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Cinco


V. Fuerza.

Mi papá siempre dijo que sólo el más fuerte sobreviviría. Al verlo vencedor sobre las bestias, nuestra mayor competencia en el mundo y nuestros iguales en cuestiones de jerarquía, lo creí el más fuerte y, por lo tanto, quien sobreviviría. Yo también lo haría, sería la más fuerte, así como él, y lo demostré cuando maté mi primer cerdo. Me había lanzado sobre él y clavado una filosa piedra en su cogote, ganando, siendo más fuerte. La mirada que me dedicó mi papá fue el paraíso. Estaba orgulloso de mí.

«¡Brindemos por mi hija y por la sangre cazadora que corre por sus venas! Muy pronto, nos volveremos invencibles y con nuestro poder derrotaremos a esos malditos monstruos. ¡La gloria será nuestra!»

Todos alzaron sus cuencos y bebieron, borrachos por la tentadora ilusión de reinar. Yo también bebí ese día —a pesar de ser una niña—, lo recuerdo porque aquello me hizo mujer, porque fui más parte del grupo que nunca y porque ese trago me salvó de la desgracia que esa noche ocurriría.

Mi papá olvidó decirme que no sólo el más fuerte sobrevive, sino también el inteligente. Lo entendería mucho tiempo después, cuando conociera a Niel y su cauta forma de vivir. En mi tiempo no lo pude comprender, pues lo único que yo sabía era usar los puños y había oído toda mi vida la palabra "fuerza", esa misma que no nos había bastado para sobrevivir. O quizá no fue eso, sino exactamente lo que creía papá; la ley del más fuerte. Él tuvo razón. Y esa noche, nosotros no fuimos los más fuertes, fueron los monstruos. Y por eso ellos vencieron.

Eso me llevó a pensar en que seguí sin ser parte de los más fuertes, pues me hallé en la oscuridad después de enfrentarnos a esos lobos asquerosos. Ellos ganaron, porque fueron más fuertes que nosotras, lo deduje al no despertar luego de tirarnos al vacío. ¿Había muerto? Seguro. Eso significaba que perdí. Perdimos, pues Niel debió correr con la misma suerte, sino es que peor, la pobre. Así que ese era el final. Había tardado en conocerlo y no era como imaginé. No me sentía libre ni en paz como creí que me sentiría al librarme de este horrendo mundo, sino que cierta comezón y dolor me molestaban entremedio de las sombras. ¿Estaría para siempre así, sola, atrapada con mi mente? Era muy molesto eso de morir. Preferiría no haberlo hecho, después de todo había sido una muerte patética, pero nada me quedaba por hacer. El muerto muerto está.

—¡Está despertando!

Tal vez no estaba tan muerta. Una punzada en la pierna me lo confirmó. ¿De quién era esa voz desconocida? No había escuchado una diferente a la de Niel en años. ¿Estaría ella viva? Mis pensamientos fueron respondidos cuando abrí los ojos y capté su figura. Así que estaba bien.

—Brinda —me llamó y se largó a llorar en un llanto ahogado. Las lágrimas corrían por su cara, pero mantenía la garganta cerrada, no dejando ni un ruido escapar. Al darme cuenta de aquel detalle me fijé en su angustia y eso me llevó a examinar mi alrededor, descubriendo rápido el porqué.

Estábamos rodeadas de tres monstruos; hombres lobo. Lo supe por su asqueroso aroma a perro. Nos habían capturado, maldita sea, nos habían atrapado y seguramente me tenían de rehén para extorsionar a Niel o algo parecido. Gruñí cuando intenté enderezarme para proteger a mi amiga, pues todo el cuerpo me dolió. Una vieja loba que se encontraba a un par de pasos se acercó.

—No te muevas, querida, o tus heridas se abrirán.

Pegué un salto por la pura frase. ¿Esas alimañas sabían hablar? La vieja me llamó querida, qué diablos. Arrugué más mi expresión y chequeé mi cuerpo, encontrando un montón de telas cubriéndome entera, como a un cadáver. Niel tenía una mirada temerosa, pero a la vez extraña, nunca le había visto esos ojos. Parecía más fuerte, y eso me recordó las palabras de mi padre.

—Has estado inconsciente por seis días, por lo que necesitas alimentarte. Darío, tesoro, ¿podrías traer algo ligero para que la dama coma?

Entendí la mitad de lo que la vieja dijo. Quizá se comunicaban en clave para que no les entendiéramos. Creo que le habló a uno de los otros lobos, pues este movió la cabeza como tarado y se metió en un lugar donde ya no lo pude ver. ¿Qué era ese sitio? ¿Dónde estábamos? ¿Qué carajos estaba pasando?

El lobo restante se despegó de la pared en la que estaba apoyado y eso hizo que Niel tuviera un escalofrío muy familiar para mí, por lo que comprendí. Era él, la criatura de la que ella había huido hasta el cansancio, que la mantenía con el alma en un hilo día y noche, que la atormentaba sin descanso. Y estaba a tan sólo unos pasos de ella. Se notaba que Niel intentaba mantener la compostura, pero parecía que en cualquier momento estallaría y sería el mismo mar de nervios de siempre. Al parecer ellos lo notaron, porque la anciana se dirigió al lobo.

—Joven Nilah, creo que Brinda necesitará un baño, ¿podrías preparar el agua para ella? Yo iré a acomodar todo.

No me pasó desapercibida la obsesiva mirada de aquel monstruo sobre Niel, parecía perforarle la nuca con sus ojos de noche. Para nuestro alivio, ambos lobos desaparecieron de nuestra vista y nos dejaron solas en aquel extraño lugar.

Niel se tomó unos segundos antes de hablar en un susurro.

—¿Aún están ahí?

—¿Qué? —Confusa, eché un vistazo y agudicé el oído, respondiendo algo torpe—. No.

—Bien. —Creí que se iba a poner a llorar otra vez o algo por el estilo, pero en cambio me agarró los por hombros y miró con determinación, a la vez que comenzaba a susurrar—. Debemos irnos. Estos lobos nos trajeron diciendo que querían hablar conmigo, pero que primero esperarían que te encontraras mejor. No entiendo qué quieren, pero no importa, apenas te pongas mejor escaparemos. Estamos en el Norte, no muy lejos de dónde me encontraste aquel día. Podemos hacerlo, solamente debemos esperar a que se duerman y...

—Espérate un poco —la interrumpí ya que su vomito de palabras me estaba mareando. Se veía agitada y tenía los ojos brillantes, moviéndolos en todas direcciones—. ¿Entonces no estamos prisioneras?

—No. Nos trajeron con el pretexto de curarte y lo han hecho, incluso me han dado comida. Dijeron que tenían algo que hablar conmigo, pero no entiendo de qué.

—¿Hablar? —solté, sin creer que hubiera criaturas que se asociaran con humanos. Ellos solamente nos veían como dos cosas; comida y diversión. Éramos meros insectos fáciles de matar, presas con las que jugar—. ¿Y de qué quieren hablar?

—Te digo que no sé —respondió con desesperación en un hilo de voz—. Creo que tiene que ver con él... el lobo negro —dijo a la vez que otro escalofrío la remecía—. No encuentro otra explicación, pero no tengo idea de qué se trata todo esto. Sabes que mi madre nunca me explicó nada, yo... Maldición.

Estreché los ojos al verla tan derrotada, pobre de Niel. Vivía su vida movida por el miedo y eso se debía a que era alguien débil. Acaricié su cabeza con mi clásica rudeza y ella botó aire, frustrada.

—Entonces... ¿El camuflaje falló? —pregunté casi afirmando, con un tono de voz más suave, también susurrante. Niel lucía acabada, sus ojos gritaban por llorar y era mi deber, como la más fuerte, confortarla.

—No... Yo cometí un error. Me entusiasmé tanto con el mundo exterior que perdí la noción de mi entorno y cuando me di cuenta ya era tarde, lo había arruinado.

Comprendí de inmediato a qué se refería, el punto débil de los polvos esos que nos embetunábamos cada día de nuestra existencia. Era algo muy simple, pero si ella no lo decía en voz alta era porque no confiaba totalmente, algo sabio de su parte. Ya sabíamos de las increíbles capacidades que tenían estos monstruos y sería mejor no hablar de más.

—Lo hiciste muy bien todo este tiempo, un error lo comete cualquiera. —Me sentí deshonesta diciendo eso y ni supe por qué. De inmediato pensé en mi papá y su última sonrisa frente al fulgor de una fogata. ¿Por qué seguía pensando tanto en él?

—No debí salir del escondite.

Puse mi mano en su hombro y le consolé con una sonrisa abnegada. Ella admitía su culpa y eso era suficiente para mí. Hasta me permití ser condescendiente. Esto haría que no volviera a tomar decisiones tontas sin preguntarme primero.

—Nadie puede estar para siempre enjaulado.

Nos callamos apenas uno de los lobos salió de la nada. Niel se me acercó y quedamos bien pegadas, como siempre lo hacía para protegerse. Era el otro lobo, el que tenía el pelo color pipí. Nunca en mi vida había visto a alguien así, tan deslavado. Qué raro, quizá salió atrofiado. Era un lobo enclenque a mi parecer.

—Aquí está tu sopa —me dijo, dejando un extraño artefacto sobre otro extraño artefacto. Traía un líquido verde dentro. ¿Acaso ya querían comenzar a torturarme y partirían haciéndome indigestar? O tal vez era veneno. Lo miré con desprecio, malditos monstruos aberrantes. Cómo desearía estar sana para clavarles mi daga en sus yugulares. Maldita la hora que me tiré de ese acantilado, ahora era demasiado vulnerable, incluso más que Niel.

Creo que ella percibió mis intenciones asesinas, pues me pellizcó en advertencia para no mostrarme agresiva frente a ellos. Enfurruñada, hice un mohín con la boca y no emití palabra hasta que el lobo flacucho se volvió a marchar.

—¡Compórtate! —me regañó mi amiga de ojos plateados. Le hice un desprecio y rodó los ojos para tomar el extraño artefacto con el líquido y acercarlo a mí.

—¿Qué haces? ¡Quita eso de mi cara! ¡Son cosas de monstruos!

—Se bebe. Mira —ejemplificó, tomando por los costados aquella cosa y posando sus labios en el borde—. ¿Lo ves? Tan sólo ten cuidado, está caliente.

Fue un nuevo mundo probar esa cosa, algo más allá de mi conocimiento. Lo más delicioso que hubiese probado, y había probado muchas cosas; el alcohol con los cazadores cuando niña, la carne cruda y sangrante, las aburridas bayas de Niel y una que otra fruta milagrosa, pero esto era otro nivel. Ni siquiera sabía cómo explicar el sabor, nunca lo había experimentado, no era dulce ni ácido, mucho menos insípido. ¿Entonces qué? Movida por el sabor aún fresco en mi paladar tuve cierto pensamiento; antes de huir, nos robaríamos toda la comida de su almacén. Era lo menos que podíamos hacerles a esos perros.

La agradable sensación del aquel manjar duró poco, pues de la nada se apareció el lobo negro. Nos tensamos de tal manera que nuestros músculos se endurecieron como rocas y Niel casi se dio de espaldas contra el suelo. Ese maldito lobo se traía algo entre garras y no me daba ni una pizca de confianza, pues expedía un no sé qué que hasta a mí me ponía a temblar. No podía ni imaginar el nivel de horror que Niel en esos momentos sentía.

—Es hora de que hablemos, Níniel.

Percibir ese algo que aquel lobo desprendía me hizo pensar una cosa; si mi papá lo hubiera conocido, habría muerto con la vergüenza de haberse convertido en alguien débil. Así como yo me sentí al verme rodeada de los más fuertes.

¡Hola de nuevo! Aquí les traigo el quinto capítulo (¡al fin!) de esta novela. Cada vez se va armando más. ¿Qué les pareció esta parte, narrada desde la perspectiva de Brinda? Sus impresiones y teorías, aquí.

Estoy muy contenta porque ya llegamos a los 200+ leídos y he recibido muchos comentarios, más de los que me esperaba. Eso es algo bueno, pues lo que más amo son los comentarios, porque puedo ver la historia desde otros ojos y eso es incomparable. Por eso, si tienen alguna opinión, duda, exclamación o lo que sea, no duden comentarlo, ¡pues será bien recibido!

Y no podía faltar el meme del día, por supollo:

¡Recuerden agregar a sus listas de lectura para que la historia llegue a todos los rincones de Wattpad!

Eso es todo por hoy.

Con mucho cariño se despide hasta el próximo viernes (como Germán),

—HLena.

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