Eran aproximadamente finales de septiembre, una tarde fría y ventosa, advirtiendo el inicio del otoño. Cada otoño significaba algo importante para mi corazón, un significado latente y melancólico, que en cada otoño me inunda un sentimiento tan... inexplicable.

Me aleje del balcón, ya que había escuchado un sonido proveniente de la puerta de mi habitación, era Marian, mi acompañante, la deje pasar para segundos después parara en seco a dos pasos lejos de mí.

- Princesa, me preguntaba ¿si esta tarde tendrá alguna visita o se tomará un descanso?

- Mmm, desearía tomar un descanso pero mi padre tiene que ir a Montier y me ha pedido ir con él, quisiese que fueses conmigo – Dije más como una orden como una opción, esta vacilo por instante pero enseguida me respondió

- Si usted desea que yo vaya, yo iré, princesa. ¿Ha sabido algo de su guardián?

– Negué –

- Sigo esperando noticias de él, espero pronto tenerlas – Dicho eso, esta asintió y se retiró dejándome sola en la habitación.

Pasado unas horas mi padre me esperaba abajo junto a mi madre, ambos sonrientes, mi madre cargaba un vestido rojo abrigada con un tul del mismo color, mi padre vestía de un traje negro sencillo, con un pantalón blanco, ambos sin darnos cuentas estábamos combinados, ya que, yo llevaba un vestido negro con detalles rojos y abrigada con un tul blanco, reímos al darnos cuenta de ello. Ya todos juntos nos subimos al carruaje y nos fuimos a Montier. No recordaba que ir a Montier era tan rápido, duramos unas dos horas en llegar, el rey y la reina Vanessa nos recibieron, ambos estaban algo contentos de vernos en su palacio, yo solo me limitaba a saludar, sonreír y reverenciar. Solo hasta que la reina Vanessa poso, su mirada en mí

- Princesa Esmeralda que hermosa estás, ha pasado mucho tiempo que no te veo – empezó a observar a mi alrededor, solo vio a mi acompañante - ¿y tú guardián que no lo veo por aquí? – Preguntaría ella algo curiosa

- El guardián de mi hija, se fue de campaña, como sabrán prestamos ayudas a la provincia de Tshu por las rencillas que presentan con la provincia de Bolmire – Contestaría mi padre, la reina Vanessa asintió viéndome y luego vería mi padre.

- Sí, es una pena que nuevamente Bolmire se ponga en esta situación, por lo menos la provincia de Varshille aprendió y supero el pasado – Diría ella con cierta ironía en lo último.

- Si, tienes toda la razón querida Vanessa – Respondería esta vez mi madre. Yo ya harta de la incomodidad que me causaba está conversación, respire profundo.

- Reina Vanessa ¿Su hija Benjamín dónde está? Quiero saludarlo, hace tiempo que no lo veo – La reina Vanessa me miro y sonrió.

- Debe estar en el jardín – Diría algo cortante.

- Deberíamos casarlos sería estupendo estas dos familias – Opinaba mi madre, a lo que los reyes se miraron entre sí, y yo simplemente desvié la mirada.

- Eso será imposible, querida Claire – Reiría la reina Vanessa – Mi hijo ya está comprometido ¿No se enteraron? Se comprometió con una doncella, muy educada y buena muchacha.

- Yo me retiro a buscar al príncipe, sus majestades – Dicho eso me retire rápidamente del lugar, y fui hacia el jardín, Marian venía a mi lado.

Nunca me había tomado el tiempo de ver el palacio, era hermoso, simplemente, hermoso, a decir verdad los reyes tenían un buen gusto, me detuvo para contemplar la belleza de fuente que tenían cerca del jardín, rodeado de rosas, eran rojas, blancas y azules, que desde donde estaba, su aroma me embriagaba. La fuente era de mármol rosado pálido, con dos ángeles a sus costados formando un tipo de arco unido por hileras de rosas era simplemente hermoso, pero una voz conocida me despertó del trance.

- ¡Lo veo y no lo creo! ¿Esmeralda? – Diría la voz de una mujer, voltee de inmediato porque sabía de quien se trataba, Louisa. Estaba distinta a la última vez que la vi, esta vez portaba un vestido más pomposo como los que usualmente ella quejaba que yo usaba, color azul cielo, con un abrigo azul pero más oscuro, le quedaba divino, cuando se acercó a mí la detalle, tenía en su mano izquierda, en su dedo anular un anillo de zafiro. – Esmeralda, guao, estas preciosa.

- Louisa – Sonrei, mire a Marian dándole el gesto de que me podía dejar sola, esta asintió, ya solas mire a Louisa – No puedo creer como estás vestida, y ese anillo ¡es hermoso! ¿Lo robaste? – Esto último lo dije riendo, esta negó mientras reía.

- ¿Me crees capaz de eso, princesa Esmeralda? – Puso su mano en el pecho y diciendo aquello en un tono ofendida, para luego reír – Me voy a casar, no seas tonta, me caso con el príncipe Benjamín – La mire estupefacta, ella era la doncella – Sé que es sorprendente, lo juro... pero luego de lo sucedido, ambos nos dimos cuentas de muchas cosas.

- Muchísimas cosas – diría una voz masculina detrás de mí, al voltear vi a Benjamín, me reverencie ante él y este hizo lo mismo dándome un delicado beso en mi mano derecha – Es bueno verte nuevamente, Esmeralda.

- Lo mismo digo, los dos me deben contar muchas cosas, y menos mal que se comprometieron, ya mi madre me quería casar contigo – Dije riendo, a lo que solo Louisa rio.

- Esmeralda, han pasado tres años y aún no te has comprometido, con nadie, nadie posee la mano de Esmeralda Quiroga, deberías pensar en eso, porque si Miles y tú no toman la decisión de decirle al mundo que están juntos, el mundo se les vendrá encima, ya sea tarde, o temprano, en cualquier momento alguien tomará tu mano, y ese será el punto sin retorno, no lo olvides, ya tienes 20 años – Diría Benjamín muy serio – Solo te lo digo como un amigo, pero, vamos a sentarnos y hablemos, tenemos que ponernos al día, pero piensa en eso.