Capítulo 12: Visita no esperada
Me desperté temprano por la mañana, hice lo usual de siempre, lavarme cara, bañarme, cepillarme los dientes y vestirme, elegí por ponerme un vestido de gaza con tul y seda, mangas largas, lila adornado con detalles purpuras con destellos dorados, tacones que combinaban con el vestido, me dejé el cabello suelto y salí de la habitación, al lado de la puerta estaba Miles esperando por mí, este llevaba un tricornio con el borde blanco con escarapela multicolor, botas negras cubiertas por polainas y un pantalón blanco, al verme este sonrió e hizo una reverencia besando mi mano
—Buen día, Esmeralda — sonrió amablemente con un tono de tranquilidad
—Buen día, Miles — Sonreí, posé mi brazo sobre el suyo y empezamos a caminar por el palacio — Miles, anoche vino Melina a mi habitación — le informe, a lo que Miles enseguida volteó a verme, tenía una ceja levantada, su semblante era tenso se veía cierta confusión y desconfianza en él.
—¿Y qué quería la princesa Melina? — Paré en seco, miré a los lados para asegurarme de que nadie nos escucharía — Miles, no me vas a creer, pero...hay que ayudar a Melina — Me miró aún más desconcertado — Miles, el rey es un... asesino — Esto último lo dije en un susurro.
—Esmeralda eso ya lo sabíamos ¿Qué tiene que ver ella en esto? — diría él con aparente ápice de desinterés.
—Miles, escúchame, casi la mata a ella y a su esposa, la reina — Miles abrió los ojos de par en par — Sí, como escuchas, hay que salir de aquí hoy mismo, y llevarnos a Melina, la muchacha me da tanta pena no quisiera dejarla aquí y que sufra por su padre, Miles.
—Buenos días, princesa Esmeralda — Se acercaba Jaren a nosotros — Miles — Ambos asintieron en forma de saludo — Su majestad está muy ocupado hoy para atenderlos así que me ordenó acompañarlos a donde sea que ustedes quieran ir — Sonrió amablemente, nosotros lo mirábamos con cierta duda, a pesar de ser amigo de Dante y habernos acogido en su casa no podíamos olvidar que era centinela — Muchachos, no estoy en su contra, se los juro, debo decirles que Louisa y Benjamín están bien, Dante se quedó con ellos — diría él como si supiera lo que ambos pensábamos.
—¡Esmeralda! — La voz de Melina se hacía presente en el lugar saliendo de su habitación, esta llevaba un vestido de tul sencillo, color azul cielo, su cabello atado con una coleta y una diadema de flores azul con tonalidades blanca, se acercó a Jaren, abrazándolo, luego me abrazo a mí y a Miles — Buenos días, que bueno verlos a ustedes aquí ¿les parece si vamos al patio a desayunar? — Todos asentimos y nos dirigimos al amplio patio, este estaba cubierto de árboles florales, Melina siguió caminando hasta llegar a un puente, paró en seco y volteó a vernos — Bienvenidos a mi lugar favorito, aquí nada más entró yo — al pasar el puente, Melina sacó una llave para abrir una puerta de madera, al pasar, había un gran jardín con un camino de piedras hasta una casa pequeña, esta sacó otra llave de su vestido y abrió la puerta, dejándonos entrar, la casa era lo bastante acogedora, paredes rosa pastel, con cuadros de paisajes y de su familia, una mesa redonda con un mantel blanco, sillas de madera estaba en medio de estas — Siéntense, muchachos, espérenme aquí — Dicho eso, se fue yendo a otra habitación, deduciendo que fue hacia la cocina.
—¿No les parece raro que Melina nos haya traído aquí? — Preguntaba Miles en voz baja para Jaren y para mí.
—No es la primera vez que vengo, Melina es así, este es su rinconcito de paz — Jaren parecía no tomarle importancia al asunto que Miles parecía tomarle cierta duda — Miles, no dudes de Melina, es una buena chica, dulce y carismática, además la vida la ha golpeado mucho, no la juzgues.
—Jaren ¿tú y Melina son algo? — Pregunté por curiosidad
Jaren negó, riéndose — Es solo una niña que siempre he querido proteger y además... —
Melina entraba a la habitación e interrumpió a Jaren — Además yo solo tengo ojos para un solo hombre, y ese es Antonio. Jaren es solo mi protector, siempre lo ha sido y yo os quiero por eso — Melina traía una bandeja, con cuatro platos cada uno con ensalada de frutas, y pan con mermelada de ciruela, los sirvió a cada uno y luego se retiró, al instante volvió con una jarra de vidrio con jugo de naranja y cuatro vasos de vidrio, se sentó junto a nosotros para desayunar.
—Todos los centinelas adoran a Melina, es la única de las dos hijas del rey que es amable con todos, en cambio su hermana es bastante grosera — Diría Jaren, levantándose y tomando los platos y más atrás Miles lo haría para ayudar un poco.
—Se parece a Esmeralda — añadiría Miles, riendo, lo miré levantando una ceja, cruzándome de brazos— Todos aman a Esmeralda, ella es la versión más noble de su padre y la versión más ruda de su mamá, por eso todos aman a Esmeralda, pero terca como ella nadie — Todos reímos ante el comentario de él.
—Pues princesas tenían que ser — reiría Jaren.
—¡Jaren! ¡Por favor! — Reiría Melina, mientras estos iban a la cocina.
Pasábamos la mañana en la casa oculta de Melina, caminando por el jardín y conociéndonos, Melina era una gran muchacha ciertamente, mientras Miles y Jaren practicaban el arte de la espada, defensa y ataque; Melina y yo estábamos sentadas en el jardín leyendo un libro, el ambiente estaba tranquilo y fresco, cuando llegó otro centinela al lugar, esta se preocupó de inmediato, este centinela se veía algo alterado, era de un metro noventa, fornido, tez blanca, ojos verdes, cabello lacio que discutía entre rubio y marrón, Melina se paró de inmediato y llamó a Jaren, Melina se acercó al centinela que acababa de llegar, puso ambas manos en las mejillas del hombre, y besó tiernamente sus labios
—¿Qué paso, Melina? — Decía Jaren, llegando más atrás Miles que se puso a mi lado, Melina volteaba sujetando la mano del centinela — Antonio ¿Qué sucede?
—Vine lo más rápido que pude a informarles que hay una nueva visita en el palacio — El centinela que ahora sé que se llama Antonio, nos miró a Miles a mí y luego a Melina — Amor, esto es peligroso para ellos, para ti —Melina asentiría.
—¿De dónde es el nuevo visitante? — Preguntó Jaren, muy serio.
—Es el príncipe de Montier, Benjamín Castillo — Miles y yo nos miramos confundidos — Dice que vino hablar con el rey personalmente — Jaren movía la cabeza para ambos lados en forma de negación.
—Antonio, acompáñame, ustedes cuídense, ninguno de los tres se separe — Ordenaría Jaren a lo que todos asentimos, Antonio y Jaren se habían ido a paso apresurado, esto era raro, ¿Qué hacía Benjamín aquí? ¿Y qué era lo que debía hablar con el rey?
Después de un tiempo debatiéndonos que íbamos hacer, decidimos irnos otra vez al palacio e ir por Benjamín; pasábamos por amplios pasillos y salones hasta llegar a un salón que Melina llamaba "El salón de la vanidad", al entrar se podía observar múltiples cuadros del rey, algunos muy contados de sus hijas y su esposa, y en su mayoría de los triunfos del Rey Gerónimo y su padre; una figura masculina se divisaba viendo uno de aquellos cuadros, el cuadro del rey Gerónimo siendo coronado lo titulaban "El Tirano", era Benjamín quien se encontraba allí observando, este volteó a vernos cuando sintió nuestra presencia, se limitó a solo observarnos a cada uno.
—Benjamín ¿Qué haces aquí? — Tomaría la primera palabra Miles después de un rato observándonos.
—Tenía que venir, y sacarlos de aquí ¿No os parece? — A pesar de que su acción parecía gentil y apropiada, su voz no lo parecía, estaba irritado o quizás incomodo — ¿Ella quién es? — Preguntó, notando a Melina
—Melina, princesa de Lorey — Expresó ella sonriendo ampliamente a lo que él solo hizo una reverencia — Quizás te incomode que esté yo aquí, si quieres me retiro y ustedes puedan hablar yo debo salir con mi nana.
Miré inmediatamente a Miles, teníamos que salir cueste lo que cueste y nuestro boleto de salvación era Melina — Melina ¿Y si te acompañamos? Estar aquí todo el día es aburrido — Ella permaneció unos minutos callada, parecía estar meditando mis palabras para luego asentir — Pues vamos ahora mismo, mi nana sale a estas hora al mercado —
Salir del palacio fue algo fácil, ningún centinela nos vigilaba, solo estábamos la nana de Melina, ella, Benjamín y nosotros, era el momento perfecto para escapar; íbamos directo al mercado allí podíamos colarnos y así llegar rápidamente a casa de Jaren y de ahí irnos junto con Dante y Louisa.
—¿En qué piensas, Esmeralda? — Llamaría mi atención Benjamín que se encontraba a mi lado — No mucho la verdad, solo pensando como... —
—¡Princesa! — Llamaría mi atención la voz de Dante acercándose a mí, este cargaba una túnica color vinotinto y ropajes negros, a su lado estaba Louisa ella solo llevaba pantalón beige, camisa arremangada blanca con un corsé vinotinto y botas negras — Dante ¿Qué hacen aquí? — Pregunté algo extrañada. Benjamín y Miles saludaron a Dante y a Louisa con bastante alegría teníamos días que no los veíamos.
—Vinimos por algunas hortalizas, los centinelas nos vienen pisando los talones desde que nos vieron — Exclamaría Dante rápidamente guardando algunas hortalizas que llevaban en una bolsa — Los vimos y bueno quisimos saludarles, vemos que están bien... ¿Cuándo nos iremos? —
—¡Están allá! ¡A ellos! — Se escucharía la voz de varios centinelas, Louisa tomé el hombro de Dante y este volteé rápidamente la vista hacia los centinelas — Esta conversación la tendremos en otro momento, nos toca huir, cuídense, muchachos, nos vemos pronto — Dicho eso, Dante y Louisa salieron corriendo del mercado, los centinelas se acercaron a nosotros, dos se quedaron y los demás siguieron tras ellos.
—¿Ustedes estaban hablando con esos dos? — Preguntaría uno de los centinelas más altos.
Todos negamos — No lo nieguen, los vimos — Añadiría el que estaba al lado del primero.
—Señor Clarence ¿Pasa algo con mis invitados? — Diría Melina, acercándose junto a su nana, el centinela las vio un par de minutos — Señorita Melina, sucede que vimos a sus invitados hablando con unos sospechosos y usted sabe que hay un grupo que quiere matar a su padre y creemos que ellos son parte de... —
—¡Señor Clarence! Mis invitados jamás conocieron Lorey, ni mucho menos sabían y tenían convenios con este reino para querer matar a mi padre, no sea imbécil y déjenlos en paz, váyase — Molestia prenotaba en su voz más su semblante estaba relajado, ambos centinelas asintieron y se retiraron.
—Bien es hora de irnos al palacio — Dijo Melina sujetando la mano de su nana con una sonrisa en su rostro.
—Esta mujer es lo bastante mandona ¿Cierto? — Reiría Benjamín a lo bajo para solo yo escucharlo, reí con el — Benjamín ¿a qué viniste?
—Quería venir a estar con ustedes, conocer al rey y si aconteciere algo pues... yo estar con ustedes — Bajé la mirada de inmediato, lo traje aquí al propio matadero y aun así pensaba en quedarse — Esmeralda sé que te sientes culpable por habernos traído aquí, necesito que me expliques tus intenciones de venir aquí sabiendo el peligro, aunque tengas a Miles para defenderte, tú y yo sabemos que no va a ser suficiente para salir con vida de aquí — Dijo poniendo su mano sobre mi hombro mientras caminábamos al palacio, yo asentí.
Entramos al palacio, los centinelas nos miraban con desprecio y se mantenían en la puerta vigilantes de cualquier peligro que pudiera acechar el palacio, la nana de Melina se despidió de nosotros y se retiró, Melina se quedó con nosotros, nos mencionó sobre la biblioteca de su padre y nos quería llevar allí, hablaba de ella con gran anhelo que no podíamos decirle que no, antes de llegar a la biblioteca a unos tres palmos de la puerta, observamos que Jaren y Antonio venían caminando rápido hacia nosotros.
Jaren tomó los brazos de Melina, la contempló un par de minutos y luego la abrazó, esta se quedó inmóvil, no entendía la reacción de él, pero ella si deducía por donde iba su actitud —Melina, prométeme que te cuidaras, Antonio te protegerá lo más que pueda, pero de ti corre que salgas de aquí con vida, el rey está irascible, no sabemos porque, por favor cuídate, yo me tengo que ir — Melina abrió los ojos de par en par y empezó a negar — Sí, sí, Melina, debo cumplir órdenes, prometo cuidarme, y ustedes — nos vio a nosotros — Muchachos, cuídense también, pronto estaré aquí — Dicho eso, Jaren corrió hasta desaparecer.
—Antonio, esto no es justo — Comentaría Melina, abrazándolo, Antonio la separó un poco y la miró a los ojos.
—Mi niña, todo estará bien, te doy mi palabra — Melina se separó de él, reincorporándose a mi lado.
—En la noche habrá un gran banquete, deben estar listos para cuando sea la hora, es mejor que vayan a sus habitaciones, los escoltaré hasta ellas — Comentaría Antonio cuanmdo comenzó a caminar.
Melina decidió quedarse conmigo en mi habitación hablando y leyendo algunos libros, Miles si decidió irse a descansar y Benjamín con él, no antes de recordarme nuestra conversación pendiente; todos estábamos preocupados ante aquella nueva situación que se presentaba, pero ninguno hablaría de ello, la más preocupada de todo esto sería Melina, le preocupaba la vida de Jaren y que tipo de ordenes pudo haberle mandado su padre para que se fuera con tanta rapidez.
—A veces no entiendo porque la vida se empeña en ponérnosla difíciles a unos cuantos, yo era feliz viviendo en el campo con mi mamá, mamá odiaba este palacio, por eso se fue, se fue y me dejo aquí, prometió volver ¿Y qué? ¡Han pasado ya dos malditos años! ¡Mi mamá me dejo aquí a mi suerte! — La voz de Melina empezaría a quebrarse.
—Hey, Hey, todo estará bien, tranquila Melina, tu mamá vendrá, confía — La abracé, ella necesitaba que alguien la abrazara, sintiera que alguien la entendía, y yo más que nadie podría entender ese dolor que ella llevaba en su alma.
Horas más tarde la puerta sonaba, abrí, era Melina y Miles, ahí supe que ya era hora de la cena, bajamos rápidamente hasta el gran salón, en este gran salón estaba Francheska, El rey Gerónimo y Benjamín, apenas nos vio se nos acercó, abrazó a Miles y luego a mí, hizo una reverencia hacia Melina, esta se retiró yendo hacia su hermana dejándonos con Benjamín, este se notaba algo nervioso y algo irritado.
—Esta tarde no concluimos una conversación pendiente, Esmeralda —Asentí, sabía que en cualquier momento él quería saber mis intenciones y yo se las haría saber — Primero que todo ¿Por qué no me dijeron que venían? — Susurró para Miles y para mí, Miles solo se mantenía en silencio mientras llevaba su vista a todos lados.
—No podía permitir que vinieras hasta el castillo, no me lo perdonaría, los traje aquí sin comentarles nada, perdóname — Benjamín me sujeto de la mano y la beso — Quería conocer Lorey, y tenía la invitación del rey a mis padres, sabía que si venia podríamos hacer convenios con este reino, conocía la historia de este mismo, y el reino es riquísimo en vino, haciendas y ganado, era el perfecto para ayudar a mi pueblo, Benjamín... además la invitación era el guiño perfecto para yo venir, mis padres no lo saben, ellos piensan que estoy en las montañas en un campamento junto con Miles —Benjamín ladeó una sonrisa y luego sujetó mi mano.
—Ya no estoy molesto, entiendo porque lo ocultaste, quien sigue molesta es Louisa — Hice una mueca de tristeza.
—¡Bienvenidos, mis huéspedes! — Tomaría nuestra atención el rey Gerónimo, este tenía una sonrisa de oreja a oreja, vestía con un gran traje vinotinto con una capa plateada, realzaba sus finos gustos y facciones — Los invito a que se sienten y degusten tan exquisito banquete que mande a preparar para ustedes mis honorables invitados, sonrió este mientras se sentaba, luego dirigió la mirada a Miles — Usted, el guardián de la princesa Esmeralda, también, hombre, siéntese — Miles fue el último en sentarse.
El primer plato de la noche, fue cordero bañado en vino con un consomé de verduras y de acompañante jugo de ciruela para bañar al cordero, la cena iba por buen camino, todos amenos reíamos y hablábamos.
—Entonces, señor Córdoba ¿Vivió toda su vida en Quiroga? — Preguntaría el rey, Miles lo miró con una sonrisa y negó.
—En los primeros años de mi vida viví en Montier junto a mi madre, que en paz descansé — El rey lo observaba con detenimiento mientras este hablaba — Luego de que mi madre falleció por circunstancias que aun desconozco, me fui a Quiroga, y empecé a trabajar en el palacio.
—Vaya, lamento lo de su difunta madre, señor Córdoba — el rey miró a Benjamín y luego a mí — Ustedes deben ser la próxima generación de reyes, que bueno que sus padres puedan contar con ustedes para crear lazos con reinos y provincias vecinas, no sabía que vendría usted príncipe Benjamín con tal propuesta de unir a Lorey y Montier para la producción de armas e importaciones de ganado, me tomó de sorpresa — Reiría el rey y Benjamín rió por cortesía. Mientras sucedía eso el segundo plato era servido, este consistía de pavo al horno, bañado en vino blanco.
—Sí, será un honor para mí y para mis padres llegar a esa unión, claro, si usted acepta — Diría Benjamín, llevándose a su boca un sorbo de vino tinto, el rey sonrió, a pesar de ver una sonrisa en su rostro sus ojos me decían algo mas y Miles se percató de eso ya que me miraba fijamente tratándome de decir algo.
—¿Y qué les ha parecido Lorey? Mis hombres me han contado que siempre se la pasan con mi hija menor, con Melina, que pena de verdad si mi hijita les ha causado alguna incomodidad, esta niñita no se mide — Esto último noté desprecio en su voz, Melina bajó la mirada a su plato y Francheska se reía ante tal comentario.
—Al contrario, señor, su hija nos ha entretenido mucho en estos dos días que hemos tenido aquí, su hija ha sido buena y atenta con nosotros es lamentable que mañana nos iremos ya para nuestros reinos — Añadí con una sonrisa en el rostro, el rey tomó un sorbo de su vino, su mirada era soberbia.
—Entonces, Melina, te comportaste como niña buena, que bien, hija, nunca lo haces — Ladearía una sonrisa para su hija y esta lo miraría fijamente — Que bueno que la hayan pasado bien aquí en Lorey junto a mi hija, y sí, es cierto es una pena que se vayan tan pronto.
Todos conversábamos amenamente, reíamos y compartíamos un buen rato, música sonaba en todo el salón, Benjamín optó por sacar a bailar a Melina ya que notamos que esta estaba algo triste, Miles se mantenía vigilante mientras me veía bailar con el rey, pero toda esta felicidad momentánea fue perturbada de un momento a otro, centinelas entraron al lugar, agarraron a la fuerza a Benjamín y a Miles, me quede inmóvil por un momento, tragué saliva y miré al rey, confundida, me separé de este y me acerqué a los muchachos.
—¿Qué atropello es este? ¿Por qué tratan a mi guardián y al príncipe Benjamín como si fueran criminales? ¿Acaso le hemos hecho algo para que os trate así? — Dije con las manos hechas puños y con un tono serio. El rey hizo un ademán con la mano y se llevaron a Miles y Benjamín a pesar de que estos ponían resistencia, yo negaba a tal hecho.
El rey se acercaba a mi rápidamente — He sido informado de que ustedes son unos traidores y forman parte del grupillo que quiere sacarme de mi reino, y eso no lo voy a permitir, princesita ¡llévensela! —
—Padre, no, no por favor — Se acercaría rápidamente Melina interponiéndose entre los centinelas y mi persona.
—¡Melina no te metas en mis asuntos! — Diría el Rey acercándose a ella.
—¡Padre no voy a permitir que te lleves a Esmeralda siendo inocente! — El rey le dio dos cachetadas a Melina.
—¡Tú no eres quien para entrometerte en mis decisiones! ¡Llévensela he dicho! ¡Antonio llévate a Melina a su habitación y enciérrala, que no salga! —
A la fuerza a me sacaron del salón llevándome a rastras por escaleras y escalones, hasta llegar a un sitio oscuro y tétrico, no había casi luz en él, solo algunos faroles los iluminaban, haciendo el lugar con luz tenue, escuchaba algunos alaridos de dolor y algunos quejidos; los centinelas pararon en una de las celdas, la abrieron y me lanzaron allí, uno de ellos se quedó adentro de la celda y el otro vigilaba afuera, el que se quedó adentro sujeto mi pie derecho a unas cadenas que se encontraban ahí, luego me propino un golpe en la cara, reía mientras lo hacía, me agarro por la cara y luego me estrello contra el piso dando un fuerte golpe en la cabeza, en este punto mi dureza se estaba desvaneciendo, quería llorar, llorar y morirme, esto era mi culpa y yo estaba pagando las consecuencias de eso, el centinela rasgó la manga de mi vestido, agarró un látigo y empezó a azotarme con severidad.
—Basta por favor... basta... — solté entre sollozos, sentía el ardor del látigo por todo mi cuerpo quería que parara.
—Ay ¿ahora la princesita quiere que pare? ¡Pues no! — Exclamé este y un azote más se hizo presente en mi cuerpo.
—¡Arturo! ¡Déjala! Se está empalideciendo, es suficiente por hoy, mañana vienes y la torturas de nuevo — Hablaría el centinela que se encontraba afuera, mi ofensor soltó un bufido se acercó a mí, apretó una de mis heridas haciéndome quejar, rió fuerte ante eso y salió, luego cerraron la celda, dejándome completamente sola, herida y sin saber a dónde estaba Miles y Benjamín.
—¡Esmeralda! ¡Esmeralda! — Escuche gritos en una de las celdas, me repuse como pude y me acerque a los barrotes — ¡Miles! Miles ¿eres tú? —
—¡Sí! ¿Dónde estás? Saca tu mano para poder verte — saqué mi mano derecha con algo de dificultad, luego vi una mano saliendo de la celda siguiente de la mía, Miles estaba al lado eso me tranquilizaba un poco — ¿Estás bien? ¿Te hicieron algo? — Me vi, mi ropa sucia, rasgadas, tenía heridas de azotes algunas brotaban sangre en otras no — Esmeralda, responde ¿Estás bien? —
—S...sí Miles —vacilé— estoy bien, tranquilo. Y... ¿Benjamín? ¿Dónde está?
—No lo sé, se lo llevaron a otro sitio nos separaron — La frustración se hacía presente en su voz, no podía verlo, pero sentía que estaba frustrado y molesto — ¿Cómo que los separaron? ¿De qué hablas?
—Como escuchas, nos separaron, no sé qué le están haciendo, pero se escuchaban sus alaridos antes de que tú llegaras, Esmeralda.
Me quede callada, unas lágrimas bajaban por mis mejillas, me eche en el suelo y recosté mi cabeza de la pared y deje el paso libre al lamento, todo esto era culpa mía, era las consecuencias de venir y de haber ocultado todo... fui una estúpida.
—Aquí estaré por si necesitas hablar, Esmeralda — Fue lo último que escuche de Miles antes de que me desmayara.
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