Capítulo 2
Siete y nueve. TaeHyung solo sabía que el nuevo amigo que haría era dos años menor, así que cuando tenía dudas sobre su edad, ponía nueve palitos de paleta sobre la mesa y quitaba dos, y salía así: siete y nueve. TaeHyung tiene nueve, y el otro debería tener siete.
El niño, con sus hebras castañas, recarga la mandíbula sobre la mesa del comedor. Sus ojos de pestañas largas se mantienen viendo la pared donde reposan unas pinturas que no entiende, pero aun así se obliga a entender.
—Recuerden ser amables con él. —La señora Kim es terrible cocinando, pero intenta mejorar. Digo, no es que lo que hace en el momento sea bueno, pero lo intenta—. Deben entender que todos somos diferentes.
—Mamá, ¿por qué viene él?
TaeHyung también sabía que su hermano Jimin era dos años mayor, así que si tenía nueve palitos en la mesa y le ponía dos, eran once, así que Park Jimin debería tener once. Aunque Jimin no era su hermano hermano hermano, o eso decían en la escuela cuando TaeHyung decía que era su hermano. Aparentemente Jimin no era su hermano hermano hermano, sino sólo su hermano hermano. Porque cuando tienes la misma mamá pero otro papá, entonces no eres hermano tres veces, sino solo dos, y cuando no tienes en común a ninguno, entonces solo eres hermano. Tres hermanos, dos papás; dos hermanos, un papá; un hermano, cero papás.
—Porque su papá viene a visitarnos.
—Yo no quiero hablarle, mamá. Es un niño. Es cuatro años menor.
—¡Yo le hablaré, hermano hermano!
Jimin lleva los ojos a su hermanito y le sonríe. Alza el pulgar por lo bajo, esperando que su madre no note lo que acaba de hacer.
—No te preocupes, Jimin. Lo mejor es que este con tu hermanito.
Eso deja al mayor dudando, Park Jimin se inclina un poco sobre la mesa. —¿Por qué, mamá?
Ella no responde.
TaeHyung se acomoda en la gran silla del comedor, llevando los ojos hasta sus rodillas y después hasta sus piernas que se balancean dejando ver de repente sus pies. Eso le causa gracia, tanta que suelta una carcajada. Su madre le mira curiosa, ella deja en la mesa una bolita con galletas y algunos otros dulces, a lo cual los dos chicos en la mesa miran suplicante a su omega madre, pero ella solamente niega.
—Es para el invitado.
—Mamá, ¿no puedo irme y ya? De todas maneras TaeHyung lo va a recibir.
—Si quieres, está bien, Jimin.
Cuando Jimin se pone de pie, TaeHyung lo observa con la mirada harta que desaparece de la habitación. El niño se levanta de la silla, con esfuerzo y se acerca a su madre. —Mamá, ¿puedo ir con mi hermano?
—No, ya va a llegar el invitado.—Al ver a su hijo, la señora Kim nota en sus rodillas dos curitas azules. Ella se agacha, para observar mejor eso, y se dirige a su hijo—. ¿Qué te pasó?
—Me caí en la bicicleta.
—¿Y te dolió?
—Sí. —Asiente lentamente—. Pero papá me dijo que no llorara, porque los alfas no debemos llorar.
—Dile a tu papá que tú aún no eres un alfa.
—¿No lo soy? —pregunta confundido—. Pero papá no me va a querer si no soy un alfa.
—No lo eres, lo serás, hijo. Aún falta para confirmar si lo eres, pero por ahora eres un niño.
—Un niño alfa.
—Un niño y ya, TaeHyung.
—Papá dice que los alfas debemos ser fuertes, para poder proteger a la gente que queremos.
—Cuando tu papá te diga eso, dile que está loco y sal corriendo.
—No.
—¿Por qué no?
—Papá me cae bien.
—A mí también... Pero se le bota la canica a veces.
—¿La canita le se boca?
—¡Mira! —La señora Kim apunta al ventanal de la sala. Ahí, se ve que llega una camioneta negra enorme—. Ya llegó el invitado. ¡Vamos!
TaeHyung ve a su madre correr con pasos largos hasta la entrada de la casa, mientras grita algunas cosas a las personas que ayudan en el hogar. No comprende bien las razones por las que su madre está vuelta una loca, pero le agrada verla sonreír de una forma tan extraña al grado de ver sus dientes asomarse con constancia. Así, TaeHyung se se levanta dea silla y camina hasta la puerta. Distingue a su madre saliendo por el portal, y deteniéndose a unos metros del marco de la puerta.
Duda en acercarse, pero termina haciéndolo, aunque se mantiene un paso por detrás de su mamá. Escucha la voz de un señor, una voz grave, probablemente más que la de su propio padre, e intrigado, asoma la cabeza por el borde. Encuentra a un señor, pero hay alguien ahí mucho más interesante que capta su atención.
—¡Mi nuevo amigo! —exclama. TaeHyung por fin salta a un costado de su madre, gana la mirada sorprendida del señor alfa que sostiene la mano de su hijo. El aclamado niño nuevo solo alza los ojos por un segundo.
Ante la respuesta invisible del niño, TaeHyung se queda quieto en su lugar y lo observa. La ropa, los zapatos, inclusive su persona en general... TaeHyung nota algo extraño en ese niño. Por más que lo observa, es incapaz de notar las razones por las que lo encuentra tan extraño. Quizá es el color opaco de su ropa o que hace lo posible por no verlo directamente. A fin de cuentas que, mientras los adultos cobversan, TaeHyung se acerca unos cuantos pasos al chiquillo para observarlo mejor.
—Hola.
No recibe respuesta. De hecho hasta contó hasta diez, porque su mamá le dijo que cuando quisiera cosechar paciencia, contara hasta diez y entonces suspirara. No funcionó. El suspiro solo fue en vano. Como el niño no dice nada, TaeHyung regresa los ojos al señor y le tocó el borde del saco. El señor Jeon baja rápidamente la cabeza al suelo, pero no suelta a su hijo aunque tiene enfrente a TaeHyung.
—¿No le gusta hablar?
—JungKook —El alfa sacude ligeramente el brazo a su hijo—, habla, hijo.
Solo así, JungKook, levanta los ojos del suelo por un segundo y agita la otra mano mientras susurra:
—Hola.
TaeHyung siente desagrado hacia él, así que da unos pasos hacia atrás hasta quedar a la par con su madre y recargar la cabeza en la cadera de la mujer. Observa impaciente a JungKook, le ve sus facciones remarcadas, sus ojos caídos y su cabello repleto de gel; también da un paseo por sus zapatos, bien lustrados y por su inexpresiva cara. ¿No es como si luciera mayor? TaeHyung no cree, ni por un segundo que ese niño fuera más chico que él, habían tantas cosas en su cara que sería difícil creerlo, lucía como sus primos mayores, solo que en un cuerpo chiquito.
—Bueno, entonces... JungKook se va a quedar acá estos tres días. —Las palabras del alfa hacen que TaeHyung lleve los ojos hasta su madre—. Dejarán su ropa en unas horas. Vendré por él el jueves por la tarde.
La señora Kim accede a lo que se le dice con mucha calma. TaeHyung, apunto de decir algo, siente la mano de su madre presionar su hombro y prefiere callarse. El señor alfa se despide de su hijo, solo acariciándole el pelo sutilmente para después caminar al auto, subirse y, aunque se despide torpemente, no hacer nada más que irse.
El mayor de los niños se siente incómodo viendo a JungKook, así que quisiera irse junto con su hermano y evadirlo. Lamentablemente, no pasan más de unos cuantos segundos hasta que su madre se dirige hacia él.
—TaeHyung, ¿por qué no vas a entretener a JungKook?
—No quiero.
—¡Heeee! ¡Grosero, TaeHyung!
—Pero es que no le caigo bien.
La señora Kim pone las manos en su cintura y se dirige a JungKook. —¿Es cierto eso JungKook?
—Me agrada. —La respuesta vaga del pelinegro hace que TaeHyung se sienta exasperado.
—Ash, ¡está bien! —Palmea sus costados, camina hasta JungKook y lo toma del brazo sin delicadeza—. Ven, vamos al jardín.
JungKook tampoco luce tan contento de estar haciendo una nueva amistad. Es que, realmente, preferiría no estar ahí. Es pequeño, pero, tiene una extraña condición que lo hace desarrollarse ligeramente más rápido que otros niños, y aparentemente, eso también se involucra con el cerebro. Para los demás, la edad en la que se determina tu casta, empieza aproximadamente en los 11 años; y la forma de manifestarse puede ser variada, pero siempre tiene que ver con el cambio corporal. A pesar de que JungKook apenas tiene siete años, han habido advertencias físicas que sugieren que ya entró en la fase de determinación.
Hasta ahí, todo está bien. El problema es que los doctores temen qué factores externos y cercanos, como lo son las feromonas adultas de tus familiares, afecten de alguna manera en desarrollo de su casta. JungKook no ha experimentado buenos sentimientos de vez en cuando con el olor de su padre, o el de su madre; son amenazantes, y eso se ha desplegado en situaciones complicadas en casa. Aunque su padre no podría estar más contento porque su hijo, su primer hijo, sea un alfa, y un alfa dominante de desarrollo temprano, lo cierto es que es un problema que involucra su salud. Ni siquiera a los once años es capaz de soportarse el sinfín de cambios, ¿qué de más en la etapa de la vida donde no debiera de haber preocupaciones?
De todas maneras, JungKook no toma mucho en cuenta su condición. Los doctores dicen que todo será normal, que solo está un poco adelantado. Así que bueno, no le preocupa. Le preocupa más estar sentado frente a frente con un niño que ha visto pocas veces.
Si bien, los dos no se habían visto tan de cerca, JungKook tiene un recuerdo muy vago de un niño corriendo en el salón de fiestas de su casa. Probablemente es el mismo que tiene enfrente.
—¿Quieres que juguemos a cerillito y hielo?
—No.
Hay un silencio de un minuto. El mayor de los dos arranca el pasto del piso, y después cruza sus piernas con entusiasmo.
—¡Ya sé! ¿Quieres jugar a las estatuas?
—Mm... No.
—Entonces, ¿a las escondidas?
—No...
TaeHyung no se considera un mal niño. De hecho, cree que es de los mejores, ya que suelen decírselo muy a menudo, siempre sobre su actitud, su sonrisa y que es muy trabajador. TaeHyung adora ser una buena persona, y ser feliz y divertirse con los demás, por eso insiste tanto en que JungKook haga algo más que ver sus zapatos. Pero no la da. No encuentra algo que él quiera hacer. Tal vez debería intentar otra cosa.
Observa de arriba a abajo al chico, hasta que ve en su mano una cortada en su dedo índice.
—¿Qué te pasó en la mano?
—Me corté.
—¿Con qué?
—Con una lata.
—¿Y lloraste?
—No. —JungKook niega con la cabeza. En su lugar, cruza sus piernas por sobre el pasto—. Mi papá dice que los alfas no lloran.
—El mío también. Pero mi mamá dice que yo soy un niño. No un alfa.
—Yo sí soy un alfa.
—No, eres un niño. Si yo tengo nueve palitos y le quito dos, entonces tienes siete, eres un niño como yo.
—No, en serio. Soy un alfa.
—¿Por qué dices eso? ¡Aún eres niño!
—Mi papá dice que ya soy un alfa, y los doctores también.
—¿Por qué vas al doctor?
—Porque dicen que ya soy un alfa.
TaeHyung gatea hasta sentarse a un costado de JungKook. El niño no se mueve ni un centímetro, sigue inerte como si fuese un robot.
—¿En serio? ¿Y como lo supieron?
—No me gustan las verduras.
—A mí sí. —Sonríe TaeHyung—. El brócoli.
—No. —Sonríe JungKook—. No me gustan así que le dije a mi papá que era un olor feo, entonces me regañó.
—Pero huelen rico.
—Entonces yo me enojé y le dije que él olía mal, y me preguntó por qué decía eso y le dije que olía a queso viejo.
—El queso viejo me gusta.
—Así que me preguntó si sentía más olores y me llevaron al doctor. Soy un alfa. Papá dice que huelo a verduras, pero yo no...
—¿Sí? —TaeHyung se acerca a él y lo huele. No puede distinguir nada, porque simple y sencillamente, no está desarrollado en ningún sentido. No obstante, el chico se echa hacia atrás y exclama—. ¡Sí, hueles a verduras!
TaeHyung se queda quieto viendo al alfa. Piensa que es buena idea llamarlo así, "alfa", después de todo, lo es. Si JungKook dice la verdad, entonces no hay duda de que es uno, y entonces en unos años, él también lo sería. JungKook, muy al contrario de mostrarle una cara contenta al niño, lo mira con un poco de seriedad combinada de resentimiento. ¿Cómo podría oler a verduras? ¿Cómo podría decir ese niño que olía a verduras? Si las verduras son asquerosas, ¡huelen feo!
—¿Cuál es el olor que más odias? —pregunta JungKook.
El pequeño hace una mueca confusa.
—¿Para qué?... ¡Ah! No me gusta el olor a carne cruda.
—Si te digo que hueles a eso, ¿te gustaría?
—Bueno, si huelo a eso supongo que no lo odiaría tanto.
—¿Ah? —el pequeño JungKook no puede creer que TaeHyung diga eso.
—Está bien, está bien, sí me molestaría un poco.
—Entonces no me digas que huelo a verduras.
—Pero es un buen olor, ¡a mí me gusta!
—¡Pero a mí no!
—¡Pero es tu olor!
—¡Si quieres ser mi amigo entonces no digas que huelo a verduras!
—¡Pero...! —Agarra aire, pero se detiene con el dedo índice en alto. Piensa muy bien, congelado con la boca abierta, antes de decir lo que quería decir.
Lo piensa muy detenidamente. Dentro de la mente de un niño es difícil decidir esa clase de cosas. Los niños son tan pequeños pero pueden albergar muchos sentimientos. Tae es lo suficientemente grande como para reconocer que no hay que molestar a los demás. Por otro lado, no entiende por qué JungKook odia tanto las verduras.
—¿Por qué no te gustan las verduras?
—Saben feas. Saben a pasto.
El mayor abre los ojos como si de platos se tratasen. —¡¿Ya has comido pasto?!
—¡No! ¿Cómo podría? ¡Me darían bichos en el estómago!
—¡¡Pero tú dijiste!!
—¡Sabe al olor que tiene! —JungKook aclara.
—¿Cómo? ¿Saboreas lo que hueles? ¿Cómo? ¡Enséñame!
—¡No lo sé! ¡Solo sé que las verduras saben a lo que huele el pasto!
TaeHyung se queda confundido en su lugar, hincado. Mira a JungKook con curiosidad, sus facciones definidas y sus ojos con brillo, y se pregunta de dónde han traído a ese niñito y por qué se quedaría en su casa. El mayor finalmente vuelve a sentarse, y entierra las manos en el pasto del jardín, sintiendo la textura de éste. JungKook a su lado guarda silencio, y mira con las cejas fruncidas la alfombra verde que amenaza con manchar sus shorts.
—Está bien, no te diré más que hueles a verduras.
—Gracias.
—Pero entonces, ¿a qué quieres oler? —TaeHyung dice, mientras arranca pasto del suelo.
—Puedes decirme que huelo a dulces.
—Está bien. ¿Y yo a qué huelo?
El alfa se acerca un poquito a TaeHyung y olfatea de él, aunque al alejarse niega lentamente, provocando que su cabello se agite.
—A nada.
—¿Seguro?
—Seguro.
—Debe ser porque me bañé hoy.
—Sí, definitivamente debe ser por eso.
La voz de un hermano mayor llamando desde el portal de la casa, hace que TaeHyung se voltee hasta encontrarse con su hermano Jimin parado en la puerta de cristal. El chico agita la mano, acercándose a pasos lentos hasta los dos niños sentados en el pasto. JungKook mira a TaeHyung dudoso, sin embargo al notar una expresión cálida del niño, y verlo ponerse de pie para abrazar a su hermano, JungKook ya no hace más que poner un rostro de desagrado muy sutil.
—¡Jimin! Él es mi amigo JungKook.
Jimin mira al niño y le sonríe vagamente. —Hola.
JungKook no responde, lo que hace sentir a Jimin un poco intimidado. Mientras Park Jimin analiza el aura del niño, TaeHyung le cuenta que JungKook odia las verduras así que debería decirle a su madre que no haga nada de verduras. Pasan unos segundos hasta que Jimin se da cuenta de lo que sucede, que está frente a un olor extraño que pertenece a un alfa, entonces, asustado, da un paso hacia atrás y mira a ambos niños con curiosidad.
—TaeHyung, ¿estás bien?
—¿Mm? ¡Sí! Estamos por jugar cerillito y hielo, ¿verdad, JungKook? —Cuando el otro se alza de hombros restándole importancia, TaeHyung rie—. Esa es su forma de decir que sí. ¿Quieres jugar?
—No. No, Tae. Gracias. Iré adentro con mamá. Vengan en un rato a comer, ¿sí?...
—Ok. Pero a JungKook no le gustan las verduras.
—Qué extraño... Juraría que sí. —Jimin se dio la media vuelta y salió a pie hasta su casa, sin siquiera detenerse de nuevo.
TaeHyung regresa la vista hasta JungKook, quien tiene una cara algo inconforme. Se acerca a él, le toma del brazo y busca su mirada como cualquier niño insistente.
—¿Qué tienes? ¿Mi hermano te cae mal? ¡Él es muy bueno!
—Tu hermano es un omega.
—Sí, mamá dice que lo es.
—No quiero jugar con él.
—¿Eeeh? ¡¿Por qué?! ¡No hace trampa!
—Tu hermano huele a pepino.
—¡Qué bueno! ¡El pepino es rico con sal!
—No me gusta ese olor.
—¡No es una verdura!
—Pero huele como si fuera una. Solo juguemos tú y yo.
—¿No quieres ser amigo de Jimin? —TaeHyung cambia su expresión a una un poco triste—. No seas malo con él.
—Sí quiero, pero prefiero jugar contigo.
El niño se queda un momento pensativo. Bueno, entonces tal vez es como cuando Jimin quiere solamente estar con sus amigos de su edad, y no con él. ¡Entonces eso no está mal! De todas maneras JungKook está diciendo que lo considera un amigo pero prefiere que solo sean ellos dos. ¡Eso está bien!
—Está bien. ¡Oye, vamos a jugar ya! ¿Sí?
—Bueno.
—Yo corro y tú me atrapas. Uno... Dos... ¡Tres!
Cuando los dos niños se echan a correr, y una brisa ligera toca el borde del cuello de TaeHyung, el menor de los niños, quien ha dejado su posición de robot para convertirse en un infante, se detiene. TaeHyung al notar eso, se voltea a verlo y le pregunta en un grito lo que sucedió.
—¡Oh! —exclama JungKook.
—¡Qué!
—¡Creo que hueles un poco a dulces, TaeHyung!
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