Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Cuarenta y cuatro


XLIV. El tiempo en mi tierra.

Los humanos no conocían el tiempo, sólo sabían que el sol se escondía y volvía después de la larga noche. Pero pasaron muchas de esas noches, en las que silenciosos observaban cosas en la oscuridad, y comprendieron que algo había pasado y era precisamente el tiempo. Níniel lo supo cuando ya no podía recordar cada día con exactitud, porque habían sido muchos, llenos de cosas diferentes. Los primeros los recordaba bien, pues todo era nuevo y emocionante, pero pronto se comenzó a fusionar con aquella vida hogareña de Nilah y ya la sentía tan vital como respirar, parte de sí misma.

Primero aprendió cosas simples, pero que despertaban su curiosidad, al ser el licántropo quien las practicaba. Después de toda una noche dormitando bajo el atento escrutinio de la humana, el lobo negro despertaba con una sonrisa y le otorgaba alguna caricia o detalle —como arroparla bien— antes de levantarse. Ella solía seguirlo durante sus primeras semanas de estadía, insegura sobre qué hacer. Ya podría dormir después. Así, le pisaba los talones cuando se dirigía al baño, hasta que él gentilmente le cerraba la puerta en las narices. No muchos días después, ella le alegó preguntando qué tanto hacía ahí dentro y Nilah tuvo que explicarle sobre el uso de este lugar para saciar las necesidades básicas. Níniel sorprendida recibió la información, pues ella siempre se iba al bosque cuando la naturaleza le urgía. Desde esa vez comenzó a usar el servicio y todas sus posibilidades, pero como no le gustaba nada la sensación de soledad que la embargaba cuando el Velkan tomaba aquellos largos baños de tina, no tardó mucho en meterse junto a él. El jabón, el agua caliente y el vapor eran cosas que disfrutaba mucho y más en compañía de su amado.

Se hizo costumbre que ellos dos colaborasen para sostener el hogar. Nilah no tenía ocupación determinada y la Alma Mater estricta ya no existía, por lo que podía vivir un poco más a su antojo. Se dedicaba a ordenar sus libros e intercambiar productos con los jóvenes de la manada, lo suficiente para poder vivir con tranquilidad y sin urgencias, aunque siempre recordando la sutil amenaza que hizo Aberración aquel día. A veces, él se afanaba cortando precisos trozos de leña que podría cambiar por queso o leche después y, al pasar los días, pillaba a Níniel tomándole el peso al hacha, queriendo imitarle. Nilah la dejaba hacer, complacido por sus ansias de aprender. En otras ocasiones, se le rasgó alguna prenda y él usó su costurero para remendarla, entonces no pasaba mucho hasta que, con sus ojos de águila, lograba divisar en los dedos de ella múltiples piquetes de aguja. El hombre admitía para sí mismo que hallaba cierto deleite en ser testigo de todas esas acciones, pues dejaban implícita la forma de ser de su amada y su presencia impregnada en cada rincón de la casa.

Aunque hubo algo que sí se propuso enseñarle y fue la jardinería. Níniel sin darse cuenta amaba la naturaleza y estaba seguro de que conservarla hermosa alrededor de su hogar sería algo que le gustaría. Además de eso, sentía cierta urgencia obsesiva que nunca lo dejaba cien por ciento tranquilo, sobre todo después de la masacre ejecutada por Aberración, que había teñido con sangre la tierra donde descansaba su madre. Así, Níniel comenzó a darle otro uso a las semillas y lentamente vio crecer plantas y flores que tenían múltiples propósitos, ya sea medicinales, chamánicos o simplemente ornamentales. Arrancó las malas hierbas y quitó estorbosas piedras y, aunque todo su actuar mantenía a su compañero contento, ella aún creía sentir lo que él; y Nilah no lograba perder cierta angustia silenciosa que lo corroía. Por lo que en una ocasión se atrevió a preguntarle.

—¿Hay algo que estoy haciendo mal o deseas otra cosa diferente?

Nilah abrió mucho sus ojos ante la absurda pregunta. Él era muy poco objetivo en cuanto a ella, por lo que nunca hallaría nada mal hecho por las manos de la humana, pero Níniel había notado su inquietud y le alegraba de cierto modo que aún lo hiciera.

—Lo haces bien, es sólo que creo que ella ya no podrá crecer...

—¿Crecer? ¿Quién?

Su mano tibia de criatura tomó la terrosa de ella y la encaminó hasta el borde de su pequeño territorio, junto al bosque. Miró la tierra rojiza con expresión agridulce.

—Mi madre.

Ante la tumba invisible Nilah relató la muerte de la dama Velkan. Contó la historia desde que se marchó hasta que volvió como un ser nuevo. Níniel lo escuchó atenta y en silencio, sin quitar sus ojos del sepulcro ni una sola vez. Al final, el lobo terminó su relato describiendo el funeral que observó desde la distancia y cómo la rama de tejo debería haber brotado nuevamente, para mantener de alguna forma el lazo que unía a la loba con los suyos en la tierra. Nilah también expresó su fijación por mantener el lugar limpio y el temor que le causaba que aquella sangre derramada atrofiara de alguna manera su hogar y lo que podía quedar de su madre en él.

Entonces Níniel estrechó su mano, regalándole una inusual sonrisa.

—No te preocupes, estoy segura de que esta tierra va a renacer.

De esa forma, la primavera pasó en un soplido, y gracias a su gentil brisa y sol, el hogar de aquella familia incipiente comenzó a pintarse de colores. El interior se llenó de vida y el exterior de flores. Diferentes arbustos coloridos rodeaban la casita de madera y piedras marcaban los senderos, seguidas de pasto tierno incipiente gracias al rocío. Y como la demanda de la leña no hacía sino crecer en Alma Mater, Nilah comenzó a plantar árboles de rápido crecimiento en una zona muerta mientras se masterizaba en la carpintería. Confeccionó una repisa para los artículos de jardinería y un pequeño cuarto donde almacenaría la leña ya cortada. Al llegar el verano, ambos brillaban como seres de luz, rebosantes de vida.

Y aquel mundo avanzó. Mientras la pareja trabajaba de día —y noche, en el caso de Níniel— para mejorar su hogar, los demás hacían lo mismo, demarcando sus sendas con cuidado y dedicación. La pareja de aldeanos se mudó a otro de los escondites que antes usaron Brinda y Niel, en búsqueda de anidar nuevamente. La anciana Áurea decidió quedarse en el claro, pues era el único lugar en el cual lograría experimentar y mantener esa paz que pocas veces fue real. Y como tenía el afecto garantizado de varias personas, las visitas repentinas a su ahora hogar nunca faltaron. En cambio, esta repentina soledad por parte de la abuelita causó estragos en el espíritu de cachorro de Misha, por lo que se negó a abandonarla y dedicó la mayor parte de su tiempo a estar con ella, recibiendo los mimos huraños de la anciana y pudiendo sentirse como un niño amado por primera vez. Y su casa, que era una cabaña escueta no muy lejana a la de Nilah, fue a parar en manos de la persona menos esperada: Brinda.

—¿Aún estás lamiendo las paredes de tu cueva, Rogelia? —Fue lo que le dijo un día de verano, al lado del río que partía en las zonas Norte y Este. Ella, que intentaba agarrar algunos peces, perdió la concentración y miró al rubio con hastío.

—¿Qué quieres ahora?

—Tan sólo hacer un trato contigo que te será muy beneficioso. —Al ver que la mujer no le saltaba encima con alguna amenaza, procedió con seguridad—. No suelo estar en mi casa para casi nada, es más, ni siquiera paso por allá para dormir. Por eso, creo que sería de más utilidad si perteneciera a alguien que sí le dé buen uso. Ya sabes, oí tu conversación con Níniel la otra vez.

—¿A qué te refieres?

—Qué te la estoy ofreciendo, lenta.

Los ojos mieles de él se encontraron con los marrones de ella, anonadados, por lo que soltó una risa. La venía observando desde aquel día en que la sacó del volcán, viendo cómo zigzagueaba sin saber en qué dirección forjar sus anhelos, y deseaba ayudarla, porque un alma valerosa como la de ella no merecía apagarse así sin más, no si tenía la certeza de que ella podía ganarse su lugar en el mundo a punta de la garra que poseía. Y apostaba por ella, porque sabía que triunfaría, sólo necesitaba un empujón.

Aquella vez no surgieron ni insultos, ni desdén ni amenazas. Brinda no profirió palabra alguna, porque de haberlo hecho, el lobo habría oído su voz tembloroso¿a. ¿Qué era esa calidez, como un beso del sol, que abrazaba su pecho? Abrumada por la agradable sensación, no pudo sino callar, más no se negó al ofrecimiento, pues era de un origen precioso y ella sabía que los gestos nobles no debían de ser denegados, jamás.

Y las cosas fluyeron.

A veces, cuando todos se encontraban, se hallaban distintos. Brinda había cortado su pelo y la anciana Áurea tenía las arrugas suavizadas. Misha usaba una bufanda y los aldeanos ya no exudaban tristeza por cada uno de sus poros. Nilah ya no usaba ropa tan abrigada y Níniel se apreciaba a todo color, sin ese acabado opaco que alguna vez la cubrió. Y se sonreían a la vez que contando, se convertían en narradores de sus propias historias.

Cuando el otoño volvió a ellos, no logró entrar en sus corazones. Ya cada uno tenía su lugar al cual regresar y refugiarse.

Era una noche pacífica en la que ambos amantes, abrazados por el calor de las mantas, observaban la nevada a través de la ventana. El aliento caluroso de la chimenea les rozaba la piel desnuda cuando Níniel se removió, queriendo ir al baño por tercera vez en menos de una hora. Nilah la vio marcharse y desvió su mirada nuevamente al exterior, donde los copos de nieve comenzaban a caer con el peso de una pluma. Se quedó absorto ahí, mirando sin ver, mientras divagaba en la inmensidad de su mundo interno. Cuando Níniel volvió del baño y no se metió a la cama, sino que se quedó de pie junto a la ventana, admirando la tierra nevada, Nilah se concentró para analizarla con detalle.

Algo lucía diferente en ella.

Aunque la impresión podía resultar obvia, pues pasaron meses desde que compartían la vida, sabía que había algo más. Su cabello creció mucho y caía con gracia en ondas de alquitrán, pero no era eso. Tampoco su cuerpo, que había ganado curvas al alimentarse más seguido y de mejor manera. ¿Qué era diferente ahora? Le daba la impresión de que estaba intuyendo algo sin saberlo a ciencia cierta. Tal vez, y sólo tal vez, se parecía un poco a su madre; Alanna. Pero ¿era posible? No, sus ojos seguían igual de grises y su pelo igual de negro. Entonces, ¿por qué Alanna venía a su mente? Tal vez el gesto de ambas era similar, sosegado, maduro, más...

El Velkan se sentó de un brinco, llamando la atención de su compañera.

—Níniel, ¿hace cuánto no tienes tu periodo?

Ella ladeó la cabeza, sin entender el porqué de la pregunta. Mientras pensaba la respuesta, Nilah agitó su mano para que se acercara. La chamán se sentó en la cama, dándole la espalda.

—Creo que desde mediados del verano. ¿Por qué?

Nilah se tapó la boca, pensante y pasmado. De eso habían sido fácil unos dos meses.

—¿No notas algo extraño en ti?

—No. Aunque antes era normal en mí no sangrar, cuando comencé a vivir aquí eso cambió y me sucedía seguido, hasta esa última vez. ¿Por qué? —Se giró, subiendo una pierna al colchón, interesada en lo que él preguntaba.

—Me refiero a en general. ¿No te has sentido extraña últimamente? ¿Sensaciones, malestar?

—Bueno, tengo más ganas de hacer pipí. Y mis pechos duelen. ¿Por qué? —contó y él asintió, concordando. Desvió la mirada del busto de su mujer para centrarse en su rostro.

—¿Y eso te pasa cuando está por empezar tu periodo?

—No, siempre suelo sentir lo mismo. Dolor de espalda, piernas y puntadas. También cansancio. ¿Por qué? —A ese punto, ella estaba algo irritada por no recibir respuesta a sus "porqués". El labio de Nilah tiró en una sonrisa al verla bufar.

—Porque pensé que quizá podrías estar embarazada...

La última palabra resonó en la mente de la humana con potencia. ¿Embarazo? ¿Ella? Sabía lo que significaba; un hijo en su interior, y tenía más o menos claro cómo llegaba a suceder eso, pero nunca contempló la posibilidad de experimentar ese momento, de estar cuestionado si albergaba un bebé dentro de ella. Y le pareció de cierta forma, irreal.

—¿Por qué piensas eso? —preguntó lentamente, sin hacerse a la idea todavía. Nilah había adquirido cierto brillo en sus ojos.

—Porque de alguna manera luces como una madre...

El tema quedó ahí, revoloteando por la habitación, mientras la mujer se metía a la cama para apoyar su cabeza sobre el pecho de Nilah, oyendo su corazón. Ninguno durmió, mas inquietud no era lo que les quitó el sueño, sino la imagen de un vientre creciente y una pequeña criatura entremedio de ellos dos.

Al otro día, Níniel enfrentó a su hombre, con una cuestión cargada de exigencia que él ansioso esperaba:

—¿Cómo puedo saber si cargo un hijo en mi interior?

Acudieron con Agda esa misma mañana. Nilah podría haberla llamado, pero la chamán insistió en ir hasta ella, pues al parecer quería hacer buenas migas con la anciana médico, lo que él intuyó era por el probable embarazo. Níniel planeaba tener una buena relación con quien la instruiría y cuidaría, algo astuto de su parte, pero que de poco sirvió, ya que, al llegar a la morada de la vieja loba, les denegó la atención.

—No hay método para averiguarlo —zanjó, raspando con sus ojos celestes el vientre plano de Níniel. Se le notaba la antipatía y cómo la posibilidad de un embarazo no le gustaba para nada, pero de todas formas se explicó—. En algún momento tu menstruación se estabilizó, pero eso no significa que deje de variar. Antes podría haberte hecho alguna prueba, pero ahora... —Se dio a entender, evitando mencionar cualquier cosa relacionada con el régimen silencioso de Aberración, que nos les permitía ni acercarse a lo remotamente humano—. Tal vez en un mes o más se pueda detectar algo, como el latido, pero sólo si llevas más de dos meses gestando. De todos modos, la avidez de mis sentidos hace tiempo la vengo perdiendo, por lo que sólo quedaría esperar y conseguirse a alguien que posea un buen oído.

Cierta decepción los invadió, pero fue paulatinamente convertida en impaciencia. Un mes era subjetivo en sus vidas poco apresuradas, pero se les antojaba largo y tedioso debido a la espera. Igualmente lograron sortearlo, aunque con los nervios algo destrozados. Nilah solía preguntarle sobre su periodo, y ella siempre negaba, no llegaba. También la joven comenzó a sentirse extraña de diferentes maneras, pero ya no sabía si era por autosugestión o reales síntomas. Se miraba el vientre en el espejo antes de dormir y después de despertar. Sólo sabía con certeza que sus pechos no habían dejado de doler y que se sentía muy sensible. Por lo que cuando pasó ese mes, Nilah se apareció ante ella, rogándole que fueran con Misha para deshacerse de la angustia. Pero contra toda ilusión, Níniel se negó. El lobo casi se puso histérico antes de que la humana, con una sonrisa leve, se explicara.

—Tu tía también tiene buen oído, ¿no?

Llegaron a la entrada de Amor omnia vincit tomados de la mano y notoriamente nerviosos. Un par de lobas los vieron llegar, pero aparte de dedicarles miradas furtivas, no tuvieron el coraje de acercarse. Probablemente sus ávidos sentidos la alertaron sobre la presencia de los visitantes, porque la alfa de la manada abrió la puerta de su cabaña con brusquedad para verificar que realmente estaban ahí, que no eran producto de su imaginación. Después de todos esos meses de nulo contacto, Ademia se acercó a la pareja a pasos inseguros, pero se detuvo a un par de metros, abriendo los ojos de par en par. Su mirada amarillenta cayó sobre Níniel antes de cojear el último tramo y tomar las manos de la joven, quien le dio un suave apretón. También obtuvo un beso en la coronilla de parte de su sobrino, lo que la dejó estupefacta. Nilah sonrió.

—Tía, venimos a pedirte un favor... —comenzó, pasando su brazo sobre los hombros de su amada—. Sospechamos que Níniel puede estar embarazada y ella quiere que tú seas quien lo confirme.

—¿Yo? —La anonadada mujer no podía creer que después de lo ocurrido la joven humana le encomendase una tarea tan importante. Su garganta se cerró, estaba sobrecogida por las múltiples emociones que la embargaban. Sintió el toque de la humana y alzó la cabeza, encontrándose con esa gentil mirada gris.

—Confío en usted. Háganos el honor.

Conmovida y poseída por el orgullo que le causaba la situación, acercó con reverencia su oído al vientre de la chica y pegó la oreja a la ropa, cerrando los ojos. Níniel aguantó la respiración mientras que Nilah exhalaba con nerviosismo. Toda la manada —que estaba atenta a lo que ocurría— se paralizó durante esos instantes. Cuando Ademia abrió los ojos y se enderezó, tenía una expresión inescrutable. La pareja aguardó en silencio, expectante, hasta que la loba habló:

—Logré oír algo en tu interior... —dijo a Níniel, tensándola—. Es difuso, muy leve y errático —explicó Ademia. De pronto, formuló una sonrisa llena de felicidad—. Pero definitivamente hay un latido aparte del tuyo. Estás preñada, hija.

Níniel no tardó en girarse para apreciar la reacción de Nilah, y se lo encontró llorando, como un niño. Sus ojos se llenaron de lágrimas también y fue rápidamente envuelta en un abrazo absoluto por parte del que alguna vez fue un lobo solitario. Lo oyó sollozar en su oído y decirle varias veces "te amo".

Junto a la alfa fueron en búsqueda de todos sus cercanos. Cuando reunieron al grupo y dieron la noticia, reaccionaron como si del cielo les hubiese caído una bendición. Brinda y Misha eran los más afectados, pues sus personas más preciadas estaban dando un gran paso en su vida. El lobo, eufórico, vitoreó y gritó a los cuatro vientos que sería tío y Brinda, por el contrario, fue poseída por un espíritu melancólico que la hizo llorar a moco tendido sobre el hombro de Níniel, pues veía con sentimientos encontrados cómo su hermana, aquella frágil niña que conoció una vez, ahora sería madre. Durante ese largo día, nadie dejó de celebrar ni de planear y, mientras los deseos se manifestaban y quedaban prendados del aire, ambos compañeros se acurrucaban en su burbuja de felicidad.

Ahora para ellos, el tiempo era sólo un espacio que debían andar por sus sendas, hasta que en el destino de sus caminos se encontraran con el fruto de su amor pronto a nacer, en aquella, su tierra.

Hace un año que escribí este capítulo, ¡qué nostalgia!

¿Qué tal? Como siempre, déjenme aquí sus impresiones, teorías, dudas, curiosidades, críticas y más.

¡Aviso importante! Como verán, he estado algo desordenada con las actualizaciones y eso es porque se me olvida a veces, pero ahora será intencional, debido a que queda poco para el final y quiero generar cierta expectativa. Espero comprendan y tengan paciencia. 🙏🏼

Les doy un agradecimiento especial a los nuevos lectores que le dan una oportunidad a la historia. Si llegan hasta aquí, gracias.

Pregunta.
¿Qué creen que será la criatura? ¿Niño o niña?

¡Nos leemos, no sé cuándo, pero pronto!
Cariños,

HLena.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro