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Seis


VI. Bestias.

Hace mucho tiempo nadie llamaba a Níniel por su nombre, el apodo había pasado a convertirse en su nueva identidad. De hecho, fueron contadas las ocasiones en las que su madre usó el nombre que le dio al nacer. Pero el lobo negro la había llamado por su nombre sin siquiera habérselo dicho y con tal intensidad que siempre le ocasionaba un estremecimiento.

Sus nervios durante esos días conviviendo con los monstruos estaban destrozados, a pesar de que no se cruzaban mucho, ya que ellos tenían la costumbre de dormir de noche. Aun así, ella estaba al borde de un colapso nervioso, víctima del miedo e insomnio, por lo que había pocas posibilidades de resistir una conversación con el verdugo de su vida; la más terrible de sus pesadillas. Y lo peor no era eso, sino que él en sí era un enigma, pues Niel nunca tenía idea de qué estaba pensando, cuáles eran sus intenciones o cuándo iba a saltar a hincarle el diente. Todo era extraño, porque esos lobos habían actuado sumamente apacibles, nada parecido a las atroces leyendas de las que eran protagonistas. Hasta lucían como seres humanos, más limpios y civilizados, pero humanos, al fin y al cabo. La única conclusión que la mente de Niel podía sacar era que tenían oscuras intenciones, pero muy bien escondidas. Sólo debían confiarse para que ellos mostraran los colmillos.

Barajó sus cartas, encontrándose en desventaja, pues estaba en territorio enemigo. No se podía negar a lo que ellos desearan, pues no tenía nada con lo que defenderse y Brinda yacía convaleciente todavía. Lo más sensato era acceder a hablar con él, pero siquiera imaginar que debía ir a charlar a otro lugar con él —a solas— le provocaba espasmos de pavor. Sentía una quemazón recorrerle todo el cuerpo al anticiparse a los hechos. Pero tenía que hacerlo, no había otra opción, no si quería salir viva de ese lugar.

Eso le dio el valor suficiente para aceptar su petición de hablar, a la espera de que él procediera. Así lo hizo, le dio las espaldas y ella le siguió, aspirando involuntariamente la fragancia que el hombre lobo expedía. Era tan intensa que le hacía doler la cabeza, una mezcla de tantos aromas desconocidos que la sobrepasaba. Para su suerte, salieron y pudo inhalar aire puro, uno que reconocía como bosque, humedad y montaña. Se hallaban en la parte trasera de la casa, de pie bajo el alero.

Se mantuvieron callados frente a frente por un par de minutos. Si por su parte Niel tenía miedo, Nilah sentía unos incontenibles nervios. Le sudaban las manos por la ansiedad de tenerla cerca, percibiendo claramente su olor. La dueña de sus más hermosos sueños estaba ahí, en carne y hueso, finalmente. Y tenían una conversación pendiente. Apretando y soltando los puños para liberar tensión, el Velkan finalmente se decidió a hablar, para así aclarar de una vez el dilema que entrecruzaba sus vidas.

—Sé que estás sintiendo mucho temor, pero créeme, nadie va a hacerte ningún daño —reafirmó, tanteando el terreno para ver cómo ella le seguía la conversación. Como pensó, ante su sola voz Níniel se tensó, el latir desbocado de su corazón martillando los oídos de Nilah. Suspiró antes de proseguir—. Has visto la manera en la que actuamos, somos pacíficos, no haríamos nada para perjudicarlas. Incluso las hemos auxiliado cuando sus vidas corrían peligro.

Pasaron unos segundos eternos antes de que Niel respondiera en un hilo de voz.

—Estábamos así porque huíamos de ustedes...

Eso fue como un balde de agua fría para el licántropo, pero lo sopesó serenamente. No pensaba perder los estribos, sin importa lo exasperado que llegara a sentirse. Se prometió en ese momento nunca más hacer algo que atemorizara a Níniel, aunque era una promesa sencilla de romper.

—Las seguíamos... Te perseguí porque he estado buscándote durante mucho tiempo y, al ver que huías, no me quedó más opción que seguirte —explicó, condescendiente, intentando no mirarla mucho, pues había notado que eso la intimidaba.

—Hui porque es lo que debo hacer cuando veo una criatura.

Segunda puñalada. Y había dolido más que la de la estaca, ya sanada.

—Lo entiendo —accedió con derrota—. Pero ahora sabes que no debes huir de mí porque nunca he querido hacerte mal.

—Entonces, ¿para qué me ha buscado durante todo este tiempo?

Había sido más directa de lo que esperaba. Esa era la parte más difícil de explicar y de la que sabía, él sí saldría dañado.

—Porque eres mi compañera. —Fue directo al grano también, sin preámbulos ni relatos. Aunque dedujo que sí los necesitaría, pues Níniel hizo una expresión de confusión total—. Todos los cambiantes lobo tenemos a alguien especial, alguien con quien compartimos un vínculo, una unión. Se produce porque nuestras almas fueron divididas, están incompletas, por eso se complementan con la de alguien más. Y tú tienes el alma por la que la mía clama.

Silencio sepulcral. Nilah con cada segundo se sintió más ridículo ante el mutis de Níniel y ella por su parte estaba fuera de sí, tan confundida y en la nada que hasta le habían entrado ganas de reírse. Compañera de alma de un lobo, esa era la razón por la que aquel monstruo demente la había acechado toda su vida. Compañeros. La razón por la cual se separó para siempre de su madre. Compañera de ese lobo, el porqué de sus noches de terror y todas sus desgracias. Esa era la razón. La simple y llana razón.

—Los vínculos son algo más fuerte que la voluntad misma —prosiguió Nilah—. La parte animal toma el control y clama por unirse a su otra mitad para estar completa. No sé si lo recuerdas, pero nos hemos visto antes, un día hace mucho tiempo, cuando eras pequeña. Desde ese día...

—Lo recuerdo.

Él detuvo su relato ante la sombría contestación de su amada. Algo no estaba yendo bien. En realidad, con ella las cosas nunca marchaban bien, pero creía que, con cada palabra que decía, su inexistente relación se hundía más.

—Así que lo recuerdas. Ese día yo...

—Soy humana —dictaminó Níniel, con la voz más grave que le había oído. El licántropo perdió el aliento cuando ella clavó sus ojos de plata en él, como las más afiladas dagas—. ¿Es posible para un lobo vincularse a un humano?

Lo puso en una encrucijada. La respuesta que le diera podía ser tanto su esperanza como su ruina. Por eso tardó en responder.

—Nunca he oído de algo similar...

Percibió la adrenalina haciendo mella en Níniel, lo que significaba una sola cosa; se sentía victoriosa. Y le asombró que aquella pequeña victoria por sobre él la hiciera mover el miedo a un lado.

—Entonces no hay vínculo de mi parte, porque no tengo un alma incompleta de lobo.

Lo que dijo era cierto, pero Nilah sabía que lo había dicho con inusitada malicia. Lo rechazó, diciéndole al mismo tiempo que era alguien incompleto, lo que le dolió en el corazón. Era increíble que había sufrido más con ella y su presencia que con su ausencia. Todo el dolor que experimentó los veinte años sin verla no era nada comparado al oírla decir esa palabras. Nuevamente, su puñalada había sido certera.

—Debe haber una razón por la que me he vinculado contigo. No puede existir una unión unilateral, es... —Su desesperada explicación fue cortada por ella.

—Pero yo no siento nada similar a lo que siente por mí.

Niel se estaba jugando la vida al decir eso, tanto que el corazón casi se le salía por la boca. En cualquier momento el demonio aquel sufriría un arranque de ira y le volaría la cabeza, pero no pudo evitar soltar esas palabras, pues le hacían sentirse con cierto poder y eso le agradó. Tanto tiempo sintiendo miedo, años perdida en una angustia fútil para que la única razón de ser atormentada fuera una extraña condición de criaturas. Y lo peor de todo era lo idílico de la situación; un lobo declarando su amor a una humana, ¿cuándo se había visto algo similar? La figura enorme y aterradora de la calamidad se había desinflado de repente ante sus ojos. Y la verdad, todavía no se tragaba el cuento.

—Creo que hace falta tiempo para esclarecer la situación. Necesito saber por qué me sucede esto contigo —argumentó Nilah con seriedad. Le exasperaba saber que su compañera no sentía ni una pizca de sentimientos positivos hacia a él, cuando lo natural sería que le correspondiera. Pero no era loba, sino humana. ¿Qué había hecho para merecer aquello? ¿Acaso sus pecados del pasado aún no habían sido perdonados? —. Tendrán que quedarse aquí al menos hasta que sus heridas sanen. No pueden salir en esas condiciones.

Níniel se atrevió a mirarlo a los ojos, porque percibió cómo se frenó para no agregar nada más. ¿Qué otra cosa quiso decir? ¿Que no sobrevivirían si salían? ¿Que serían cazadas en menos de un segundo? La mirada de él temblaba y reflejaba empatía, lo que la descolocó por incontable vez. ¿Por qué no actuaba como lo que era? ¿Por qué no lucía como monstruo y sí como humano?

—¿No nos están reteniendo?

—No —aseveró. Niel le quitó la mirada y la dirigió al suelo—. Pero necesito que no vuelvas a desaparecer. No sé cómo lo hiciste, pero no vuelvas a hacerlo. Déjame aclarar esto que nos pasa y te dejaré en paz.

Fue extraño, pero con esa conversación, en contra de todas sus imaginaciones, Niel se sintió más tranquila de lo que pensó. Fue como si le hubiesen quitado un peso de encima, como si pudiese respirar con mayor facilidad, un sentimiento bastante ajeno a ella. Quiso pararse a analizarlo, entender qué sucedió en ese momento y la razón de lo que sentía, incluso sopesó la posibilidad de confiar, pero un intruso interrumpió y quebró con todo lo que pudo haber sido el comienzo de un posible cambio.

—¡¡¡Carne fresca!!!

Se vio zamarreada y luego envuelta en los brazos del lobo negro. Un líquido caliente le chorreó el rostro y dándose cuenta de que no era su sangre, alzó la cabeza, encontrándose con un magullado Nilah, quien tenía la piel de la quijada desgarrada por un arañazo. Niel se tambaleó ante la impresionante visión.

—¿Eh? ¿Acaso el solitario es un amo egoísta que no comparte sus juguetes?

Todavía protegiendo el cuerpo de Níniel con el suyo, el Velkan se irguió y la posicionó a sus espaldas. La herida se veía grave, pero no parecía importarle. Su rostro era rigidez pura, pero a la vez lucidez, como si dentro suyo tuviese domada a una bestia.

El intruso en cuestión era un híbrido algo grotesco, pensó Nilah. Era un ser amorfo con el porte de un hombre alto y delgado, cubierto de descuidado pelaje plomo, con patas y cabeza de lobo. Estaba encorvado con la cola tensa y recta, dando pasos vacilantes. Si lo había llamado "solitario" seguramente pertenecía a Alma mater, ya que casi todos los miembros de esa manada lo identificaban así. Nilah no lo conocía, pero ya lo detestaba, sobre todo porque había interrumpido su charla con Níniel.

—No tienes permiso para estar en mis tierras. Será mejor que salgas de aquí —dijo, calmado.

Niel tuvo un escalofrío al oír la voz del lobo negro. Él tenía una particularidad muy especial, pero difícil de definir, no sabía cómo expresarlo. Pero era algo que le causaba cierta electricidad en la columna y unas incontrolables ganas de agacharse o rehuirle la mirada. No sabía de qué se trataba, pero la mataba de miedo a la vez que la llenaba de admiración.

—Desciendo de Alma mater, el Norte es tierra de lobos y todo nuestro. Y tú, basura extranjera, sólo estás alterando el orden que se debe mantener.

—Estoy autorizado por tu manada a vivir aquí, y dentro de mis derechos está eliminar al que entre a mi territorio sin permiso.

Niel no pudo evitarlo y se alzó de puntillas para ver la reacción de aquel monstruo. Justo como imaginó, había dado un paso atrás y metido el rabo entre las piernas. Estrechó los ojos mientras calibraba entre avanzar o retroceder. Finalmente se decidió y volvió a la carga con altanería.

—Nadie se enojará si me cargo a un solitario. Hazte a un lado, esa loba insípida va a ser mi aperitivo de hoy.

La aseveración tomó a ambos por sorpresa. El híbrido pensaba que Niel era una loba de categoría inferior y lo peor de todo es que aun así pretendía comerla. Nilah sintió un oprimente desagrado al confirmar sus sospechas; el lobo ante ellos era un caníbal y había perdido el control sobre sí mismo gracias a la insaciable gula. El que quisiera comerse a Níniel creyendo que era una loba de clase baja sacaba a relucir una cruda realidad entre los lobos; su naturaleza maliciosa ansiaba aplastar y abusar del débil.

La joven se alteró, pero Nilah no dio espacio alguno para que el intruso se le acercara. Más aun, dejó crecer sus colmillos y su mirada se oscureció —si es que era posible—. Las venas superficiales se le hincharon.

—Ella no es una loba y está en mi territorio, no puedes tomarla —espetó, creyendo que sería un problema que en Alma mater pensaran que convivía con una loba desconocida, sin marcarla ni notificarlo. El intruso se mostró impresionado por la aseveración y Nilah teorizó que la falta de aroma en Níniel los hacia creer que era de su misma especie, pero inferior, aunque de momento su aroma se mostraba en todo su esplendor.

De todas formas, dejarle en claro que era una humana sólo empeoró la situación.

—¡A la mierda! ¡Un solitario como tú no tiene territorio ni derechos! Deberías doblegarte y agradecer que te concedimos la gracia de un humano por cacería, pero no, tú te has rebelado. Sé perfectamente que tienes a otra humana allá adentro. ¡Así que entrégame a la puta que me corresponde como tu superior, bastardo!

Antes de advertirlo, el hombre que segundos antes la protegía con su cuerpo humano, se había transformado en una bestia colosal que destrozaba el pescuezo del otro lobo. Lo sacudió con tal rabia que se oyó el crujir de la tráquea quebrase, para luego volverse endeble como un trapo bajo las fauces de Nilah. El denso pelaje negro se tiñó de sangre y salpicó la tierra, lo que pareció lograr que el gran lobo se detuviese. De pronto, sosegado, dejó caer el cuerpo inerte y clavó sus orbes de carbón en la humana. No se transformó de nuevo ni se le acercó, sólo se quedó ahí, entendiendo que ya no tenía nada más por hacer. Níniel presenció todo lo que nunca quiso mostrarle.

La promesa de no volver a atemorizarla fue demasiado difícil de cumplir.

La muchacha tardó unos minutos en despegar la mirada de aquel monstruo. No supo por qué le costó tanto, pero al menos logró hacerlo. Incluso tuvo el valor de darle la espalda e introducirse en la casa, dejando a la bestia sola afuera. Cuando llegó al sofá donde reposaba Brinda, se desplomó de rodillas y susurró con voz apretada:

—Tenemos... Tenemos que irnos de aquí.

¡Viernes de actualización! (Anoche estaba a punto de publicar y se fue la luz xD )

¿Qué les pareció este capítulo? Como siempre, aquí van las impresiones/teorías.

Curiosidad #1
El significado y origen de los nombres de los personajes son variados. Algunos son de orígenes extraños y antiguos, como pueblos celtas, árabes, griegos y más, y otros son de mi invención según deseo darles un significado. Ej: Nilah, que es un nombre de origen árabe muy perdido, el cual yo formulé antes de conocerlo con base en otros nombres y la palabra "anhelo".

Y ahora algo WOW.

El otro día encontré el RETRATO EXACTO de cómo me imagino a Níniel, es lo más cercano a ella que verán jamás. ¡Miren!

Artista: 밤초 @BdobM8 en Twitter.

Agradecimiento especial a quienes agregaron la historia a sus listas de lectura:

Y por último, que no podía faltar, el meme de la semana:


Agradecida eternamente a ustedes,

—HLena.

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