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3. Regresar

Regresar



Miró sus cartas algo borrosas aunque pudiendo distinguir los colores de cada una de ellas. Rojo, azul, amarillo y verde. Las contempló un rato, indeciso de qué jugada hacer a continuación. Sus compañeros de juego aguardaban expectantes y atinó, tras vacilar un poco, a tomar la carta roja con un número dos en ella y ponerla sobre la pila que había en el suelo. La persona a su lado, una muchacha de cabello negro largo y vestido de flores, protestó y tomó dos cartas más mientras refunfuñaba. ¿Había errado en su jugada? No tenía modo de averiguarlo.

El juego siguió su curso y él seguía sin comprenderlo. ¿Cómo era esto divertido siquiera?

—¿Estoy ganando? —preguntó el trotasueños dado que era su primera vez con juegos de cartas. No obtuvo respuesta y no es que la esperara realmente—. NamJoon, mírame. 

La orden fue acatada por el humano, pero en sus ojos no había reconocimiento ni lucidez. Kim NamJoon no sabía que esto era su sueño y aunque SeokJin estuvo tentado a provocar claridad en sus pensamientos no lo hizo de inmediato. La escena en la que se encontraba le parecía curiosa, estar en una ronda con cinco personas, dos chicas y tres chicos —uno que le resultaba familiar—, mientras se entretenían con un juego de cartas en los que a veces se armaba un alboroto porque alguien gritaba Uno.

Supo que este era un recuerdo del humano, y que él era el único intruso en la imagen. Culpa chispeó ligeramente en su inmortal consciencia que empujó lejos. Consideró que, tras haber desaparecido por dos semanas, podía ya controlar sus emociones y reacciones por NamJoon.

—¿Has pensado en mí? —Le preguntó a NamJoon y este siguió mirándolo con una minúscula sonrisa que le marcaba leves hoyuelos en las mejillas—; yo he recorrido por incontables sueños y ninguno me hizo quitarte de mis pensamientos, ¿qué tienes que decir de eso?

No fue NamJoon quien habló, sino un chico bajito que gritó a su derecha y se abalanzó sobre las cartas, consiguiendo que el bullicio aumentara y el resto de jugadores, incluyendo el moreno, lo imitaran con quejas y argumentos sobre la jugada en cuestión.  

El trotasueños se quedó al margen, como el espectador ilícito que es la mayoría de veces en la que vaga en la mente de los humanos. Cuando se inmiscuye en estos recuerdos soñados de las personas es que suele golpearle una tristeza, envidia tal vez, al darse cuenta que él no puede tener memorias propias. 

SeokJin, el trotasueños de nombre usurpado, desde siempre ha vagado por los pensamientos de la gente al dormir, tomando energía vital para él. Pasando de un sueño a otro sin detenerse a considerar nada, sin función alguna, y sin saber por qué se empeña tanto en continuar con ello.

No es mortal, puede vivir eternamente mientras tenga sueños a los que asaltar, mas no está seguro, viendo ahora a NamJoon dirigirle una sonrisa a sus amigos, si lo que hace puede catalogarse como “vivir”.

Hacer algo porque no se conoce otra cosa, vivir porque simplemente se respira y le es imposible morir no hallaría espacio en un concepto complejo como es la vida.

—¿Puedes prestarme tus recuerdos? ¿Puedo fingir que son míos? —La voz susurrada, estrangulada por el amargo sabor que le dejó notar su insignificante razón de ser. 

Percibiendo que el lugar comienza a desdibujarse, pasando a otro plano, opta por no desanimarse por algo que no está en su poder cambiar. O, al menos, algo que jamás se planteó ni vio como posibilidad. 

Ahora son únicamente dos turistas en una playa frente un montoncito de piedras apiladas. NamJoon tiene los ojos cerrados, pidiendo un deseo con las manos juntas, y el trotasueños lo imita con el corazón apretado por la mínima ilusión de que el humano lo note.

Cierra los ojos, rogando en silencio a un Dios que está seguro que no es tan omnipresente como especulan, y le pide fervientemente que si esta es una de sus pruebas puede irse al diablo. Porque no quiere aceptarlo, no quiere creer que ha vivido tanto para encontrar a un chico que le incita a quedarse y retornar a sus sueños para luego despertar y dejarle con un vacío aterrador en el pecho por anhelar lo inadmisible.

¿Qué clase de mandato divino era este?

Pero no había respuesta, enterado estaba ya, pues los seres mitológicos no están bajo la influencia del destino o Hado como esos griegos —que le designaron como la deidad Morfeo— creían. Todo era un misterio, un infinito entramado de energías y decisiones que tenían reacciones en cadenas, y lo imprevisible era el Dios al que debían adorar siempre. Pues lo que era hoy mañana podría no ser, o importar menos el ayer que el presente, y el futuro ser buscado sin poder alcanzarse en el eterno hoy.

Todo esto pensaba SeokJin en tanto se mantenía en silencio junto al humano, que ahora contemplaba el mar con tranquilidad y el atardecer a lo lejos. Ajeno a las reflexiones de su acompañante.

¿Qué había de especial en NamJoon? 

—Definitivamente no es tu aspecto —Le reprochó, infantilmente, sintiendo el ligero humor hacerlo sonreír—. ¿Mírate? ¿Quién eres Kim NamJoon?

Se rio y el humano también, meramente porque el recuerdo podía verse afectado por su intervención. Pero estaba solo, SeokJin se hallaba solo junto a una imagen del humano que actuaba sin entendimiento. Sabiendo que si escarbaba un poco podría aprovecharse de ese letargo y alcanzar más recuerdos, invadir mucho más su memoria. 

Aún así, con todo disponible para fisgonear, no se atrevió. Quería que fuera el mismo NamJoon quien le enseñara todo, que lo invitara a conocerlo más. Obsequiarle un mínimo de poder al humano ante alguien que no requería autorización y podía trasladarse por donde le plazca sin disculparse. ¿No lo volvía un trotasueños benevolente? ¿Dónde estaba el reconocimiento ante tal gentileza y expresión de humildad divina?

—Ya vas a despertar y no has reparado en mi presencia —Lo empujó con fuerza, logrando que el humano tambaleara y se asustara al punto de creer que caería de una gran altura, pero no fue así.

Cayeron los dos sobre el césped y bajo el rayo del sol de la tarde. SeokJin no tenía ojos para otra cosa que no fuera la expresión alegre del chico, que se inclinó en su dirección con los ojos entreabiertos. 

¿Qué vería Kim NamJoon en él? 

—¿Te han dicho que esos hoyuelos son ilegales? Alguien debería escribir una canción de ellos —inquirió a la vez que estiraba la mano para tocar el rostro del humano—. Por favor, NamJoon, necesito que notes que esto es un sueño.

—Es un sueño —Estuvo de acuerdo el humano y él suspiró fastidiado—. ¿Por qué estás en mi sueño?

SeokJin se elevó un poco, apoyando el peso en su codo y miró a NamJoon con sorpresa. Su mano siendo atrapada por el humano que lo miraba confuso.

—¿Estás consciente? —ilusión hilando sus palabras— ¿No discutirás si soy obra o no de tu imaginación?

—¿Te conozco? —cuestionó y SeokJin asintió, pero enseguida negó. 

—Sí. Bueno, no, no en la vida real, sino aquí en tus sueños. Y antes que digas nada, no me creaste. ¡Aish! Es difícil explicarlo —rezongó el trotasueños y vio que el chico parecía perdido—. Necesito que pienses y te concentres. Estás soñando.

Le habló con un tono que no dejaba espacio a la discusión, dando énfasis en sus últimas palabras para que NamJoon llegara a la conclusión de que estaba en un sueño, pues era poco probable que se hallaran en un bonito paisaje dentro de una botella. SeokJin estaba encantado con lo que veía, ahí, atrapados en una botella de vidrio, con un cielo en pintura de acuarelas, mientras el sol de cartón colgaba desde la abertura del recipiente. 

—Vaya imaginación que te cargas —Se burló SeokJin y el otro lo soltó para sentarse—; ¿te diste cuenta?

—¿Estoy dormido? —Lo miró por sobre el hombro y el trotasueños asintió—. ¿Cómo es posible que estemos aquí?

Sentándose también, el ser percibió que el humano ya empezaba a desgarrar el velo de inconsciencia. Quiso acelerar el proceso, porque estaba impaciente y descartó la idea ya que, como antes había decidido, le regalaría el beneficio de no ser manipulado. Que, en palabras crudas, era uno de sus talentos.

No tenían mucho tiempo antes de que la alarma del humano sonara llevándoselo y dejando a SeokJin aburrido y debiendo buscar episodios oníricos de otros sujetos. Mas aguardó paciente.

—Esto es un sueño —dijo NamJoon mirándose las manos y viendo que estas eran algo borrosas. Tuvo que acercarlas a su rostro para verlas definidas—. Wow.

—Wow, tú lo has dicho —Tomó una de las manos del humano, disfrutando de la adictiva sensación del contacto—. Ahora que sabes que estás dormido y soñando, dime ¿te acuerdas de mí?

No quería admitir en voz alta, a pesar de que nadie pudiera oírle, que tocar al moreno era un deleite único, y que en parte le asustaba. Si bien solía tener encuentros pasionales con algunos soñadores, pues a veces caía en la mente de un humano dispuesto al sexo y lo suficientemente atractivos para tentarlo, no podía comparar esos encuentros o sensaciones con las que causaba este muchacho de sonrisa con hoyuelos. Tan inocente y tan arrebatador a la vez.

—No estoy seguro —confesó NamJoon, pero hizo que la esperanza creciera dentro del trotasueños—. Me ha parecido verte antes, aunque no lo sé. ¿Eres real?

SeokJin se mordió los labios y entrelazó sus dedos con los del humano. Apoyó la cabeza de castaños cabellos en el hombro de NamJoon como vio hacer dos sueños atrás a una pareja de amantes. Quería fingir cercanía, incluso si estaba siendo absurdamente entusiasta. La calidez de tenerlo junto a él, con la duda instalada en sus recuerdos le decía que quizá, en ese tiempo que se ausentó, el humano había pensado en él. No lo había borrado de sus sueños y memorias y, por mínimo que fuera ese rastro de su presencia, era suficiente para reconfortarlo.

Hasta el momento nadie nunca se acordó de él. No está en la naturaleza de los trotasueños el ser recordados, pero, y esto causaba un torbellino en sus emociones, el peculiar Kim NamJoon rompía esa regla. Su misma esencia de cazador furtivo de sueños atenta contra la conservación de cualquier detalle suyo por mínimo que fuera, no obstante, hace excepciones por este ordinario humano. Suspiró lleno de tanta congoja que se reprendió por ser así de ridículo, y se obligó a responder.

—Soy SeokJin contestó confiado, creyéndolo, necesitaba sembrar todavía más vestigios propios en el muchacho—; soy real, tan real como es posible para no ser del todo humano —murmuró con complicidad y siguió—: esta es la tercera vez que nos vemos.

—¿La tercera vez? 

—Ajá, la última vez me pediste que volviera si no podías recordarme y quise asegurarme de que cumpliste tu palabra —con la mano libre, SeokJin se cubrió el rostro avergonzado por primera vez, nervioso incluso—; y lo hiciste, a medias, pero lo hiciste, Kim NamJoon. Todavía no sé por qué, ni cómo. 

Era como si NamJoon lo hiciera más humano, dándole un poco de eso que él no era, pero que precisaba para ser. Pues sin sueños, SeokJin era casi una teoría fútil, proyecto a medio hacer y olvidado por vaya a saber qué entidad superior irresponsable.

—Porque eres mi creación, todo en mi sueño lo inventé —cortó NamJoon llanamente y SeokJin se tensó mientras sentía caer todas sus esperanzas, rompiéndose en añicos cada ilusión. Pero el humano volvió a hablar—: Esta es la parte donde me contradices ¿no? —SeokJin se distanció para escrutar su expresión—. ¿No fue así las últimas veces?

SeokJin por poco deja caer un par de lágrimas, las primeras en toda su vida, ante el alivio de comprobar que NamJoon estaba bromeando, pero era consciente de todo. De esa realidad que era posible sólo si el humano dormía y permitía de este modo que SeokJin se colara en sus sueños. 

—Sí, y en todas he tenido que aclararte que no soy algo de tu invención. Mírame, Kim NamJoon, ¿puedes hacerte cargo de tanta belleza? —Socarrón y altanero.

El humano lo empujó suavemente con el hombro y entonces rieron. La escena cambiando repentinamente a un parque. Parecía otoño, pues el suelo estaba repleto de hojas secas; había bancas de madera deterioradas, por lo viejas que se veían, y si la audición no engañaba, incluso podía escucharse el rumor del viento y la satisfactoria música al pisar las crujientes hojas. Los dos caminaba lado a lado, rozando sus brazos en el andar, pero ocasionado pequeños cortocircuitos en ambos. 

¿Qué era aquello que le causaba al trotasueños una oleada de nervios y alegría? Como si su estómago se revolviera —en un sentido agradable—, su rostro quebrándose en una sonrisa boba y queriendo algo. No estando seguro de qué. 

Se cuestionaba por qué perseguía respuestas de todo cuando a veces ni son necesarias.

—Volviste —Rompió el mutismo NamJoon, confesó enseguida—; y tengo miedo.

El pecho de SeokJin se apretó al oírlo. ¿Acaso el humano tenía miedo de él? Por parte, era entendible, después de todo, no es algo de todos los días tener a un ser que se mete en tus sueños y te acompaña en tus pensamientos como si tal cosa fuera cotidiana. Reformuló: no es algo de todos los días ser capaz de dar con un trotasueños que te acompaña en tus sueños y pensamientos amistosamente. Aunque como él hay tantos más, no puede confirmar si otro de los suyos hizo lo que él ya que se apartó hace mucho de su pueblo, prefiriendo actuar por su cuenta.

—No voy a hacerte daño —dijo afligido SeokJin, deteniendo sus pasos, viendo avanzar un trecho más al humano—. No quise asustarte.

—¿Qué quieres entonces? —Volteó a verlo NamJoon, con una intensidad avasallante que hizo que SeokJin desviara su vista—. Tengo miedo... —repitió. 

—Me iré, no te preocupes —tranquilizó con un extraño nudo alojado en la garganta—; no es mi intención espantarte ni lastimarte.

—No quiero que te vayas.

—¿No estás diciendo que tienes miedo? —Ahora sí le devolvió la mirada, notando que el chico lucía adorable con una mueca contrariada.

—Tengo miedo, pero no de ti —dijo bruscamente y se cruzó de brazos—. Es que aún cuando pienso que todo puede ser algo de mi imaginación, no quiero que desaparezcas. Ha pasado un tiempo desde nuestro último encuentro ¿no?

Puede que SeokJin nunca enfrentara una situación similar antes, pero reconocía que el tono y el lenguaje corporal del humano eran de puro reproche.

—¿Cómo estás tan seguro de que no volví? —Estaba molesto y a la par extrañamente animado con lo que le generaba esta actitud del chico—. Quizá volví y no te dignaste a verme. 

—Imposible —Se defendió NamJoon y observó como su entorno parpadeaba—. Oh, no…

—Eres un torpe humano —insultó sin ánimo de ofender realmente el trotasueños—; ya tendrás que despertar.

—¡Maldición! —Se quejó NamJoon y SeokJin soltó una risa—. ¡No es divertido!

—Claro que lo es, es lindo verte exasperarte por lo inevitable —«Por no querer que nos separemos», calló.

—Tú eres lindo —retrucó NamJoon y cerró la distancia hasta que ambos podían sentir el calor del cuerpo contrario en el suyo.

Para NamJoon era tan surreal el poder percibir algo como calor irradiando del cuerpo de SeokJin, mientras su mente se dividía entre la incredulidad y el intento de pensar lógicamente. Pero el chico frente a él, quien afirmaba que aparecía solo en sueños, se veía real. Maravillosamente real. Y por eso es que le frustraba despertar tan pronto, porque desde las últimas semanas, vivió con la sensación incómoda, irritable, de tener un pendiente y no poder precisar qué es. Mas nada hallaba por mucho que se esforzó en averiguarlo. Entonces agradeció haber dejado notas en su teléfono el último día que vio al trotasueños.

—¿Solo lindo? Tkss, antes me llamaste hermoso, estás perdiendo el toque —dijo SeokJin sin sentirse intimidado pese a las abrumadoras y caóticas emociones que le embargan—. No queda mucho.

El anuncio hizo tambalear el paisaje por la molestia del humano; la resistencia a no marcharse.

—No —negó, pero estuvo de acuerdo NamJoon en que se les deslizaban los minutos con una velocidad malsana; miró los labios de SeokJin, luego sus ojos y el conjunto de un rostro sumamente atractivo—. Quiero quedarme un rato más.

—Mañana podremos vernos otra vez —ofreció como una opción sin importancia cuando en realidad quería fervientemente volver a verlo—. Todo depende de si te acuerdas de mí. 

—Lo haré, y si no consigo recordarte vuelve —Tomó el rostro del trotasueño, siendo un tacto fantasmal. El deseo de besarlo surgiendo travieso. Un impulso desconocido que no se sentía incorrecto de ningún modo—; pero no desaparezcas otra vez.

Acercándose a SeokJin, ambos cerrando sus ojos, estuvo a punto de conectar sus bocas en lo que sería un primer beso tentativo. Un tibio gesto que nada de pasional tenía, que no era un calor pasajero de lujuria, mas implicaba algo extra. Tal vez romántico.

Pero esa alarma a la que NamJoon empezó a odiar cada día sonó trayendo de nuevo su conciencia despierta y dejándole más que retazos en la memoria de un par de ojos cafés, una sonrisa juguetona y el hormigueo tenue en los labios, que no pudieron probar la deliciosa boca de un ser soñado.

[...]

—No tengo más que esto —agitó los billetes, una excusa para ocultar su temblor.

Si elevaba la vista podía observarse, por sobre el hombro del otro, en el espejo: la mirada extraviada, la boca seca y pálida, sus mejillas hundidas y el cabello grasoso. Bajo sus ojos pesaban sombras de insomnios.

—Anda, ¿no sabes cómo es esto? O me das todo o no tienes nada.

La puerta se abrió y la persona que entró pudo captar a tiempo el intercambio de dinero. Soltando un suspiro, dijo:

—No me interesan sus mierdas, pero si van a estar vendiendo pastis en el baño de la facultad al menos ahorrenos la desagradable escena trabando la puerta.

—Si dices algo... —comenzó el dealer, evidentemente asustado, pero queriendo mostrarse amenazante.

—¿Eres sordo? No me interesa. Solo que no es este el mercado de adictos.

—Park, espera... —intentó retenerlo, pero este se zafó.

Enfocando su rostro, escondiendo la preocupación con la máscara de habitual desprecio, Park le dijo:

—Sé más inteligente, idiota, mírate las pintas —ante la mirada que le dio, bajó el rostro sintiendo el sonrojo precipitarse hasta sus orejas—. No te metas nada que este te venda, al menos si vas a pudrirte el cerebro, que sea con mercancía confiable.

—Hijo de... —pero Park JiMin ya se había retirado.








• 

Nota:

Amén a Lorde.
Quiero vacaciones, jebus.

:)

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