10. Volar
Volar
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JungKook releyó lo que escribió noches anteriores tras haber recolectado toda la información que pudo hallar y se sintió desconsolado. En cierto punto había desistido de averiguar quiénes eran los Trotasueños y comenzó una búsqueda distinta. Esta vez quería saber si existía alguna forma de sacarlos de los sueños. Por supuesto, esta línea de investigación no tenía fuentes confiables, ni sitios seguros en los que explorar. Se reducía a tratados de esoterismo, de vudú incluso. Pero ya habiendo llegado tan lejos, navegar en páginas de adivinos que narraban viajes astrales, encuentros íntimos con espíritus, registros akáshicos, no era descabellado. Hasta había enlistado métodos de comunicación astral, rituales de invocación y apuntado estilos de meditación efectivos para conectar con HoSeok, el intruso de sus sueños.
Y estuvo mucho rato repasando las opciones cuando admitió al fin que no tenía sentido —menos de lo que ya tiene estar enamorado de alguien que no existe en su plano real— y que solo estaba inventando tonterías para no perder la esperanza.
—He fallado —murmuró, su lengua amarga de culpa, mientras se recostaba en la cama.
Masajeó sus sienes, y se quitó las lagañas de los ojos. Los sentía irritados, resecos, cansados. Las noches que pasó sin dormir se dibujaron como marcas oscuras alrededor de sus ojos y delataban su deteriorado estado.
—Quizá es tiempo de que me rinda —suspiró—, quiero dormir.
Pero no era por haberse dado por vencido que quería conciliar el sueño. No, era porque extrañaba. Lo extrañaba demasiado y justamente por esta razón es que la culpa le castigaba el cuerpo. ¿Qué era peor que haber fallado? Saber que esto no solo lo afectaba a él. Llevaba meses con lo mismo y sus arduos intentos por una respuesta no habían hecho más que decepcionarlo. Se mordió los labios hasta sangrar, sus ojos empezaron a lagrimear y no se contuvo de sollozar con fuerzas aunque, de todos modos, nadie lo oiría.
No entiende por qué permitió que su amigo TaeHyung lo convenciera de prestar su departamento para una fiesta, pero esto le sirvió para no dormirse llegado el atardecer. Patéticamente, creyó que una celebración le animaría, le daría motivación. Pero no. Fue mortificante la consciencia de su soledad en medio de un gentío que vivía vidas tranquilas sin preocuparse por sus sueños.
Caminó hasta el baño y abrió el espejo para hallar en el estante unas pastillas que consiguió ilícitamente, sin receta, para dormir. Había hecho caso al consejo que le gruñó Park JiMin de no probar otras drogas, mas no vio dañino conseguirse somníferos. Las pesó en su mano, sabiendo que una de ellas lo noquearía por horas. Aunque esto no sería suficiente para hablar con HoSeok y explicarle todo.
Tal vez, si toma una dosis más fuerte…
Cerró el botiquín y se miró al espejo. Se topó con un rostro joven, demacrado por la angustia. Mirarse solamente le daba repelús, por sus ojos desenfocados y rojizos, que parecían los de un desquiciado. ¿Y si en realidad estaba loco? Sus cabellos desordenados por sus propias manos nerviosas apoyaban esta conjetura. Lo parecía. Parecía alguien que aniquiló su cordura en un burdo intento de retener una fantasía de su mente.
«No, es real. Es real. Es...»
Cerró los ojos apretando el frasco entre sus sudorosas palmas. La música repercutía en su cuerpo al ritmo de la canción movediza. Vibraba su cuerpo por el instrumental de una canción de amor y él se meció, acunando el frasco de pastillas, y repitiéndose que era real, que no lo imaginó, que tenía que encontrar el modo de probarlo y sino...
Tal vez…
Cuando sus ojos se abrieron el sol le apuñaló las retinas, por lo que parpadeó varias veces mientras alejaba el rostro del cielo. El viento lo azotó furioso y él, extrañamente, se sintió revitalizado. Dichoso.
Elevó las manos, abriendo los brazos como si fueran alas que se extienden para el vuelo. Un júbilo repentino y poderoso le agitó el cuerpo, hormigueando bajo su piel, y se encontró riendo como un niñato que ha hecho una travesura.
La camioneta dio un giro que lo hizo perder el equilibrio y se sostuvo con una mano del techo de la cabina para no caer. Aunque si caía, le daba igual. Estaba maravillado por el paseo. Pero otro volantazo, mucho más brusco, hizo que se afirme mejor. Pudo así ver en dónde es que viajaba y notó la camioneta de color negro. Él no recordaba conocer a alguien con un coche así, sin embargo, no se hizo preguntas. Solo sabía que estaba allí, en la caja trasera.
Miró el paisaje, aunque las formas no estaban definidas. El camino era pavimentado, una carretera extensa. Aunque al observar al frente entendió que se dirigían a un túnel oscuro. Y, más allá, una luz.
Se sintió atraído por la luz. Quiso llegar cuanto antes. No obstante, algo se atravesó en la carretera y la camioneta frenó con un sonido chirriante que hizo que JungKook apretara los dientes y se sostenga para no terminar tumbado sobre el techo.
—¡Espera! ¡No sigas! —gritaron y lo que antes no tuvo visibilidad se hizo silueta y luego persona.
Un chico, cabellos castaños y mirada aterrorizada. Y hermoso, aunque no indagó por qué reparó en ello.
—Sal de ahí —murmuró JungKook, enojado de que detuvieran su paseo—, y fíjate por dónde caminas.
—No, JungKook, por favor, baja de ahí. No entres al túnel…
—¡Sal de ahí! —vociferó cada vez más molesto.
Su anterior algarabía se transformó en ira. Quiso él mismo deshacerse del obstáculo a como dé lugar, pero no pudo bajar de la camioneta. El muchacho, sin inmutarse por el evidente estallido de JungKook, se acercó al coche aunque no para hablar con él. En cambio, se dirigió al conductor; alguien que JungKook no había visto aún. Esto despertó su curiosidad y se agachó para ver por la ventana pequeña al interior. Solo vislumbró una nuca. Parecía otro joven, aunque no podía afirmarlo dado que sus ojos se pusieron borrosos y pestañeó sin éxito para aclararlos.
—Deja que se baje, por favor. Debe haber otra forma —suplicó el atractivo muchacho, desesperado y mostrando un rastro de llanto que conmovió a JungKook.
No pudo oír la respuesta del conductor, pero dado que el chico gritó más y aporreó la puerta de la camioneta, no debió ser lo que quería escuchar. JungKook se lamentó no poder bajarse y caminar hasta el túnel.
—Haré lo que sea, pero por favor no hagas esto. JungKook debe despertar.
—¿Que no haga qué? ¿Despertar? No quiero despertar —afirmó convencido JungKook.
El cielo se nubló y una espesa bruma cubrió el paisaje. JungKook percibió el viento por cómo este despeinaba su cabello y enfriaba sus mejillas. Se acostó a esperar que el conductor y el otro muchacho terminen su discusión. Sobre una manta que estaba estirada en la parte trasera, JungKook se acomodó en posición fetal y murmuró que por favor no lo despierten. Estaba agotado y feliz.
—Escuchame, JungKook. Abre los ojos, no debiste hacer esto —Si eso pretendía ser un regaño, la angustia que se filtraba en el pedido no permitió el efecto—. Tienes que irte, abrir los ojos y dejarme.
—¿Quién eres? —preguntó, sentándose y mirando en dirección a la voz.
Recién entonces se percató de que ya no estaba en una camioneta. Ahora, dormitaba en un colchón sobre la azotea de un edificio. Reconoció el sitio como la tienda de rentas, siempre iba allí cuando quería despejarse. Su tío era el dueño y le permitía pasarse horas allá arriba.
—No podré detenerlo mucho más, JungKook, abre los ojos por favor.
—¿Quién eres? ¿Cómo es que sabes mi nombre?
Se puso de pie, la luna brillaba molesta y él caminó hasta el borde. La ciudad no era más que una mancha oscura y borrosa con pintas luminosas.
—No importa si no me recuerdas, pero hazme caso. Abre los ojos.
—¿Esto es un sueño? —cuestionó.
¿De qué otro modo habría sobre el cielo nocturno una ballena surcando nubes?
—Es… algo más que eso.
Trepó sobre la barandilla y volvió a abrir los brazos. ¿Qué pasaría si saltaba? ¿Acaso las aves tenían esta sensación de vértigo y excitación antes de echarse a volar?
—¡No! ¡JungKook, no saltes!
—Es un sueño, nada va a ocurrirme.
Miró atrás suyo cuando un grito ahogado escapó del castaño y encontró que el muchacho no estaba solo. Alguien, cubierto por una capa negra, sostenía al castaño del cuello mientras que otra mano le cubría la boca.
—¿Qué haces? —se enojó JungKook.
Bajó rápidamente y encaró a la aparición sombría, quien se hizo hacia atrás bruscamente. El castaño negaba, implorando con sus ojos que se fuera, que lo deje.
Pero JungKook no iba a dejarlo.
—Prometí que te salvaría…—soltó y en cuanto lo hizo descubrió todo.
Recordó.
Hoseok.
Y lo que fue un sueño se volvió la peor pesadilla.
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Nota:
No me sale lo de ser disciplinada con las actualizaciones, pero tampoco tengo mucho tiempo pa' revisar esto jaja
Aquí, como siempre, el espacio de sueños:
En mi caso, estos días han sido nomás pesadillas. Pero esto me ayudó a tener ideas para la actividad de edits dominical que hago por instagram con mi socia.
Socia, si alguna vez te haces cuenta aquí, que sepas que me re entusiasma editar, pero soy pésima jaja
En fin, quizá mañana, quizá pasado, el siguiente cap. Deja un amen por mis datos.
:)
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