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Capítulo 11 - Maldad

Jonathan se había dirigido a la mansión. Luego del encuentro con Alex estaba muy alterado, y lo menos que deseaba era que David se diera cuenta y lo forzara a contarle lo sucedido para que estuviera de tan mal humor. Unas horas frente al piano le harían muy bien.

Hacía varias semanas que no tocaba. Ni siquiera se había presentado en la mansión y todo por no tropezarse con Edna MacMillan. Desde que la mujer le hiciera la repulsiva oferta de atentar en contra de David, Jonathan había creído oportuno no frecuentar tan seguido la casona. Por supuesto que David había visto muy extraña aquella decisión, pero Jonathan lo había achacado a ser precavidos para que la odiosa mujer no los viera juntos demasiado tiempo.

Bajó del Rolls-Royce y se disponía a ir a la entrada cuando escuchó unas voces airadas provenientes del sendero que conducía al invernadero. Alguien gritaba rabiosamente, mientras otra persona parecía sollozar y lamentarse. Picado en la curiosidad, Jonathan se dirigió hacia el sitio de donde provenían las voces, ya que sabía de quienes se trataba. Lo que vio lo dejó paralizado.

Edna MacMillan estaba abofeteando a su hija Anastasia mientras la insultaba, y la pobre mujer solo atinaba a cubrirse el rostro y sollozar desconsoladamente mientras su madre continuaba golpeándola y profiriendo más ofensas:

_ ¡Eres una estúpida descerebrada! ¡Por eso te has quedado solterona y morirás sola y en la miseria! ¡Porque no has sabido tener lo que se necesita para atrapar a un marido con dinero que te de la vida que te mereces! ¡Eres una inútil!

_ Mamá por favor, basta... No me pegues más...

_ ¡Tengo qué golpearte a ver si así aprendes, estúpida! ¡Dime! ¿Qué hacías coqueteándole a ese jardinero muerto de hambre? ¡Si no llego a aparecer te le habrías lanzado encima! ¡Eres una mujerzuela barata! ¡Aunque ni para eso tienes gracia! ¡Es obvio que ese muerto de hambre, con todo lo apuesto que es, no se habría dejado seducir por una idiota sin gracia como tú! ¡Solo mírate! ¡Tan ridícula, desaliñada, sin una gota de elegancia o talento! ¡Eres tan mediocre y estúpida como lo fue el bueno para nada de tu estúpido padre!

_ Mamá por favor...

_ ¡Cierra la boca, imbécil!_ gritó Edna y volvió a cachetearla con ira, como si estuviera disfrutando aquel momento con saña.

Y fue entonces que Jonathan no se pudo contener más y avanzó hacia ellas, sosteniendo la muñeca de Edna con firmeza, cuando se disponía a volver a golpear el rostro de su hija:

_ ¡Ya fue suficiente!

_ ¿Cómo te atreves, maldito desviado?

_ Llámeme cómo mejor le guste, pero no vuelve a ponerle un dedo encima a esa pobre mujer. Al menos, no delante de mí._ dijo Jonathan haciéndole frente a la altiva anciana.

_ ¿Con qué derecho te entrometes en lo que no te importa? Esto es un asunto entre mi hija y yo. Lárgate antes de que pierda la paciencia.

_ Usted vuelve a ponerle un solo dedo encima a esta pobre mujer delante de mí, y le juro por Dios que no voy a medirme, aunque sea con alguien que puede ser mi abuela.

Edna alzó los puños apretados, con toda la intención de descargar su ira en Jonathan, pero algo hizo que se detuviera. Tal vez fue la manera en que Jonathan reaccionó, permaneciendo firme ante ella, sin mostrar un ápice de temor. Lanzó una mirada repulsiva hacia Anastasia, que temblaba contra uno de los setos, con el rostro enrojecido por los golpes y las lágrimas, y los ojos muy abiertos a causa del terror:

_ No hemos terminado._ le dijo Edna a modo de advertencia y luego miró a Jonathan._ Eres demasiado valiente sabiendo que tienes al pervertido de mi sobrino de tu parte, pero no te cantes victoria. Muy pronto se te acabará la felicidad y la libertad de la que ahora gozas. Yo me encargaré de ello.

_ Le dije que no me asustan las amenazas.

_ Ya lo veremos._ escupió Edna y se alejó con paso firme y altivo.

_ ¿Estás bien?_ le preguntó Jonathan a Anastasia acercándose.

_ No debiste haber intervenido._ dijo ella con voz temblorosa._ Eso solo aumentará el odio que ya te tiene.

_ Me importa un soberano cacahuate si tu madre me odia o no, pero no iba a dejar que siguiera maltratándote de esa forma como lo estaba haciendo ¿Está loca o qué?

Y de repente Anastasia rompió a chillar y tirarse del cabello y arañarse el rostro convulsamente:

_ ¡La odio! ¡La odio tanto! ¡No te imaginas cuanto desearía que se muriera y me dejara en paz!

Aquella explosión dejó a Jonathan mudo de asombro:

_ ¿Y por qué sigues con ella? ¿Por qué no te independizas? Eres lo suficientemente adulta como para tomar las riendas de tu vida.

Anastasia se secó las lágrimas y trató de no llorar:

_ Porque no puedo. Ya lo oíste. Soy una inútil buena para nada.

_ Solo repites lo que esa bruja acaba de decirte. La cuestión es si realmente tú lo crees... ¿Ese es el concepto que tienes de ti misma?

_ Es que no lo sé. Nunca hice nada importante o interesante. Nunca fui muy buena en los estudios. Apenas pude terminar la preparatoria. Mamá decía que no era necesario que estudiara tanto, que mi futuro sería casarme con un millonario y vivir bien toda mi vida. Y ahora mírame, tengo cuarenta y un años, no tengo un título universitario ni estudios, sigo solterona y estoy en la ruina, dependiendo de una madre que nunca me ha querido y que no pierde oportunidad de recordarme la decepción tan grande que soy para ella.

Al conocerlas, Jonathan había pensado que Edna y su hija eran tal para cual. Desde el día de su cumpleaños, esa idea había cambiado un poco, llegando a pensar que Anastasia tal vez no era del todo similar a la mujer que le había dado el ser. Ahora, luego de presenciar aquella retorcida escena y escuchar a la mujer que tenía enfrente, se daba perfecta cuenta de que Anastasia Hollander no era sino una víctima de su arrogante y desagradable progenitora. Una ola de compasión se elevó en el pecho de Jonathan hacia Anastasia, y tomándole una mano, le dijo con una sonrisita tenue:

_ ¿Te gustaría tomar un té conmigo? Creo que eso te haría mucho bien.

Anastasia dudó unos segundos, pero finalmente aceptó con un movimiento de cabeza.

Al cabo de una hora, estaban los dos sentados tranquilamente en el salón de música, bebiendo té, charlando y riendo como buenos amigos. Anastasia se había recuperado bastante rápido gracias a las atenciones de Jonathan y estaba despotricando sobre su madre, hablando acerca de todos los planes que siempre se trazó para intentar hacerse con una parte de la fortuna familiar, de su odio visceral por David e incluso, por su difunto hermano:

_ Siempre le ha hecho creer a todos que amaba al tío Max, pero en el fondo lo odiaba, y nadie deseaba más la muerte del viejo como ella. Por eso detesta a David, porque el tío Max le dejó lo que ella creía que sería para nosotras. David siempre me cayó bien. Desde niños. Era un chiquillo precioso. Pero mamá siempre me obligó a mirarlo mal. Yo he tenido que fingir todos estos años que estoy de su parte y que odio a David, solo para que ella esté feliz. Pero ya no más. Tienes razón, Johnny, no pienso dejar que me siga avasallando a su gusto. Veré qué puedo hacer con mi vida y le demostraré que no soy una estúpida, como siempre me ha hecho creer.

_ Esa es la actitud._ sonrió Jonathan.

Anastasia dejó la taza sobre la mesita de centro y miró hacia la puerta del salón, como temerosa de que alguien pudiera aparecer de repente:

_ Johnny... Tú y mi primo deben tener cuidado. Mi madre... ella está empeñada en salirse con la suya. Está pendiente de cada paso que dan ustedes dos para aprovecharse de ello y tratar de obtener alguna ventaja. Si realmente tú y David tienen un idilio o aventura, les advierto que tengan mucho cuidado y que no dejen que mi madre lo sepa. Ya ella trató de ensuciar la imagen de David una vez, y no lo consiguió por falta de pruebas. Pero si las consiguiera, será implacable, y hará hasta lo imposible por sacar algún provecho del asunto.

_ Lo sé. Ya ella se atrevió a chantajearme en una ocasión.

_ Y no te imaginas lo furiosa que se puso al ver que no pudo convencerte. Por eso te odia más que nunca. Debes ser muy cuidadoso.

_ Gracias Anastasia. Realmente me alegra saber que puedo contar contigo, y David también se pondrá contento de descubrir que en el fondo no eres como tu madre.

Anastasia hizo un gesto de incredulidad:

_ No lo creo. Mi primo nos odia, a mi madre y a mí.

_ Si, a tu madre porque es una arpía, y a ti porque cree que eres como ella. Pero si le demuestras que eres diferente, tal vez cambie de opinión.

Anastasia dirigió la mirada a través del ventanal, para luego volver a posarla rápidamente sobre Jonathan, cuando este le tomó una de sus huesudas manos:

_ Y yo te voy a ayudar.

_ ¿Por qué harías algo así... por mí?

_ Porque nadie merece recibir el trato que has recibido de tu propia madre toda tu vida. Mereces ser libre al fin.

Y una sonrisa triste, aunque cargada de esperanza, apareció en el pálido rostro de Anastasia Hollander.

******************

Edna entró a su habitación y azotó la puerta con rabia. Odiaba a ese maldito marica que estaba revolcándose con su sobrino. Lo odiaba por entrometido y pretencioso. No tenía ni idea de con quién se estaba metiendo. Si al menos pudiera tener algo a la mano para hacerle ver que ella no era una persona con la que se podía probar fuerzas.

Pero no. Seguía sin encontrar un modo con el cual dañar a David. Algo que lo pusiera entre la espada y la pared, forzándolo a darle algo de poder y así no tener que ser un parásito, viviendo a expensas de sus limosnas. Estaba cansada de tener que convivir bajo el mismo techo con él, teniendo que soportar la presencia de aquel chiquillo amanerado y molesto que se pavoneaba como si se tratase del dueño de la mansión que debía ser suya por derecho.

Arleth entró a la habitación luego de llamar a la puerta y que le ordenaran pasar. Llevaba toallas limpias que fue a dejar al baño. Edna, reclinada sobre un chaise longe de terciopelo rosa, siguió a la joven con la mirada, y cuando se disponía a marcharse, la llamó con cierta brusquedad:

_ Hace tiempo que no me das ninguna información valiosa acerca de mi sobrino y ese desviado insolente que anda con él.

_ Perdón señora, pero es que no hay nada que decir. Jonathan apenas ha venido a la mansión en estos días y...

_ No me interesan tus justificaciones. Necesito saber algo acerca de ellos. Necesito tener algo que los involucre y con lo que pueda demostrarlo... ¿No lo entiendes, muchacha estúpida? Mi futuro depende de ello. Y tú tienes que ayudarme.

_ Pero señora, es que no...

_ ¿Acaso me estás dando la espalda?

Arleth tragó en seco. La señora Davis se lo había advertido bien claro. Si se enteraba que ella estaba apoyando a la señora Edna de algún modo para cualquier cosa que perjudicara al señor MacMillan, la despediría y haría que no volviera a conseguir trabajo nunca más. No podía poner en riesgo su empleo:

_ Perdón señora, pero debo seguir atendiendo mis obligaciones.

_ Tú no te mueves de aquí si yo no te autorizo.

Edna se puso en pie y se aproximó a la sirvienta, que bajó la mirada, sin poder evitar que un temblor le recorriera de pies a cabeza:

_ ¿Qué pasa contigo? No creas que no me he dado cuenta que últimamente ya no eres tan solícita como al principio. Voy a ponértelo de esta forma, para que lo entiendas: Es mejor tenerme como aliada y no como enemiga. Si percibo de alguna manera que ya no cuento con tu fidelidad, voy a hacer que te saquen de aquí y no vuelvas a encontrar empleo nunca más. Pero no pienses que será así de fácil, no. Diré que robaste algo valioso de mi habitación, alguna joya cara de las muchas que tengo. Y vendrá la policía, y cuando revisen... ¿Qué crees? Puede que aparezca en tus inmundas pertenencias.

_ ¡Yo sería incapaz de robar!_ chilló Arleth con los ojos muy abiertos.

_ ¿Y crees que alguien te creería?_ se burló cruelmente Edna._ Ya lo sabes. Más te vale seguir ayudándome o de lo contrario te va a ir muy mal.

La tomó del brazo y le clavó las uñas, como garras, mientras la sacudía violentamente:

_ ¿Entendiste lo que te dije, estúpida?

_ Si._ asintió Arleth gimiendo.

_ Ahora lárgate de aquí. Y encárgate de decirles a todos que no quiero que me molesten. Tengo un fuerte dolor de cabeza y no deseo que nadie venga a fastidiarme. Principalmente la imbécil de mi hija.

Y Arleth salió corriendo de la habitación, sollozando aterrorizada. Empezaba a creer que, aliarse con Edna MacMillan no había sido tan buena idea como había creído al principio de conocerla, y tenía miedo de verse envuelta en algún tipo de problema, en el que terminara llevándose la peor parte.

******************

Brian Spencer estaba emocionado. Que David le llamara a su oficina era todo un suceso. Hacía mucho no sucedía tal cosa. Desde que se le metiera en la cabeza esa absurda idea de que no volvería a haber intimidad entre ellos, David había levantado aquella barrera hermética, y esta se había fortalecido con la aparición del putito del club. Pero si David lo mandaba a buscar, solo podía significar algo, y era que tal vez se había replanteado las cosas y a lo mejor, quien sabe, pensaba en darle cabida nuevamente en su vida.

No le molestaba la idea de compartirlo con Jonathan. Realmente sentía curiosidad por probar al jovencito. Era bien atractivo, y algo en su porte, en la manera en que se movía lograba ponerlo duro. Tenía que ser especialmente bueno en la cama cuando tenía a David comiendo de su mano.

Brian se detuvo ante la puerta de la oficina y se alisó cuidadosamente el cabello, sonriendo con satisfacción. Las cortinas plegables estaban corridas. Era buena señal, aunque desde que Jonathan había entrado a trabajar a la empresa como el asistente personal de David, casi siempre estaban así, evitando que cualquiera pudiera ver lo que pasaba en el interior del despacho del gran jefe. Como si Brian no se lo imaginara. Entró en el local y avanzó directamente hacia David, de pie ante el ventanal de cristal, con las manos en los bolsillos del pantalón. Lo tomó firmemente por la nuca y lo besó en la boca con desesperación. No pudo saciar su hambre ya que David lo empujó, apartándolo bruscamente:

_ ¿Qué demonios crees que estás haciendo?

Brian sonrió:

_ ¿Tú qué crees que hago? Recuperando el tiempo perdido._ e intentó volver a besarlo.

_ ¡Basta Brian! ¿Acaso te volviste loco o qué?

Se apartó de él y fue a sentarse tras su escritorio. Confundido, Brian se le quedó mirando. La sonrisa, intermitente, aún parpadeaba en sus labios:

_ No entiendo... ¿Para qué me hiciste venir con tanta urgencia a tu oficina si no es para...?

_ ¿Creíste que te llamaba porque quería besuquearme contigo o tener sexo?_ preguntó David alzando una ceja.

_ Bueno, antiguamente era de ese modo. Solo me mandabas a buscar a tu oficina cuando estabas muy caliente y querías hacer locuras conmigo aquí dentro... ¿Ya lo olvidaste?

_ No, Brian. No lo he olvidado. Y no solo te mandaba a buscar por tales motivos. Pero lamento decepcionarte hoy. La razón por la cual te hice venir es bien distinta.

Brian no pudo ocultar su decepción. Frunció los labios y se dejó caer sobre una de las butacas:

_ Vaya, y yo que pensaba que íbamos a revivir nuestros grandes momentos.

_ Brian, creo haberte dejado dicho hace mucho que entre nosotros no volvería a haber intimidad. No sé cuántas veces tendré que repetírtelo.

El abogado cruzó una pierna sobre la otra y entrelazó las manos, apoyando los codos en los reposabrazos del asiento:

_ Supongo que ese niño bonito que tienes a tu servicio te mantiene muy activo.

Los ojos de David emitieron un amenazante resplandor verde:

_ Te ruego que evites cualquier comentario desagradable acerca de Jonathan.

_ Si. Definitivamente tiene que ser una estrella porno en la cama cuando consigue activar tu instinto protector de esta manera.

_ Brian... Te lo advierto..._ la voz de David sonó sutilmente peligrosa.

_ En fin..._ suspiró Brian desgarradoramente._ Si no me llamaste para follar conmigo y volver a lo que éramos, entonces dime... ¿Qué carajos hago aquí?

_ ¿Cómo va tu matrimonio, Brian?

La pregunta de David fue tan directa que el joven abogado tardó unos segundos en asimilarla. Sus ojos se entrecerraron, evaluando el semblante controlado de su interlocutor:

_ ¿Por qué preguntas sobre mi matrimonio? ¿Qué podría importarte a ti mi matrimonio?

_ Me importa porque tú me importas, Brian. Lo creas o no, el hecho de que ya no quiera tener sexo contigo no significa que no sienta algo de aprecio por ti, aunque te comportes como alguien despreciable en ocasiones.

Brian dibujó un puchero burlón en su rostro y se llevó ambas manos al pecho:

_ Oh, tus palabras me conmueven de tal manera que se me ha puesto dura.

David puso los ojos en blanco. Era preferible no prestarle atención a Brian cuando asumía ese rol insoportable:

_ ¿Responderás mi pregunta?

La sonrisa en la boca de Brian se volvió aún más amplia e hiriente:

_ ¿Sobre mi matrimonio? Pues te diré que va perfectamente. Soy un marido ejemplar y le hago el amor a mi esposa cada noche, haciéndola chillar y retorcerse como una gata en celo... ¡Miau!

La expresión de David permaneció inescrutable. Brian entornó los ojos:

_ Esto es ridículo... ¿En serio me hiciste venir para interrogarme acerca de mi matrimonio, David? Ok, voy a fingir que me trago ese cuento de que te preocupas por mí y me aprecias, pero tú me responderás antes ¿Por qué maldita razón tendría yo que darte cuentas de mi vida personal con mi esposa?

_ No te pido cuentas de tu vida personal, Brian._ aclaró David con tono apacible.

_ Cierto, solo me preguntas cómo va todo en relación con mi mujer, a la que nunca le has mostrado un ápice de consideración, a pesar de que parece besar el suelo que pisas.

_ ¿No crees que estás exagerando un poco con un comentario como ese?

_ Oh no, para nada. Me encantaría que la escucharas en algún momento. Siempre que vamos a algún evento social, me pregunta si tú estarás allí. En cuanto te ve sale desmelenada para saludarte y ya la has visto deshacerse en cortesías y detalles para contigo. A veces no la soporto. Es como si estuviera enamorada de ti o algo por el estilo.

_ No seas absurdo. Tu esposa es una gran mujer. Deberías ser atento con ella.

Brian ladeó ligeramente la cabeza:

_ ¿Qué interés repentino es ese que sientes por Glenda? No deja de resultarme altamente sospechoso.

_ No es ningún interés, Brian. La vi en la última fiesta a la que fuimos. Como bien dices, fue a saludarme, y no pude dejar de notar lo pálida que está. No se ve tan radiante como en otras ocasiones.

_ Yo la veo igual todos los días: insoportable, fastidiosa, con ganas de enloquecerme.

_ ¿Para qué te casaste con ella si sabías que no te haría feliz?

_ Porque no soy como tú. No soy el señor perfecto que le da igual lo que piense o diga la gente de su persona. No pienso ir por la vida despertando los comentarios maliciosos de gente que no tiene nada mejor que hacer que inmiscuirse en las vidas ajenas.

_ Tener una esposa no va a negar lo que eres, Brian. Tampoco va a darte el placer que realmente deseas tener.

Brian Spencer se puso de pie y caminó despacio hacia el escritorio de David:

_ Claro, y supongo que sí lo va a conseguir si me busco un putito como el que tienes tú, que ha hecho que de la noche a la mañana te vuelvas un ser humano con sentimientos, tarareando canciones románticas y sonriendo a todo el mundo como si le hubiera salido un arco iris por el culo.

Se inclinó hasta tener su rostro muy cerca al de David:

_ Espero que no te arrepientas de lo que haces.

Se dirigió a la puerta, pero antes de abrirla, se volteó:

_ ¿No te has preguntado si realmente ese muchachito vale la pena?

_ ¿Qué quieres decir?_ preguntó David.

_ Digo... Que bien podría estar jugando contigo, usándote, sacándote dinero a manos llenas.

_ No digas tonterías, Brian.

_ No, no son tonterías. Esa clase de gente siempre busca oportunidades como esta. Enredar a un tipo rico y exprimirlo hasta dejarlo seco. Si me disculpas pero, tu asistente tiene la pinta de ser esa clase de oportunista.

David se puso en pie violentamente:

_ ¡Jonathan es la mejor persona que he conocido en mi vida! ¡Ojalá y te le parecieras un mínimo o tuvieras la mitad de los valores que tiene él!

Lejos de alterarse, el rostro de Brian Spencer se iluminó con una sonrisa radiante y provocativa:

_ ¡Uy! Sí que te pones intenso cuando alguien se refiere inadecuadamente a tu putito. De todas formas, piensa en lo que te dije. Tómalo como un favor. Tú te preocupas por mi matrimonio, y yo, de a quién te follas.

Le guiñó un ojo y salió de la oficina. David apretó los puños y reprimió los deseos de romper algo para descargar la ira que le colmaba. Pero sobre todo, no podía evitar sentir pena por Glenda Stevenson, al saberla unida a un degenerado que no tenía ni la más pequeña gota de consideración con ella. Le dolía admitirlo, pero acababa de comprobar, que el Brian que conoció, del que estuvo prendado por mucho tiempo, era realmente un ser desalmado.

******************

Glenda estaba de buen humor aquella tarde. El almuerzo que había compartido con David MacMillan era la causa. Saberse escuchada y comprendida por alguien era más que suficiente para llenarla de ánimos y deseos de luchar por salvar su matrimonio.

La habían criado para ser una perfecta esposa. Complacer a su marido y mantener a su familia de manera impecable, eran las únicas obligaciones que tenía en su vida. Todo lo demás eran simples bagatelas, estupideces diseñadas por las mentes enfermizas con esas tendencias feministas de superación e igualdad. Las mujeres eran mujeres, y se debían a sus esposos, hijos y hogares.

Sí, había estudiado en una prestigiosa universidad, pero Glenda estaba consciente de que una vez que se casara, la idea de ejercer su carrera sería sustituida por la labor de atender a su esposo y mantener un hogar. Así lo habían hecho todas las mujeres de su familia y ella no sería la excepción.

Amaba a Brian, a pesar de sus desplantes, de su mal humor, de todos los secretos que pudiera guardar. Lo amaba con esa fuerza y ese candor propio de alguien ilusionado y dispuesto a darlo todo por el ser amado, a sacrificarlo todo, incluyendo su orgullo y dignidad.

Sacó el asado del horno y aspiró el delicioso aroma que ascendió por el aire en nubecillas de vapor, endulzando la impecable cocina. Ya había dispuesto la mesa con la mejor vajilla, obsequio de bodas, y hasta había colocado los candelabros de plata que su difunta abuela le había heredado. Sería una cena romántica. Se pondría un hermoso vestido, se peinaría y maquillaría mejor que nunca. Hasta había comprado lencería atrevida esa tarde y despidió a la sirvienta. Quería seducir a su marido, reavivar la chispa entre ellos.

Además, tenía una gran noticia que compartir con él. Algo muy especial que tal vez haría que Brian mejorara su humor y su trato para con ella. Estaba tan feliz luego de haber platicado con David MacMillan... ¿Cómo podían decir que era una bestia indeseable cuando él había sido tan amable y comprensivo con ella? Soportando su ataque de llanto y sus lamentos. Y apenas se conocían. Solo un buen amigo haría algo así por la esposa de su mejor amigo. Si. Tal vez estaban separados por alguna tonta razón. Los hombres suelen ser un poco sosos y arrogantes en ese sentido, pero ella se encargaría de que ambos: Brian y David, volvieran a retomar la gran amistad que les había unido en el pasado.

Se miró una vez más al espejo de la habitación. Se había puesto un hermoso vestido azul cobalto, con corte de princesa y acentuado escote. Recogió su rubio cabello en una coleta en espiral que caía elegantemente sobre uno de sus hombros desnudos. Su precioso rostro estaba maquillado con sencillez, destacando sobre todo el azul de sus ojos brillantes. Sus manos acariciaron despacio el vientre por encima de la tela y la sonrisa en sus labios sonrosados se pronunció aún más. No veía la hora de que Brian llegara.

Escuchó el sonido del auto y se dio prisa en correr a la cocina para disponer los últimos detalles. Prendió las velas y bajó la intensidad de las luces, creando la penumbra perfecta. Ya tenía preparada la botella de vino y un par de copas. Se mordió los labios con expectación. Al cabo de unos minutos, Brian Spencer hizo su entrada en la cocina. Se detuvo un momento, mirándolo todo: la mesa arreglada, las velas ardiendo en los candelabros de plata, a su esposa de pie junto a la mesa, luciendo aquella sonrisa estúpida que tanto detestaba verle; sonrisa sumisa, como si estuviera dispuesta a lamer las suelas de sus zapatos aunque estuvieran embarradas de excremento de perro:

_ ¿Qué es esto?

_ Quería hacer algo especial hoy.

_ ¿Si? ¿Por qué? ¿Qué estamos celebrando?_ hizo un gesto de fastidio._ Ay por favor, no me digas que es nuestro aniversario de bodas y lo olvidé de nuevo.

_ No, tonto._ se rió Glenda, aunque se mostraba un poco dolida._ Nuestro aniversario no es hasta dentro de tres meses.

_ Y entonces... ¿A qué se debe esto?

Glenda se le acercó, moviéndose con gracia felina, mordiéndose los labios y sonriendo, con los ojos azules centelleantes. Se pegó mucho a él y lo besó en la boca:

_ Quería hacer algo lindo por mi marido.

_ Ajá..._ hizo Brian sin poder contener una mueca._ Pues no te hubieras molestado. La verdad es que estoy exhausto y quiero ducharme y meterme en la cama.

Se apartó de ella casi con brusquedad y prendió las luces. Aturdida, Glenda lo siguió con la vista. No era esa reacción la que esperaba:

_ Hice el asado que tanto te gusta.

_ Ya comí por ahí._ respondió Brian sirviéndose una copa de vino y sin mirarla siquiera.

Glenda se encogió de hombros. Estaba desolada y no sabía qué hacer:

_ Pensé que...

_ ¿Qué fue lo que pensaste, Glenda? A ver, sorpréndeme... ¿Qué pensaste?

Los ojos de Glenda se endurecieron de repente. A su mente acudieron las palabras de David, más claras y certeras que nunca: Si tienes dudas, solo puedo aconsejarte que lo confrontes directamente y lo obligues a decirte la verdad.

_ ¿Estás teniendo una aventura con otra mujer?

Brian se atragantó con el vino y escupió, cubriéndose la boca y dando toses. Glenda se sintió muy bien ante aquella reacción. Por fin veía a un Brian con una expresión que no era la de habitual desprecio o sarcasmo cruel:

_ ¿Cómo dices?_ logró preguntar el hombre finalmente.

_ Me oíste bien. Te pregunté si tienes una aventura con otra mujer.

Brian parpadeó varias veces y cerró la boca:

_ ¿Otra vez con lo mismo? ¿Estás borracha?

_ No. No he bebido ni un solo sorbo de vino. Y la pregunta que te estoy haciendo es muy simple. Solo tienes que responder sí o no. Si fuera , entendería entonces el porqué de tus desplantes, de tu mala actitud para conmigo y tanto desinterés de tu parte. Pero si es no, entonces no entiendo qué pueda estar sucediendo y necesito que me lo expliques, porque...

La copa se hizo añicos contra el suelo y Glenda dio un respingo. No había sido un accidente, no se había simplemente caído en un torpe descuido. Brian la había arrojado al suelo, y su semblante furioso presagiaba algo muy malo:

_ Vengo de mi trabajo, agotado, con el simple deseo de descansar en mi casa, deseando solo un poco de comprensión de parte de mi esposa, y lo único que encuentro, aparte de un circo montado, es a mi esposa, sometiéndome a un ridículo interrogatorio... ¿Acaso te has propuesto enloquecerme, Glenda?

_ ¡NO! ¡Lo único que quiero es que volvamos a ser la misma pareja que éramos antes! ¡Que vuelvas a abrazarme y a besarme como hacías hace unos años! No que ahora mírate. Estás cada vez más distante y seco conmigo, y no dejo de preguntarme qué es lo que pude haber hecho mal para que hayas cambiado tanto.

_ ¿En serio has perdido la cabeza hoy?_ se atrevió a preguntar Brian mirando a si esposa como si fuera la primera vez que la viera.

Glenda acortó más la distancia entre ambos, desafiándolo con sus ojos azules, más brillantes que nunca:

_ No. Pero ya me cansé de que me trates como si fuera tu mascota, o un juguete al que puedes tomar y tirar cuando te plazca. Ni siquiera te importa que haya preparado todo esto para ti esta noche, que me haya arreglado para ti, queriendo agradarte y que reavivemos nuestra relación. Pero no pienso suplicarte. Todo tiene un límite, Brian, y creo que ya rebasé el mío. Si no estás interesado en seguir con este matrimonio, o lo que sea para ti, pues habla claro de una vez. Dime la verdad y te juro, por la salud de nuestro hijo, que saldré de tu vida y no te volveré a molestar.

Brian parpadeó repetidas veces antes de tartamudear:

_ Eee...es... espera... ¿Qué fue lo que dijiste?... ¿Nuestro hijo?... ¿Has dicho nuestro hijo?... ¿Acaso estás...?

_ Embarazada, si. Sorpresa. No era de esta forma que planeaba decírtelo pero no me has dejado otra opción. Ahora, te agradecería que fueras tan amable, y ya que yo me esforcé en preparar todo este circo, como tú le has dicho, te encargaras de recogerlo todo. Puedes tirar la comida si quieres, yo perdí el apetito y solo deseo acostarme. Apaga las luces cuando te vayas a la cama.

Y salió de la cocina en silencio. Brian se quedó solo, pensando en todo lo que acababa de suceder. Glenda le había enfrentado, y no solo eso, sino que acababa de anunciarle que iban a ser padres. Brian hizo una mueca. No estaba listo para tener un hijo. No estaba listo para ser padre. Fingir ser un esposo era una cosa, pero fingir ser padre era algo bien distinto. No imaginaba poniendo toda su atención e interés en una sola persona que dependería de él toda su vida... ¿Cómo pudo suceder algo así? Hasta donde recordaba, cada vez que tenía relaciones con Glenda, se cuidaba mucho, y ella tomaba la píldora, o eso le había dicho. Un hijo. Iba a tener un hijo. Brian Spencer se convertiría en papá. No sabía si alegrarse o sentirse desdichado. En esos momentos tenía demasiadas cosas en la cabeza, y un hijo era una responsabilidad demasiado grande. Una responsabilidad que él no deseaba aún, o tal vez nunca.

Bien. Glenda podría estar embarazada. Podría hincharse como un globo hasta reventar mientras no estorbara en sus planes inmediatos. Lo único que le importaba en esos momentos, era buscar una forma de sabotear la relación clandestina de David y Jonathan. Llevaba varios meses haciéndolos seguir, sin perderles pie ni pisada, y documentando cada encuentro en imágenes que guardaba celosamente bajo llave, esperando el momento adecuado para hacerlas salir a la luz. No quería perjudicar a David. Solo planeaba asustarlo y forzarlo a renunciar a ese putito lascivo en el que parecía tan encaprichado.

Cuando lo tuviera nuevamente entre sus brazos, sabiendo que volvía a tener toda su atención solo para él, destruiría cada una de las fotos, y todo volvería a ser como era antes. Podía incluso intentar complacerlo, divorciarse de Glenda y mantener una especie de relación secreta, para que él fuera feliz. Recuperar a David era lo único que le importaba a Brian Spencer. Y estaba dispuesto a lo que fuera para salirse con la suya.

******************

Jonathan entró al departamento y se quedó mirando a David, reclinado sobre el sofá mientras escuchaba música y bebía de una copa de vino:

_ Hola bebé. Te extrañé esta tarde... ¿Dónde estuviste?

Jonathan suspiró y fue hasta él. Se inclinó para besarle en los labios y se acomodó sobre sus piernas:

_ Por muchos lugares. Fui al hospital, almorcé en lo de Pepe, luego fui a la mansión y regresé al hospital a saber de Randy antes de venir para acá. Perdón por no volver a la empresa. Reamente no tenía la mente disponible para trabajo.

_ Tranquilo._ sonrió David besándolo en la base del cuello y dándole a beber de su copa de vino._ ¿Y cómo está tu amigo?

_ Sigue igual. Los médicos dicen que no se puede hacer un pronóstico de cuándo podría despertar del coma. Solo queda esperar y... esperar.

_ ¿Puedo preguntarte algo? ¿Por qué si ese Randy era tan amigo de ustedes, estaba tan distante?

_ Tuvimos algunas diferencias y él decidió tomar distancia.

De ninguna manera Jonathan se atrevería a contarle a David que Randy había intentado siempre llevárselo a la cama. Eso haría que corriera seguramente al hospital y lo desconectara de los aparatos que lo mantenían con vida, quedándose a disfrutar el proceso de agonía lento en el cuerpo postrado de Randy. Había cosas que era mejor que David no supiera nunca:

_ A propósito._ le acarició el rostro barbudo._ Gracias por asumir el pago de los gastos médicos. Significa mucho para nosotros.

_ Lo sé. Se trata de alguien importante para ti, y por lo tanto, también es importante para mí.

_ Eres tan lindo a veces._ susurró Jonathan y lo besó largamente en los labios.

Al apartarse bostezó y se acurrucó contra el pecho de David:

_ Estoy agotado. Ha sido un día largo y difícil.

_ ¿A qué fuiste a la mansión? Creí que querías mantenerte lejos del radar de la bruja de mi tía.

_ Quería tocar un poco el piano. Es algo que consigue relajarme.

_ Pues tendré que comprarte un piano y ponerlo aquí, para que no tengas que ir hasta tan lejos.

_ No seas tonto... Además ¿Dónde vas a poner un piano en este departamento? No cabría en ningún sitio.

_ Pues tendremos que buscar un nido de amor más grande.

Las manos de Jonathan se deslizaron por el pecho descubierto a través de la camisa entreabierta de David:

_ Dave... Hoy sucedió algo bastante desagradable en la mansión. Con la bruja de tu tía y tu prima.

_ ¿Te hicieron algo? ¿Te insultaron?_ brincó David poniéndose tenso.

_ No, nada de eso._ lo calmó Jonathan y le contó lo ocurrido con Edna y Anastasia._ En serio, hubiese querido que vieras cómo la maltrató, cómo la golpeaba como si fuera un animal.

_ No debiste haber intervenido, bebé. Eso solo hará que Edna te tenga más ojeriza.

_ Anastasia me dijo lo mismo... ¿Pero sabes qué...?

David puso los ojos en blanco:

_ Si, me imagino lo que vas a decir: Que te importa un soberano cacahuate si esa bruja te odia o no.

_ ¡Es que no me gustan los abusos y mucho menos las injusticias! ¡Y aunque sea su madre, Edna no puede tratar así a su propia hija! ¡Es una mujer de más de cuarenta, por favor!

_ Desde que recuerdo, Edna siempre ha tratado así a Anastasia. Desde niña la tuvo sometida a su voluntad. Muchos dicen que Anastasia se quedó solterona porque no encontró un hombre adecuado, pero la verdad es que fue la propia Edna quien se encargó de hacer que su hija no se casara.

_ ¿Cómo es eso?

_ Simple. Cada vez que aparecía un pretendiente, a Edna no le parecía lo suficientemente rico como para aspirar a la mano de su hija, y si Anastasia mostraba interés en alguien en particular, su madre no se detenía hasta espantarlo lejos. Y así el tiempo fue pasando, y como ves, Anastasia ya no es ninguna jovencita candorosa, aparte de que nunca ha tenido muchas luces en la cabeza. La imposibilidad de hallar un esposo, más que poco probable, me atrevería a decir que es absolutamente definitiva.

_ Qué triste._ dijo Jonathan y bostezó._ Todo el mundo debería tener la oportunidad de vivir una bonita historia de amor... ¿Sabes? Creo que deberías ayudarla.

_ ¿A quién?

_ Pues a tu prima. Estuve conversando largo rato con ella, y la verdad es que la pobre solo quisiera apartarse de la mala influencia de su madre y hacer su vida por sí misma.

_ No lo sé, Johnny. Anastasia es demasiado dependiente de su madre. Ayudarla significa que Edna se aprovechará de ello y sacará ventaja de todo, como siempre hace.

_ Prométeme que lo pensarás al menos. Tu prima necesita ser libre, y tratar de encontrar a alguien que la complemente, que le regale su propia historia de amor... ¿No lo crees?

David se quedó en silencio un buen rato, analizando detenidamente las últimas palabras de Jonathan:

_ Johnny...

_ Hummm..._ hizo el muchacho aferrándose más al cuello de David, con la cabeza reclinada sobre su hombro.

_ He estado pensando, y creo que... No sé... Siento que me he ocultado toda la vida. Y ya estoy cansado de aparentar y fingir algo que no soy. Estoy harto de tener que vernos de esta manera, cuando lo que quisiera es poder besarte delante de todo el mundo y decirle a todos que te amo. Lo que trato de decirte es que, tal vez quiera salir del closet de una vez y por todas y que podamos formalizar nuestra relación... ¿Tú qué crees?

Pero Jonathan ya no lo escuchaba. Se había quedado profundamente dormido. David sonrió y le besó suavemente en la frente. Se puso de pie, con el cuerpo de Jonathan entre sus brazos y lo llevó a la habitación. Lo depositó despacio sobre la cama. Le sacó los zapatos y lo cubrió con una manta. Se quedó observándolo un buen rato.

Le encantaba verlo dormido. Le recordó, meses atrás, en esa misma habitación, cuando pasaron aquella primera noche juntos. Jonathan estaba totalmente borracho y no se enteró ni siquiera del viaje en la moto. Igual se había quedado observándolo dormir, con los cabellos negros en desorden sobre la almohada, su respiración suave y acompasada, lo apacible de su semblante, con un toque de inocencia casi infantil que le conmovía a un nivel que no era capaz de entender.

Ya no dudaba. Estaba total y perdidamente enamorado de Jonathan Doyle. Podían criticarlo, juzgarlo, tratar de desmentirle, pero sentía que su mente y su corazón no mentían al repetírselo una y otra vez. Amaba a Jonathan Adam Doyle. No se trataba de un enamoramiento fugaz, o un apasionamiento, o el ardor del buen sexo que ambos disfrutaban. Era algo más fuerte, la suma de todo eso. Era algo distinto, casi puro. Algo que ni siquiera había sentido con Charlie. Oh, Charlie.

Pensar en él no le provocó el dolor de otras ocasiones, quizás porque acababa de comprender, luego de muchos años, que la historia entre él y Charlie siempre sería un hermoso recuerdo, pero su momento ya había pasado. Ahora estaba con Jonathan, y era feliz a un nivel inimaginable. Con Jonathan se sentía pleno. Como si luego de mucho buscar, hubiese hallado un tesoro del cual no quería desprenderse jamás. Se desnudó lentamente y se embutió en la cama, bajo la manta, estrechando suavemente el cuerpo de Jonathan que, entre sueños, se aferró a sus brazos, acurrucándose mientras murmuraba algo. David lo besó en la nuca y sonrió:

_ Buenas noches, mi bestia._ había dicho Jonathan desde las profundidades de su subconsciente.

******************

Habían pasado dos días luego de la hospitalización de Randy, y aún no había señales de que fuera a despertar del coma. A pesar de que se turnaban para pasar la noche en el hospital, de forma que, si llegara a volver en sí, uno de ellos estuviera presente, Devon seguía empeñado en no querer apartarse de su lado. Iba al departamento, se duchaba, comía algo, dormía un par de horas y regresaba. A regañadientes acudía a las clases en la universidad, pero volvía de inmediato. Además, su humor se había vuelto bastante irritable, y Calvin y Vivian tenían mucho cuidado de sostener sus habituales discusiones en su presencia.

Aquel domingo, Jonathan entró a la habitación de Randy. Calvin se había encargado de decorarla con guirnaldas y luces de colores, y hasta había colgado una bandera arcoíris a modo de cortina en una de las ventanas. Devon, como siempre, estaba sentado junto a la cama, sosteniendo una mano de Randy entre las suyas. Le dirigió una mirada de lástima, que cambió de inmediato cuando Devon alzó la mirada:

_ Hola... ¿Nada nuevo?

_ Nada. Los médicos siguen diciendo que es cuestión de esperar.

Jonathan se acercó a Devon y le puso una mano sobre un hombro:

_ Creo que te estás exigiendo mucho... ¿Por qué no vienes esta noche a casa? Digo, tengo que asistir a una aburrida fiesta con David, pero podría cancelarla y pasar el rato contigo, viendo pelis, jugando con los gemelos... ¿Qué dices?

_ No. Prefiero quedarme aquí. Ya sabes, por si se despertara._ y miró a Randy.

_ Dev... Esto no te hace ningún bien. No puedes simplemente poner en pausa tu vida y esperar a que Randy despierte. No sabemos cuánto durará su coma. Podrían ser días, semanas, pero también meses, o años. Tienes que seguir adelante. Tener esperanzas de que se recupere, pero siguiendo adelante con tu propia vida.

_ ¿Tú qué harías en mi lugar, Johnny? ¿Si fuera David quien estuviera en coma sobre una cama de hospital? ¿Qué harías? ¿Tomarías para ti mismo ese consejo que me das?

Jonathan titubeó. Era curioso plantearse algo así. Si fuera David quien estuviera en coma ¿Cómo reaccionaría él? ¿Querría apartarse de su lado un solo segundo? La sola idea de que algo malo pudiera sucederle a David bastó para hacerle estremecer, y entonces lo comprendió todo finalmente. Aquella pregunta de Devon acababa de dar respuesta a la interrogante que se había hecho durante días, y decidió no volver a insistirle a su mejor amigo. Solo lo abrazó y le dijo cariñosamente:

_ Te entiendo. Disculpa por preocuparme por ti y pensar de una manera tan insensible.

_ Tranquilo... ¿Viniste solo?

_ No. Calvin y Vivian están en la cafetería comprando algunas cosas. Imaginamos que no has comido nada de seguro.

_ No. Y la verdad es que tampoco tengo hambre.

_ Dev... Tienes que alimentarte. Si Randy despierta no querrá encontrarse a un saco de huesos apostado junto a su cama.

Ambos rieron. Devon besó la mano de Randy que sostenía y se volvió hacia Jonathan:

_ Necesito un favor tuyo. Y es algo grande.

_ Lo que sea._ dijo Jonathan.

_ ¿Viniste en tu auto?

******************

Una hora después Jonathan manejaba el Rolls-Royce. A su lado, Devon observaba distraídamente el paisaje que se deslizaba veloz. En los asientos de pasajeros, Calvin escuchaba música y Vivian chateaba con Kayla. Jonathan envió una mirada rápida a Devon. Aún no tenía ni idea de a dónde se dirigían, y el silencio del muchacho empezaba a resultarle molesto y sospechoso. Hasta el momento solo había tomado la palabra para indicarle a dónde conducir:

_ ¿Falta mucho para que lleguemos a... dónde sea que vamos?_ preguntó Calvin quitándose los cascos y con un infantil tono de aburrimiento.

_ Nadie te invitó, Calvin._ respondió suavemente Devon sin mirarlo._ Pudiste quedarte en el hospital, cuidando a Randy.

_ Randy tiene médicos y enfermeras que se encargan de eso. Si estoy aquí es porque soy una buena amiga y quiero apoyarte en cualquiera que sea la locura que estés planeando.

_ ¿No estás planeando ninguna locura, verdad Devon?_ se atrevió a preguntar Vivian con recelo, pero no obtuvo respuesta.

Jonathan condujo en silencio. No, no creía a Devon capaz de hacer ninguna clase de locura. De todos, era el que más sentido común tenía, y rara vez perdía la calma. Aunque últimamente, con todo lo que estaba padeciendo respecto al estado de salud de Randy, cualquier cosa podría esperarse.

Muy pronto se adentraron en lo que parecía un lujoso asentamiento de enormes mansiones que se erigían en todo su esplendor, en terrenos cuidadosamente arreglados:

_ Dobla en esta calle._ ordenó Devon, y Jonathan obedeció.

Al final de la vía se levantaba una imponente iglesia de estilo gótico, aunque cuidadosamente restaurada y pintada. Jonathan detuvo el auto ante la orden de Devon, y miró a los otros dos sin comprender, cuando este descendió del vehículo. Lo imitaron con rapidez:

_ ¿Sabes que en el hospital hay una capilla, verdad?_ dijo Vivian con cautela._ Si querías rezar por Randy no había necesidad de manejar tan lejos para ir a una iglesia.

_ No me gustan las iglesias._ dijo Calvin con una mueca._ Los fanáticos religiosos me dan cosita.

_ Dev... ¿Qué hacemos aquí?_ preguntó Jonathan.

Devon, que miraba fijamente la edificación, de cuyo interior salía el inconfundible sonido de un órgano y las voces de los fieles entonando cantos al Creador, suspiró pesadamente y respondió, sin mirar a ninguno de sus amigos:

_ Esta es la iglesia a donde asiste la familia de Randy. En este preciso instante están allá adentro, dizque alabando a Dios, mientras Randy está en coma en una cama de hospital.

Ellos intercambiaron miradas preocupadas:

_ Ok, este es el momento en que debemos decirle que es una mala idea estar aquí._ sugirió Calvin.

_ Devon,_ empezó a señalarle Jonathan._ no deberíamos haber venido. No vamos a resolver nada. Si no quisieron hablarnos por teléfono, mucho menos querrán enfrentarnos cara a cara.

Y por primera vez, Devon los miró, y los tres se sintieron realmente intimidados ante los ojos oscuros del joven:

_ Pues tendrán que hacerlo._ y apartando a Jonathan de su camino, encaminó sus pasos firmes hacia las enormes puertas del templo.

******************

La familia Coleman siempre había estado orgullosa de sus prácticas y creencias religiosas, y eran considerados puntales en la comunidad a la que pertenecían, siendo admirados y, de alguna forma, reverenciados por el resto de los fieles, quienes los consideraban verdaderos ejemplos a seguir. Los Coleman eran la clase de familia que lucía perfecta en las fotografías, y los domingos, cuando acudían juntos a la iglesia para disfrutar del servicio religioso al que se entregaban en cuerpo y alma, se encargaban también de dar jugosas ofrendas económicas con las cuales esperaban estar en buena relación con el Supremo Ser al que dirigían sus oraciones y peticiones.

La hermosa iglesia cuya restauración ellos prácticamente habían costeado en su totalidad, esa mañana estaba más concurrida que de costumbre, y los Coleman, como siempre, estaban sentados en el segundo banco de la fila derecha, con sus elegantes trajes de domingo y su actitud superior de quienes se sienten absolutamente bendecidos por un poder superior, que les hacía alzar la barbilla más alto que el resto de los mortales.

Al igual que todos los presentes, los Coleman voltearon la cabeza hacia atrás, cuando las puertas del templo se abrieron de par en par y un joven negro irrumpió, seguido de tres jóvenes más que intentaban detenerlo. Casi nadie se percató de la actitud rígida que asumió el señor Coleman, y del nerviosismo que invadió el semblante de la señora Coleman. El reverendo, un anciano pulcro en un traje oscuro que le daba aspecto de funerario, observó a los recién llegados y le dirigió una sonrisa:

_ Sean bienvenidos hermanos, a nuestra comunidad. Estamos felices de poder recibirlos...

_ Lo dudo mucho, padre, o reverendo, o pastor, o como sea que haya que decirle._ le interrumpió tajantemente Devon._ Pero aún así gracias. Solo he venido porque necesito hacerle una pregunta...

_ Bueno, estamos en medio de una celebración. No creo que sea el momento adecuado, pero si aguardan a que termine el servicio podríamos pasar a mi oficina y...

_ No, no, no... Usted no me ha entendido. Yo necesito hacer esta pregunta, ahora, no después. Necesito que alguien me responda qué clase de persona que dice amar a Dios y cumplir sus mandamientos, rechaza a su propio hijo, solo porque es homosexual, y se niega a verle y a perdonarle un error cometido por un arrebato de estupidez. Y peor aún, lo dejan pudriéndose en un hospital, en coma, tras haber sufrido una sobredosis de drogas... Dígame ¿Qué clase de persona cristiana haría algo así?

El reverendo, que no entendía el motivo de tal pregunta, tardó unos segundos en contestar:

_ Pues obviamente, esa persona no es cristiana. Al menos, no de corazón.

Y entonces el señor Coleman se puso en pie. Era muy alto y robusto, y había mucho parecido entre él y Randy. Su esposa trató de detenerlo, echa un manojo de nervios, pero el hombre se plantó ante Devon, mirándolo con furia contenida:

_ Haga el favor de marcharse inmediatamente. Su sola presencia es un insulto a esta institución.

_ ¿Eso piensa?_ escupió Devon con el rostro contraído._ Pues venga, salgamos de aquí juntos: usted, su familia entera, mis amigos y yo, porque como dijo el reverendo aquí presente, Dios no está tampoco muy complacido con ustedes.

_ ¿Cómo se atreve a venir a este lugar, maldito pervertido?_ increpó el hombre con tanto desprecio como pudo emplear._ Tú y tu banda de desviados... Fueron ustedes los que apartaron a Randy del buen camino. Si ahora está sufriendo las consecuencias de sus actos es por culpa de todos ustedes, atajo de maricas.

_ Maricas, sí, y a mucha honra. Al menos no finjo ser un cristiano devoto y bueno como usted, que es capaz de abandonar a su propio hijo en un hospital, y ni siquiera se preocupa por saber si está vivo o muerto. Apuesto lo que sea a que les ha dicho a todos que Randy está en algún viaje o a saber. Por gente como ustedes, que se dicen cristianos, es que no creo en dios. Un dios, que se llenan la boca de decir que es amor, y que luego aseguran, odia a los gais. Gais como su hijo Randy... Debería darles vergüenza. Ustedes no son cristianos... ¡Ustedes son pura maldad disfrazados de cristianos!

El templo se había llenado de murmullos y comentarios exaltados. El reverendo intentaba calmar los ánimos, recordando que estaban bajo techo sagrado y debían moderar los vocabularios empleados. Un sujeto, seguramente novio o esposo de la hermana de Randy, saltó sobre Devon y lo empujó violentamente, solo que no contó con que Jonathan saliera en defensa de su amigo y le incrustara un puño en la cara. Todo se volvió confuso. Mujeres gritando aterradas, hombres tratando de intervenir, el reverendo clamando por calma, el señor Coleman insultando a los causantes de la ruina de su hijo, la señora Coleman y su hija tratando de calmarlo a él y al joven, que quería revancha sobre el marica que le había roto la boca de un puñetazo. Y en medio de todo, niños, adolescentes y algunos jóvenes, grabando la escena con sus teléfonos y pareciendo disfrutar del espectáculo.

Vivian y Calvin pudieron sacar a rastras a Jonathan y a Devon. Este último seguía lanzando acusaciones y blasfemias en contra de los Coleman y de la religión en sentido general. Subieron al coche, y Vivian tomó el volante:

_ Vámonos de aquí antes que nos linchen a los cuatro._ ordenó y pisó el acelerador, poniendo en marcha el vehículo con un violento rechinar de neumáticos contra el pavimento.

Una vez que estuvieron lo suficientemente lejos, se detuvieron. Guardaron silencio unos minutos, tan incómodos como pesados. Calvin fue el primero en hablar:

_ Ok, eso fue intenso, perras.

Vivian se giró hacia Devon y Jonathan, sentados en los asientos de pasajeros. Sus ojos despedían chispas:

_ ¿Se volvieron locos o qué? ¿Cómo se les ocurre armar un escándalo así? ¡Y en una iglesia!

_ Tranquila Vivi._ rezongó Devon con indiferencia._ Si dios nos odiara habría mandado un rayo a fulminarnos de inmediato, y míranos aquí todavía.

_ No es gracioso, Devon. Y tú, Johnny... ¿Golpeaste a ese sujeto? ¿No te das cuenta que pueden demandarte por agresión?

_ Él agredió primero a Devon. Además, no creo que esos estirados quieran verse involucrados en un escándalo en el que salga a relucir el motivo de todo esto. La gentuza como los padres de Randy vive aterrada con perder su prestigio y ver afectado su buen nombre.

_ Pues después de este numerito a ver con qué cara regresan a la iglesia._ dijo Calvin con un mohín gracioso, y entonces todos rompieron a reír. Rieron durante varios minutos, y cuando las carcajadas finalmente menguaron poco a poco, Devon se quitó los lentes y comenzó a limpiar los cristales con un pañuelo:

_ Chicos, gracias por acompañarme a hacer esto. Sé que piensan que fue una locura de mi parte, pero tenía que hacerlo.

_ Lo sabemos, cariño._ dijo Calvin con un suspiro._ Y para mí estuvo más que bien. Al final todos esos fanáticos se pasan la vida restregándonos en la cara, y en cada uno de nuestros espacios, que su dios nos odia, que vamos a arder en el infierno, que el SIDA es el castigo de su dios para nosotros. A la mierda con ellos. Ya era hora de que alguien los enfrentara en su propio terreno y les dijera unas cuantas verdades. Amiga, tienes mi apoyo.

_ Y tú no podías dejar pasar la oportunidad de golpear a alguien ¿Cierto?_ sonrió Devon lanzando una mirada de soslayo a Jonathan.

_ Ya sabes. Golpear homofóbicos es mi más grande objetivo en esta vida.

_ Los tres están rematadamente locos._ musitó Vivian moviendo la cabeza lentamente y poniendo los ojos en blanco.

_ Tú cálmate cariño._ le aconsejó Calvin._ Además, si esa gentuza nos demanda, te contrataremos como nuestra abogada defensora.

_ No si me encierran con ustedes por ser su cómplice.

Devon tomó su teléfono que sonaba con insistencia. Observó la pantalla unos segundos y sus ojos se abrieron desmesuradamente:

_ Dev..._ se preocupó Jonathan._ ¿Qué ocurre?

Devon le hizo una señal de espera. Atendió la llamada con voz temblorosa, asintió y colgó, permaneciendo en silencio:

_ Dev... ¿Por qué tienes esa cara? ¿Quién te llamó? ¿Pasó algo malo?

_ Llamaron del hospital..._ miró a Calvin, que se había llevado las manos al pecho y mostraba un semblante de espanto; a Vivian que se había cubierto la boca con una mano y a Jonathan, que se había aferrado a su hombro._ Randy ya despertó del coma.

******************

Randy estaba sentado en la cama, mirando con ojos curiosos la extravagante decoración de la habitación. Hacía solo unos minutos que los médicos y enfermeras habían salido de allí, luego de consultar todos sus signos vitales y revisarle de pies a cabeza. Se sentía un poco débil y mareado, pero podía asegurar que se sentía bien a pesar de todo. Había preguntado cómo había ido a parar al hospital y una enfermera lo puso al tanto de toda la tragedia vivida desde su ingreso, y de cómo sus amigos habían estado allí sin ausentarse un solo día, pendientes a su recuperación.

Luego de haberse comportado tan mal con ellos, no podía creer que Jonathan y los otros se hubiese ocupado de él. No sabía cómo iba a mirarlos a la cara cuando aparecieran. Sobre todo a Jonathan. Pero, por otro lado se sentía afortunado de poder contar con ellos, y de no haber muerto como un perro miserable en un cuchitril asqueroso, o que lo hubiesen lanzado frente al hospital y no en un mugriento callejón donde nadie se habría percatado de su deceso.

Estaba planeando una gran disculpa, llenas de palabras rebuscadas con las que decirles a los chicos en cuanto llegaran, lo mucho que lamentaba haberse comportado como un imbécil con ellos, cuando aparecieron presurosos, entrando a empujones por la puerta de la habitación. Se detuvieron en seco, observándolo con los ojos muy abiertos. Randy intentó sonreír, y solo atinó a decir con voz entrecortada:

_ Hola chicos...

Calvin soltó un grito y saltó sobre la cama, seguido de Jonathan, y entre los dos lo abrazaron mientras le besaban las mejillas. Vivian también fue sonriente a darle la bienvenida al mundo de los vivos. Randy sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas ante aquellas muestras de afecto que en su opinión, no merecía, pero igual estaba feliz, pues no había señales que indicaran rencor de parte de ninguno. Bueno, excepto de Devon quizás, que se había quedado apartado, mirándolo fijamente:

_ Qué bueno que regresaste, perra._ chillaba Calvin._ En serio, ya no sabía de qué forma decirte que no caminaras hacia la luz.

_ Es bueno tenerte de vuelta, Randy._ dijo Vivian._ Solo espero que esta experiencia te haya servido para algo y dejes de ser tan imbécil cómo eras antes.

_ Yo también lo espero._ sonrió Randy._ Johnny, sobre lo que pasó entre nosotros y de la forma en que me comporté...

_ Está olvidado. Lo importante es que ya estás bien y pronto saldrás de este hospital.

Randy se humedeció los labios y miró a Devon:

_ Hola Dev...

Y sin decir nada, Devon avanzó a largos pasos hacia la cama, y tomando entre sus manos el rostro de Randy, lo besó apasionadamente en los labios, ante las miradas sorprendidas de Calvin y Vivian, y la expresión satisfecha de Jonathan:

_ ¿Pero qué coñ...?_ quiso decir Calvin.

_ Siempre quise hacer esto._ musitó Devon con la frente apoyada contra la de Randy, que se había quedado de una pieza.

_ Vaya, esto sí que ha sido un recibimiento._ pudo decir al fin.

Rato después lo estaban poniendo al tanto de todo lo sucedido desde su llegada al hospital, de cómo su familia había hecho caso omiso a sus intentos de avisarles de su estado, de como el novio de Jonathan había asumido el pago del hospital, y del reciente suceso con su familia, en la iglesia. Randy estaba encantado:

_ Me habría gustado estar allí para ver sus caras retorciéndose de la vergüenza. Sobre todo para disfrutar de Johnny rompiéndole la cara al idiota de mi cuñado.

_ Vivian teme que vayan a acusarnos._ comentó Calvin.

_ ¿Mi familia? Conociéndolos, tardarán un siglo en atreverse a poner nuevamente un pie en la calle. Luego de esta vergüenza que acaban de sufrir, no espero otra actitud de parte de ellos. Los han dejado en evidencia ante toda la comunidad.

_ Agradécele a Devon._ sonrió Jonathan._ Él es quien más preocupación ha tenido desde que te hospitalizaron. Y fue el de la idea de ir a ajustarle cuentas a tu familia.

Ninguno había hecho comentario alguno acerca de que Devon estuviera sentado en la cabecera de la cama, junto a Randy, y que ambos tuvieran sus manos tomadas. Randy alzó la cabeza y le obsequió un dulce sonrisa a Devon, que bajó la vista, ruborizado a pesar de su oscuro color de piel. Una enfermera entró a la habitación y anunció que la visita debía acabarse, puesto que Randy necesitaba descansar:

_ ¿Descansar?_ protestó Calvin._ Esa mujer lleva dormida un montón de días... ¿Qué más descanso puede necesitar?

Pero ante la mirada severa de la enfermera, Vivian los apremió diciendo:

_ Podemos regresar mañana. Creo que la enfermera tiene razón y Randy ahora necesita descansar para recuperarse más pronto.

Abrazó al joven:

_ De verdad es bueno tenerte de vuelta.

_ Gracias Vivian.

_ Perra, mañana sin falta estaré aquí para darte un baño.

_ No pienses que vas a aprovecharte de mí, Calvin.

Jonathan también lo abrazó:

_ Estoy tan feliz de que estés despierto.

_ Jonathan, de veraz lo siento, por haberme comportado como un imbécil contigo y con los chicos...

_ Ya te dije que no hablaremos de eso. Al menos no por ahora. Creo que mejor es olvidarlo todo y empezar desde cero. A fin de cuentas, podemos decir de alguna manera que acabas de nacer nuevamente. Así que, si antes eras un cretino, desde hoy ya no lo seas. Aunque, cretino y todo nunca dejamos de quererte.

_ No entiendo todavía por qué._ suspiró Randy.

_ Porque eres una de nosotros, perra._ soltó Calvin con una mueca._ Esta manada no sería igual sin ti. Piénsalo: Vivian es la perra agresiva, Devon es la perra inteligente, yo soy la perra lasciva y Jonathan es la perra con estilo.

_ Creí que yo sería esa._ bromeó Randy.

_ No, tú eres la perra gruñona insoportable. Pero así y todo te queremos.

Devon esperó de último para despedirse:

_ Descansa y pórtate bien. Mañana vendremos temprano a verte.

_ Gracias por todo, Dev. No merezco que te hayas preocupado tanto por mí.

_ Lo sé. Pero no me arrepiento de haberlo hecho._ lo besó en la frente._ Ahora descansa.

Intentó alejarse, pero Randy lo detuvo por una mano y tiró de él. Lo obligó a inclinarse y cuando tuvo su rostro a la altura del suyo, lo besó suavemente en los gruesos labios. Calvin quiso chillar de la emoción, pero Vivian le cubrió la boca con una mano.

Mientras avanzaban por el pasillo, Calvin intentaba informarse acerca de lo que acababan de presenciar. Vivian se dio prisa en atender su teléfono que sonaba insistente:

_ Hola Kayla... ¿Qué sucede?..._ se detuvo en seco en medio del pasillo._ ¿Estás segura?

Los otros la imitaron:

_ ¿Qué pasa?_ preguntó Devon.

_ Enseguida le echaré un vistazo. Gracias por avisar.

Colgó y de inmediato se puso a deslizar velozmente el dedo por la pantalla, como si buscara algo con desesperación:

_ ¿Qué quería tu novia?_ quiso saber Calvin.

_ No es mi novia._ respondió Vivian sin mirarlo y de repente sus ojos se abrieron desmesurados._ No puede ser.

_ ¿Qué sucede, Vivian?_ indagó Jonathan.

Y Vivian les mostró la pantalla de su teléfono, en el que se reproducía un video:

_ Somos virales. Alguien grabó el incidente en la iglesia y lo subió a internet. En menos de media hora ya tenía más de diez mil vistas, y se ha ido incrementando.

Los otros se abalanzaron sobre ella para poder ver mejor la grabación, en la que se veía claramente a Devon insultando al señor Coleman, y el momento exacto en que el yerno lo había empujado y Jonathan había saltado sobre él, golpeándolo en el rostro:

_ Amiga qué buen golpe._ celebró Calvin.

_ No es gracioso, Calvin._ dijo Vivian._ Están dando a entender que fue la comunidad LGBT quien atacó a los fieles de una iglesia. Eso es un problema.

_ No tiene por qué serlo. Si la gente ve bien el video se dará cuenta de que...

_ Calvin, Vivian tiene razón. A estas alturas ya deben existir cientos de versiones de esta grabación, muchas de ellas editadas para dar a entender que fuimos nosotros quienes atacamos._ trató de explicarle Devon.

_ ¡Eso es absurdo! La comunidad gay nunca ataca. Todos saben perfectamente que somos las víctimas, nunca los victimarios.

Jonathan observó la grabación:

_ Si Kayla lo sabe, me imagino entonces que...

Y su teléfono sonó en ese momento:

_ Hablando de la bestia._ musitó y tomó la llamada, tratando de que su voz sonara despreocupada y casual._ Hola Dave... ¿Qué crees? Randy ya salió del coma y...

_ Te espero cuanto antes en el departamento._ sonó la voz de David, fría y autoritaria, y colgó de inmediato.

_ Ufff... Alguien tiene problemas._ canturreó Calvin torciendo la boca y sacudiendo una mano.

Jonathan guardó despacio su teléfono y trató de sonreír con indiferencia:

_ No es nada. Yo puedo manejarlo.

Pero en el fondo, estaba temblando de preocupación.

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