papá felicítalo— añade mi primo.
—Vladímir—el regaño sale como un gruñido doble a modo de regaño.
—¿Qué? —protesta— lo bueno que tiene todo esto es ya no tengo que ir a Suramérica, con el caos que tienen armado...
— Sea como sea, su pequeña revuelta nos beneficia, ya que gran parte de las armas que se importarán a partir de ahora serán las nuestras.
—¿Cómo te las apañaste con la logística? — pregunta Edward.
—Tyson Herthowne —bebo lo que resta del vaso antes de continuar — he decidido asociarme con él, luego los pondré en contacto por si tienes cualquier duda respecto a la importación, Vladímir también puede ayudarte con la logística.
—Perfecto— afirma Edward sin desviar la mirada de los documentos que le acabo de entregar— ¿Cuándo llegaran los primeros envíos?
— Aproximadamente en dos semanas— contesto sacando un puro de la caja que tenía reservada para ocasiones especiales— Solo tenemos que observar y esperar a que se hagan pedazos entre ellos con sus propias manos.
Si el propio Edward vino a decirlo en persona a riesgo de ser descubierto, significa que la guerra que se está gestado en la Cosa Nostra estallará muy pronto. Lo más probable es que sea justo en nuestras narices y yo estaré ahí para aprovechar esa brecha y cerrar con broche de oro.
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