Esperar
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El sonido de alarma hizo que el personal médico, enfermeros y doctores, acudieran a la sala de cuidados intensivos. De a poco, el bullicio propio del hospital fue abriéndose paso en la somnolencia de NamJoon. Levantó la cabeza, sintiendo una punzada en el cuello por la forma en que dormitó; bostezó sin cubrirse la boca, sin atender modales, mientras se ponía en pie. Pudo abrir un ojo, y se llevó la mano a la cara para espabilar.
Extrañaba su cama. Extrañaba a…
Al caminar, se enredó en sus pies y fue a parar contra una pared, golpeándose el codo, aunque se enderezó y continuó. La gente que estaba en la sala le dirigían miradas compasivas. NamJoon lucía tan pálido y ojeroso, con una barba de días y el cabello chato tras haber usado gorra que era lamentable.
No había vuelto a casa por la necesidad de saber qué sucedía con su vecino. Llevaba durmiendo en la sala de espera desde hace una semana, tiempo en el que JungKook estuvo -y permanece- hospitalizado.
Sino fuera por JiMin, y algunas veces por JiYoung, quien también conocía a JungKook, no habría comido más que lo que las máquinas expendedoras ofrecían. El café ya le daba acidez estomacal, y simplemente lo consumía en exceso. Apurando cada sorbo sin degustarlo siquiera.
Necesitaba volver a casa, ducharse, comer algo sustancial y descansar, pero ni el sueño le ayudaba. Ya no podía cerrar los ojos y hacer siquiera una siesta sentado en cualquier silla, porque visiones de JungKook atrapado, maltratado o pidiéndole ayuda, lo asaltaban.
Atribuyó tales escenas al estrés. Y como de todas formas despertaba apenas JungKook llegaba a él, tampoco se preocupó en registrarlo o tenerlo en cuenta en su investigación de sueños. Había pausado la búsqueda de respuestas; confiaba en que SeokJin lo disculparía.
No obstante, su intuición se empecinaba en gruñir rabiosa cuando él desestimaba los sueños con JungKook. Se negaba a creer que había conexión alguna entre su vecino y SeokJin, o incluso entre lo que llevó a su vecino a ingerir fármacos y lo que encontró de mitología. Simplemente era... imposible. Y reconocía la hipocresía cuando esta le mordía los talones.
Se palpó los bolsillos viendo que todavía traía encima la billetera, las llaves y el celular. Por esto recordó que debajo de la silla estaba el bolso que le dejó JiMin anteayer. Su amigo discutió con él, exigiendo que ponga razón en su cabeza y vaya a descansar.
—No eres su tutor o guardián, NamJoon, no seas ridículo y ve a dormir —le había dicho.
NamJoon simplemente le lanzó a la cara la enemistad que mantenía JiMin y JungKook.
—Tú mismo declaraste que viste que estaba comprando drogas en un baño y no interveniste, pues perdón —se había exaltado y no midió sus palabras—, pero yo tengo consciencia limpia y no lo dejaré solo. No lo dejaré a su suerte tan fácilmente como hiciste tú.
Tras eso, NamJoon presenció la ira y la traición en las facciones de JiMin. Mas se negó a sentir culpa. Si cedía, JiMin insistiría en lo mismo, en que vaya a su departamento, y él no podría alegar que estaba ahí por un presentimiento que podría ser apenas sugestión.
—Vendré a traerte comida y otra muda de ropa —respondió JiMin, dándose la vuelta y dejándolo hundido en la silla.
No se reconocía actuando así. Apenas JiMin se marchó, llamó al trabajo y pidió adelantado los días de vacaciones. Su familia no estaba al tanto de su estadía poco placentera en esa sala de espera y lo prefería así. Y no les respondía los llamados, solo un par de mensajes, porque las preguntas sobre SeokJin no se sentían tan bien ahora.
—Vas a quedarte sin cara para tantas ojeras —Se burló una voz y él la reconoció como la enfermera Wang. Una señora amable que solía entretenerlo con charlas triviales en lo que él bebía su café de la mañana—. Hijo, ¿por qué no te has ido a casa aún?
—No puedo hacerlo —Se estremeció de lo ansiosa que sonaba su propia voz, por lo que compuso una mueca que pretendía ser una sonrisa—. Además, me gusta el café de la máquina.
La mujer arrugó la boca como si quisiera reprocharle por consumir tanta cafeína, pero desistió. Habían tenido conversaciones al respecto. En cambio, lo que hizo la enfermera fue extenderle una llave que recibió confundido.
—Ya que no podemos echarte a la calle, convencí a mis compañeros de turno de permitirte quedar en la sala de descanso del personal —Bromeó llegando hasta donde estaba para ayudarle a recoger el bolso—. Nadie irá a molestarte, no usamos ese espacio realmente porque preferimos huir del hospital apenas acaban nuestros turnos.
NamJoon fue guiado con paciencia hasta la sala de enfermería. El lugar era apenas una simple habitación con una mesa y una silla, una camilla que funcionaba de cama y más allá cerca de la ventana un dispenser de agua. Las cortinas beiges con borde de flores celestes ocultaban la luz exterior, dejando el cuarto iluminado tenuemente.
—¿De verdad puedo usar este sitio?
—Sí, no puedo verte más en esa sala cabeceando. Comprendo que tu amigo esté delicado y te preocupes por él, pero, niño, dormir es importante. Si quieres ser fuerte para el chico al que cuidas al menos duerme un par de horas en horizontal y no encorvado.
—Gracias, muchas gracias —NamJoon agradeció sincero y la enfermera se marchó, no sin antes recordarle que si lo necesitaba la busque en la oficina junto al laboratorio.
NamJoon quedó solo en el cuarto, mirando simplemente el suelo. Dudó si convenía que se recueste o no, y decidió que no haría daño al menos intentarlo. Se subió a la camilla, haciendo a un lado la sensación de rechazo que le daba por pensar en si alguien murió allí. A veces su mente iba por rumbos un tanto absurdos, pero no podía no estremecerse cuando había visto desfilar camillas con sábanas también blancas que cubrían por completo a quien trasladaban, yendo al depósito mortuorio de la planta baja. Sí, que lo condenen, pero mientras reposó la cabeza en la almohada, pensó en ello. Y, sin siquiera quitarse los zapatos, descansó sobre las sábanas.
Cerró los ojos y en lo que le pareció casi un minuto completo los volvió a abrir. Alguien pateó la puerta y se sentó recto, por poco escupiendo el corazón, y lo vio.
En la puerta, JungKook se aferraba del marco mientras otra de sus manos presionaba su estómago sangrante.
—Hyung, ayudame...
Y pronto desapareció, mostrando que la puerta seguía cerrada. Lo que tenía sentido, puesto que le dio una vuelta de llave, aunque corrió para dejarla entreabierta porque le resultaba menos claustrofóbico de ese modo. Se desplomó nuevamente todavía sobresaltado, no indagando en la repentina angustia que lo hizo parpadear un par de lágrimas.
¿Otra pesadilla? ¿Acaso lo imaginó, lo alucinó? ¿O sería que...?
NamJoon no se sentía listo para una respuesta.
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Nota:
Ah, no quiero cursar más. Please, cancelen el cursado en tiempos cuarentenicos. Gracias.
Espacio de sueños aquí:
:)
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