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Capítulo 6 - Como el helio


https://youtu.be/TeeLtTZy8v4


«Jonathan sintió que lo sacudían por un hombro. Gruñó algo y trató de quedarse en aquel hermoso jardín en el que estaba tendido sobre una manta en el verde césped, jugando con dos niños pequeños, idénticos. El sol brillaba radiante, y por un sendero entre los setos florecidos, vio acercarse la figura imponente y gallarda de David, sosteniendo en brazos a una niñita de rizos dorados. Se sentó junto a Jonathan y los dos pequeños, y con una vocecita inocente, animó a la bebita diciéndole:

_ Dile buen día a papá Johnny................................»

_ Johnny, despierta... Se te hará tarde.

Cuando abrió los ojos, vio a su padre sentado al borde del camastro, observándole con aquellos ojos rebosantes de amor que tanto echaba de menos:

_ ¿Pa?_ se atrevió a preguntar.

Will sonrió y le revolvió los cabellos negros:

_ Buenos días dormilón.

Sin poderse contener, Jonathan se arrojó contra él, abrazándolo con fuerza, sin poder reprimir las lágrimas que llegaron en torrente incontenible:

_ ¡Pa! ¿Me perdonas?

_ Eres tú quien tiene que perdonarme a mí, Johnny._ lo besó en la cabeza y lo apartó para mirarlo._ Supongo que me tomé muy en serio lo de ser un padre celoso. Pero necesito que sepas que no hay nada que hagas que pueda hacer que yo deje de amarte, hijo. Tú y tus hermanos son mi mayor tesoro, mi mayor bendición, y no habrá fuerza en este mundo que consiga cambiar lo que siento por ustedes tres. Solo quiero que lo sepas.

_ Pa, no te imaginas cuanto necesitaba escucharte decir eso. Tenía miedo de que tú ya no me quisieras.

_ Eso es imposible y muy poco probable que suceda. Quizás no apruebe tu elección de novio, pero tú sigues siendo mi hijo, mi pequeño.

Jonathan volvió a abrazar a su padre sintiéndose inmensamente feliz. Aunque solo por unos segundos. Mierda. Realmente tenían toda la razón con aquello de que no hay felicidad completa. Aquella mañana se sentía terriblemente vacío, sobre todo luego de aquel sueño tan hermoso que había tenido hacía unos momentos. Entonces reparó en un pequeño detalle. Su padre llevaba puesto el uniforme de chofer:

_ Pa... ¿Por qué vas vestido así?

William le acarició una mejilla:

_ Pues porque pienso regresar a mi puesto de trabajo en la mansión MacMillan.

Jonathan entrecerró los ojos, desconfiado:

_ ¿Por qué?

_ Pues, porque la señora Davis estuvo aquí anoche y tuvimos una plática muy interesante en la que me hizo ver muchas cosas que mi terquedad no me permitía ver bien.

Tomó las manos de su hijo mayor y las sostuvo con firmeza:

_ Quiero que sepas, que quizás no esté del todo de acuerdo con tu relación con el señor MacMillan, pero si él es el elegido... pues... tienes mi bendición. Pero que te quede claro que mantengo mi posición de matarlo si se atreve a lastimarte.

Jonathan soltó una risita triste. William se dio cuenta que algo no marchaba bien:

_ ¿Qué tienes? Pensé que te alegraría esto que acabo de decirte.

_ Y me alegra, pa. Pero creo que ya es muy tarde.

_ ¿Tarde? ¿Qué significa eso? ¿Acaso se pelearon?

Jonathan bajó la mirada y asintió despacio. Contó a su padre lo sucedido en el club, y como temía de las reacciones impulsivas y violentas de David cuando se trataba de que alguien fuera a tratarle siquiera:

_ No tenía ni idea de lo posesivo que era. Y me trata como si fuera un bebé pequeño al que tiene que proteger de todo. En serio me exaspera con esa actitud.

_ Pues en eso tienen mucho en común ustedes dos._ señaló Will con un gesto muy simple.

Jonathan se incomodó ante tal comparación:

_ ¡Pa! ¿Cómo puedes compararnos? No tenemos nada en común en ese sentido y prácticamente en ningún otro.

_ ¿Ya te olvidaste el numerito que armaste el día que fuiste a la empresa y lo escuchaste gritarme? Querías asesinarlo, y fue solo porque me gritó por teléfono.

Jonathan boqueó unos segundos:

_ Eso fue... es que... eso fue diferente...

_ ¿Diferente? No lo creo. Tú me defendiste en un momento en que creíste que alguien me estaba agrediendo, aunque fuera de manera verbal. Bueno, el señor MacMillan creyó necesario intervenir en tu defensa, creyendo que Randy podría hacerte daño. No puedes juzgarlo ni rechazarlo solo por querer defender a la persona que quiere.

Jonathan palideció:

_ ¿En serio crees que él me quiera? A mí me parece más un capricho, una obsesión.

_ Pues no lo sabrás si pones fin a la relación tan pronto. Ahora lo conveniente sería que te preguntaras ¿Qué quieres hacer? O mejor dicho ¿Qué harás al respecto?

Jonathan se cubrió el rostro con las manos:

_ No lo sé. Estoy tan molesto con él. Tengo ganas de golpearlo. Te juro que si lo tuviera delante ahora mismo lo haría. Lo molería a palos.

_ Y luego te lo comerías a besos.

Jonathan lanzó un quejido. Sí, su padre tenía razón. Sus enojos con David siempre terminaban así, en una batalla de labios, dientes y lenguas. William lo besó en la frente:

_ Sé que harás lo correcto. Y mientras eso ocurre, yo tomaré el auto y llevaré a tus hermanos a la escuela y me iré a la mansión. Tú tendrás que tomar el bus a la universidad porque no puedo esperar a que te arregles. Supongo que no estás listo para ir a la empresa hoy.

Jonathan se dejó caer sobre la cama:

_ Y tampoco iré a la universidad. No tengo cabeza para concentrarme en clases. Creo que me quedaré vegetando todo el día en cama y tratando de poner mi desastrosa vida en orden.

William le pellizcó una mejilla:

_ Tu vida no es desastrosa, y nadie mejor que tú para ponerla en orden si así fuera. No te quedes mucho en la cama, eso no te hará bien. Nos vemos en la tarde.

Y se marchó.

Jonathan estuvo largo rato dando vueltas entre las sábanas antes de decidirse a mirar su teléfono. La decepción lo golpeó como un bloque de cemento. No tenía ni una sola llamada de David... ¿Cómo podía ser? ¿Acaso aquel idiota no pensaba reconquistarlo? ¿Disculparse? ¿Tratar de arreglar las cosas entre ellos? ¿Ese era el famoso cariño que le decía tener? ¿Era esa la manera en que lo demostraba?

Todas esas preguntas se las gritó a Devon a través del teléfono cuando le llamó para quejarse:

_ Johnny, estoy en medio de una clase. No puedo atenderte ahora._ le susurró Devon apresurado.

_ ¡No puedo creer que esa bestia imbécil no me haya llamado ni una sola vez! ¡Ni siquiera un mensaje de texto! ¡Nada!

_ Ok, en serio me debes una y grande,_ protestó Devon,_ acabo de salirme del salón para poder escucharte y aguantar tus lamentos... ¿Qué sucede?

_ ¿Es que no me escuchaste? ¡David no me ha escrito!

_ Bueno, anoche le dijiste que te dejara en paz, que querías estar solo. Supongo que está dándote tu espacio y esperando a que se te pase.

_ O realmente solo fui un pasatiempo y ya decidió no perder el tiempo conmigo.

_ ¿No te parece que estás siendo un poco paranoico y melodramático? Casi hasta me parece estar oyendo a Calvin.

_ ¡Oye! ¡Eso me ofende!

_ ¡Entonces deja de actuar como un histérico y concéntrate! ¡Si él no te ha llamado, entonces márcale tú!

_ ¿¿Quéeee...?? ¡Devon...! ¿Cómo se te ocurre siquiera sugerirme algo semejante?

_ Cariño, eres tú quien tiene una crisis de nervios, no yo. Solo intento ayudarte.

_ Pues de menuda ayuda estás sirviendo.

La voz de Devon sonó enfadada a continuación:

_ ¡Bueno, si ese es el criterio que tienes vete a la mierda y busca a otro que aguante tus quejidos!

_ ¡Devon por favor, no cuelgues, no cuelgues, te lo suplico! ¡Lo siento! ¡Es que me siento mal! ¡Y de verdad lo extraño mucho!

Hubo una pausa al otro lado de la línea, seguido de un profundo suspiro, y Devon retomó la palabra, más calmado:

_ No sé qué es lo que me preocupa más: si lo rápido que se han dado las cosas entre tú y tu jefe, la sobreprotección extrema de él para contigo, o tu repentina fascinación dependiente.

_ ¡No tengo una fascinación dependiente!_ se quejó Jonathan cambiando de color. Por suerte Devon no podía verlo.

_ Ok, ahora repítelo varias veces hasta que te lo creas._ sonó la voz cansina de Devon._ Johnny, solo escúchate... Estás armando un caos solo porque no te ha llamado ni mandado un mensaje... ¿Cómo le llamas a eso?

Jonathan no supo qué responder. Temía que Devon tuviera razón. Realmente con David las cosas se sentían últimamente como si estuviera en una montaña rusa. Se estaba comportando como un novio histérico, de esos que no se despegan de sus teléfonos en espera de que sus parejas les llamen o les escriban... ¡Mierda! ¿En qué momento había caído tan bajo?

_Johnny, escúchame... Anoche estabas tan alterado que preferí no decirte nada, sobre todo estando Vivian y Calvin delante. Hubo un momento en que tu novio en serio me asustó. Hay algo en la manera en que te mira, no sé, es como si estuviera esperando que de un momento a otro algo malo fuera a suceder y quisiera ponerse en medio para protegerte, y también está la forma en que mira a los que están a tu alrededor, como si no quisiera compartirte con nadie más, como si te considerara exclusivamente de su propiedad. No sé, tal vez me equivoque o malinterprete, pero percibí eso. Y lo otro, es que a pesar de temerle a esos detalles que te acabo de mencionar, igual tengo que reconocer que ese hombre está loco por ti.

_ ¿En serio lo crees?_ preguntó Jonathan con la voz temblorosa luego de una pausa.

_ Solo habría bastado verle a los ojos cuando lo rechazaste y le gritaste que te dejara en paz. En serio parecía que estaba sufriendo.

Jonathan se dejó caer sobre el camastro y se acarició la frente con la yema de los dedos:

_ Devon... Tú me conoces mejor que nadie. Sabes mi historia, todos mis fracasos amorosos... Devon... Estoy asustado por todo lo que David despierta dentro de mí. Cosas que jamás he sentido por nadie... ¿Te confieso algo?... Ayer lo hicimos.

_ ¿Ya te acostaste con él?

_ Sí, y fue alucinante a un nivel que ni te imaginas. Lo hicimos tres veces. Pero lo peor de todo es que cuando vine a darme cuenta... Nunca nos protegimos.

_ ¿No usaste condón? ¡Johnny! ¿Cómo se te ocurre? Eso es un riesgo enorme y lo sabes.

_ ¡Si, lo sé! ¡Pero no me importó! ¡Devon, con él me sentí protegido y amado como nunca antes! ¡Y eso me asusta!

_ Tú me asustas a mí. Te estoy escuchando y no dejo de preguntarme cómo ha podido suceder esto. Suenas...

_ ¡No lo digas!_ ordenó Jonathan, pero en el fondo, ansiaba escucharlo.

_ Suenas como si te hubieras enamorado de tu jefe.

Y Jonathan colgó el teléfono abruptamente, y durante unos minutos se quedó con la mirada perdida en el vacío.

******************

Edna MacMillan terminó de cepillarse su cabello plateado y se roció con su exquisito Chanel No. 5. Lanzó una mirada desdeñosa a Arleth, la doncella, a quien había ordenado que le trajera unos zapatos Manolo Blahnik rojos del armario. La muchacha regresó corriendo con el pedido y Edna se limitó a estirar las piernas, dándole a entender a la chica, que esperaba que se los calzara. Arleth se arrodilló en el suelo y colocó los zapatos en los pies de la mujer, que se levantó con elegancia y se dirigió a uno de los ventanales, sin siquiera darle las gracias:

_ Arleth ¿Conoces a ese tipo que acaba de llegar?

La doncella se aproximó a la ventana y miró a través del cristal. Ante la escalinata de la entrada estaba el Rolls-Royce del cual había descendido William, y estaba conversando con Stephen y la señora Davis, quienes parecían muy contentos de verle. La muchacha hizo una mueca:

_ Ah sí, es William Doyle, el chofer.

_ ¿Doyle? ¿Cómo ese muchachito, el asistente personal de mi sobrino?

_ Sí, claro. William es su padre.

_ Interesante._ musitó Edna con los ojos relampagueando.

_ Es raro. Hace una semana que no venía a trabajar.

_ En la época de mi hermano en vida esas cosas no pasaban. Si un sirviente se ausentaba, por lo que fuese, no había motivos para que regresara luego. Cada vez me convenzo más de que se necesita una mano firme en esta casa, además de una buena purga.

Arleth se apartó en silencio y se dispuso a hacer la cama, aunque no dejaba de mirar a Edna, y se mordía los labios, como dudando si soltar lo que tenía en la punta de la lengua:

_ Señora...

_ ¿Qué quieres?_ preguntó Edna aun mirando por la ventana a su sobrino que había salido de la casa para irse al trabajo y parecía muy animado de ver al chofer.

_ ¿Recuerda que me pidió que estuviera atenta y vigilante a cualquier movimiento entre el señor MacMillan y Jonathan?

Edna se volteó con rapidez:

_ ¿Viste algo?_ preguntó ávidamente.

Arleth guardó silencio unos segundos y se acercó presurosa a Edna, hablando en susurros acelerados:

_ Ayer por la tarde. Ni usted ni la señorita Anastasia habían regresado. Pero el señor MacMillan volvió más temprano que nunca de la empresa y se fue a la piscina a nadar. Luego llegó Jonathan, y parece ser que se metió con ropa y todo en el agua, porque tuve que recogerlas después y estaban ensopadas. Pero eso no es todo... Subieron al tercer piso, juntos. Lo sé porque me di cruce con ellos en la escalinata. Como no había nadie cerca, subí y estuve un rato vigilando, por si pasaba algo...

_ ¿Y ocurrió algo?_ interrumpió Edna con ansiedad en la voz y en la mirada.

_ Vi al señor MacMillan salir envuelto en toalla de su habitación y meterse en la de Jonathan.

_ ¿Ese chiquillo tiene una habitación en esta casa? ¡No puede ser! ¡Esto es el colmo!... ¿Y qué más?

_ Pues no lo sé, porque en eso vi que venía la señora Davis y tuve que esconderme y luego regresar al segundo piso, que es mi área de trabajo. Pero sí le puedo asegurar que el señor MacMillan no bajó hasta unas horas después, y estaba con una cara de felicidad que ni se imagina.

Edna volvió a asomarse a la ventana, y Arleth pudo observar que la mujer sonreía ampliamente, y había algo de vileza en aquella expresión:

_ Buen trabajo, Arleth... Bien hecho. Continúa así. Necesito que no le pierdas pie ni pisada a esos dos.

_ Pero señora, si me descubren...

_ Nadie tiene que descubrirte si actúas con cuidado. Además, recuerda que te prometí recompensarte si me eras leal, y pienso cumplirlo. Solo necesito saber si puedo contar contigo.

_ Claro que sí, señora._ musitó Arleth e hizo una leve reverencia ante la mujer.

******************

David estaba realmente muy contento porque William estuviera de vuelta para ocupar el puesto de chofer. Sentado en la parte de atrás del Mercedes Benz, parecía contemplar el paisaje que pasaba veloz ante sus ojos, cuando realmente su cabeza daba vueltas, tratando de convencerse de hacer la pregunta que le picaba en la punta de la lengua.

Apenas había podido conciliar el sueño al regresar a la mansión en la madrugada. La discusión con Jonathan le había dejado destrozado, y temía que aquel hubiera sido el final para ambos. Había pensado en llamarle por teléfono o enviarle un mensaje de texto, pero temía recibir un rechazo por esa vía, y no creía ser capaz de soportar una ruptura a través de un teléfono:

_ ¿Todo bien ahí detrás, señor? Lo noto un poco tenso.

David trató de sonreír, pero resultó un intento tan doloroso que desistió de ello. William lo miró a través del espejo retrovisor:

_ ¿No va a preguntarme?

_ ¿Preguntarte sobre qué?

_ Ya sabe qué, no se haga el tonto.

David abrió la boca pero ni un solo sonido brotó. Había quedado demasiado asombrado ante el atrevimiento de William que tardó un poco en recuperarse:

_ ¿Disculpa?

_ Aceptadas.

_ Will... ¿Acaso estás mal de la cabeza o qué?

El auto se detuvo con un frenazo. David estaba cada vez más perplejo:

_ ¡Will! ¿Qué demonios crees que estás haciendo?

William se volteó entonces y comenzó a decir:

_ Dejemos algo claro, jovencito. En este momento, no soy su chofer. Está hablando con su suegro y espero que me trate con el debido respeto... ¿Le quedó claro?

David parpadeó varias veces antes de responder con voz entrecortada:

_ Sss... si... señor Doyle.

_ Bien... Primero lo primero. La idea de usted y mi hijo juntos todavía no me convence del todo. Pero quiero a Jonathan, y no puedo hacer otra cosa más que respetar su elección. Como he dicho desde el principio, solo quiero que usted sea capaz de comprender y apreciar el joven tan maravilloso que es Johnny, y que lo quiera y lo valore como se merece... ¿Me entendió?

_ Sss... si... señor Doyle.

_ Mi trabajo no tiene absolutamente nada que ver con lo que haya entre usted y mi hijo. Por tanto, no quiero ningún privilegio. Soy uno más de sus empleados. Para empezar, quiero que me descuente de mi salario todos los días que he estado ausente. Y no pienso discutir sobre este tema. Se hará como exijo y es punto final... ¿Comprende?

_ Sss...si... señor Doyle.

_ Ahora bien... Ya estoy enterado de la pelea que tuvieron usted y Jonathan anoche. No voy a tomar partido por ningún bando. Usted tuvo sus razones para actuar como lo hizo y Jonathan las suyas. Aquí entre nos: A Jonathan no le gusta perder. Es un joven maravilloso y lo amo, pero es recondenadamente caprichoso, como su difunta madre. Siempre quiere tener la razón y decir la última palabra... ¿Ya le telefoneó?

_ Nnn... no... señor Doyle...

_ ¿Y qué está esperando?

_ Preferiría resolver este asunto frente a frente.

William entrecerró los ojos:

_ Bien, eso está muy bien. Cuando vaya a pedirle disculpas, más le vale no ir con las manos vacías. A Jonathan le encantan las flores, así que una rosa roja será más que suficiente, y le aconsejo no contradecirlo. Déjelo que hable, que se desahogue y que se le pase el berrinche. Ah, no se asuste si quiere golpearlo.

_ Señor Doyle... ¿Por qué...? No entiendo... ¿Qué le hizo regresar al trabajo? ¿Por qué intenta ayudarme?

William se volteó hacia el frente y puso el vehículo en marcha:

_ Agradézcale a su ama de llaves. Puede ser muy persuasiva. Y sobre todo, siente por usted un amor de madre que no es capaz de imaginarse.

******************

♪...I'm trying, but I keep falling down
I cry out, but nothing comes now
I'm giving my all and I know peace will come
I never wanted to need someone...♫

♪...Yeah, I wanted to play tough
Thought I could do all just on my own
But even Superwoman
Sometimes needed Superman's soul...♫

♪...Help me out of this hell
Your love lifts me up like helium
Your love lifts me up when I'm down, down, down
When I've hit the ground
You're all I need...♫

Jonathan acababa de salir de la ducha, escuchando la voz de Sia mientras trataba de hallarle sentido a todo lo que había puesto su mundo patas arriba. Llevaba un pantalón de chándal viejo que le caía bajo las caderas y una remera descolorida. Estaba pensando en terminar la mañana viendo algunos capítulos de Queer as Folk en la laptop, para no pensar tanto en David y en los deseos de llamarle por teléfono. De seguro ya su padre había ido a recogerlo y lo habría llevado a la empresa donde estaría en alguna junta. No, recordó que no había ninguna reunión para hoy en su agenda. De hecho tendría un día bastante desocupado, sin asuntos relevantes... ¿Estaría pensando en él?

Llamaron a la puerta. Sorprendido, Jonathan se asomó a la mirilla... ¿Qué hacía su padre allí a esa hora? ¿Habría pasado algo grave? Se dio prisa en abrir:

_ ¿Pa? ¿Qué haces aquí? ¿Pasó algo malo?

_ Tranquilo, Johnny. Solo vine a dejarte un encargo.

_ ¿Un encargo?_ repitió Jonathan._ Pa, si se trata de cualquier cosa que me haya mandado esa bestia insoportable de David MacMillan, será mejor que se lo regreses y le digas...

_ ¿Por qué mejor no le dices tú mismo lo que sea que quieras decirle?_ le interrumpió William y se hizo a un lado.

Poco a poco, Jonathan vio la figura que comenzaba a emerger, subiendo con pasos lentos los escalones. Ay Dios ¿Por qué tenía que lucir más hermoso y sexy que nunca? Sobre el impecable traje azul de Prusia, llevaba un abrigo estilo Trench, de corte militar color beige. En las manos sostenía un bello ramillete de rosas rojas. Se le quedó mirando, como arrobado, y no pudo reaccionar hasta que le escuchó decir con un tono de voz cauteloso:

_ Hola bebé.

¿Hola bebé? ¿Eso era lo único que se le ocurría decir? Sintió que lo golpeaba un tsunami de furia repentina, y apretó los puños. Para ninguno de los dos hombres pasó inadvertida la reacción del muchacho:

_ Johnny, cálmate._ dijo Will alzando las manos._ Es mejor que se sienten a hablar como personas civilizadas y resuelvan su situación.

_ Oh si, por supuesto que vamos a resolver esta situación._ sonrió Jonathan con cierto toque de malignidad atravesándole el rostro._ Si me disculpan, tengo que hacer algo urgente. Ustedes esperen allá abajo.

_ Pero..._ intentaron decir ambos a la vez.

_ ¡Bajen y esperen!_ imperó Jonathan y se dirigió esta vez a David._ Yo te diré cuando subir.

Azotó la puerta al cerrarla. David miró a William, y este alzó los hombros, diciendo tranquilamente:

_ Bueno, por lo menos no te gritó ni te golpeó, y está dispuesto a...

La puerta volvió a abrirse y Jonathan salió como una estampida y le arrebató el ramo de rosas a David de la mano para volver a entrar con otro ruidoso azote:

_ Parece que le gustaron las flores._ susurró David.

_ Te lo dije. Es como su difunta madre. Cuando estaba en problemas, solo tenía que comprarle un ramo para endulzarla.

La puerta se abrió nuevamente y la figura de Jonathan apareció en el umbral:

_ ¡Yo no soy mi madre! ¡Y un ramo de rosas por muy hermoso que sea no hará que se me pase el enojo tan fácilmente!_ y volvió a cerrar.

_ Creo que será mejor que bajemos y esperemos a que te diga cuando subir._ sugirió William palmeándole un hombro a David.

Transcurrieron unos veinte minutos. William y David estaban recostados al Mercedes Benz, aguardando:

_ ¿Qué cree que esté haciendo?_ preguntó David con recelo.

_ A saber. Su madre siempre iba directo al asunto en cuestión. Pero a Jonathan le gusta cocinar a fuego lento. Lo que sea que te tenga preparado, no quiero ni imaginármelo.

Entonces sonó el teléfono de David:

_ Es él._ susurró como si temiera que Jonathan pudiera escucharlo.

_ Pues atiende.

David deslizó un dedo sobre la pantalla táctil. La voz de Jonathan llegó a sus oídos, fría y autoritaria:

_ Despide a mi padre. Mándalo a hacer cualquier cosa, lo que sea, y dile que lo llamarás cuando ya pueda venir a recogerte. No cuelgues aún.

David obedeció. William le lanzó una mirada estilo: te deseo suerte, aunque más bien parecía un gesto de condolencia. Volvió a hablarle al teléfono:

_ Ya se fue tu papá.

_ Bien. Quiero que subas, entres a la casa y cierres la puerta con el seguro.

David no pudo evitar sonreírse. Aquel juego empezaba a gustarle. Había algo de morbo en todo aquello y sintió que la sangre comenzaba a acumularse caliente en su ingle. Subió velozmente los escalones y empujó la puerta del departamento. Se detuvo un instante para contemplar la sala, que le resultó desconocida. Todos los muebles habían sido corridos, dejando un espacio amplio, solo con unas colchonetas desnudas dispuestas en el suelo:

_ Quítate la ropa. Solo déjate los calzoncillos.

_ Eso me gusta._ no pudo evitar decir con una sonrisa ancha.

Del otro lado también le pareció advertir una sonrisa:

_ Ya veremos.

Prácticamente se arrancó el abrigo, la chaqueta, la corbata, la camisa. Al querer quitarse desesperadamente los zapatos y los calcetines, perdió el equilibrio y cayó al suelo. Por suerte estaban las colchonetas para amortiguar la caída. Estaba luchando por sacarse el pantalón, cuando se detuvo, con los ojos muy abiertos. Jonathan acababa de entrar en el pequeño salón. Solo vestía un slip rojo sangre, que hizo que David emitiera un resoplido de admiración y deseo. En los pies llevaba unos vendajes blancos, como los usados por los peleadores en las artes marciales mixtas, y estaba acabando de ajustarse el de la mano izquierda.

Aquella visión hizo que David tuviera una erección de inmediato. Jonathan sonrió con malicia y le señaló la entrepiernas:

_ Será mejor que controles a tu amiguito si no quieres que salga lastimado.

_ Está muy feliz de verte._ sonrió David mordiéndose los labios y masajeándose el miembro endurecido por encima de los Calvin Klein negros que usaba y que parecían la carpa horizontal de un circo._ ¿De qué va todo esto, bebé? ¿Algún tipo de juego sádico? No creí que te gustaran esas cosas. Pero si te van...

Jonathan chocó los nudillos con un golpe seco:

_ ¡Cállate y pelea!

_ ¿Qué?_ preguntó David sin saber si reírse o tomar la orden con seriedad.

Solo tuvo tiempo de apartarse para esquivar el puñetazo que Jonathan le lanzó directo a la cara:

_ ¡Wow! Tranquilo bebé... ¿A qué viene todo esto?

_ Dices que estuviste en un club de pelea hace tiempo. Bien... Quiero ver qué tan bueno eres peleando... Así que más te vale defenderte, grandote, porque no te tendré ni un ápice de lástima.

David se quedó mirando a Jonathan, que daba saltitos mientras se desplazaba a su alrededor, con la elegancia y la seguridad de un peleador profesional. No estaba muy seguro, pero aquel juego ya empezaba a no resultarle tan atrayente:

_ Johnny, basta con esto... ¿Por qué mejor no...?

Y esta vez Jonathan se movió con agilidad, asestándole una patada que le alcanzó en el estómago, haciéndolo doblar. David sintió como se le cortaba la respiración ante el impacto, los ojos se le llenaron de lágrimas, y solo sintió la risita de Jonathan y su voz burlona:

_ ¿Qué pasa grandote? ¿Estás llorando? ¿La bestiecita está llorando? Pobrecita bestia... ¿Necesitas un pañuelo?

En un ataque de rabia, David lanzó una especie de rugido y se le fue encima a Jonathan, pero el jovencito fue mucho más ágil y lo esquivó, y cuando David se volteó para intentar atraparlo, solo recibió un puñetazo en la mejilla. Cegado por la ira, David lanzó gruñidos y golpes alcanzando solo el aire, mientras Jonathan seguía deslizándose en torno a él, burlándose e incrementando su furor:

_ Vamos grandote... ¿Qué esperas? ¡Golpéame! Mírame, aquí estoy.

Y entonces ocurrió... David estaba fuera de sí y no midió la fuerza en la que lanzó su puño, que fue a incrustarse en el rostro de Jonathan que, con el impacto del golpe, salió disparado y fue a darse contra el sofá, quedando tendido en el suelo como un muñeco desmadejado. David, agitado y sudoroso, recuperó el sentido común. Su rostro se cubrió de pánico y corrió junto al cuerpo de Jonathan, tomándolo entre sus brazos y sacudiéndolo:

_ ¡Johnny...! ¡Johnny bebé...! ¡Por favor abre los ojos! ¡Abre los ojos bebé! ¡Ay, qué hice! ¡Johnny amor...! ¡Por favor no me hagas esto! ¡Abre los ojos para mí! ¡Ábrelos bebé!

Jonathan se movió un poco. De la esquina del labio brotaba un hilillo de sangre que David le había escurrido con sus propias manos. Al verle reaccionar, respiró con alivio y lo besó en la frente repetidas veces:

_ ¡Johnny...! ¡Oh! ¡Me asusté tanto! ¡Pensé que te había lastimado seriamente! ¡Por favor no me obligues a hacer esto nunca más!

Jonathan sonrió. David lo observó con adoración. Inclinó el rostro para besarlo en los labios y entonces Jonathan dejó escapar un grito de guerra. Se movió con la habilidad de un gato y le aplicó una llave de triángulo al cuello con sus esbeltas piernas desnudas, mientras le retenía un brazo con fuerza. Atontado por la sorpresa del ataque, David se vio totalmente sometido bajo el cuerpo de Jonathan:

_ ¿TE RINDES?_ rugió Jonathan sin soltar presión en el agarre._ ¡DIME SI TE RINDES!

Pero David no podía hablar. De hecho, solo podía resollar y golpear el suelo con la otra mano que tenía libre. Su rostro empezaba a tomar un matiz violáceo y fue entonces que Jonathan lo liberó.

Quedaron tendidos sobre las colchonetas, jadeantes e incapaces de pronunciar palabras por un momento. David logró sentarse, apoyando la espalda contra el sofá y se quedó mirando a Jonathan, que estaba de rodillas con las manos sobre los muslos, respirando con agitación:

_ Estás... totalmente... loco... ¿Lo sabías?_ logró decir David.

Por respuesta, Jonathan se apartó un mechón de cabellos negros de la frente y se humedeció los labios con la lengua.

Ninguno de los dos supo de dónde sacaron fuerzas para arrastrarse al encuentro del otro, y comenzaron a besarse con voracidad, mordiéndose el rostro, dejando huellas de labios por todas partes, con las manos clavándose en la piel del otro. David casi le arrancó el slip, y a tirones, Jonathan lo despojó de los Calvin Klein. David lo atrajo contra sí. Quería poseerlo ya. Necesitaba sentirse dentro de Jonathan, saber que era suyo y de nadie más:

_ Espera..._ susurró Jonathan intentando dejar de besarlo._ Creo que deberíamos usar cond... Aaaahhh!!!!!

Pero David lo penetró antes, luego de haberle humedecido la entrada con sus dedos ensalivados, y ya estaba moviéndose dentro de él, embistiendo con fuerza, aferrando sus manos a las nalgas redondas de Jonathan que cabalgaba violentamente, disfrutando aquel viaje de placer, hasta que lo empujó, haciéndolo recostar para guiar él el paseo, ejecutando una especie de danza sobre el miembro que llenaba todo su interior, disfrutando los suspiros y los gruñidos que le arrancaba a David, que le dejaba hacer a su gusto. Y entonces fue su turno. Se incorporó a duras penas, con Jonathan colgado de su cintura, ensartado por su polla, y allí de pie, en medio de la sala, lo hizo rebotar, sintiendo las manos del muchacho aferradas a sus cabellos, dándole pequeños tirones que lo estaban volviendo loco.

Finalmente se tendieron sobre las colchonetas. Jonathan, totalmente escarranchado, sintió el peso de David sobre él, y las embestidas fueron más feroces, más intensas, y mientras con una mano le sostenía ambos brazos por encima de la cabeza, con la otra comenzó a masturbarlo, y Jonathan sintió que caía, caía y caía por un abismo sin fondo, como si flotara en medio de la nada, como un soplo de aire caliente. Como helio suspendido en el espacio.

David se dejó ir segundos después, vaciándose dentro de él con los últimos impulsos de su cuerpo agotado. Se quedaron tendidos sobre las colchonetas, enlazados en todos los sentidos. Se miraron por un momento y rompieron a reír. Se besaron. David lo abrazó, colocando el cuerpo de Jonathan completamente sobre el suyo. Estuvieron largo rato así, hasta que tuvieron la suficiente fuerza para articular palabra y David pudo decir:

_ Ok... Lo admito... Deberíamos pelearnos más seguido para tener un sexo tan bueno como este que acabamos de disfrutar.

_ Creo que me dislocaste la mandíbula._ se rió Jonathan mordiéndole una tetilla.

David soltó un gruñido y también se rió. Lo apretó más contra sí. No podía estar sin tener ese delicioso cuerpo entre sus brazos. En solo pocas horas se había vuelto un completo adicto al cuerpo de Jonathan.

_ ¿Cómo es posible que domines tantas cosas? Bailas espectacularmente, tocas el piano, sabes defensa personal... Cielos ¿Cómo puedes ser tan especial?

_ No soy nada especial._ dijo Jonathan apoyando la barbilla en el musculoso pecho de David para poder mirarlo mejor.

_ No trates de ser modesto... Dime ¿Cómo aprendiste a pelear?

_ Fue por mi papá. Cuando salí del closet, hubo muchachos en la escuela que me hicieron bullying. Llegué golpeado una vez a la casa y papá me dijo que eso no podía volver a ocurrir. Días después me compró guantes de boxeo, un saco y comenzó a enseñarme a pelear. Al principio yo no quería, nunca fui alguien violento, pero papá me explicó que si no aprendía a defenderme, las palizas no iban sino a aumentar. Con el tiempo, me llevó con un amigo suyo, cliente del taller de autos. El hombre era entrenador de defensa personal, y cuando papá le explicó mi situación, pues, no reparó en ofrecerse a darme clases gratis. Me enseñó nociones de Kickboxing, boxeo, capoeira, taekwondo, en fin, lo básico para que no volviera a ser una víctima nunca más. La primera vez que me peleé en la escuela, mandaron a buscar a mis padres. Yo ya no tenía miedo de nadie y le había dado una buena golpiza a un par de abusones que estaban molestándonos a Devon y a mí. Los padres de aquellos imbéciles querían que me expulsaran, y mi papá, con mucha calma, les dijo que si él no había exigido que rodara la cabeza de nadie cuando me golpearon a mí, la mía no tenía por qué rodar. Desde ese entonces me empezaron a respetar en la escuela. Nunca dejaré de agradecerle a mi papá el haberme impulsado a aprender a defenderme.

Se incorporó. David lo imitó:

_ Es por eso que quise mostrarte que no soy tan frágil como me crees. Sé protegerme, y puedo resistir un golpe y seguir luchando. No tienes porqué lidiar mis peleas, Dave.

_ Lo sé. Pero es que no lo puedo evitar. Y sé que esto que voy a decir no va a gustarte, pero es la razón por la que actúo como lo hago... Es por Charlie.

Sintió como el cuerpo de Jonathan reaccionaba sobre el suyo al escuchar aquel nombre. Sus manos se deslizaron por su cintura, atrayéndolo más a él:

_ Charlie era demasiado indefenso. No sabía defenderse como tú. En las escuelas donde había estudiado antes de venir al internado, los chicos le daban golpizas casi todos los días, y no voy a mencionar las que le añadía su padre. Te conté que el día que se suicidó, a su padre no le importó caerle a golpes en la oficina del rector, delante de todos los presentes.

Bajó la mirada y guardó silencio. Jonathan le tomó el rostro entre las manos y lo miró a los ojos, aquellos hermosos ojos verdes:

_ Yo no soy Charlie, Dave. Pero si te sirve de consuelo, aunque me molesta que me trates como un inútil indefenso, también me excita que salgas en mi defensa, que sientas celos por mí.

David lo besó apasionadamente:

_ Pues desde ahora te prometo que pelearemos juntos contra quien sea... Hombro con hombro. Tú y yo contra el mundo... ¿Qué te parece?

_ Esa idea me gusta mucho más._ sonrió Jonathan antes de aplastar sus bocas una con otra.

Los dos ya estaban duros otra vez.

******************

Brian Spencer se dirigió a la oficina de David. Al no ver a Jonathan ocupando su puesto tras el escritorio, imaginó que de seguro podría estar con David en el despacho. Las cortinas plegables impedían ver el interior de la estancia, así que lo más seguro era que estuvieran haciendo sabe quién, qué cochinadas. Se sonrió al imaginar entrar de improviso y sorprenderlos en una actividad comprometedora. Incluso podría insinuarles que le dejaran unirse, con tal de guardarles el secreto. Pero aun así los tendría en la palma de su mano:

_ El señor MacMillan no se encuentra.

Brian ni siquiera había reparado en Iris, la secretaria, que tecleaba tranquilamente en el computador. Se quedó parado, con la mano en el picaporte de la puerta, mirando a la mujer:

_ ¿No? ¿Y a dónde fue?

Iris ni se molestó en mirarlo al responder tranquilamente:

_ A ningún lado. Simplemente no vino a trabajar. Decidió tomarse el día.

_ ¿Tomarse el día?_ repitió Brian abriendo mucho los ojos, como si le costara aceptar aquella información. Entonces lanzó una mirada inquieta al puesto de Jonathan. Temía preguntar._ ¿Y su asistente? ¿Dónde está?

_ Tampoco vino a trabajar._ respondió Iris con voz monocorde, sin apartar los ojos de la pantalla del ordenador.

Las mandíbulas de Brian se tensaron violentamente. Regresó a su oficina apenas conteniendo la rabia que lo colmaba. David no había ido a la empresa. Su asistente no había acudido tampoco a trabajar. Eso solo podía significar una cosa. Que los dos estaban juntos. Juntos a saber Dios dónde. Juntos y haciendo a saber qué clase de asquerosidades. Y él estaba allí, recomiéndose el hígado, mientras ellos dos de seguro estarían revolcándose, follando como animales en celo.

Si iba a ejecutar su plan, debía hacerlo lo más pronto posible. No podía dejar que la relación entre David y Jonathan se hiciera más fuerte. No iba a permitir que David terminara enamorándose de ese putito. Descargó un fuerte golpe sobre su escritorio y arrojó por los aires un montón de papeles que revolotearon antes de caer al suelo con un murmullo molesto.

******************

Cuando William regresó esa tarde a su casa, acompañado de los gemelos, se encontró a un Jonathan extremadamente feliz preparando la cena, asistido por un señor MacMillan irreconocible, ataviado con unos viejos pantalones suyos y una camiseta desteñida, y para colmo, luciendo un delantal en calidad de ayudante de cocina:

_ Es un pésimo ayudante, de hecho._ se quejó Jonathan entre risas._ Ni siquiera puede cortar bien los vegetales.

_ La cocina no es lo mío, lo confieso._ dijo David besándolo en la base del cuello y rodeándolo con sus fuertes brazos.

_ Pues parece que se las arreglaron muy bien ¿No?_ opinó William observándolos de hito en hito._ ¿Estuvieron todo el día en casa?

_ Pues sí._ respondió Jonathan tratando de concentrarse en el guiso que estaba removiendo en una cazuela. Se había puesto colorado de repente.

_ ¿Y qué hicieron durante todo ese tiempo?_ insistió William cruzando los brazos sobre el pecho.

_ Ah... Pues muchas cosas._ se apresuró en responder David con voz neutra.

William entrecerró los ojos y cuando estaba dispuesto a hablar, Nicholas chilló, señalando a Jonathan:

_ Johnny... ¿Qué te pasó en la boca?

Y Nadine hizo otro tanto, apuntando a la mejilla de David:

_ Señor Bestia ¿Se peleó con alguien?

Jonathan y David habían olvidado los golpes que exhibían en sus rostros. William se acercó para examinarlos mejor. Su cara no se veía muy alegre al respecto:

_ Solo practicamos algo de defensa personal, pa. No pienses nada malo._ susurró Jonathan a su padre.

_ Me imagino._ masculló William._ ¿Llevaban ropa puesta mientras se enfrentaban?

_ ¡Pa...!_ chilló Jonathan con las orejas encendidas y pendiente de que los gemelos no escucharan aquella conversación.

_ Bueno, suegro, en las antiguas Grecia y Roma, los ejercicios físicos se practicaban sin nada de ropa.

William le lanzó una mirada envenenada:

_ Tal vez, pero no estamos ni en la antigua Grecia ni en Roma. Esta es mi casa.

_ Si, lo siento señor._ dijo David bajando la mirada.

Anne se les unió rato después, y Jonathan telefoneó a sus amigos para que asistieran. Fue una cena familiar, donde predominó la alegría, las risas y las imprescindibles peleas entre Calvin y Vivian. Pero todos disfrutaron de aquel par de horas, sobre todo David, sentado junto a Jonathan, envolviéndolo con sus brazos, besándolo a cada momento y riendo con un entusiasmo que Jonathan no recordaba haberle visto. Hasta William se le quedó mirando y sintió un estrujón en el pecho, al recordar que David MacMillan había quedado huérfano a los nueve años, y no había vuelto a saber qué era una familia.

Mientras Calvin lideraba el juego de adivinar películas, en el que David resultó ser pésimo, Jonathan y Anne fregaban la loza en la cocina:

_ Entonces ya son oficialmente novios.

_ Algo así._ sonrió Jonathan._ Todavía tenemos que ser muy cuidadosos para que nadie lo descubra y quiera aprovecharse al respecto, pero sí, estamos juntos. Y lo mejor es que papá parece haberlo aceptado. De hecho, fue él quien lo trajo

_ Y... Tú y él... Ya sabes...

El tono de Anne no podía ser más obvio. Jonathan entornó los ojos:

_ Si Anne, ya lo hicimos.

_ ¿Y qué tal es? Cuéntame...

Jonathan apretó los labios, reprimiendo una risita:

_ Al paso que vamos necesitaré un trasplante de trasero.

_ ¡Es una bestia!_ graznó Anne con sus ojos azules brillando de excitación.

_ Corrección... Es mi bestia.

_ Mírate..._ señaló Anne con picardía._ Brillas como una estrellita reluciente.

_ No es verdad._ negó Jonathan ruborizándose.

_ Hasta colorado te has puesto._ se burló Anne golpeándolo con el paño con el que secaba la vajilla._ Estoy tan feliz por ti, mi niño. Nadie merece tanto esta felicidad como tú.

Jonathan suspiró y echó un vistazo a la sala. Los gemelos estaban encima de David, enzarzados en una pelea épica en la que llevaban, por supuesto, la peor parte, comparados con aquel gigantón al que se enfrentaban:

_ Pero tengo miedo, Anne.

_ ¿Miedo a qué?

_ A que todo esto no sea más que un sueño. A que de repente él se despierte mañana y descubra que solo soy una aventura pasajera. Tengo miedo a despertar y enfrentarme a la triste y cruda realidad de que no soy suficiente para él.

_ Deja de auto sabotearte, Jonathan Adam Doyle. Estás en una relación con un hombre magnífico, que besa el suelo que pisas hasta donde he visto. En toda mi vida tuve yo a un hombre a mi lado que me besara o me abrazara o me mirara como hace MacMillan contigo... ¿Es que no te das cuenta? Estás teniendo la oportunidad de disfrutar lo que siempre has deseado: vivir una hermosa historia de amor. Entonces gózala y no pienses en el final. Haz que cada día sea un inicio. Para los dos.

Y Jonathan volvió a buscar a David con la mirada, y sus ojos se encontraron. David le devolvió la sonrisa, la más luminosa que recordaba haberle visto en los labios, y le susurró algo en silencio. Jonathan se estremeció y sintió el escozor en los ojos que indicaba que se le habían llenado de lágrimas. Había leído los labios de David al pronunciar, claramente: TE QUIERO.

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