Revelar
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Luego de aquel casi beso entre el trotasueños y el humano, ninguno volvió a tocar el tema. Por supuesto, fue más fácil para NamJoon, quien recibía la bendición del olvido cuando la alarma acudía en su rescate de los sueños. SeokJin, en cambio, no tenía intención de estropear esta amistad insólita. Sin embargo, en su ventaja, sí que repasaba cada momento junto al humano mientras este estaba ausente-despierto.
Siguió invadiendo otros sueños, claro, mas estos días tenía la mala costumbre de distraerse de tales vivencias dormidas por pensar en las del peculiar Kim NamJoon. Entonces dio con la respuesta que perseguía tras sus encuentros: ¿qué tiene especial NamJoon? Y la respuesta era: nada. Kim NamJoon era, sin ofender, completamente corriente. Lo que lo volvía distinto al resto refería más al propio SeokJin, quien en su presencia se volvía un tanto más humano, más real.
Esta simple revelación fue suficiente para convencer al trotasueño de que no habría daño en volver a visitarlo. Por lo que ya eran más de dos meses en que conseguían pasar ratos, que se le hacían fugaces, juntos. En estas semanas habían pasado por varios paisajes, recuerdos, que NamJoon sin quererlo realmente terminaba compartiendo con SeokJin. Aunque, pese a ya ser constante la visita del trotasueño, NamJoon seguía teniendo dificultad para reconocerlo. Y al despertar, conversó una vez NamJoon, retenía pequeños pedazos de información, por lo que hizo hábito grabar sus recuerdos antes de que estos se desvanecieran.
Así, y esto sí que no lo confesó NamJoon, podía oír sobre su chico de sueños cuando estaba solo en su departamento, camino al trabajo, o en su cama en las noches para dormirse con la imagen de SeokJin presente. Era la garantía, quería convencerse, de que no estaba enloqueciendo.
—¿Quieres saber qué soy? ¿Otra vez? —preguntó SeokJin, paciente—. Tienes que tratar de grabarte mientras lo repites: trotasueños. Trotasueños. Trotasueños.
—¿Ya me lo habías dicho? —NamJoon no pudo evitar sentirse avergonzado y enojado—. ¡Es que me es imposible acordarme todo! ¡Juro que lo intento!
SeokJin se carcajeó por el estallido del humano y le contagió la risa al otro, que lo observaba desde abajo. La cabeza de NamJoon reposaba sobre las piernas del trotasueños mientras este dejaba caricias en sus cabellos cortos. Entre los dos luchaban por permanecer en el mismo sitio, combatiendo los pensamientos somnolientos y escurridizos del humano que querían transformarse a cada rato.
Estaban cómodos allí mismo, en el sitio donde se vieron por primera vez, conscientes del halo de nostalgia e intimidad que ese lugar les regalaba.
—Es lo malo de ser un humano despistado —Se mofo SeokJin y NamJoon se cubrió el rostro—. De todas formas, me agrada que seas así. Puedo hacerte creer lo que quiera. Tal vez decirte que soy Dios o un Demonio, hacerle trampas a tu cerebrito en descanso.
—No serías capaz de mentirme —habló aún con el rostro oculto NamJoon, amortiguando sus palabras, y el trotasueños agradeció que no lo vea, para que no pille el desconcierto que le causó aquella afirmación certera dicha a la ligera.
El humano tenía razón y él ni siquiera notó cuánto significaba esto, hasta que se vio a sí mismo reflexionando sobre todos los días en que retornó a la mente adormilada de Kim NamJoon. En ningún momento se le había ocurrido mentirle, aún cuando la oportunidad se le presentaba en bandeja de plata.
Una vez, NamJoon se espantó de encontrarse atrapado en una cabina telefónica rodeada de cadenas gruesas y SeokJin llegó hasta él liberándolo con un simple movimiento. El humano, que había reconocido al trotasueños, o al menos, le resultaba menos extraño que otras veces, lo interrogó sobre qué había hecho y quién era.
—Soy un ser de los sueños —le había dicho—. Y no quería que perdiéramos tiempo en lo que te liberabas.
Otra vez, el humano había estado triste por algún evento de su vida y SeokJin vino con intención de animarlo, transformando los paisajes del sueño en impresionantes postales que causaron que, al menos en ese rato juntos, NamJoon no se sienta tan decaído.
—Gracias por esto —susurró NamJoon—. Pero, ¿cómo es que tienes este poder? ¿Qué eres, SeokJin?
—Un visitante, un trotasueños —dijo sin más, despidiéndose del humano que despertaba.
Así, en pequeñas oportunidades que pudo haberlo engañado, simplemente prefirió dejar la verdad colarse por sus labios. Sobre todo, porque esto lograba que NamJoon se relajara con su presencia y porque no veía caso mentirle.
Había oído de casos en que los trotasueños conseguían hacerse del poder de la mente de una persona y terminaban enloqueciéndolo o matándolo inclusive, pero él no había indagado en ello para no complicar su existencia. Estaba satisfecho siendo un simple ser milenario, que vagaba sin rumbo y que, ahora, sentado bajo un árbol desnudo de hojas, ve el paisaje colorido del invierno de un humano que le permite pasar el rato sin segundas intenciones. Sin motivos ocultos.
—Tu confianza es alta cuando no debería, dado que estás loco —replicó con sorna, pellizcando el brazo de NamJoon, que se quejó y mostró al fin su rostro fastidiado—; creyendo en seres que habitan los pensamientos de las personas ¿Te has hecho tratar por un especialista?
El corazón del trotasueños podía delatarlo si insistía en latir tan apresurado y golpear su pecho, como buscando saltar a los brazos de NamJoon, mientras procesaba las nuevas implicaciones de su actuar.
—Ja ja —fue sarcástico NamJoon, se enderezó y apoyó su espalda también en el árbol, a un lado de SeokJin, tocándolo, siempre buscando su contacto—. No harás que caiga en tus truquitos para hacerme enfadar.
—Lástima, es mi entretenimiento preferido.
Y era cierto. SeokJin, en lo que llevaba frecuentando la mente del humano, estaba bastante seguro de que verlo molesto era uno de sus juegos predilectos. ¿Por qué? Porque siempre terminaban en un coqueteo nada disimulado de parte de NamJoon y en él cada vez más convencido de que debía raptar a NamJoon por el tiempo que se le antojara.
Es que el glamoroso encanto de los sueños del humano a su lado era no sólo adictivo, sino que el propietario mismo de tales ensoñaciones era una quimera dulce para un ser inmortal que ha visto millones de rostros, pero no encontró nunca una sonrisa tan preciosa como la de este. O será que el romance estaba siendo su etapa humana más reciente.
—Podría entretenerte de otra forma... —sugirió con descaro NamJoon y en un movimiento veloz terminó sentado en el regazo del trotasueños—. Entonces disfrutaremos los dos.
El shock inicial por el osado actuar del chico, que aunque a veces repitiera algunas acciones, no dejaba de parecerle fascinante al trotasueños. Porque se trataba de él, Kim NamJoon, un humano que desafía la razón para jugar un juego desconocido. No hablaba de sexo únicamente, pese a que el tener el caliente cuerpo del moreno sobre el suyo hacía reaccionar cada fibra en él. Comprendía, ya sin querer negarlo por verlo inútil, que esos indescifrables nervios de anticipación previos a encontrarse con NamJoon y la inconfundible alegría de verlo reconocerle eran lo más cercano al amor.
Pero ¿podría, siendo un trotasueños, amar a un humano?
¿Podría ser correspondido?
¿Cómo sería posible tal unión estrambótica cuando uno de los dos ante los ojos de la realidad no existía?
Y calló toda interrogante justo cuando NamJoon se inclinó sobre su pecho y dejó un beso en su garganta. Fue una presión segura, asentando su llegada y sabiendo que se colaría bajo la piel del trotasueño hasta que sería imposible extirparlo de su sistema. Luego, SeokJin sintió el provocativo roce de los dientes en su piel, excitante y atrevido, que despertó el susurro de un escalofrío en su espalda y lo obligó a respirar hondo porque creyó que se asfixiaba al retener el aire.
—Joonie... —advirtió y tomó de las caderas al muchacho que intentaba debilitarlo con cortos y húmedos besos en su cuello y mandíbula—. No sabes a qué estás jugando.
—¿Qué te hace creer que juego? —Le respondió, intentando abrirle la camisa, desprendiendo con éxito los primeros botones de la camisa que llevaba SeokJin y siendo detenido cuando trató de tirar de ella—. Vamos, quiero estar contigo.
Había rechazado antes los intentos de ligar del chico, no queriendo que se recordara ese momento de su superficial beso, porque trataba de ordenar sus sentimientos. Ya con la respuesta de que no era por tratarse de NamJoon, sino por cómo este lo hacía sentir tenía suficiente. No deseaba abusar del destino y perderlo. Y, principalmente, porque le dejaba mal sabor el ser el único con la certeza y constancia de que tenía atracción por el otro. Mas cada palabra, cada mirada del humano que se debatía con su propia razón y lógica para reconocerle eran un hechizo, quizá un embrujo que lo ataba y lo sumía en una involuntad de alejarse.
El trotasueños es tan viejo que no sabe con exactitud sus años, ni dónde nació y por qué. Pero una afirmación segura de Kim NamJoon y sabe que será capaz de abandonar todo miedo y arrojarse al lago incierto de una unión impensada. Costaba cada gramo de voluntad de su cuerpo negarse a un pacto de amantes. Sobre todo en estas circunstancias, ya que él jamás pudo ni predecir que tal cosa le fuera presentada. ¡Había alguien que lo recordaba! ¡Alguien que, despierto, pensaba en él y le dotaba de existencia!
¿Qué importaba entonces la incertidumbre? Después de todo eran la excepción a una regla que no se ha escrito, o que nadie se molestó en enseñarles. Dependía de ellos, el destino y su futuro; les correspondía a ellos saber tomar decisiones y, a su vez, asumir las probables consecuencias. ¿Por qué sentía que era un límite que, una vez cruzado, los encausaría en derroteros peligrosos?
La tibia respiración del humano acariciaba su piel y ya sus pulmones trabajaban con dificultad para hacer que el aire llegue hasta ellos. Es que todos los sentidos de SeokJin estaban invadidos por Kim NamJoon. Su piel ligeramente más oscura que la suya, vistosa y apetecible, el perfume fuerte y varonil que lo mareaba. Todo, todo era NamJoon y nada era SeokJin.
¿Cómo es que siquiera le había tocado la suerte, casualidad fabricada quizá, de hallar un corazón que le haga recordar al suyo que existe?
¿Era el guapo, divertido e inteligente Kim NamJoon su serendipia?
—¿Por qué? —susurró la pregunta que le castigaba cruelmente cuando estaba sin NamJoon, caliente y ansioso también porque los toques del humano se sentían celestiales y los echaba en falta las horas que pasaban hasta su próxima reunión.
Sí, NamJoon no tenía nada de especial, concluyó, y podía pretender que esto lo volvía inofensivo, lo volvía vulnerable, mas no era honesto. No del todo, y no cuando no resistió recorrer él mismo aquel cuerpo moreno, buscando tatuarle el torbellino de sensaciones al otro, para que despierto lo extrañe. Y porque estaban juntos en esto, sea lo que sea que ambos compartían.
No esperaba obtener una respuesta, dado que el humano ya había desprendido del todo su camisa y paseaba los dedos por su tersa piel, deteniéndose sobre uno de sus pezones. Sintió el pellizco y jadeó de gusto, llevando las manos al trasero del chico y acercándolo más, deslizando una mano en una caricia demandante que subió por la espalda del humano y concluyó en la captura de sus cabellos.
—Porque me gustas —confesó NamJoon, restregándose contra la entrepierna de SeokJin, queriendo sentirlo sin ropa, piel contra piel, ansioso por exponer la dominante personalidad del trotasueños—: y yo te gusto. Diablos, es más que eso, pero no puedo ni decirlo porque me aterra.
SeokJin no hizo ningún comentario bromista sobre lo que le decía el humano, pues todo era cierto. Tomando nota de que el miedo quizá sea una señal de que estaban en la misma sintonía, tomó el rostro de NamJoon y obligó a que lo vea. Se odiaba por detener las caricias, pero estaba nervioso por la declaración y pensó que en las pupilas dilatadas del chico obtendría una señal. En ellos pudo ver la certeza de lo que decía NamJoon, era una verdad innegable que ambos se sentían atraídos por el otro. Pero, y esto era lo que mortificaba al ser de los sueños, cuando NamJoon despertaba era él que quedaba a la deriva.
No hallaba un sosiego para la fría soledad en que se convertía todo cuando su rutina de recorrer sueños retornaba a la normalidad, una normalidad que, por supuesto, no incluía al chico sobre él. ¿Cómo podrían funcionar en una relación más allá de la pasión? ¿Y por qué exigía más cuando no tenía derecho?
—Voy a besarte —Le dijo con absoluta seriedad y viendo que ya el tiempo los estaba acechando—; y quiero que cuando despiertes recuerdes cada detalle de esto, todo ¿Queda claro, Kim NamJoon? Si no eres capaz de sentir la textura de mis labios, la humedad cálida de mi lengua y mi sabor mientras estás despierto y lúcido… Yo no creo ser capaz de encontrar motivo para seguir visitando tus sueños.
Era una prueba de fuego, un poco injusto para el humano que se veía acorralado por no tener control sobre su conciencia. Pero iba a hacerlo, se juró en silencio NamJoon, enojado con el rastro de duda e inseguridad que veía en SeokJin. Como si alguien tan extraordinario como el trotasueño se vea de pronto reducido a la mediocridad. Impropio, sacrílego, casi.
—Voy a llevarte conmigo, a cada minuto, cada segundo, hasta que mañana por la noche vuelvas a mí —declaró, valiente y testarudo.
Dicho esto sin vacilación y sintiendo la fiereza de su deseo por no perder al ser de sus sueños, NamJoon cerró la distancia entre los dos y al fin unió sus bocas. No fue en principio más que un mapeo, un recorrido en tierras desconocidas, pero pronto se tornó una danza que gritaba aquellos miedos que se fueron instalando entre los dos a medida que el pasar juntos les despertaba ese único, extraño y anhelado sentimiento. Un sentir temerario, danzando en los labios de ambos, grabando en el otro la intensidad con la que se necesitaban y cuando la lengua curiosa del inmortal tuvo bienvenida en la boca del moreno, un gemido que no se supo de quién se oyó en todo el lugar.
Querían más minutos, horas, días, pero era estúpido apresurar las cosas. Y la alarma no se apiadó de ellos tampoco, pues la vida del humano iba a un ritmo cotidianamente distinto al del trotasueños.
Jalándose el rubio cabello —cortesía de la imaginación del humano— SeokJin se recostó más sobre el árbol, solitario. Intuyó que se arriesgaba mucho, pero tenía una excusa: él no sabe amar y tiene derecho a equivocarse.
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Nota:
Vean Un cadáver para sobrevivir, no tiene desperdicio. Posta.
Dejo aquí una bendición del universo:
Bye :)
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