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21 - Los amigos

Denise regresó al salón con la mandíbula apretada y las observó sin mediar palabra, aclarando sus pensamientos.

—¿No te vas? —Cuestionó Amanda.
—Debo.

Se frotó la frente ante las miradas de las dos mujeres.

—¡Joder! No lo podré llevar en la moto —afirmó finalmente.

—¿Entonces?

—¿Me podéis prestar vuestro coche? —Pidió, consciente de las consecuencias.

Inmediatamente, las reacciones no se hicieron esperar. Primero, se quedaron estupefactas, con los ojos  como platos y la boca entreabierta. Después, estallaron en una gran y estruendosa carcajada que las hizo retorcerse en el sofá. Ella, se mantuvo en silencio.

Cuando el ataque de risa comenzó a menguar y empezaron a prestarle nuevamente atención, ella se quejó.

—Pero bueno, ¿qué os ha dado? ¡Ya está bien de cachondearse de mí!

—Es que, espera, espera —y volvió a romper en risas.

—Denise, es que es muy gracioso —apuntó Olivia.

—Pues yo no le veo la gracia.

—Tú, la que jamás deja que le toquen la moto, ¡ni mirarla!, vienes a pedir que te presten un coche. ¡Un coche!

—Tengo carné para conducir coche —aseguró molesta.

Y las otras dos volvieron a desternillarse de risa, ya que al verla enfurruñada se les hacía más cómica la historia.

—Sí, sí. Pero es que tú, amiga mía, siempre te has mostrado muy segura en eso de que —procedió a simular comillas con los dedos mientras seguía hablando— no necesitabas ni necesitarías jamás un coche, ni aunque te estuvieras por morir.

—Y ahora —añadió Olivia—, te ves en la tesitura de tener que pedir uno, y lo haces toda molesta. Pero lo haces, ¡y por un tío!

—Espera, es que esto aún lo mejora más —volvió a hablar Amanda—. Un tío borracho. Si vas a estar con ese hombre a futuro, más vale que te consigas un coche, amiga.

—Bueno, ¡ya está bien! —Espetó molesta.

Sus amigas rieron por lo bajo, luego Amanda se levantó del asiento, se palmeó los muslos y, con aires teatrales, soltó: «venga, te llevamos a buscar a tu damiselo en apuros».

Cuando quiso darse cuenta, estaba metida en el coche que aquellas dos mujeres compartían. Una lo usaba de lunes a jueves, la otra de viernes a domingo; lo tenían organizado así para cubrir bien sus horarios de trabajo y, como el resto del tiempo lo pasaban juntas en su mayoría y los gastos iban a partes iguales, todo eran ventajas en aquella situación.

Cuando llegaron al lugar indicado, colocaron el vehículo medio subido en la acera y las tres descendieron. Junto a la puerta del garito, un grupo de jóvenes batallaban para mantener erguido a uno de ellos. Denise se dio cuenta de que se trataba de Salva y le hizo señas a sus amigas para que la acompañasen.

—Hola —saludó al estar cerca.

—¿Eres Denise? —Cuestionó uno de los chicos.

—La que viste y calza —respondió con gracia.

—Encantado. Yo soy Raúl. Hablamos antes.

—Igualmente... Aunque la situación no es quizá la mejor —respondió mirando a Salva.

Éste, todavía no se había percatado de la presencia de las chicas.

—Ellos son Marcos, Carlos, Lucas, Dani, José —señaló presentando a cada uno—, y bueno, a este desastre ya lo conoces.

—Supongo que es mi desastre ahora...

—Encantadas, chicos. Nosotras somos Olivia y Amanda, y la dueña del desastre es Denise —intervino Amanda.

Acababa de echarle el ojo a uno, por supuesto que no iba a demorar las presentaciones. Olivia, que se había dado cuenta, le dio un codazo disimulado y Denise rodó los ojos ante la escena.

—Y-i-io soy Sssalva —se presentó él al aire, porque no había nadie dónde estaba mirando.

Raúl se llevó una mano a la boca para cubrir la risa que trataba de contener, José estalló en una carcajada, Lucas suspiró profundamente y los demás lo observaron sin saber qué decir.

—Al menos ya se sostiene en pie él solo —quitó hierro al asunto Olivia.

—Encantada, chicos —añadió Denise y, observando al borracho, añadió—: ¿Y qué voy a hacer contigo?

Iba a pedirles a sus amigas que la ayudasen a meterlo en el coche, pero las vio hablando con dos de los muchachos y esperó. No hubiera servido de nada intentar hablarles; si había un hombre de por medio, debías darles espacio.

—M-mme rec-cuerdddasss a alguien —escuchó.

Y lo siguiente que comprendió fue "a esa mujer, esa mujer que no me quiere por más que me esfuerce". José trató de taparle la boca antes de que dijese algo de lo que se arrepintiera, pero no sirvió de mucho. "Es una desalmada, no sé por qué la quiero si tampoco es tan increíble", siguió diciendo. Ella no era desalmada, al contrario.

—¿De quién habla? —Preguntó confundida.

Ellos se quedaron callados. Aquello, solamente puso nerviosa a Denise. "Coño, si es que tan tan tan guapa pues no es, es del montón, pero la quiero como un tonto", escuchó. Denise no era vanidosa, pero sí se consideraba guapa y atractiva, por lo que dudaba de que hablase de ella.

—¿Qué ha pasado esta noche, chicos? —Cuestionó, como si los conociera de toda la vida.

Antes de que alguno pudiera responder, él volvió a su soliloquio: "y no es mi novia ni lo va a ser, porque no me quiere. Estoy solo y siempre lo estaré". Aquello sí que la terminó de descolocar.

—Entiendo...

Se sentía tan profundamente decepcionada que no tenía ni la capacidad de expresarlo. Si brillante mirada quedó cubierta por tristeza, sus hombros cayeron y su expresión mostró sus pensamientos y, también, un cúmulo de sentimientos encontrados.

—Dios mío, ¿qué estuve pensando todo este tiempo? —caviló en voz alta, sin darse cuenta.

Para ese momento, Olivia y Amanda estaban ya pendientes de su amiga y no les gustó nada lo que vieron en su mirada. Era difícil decepcionar a Denise, pero aquel tipo lo había logrado con pasmosa facilidad.

—No vas a subir a ese imbécil en mi coche —sentenció Amanda sin cortarse un pelo.

—Para eso hemos venido. Lo llevaremos y ya pondré fin a esto cuanto esté sobrio —dijo derrotada.

Los chicos no comprendían nada.

—¿Poner fin a qué? —Preguntó Lucas.

—A nada. Vamos, chicas. ¿Abrís el coche, por fi?

Y dicho esto, se acercó al ebrio, lo apoyó sobre ella y lo obligó a caminar —o más bien arrastrar los pies— hasta el vehículo, donde hizo bastante esfuerzo para meterlo dentro antes de cerrar suavemente la puerta.

—Gracias por todo —comentó al grupo de hombres desconcertados—. Ha sido un placer.

No tenía previsto volver a verlos, así que no necesitaba mayores despedidas. Raúl quiso hablar con ella, pero se mostró esquiva. Lucas se acercó a Olivia.

—¿Qué está pasando? ¿De qué nos hemos perdido? —Preguntó el hombre.

—Denise está herida, no creo que te hayas perdido nada si lo escuchaste hablar.

—¿De qué?

—Chico, ¿qué tan lento se puede ser? Viene hasta aquí a buscarlo preocupada para que él coja y se ponga a hablar de cuánto quiere a una tía random. No es bonito —arguyó enfadada.

—Olivia, hablaba de Denise.

Ella se permitió reír ante aquella respuesta.

—Mírala —le pidió—. ¿Crees que ella es del montón? ¿Te parece desalmada después de venirlo a buscar? Si ha venido, es porque su novio está como una cuba y se preocupa por él, porque lo quiere. ¿En qué encaja con algo de lo que ese tonto ha dicho?

Lucas, analizando lo que la chica había dicho, demoró tanto en contestar que, cuando lo fue a hacer, ella ya estaba subiendo al coche. Cerró la puerta con un portazo y el automóvil abandonó el lugar a toda velocidad. Denise iba detrás, sujetando a Salva para que no se partiera la cabeza contra la puerta, pero lo único que quería era soltarlo en el cuarto de invitados y echarlo de su casa al día siguiente.

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