Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 18 - Justicia poética

A pesar de la gran cobertura que había recibido el video de Jonathan, y de saberse con el apoyo de miles de personas, además de contar con la cercanía de Alan y Amanda, David aún no estaba conforme. Y con el transcurso de los días, su estado de ánimo se resentía más, desesperado al ver que Jonathan aún no despertaba del coma. Y ya empezaba a impacientarse y a molestarse cada vez que le repetían aquello de que debía ser paciente y tener esperanza... ¡A la mierda la paciencia y la esperanza! ¡Él quería que Jonathan despertara ya! ¡Necesitaba que abriera los ojos y pudiera verle y escucharle cuando le dijera que lo amaba! ¡Cuando lo tuviera entre sus brazos y pudiera besarlo y hacerle el amor!

Estaba sentado en su oficina, ignorando la llamada de todos los socios que ansiaban comunicarse con él, entrevistarse con él. Había decidido que no habría otra junta de accionistas hasta el nuevo año. Quería acabar ese año en paz. Le había dado órdenes explícitas a Iris de que no le pasara llamadas de nadie a menos que fueran de la familia de Jonathan, y esas serían muy poco probables, puesto que le llamarían directo a su teléfono móvil:

_ Señor MacMillan, llaman desde recepción, dicen que hay un joven empeñado en verlo, y que se trata de un asunto importante.

David suspiró con pesadez:

_ Iris, no estoy disponible para nadie, creí habértelo dicho.

_ Lo sé señor, pero dicen que el muchacho es insistente y se niega a marcharse sin verlo. Pidió que le dijeran que su nombre es Luis, el hijo de Pepe.

David se irguió de repente sobre el asiento:

_ Que lo hagan pasar de inmediato._ ordenó.

No entendía qué podría hacer ese joven allí en su empresa, y para qué querría verlo, pero picado en la curiosidad, aguardó unos minutos, hasta que la voz de Iris anunció que el joven estaba listo para entrar.

Cuando lo tuvo enfrente, reprimió los deseos de golpearlo. Todavía recordaba las fotos y el video donde aparecía besando a Johnny, y le invadía una sensación de querer ver sangre derramada. Juntó las manos bajo su barbilla y lo encaró:

_ ¿A qué debo el honor de su visita?_ preguntó con aire de superioridad.

_ Señor MacMillan, usted no me conoce, pero...

_ Sé perfectamente quién es usted. Es el hijo de Pepe, el dueño de la cafetería donde trabajaba Jonathan.

_ Así es, y si vine hasta aquí es porque creo que hay algunas cosas que debo explicarle acerca de mi relación con Jonathan.

_ ¿Acaso tuvieron una relación ustedes dos?

_ Por favor señor MacMillan... Dejemos las ironías a un lado. Usted sabe perfectamente que entre Jonathan y yo solo hay una amistad. Cualquiera que suponga otra cosa, está en un error. No le voy a negar que al principio Johnny me atrajo bastante, y que estuve planeando conquistarlo. Llegué incluso a robarle un beso en una ocasión.

David crispó los puños peligrosamente:

_ Él se lo tomó bastante mal. Me dijo que lo amaba a usted por sobre todas las cosas y que jamás le sería infiel. Claro que en ese entonces yo no sabía que se trataba de usted. Cuando le pregunté a Johnny por su novio, me contestó que era un simple abogado. Se ve que lo ama mucho hasta el punto de mentir por usted para guardar y proteger su identidad.

Aquella confesión hizo que el furor de David se disipara un poco. Si, ese era su Johnny, siempre protegiendo a la gente que le importa:

_ Y luego los vi juntos en Halloween, a la salida del SEXYDANCE. Y supe que realmente no tenía oportunidad alguna con Jonathan. Ustedes están hechos el uno para el otro. Por eso vine hasta aquí, para decirle que fue injusto de su parte pedirle cuentas por algo que nunca pasó. Entre él y yo ha habido solamente una relación amistosa.

David se humedeció los labios, iba a decir algo pero la puerta de la oficina se abrió y Brian Spencer apareció. Iris venía detrás, tratando de detenerlo, repitiéndole que el señor MacMillan estaba ocupado con alguien más:

_ ¡No me importa con quién carajos esté! ¡Va a tener que recibirme y darme una explicación!

Su semblante estaba visiblemente alterado, como si hubiera estado dispuesto a armarle un escándalo a David, pero al ver a Luis, se puso pálido:

_ ¿Qué significa esto?_ rugió David poniéndose de pie._ ¿Con qué autorización te atreves a irrumpir en mi oficina de esta manera?

Pero antes de que Brian pudiera responder, Luis intervino:

_ ¡Jonathan! ¿Qué haces aquí? ¿Por qué no me has vuelto a llamar?

David se les quedó mirando de uno en uno, confundido:

_ ¿Jonathan? ¿Por qué lo llamas así?

_ Porque ese es su nombre. O por lo menos eso fue lo que me dijo cuando nos conocimos.

_ Mejor regreso en otro momento._ dijo Brian.

_ No te atrevas a moverte de dónde estás, Brian Spencer... ¿O debo llamarte Jonathan, ahora?... Iris, por favor déjanos solos y cierra la puerta.

_ Si, señor._ obedeció la secretaria.

_ Ahora vas a explicarme de dónde conoces a Luis, y por qué razón te hiciste llamar Jonathan._ exigió David con un indiscutible tono de amenaza en la voz.

_ Todo esto no es más que un malentendido._ sonrió Brian tratando de sonar natural.

_ ¿Malentendido?_ saltó Luis._ Hace unas semanas me abordaste en un bar. Por supuesto que me había dado cuenta de que me estabas vigilando mucho antes, pero como me gustaste, me dejé llevar. Días después me citaste para vernos en la cafetería de mi papá,_ se giró hacia David,_ fue el mismo día que Johnny y yo coincidimos allá y estuvimos hablando largo rato.

David entrecerró los ojos peligrosamente:

_ Ahora recuerdo... Jonathan intentó decirme todo el tiempo que yo lo había citado en la cafetería de Pepe, pero eso nunca sucedió. Porque yo jamás le pedí a Johnny que fuera a verme a ninguna parte... Fuiste tú, ¿cierto, Brian?

_ Todo esto es un disparate, David. No puedo creer que le des crédito a este tipejo que no conozco y que tú apenas conoces y que además se estuvo besuqueando con tu noviecito...

_ ¡IRIS...!

La secretaria se dio prisa en abrir la puerta y entrar a la oficina:

_ ¿Si, señor?

_ Iris, querida ¿Recuerdas cuando regresé de Chile y se había armado todo el rollo de las fotos publicadas?

_ Si, señor.

_ ¿Recuerdas bien ese día?

_ Si, señor, usted estaba de un humor de perros y destrozó la oficina.

_ ¿Y qué pasó después de eso?

_ Pues que el licenciado Spencer entró y habló con usted un buen rato.

_ ¿Y luego?

_ Pues, se fueron los dos, señor.

_ Iris... ¿En algún momento te ordené que llamaras a Jonathan por teléfono y le dijeras que debía esperarme en algún sitio específico?

_ No, señor.

_ ¿Alguien te pidió que lo hicieras?

_ Si, señor. El licenciado Spencer. Me dijo que usted quería que yo avisara a Jonathan de esperarlo en la cafetería de un tal... Ah, bueno, el nombre ya no lo recuerdo bien...

_ ¿Pepe?

_ ¡Ah si! ¡Si! ¡La cafetería de un tal Pepe! A mí me sorprendió que no fuera usted quien me diera la orden directamente, y más tratándose de Johnny y con todo lo que estaba pasando... En fin, intenté preguntarle pero el licenciado Spencer casi me amenazó, intimidándome con la idea de que usted no quería ver ni hablar con nadie. Y me hizo decirle a Jonathan que no podía mencionar que había recibido esa llamada, y a mí también me lo advirtió.

_ Gracias Iris. Eres un encanto y una excelente secretaria. Puedes dejarnos solos.

La secretaria volvió a salir, cerrando la puerta. David se había adelantado unos pasos hacia el centro de la oficina, y en cuanto la puerta se hubo cerrado, saltó sobre Brian y lo tomó por el cuello de la chaqueta, sacudiéndolo con fuerza y mascullando las palabras con rencor:

_ ¿Qué es lo que planeabas? ¿Querías hacerme creer que Jonathan me estaba traicionando? ¿Por eso armaste ese teatro? ¿Te hiciste pasar por otra persona y utilizaste a este muchacho como si fuera tu pieza de ajedrez personal? ¿Qué clase de ser humano eres, Brian?

_ Solo intentaba salvarte de la vergüenza y del escándalo. Salvarte de ti mismo._ se defendió Brian enfrentando su mirada.

_ ¡Eres un maldito cabrón!_ un puño de David se estampó contra el rostro de Brian, arrojándolo al suelo. Luis se apartó, horrorizado ante la visión de David enfurecido, como si estuviera dispuesto a hacer pedazos a Brian, que con el labio superior partido, expelió un escupitajo de sangre.

_ ¡Todo lo que hice fue para tu propio bien! ¡Tratando de cuidarte y defenderte! ¡Eso es lo único que he hecho en todos estos años!

_ ¿En serio?_ rugió David con los ojos despidiendo llamaradas verdes._ Entonces... ¿Me estabas cuidando y defendiendo cuando decidiste casarte con Glenda Stevenson y hacerme a un lado, aún sabiendo lo que sentía por ti?

_ ¡Me casé con Glenda porque debía hacerlo! ¡Ya había rumores acerca de nosotros y no podía ponerme en riesgo! ¡Y a ti mucho menos!

_ Quiero que recojas tus cosas en este mismo momento y te largues de mi empresa... ¡Estás despedido!

_ ¡No puedes despedirme! ¡No después de todo lo que hice por ti en estos años!

_ ¡Y tú no vas a chantajearme emocionalmente, Brian Spencer! ¡No voy a convertirme en tu esclavo solo porque hace años traicionaste a tu padre y me tendiste la mano a mí! ¡Ahora entiendo porqué! ¡Solo querías meterte en mi cama y tenerme a tu merced! ¡Pero eso se acabó! ¡Recoge tus cosas y sal de mi empresa antes de que les ordene a los de seguridad que lo hagan por ti!

Brian se puso en pie, tambaleante:

_ No creas que te será fácil deshacerte de mí, David. No pienses que...

Pero David lo tomó bruscamente y abriendo la puerta lo empujó fuera:

_ ¡QUE TE LARGUES TE DIJE!

Brian volvió a caer al suelo, pero esta vez lo hizo ante alguien que no esperaba encontrar. Ni David ni él imaginaban que junto al escritorio de Iris, iba a estar parada Glenda. Y seguramente lo había escuchado absolutamente todo. Durante lo que pareció una silenciosa eternidad, nadie se atrevió a pronunciar palabra. Hasta que la propia Glenda rompió el silencio:

_ Supongo que ahora entiendo muchas cosas.

Brian logró ponerse en pie, con los ojos muy abiertos y trastrabillando, en movimientos y palabras:

_ Glenda... cariño... ¿Qué haces aquí?

Pero Glenda lo ignoró. Se acercó a David, que bufaba, con las mandíbulas apretadas y la respiración agitada:

_ Venía a confrontarte, a exigirte que me dijeras la verdad, pero no fue necesario. Acabo de oírlo todo. Quisiera sentirme mal, pero por extraño que parezca, en estos momentos no siento nada. Supongo que es porque en el fondo siempre sospeché algo. O tal vez lo sabía, pero me engañé a mí misma queriendo ignorar la verdad. En fin, los dejo para que terminen de resolver sus... problemas.

Dio media vuelta, pero se giró nuevamente, como si recordara algo. Sacó algo de su bolso. Era un sobre amarillo que extendió a David. Los ojos de Brian se abrieron desmesuradamente:

_ Glenda... Cariño... ¿De dónde sacaste ese sobre?

Ella lo ignoró y le dijo a David:

_ Si querías saber quién fue quien entregó las fotos a la prensa, supongo que aquí tienes la respuesta. Encontré esto en el escritorio de Brian. Las tiene desde hace un tiempo. Fui tan idiota. No sé cómo no me di cuenta antes. Pero aquí tienes las pruebas de que fue él quien pagó para que te siguieran a ti y a tu asistente._ suspiró._ Bueno, ahora sí no tengo nada más que hacer aquí.

Y se alejó rumbo al elevador. No iba con actitud derrotada, era más bien una princesa rebelde, erguida y regia. David sintió una gran admiración por ella, y se preguntó si podría llegar a perdonarlo algún día. Abrió el sobre y extrajo varias fotografías. Envolvió a Brian en una mirada de odio:

_ ¿Tanto rencor me guardabas que tuviste que recurrir a algo tan bajo y sucio como esto? ¿Sacarme fotos y venderlas a la prensa? Solo espero que te hayan pagado lo suficiente, y que no lo hayas gastado aún, pues lo necesitarás ahora que te has quedado sin empleo.

_ David, te equivocas. Glenda ha malinterpretado todo. Es cierto que le pagué a un detective para que te vigilara a ti y al putit... A ti y a Jonathan. Pero yo jamás entregué las fotos a la prensa. Es cierto que te mandé un sobre de forma anónima, porque quería asustarte, hacer que dejaras a Jonathan y te enfocaras en la empresa. Pero de ahí a venderlas a los medios de comunicación... No. Nunca te haría semejante daño.

_ ¿Y cómo explicas que se hayan hecho con las fotografías? ¡Porque alguien tuvo que dárselas!

_ ¡Pero no fui yo! ¡Te lo juro! ¡Yo no lo hice! ¡Tienes que creerme!

Lanzó una última mirada a Brian y ordenó a Iris que llamara al personal de seguridad para que lo escoltaran fuera del edificio. Regresó a su oficina, donde encontró a Luis, tembloroso y afectado con todo lo ocurrido:

_ Yo... yo... lamento haber venido y...

_ No, no tienes que lamentar absolutamente nada, Luis. Los tres fuimos víctimas de Brian. Tú, yo, Jonathan... Él se aprovechó de nosotros. Tú no tienes porqué sentirte culpable de nada. Es más, te agradezco que hayas venido. Muchas cosas por fin se han aclarado. Y lamento si fui grosero contigo en algún momento.

Le tendió la mano y Luis la estrechó.

Cuando se quedó solo en la oficina, tomó su teléfono y vio que tenía varios mensajes y llamadas perdidas de Kayla. Le marcó:

_ ¿Qué pasa?

_ ¿Dónde estabas? ¿Por qué no me contestabas?

_ Estaba ocupado, resolviendo algunos asuntos muy importantes. Había apagado el teléfono y ahora fue que lo encendí.

_ Necesito que vengas a la mansión de inmediato.

_ ¿Ahora mismo?

_ ¿Cuándo te digo de inmediato, a qué crees que me refiero?

_ No necesitas ser tan ácida.

_ Mira quién habla.

_ Salgo para allá ahora mismo._ dijo David y colgó.

Cuando llegó a la mansión, Stephen le informó que Kayla y Yellow le estaban esperando en la biblioteca, además de la señorita Anastasia. David se sorprendió, porque no imaginó razones para que Kayla y su prima estuvieran juntas en una misma habitación. Empujó la puerta y entró. Kayla estaba sentada encima de un escritorio, Anastasia estaba embutida en un sillón y Yellow contemplaba el paisaje a través del cristal de una de las grandes ventanas:

_ Perdón por la tardanza, pero tuve cierto altercado con Brian Spencer...

_ Precisamente es uno de los temas que debo abordar contigo. Hará cuestión de unos minutos, Glenda Stevenson, o sea, la esposa de Brian, me llamó por teléfono. Me sentí súper caliente porque sabes que ella me gusta desde hace mucho. No tengo ni puta idea de cómo supo mi número, pero el asunto es que telefoneó para informarme que fue su esposo quien te hizo seguir, y a través de un investigador privado, te sacó fotos a ti y a Jonathan.

_ Si, ya lo sé, como también sé que fue él quien vendió las fotos a los medios._ suspiró David con desgano.

_ No precisamente. Verás, esta es la razón esencial por la que te llamamos. Yellow y yo nos dimos a la tarea de rastrear el origen de las fotos que salieron a la luz en las redes. Fue difícil, pero no imposible.

_ ¿Y...?_ preguntó David con impaciencia.

_ Las fotos salieron inicialmente del teléfono de una tal Arleth Garcia.

_ ¿Y quién es esa?

Yellow se volvió hacia David, lanzándole una mirada de sorpresa:

_ ¿En serio no lo sabes?

_ ¿Debería?_ preguntó David con algo de inocencia en el semblante.

_ Pues sí, ya que es una de tus doncellas de servicio.

David sacudió la cabeza, completamente aturdido:

_ Un momento... No estoy entendiendo... ¿Por qué una de mis empleadas haría algo así? Y además ¿Por qué estamos hablando de esto en presencia de Anastasia?

_ Porque yo les dije quién era Arleth Garcia, primo. Escuché a tus ayudantes hablando y me di cuenta que ya no podía seguía escondiendo la verdad por más tiempo. Arleth Garcia es una de las doncellas de nuestra planta. Ella, a petición de mi madre, logró hacerse con las fotos anónimas que tú recibiste en un sobre amarillo...

_ Que a su vez, Brian te había hecho llegar._ aclaró Kayla.

_ Mi madre vendió las fotos por un buen precio. Y como se suponía que no sabíamos acerca del paquete anónimo que habías recibido, jamás nadie podría desconfiar de ella. Fue un plan digno de su macabra mente.

David se dejó caer en un sillón y se mesó los cabellos:

_ ¿Dónde está tu madre ahora mismo?_ preguntó con voz terrible.

_ Salió a almorzar con unas amigas.

_ Y ahora respóndeme... ¿Desde cuándo sabías de esto y por qué no lo dijiste antes?

Los ojos de Anastasia se humedecieron:

_ Lo descubrí por accidente. Madre no me cuenta nada porque dice que soy estúpida y que hablo más de la cuenta. Pero cuando descubrí lo que había hecho, se enfureció conmigo porque le reclamé que estaba mal, que te había perjudicado mucho. Me pegó y me amenazó con hacerme algo peor si me atrevía a abrir la boca. Por eso tuve miedo y no dije nada.

_ ¿Y qué te hizo hablar ahora?_ preguntó Kayla.

_ Que ya me harté de su maldad y de sus malos tratos. Toda la vida me ha humillado y me ha convertido en esta persona desdichada que soy. Ya no la soporto más y solo quiero apartarme para no acabar siendo como ella. Lo siento mucho primo, por todo el daño que pude hacerte con mi silencio. A ti y a Johnny. Él en verdad me agrada mucho. De verdad lo siento.

David guardó silencio un buen rato. Se puso de pie. Dio largas zancadas a través de la biblioteca y luego, deteniéndose e inclinándose ante Anastasia, le tomó la barbilla y la obligó a mirarle:

_ Pues más vale tarde que nunca. Me alegra que hayas tomado esta decisión. Es por eso que podrás contar conmigo de ahora en lo adelante.

_ ¿Y qué pasará con mamita?... Es decir... con Edna._ preguntó Anastasia con la voz temblorosa.

_ Lo sabrás muy pronto._ respondió David y salió de la biblioteca dando voces a Stephen y a la señora Davis.

Anastasia se quedó sentada en el sillón, y alzó la mirada, solo para volverla a bajar en cuanto sus ojos chocaron con la mirada de hielo azul que Kayla le estaba dirigiendo en ese momento. Yellow, por su parte, había vuelto a contemplar el paisaje desde el cristal de la gran ventana.

******************

Brian abrió temeroso la puerta de la casa y entró. Atravesó el vestíbulo y se detuvo ante la sala de estar. Glenda estaba sentada en un sillón, bebiendo una taza de té. Al verlo, mantuvo fijo sus ojos azules cargados de frialdad. Dejó tranquilamente el platito y la taza encima de la bandeja con el servicio de porcelana fina y cruzó las manos sobre el pantalón gris a juego con la chaqueta de tweed:

_ Siéntate, Brian._ invitó con voz gélida, aunque bastante cortés.

Brian dejó en el suelo el portafolio y la caja de cartón con las pocas cosas que había podido sacar de la que fuera su oficina en el MACMILLAN CENTER y se acomodó en otro sillón, sin apartar la mirada de su esposa. Glenda observaba ahora el jardín nevado a través del cristal de la ventana y comenzó a hablar de repente, como si fuera algo muy casual:

_ Sigo sin entender cómo es que he podido mantener la calma. Cómo no he saltado sobre ti y te he arañado toda la cara, ni te he gritado pidiéndote explicaciones. Tal vez porque no soy esa clase de mujer que arma escándalos ni se humilla ante un hombre, aún cuando descubre...

Guardó silencio para respirar hondo. Brian no se atrevió a decir nada:

_ Voy a preguntártelo una sola vez. Y espero que tengas la hombría suficiente para decirme la verdad.

Lo miró entonces:

_ ¿Eres gay?

Brian bajó la mirada y tragó en seco. Su voz apenas se escuchó cuando respondió afirmativamente. Glenda asintió despacio, con los labios fruncidos:

_ ¿Alguna vez me quisiste?

Esta vez, el hombre alzó la vista. Ella tenía derecho a saber la verdad. De todas formas, tenía ya muy poco que perder:

_ No, nunca.

Los ojos de Glenda se humedecieron, pero fue lo bastante firme para contenerse. Alzó más la barbilla:

_ ¿Y a David? ¿Lo amaste a él?

_ Glenda por favor no te hagas esto...

_ ¡Contesta mi pregunta! ¿Amaste a David?

_ Nunca he dejado de hacerlo._ respondió Brian luego de una pausa.

Glenda dejó escapar una exhalación. Su cabeza rubia se dejó caer sobre el respaldo del sillón y estuvo en silencio por unos minutos:

_ Siempre supe de los rumores. Lo que se decía de ustedes dos. Yo estaba demasiado enamorada de ti como para dar crédito a los chismorreos, o lo que yo consideraba que eran chismorreos. Para mí solo eran dos tipos excesivamente guapos, que eran los mejores amigos que podían existir. Nunca se me ocurrió pensar que hubiese algo más entre ustedes. Creo que siempre has tenido razón al decirme que soy demasiado ingenua. Y mira a dónde me ha llevado... Si nunca me amaste, ni sentiste nada por mí... ¿Por qué te casaste conmigo?

Esta vez Brian respondió sin titubeos, haciendo gala de su encantador cinismo:

_ Porque necesitaba una esposa. Necesitaba ser un hombre común y corriente. El típico heterosexual exitoso con una bella esposa y una vida perfecta... ¿Querías saber? Pues ya lo sabes. Ya tienes tu respuesta. Y antes de que me preguntes... SÍ. Sí te engañé durante este matrimonio nuestro. Como no me llenabas lo suficiente en la cama, tenía que buscar a quienes realmente me dieran el placer que necesito. Me follé a muchos. Tranquila. Siempre me protegí. No soy tan irresponsable.

_ ¿David fue uno de tus amantes?

Brian se puso de pie y fue a servirse un trago. Lo bebió de golpe y se sirvió otro:

_ David me dejó la misma noche que le hablé de ti, cuando le mencioné mis planes de casarme contigo. Él tenía esa absurda ilusión de que seríamos felices y viviríamos juntos siendo una pareja normal. Yo quise hacerle entender que eso nunca sería posible, pero que aunque yo estuviera casado contigo, podíamos seguir siendo lo que éramos. Nadie tenía porqué enterarse. Pero él se lo tomó demasiado a pecho y no volvió a querer nada conmigo. Hasta dos años después, en una de nuestras fiestas de Navidad.

_ ¿Te liaste con él aquí en nuestra casa?_ exclamó Glenda abriendo mucho los ojos.

_ No seas estúpida._ masculló Brian con una mueca cruel._ Claro que no. Aunque confieso que habría sido muy excitante. Nosotros dos follando allá arriba en las habitaciones mientras tú atendías a nuestros queridos invitados aquí abajo, en este mismo salón.

Glenda agarró una figura de porcelana y se la arrojó. Brian la esquivó y el adorno se hizo añicos contra la pared:

_ Eres despreciable._ escupió la mujer con odio en la voz.

_ ¡Eres tú la que está preguntando! ¡Eres tú la que se empeña en saber! ¡No me culpes si no te agradan las respuestas!

_ ¡No es lo que dices, Brian! ¡Es cómo lo dices! ¡Haces que todo suene peor de lo que ya es! ¡Te deleitas restregándome tu desprecio y el poco valor que me diste siempre! ¡Hasta el último momento tienes que humillarme! ¿Verdad?

Brian se bebió el trago y volvió a servirse otro:

_ En fin... David y yo intentamos retomar las cosas donde las habíamos dejado, pero ya no era lo mismo. Él se había, digamos que, decepcionado de mí. Ahora que lo pienso mejor y lo analizo de esta manera, supongo que yo me encargué de matar lo que él sentía por mí.

_ Si, sospecho que ese debe ser tu don más especial._ sonrió Glenda amargamente._ Matar el amor que los demás sienten por ti.

_ Y luego, apareció el putito, Jonathan. Y David terminó perdiendo la cabeza y el corazón por él.

_ Y tú también, por lo que pude comprobar la noche de la fiesta de mis padres.

_ Hummm... No tanto. Tenía curiosidad por saber qué tan bueno en la cama era el chiquillo como para haber domado a David como lo había hecho. Pero nada más. Lamentablemente, pusiste en práctica tu mágico talento de aparecer en los momentos menos apropiados y viste parte de la escena entre él y yo.

_ Si, y luego, cuando quise seguirlo para hablarle, lo descubrí besándose con David. Y entonces todo resultó más fácil de entender. Fue sumar dos y dos.

_ Después de todo resulta que sí eres inteligente._ sonrió Brian mientras alzaba el vaso, como si brindara en honor de su esposa._ Y bien ¿Cómo acaba nuestra historia?

Glenda se acarició el vientre:

_ Pues, como debe ser. Ya hice mis maletas. Pediré el divorcio. Me iré un tiempo para la casa de mis padres y luego me independizaré. Me mudaré sola, tendré a mi hijo, intentaré ejercer mi profesión y con el tiempo, tal vez aparezca un hombre bueno, que me ame y me valore, y con el que pueda envejecer felizmente. Para mí no se trata del fin de una historia. Es más bien un recomenzar.

_ ¿En serio estás segura de esta decisión, Glenda? Se armará un escándalo enorme cuando todo esto se sepa. Tu familia pondrá el grito en el cielo. Esto podría arruinar la reputación de tu padre, un prestigioso y respetado senador...

_ No hables de mi padre como si te importara. Siempre detestaste a mi familia. No finjas ahora que te preocupas por ellos. Y sí estoy decidida a dejarte, porque es lo que te mereces, quedarte solo. Sin David y sin mí. De hecho, fue el propio David quien me dio el empujón para dar este paso. Nos reunimos a almorzar juntos hace poco y él me dio este consejo: Si en algún momento llegaba a sentir que tú ya no me amabas, que no dudara en dejarte. Y es lo que pienso hacer. No voy a permanecer un minuto más al lado de alguien que no me valora lo suficiente, por el hecho de no querer estar sola. Es preferible la soledad a permanecer atada a alguien que solamente me hace daño en vez de algún bien.

Brian rompió a aplaudir:

_ Bravo. Has hablado justo como lo haría David MacMillan. En un típico arrebato de orgullo, dignidad y amor propio. Se nota que en los últimos tiempos hicieron muy buenas migas. Qué irónico, que fueras a lloriquear en el hombro del tipo con el que te puse los cuernos tantas veces.

Lejos de ofenderse, Glenda sonrió. Se acercó a Brian y lo miró fijamente a los ojos, dejando que las palabras se deslizaran con suavidad entre sus labios:

_ ¿Sabes cuál es la diferencia entre él y tú, Brian? Que David MacMillan se respeta a sí mismo y sabe lo que quiere. Por eso no teme luchar por el hombre que ama, y estoy segura que él y Jonathan serán muy felices juntos. Pero tú en cambio, eres un sujeto patético y vil. Que solo se ama a sí mismo. Dices haber amado a David siempre, pero eso no es cierto. Si así hubiera sido habrías luchado por él contra todo y contra todos. Porque eso es lo que hace la gente cuando ama a alguien o algo. Lucha por ello. Tú no. Y es por eso que me alejo de ti. Y es por eso que trataré de criar a mi hijo de la mejor manera posible, lejos de ti y de toda la gente tóxica que es como tú.

_ ¡No puedes alejar a mi hijo de mí!

_ Como si te importara. Ni siquiera mostraste un grado de emoción cuando te di la noticia del embarazo. No pretendas ahora que te interesa.

Se dispuso a salir del salón, pero Brian se le plantó delante, cortándole el paso:

_ No puedes dejarme, Glenda.

_ ¿Quién me lo va a impedir?... ¿Tú?... Apártate y déjame pasar.

Brian obedeció. Glenda salió acarreando un par de maletas:

_ Regresaré a buscar lo demás en otro momento. O quizás envíe a alguien a que lo recoja por mí. No quisiera encontrarme contigo en un buen tiempo. El anillo está en el cajón de mi mesilla de noche. Adiós Brian, espero realmente que algún día encuentres a alguien que te llene en todos los sentidos, para que puedas ser feliz.

El portazo al salir hizo estremecer a Brian Spencer, que dio un lento giro sobre sí mismo, mirando aquella casa enorme en la que estaba completamente solo. No tenía trabajo, no tenía esposa, no tenía a David. No tenía nada.

******************

Con lágrimas en los ojos y manos temblorosas, Arleth tomó el cheque que Stephen le extendía y miró del mayordomo al ama de llaves, parada detrás de la silla del hombre, con las manos tomadas sobre la falda y la barbilla erguida:

_ Eso es todo, señorita Garcia. Haga el favor de entregar su uniforme a una de las doncellas. Desde este momento, usted deja de trabajar en la mansión MacMillan.

_ Por favor... por favor señora Davis... Señor Stephen... No fue mi culpa... La señora Edna me obligó, me amenazó con decir que yo le robé algo si no hacía lo que ella me ordenó.

_ Te advertí que concretaras tus prioridades y lealtades, muchacha._ dijo fríamente la señora Davis._ Te dije que tuvieras presente quién era el que pagaba tu salario, y aún así, te aliaste al bando equivocado. Ahora no te lamentes y no supliques. Ten un poco de dignidad al menos para reconocer que te equivocaste.

La joven deshecha en llanto se dejó caer sobre una silla:

_ ¿No me darán al menos una carta de recomendación?

_ Sí que tienes una cara especial... ¿Después de lo que hiciste? Agradece que el señor MacMillan no tomara medidas y no piense demandarte por violación del contrato de confidencialidad que firmaste cuando entraste a trabajar a esta casa. Ahora vete, espera el bus de los empleados en la garita de la entrada. No tienes permitido permanecer en esta mansión por más tiempo.

Arleth salió de la mansión MacMillan entre sollozos. Nadie del servicio intercedió por ella. Ninguna de las doncellas fue a despedirla o se compadeció de su suerte. Una suerte que ella misma había escogido al aliarse a dos mujeres que no moverían un dedo para salvarla de la desgracia en la que había caído. No sabía qué iba a hacer en lo adelante. Sin una carta de recomendación, sería casi imposible que la contrataran en otra prestigiosa casona como aquella. Tendría que comenzar a ofrecer servicios de limpieza en casas de gente ordinaria, de clase media-alta, pero que no le pagarían el buen salario que durante un tiempo había disfrutado laborando para los MacMillan. Arleth Garcia tenía deseos de morir en esos momentos, imaginando la miseria a la que habría de enfrentarse en lo adelante.

******************

Edna llevaba días de mal humor. A pesar de haberse vengado de su sobrino haciendo públicas las fotos de su aventura con el chiquillo insoportable de su asistente, no estaba satisfecha. El video que aquel muchachito había hecho y se había vuelto viral, los había acabado convirtiendo en una especie de pareja que gozaba de gran celebridad últimamente. No podía creer que la gente se tragara esa historia romanticoide y alabara aquella perversión de dos hombres jurándose amor eterno... ¿Acaso el mundo se había vuelto loco?

Había pasado todo el día fuera, disfrutando de la compañía de amigas con las que había ido al salón de belleza, de compras, a almorzar juntas y luego a deleitarse relajándose de lo lindo mientras les daban masajes en un spa.

Había hecho un gasto enorme ese día. De seguir con ese ritmo, en breve gastaría todo lo que había ganado con la venta de las fotos. Debía haber pedido más dinero por ellas. Cuando el taxi se detuvo ante la gran verja de la mansión, se sorprendió al notar que esta no se abría:

_ ¿Qué sucede?_ preguntó con voz distraída al chofer.

_ Pues, parece ser que no piensan abrir._ respondió el hombre.

_ Eso es absurdo._ gruñó Edna y abriendo la portezuela del vehículo, salió al exterior, en el mismo momento en que las rejas se abrían lo suficiente para que Stephen, la señora Davis y el guarda, salieran con un montón de maletas que fueron dejando cerca de la mujer, cada vez más sorprendida:

_ Pero... ¿Qué significa esto? ¿Estas son mis maletas?

_ Así es señora._ respondió Stephen con una sonrisa displicente.

_ Pero... pero..._ el rostro de Edna lucía cada vez más alterado_ ¿Qué creen que hacen? ¡Regresen inmediatamente mis cosas a mi recámara!

_ Imposible, señora._ sonrió June Davis._ Solo estamos cumpliendo órdenes.

_ ¿Órdenes de quién?_ rugió la mujer con las venas del cuello alteradas como si estuviesen a punto de colapsar.

_ Mías, Edna... ¿De quién más podría ser?

David salió tranquilamente de la garita, con las manos en los bolsillos:

_ David... querido sobrino..._ comenzó a decir la mujer acariciando sus plateados cabellos._ Si esto es una broma, te señalo entonces que es de muy mal gusto...

_ No._ negó David con un mohín burlón._ Nadie está bromeando, Edna. Mandé a recoger tus pertenencias y a traerlas hasta aquí, porque desde este preciso momento, dejas de ser bienvenida en esta casa. No quiero tenerte ni un segundo más bajo mi techo.

Edna titubeó un instante:

_ Pero... pero... pero... ¡Esto es una afrenta hacia mí! ¿Cómo puedes echarme de mi propia casa?

_ ¡NUNCA fue tu casa, Edna! ¡Es MI casa! ¡Herencia de mi abuelo, Maximilian Thadeus MacMillan! ¡Tú solamente llegaste y te instalaste tranquilamente! Pero se acabó. Hoy mismo te largas, y no me preocupa dónde te metas. No quiero volver a verte nunca más.

Esta vez había terror en la mirada y la expresión de la mujer. Miraba a todos los presentes, como si aún no creyera lo que estaba sucediendo:

_ David... David, por favor... Vamos a conversar... Dialoguemos... Lo que sea que te haya hecho tomar esta decisión, de seguro que tiene una explicación lógica... Somos familia... La familia debe entenderse.

_ Muy bien... He tratado de entender la magnitud de tu odio hacia mí hasta el punto de vender unas fotos que pueden ser la ruina de mi empresa, y solo me resta concluir diciendo que eres maligna por naturaleza. No puedes negar que eres hermana de mi abuelo. Espero que tengas un final como el suyo.

_ ¡Yo no vendí esas fotos a la prensa! ¿De dónde has sacado semejante idea? ¿Quién ha inventado tamaña calumnia sobre mí?

_ Ya, ya... no te molestes en negarlo. Tu cómplice, la doncella que te ayudó a hacer copias de las fotos entrando a mi recámara y hurgando como una ratera entre mis cosas, ya contó toda la verdad.

_ ¡Esa muchacha es una mentirosa! ¡Tú lo has dicho! ¡Es una ratera! ¡Incluso me robó algunas joyas! ¡No puedes creerle a ella nada de lo que diga!

_ Ya no importa._ sonrió David._ Porque ella fue despedida, y tú seguirás sus pasos. A lo mejor pueda acogerte en su casa. Si quieres le digo a Stephen que te dé la dirección de dónde vive.

Edna apretó los labios y trató de erguirse cuanto pudo, en un arranque de orgullo:

_ Bien... No pienso suplicarte que me dejes quedar. Allá tú con tu conciencia, si es que la tienes... ¿Dónde está mi hija?

_ ¿Te refieres a Anastasia? Oh, por supuesto. Es la única hija que tuviste, y a la que siempre has maltratado y humillado a tu antojo. Pero ¿Qué crees? Anastasia ya se hartó de ti y de tus insultos. Ha decidido seguir adelante sin ti.

_ ¿Qué? ¡Ella no puede darme la espalda! ¡Anastasia no puede abandonarme de esta manera! ¿Dónde está?

Y comenzó a dar voces, clamando por su hija, que no acudió. Stephen y el guarda de la garita se encargaron de meter el múltiple equipaje de Edna en el taxi. La mujer, descompuesta y llorosa, lanzó una última mirada suplicante a su sobrino. Los empleados había vuelto a entrar y la reja se había cerrado herméticamente:

_ David... David, querido... No puedes dejarme así, en medio de la calle... Con este frío... Mira... Yo... yo haré lo que quieras... Te pediré perdón... Lo negaré todo... Pero no me eches de la casa, no me separes de mi hija.

_ Y ahora finges que te importa Anastasia cuando siempre la trataste como a un trapo de cocina... Edna, cavaste tu propia tumba. Lo que pase contigo desde ahora ya no es problema mío. Ya no te considero mi familia. Y si lo veo desde un punto de vista objetivo, nunca lo fuiste. Nunca me viste como tu familia ¿Recuerdas? Según tú, me habrías dejado abandonado en un orfanato cuando mis padres murieron. Bueno, te estoy dando la misma cortesía que tú me habrías ofrecido de haber podido hacerlo. Suerte Edna. Como ya has vivido demasiado, solo me resta desearte una buena muerte.

Dio la espalda y comenzó a alejarse de regreso a la casona, seguido por Stephen. El guarda entró a la garita, y la señora Davis, antes de retirarse, dedicó una sonrisa a la temblorosa y elegante mujer al otro lado de la reja:

_ Esto es lo que suelen llamar, justicia poética.

Y dando un gracioso giro, se marchó.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro