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7 - Momentos

Salva llevaba allí cerca de veinte minutos cuando ella salió de un portal, el cual él grabó en su memoria en cuestión de segundos. Observó la coleta moviéndose mientras caminaba y cómo sujetaba la chaqueta color vino por encima del hombro, utilizando un único dedo. Iba mirando su teléfono y no se percató de la presencia del chico hasta que estuvo junto a la moto.

—¡Oh! ¡Hola! —Exclamó sorprendida.

—Hola —respondió con una sonrisa.

—¿Qué te trae por aquí?

—Pues... La verdad es que he salido de trabajar y he visto tu moto y —dudó unos segundos—, no sé, me dio por quedarme aquí parado.

Se encogió de hombros tras decir aquello, como quitándole hierro al asunto. Ella, con una chispa de curiosidad naciendo en su interior, entrecerró los ojos y le miró con una sonrisa burlona decorando sus labios.

—Justo al lado de mi moto —señaló con burla.

—Justo al lado de tu moto —confirmó él mientras se cruzaba de brazos.

—Y, puedo preguntar, ¿por qué?

—Poder, puedes. Que yo te responda, es otra cosa —contestó bromeando.

Denise rio por aquella conversación que le parecía, cuanto menos, divertida. Colocó una mano sobre el asiento de la máquina y observó nuevamente y con detenimiento al chico.

—Entonces...

—Es que me gusta, ¿sabes? —Al decirlo, no estaba seguro de sí se refería únicamente a la moto o iba por ella.

—Es mucho monstruo, ¿a quién no le iba a gustar? —Cuestionó con una sonrisa—. Oye, tengo un hambre que me muero, no sé si... ¿Te apetece venir?

Decir que Salva quedó sorprendido era quedarse corto. Miró la hora y calculó; tenía tiempo de sobras y le gustaba estar con ella. Quería conocerla más, así que ¿por qué no?

—¡Vale! ¿A dónde vamos?

Poco después, se encontraban sentados en el interior de un restaurante de comida rápida, con sus bocadillos ya en la mesa. «Esta chica sí que tiene apetito», pensó el chico. Le gustaba que no fuese de aquellas mujeres que picotean en lugar de comer o están pendientes de las calorías de lo que van a comer —o no—. Sonrió inconscientemente mientras la observaba de soslayo, creyendo que ella no se daba cuenta y errando en tal suposición.

Denise notaba su mirada yendo y viniendo en un intento de disimular; no era tonta, al fin y al cabo ella estaba haciendo lo mismo. No sabía qué tenía aquel muchacho que llamaba su atención de tal modo. Cuando lo vio junto a su moto cuando salió de dar clases, todo su interior vibró y tuvo que hacer un esfuerzo por fingir que estaba tan pancha cuando, en realidad, las piernas le habían flaqueado levemente.

Comieron entre bromas y risas, conociéndose poco a poco aunque sin sentirse extraños o incómodos. Así fue hasta que, de pronto, Salva lanzó la pregunta que ella menos se esperaba y no estaba dispuesta a aceptar: «¿me dejarías dar una vuelta en tu moto?».

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Ay, ay, Salva... Con lo bien que ibas...

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