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Three.

—¡Bien, andando! —con una mirada de determinación y cuatro bebés nagas envueltos en una mochila improvisada con una manta que los acurrucaba a su pecho, Izuku emprendió su viaje por la selva.

Hacía frío, tanto frío que incluso podía ver si aliento cada vez que respiraba. Por eso tenía a los bebés envueltos en tela sobre su pecho, sabía que en su mochila apenas podrían tener el calor de ellos mismos para abrigarse, pero contra su propio calor corporal estarían más tibios. Y los pequeños no estaban inconformes con ello, es más, parecían bastante cómodos absorbiendo el aroma que venía de su ropa.

De cierta forma los envidiaba, ellos podían dormir, era la única preocupación de los cachorros. Mientras que él, siendo el adulto "responsable" que era tenía que preocuparse por sus comidas y salud, llevando frío y hambre, apestaba ser madre soltero, bueno, no lo era exactamente, pero cuidaba de recién nacidos por su cuenta, eso tenía que valer ¿No?

—Solo espero llegar pronto… —Izuku murmuró para sí mismo mientras frotaba sus manos una contra la otra para generar algo de calor, no había ni un rayo de sol en el cielo, y eso que eran pasadas las nueve de la mañana.

El pecoso tuvo que dejar de pensar y concentrarse más en el camino resbaloso que tenía por delante, todo estaba húmedo, había lodo por todas partes que pisaba y los mosquitos parecían haberse multiplicado de la noche a la mañana.

Aún así eso no quitó ni un poco los ánimos que tenía el omega para volver y dejar a los pequeños con los de su especie, ya estaba más que retrasado y esperaba, con todo su ser y dioses existentes, que los padres de verdad de los nagas no le quisieran bajar el cuello.

Las cosas fueron pesadas, caminó durante horas con su estómago vacío, el sol al fin pareció que quiso iluminar su día saliendo de entre las nubes espesas que se disiparon. Ahora todo empezó a dar más calor y estaba húmedo, como si se fuera a cocinar al vapor, chicharras sonaban en todas la direcciones llenando el silencioso ambiente, parecía que incluso las aves decidieron estar de vagas ese día pues no había cantó alguno de ellas.

Izuku solo se detuvo cuando su estómago no quiso dejarlo avanzar más, tenía demasiada hambre y era más del medio día, el sudor se escurría de su frente, sus piernas mojadas y sucias con barro estaban entumecidas. Llegó hasta un tronco que estaba en el suelo para sentarse sobre él, era húmedo, pero eso no le importaba, solo quería suspirar tranquilo dejando su cuerpo tener un respiro.

—Cuesta más de lo que creí. —el murmuró tomando agua de su botella, miró hacia abajo, los bebés nagas lo único que hacían era dormir, no lloraban ni pedían de comer—. Bien, entonces sus pequeños organismos tardan un poco en digerir la comida, eso es una ventaja para ustedes ya que pueden pasar bastante tiempo sin comer y no tener hambre durante un largo periodo después de haberlo hecho, para pequeños inexperto en casería si es necesario.

Izuku metió una de sus manos entre las telas y los acarició, sonrió dejándolos en paz después. Buscó las bolas de arroz frías que tenía en su mochila para comerse solo dos, no tenían ningún tipo de relleno carnoso para que no se fueran a perder con los días, el sabor era simple pero peor era nada.

Habiendo comido, el omega se dispuso a seguir con su viaje y caminó por media hora más, antes de que un ruido extraño lo hiciera detenerse. Por instinto llevó sus brazos de forma protectora a los pequeños que descansaban en su pecho, los ruidos de arbustos moviéndose parecía estar cada vez más cerca y el pecoso se quedó completamente inmóvil para ver qué era eso.

De pronto, un enorme jabalí emergió de la maleza agitando la cabeza de lado a lado, era marrón y tenía dos enormes colmillos en su hocico, uno de ellos parecía estar ligeramente roto en la punta, pero eso lo hacía ver más malo y aterrador, la esperanza de Izuku de pasar desapercibido por el animal se fue al caño cuando notó que volteó la cabeza en su dirección.

—No, nononono, por favor no. —susurró para sí mismo rezando incluso a Hades un milagro, pero el jabalí solo se sacudió y cavó ligeramente la tierra con una de sus pezuñas delante, era su alarma de salida.

¡Había que correr!

"¿¡Por qué a mí!?"

Se lamentó el pecoso para sí mismo mientras corría como alma que llevaba el diablo, esquivó lo mejor que pudo piedras, ramas y raíces mientras detrás suyo venía el animal furioso que lo trataba de embestir con sus gruesas y filosas armas.
A pesar de lo cansado que estaba hace un momento, la adrenalina en su cuerpo parecía que le daba poderes sobrehumanos para escapar.

No quería ni siquiera imaginarse la fatiga que sentiría después de que se le bajara, pero no tenía de otra, ¡No quería morir! ¡No tampoco quería que a los bebés que estaban (despiertos y confundidos por el ajetreo) en su pecho les pasara algo!
Sabía que necesitaba subirse a algo alto pronto, pero con el jabalí mordiendo sus talones no tendría nada de tiempo.

Izuku empezó a perder la esperanza de salir vivo cuando sintió que el animal estaba prácticamente sobre su cuerpo, una cabecita de pelo blanco salió de entre la manta y le miró con aquellos ojos grandes de color rojo. Sintió que iba a llorar, supo desde un inicio que no duraría mucho en la selva solo y que no podría cuidar bien de las inocentes vidas, aún así quiso intentarlo y por su culpa, nuevamente, ellos sufrirían.

El omega solo pudo poner torpemente una mano sobre el pequeño cachorro mientras corría. Ya estaba escribiendo mentalmente su testamento esperando a que un telepático lo encontrará para que viera sus últimos recuerdos y supiera que le dejaba toda su colección de libros arqueológicos a su gato (que se la pasaba más en la calle que en su casa, pero al menos lo visitaba), cuando miró de reojo como algo enorme salía de entre el follaje y se lanzaba sobre el jabalí tumbándolo hacia atrás chocando. con él.

Por la sorpresa, el pecoso volteó hacia atrás en mal momento y tropezó con unas raíces cayendo de espaldas contra el árbol dueño de dichas raíces, por suerte su mochila gruesa amortiguó el duro golpe, Izuku agradeció por un momento al cielo de haber puesto los nagas en su pecho y no dejarlos en su bolso.

Sin embargo, ese ligero alivio se esfumó por completo cuando escuchó un chillido fuerte y lastimero del jabalí que parecía ser estrangulado. El rostro de Izuku se puso blanco como el papel al darse cuenta de la criatura que lo "salvó" de ser clavado en colmillos sucios de un cuadrúpedo.

Una enorme, ¡Gigantesca!, Serpiente naranja con franjas negras cubría sin esfuerzo el cuerpo del animal de pelaje marrón y lo apretaba de tal manera que sus huesos crujían como cáscaras de huevos rompiéndose, no solo eso fue lo dejó medio muerto de miedo, sino qué, una parte humana de cabellos rubios cenizas con brazos que tenían unas manos y garras filosas que se hundían sin pestañear, incluso odio, en el cuello del jabalí para terminar de acabar con él.

Al final, dando un último grito de agonía, el jabalí murió dejando su lengua por fuera. El enorme naga se separó levemente de la bestia muerta e Izuku aún no salía de su shock, el pecoso miró hacia los adorables pequeños que se removía en su pecho y después al monstruoso adulto que ahora iba hacia él.

"Estoy muerto".

Fue en lo último que pudo pensar antes de que la adrenalina al fin se fuera de su cuerpo y cayera en las garras de la inconsciencia. Todo se oscureció en cuestión de segundos, pero quizás era mejor así, tal vez eso le serviría para llevar una muerte sin dolor una vez el naga lo quisiera matar.

(...)

Izuku despertó al sentir una pequeña mano que golpeaba su mejilla, abrió los ojos encontrándose con unos pares de ojitos rojos que le miraban de cierta forma preocupados. El omega se removió y llevó una de sus manos a su rostro para frotar sus ojos, después volvió a mirar a los pequeños y sonrió.

Su suave expresión pareció aliviar a los menores pues estos también sonrieron, Izuku los acarició y los atrajo ligeramente a su rostro para frotarse en ellos con cariño, no quería verlos tristes. Los bebés nagas eran demasiado lindos para ese cruel mundo lleno de injusticia, aunque, ahora que lo pensaba.

¿En dónde estaba?

El pecoso trató de sentarse, su cuerpo dolía y se sentía cansado, quería volver a dormir, pero no entendía qué ocurría. Cuando al fin pudo sentarse sobre su trasero y mirar a los lados se dio cuenta de algo, estaba en un nido, uno enorme que parecía estar lleno de hojas secas y pieles de animales, era suave, estaba bañado con un aroma a fogata y jengibre picoso.

Lo que más le llamó la atención eran las rocas que lo rodeaban por completo, parecía ser una enorme cueva, bastante amplia con una enorme entrada que dejaba entrar bastante iluminación. Izuku se levantó con las piernas temblorosas hacia la salida de la cueva, al hacerlo el viento le pegó en el rostro y revolvió su cabello lleno de ramitas y hojas secas.

Estaba en lo alto, muy alto en un acantilado, mirar hacia abajo daba una sensación de vértigo y miedo con todas las piedras puntiagudas que había allá.
Un pequeño resbalón y adiós a su vida, Izuku terminó por darse la vuelta y caminar al sitio en el que despertó, se dejó caer en el nido de pieles aún con los bebés en sus brazos y miró hacia la nada.

Tenía un par de dudas.

Uno; ¿Cómo fue que llegó allí?
Dos: ¿En dónde estaban sus cosas?
Tres; ¿Estaba muerto?

Posiblemente la tercera sea la más acertada, pero los dolores de su cuerpo por el sobreesfuerzo físico le hacía saber que en su perspectiva, estaba vivo, pero no del todo. No encontró su mochila por más que miró a todas partes tratando de hallarla, no recuerda muchas cosas antes de despertar allí.

Solo que estaba en la selva caminando con los bebés a cuesta, y después, después apareció aquel animal que lo trató de matar, de ahí las cosas eran más borrosas, sentía escalofríos en la espalda tratando de encontrar algo en su memoria que le diera una pista de lo que ocurrió.

Aunque, no tuvo que pensar mucho, salió de sus pensamientos al escuchar ruidos al fondo de la cueva, Izuku giró su cabeza hacia el origen de esos sonidos, incluso los pequeños en sus brazos vieron en aquella dirección, pero no parecían tan preocupados como él. El pecoso se preguntó la razón, sin embargo, el cuerpo de un animal muerto que fue arrojado a solo un par de metros de él lo sacó de sus pensamientos y un grito de sus labios.

—¿¡Qué fue eso!? —Izuku se echó hacia atrás pegándose a la pared de la cueva con los pequeños protegidos por sus brazos, ellos también se habían asustado al arrebato del omega y se aferraron con fuerza a su camisa, el pecoso sintió culpa y trató de calmarlos—, perdón, no fue mi intención, lo siento.

El pecoso se apresuró a quitarles el miedo, más notando como a uno de los castaños se le pusieron los ojitos brillantes. Izuku los acurrucó más y soltó levemente su aroma para hacerlos relajar un poco, después de que se aseguró que todo estaba bien con ellos miró al frente, era el jabalí muerto.

Parecían que le habían arrancado la piel y su carne hecha pedazos, juraba que podía contar sus costillas con facilidad desde su posición. Entonces recordó que fue exactamente lo que le pasó al animal y ahora tenía miedo de siquiera pestañear. Tembló cuando oyó un siseo, que no venía de ningún menor en sus brazos, y este era más fuerte, rústico de forma oscura.

Izuku pudo jurar que escuchó como había algo arrastrándose por las rocas de la cueva e iba a su dirección, el pavor lo llenó por completo cuando la presencia estuvo justo a su lado, una respiración pegaba ligeramente a su cabello e Izuku sintió que era 'saboreado' de la misma forma en que lo hicieron los bebés nagas antes.

Volteó su rostro despacio hacía en donde estaba el naga adulto, sí, era él, su enorme cuerpo escamoso se enrrollaba con facilidad haciéndose como una gran montaña, la parte humana inclinada hacia adelante, sus grandes brazos lleno de músculos estaban agarrándose de las piedras que habían a los lados y lo observaba con el ceño fruncido, reconoció en parte esa mirada intensa dirigida a su persona.

Parecía que le podía ver el alma con esos ojos color sangre, era escalofriante y se sentía juzgado. Izuku soltó un ligero quejido de miedo cuando el naga se acercó más, los bebés parecieron notar su angustia y treparon a su cuello, rodeándolo con sus pequeños cuerpo y miraban fijamente al que parecía ser su verdadero progenitor.

Sisearon en su dirección con una clara, pero muy débil advertencia, 'alejate', el naga rubio los miró sin cambiar de expresión y también siseó, pero fue de alguna forma más fuerte y dominante, casi como un gruñido, sin embargo, los nagas más pequeños no se movieron ni mostraron miedo.

Izuku encontró eso curioso, lo estaban protegiendo, como si fueran cachorros que no se querían separar de su madre bajo ninguna circunstancia e incluso pelearán por eso.
Le habría parecido adorable si estuviera en otro tipo de situación.

—Ingratos, le dan la espalda a quién los cuidó desde siempre por un humano con buen olor. —Izuku quedó de piedra al escuchar al naga hablar.

Tenía una voz profunda y ligeramente ronca, un hombre adulto en toda regla. El rubio gruñó por lo bajo y se alejó de ellos, deslizándose a una distancia prudente en la cueva, iba hacia al jabalí muerto sin prisa. Izuku tragó saliva tratando de asimilar lo que oyó.

—Puedes hablar. —dijo al aire y por la mitad que le dio el naga supuso que parecía idiota decir algo como después de haberlo escuchado—, e-eh, bueno, nunca antes se había comprobado eso, así que es algo muy importante.

Izuku se hizo pequeño en su lugar, tratando de no enfadar al ser que podía cortarlo y triturarlo como un pedazo de galleta entre sus dedos. No quería morir así, era demasiado joven, apenas si tuvo un novio en su vida y todavía necesitaba cumplir muchas otras cosas que tenía planeadas para su futuro.

—Ustedes los humanos se creen gran cosa, aunque, los que vivieron aquí hace mucho tiempo fueron mejor que los que vinieron de afuera, solo llegaron a destruir. —el rubio parecía gruñir y sisear en cada palabra, al estar cerca del jabalí tomó con sus manos algunas costillas fácilmente, comió tranquilo la carne que había en ellas y votó los huesos limpios hacia afuera.

—¿U-usted conoció a las personas que vivían en esta selva? —preguntó con algo de miedo, ¡Era emocionante para Izuku hablar con un ser mitológico y no morir en el intento!

—No, —dijo el naga y esta vez arrancó una pierna del jabalí—, pero, con ver las cosas que dejaron atrás, sus escritos y los viejos altares hacia nosotros me hace tener una idea.

Izuku miró hacia abajo, evitando ver como el rubio abría su enorme boca para morder la carne cruda del jabalí, que aún tenía sangre encima, como si fuera un pedazo de pastel. Los bebés en sus brazos eran tan pequeños y lindos, en su mente no cabía la idea de que ellos serían como el adulto de enfrente después de un tiempo.

Pero entonces, ¿Los nagas cuánto tardaban en crecer, años humanos o años serpientes?, ¿Como podían hablar su idioma perfectamente si los que vivieron allí hablaban de forma diferente? ¿Será que de alguna forma puede descifrar cualquier tipo de lengua y hablar normal?
¿Cuál es el tiempo en que los nagas  tienen a sus crías? ¿Por temporadas o cuando ellos quieren?

—¿¡Podrías callarte ya!? —la cola del naga azotó el suelo de piedra haciendo que Izuku saliera de sus pensamientos y dejará de murmurar, bueno, no sabía que lo estaba haciendo y se mordió un poco la lengua en reproche para sí mismo.

—Perdón… —murmuró, Izuku era un desastre y una vergüenza para la naturaleza, suspiró mientras miró hacia los adorables nagas que volvían a dormir en sus brazos—, ¿Son tus hijos?

El omega preguntó, con cuidado los depositó en el nido de pieles, todos juntos y enredados en un pequeño pastel de brazos y escamas, podría ser algo perturbador para muchos, pero lo más hermoso para él. Esas eran criaturas majestuosas de la vida y del mundo.

—Sus padres murieron, mi hermana los tuvo antes de eso, así que yo los cuido, son todo los que queda de nuestra especie. —votando los huesos de la pierna del jabalí, el naga se giró hacia él por completo, deslizándose para acercarse—. Pero tú, maldito humano, te los llevaste y ahora no puedo matarte como quisiera porque ellos te ven como su madre.

—Y-yo no quise… —la voz de Izuku tembló con miedo, así que por eso el naga no le había hecho daño—. No los tomé, lo juro, yo simplemente estuve ahí cuando nacieron y después me siguieron, de alguna forma se metieron entre mis cosas y cuando me di cuenta estaba lejos del nido, los traía de vuelta, los venía a dejar en donde los encontré, de verdad.

—Los humanos son estúpidos, metiéndose así en territorio que no es suyo. —el rubio no parecía feliz, en un sentido—. Obviamente ellos te tomarían por su madre, fue lo primero que vieron, una hembra con aroma dulce, puedo oler su esencia, viene de tu cuello sin marca y de entre tus piernas.

La boca de Izuku se abrió y se cerró. Un sonrojo cubrió su cara y por reflejo llevó sus manos a su entrepierna mientras se acurrucaba sobre sí mismo de nuevo, ¡¿Podía olerlo?!  Seguramente mal, no había tomado una ducha en días y eso le daba más vergüenza todavía, no tenía ni idea de que el naga pudiera hacer eso, y decirlo directamente sin filtro lo hacía querer que la tierra se lo comiera.

Al rubio le pareció graciosa su reacción pues sonrió diversión perversa, sus dientes con colmillos sobresalientes le dio escalofríos por todo el cuerpo, debió de recordarse que ligeramente la otra parte de ese dios griego era una serpiente. Su parte humana era atractiva y el sueño húmedo de todo adolescente omega, joven atractivo con aires de chico malo.

—¿Sabes? También puedo oler otra cosa. —el rubio dijo lamiendo el aire como lo hacía una serpiente normal—, hueles fértil, una hembra madura y lista para el apareamiento, quizás mi especie no esté tan casi muerta como pensé.

—¿D-de qué hablas? Yo necesito volver, ya traje a los cachorros, significa que me puedo ir… —a Izuku no le gustaba nada lo que había dicho el naga, retrocedió un poco cuando lo vio acercarse más a él, acechando como un depredador a su presa, bueno, eran básicamente eso.

—¿Volver? Buena suerte escapando de mi, —la larga parte escamosa del rubio empezó a rodear el nido con él a Izuku, estaba atrapado—, como dije, eres ahora la madre de los mocosos que cuido, pero también, puedes darme mis propios mocosos, hacer que mi especie crezca más.

Izuku se encontró siendo prisionero del naga, el rubio prácticamente lo tenía enjaulado contra la piedra y su cuerpo, los bebés dormían pacíficos a casi un metro de ellos sin darse cuenta de nada. E Izuku, en serio que maldecía su mala suerte y su amor por la naturaleza.

Pensaba seriamente en que no podría cumplir la promesa que le hizo a Iida de volver a tiempo para la expedición y explorar las ruinas de la antigua civilización. ¿Acaso su destino sería vivir en esa cueva cuidado de bebés nagas por el resto de su vida? Eso sí era escalofriante.

(...)

Deku viendo que ahora le toca ser la "hembra" del guapo naga y llevar a sus bebés: ni modo, lo que toca toca.👊😔

Aksksdidk wenas, ya volví, saluden a hormigón, también los extrañó 🐜

Espero que les haya gustado y que me hayan dejado muchos comentarios akdkfkfk

Zaorycast.✨✨

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