2. Cuidar
Cuidar
•
—¿A dónde me llevas?
—Eres parte de mi sueño, debes saber adónde me dirijo —respondió con simpleza Kim NamJoon.
Con un deje de tristeza y decepción, SeokJin curva los labios en una sonrisa. Por alguna razón, que no intentó explicar, volvió a los sueños del humano NamJoon, obedeciendo a un impulso novedoso. Un sentir poco desarrollado, la necesidad de indagar en algo que, visto en ojos de otros, parecería sencillo, pero en carne propia le altera los nervios de manera deliciosa. Diríase de atracción, simplemente.
Una carretera desierta, una camioneta negra y como telón de fondo la noche poblada de estrellas. Había esperado otra cosa cuando llegó hasta él, aunque no estaba mal este escenario. No se trataba de un paisaje colorido, sino una noche de verano donde el rumor del viento hace a la idea de que el calor será soportable. Los dos se hallaban en la comodidad del vehículo y mantenían las ventanas bajas, sin intercambiar más que algunas escuetas frases. El trotasueños así lo prefirió en un principio y el conductor, tal como se suponía, no reconoció a su acompañante.
—Sonará algo loco, pero no es la primera vez que debo aclararte que no soy una creación de tu imaginación —Lo observó para medir las reacciones del soñador.
El moreno arrugó la frente y apretó la mandíbula, adelantando el mentón en un gesto concentrado; luchando por recordarlo, tanteando en los pensamientos que se le escurrían como agua entre los dedos.
—Lo eres —dictaminó NamJoon, con seriedad. Sin lugar a discusión.
A diferencia de la vez anterior, hace tres noches atrás, el humano no parecía estar realmente consciente de su sueño. Pese a que lo haya insinuado, era una respuesta automática.
—No, no lo soy —Se encaprichó en quitar el velo ilusorio del sueño para que pudiera hablar con él como si estuviera despierto—. Ahora, ten cuidado o caeremos al vacío.
Dicho esto manipuló el plano visual que había ante ellos, usando la propia esencia del sueño del chico para convertir la extensa carretera en un camino con final trágico. De seguir conduciendo, como venía haciendo hasta ahora el humano, caerían a un abismo. Obviamente, no se harían daño. De hecho, ni siquiera estaban en riesgo realmente, pero era un modo efectivo de conseguir cierta lucidez.
Sabía que era algo cruel. Y divertido, ¿por qué iba a mentir?
—¿Qué…? ¡Oh, Dios, voy a morir! —gritó el humano y soltó el volante para cubrir su cabeza despeinada.
El ser mítico podía no saber de conducción, pero estaba bastante seguro de que hacer tal cosa, en una situación real, no era buena idea si se quería salir con vida y mayormente ileso. Se planteó la pregunta de si en verdad el chico a su lado tenía licencia de conducir, o tal vez soñaba con ello por anhelo a dominar la habilidad.
Un período de transición corto y torturante —para el dueño del sueño, no para el trotasueños, que reía entre dientes— pasó hasta que el temor a la muerte los llevó a un escenario donde se hallaban a salvo. El trotasueños intervino otra vez en ello para que el chico no despertara del todo y los sumió en un ambiente ameno. Lo quería semiconsciente, como en su encuentro pasado.
—Yah, abre los ojos, no hay peligro —Tranquilizó toscamente, viendo la sala en donde estaban.
Un lugar con pocos muebles, libros sobre la mesa y en una esquina una computadora que tenía artefactos para grabar música. Adivinó que se trataba de la casa o departamento del humano y recorrió con curiosidad el lugar.
Pese a que era un sueño, podía ver muchos detalles en el escenario. Para un espía de sueños, esto resultaba conveniente, pues le facilitaba el trabajo de husmear sobre el sujeto en cuestión. Y para el metiche, también.
—¿Cómo llegué aquí? —consultó NamJoon, pero el trotasueños lo dejó llegar a la respuesta por sí mismo.
Ya había hecho bastante y no quería abusar. Eso sería descortés, de alguna retorcida manera dadas las circunstancias.
Tomó asiento en la silla de oficina, que estaba frente a la computadora de escritorio, y vio un micrófono, un equipo de música, que a sus ojos se veía complejo. Empezó a teorizar sobre quién era este tal NamJoon. ¿Un músico? Por su apariencia era posible, además del cabello levantado en picos al frente y el instrumental esencial para componer y crear melodías, todo en el humano indicaba que el arte era parte de su cotidianeidad. ¿Y tanto papelerío y libros? La primera vez que se cruzó con él, este había dicho algo de un encuentro en la biblioteca, recordó. Estableció que tal vez NamJoon no triunfaba en lo artístico y debía tener un trabajo estable que le ayude a solventar los gastos. Un bibliotecario. O incluso ser un estudiante, solo que era difícil en tal caso vivir independiente. No es que SeokJin supiera de economía humana, aunque tampoco era tan ignorante.
—Estoy… debo estar soñando.
El susurro de NamJoon fue lo suficientemente alto para que Seokjin lo oyera. Se revisaba los bolsillos del pantalón con roturas y hasta se buscó por todas las capas de ropa, que, francamente, no sabía cómo funcionaban para combinar sus colores.
—Ajá, lo estás —Habló usando el micrófono y riendo ante la mirada irritada del humano.
—No toques eso —Se le acercó, arrebatándole el objeto de las manos—. ¿Quién eres?
—Oh, ¿esta vez no dirás que soy hermoso? —Se burló, sabiendo que el chico no tendría presente su anterior conversación.
—¿Hermoso? Pff —escupió—, no lo creo, amigo.
Dejando de balancearse en la silla con rueditas, se alzó picado por el comentario del humano.
—¿Qué acaso eres ciego? ¡Mirame! —demandó indignado—. ¿Cómo te atreves? No te arriesgues a hacerme enojar, Kim NamJoon.
Enfrentó al humano percatándose de que era más bajo. Por supuesto, esto no impidió que le resulte amenazante al soñador, quien, sabio, retrocedió un paso. Después de todo, no era tanta la diferencia en alturas y estaba tratando con un ser especial: un vándalo de sueños y alguien capaz de darle pesadillas a los humanos cuando se aburría a veces. O salvarlo de las mismas, si el ánimo estaba para ello.
—¿Arriesgarme? Amigo, no digas tonterías. No pintas alguien rudo, no me intimidas —Namjoon mantuvo la actitud desafiante aunque era obvio que no tenía tanto coraje en la sangre; el trotasueños le permitió tomar distancia y se exasperó cuando el otro se reía entre dientes. Desestimando la bravura de la entidad onírica.
El trotasueños podía sentir sus orejas calientes, el rostro todo, y seguramente era por el sonrojo de su molestia. Reunió toda voluntad posible para no mostrar su peor y temible faceta. Pisoteó fuerte hasta volver a ponerse frente al humano.
—¿Cómo que no te parezco rudo? —Cuestionó y clavó con su dedo el pecho del humano—; y corta con eso de “amigo”, que no lo soy.
Se estaba arrepintiendo de haber regresado al sueño de este sujeto. ¿Con esas fachas de artista frustrado habla de rudeza? ¡Un incordio!
—Tienes el cabello rosa, labios brillantes y apetecibles, por cierto, y vistes un traje oscuro con decoraciones opulentas salidas de alguna obra teatral —Lo analizó de arriba abajo como quien estudia un diseño complejo o un animal exótico—. Demonios, debo dejar Internet antes de dormir o mi mente forma alucinaciones calientes como tú.
La mandíbula de SeokJin cayó, sus cejas desapareciendo hasta su flequillo. Perplejo por lo que oía, sacudió la cabeza y se removió en su sitio, incapaz de reaccionar. Fue recién cuando, con delicadeza, NamJoon le levantó el mentón para que cierre la boca que se libró del toque. Le dio un manotazo y el otro se mordió una carcajada.
—No te pases de listo, ¿estamos? —Se enderezo y pensó en que quería ver su reflejo para comprobar lo que decía este humano. Su deseó causó que, sobre la mesa a su derecha, un espejo de mano se materializara. La impresión primera fue graciosa— ¿Rosa? ¡Pero si mi cabello era castaño la vez pasada! Aunque no está mal... —Movió el rostro comprobando los distintos ángulos de su perfil, encontrando que le sentaba bien ese tono—; tienes razón, me luce, ¿cómo me has llamado? ¿Sexy? Sí, sexy funciona.
—¿Es esto un sueño húmedo? —consultó NamJoon, visiblemente más animado ante tal perspectiva; se inclinó para susurrar en el oído de SeokJin con lo que sería un intento de voz seductora—. No me importaría ver qué escondes bajo esa extravagante ropa y qué tan rudo te portas cuando te las quitas.
Un ramalazo de electricidad le recorrió por toda la espalda y el trotasueños se vio a sí mismo titubeando. Era tentador el modo en que, de pronto, el lugar pasó de una sala de estar a una habitación de tonos cálidos y con una enorme cama. Había una colcha de cuadros de colores encima, y estaba destendida. En las paredes un empapelado claro, decorado con diminutos motivos de flores azules; había, además, marcos de fotos borrosas y sobre la cabecera de la cama una pintura del edén. Unos cuantos muebles de estilo francés, supuso, un diván en la esquina y cortinas rojas que llegaban hasta el alfombrado borgoña. Extravagante era el término que podía describir el lugar.
Jodida imaginación, murmuró y se volteó a ver al humano que tenía su rostro tan cerca que si quería podía cortar la distancia y besarlo.
Y quería, era lo que definía la situación.
El trotasueños era ya bastante viejo para estar con jueguitos torpes, pero ahí estaba, provocando a un humano menor a él por no sabe cuánto. No hay demasiadas prohibiciones en los sueños, ni fantasía que se juzgue con el ojo moral de la realidad despierta, pero agradecía que NamJoon fuese un adulto y no un púber hormonal.
Mordiendo sus labios, inclinó la cabeza reflexionando qué hacer a continuación; sabedor de que estos eran un fuerte punto de atracción, se deleitó en el modo en que NamJoon mojaba los suyos con la vista fija en su boca. Una respuesta corporal positiva. ¿Besarlo sería pertinente? No había nada que se lo impidiera y llevaba toda la responsabilidad, pues sería quien conservaría intacto ese momento. Podía hacerlo sin meditar las consecuencias porque no habría ninguna ¿No?
Esto daba vueltas en su cerebro cuando el parpadeo de las luces y la ligera distorsión de la imagen del humano le recordaron que si bien parecían instantes, en realidad, ya hacía horas que se encontraba en las imágenes de la mente dormida.
—¿Por qué tienes que dormir tan poco? ¿Por qué te levantas tan temprano? —Reprochó, llevándose las manos al rostro para despejar su juicio y ahuyentar las incontrolables ganas de raptar a NamJoon el tiempo que se le antojara. No es como si alguien pudiera detenerlo si decide jugar con el chico hasta que se aburra. Cierta malicia, que supo mantener a raya, se alborotaba pidiendo actuar.
—¿Eh? —No comprendiendo el cambio de humor del trotasueños, NamJoon estiró una mano para tomarlo de la muñeca—. Debo ir a trabajar, pero este sueño aún no acaba. Yo decido cuándo termine.
Esa terquedad era divertida para el ser sobrenatural. Se sentó en la cama, que ya no era lujosa como hasta hace unos instantes. No estaban en la ambientada habitación, sino en un simple cuarto de soltero, con un televisor encendido en el canal de las noticias. Corriente, aburrido.
—¿Tienes tal poder? —inquirió y estudió la mano que lo sostenía y lo que producía en él siempre que se permitía lo físico. Ese contacto de ensueño que si bien era ilusión para el humano, para él era intenso, adictivo—. Si es así, entonces, recuerdame cuando despiertes.
Sus ojos se estancaron en los contrarios. El trotasueños, con su corazón milenario martillando, quería quedarse más tiempo ahora que veía que NamJoon estaba lúcido, en la medida que era posible sin que realmente despertara. Irse era desperdiciar la oportunidad de conocerlo, aunque quedarse era provocar el desastre.
—Lo haré, o quizá te cruce en algún sitio —Razonó lógicamente el humano—. Debo haberte visto en la calle para tener fresca tu imagen.
Bajando aún más la mano, NamJoon entrelazó los dedos con los suyos y dio un apretón juguetón. Esta acción nada tenía de la sensación anterior y era meramente empalagoso, una ternura que también era extraña para el trotasueños.
—No nos hemos visto en la vida real —y viendo que NamJoon iba a decir algo lo interrumpió—; y no te atrevas a decir que soy tu creación, porque ese chiste es viejo.
Ya su alrededor empezó a oscurecerse y un suspiro escapó de labios del trotasueños.
Frustrado. Frustrado porque el humano iba a dejarlo nuevamente y con él mismo por no saber para qué volvió a visitarlo. ¿Estaba enloqueciendo? ¿Seres como él podían siquiera caer en la locura?
—¿Cómo te llamas? Yo soy Kim NamJoon. Aunque eso ya lo sabías —titubeó.
—Soy SeokJin —dijo, esta vez sin dudar. Cómodo con este nombre humano que se adjudicó.
—¿No te veré por ahí? ¿Sólo aquí puedo encontrarte? —El trotasueños no pudo distinguir el tono con el que le preguntó aquello.
¿Acaso quería volver a verlo? Si tan sólo supiera a qué se exponía haciendo… ¿Qué? ¡El pobre era un indefenso muchacho! Y ni él sabía hasta dónde era incorrecto retenerlo puesto que no hubo otro humano con el que pensara burlar su destino de desaparecer con el despertar.
—Yo vivo en los sueños de la gente —explicó sin dar mayores detalles. El tacto del humano empezó a desvanecerse y SeokJin lo tomó con las dos manos para retenerlo unos segundos más—; promete que te acordaras de mí al despertar.
El deseo de no ser olvidado se unía a un misterioso sentimiento que era nuevo en el ser del que muchos hablaban como leyenda urbana.
—Te recordaré —afirmó con confianza NamJoon, para quitar la expresión desanimada del pelirrosa. Notaba que este no creía en sus palabras—, pero si no lo hago, vuelve a verme…
Y NamJoon despertó en su cuarto, atontado al oír la estridente alarma de su teléfono.
El trotasueños quedó en el oscuro vacío de no estar en la mente de un humano, abrazándose a sí mismo por lo terriblemente egoísta que estuvo a punto de ser. En el silencio aturdidor, consideró irse de esa región geográfica en concreto, visitar sueños de otras personas y no volver a Kim NamJoon por seguridad. Cuidar al humano de él mismo, y protegerse principalmente de experimentar emociones que no estaban permitidas entre dos seres tan distintos.
[...]
Alguien lo empuja en sus prisas por llegar al aula, lo que lo lleva a tropezar y caer al suelo golpeándose el brazo. Agradece, de todas formas, a quien sea que lo haya hecho reaccionar, espabilar, y se pone de pie con dificultad. Se calza la capucha y se estremece del frío que solo él siente. Sus movimientos son cuidadosos y lentos, por eso llega tarde al curso y se escabulle hasta el fondo.
—Bien, ahora que estamos todos —escucha decir al profesor y sabe que se refiere a él—. Voy a encender el proyector. Apague la luz, por favor...
No, no, no. Resistir despierto será un desafío.
•
Nota:
En uno de mis fics supe poner espacios de queja para el desahogo, pero acá todo marcha divino, tendría más caso poner espacio de sueños, ¿no? Para quien sea y cuando sea.
Entonces, cuéntame un sueño:
Sé que debería poner portada y separador chachi, pero la verda' es que no me salen las cuestiones de edición. Así quedará hasta nuevo aviso jaja
Bye :)
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro