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Capítulo 4

La señora Kim es insoportable cuando de sus hijos se trata. Durante toda su niñez procuró que fueran felices, no quería escuchar quejas a los veintitantos años acerca de una niñez aburrida y sin chiste. Pues bien, ciertamente ni TaeHyung ni Jimin darían quejas de su niñez, o su adolescencia (al menos no por completo), no obstante, ¿se puede decir lo mismo de su adultez? Los chicos fueron criados para disfrutar de la infancia, pero afrontar la adultez. Para TaeHyung, la adultez significa dos cosas: el compromiso y la apariencia.

     —Mamá, ¿por qué tenemos que venir a esta cena? Ya es la segunda vez que nos invitan en el mes.

      La señora Kim se toma un segundo para prestarle atención a TaeHyung, quien acomoda su camisa para no verse demasiado desarreglado. Segundos después, regresa la vista hasta Jimin, a quien ayuda peinándolo de la mejor manera que puede dentro del maldito auto.

     —Creí que te gustaba venir seguido a la casa de los Jeon.

      —Me gusta venir con JungKook, no venir a cenar. —Al final, Tae se da por vencido con su ropa. Lleva los ojos a su madre y hermano, odiando verlos tan preocupados—. ¿Qué haces, mamá? Su cabello está bien, nadie se va a dar cuenta.

      —Ah, TaeHyung. En veintidós años no has entendido. La apariencia es como una semilla.

      —¿Por qué el cabello de mi hermano es una semilla? No es como si fuéramos a la casa del presidente.

     —¿Por qué estás tan irritado? —Jimin pregunta desde su asiento—. Incluso cuando sea una cena, vienes a ver a JungKook, ¿no?

      —¿Para qué quiero ver a JungKook? Ni siquiera le gusta estar en traje. Lo veo todos los días, literalmente, y en lugares más divertidos.

     —Ya. —Jimin pide, en un mal tono que hace a TaeHyung verle directamente—. Te comportas como un ogro.

      —¿Y a ti qué? —TaeHyung mira a su hermano desde el asiento del copiloto—. Ni siquiera le agradas a JungKook.

     Las palabras de TaeHyung hace que Jimin le regale una mueca molesta. La señora Kim no puede permitir que sus hijos, sus hijos que ya son bastante más grandes, mantengan una conversación donde se estén faltando al respeto. Ella los mira con severidad, pero más a TaeHyung, que es el niño más respondón de entre los dos. En su defensa, Tae sólo alza las manos, como deslindándose de cualquier culpa, y suspira incómodo en el asiento.

     —Bueno, ¿ustedes dos ya solo viven para pelear? Si se querían mucho siendo menores.

     —Dile a tu hijo. —Suelta el omega—. Siemore está haciendo problemas conmigo.

     —¡Ah! ¿Yo soy el problemático? —En ese momento, TaeHyung voltea todo su cuerpo, o lo más que puede, hacia los asientos traseros—. Si nos llevamos así desde que, quién sabe qué te pasó, qué comenzaste a odiarme.

       —Cállate ya, TaeHyung.

      —Pues callate tú, Jimin. —De regreso a su posición, TaeHyung se cruza de brazos—. No puedo creer que me haces ver como el malo de la película. Además, ¿qué es ese maldito olor?

      La señora Kim se atreve a oler con un poco más de constancia. Nota un olor dulce que se cuela hasta sus huesos, demasiado fuerte y penetrante, al grado de que, incluso siendo ella un omega, le resulta tan molesto como para arrugar ligeramente la nariz.

     —Es cierto, huele fuerte.

      —Solo me puse un poco de perfume. —Jimin se talla el cuello como si quisiera eliminar rastro del aroma.

     TaeHyung cubre su nariz. —¿Un poco? Te echaste toda la botella encima. ¿Qué es ese aroma? Huele a dulcería.

      —¿En serio huele muy fuerte? Mamá-

      —No es tan, tan, tan fuerte.

      —No. —Repite TaeHyung—. Sólo asegúrate de lanzarte a la fuente antes de entrar.

      —¡Mamá!

      —TaeHyung, deja en paz a tu hermano.

     Las cosas han empeorado su relación a lo largo de los años. TaeHyung no quisiera decir que su hermano se vuelve cada día más insoportable, porque, si bien es cierto que su mal genio lo hace ver como tal, no es como si de verdad no lo quisiera con todo su corazón. De vez en cuando hay días donde ellos dos despiertan de buenas, entonces recuerdan todo lo que vivían juntos antes, y mantienen frescos los recuerdos de su niñez. Lo malo de eso es que dura apenas un día, o unos pocos días si es buena suerte. Después de eso, regresan a la rutina nueva de llevarse mal, de recordarle al otro lo pesado de su existencia.

     Lo que a TaeHyung lo mantiene tan incómodo al lado de Jimin, es su forma de tergiversar las situaciones y ponerse como la víctima, sobretodo cuando se trata de Jeon JungKook. Tae sabe que no a todos les agradará JungKook, eso es imposible, y más considerando su extraña manera de ser, pero, lo que no entiende, es el por qué de su hermano siendo un ente malévolo cuando se trata del alfa. Sí, puede que lo odié, pero, ¿es necesario hacerlo ver como un maldito mounstro? Si JungKook odia el olor de Jimin, pero aún así lo trata como a todos los demás, ¿es su culpa que su hermano se ofenda por una cosa así?

     TaeHyung ya está harto de su hermano intentando llamar la atención de JungKook a toda costa, solo para demostrarle que vale tanto como cualquier otro. Aunque no le sorprende que sea así, después de todo, a Jimin le llena el hecho de saber lo mucho que agrada a los demás. Por eso no es tan extraño que comerá estupideces cuando se trata de JungKook. Pero, eso sí, a TaeHyung le parece extraña su creciente necesidad de agradarle específicamente al único chico que —y se cita— lo odiará por su aroma hasta que empiece a oler a algo más.

     Al bajar del auto, TaeHyung se talla ligeramente la nariz y espera pacientemente a su mamá y al otro que los acompaña. Es necesario que lo haga, por no decir que es una obligación que le ha asignado su madre: esperar a los más débiles. Si le preguntan, no hay mayor tontería que esa. ¿Por qué se degradan así? Pues bueno, la señora Kim tiene ideas arcaicas con las que TaeHyung prefiere no discutir, porque ya discute la suficiente acerca de la ropa que usa como para meterse una discusión más, la cual jamás ganaría debido a la terca forma de ser de su mamá. Sólo cuando Jimin y su madre se colocan a su lado, TaeHyung lleva los ojos hasta el frente, donde JungKook yace de pie con las manos detrás de su espalda y una expresión seria.

     —Jimin. —Susurra la señora Kim, logrando que el chico se asome por la orilla, detrás de su hermano menor—. Disculpate y ve al baño.

     —¿Eh? ¿Por qué?

     Mientras la conversación marcha, los tres siguen avanzando en dirección a la entrada.

     —Hueles a dulcería. —Al oír eso por su madre, TaeHyung se carcajea en voz baja.

     —¿Qué? ¿Huele mal?

     —¡Es demasiado! Casi no respiro.

     —Ah, ¡no es cierto! —Jimin luce espantado. Como no puede creer que su madre diga semejante cosa, regresa los ojos hasta su hermano alfa—. TaeHyung, dímelo, ¿huelo mal?

     TaeHyung se detiene en el camino, ve a su hermano. Jimin no es exactamente el mejor omega... o más bien, el mejor ejemplar del omega perfecto, pero sí se lo etiquetaría como un ser perfecto. Jimin es alto, guapo, fornido, sus mejillas relucen y sonríe, su actitud es buena. De forma general, cumple el estereotipo de belleza que el promedio busca. Sólo que, a veces, a veces en momentos como ese, la desesperación en sus ojos hace que TaeHyung sienta mucha lástima por él, en vez de envidia.

      El alfa mira de nuevo a JungKook, quien al notar la acción junta sus cejas, confundido. Después ve a Jimin.

      —¿Oler mal? No lo creo.

     —Pero, ¿a qué huelo?

      —Pues... a dulces.

      —¿Mucho o poco?

      —Mucho, Jimin.

      —Pero, ¿es bueno o malo?

      —Depende de qué pretendas lograr oliendo así. —TaeHyung prefiere no sacar conclusiones desesperadas, ni siquiera quiere pensar realmente qué es lo que sucede con su hermano mayor. Solo esperará paciente la respuesta y callará.

      Tal vez su hermano busca algo de su necesitada aprobación, cosa que nunca puede obtener de JungKook. Muy a diferencia de la gente que lo rodea, Jimin tiene una especie de obsesión por lograr que todos le quieran por una u otra razón, mas, con JungKook esa tarea se vuelve cada día más pesada. Bastaría una sola razón para que al menos no lo vea como un plato de verduras bajo su nariz; cualquier razón sería suficiente, y Jimin ha intentado convencerlo innumerables veces. Incluso si JungKook le quisiera tan solo por ser el hermano mayor de su mejor amigo, eso bastaría. Pero no. Ni siquiera por eso, ni siquiera porque Jimin comparte la mitad de su sangre con TaeHyung, hay alguna muestra de cariño, gratitud, o agrado por parte del otro alfa.

     TaeHyung sabe lo desesperado que se halla su hermano por agradar, y no lo culpa, pues la crianza —mal crianza— inculcada le dañó el cerebro. Así que, por esas razones, y otras más que tienen que ver con lo mucho que lo ama, prefiere suponer que su desesperación por oler a dulces se basa en algo más que un deseo profundo que nace desde la concepción de su vida y la naturaleza que envuelve al actual omega y su alfa.

     El tiempo empleado en esos pensamientos no le permitió a TaeHyung darse cuenta cuando tenía a JungKook y a los señores Jeon frente suyo. TaeHyung saludó sin más a ambos señores, y seguido de él, su madre y hermano hicieron lo mismo. Todos al instante huelen aquel olor dulce, solo que se combinan dos tipos: el natural de TaeHyung, que es como oler azúcar quemándose; y el otro, el de Jimin que es más un perfume extraído de algún poco de chocolate. Al no haber comentarios al respecto, Jimin se mantiene más tranquilo.

     Los adultos, los viejos más bien, se envuelven en una conversación que interesa poco a JungKook, Jimin y TaeHyung. Ellos se quedan por detrás de la vaga caminata que hacen sus padres. TaeHyung camina a un lado de JungKook a pasos simples, Jimin se queda atrás, a poco menos de un metro de ellos.

     —¿Pudiste arreglar lo de tu fiesta? —la pregunta en voz baja de TaeHyung hace a JungKook sorprenderse.

     —Ah, eso. Hablamos de eso en la tarde, ¿no? Te dije que sería mejor cambiar lo de la noche.

      —Eso es un "no pude zafarme de la fiesta", ¿verdad?

     —Mis papás dicen que esto es importante. No puedo solo decirles que iré a ese lugar contigo.

      —¿Por qué no? Ya estás viejito, eh. Tampoco es para que les digas que sí a todo.

     Antes de responder algo, JungKook se detiene de imprevisto. La curiosidad de TaeHyung le hace parar de igual forma, y mirar a JungKook con un poco de duda. Le pega ligero en el hombro, y es cuando nota que su amigo, el alfa pelinegro —el mismo que odia el olor a verduras—, se dirige a JungKook tan solo con la mirada. Bajo la expectativa de todos, Kook estira su mano apuntando a su costado. La acción hace a Jimin bajar sus cejas, y abrir ligeramente los labios.

     —¿Disculpa?

     —No camines tan atrás. —JungKook le invita nuevamente con la mano a ponerse a su costado—. Ven con nosotros.

     El mayor de los dos alfas, aunque no anonadado, bastante sorprendido dirige toda la atención a la expresión de su hermano mayor. Aquel omega de ojos tímidos, el que suele ser todo lo contrario, también le ve desde su lugar. Jimin transmite en su mirada un nuevo sentimiento, es como ganar cuando todo se queda perdido, encontrar un arete en el fondo de un cesto, una moneda que te gustaba y sacarle el brillo de nuevo. Así de impresionante es el hecho.

      Jimin camina a pasos lentos hasta estar a la par de JungKook, quien serio como suele serlo, se voltea a TaeHyung y le dice:

     —No es que les diga que sí a todo. —Como si nada, JungKook reinicia la marcha, no sin antes hacer un mohín con la mano—. Me obligan a hacerlo.

     —Pues solo diles que las presentaciones a la sociedad son una cosa arcaica. —TaeHyung suelta eso con molestia, sin regularse por la presencia de su hermano mayor—. Una mierda.

     —¿Sabes qué es lo peor? —JungKook susurra al lado de TaeHyung. Pasa una mano por su cuello, le acerca ligeramente para decirle algo—. Justo ahora debe estar invitando a tu mamá.

      Al separarse de JungKook, TaeHyung desfigura su rostro en una expresión de asco y rueda los ojos.

     —Vete a la mierda. —TaeHyung arruga la nariz y se sujeta el cabello con rencor. Deja caer sus manos y suspira—. Voy al baño, me acabo de estresar literalmente.

      Sin espera a una respuesta —esperando que los dos tipos no lleguen a una de sus usuales discusiones o muestras de desprecio—, TaeHyung se da medís vuelta dirigiéndose a su baño favorito en la casa de JungKook. Deja a ambos chicos en el lugar, para que le esperen.

     Ahí la incomodidad se respira. Jimin no abre la boca ni siquiera para hacer un comentario estúpido del color de la alfombra, que nunca ha cambiado; prefiere quedarse con su incomodidad y tratarla y nunca más volver a dirigirse hacia JungKook. El otro hubiese permanecido igual; no obstante, un sentimiento muy raro hace que se gire sobre su propio eje y, al menos, vea a Jimin con un poco más de intención. Tal vez así el ambiente se vería un poco rebajado, cualquier situación estaría mucho mejor que en ese momento.

      —Es un buen perfume.

      El comentario provoca que Jimin lleve una mano a su cuello, y lo frote con vergüenza. No puede emitir una risa, una sonrisa o alguna mueca, solamente abre los labios y entra aire en sus pulmones. Le falta un segundo y poco más para darse cuenta: hay una oportunidad.

      —Gracias. —La respuesta corta le impulsa a continuar—. Dijeron que era olor a dulces, pero creo que es muy fuerte.

      —No tan fuerte.

     —No va muy conmigo. —Cambia su expresión a una apenada.

      —Mm... Podrías intentar con alguno que huela a zanahorias.

      Lo raro del comentario hace que Jimin sonrisa a media risita, JungKook, aunque bastante inexpresivo sonríe ligeramente —tan ligero que es imperceptible para el omega—.

     —Es una verdura.

     —Pero huele a dulce. —JungKook se alza de hombros, restándole importancia—. Es igual de agradable.

      —Ah, tal vez para ti.

      —Pues... Sí, ¿no?

      Ante la respuesta, y sobre todo el tono usado, Jimin baja sus cejas un poco confundido, y JungKook también le mira con algo de confusión. No obstante, antes de que alguno pueda hacer una aclaración, TaeHyung llega sacudiéndose las manos.

      —No puedo creer que el jabón siempre es el mismo. Mira, huele —TaeHyung acerca las manos a la nariz de JungKook—, huele a menta.

      —Vamos ya, la cena ya está.

      Fue una de las pocas veces que ellos dos hablaron.

    

     

    

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