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5. Despertar

Despertar



“...el chico de mis sueños tenía cabello rosa… creo que incluso coquetee con él. Me dijo que no era la primera vez que lo veía. Desperté con deseos de seguir en sueños para hablar con él, ya casi no recuerdo su rostro pero sentí esta necesidad de grabar… ”

“... Soñé que ganaba esa bicicleta y era feliz, pero mientras celebraba sentí que algo faltaba. Cuando desperté escuché las notas de audio anteriores y noté que el chico de cabello rosa no volvió…”

“... Mensaje para Kim NamJoon recién despierto: no debes esperar a un producto de tu imaginación. Ese pelirrosa no existe. Mentira, él volverá…”

“... ¿Sobre el mensaje anterior? Olvidalo, NamJoon, no estás loco y ese chico quizá lo viste en la televisión…”

“... ¡Hoy soñé con él! Casi al final, pero de cierto modo, aunque vi sus rasgos desdibujados, creo que era el mismo pelirrosa. Pero no me habló y esta vez, creo que sí lo inventé yo…”

“... ¿Se puede extrañar a una figura de la que no estás seguro que sea real? Diablos, NamJoon, deja de torturarte…”

“... Volvió. Revisé las fechas y me hizo esperar por él demasiado. Íbamos en un coche, él traía su cabello castaño. Recuerdo su mirada sorprendida por mi reproche, pero su voz es difusa. Por alguna razón el nombre SeokJin da vueltas en mi mente. Y un beso, ¿lo bese?...”

"... A veces SeokJin me hace rabiar para burlarse, y diablos, es excitante. ¿Será que sabe que me calienta siendo tan... tan...? ¡Soy un puto pervertido hasta en mis sueños!..."

"... No sé qué es, y creo que volvió a repetirmelo solo que es difícil concentrarse. Es... como querer ver mientras los flashs de muchas cámaras te apuntan al rostro. En un rato luz, visión, en otro sombra, ceguera, vuelta luz, encandilado, vuelta oscuridad... Ojalá recordara preguntarle sobre esto..."

"... supo, soñé con SeoJoon, con quien me besé en el colegio. Tuve que decirle que ese era mi primer recuerdo gay, no quise decirle que en realidad me gustan las chicas también. Sobre todo, porque no quiero saber si él... si antes de mí o si luego de mí..."

"... ¡Por supuesto que sé quién es Mercury, jodido idiota! Aquí el humano soy yo, ¿recuerdas? No sé por qué estábamos hablando de esto, pero debo recordar descargar el álbum..."

NamJoon despertó y tomó el celular para grabar su bitácora del día, y aún con voz ronca y adormilada dijo:

“Estoy seguro que me besó. SeokJin, sus labios dulces. Tengo una sensación de que algo más sucedió. Es real, un trotasueños verdadero, debe serlo. Me niego a creer que te inventé, SeokJin. Tus manos en mi cabello, sosteniendo mis caderas, yo sobre tu regazo. Una confesión. Es real…”

Cortó el audio, guardándolo junto a las demás notas de voz en la carpeta que nombró como dreaming. Suspiró pesado, todavía con pereza de despertar. Dio vueltas en la cama sintiendo la impotencia al ver disiparse cada recuerdo a medida que lo programado en su rutina se colaba en sus pensamientos. 

Tenía que pasar por el mecánico que le estaba arreglando la bicicleta como favor, desde ahí iría a su trabajo donde, por suerte, avisó de su tardanza. Daba igual ir por su bicicleta luego del trabajo, pero de ese modo evitaba la reunión de cada miércoles. 

Se mordió los labios cuando sonrió por el sueño junto a SeokJin donde él conducía. ¡Por favor! NamJoon era pésimo al volante y eso le aclaraba que su mente era algo mentirosa a veces, de lo contrario también le hubieran revocado la licencia dormido. Qué absurdo. Era una suerte que el chico de sus sueños no supiera aquello, ni las veces que reprobó el examen de manejo… Aunque le daba pena pensar en eso mismo, pues era un límite entre los dos. La desventaja de ser el que se espabila y espanta las memorias juntos.

Una vez bañado y tomando el último sorbo de su café meditó sobre lo que ocupaba sus pensamientos cada vez que tenía tiempo. Debía concentrarse en sus labores, sus actividades pendientes, pero le era imposible no volver sobre aquella presencia mágica. Él no podía asimilar la situación porque su razón era fuerte, decidida a querer descartar la veracidad de ese hecho. ¿Cómo iba a creer en un sujeto que le decía que vivía en sus sueños? Es que tal vez, dudaba, era simplemente una fantasía. NamJoon es muy enamoradizo, un romántico sin remedio y sin intención de cura, un creyente del amor en todas sus formas y colores, —de adolescente, está casi seguro de haber tenido un crush de un anime, ¿qué con eso?—, y no podía tildarse de improbable que ahora resultara enamorado de un ser sin existencia comprobable sumamente hermoso. 

Porque lo que no podía negar, sea o no su creación utópica, es que SeokJin era el hombre más bello que haya visto nunca. Y que aunque el olvido abrazara los instantes con el hombre de sus sueños, su corazón era terco y preservaba las emociones intactas. Una guerra entre su cerebro y su corazón, pues sus díscolos latidos combatían, aterrados, ante la idea de dejar ir de su consciencia lúcida esas imágenes de SeokJin.

SeokJin, ¿era realmente su nombre?

—Diablos, NamJoon, estás perdido —sentenció y tomó las llaves para salir de su departamento.

De la puerta frente a la suya, salió uno de sus vecinos, con quien solía conversar y que a veces lo invitaba a sus fiestas, pues era un universitario bastante amigable y sociable. 

—NamJoon hyung —saludó alegre su vecino—, es raro verte tan temprano.

—¿Raro verme temprano? —preguntó divertido él y se encaminaron juntos rumbo a la escalera—. Aquí lo insólito es verte vivo antes de las ocho. ¿Te has caído de la cama, JungKook-ah?

Sonrisas tranquilas pintaron sus rostros en lo que bajaban los escalones. JungKook era el más joven del edificio y si bien solía hacer reuniones con amigos, para nada se metía en problemas o faltaba el respeto al descanso de los demás vecinos. Y casi no se lo veía porque pasaba la mayor parte del día en su facultad.  

Acomodando su gorra y poniéndose encima la capucha del mismo tono negro, JungKook se encogió de hombros:

—No, hyung, no he dormido casi nada estos días —respondió y NamJoon recién se percató del cansancio en el rostro del joven. Unas ojeras bastante visibles y la mirada apagada.

—¿Mucha tarea? —preguntó preocupado, pues, aunque el chico bien pudiera estar viviendo a costa de sus padres y no esforzarse en su carrera, tenía mucha voluntad de cumplir con sus responsabilidades académicas—. No te exijas tanto, eres joven aún. 

—Hablas como si fueras anciano —bromeó el otro y NamJoon se avergonzó un poco.

Era cierto el tono adulto que empleó; cuando hablaba con sus dongsaengs se metía en su papel de hermano mayor. Pero era esto mismo que lo hacía un gran amigo, ese lado protector innato y su amabilidad. Parecía desprender sabiduría, por eso recurrian a él por consejos o tutorías. NamJoon había terminado su licenciatura en lenguas extranjeras, mas no ejerció en relación a su estudio porque consiguió una pasantía en un jockey club privado. Él no era apasionado al deporte, sin embargo, la paga que le ofrecieron le permitió costear el departamento que está rentando.

—A veces me siento así —explicó con una sonrisa que convirtió en media lunitas sus ojos e hizo visible aquellos bonitos hoyuelos—; pero dime, ¿por qué no descansas?

Hubo un momento de vacilación y NamJoon aguardó en silencio al ver que el más joven trataba de expresarle algo. No parecía hallar las palabras y ya estaban llegando a la puerta de salida por lo que se detuvieron. 

—Es complicado, hyung. Sueños... —JungKook escaneó a su alrededor y dejó libre una risa áspera antes de desechar el tema con un gesto de la mano—. Tonterías, no es importante. Nos vemos luego.

Se despidió y rápidamente se alejó por el camino opuesto, dejando a NamJoon clavado en su sitio con miles de incógnitas bullendo en su interior. La palabra sueños le había golpeado un poco, y como para que no, si él vivía un drama cada noche y cada mañana al despertar. Pero era imposible, se dijo, que su vecino tenga el mismo problema. 

Descartando la punzante duda sobre la causa de los desvelos de JungKook, siguió con su día normalmente. 

Dos noches después, de nuevo en su departamento, apresuró la cena para aprovechar más horas de sueño. Eran apenas las ocho de la noche cuando dejaba su plato sucio sobre el fregadero, diciendo que ordenaría el desorden restante en la mañana. Paseó por el departamento pensando en si debía atender algún pendiente, y en tal caso escribirlo para no olvidarlo, cuando se detuvo porque el timbre sonó.

Miró la puerta sin reaccionar, y desde el otro lado la voz que le habló le hizo dar un suspiro resignado. Mas sonrió a pesar de que lo que menos deseaba era una visita.

—Abre la puerta, sé que estás ahí —JiYoung, con quien habían terminado y le había dicho que vendría a recoger sus cosas. 

Negó con la cabeza molesto por olvidarse de ello. Llevaba días teniendo el mismo problema, dejó plantado a un colega en una reunión de trabajo, se olvidó de pasar por su consulta médica anual y esa tarde fue sermoneado por JiEun, su amiga del jockey club, cuando le dijo que ya ni siquiera le respondía los mensajes. «¿Qué pasa que sueñas despierto?» Le había reprochado ella y él tuvo que callar el nombre de SeokJin. Había que darle un punto a la molestia de su amiga, porque estaba descuidando su rutina.

Quitó el seguro y la llave, abrió la puerta y se hizo a un lado para que JiYoung pase. 

—¿Ya te ibas a dormir? —cuestionó la chica y NamJoon asintió simplemente—; no demorare mucho, lo prometo.

JiYoung paseó por el departamento tomando las pertenencias desperdigadas por el lugar —que NamJoon no se preocupó en juntar, muy ocupado en dormir y ver a SeokJin—, metiéndolas en una pequeña caja de cartón que cargaba. 

Mientras hacía esto, NamJoon tuvo un instante de culpa por lo sucedido entre los dos. Cierto es que no eran una pareja realmente, pero ella solía quedarse a dormir y pasar días en su departamento, razón por la cuál había diversas cosas ocupando sitio en su departamento y que ahora recuperaba diligentemente. 

Su amistad había surgido tras pasar juntos una clase de manejo —que él no aprobó— y ya al final de ese período, ambos decidieron mantener contacto y comenzaron a verse más seguido. Y fue NamJoon, cuando supo que la inminente separación se aproximaba, que echó todo a perder siendo el desconfiado e inseguro chico que aparentaba madurez; posesivo, reclamando condiciones que nunca plantearon. Fue él quien se equivocó, y falló también en el modo en que manejó la situación. Pero no pasó demasiado hasta que pudo distanciarse y ordenar su cabeza,  sin enojo, que entendió que no podía culpar de todo a JiYoung, no es como que él pueda mandar en los sentimientos de otro. Y, reconocía, él tampoco puso de su parte para que del sexo pasaran a algo más estable, dio por sentado que se correspondían, que estaban en la misma página. Por lo que, charlando un día, llegaron a buen término. 

—¿Qué tanto piensas, Nammie?

Soltó el aire, dejando caer los hombros. Había en ella una intuición atinada cuando se trataba de leer su estado de ánimo. No obstante, decidido a callar la verdad, pues si bien ya era un tema delicado el tener sentimientos por un trotasueños, comentarle a su ex-lo-que-sea sobre esto era incluso más disparatado. 

—En nada —mintió y se acercó a ella para tomar la caja y llevarla—. Deja que te ayude.

—No hace falta…—JiYoung intentó obtener de nuevo la caja, pero NamJoon negó con una sonrisa simpática y cedió—; okay, gracias. 

Salieron del departamento y bajaron los dos pisos hasta la motocicleta de JiYoung, una scooter azul pequeña, donde ubicó la caja en la rejilla detrás del asiento, de modo que no pudiera caerse durante el viaje.

—Eso es todo —dijo ella, mirándole con un extraño brillito en los ojos—. Sé que es imprudente y egoísta decirte esto, pero te extraño, Nammie.

NamJoon apretó el mentón un poco contrariado por lo que escuchó. No quiso darle vueltas a lo que sea que implicara esa frase. Él estaba rehaciendo su vida, incluso antes de conocer al atípico SeokJin. Se tomaba los días con calma porque para NamJoon el fracaso amoroso era un reflejo de su infancia, quizá hasta una consecuencia de aquellos momentos donde siendo pequeño veía a sus padres tratar de sostener un matrimonio que no tenía más unión que los hijos. Entendió por las malas que donde el amor no prospera, por mínimo que sea, no hay razón para permanecer, y que la lucha por el amor podía terminar destruyéndolo. Esa enseñanza se la dio su padre cuando, tras una terrible pelea, hizo sus maletas y se fue, manteniendo contacto con él y su hermana a pesar de llevarse pésimo con su madre. 

—Espero que seas feliz con YoungJae —Le deseó honestamente, torpe también, viendo que no había más que decir.

¿Amigos? Tal vez, pero no de momento. 

—Y yo espero que conozcas a quien de verdad entienda y ame ese corazón tan cálido que tienes —La sonrisa de JiYoung destellaba y se le acercó para un último abrazo.

Necesario. Ese contacto se sintió necesario para la despedida final y los dos mantuvieron apretados los brazos alrededor del otro. Sin embargo, NamJoon pensó en SeokJin, en un arrebatado instinto de posesión, de querer que quien lo sostenga sea él y no ella, que aunque de modo leve le dejaba una última herida. 

SeokJin no lo soltaría, se dijo mientras veía marchar la scooter. El precioso chico de sus fantasías reales estaría para él siempre. 

Siempre que NamJoon pueda reconocerle en sus sueños.




Nota:

Me dije al principio de esta cuarentena "voy a ponerme al día con exámenes aunque sea los resúmenes", y me encuentro actualmente tejiendo amigurumis de Harry Potter y BTS.

Ah, y mis sueños se volvieron una cosa extraña entre las noticias y las películas que vi estos días. Loco. Pero interesante.

Espacio de sueños aquí:

Bye :)

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