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Capitulo 15

Alexander.

Muero de ganas por ver la cara del hijo de puta que raptó a Lia, porque una vez que vea su rostro, volverá a ser el mismo.

Toda la Bratva recibió instrucciones explícitas respecto a ella. Desde el dueño del edificio donde vive, hasta la mujer que vende en el mercado. Todos saben que ella es intocable y quién quiera que haya sido, pagará muy caro su desliz al querer meterse con lo que es mío.

Varios dentro de mi círculo conocían que estaría fuera del país. Pero solo unas pocas personas sabían a dónde iría y solo dos a qué iba. Deje instrucciones muy claras de lo que debería hacerse en mi ausencia. Órdenes que fueron ignoradas tácitamente.

Luego del incidente en New York hace unos meses, adopte un nuevo sistema a la hora de gestionar los negocios y por ende la información que reciben cada uno de mis subordinados. El método bastante sencillo y eficaz, se trata de reducir la información en la medida que se va haciendo más completa, entre más se sabe más se reduce el círculo. De esa forma aseguro qué solo unos pocos tengan acceso a lo que realmente importa. Esos pocos se resumen a Vladimir, quien es mi segundo, Shadow y en ocasiones a Edward, ya que en su estado no es conveniente estar molestándolo a menudo.

La persona que envío un asesino a matarme y la que está detrás del secuestro de Lia son la misma y pertenecen al grupo que recibió información falsa sobre donde estaría y esa es la razón por la cual mataron a uno de mis hombres en mí lugar.

— Es aquí— indica Shadow a través del auricular cuando llegamos a un viejo almacén a las afueras de la ciudad— el sistema de alarmas está desactivado.

Una sonrisa de suficiencia tira de mis labios.

La cacería acaba de empezar.

Rodeamos el almacén e irrumpimos como si nada, desatando una ola de disparos que impacta en todo lo que me rodea.

Estoy hecho una furia.

Las últimas horas han sido las más angustiantes de mi vida y ante mí tengo a los responsables.

Algunos huyen o al menos hacen el intento y otros caen muertos en el acto.

Avanzo con Vladimir cubriéndome las espaldas hasta el lugar que indica el sensor.

La puerta está abierta y la luz es apenas visible desde el pasillo.

Los gritos o mejor dicho las protestas de Lia resuenan en el aire.

¡Esa es mi chica! Nada puede contener su valentía y atrevimiento a la hora de hablar.

—Parece que ya pusieron en marcha su plan de escape— afirma Vladimir mientras se acerca sigilosamente al objetivo.

Mis ganas de matar se exacerban a niveles que nunca experimenté. Los muy hijos de puta saben que estamos aquí y quieren llevársela, pero eso no va a ocurrir.

Entro y solo necesito un disparo para neutralizar al hombre que sostiene a Lia en sus brazos. Vlad se ocupa de los otros dos, mientras avanzo sin despegar los ojos de mí chica.

Su mirada expresa alivio y desesperación en partes iguales.

Está tirada en el suelo, así que me agacho, la desato y sin mediar palabra alguna la abrazo impregnándome de su aroma.

Enebro mis manos en su cabello y al separarme de ella puedo ver un moretón en su delicada mejilla.

Quiero consolarla y besar esa fea marca, pero me contengo al escuchar sus sollozos.

—Caramelito... Sabía que estabas vivo— se sorbe la nariz, dejando escapar una pequeña sonrisa.

Me pongo rígido al escuchar el apodo que me ha dado, ¿Quien en su sano juicio le dice al líder de la mafia rusa caramelito? Solo Lia.

Mi Lia, una chica tan alegre y vivaz que ahora no hace más que deshacerse en lágrimas con la cara enterrada en mi pecho.

— Nena ¿Recuerdas mis palabras la segunda vez que nos encontramos?

Ella asiente.

—Buena chica, entonces, el que te toque...

Lia comienza a temblar como una hoja y vuelvo a refugiarla en mis brazos.

Por algún motivo desconocido mi cuerpo se rehúsa a soltarla a pesar del caos y los disparos que reinan alrededor nuestro.

—Lia, amor, necesito que lo digas, ¿Que le pasará a la persona que intente tocarte así sea una hebra de cabello?

— Yo seré lo último que vea... antes de morir— responde.

—Esa es mi chica— respondo con el pecho lleno de orgullo

Me volteo solo para observar a Vladimir dirigirse al último de los hombres, de los cuatro él es el único que aun respira.

—Vladimir— digo antes que mi primo le aseste el golpe final— si al amanecer no tengo la cabeza de todos los responsables, yo personalmente tomaré la tuya ¿Ha quedado claro?

—Si Boss.

Lia se tensa en mis brazos, pero el infierno que experimenté no lo sabe nadie, ni siquiera ella.

Aún seguimos en el piso, así que la levanto y automáticamente se acurruca contra mí.

Paso mis brazos por debajo de sus muslos y la humedad que proviene de esa zona hace que una perversa idea se apodere de mi mente.

—Lia... ¿Acaso esos hijos de puta te tocaron?

—No— responde nerviosa.

—Entonces ¿Que significa el golpe en la mejilla?

—Es solo un golpe, nada más— su voz suena pastosa y el único movimiento que hace es para aferrarse más a mi cuello.

No me gustan las mentiras y menos cuando se trata de algo que debería hablarse.

— ¿Por qué tus jeans están manchados de sangre?

—No es lo que parece Alexander— musita.

Si me dieran una moneda por cada vez que escucho esa frase...

Camino en dirección al auto con Lia acurrucada contra mi pecho, su respiración es superficial y apenas se mueve. Una vez que estamos en las afueras del almacén, observo como se ha quedado profundamente dormida.

Entro en el auto con ella a cuestas y dedico unos segundos a detallar su rostro. El golpe de la mejilla ha tomado una coloración violácea que no me agrada en lo absoluto.

— ¿Adónde Boss?

—Llévanos al hospital más cercano.

Si es lo que me estoy imaginando, no dudaré en empezar una guerra aquí y ahora.

Minutos más tarde el automóvil se detiene. Lia abre los ojos, se separa de mí y me lanza una mirada llena de extrañeza.

— Está no es mi casa— dice mirando a través de la ventanilla.

—Estamos en el hospital— aclaro.

—No necesito un hospital— contradice con ella su característico tono de protesta.

— Si lo necesitas, Lia esos...— las palabras se atragantan en mi garganta, ni siquiera soy capaz de pensar con claridad— ellos pudieron haberte hecho algo pequeña.

—No me hicieron nada Alexander.

— ¿Entonces como justificas la sangre?

— Es algo normal, solo vámonos a casa, por favor.

—No— sentencio.

Bajo del auto, la tomo en mis brazos y exijo, o mejor dicho ladro que la revisen de pies a cabeza.

No estaré conforme hasta que vea un diagnóstico convincente.

Poco faltó para que perdiera los estribos ¿Qué no se supone que en urgencias atienden a todos de inmediato?

Me dirijo a admisión con Lia hecha un ovillo contra mi pecho y cara de estar adolorida. ¿Cómo puede decime que la deje en su casa cuando su malestar es evidente?

La joven encargada comienza a hacerme ojitos en cuanto me ve. Gesto que me molesta sobremanera .

— ¿Qué relación tiene con la paciente?

—Ella es mía.

—Sí que tiene suerte de tener un...

Corto su inútil coqueteo colocando mi arma sobre el mostrador.

Temerosa comienza a tomarme los datos y cinco minutos después de escuchar mi apellido, nos encontramos en una habitación VIP.

Lia está acostada en la cama, retorciéndose de dolor. Y su expresión de es todo lo que hace falta para hacerme sentir como un puto inútil.

La puerta de la habitación se abre y pasa una enfermera a revisarla. Ella le pide algo que no logro escuchar y lo que creo que es algún tipo de medicamento para el dolor.

—Lia...— me acerco a la cama apenas la enfermera se da la vuelta.

— Estoy bien caramelito, no te preocupes, es normal.

Quiere parecer calmada pero sus palabras lo único que consiguen es provocarme el efecto contrario.

—Estas sufriendo Liana ¿Dónde te duele? — inquiero.

—La única razón por la que estoy aquí es para tranquilizar tus nervios Alexander— puntualiza— este tipo de dolores son normales, la enfermera sabe lo que tiene que hacer así que pronto se me pasará.

La dichosa enfermera llega diez putos minutos después con una bolsa de papel. Lia lo toma y se dirige al baño.

Le escribo a Vladimir para que traiga un conjunto de ropa nuevo, pero ella sale antes de terminar que pueda enviar el mensaje vistiendo la bata del hospital.

Justo en ese momento llega el médico.

—Señorita Watson ¿Cómo se encuentra?

—Estoy bien doctor.

—Revísela— exijo tratando de suprimir las ganas qué tengo de poner patas arriba todo el maldito hospital.

—Amor ¿Podrías salir de la habitación por un segundo? — suplica la pelirroja a regañadientes y obedezco.

Quince interminables minutos transcurren antes que el doctor salga de la habitación. Entonces lo intercepto a mitad de camino para que ni se le pase por la cabeza ignorarme.

— ¿Cómo esta ella? — pregunto con la incertidumbre carcomiéndome cada fibra. Me encargare personalmente de que esos bastardos se atraganten con sus propias pollas.

— Sus signos vitales están dentro de los parámetros normales, ya tratamos el hematoma de la mejilla, aún quedan restos de la droga en su sistema, pero pronto se le pasará.

—No se haga el listo conmigo doctor, le pregunto por el sangrado.

—El sangrado es completamente normal y no hay síntomas que apunten el haber sufrido una violación, traumatismo o lesión alguna.

Agarro al hombre por el cuello de la camisa y coloco el arma contra su abdomen.

— ¿Cómo que normal? Si para usted es normal que una mujer sangre después de haber sido secuestrada y violada, entonces, recibir un disparo tras un mal diagnóstico también lo es.

— ¡Solo es mi período jodido idiota! — gritan a mis espaldas y tardo par de segundos en comprenderlo todo.

El médico traga en seco y se pierde por el pasillo apenas lo suelto.

Ella... ¡Joder! Así que eso era...

Por supuesto que... ¡Joder!

Vladimir tenía razón, no puedo creer que puse todo el maldito hospital patas arriba por un sangrado menstrual.

Doy media vuelta rumbo a la habitación de Lia, mientras intento olvidar la vergüenza que acabo de pasar.

Creo que nunca antes me había sentido más agradecido de haber vaciado el piso completo.

*****

La llevo a su casa apenas nos dan el alta. Lia parece estar mucho mejor después de recibir la medicación, ya que no ha dejado de protestar sobre la escena que armé en el hospital, que ella sola es capaz de tomar un taxi, además de balbucear sobre alguna mierda de la independencia femenina.

Llegamos a su casa, pero no se detiene, ni siquiera cierra la puerta alegando que lo hará una vez que me vaya, algo que obviamente no haré.

Esta insoportable, no termina una protesta para empezar la otra. ¿Dónde quedaron las gracias por salvarla?

Como una medida de precaución adicional comienzo a revisar toda la casa mientras la pelirroja entra en su habitación.

Al parecer su compañera de cuarto está ausente, sabe dios dónde. Pues apenas aterricé Shadow me informo que sus amigas habían puesto una denuncia en la policía, una que cayó en el olvido, porque el cuerpo policial tiene prohibido intervenir en las luchas por el poder y asuntos internos de la mafia.

Lo más probable es que estén en algún lugar buscándola.

Miro el reloj y extrañado me dirijo a su habitación. Lleva demasiado tiempo allí. Cuando entro todo esta oscuro, menos la puerta del baño. Atravieso el umbral y me encuentro a una Liana pacíficamente dormida en la bañera.

Me dirijo al pequeño aparador de la esquina, en lo que tomo nota mental acerca de su falta de instinto de auto conservación, luego tomo una toalla, la envuelvo en ella, la arropo y la acuesto en su cama. Me deshago de mi chaqueta y zapatos, me acuesto en su cama y la estrecho entre mis brazos disfrutando de su cercanía.

Ella se voltea, abre los ojos y en ellos se desata esa tormenta que trae calma a mi vida.

—Siento haberte despertado, ahora vuelve a dormir— susurro.

— ¿Porque no sonríes? Tu sonrisa es muy bonita— musita jugueteando con mi cabello.

— ¿Alguna vez me has visto sonreír Lia?

— En mis sueños siempre sonríes, y más cuando...

— ¿Cuando...? — la animo a continuar.

— Cuando te aprovechas de lo bueno que estás para torturarme— suelta sin apenas medir las consecuencias de lo que acaba de decir.

Sonrío de solo imaginar la idea de estar presente en sus sueños, pero eso no se compara con lo que le haré en la vida real.

— ¿Puedes amarme? — pregunta cambiando de tema— siempre he soñado con un chico que me ame.

—El amor que puedo ofrecerte es muy diferente del que buscan la mayoría de las chicas Liana.

—Solo pido amor—bosteza— la vainilla me sobra.

Segundos después su respiración se vuelve estable, acompasada de un leve suspiro.

A veces me pregunto ¿Qué debo hacer contigo pequeña Lia?

Sigilosamente me acerco a sus labios y le doy un beso de buenas noches, antes de envolverla en mis brazos.

El aviso de una notificación entrante me despierta, son las 4:10 de la mañana y si mal no recuerdo, alguien tenía que cumplir con una tarea antes de las 24 horas.

A duras penas logro desenredarme de las extremidades de Lia y me levanto lo más despacio que puedo, para evitar molestar a la chica que aun duerme plácidamente, ahora abrazando la almohada. Ella se remueve y suelta un bufido de protesta al notar mi ausencia en la cama, pero sigue soñando como si nada.

Tomo el teléfono en mis manos y sonrío al ver que es un correo de Vladimir.

Abro el archivo adjunto el cual no es más que un detallado informe sobre los resultados de la cacería y algunas fotos de cuerpos desmembrados.

No jugaba cuando le dije que era su cabeza o la de ellos.

El documento confirma lo que ya me imaginaba, quienes orquestaron este circo fueron los italianos y dos personas más, sin contar las que pertenecen a mi propio círculo. Por lo pronto identifico cuatro objetivos que no tardarán en soltar todo lo que saben.

Le mando un mensaje a Vladimir y este no tarda en llamar.

Camino por la habitación, mientras mi primo habla y habla. Entonces mis ojos se detienen en una delicada rosa colocada sobre el pequeño librero. A pesar de ese color rosa pálido que ostenta, ni siquiera ella es capaz de compararse con su dueña.

Una rosa, ese fue mi primer regalo para ella.

Vladimir cuelga y vuelvo a ocupar mi lugar junto a Lia.

A mi chica solo le toma un segundo abrazarme, mientras se acomoda en mi pecho, enterrando su nariz en el hueco de mi cuello.



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