«¿Es que no me escuchas o qué?», preguntó ella al ver que él no emitía palabra alguna. Quizá era sordo y no se enteraba de lo que le estaba diciendo; todo podía ser.

—Oh, sí... Disculpa... —Respondió avergonzado.

—Te pregunté qué hacías tocando mi moto —señaló.

—Nada en realidad, sólo... Me quedé absorto —hizo una breve pausa— mirándola.

—Pues se mira, pero no se toca. Es mi monstruo.

—¿Monstruo? —Preguntó con una sonrisilla contenida, cambiando la postura a una más relajada.

—Ajá. No sabes lo que es ir encima de esto —comentó con orgullo mientras palmeaba el asiento—. No la cambio por nada.

—¿Y si te la compro?

¿De dónde había salido aquella pregunta? Ni él mismo se lo había esperado. Ella estalló en una carcajada que a él le resultó contagiosa y, sin poder evitarlo, estaba riendo con ella.

—Ay, Dios... ¡Esa ha sido buena! Por un momento he pensado que hablabas en serio —dijo entre risas.

Salva no se comprendía a sí mismo en aquellos momentos. ¿Qué diantre le estaba sucediendo? Nunca se había notado tan atontado ni perdido, ni siquiera cuando se pegó el ostión con la moto y le costaba comprender la situación. La muchacha se secó una lagrimilla y terminó de serenarse, antes de volver a mirar al hombre frente a ella y ladear la cabeza escrutándolo.

Era mono, pensó, pero había tocado su moto sin permiso y eso, bajo ningún concepto, podía repetirse. Comenzó a preguntarse si estaría bien, pues percibía en su expresión que algo le sucedía.

—Me llamo Denise —le informó—. ¿Y tú?

—Salva. Encantado —dijo tendiéndole la mano.

Cuando ella se la estrechó, justo en ese instante, Salva comprendió lo que le sucedía: ¿podía ser Ella? Ninguna otra chica, jamás, había provocado que una corriente le cruzase la espalda con un contacto tan leve. Sintió que se le erizaba el vello de la nuca, se le formó un nudo en la garganta y los nervios comenzaron a amenazar con hacerlo reír sin más motivo que la vergüenza de estar bajo su mirada. «¡Maldición, recomponte!», exclamó en su mente.

—Discúlpame, hoy estoy teniendo un día un tanto extraño —comentó el varón.

—No te preocupes, sea lo que sea, seguro que pasará. Los días raros son normales.

Aquella afirmación lo dejó completamente descolocado, y una amplia y sincera sonrisa se dibujó en su rostro. Denise lo percibió y sonrió alegre al ver que parecía más animado.

En ocasiones, podía parecer una muchacha ruda, pero no lo era en realidad. Debías tomarte el esfuerzo de conocerla un poco más y no demorabas en darte cuenta de que era todo un sol de persona, de aquellas a las que no les cuesta ayudar a los demás, independientemente de si iba a haber recompensa para ella o no. Sin ir más lejos, en una plataforma donde acostumbraba a leer —pues era una ávida lectora que soñaba con ser escritora—, el día anterior le habían propuesto ser juez en un concurso, pero no disponía de tiempo y se vio obligada a declinar la invitación. Mientras otra persona hubiese seguido a lo suyo como si nada, ella se ofreció a ayudar con la difusión en redes sociales, pues eso no le llevaba tanto tiempo. ¿Veis lo que os decía?

Salva aún no la conocía, pero ya se había quedado ensimismado en su sonrisa. Aquello, para él, ya era mucho.