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Capítulo 10 - Propuestas y decisiones


https://youtu.be/IY7nAHCE4o4


Jonathan despertó con un fuerte dolor de cabeza y lo primero que vio, fue el rostro sereno de su padre, observándolo cuidadosamente. Trató de incorporarse pero una punzada en el medio de la frente le hizo volver a recostar mientras dejaba escapar un gemido:

_ Buenos días._ saludó Will con voz neutra.

_ ¿Lo son?_ Jonathan se cubrió los ojos con una mano._ ¿Qué hora es?

_ Cerca de las once de la mañana.

_ ¿QUÉ....????

Sin importarle esta vez el dolor o las punzadas, Jonathan se incorporó de golpe. Lanzó una ojeada rápida al entorno. No estaba en la habitación, sino tirado en el sofá de la sala, cubierto por una manta. Estaba en calzones y todo parecía demasiado luminoso, demasiado limpio, demasiado... demasiado:

_ Tenía clases hoy en la universidad, y después debía trabajar en la cafetería.

Will se dirigió a la cocina y regreso con una taza llena de café:

_ Pues con respecto a las clases, puedes ir olvidándote de ellas por hoy. Tendrás que pedir los apuntes prestados a alguien para ponerte al día. En cuanto a lo de ir a lo de Pepe, no creo que estés en condiciones. Si quieres puedo llamarlo y decirle que estás enfermo.

Jonathan tomó la taza que le entregó su padre y observó el oscuro líquido por unos segundos. Le recordó a Dave, el tipo sexy que le había explicado que el café no curaba la resaca. Sonrió y luego volvió a la realidad. Bebió un trago largo e hizo una mueca:

_ No, no puedo darme el lujo de faltar al trabajo. Menos ahora.

Will se encogió de hombros:

_ Si, ya supe que te despidieron del restaurante.

Jonathan arrugó la frente:

_ ¡No me despidieron! ¡Yo renuncié!... ¡Espera! ¿Cómo sabes que ya no trabajo en el restaurante? ¡Oooh! ¡Y no te imaginas quién fue el culpable de todo!

Will suspiró hondo:

_ El señor MacMillan... Devon y los chicos me contaron todo.

Y entonces Jonathan cayó en la cuenta de lo ocurrido tras su dramática renuncia en Le Roi Soleil. Una vez que abandonó el restaurante, llamó por teléfono a Devon, Calvin y Vivian, y los puso al tanto de lo sucedido sin entrar mucho en detalles:

_ Necesito que nos veamos en el SEXYDANCE. Llegaré en una hora aproximadamente, si logro tomar un bus._ les dijo Jonathan antes de cortar la llamada.

No entendió cómo, pero cuando llegó al club, ya sus amigos lo estaban esperando. Se notaban preocupados e intentaron hacerle sentir mejor:

_ Tranquilos. Sorprendentemente me encuentro muy bien. De verdad, hace mucho tenía que haberme ido de ese lugar, bien lejos de esa bruja presuntuosa afrancesada de monsieur François.

_ Pero siempre dijiste que era uno de tus mejores empleos,_ observó Vivian._ que la paga era muy buena, y sobre todo las propinas.

_ ¿Pero a qué costo? François Dubois es un nazi. Una perra amargada y frustrada cuyos únicos placeres son cocinar y contratar jóvenes guapos para espiarlos mientras se cambian de ropa. Todos en el restaurante coincidimos en que realmente es un genio culinario, pero de igual modo reconocemos que es un abusivo, todo el tiempo insultando, humillando y maltratando a sus empleados como si fuéramos trapos. Y luego ese maldito petulante de MacMillan...

_ ¿MacMillan?_ se sorprendió Devon._ ¿Qué tiene que ver el ex jefe de tu padre en toda esta historia?

Y Jonathan les contó lo ocurrido con todos los detalles. Calvin lo tomó con pura diversión, alabando el modo en que Jonathan había manejado el asunto y todo el número armado, ridiculizando a monsieur François. Vivian y Devon no lo vieron tan gracioso, y se notaban preocupados:

_ Esto no traerá nada bueno para ti, Johnny._ señaló Vivian moviendo la cabeza sutilmente._ Ambos pueden hacerte la vida imposible, y lo sabes.

_ ¿Qué podrían hacerle?_ preguntó Calvin sin darle importancia a las objeciones de Vivian.

Devon se ajustó los espejuelos sobre la nariz:

_ Pueden dañar su reputación, alegando que es un pésimo empleado y poco confiable. Tal vez el chef no tanto, pero el señor MacMillan es lo suficientemente poderoso para cerrarle cualquier puerta a un futuro trabajo. Es así de simple.

Hicieron un prolongado silencio, y Jonathan, sacudiendo la cabeza para alejar los temores y malos pensamientos, dijo de repente:

_ ¿Saben qué? Me importa un soberano cacahuete. No quiero pensar por ahora en nada más. Ni en monsieur François, ni en David MacMillan, ni en que no tengo empleo y mi papá tampoco. Quiero bailar, emborracharme y divertirme a lo grande esta noche.

Calvin aplaudió con entusiasmo mientras daba saltitos:

_ ¡Esa es la actitud, amiga!

_ ¡No lo alientes!_ le regañó Vivian con el ceño fruncido y se giró a Jonathan._ Johnny, no creo que eso sea aconsejable ahora mismo. Pienso que deberías irte a casa y conversar con tu papá y trazarte planes para...

_ ¡Vivian no seas aguafiestas!_ se quejó Calvin.

Jonathan besó a Vivian en una mejilla:

_ En serio te agradezco que te preocupes por mí, pero no quiero pensar. Pensar en todo lo que me espera y debo afrontar solo hará que me sienta peor. Necesito hacer algo que me quite esta rabia que todavía estoy sintiendo por dentro al recordar a ese par de petulantes pretenciosos. Quiero olvidar lo que vendrá a partir de mañana. Necesito desconectarme esta noche. Y quiero que ustedes estén conmigo, como siempre.

Y vaya si logró desconectarse. Sentado sobre el sofá, con la taza de café entre las manos, Jonathan veía en su mente imágenes borrosas de cómo había sido la noche en el club: bailando, bebiendo, riendo, gritando. Hubo un momento en que retó a los gogo dances a un duelo de baile, y Devon y Vivian tuvieron que arrastrarlo para evitar que empezara a desnudarse al pararse a bailar encima de la barra. Sintió que sus orejas enrojecían y dio otro sorbo a la taza de café:

_ Los chicos te trajeron en la madrugada. Casi no te tenías en pie. Me asustó verte en ese estado en el que llegaste... ¿En qué estabas pensando, Johnny?_ le dijo su padre sin mostrar indicios de enojo.

_ Solo quería olvidar.

_ ¿Olvidar qué?

_ Pues que ya no tienes trabajo, y que de mis tres empleos solo me queda uno, y no es tan bueno como para que podamos sobrevivir cuatro personas.

Will le acarició la cabeza:

_ Ya nos arreglaremos. Aún tenemos el cheque del adelanto que me dio el señor MacMillan antes de contratarme. Y podría ir a cobrar los días que trabajé. Al menos alcanzará para sobrevivir un poco.

_ No pa. No quiero que vuelvas a tener roce con ese tipo. Y menos, después de lo que provocó. Por su culpa perdí el trabajo que mejor me pagaba. Ese hombre está muerto para nosotros a partir de ahora.

Will suspiró:

_ Bien... Pero tú a cambio, vas a prometerme que jamás volverás a llegar a casa en las condiciones en que estabas. Tuve que dejarte aquí en el sofá. De ninguna manera iba a permitir que entraras al cuarto de los gemelos en el estado que traías. Beber no ayudará a solucionar los problemas, Johnny. Te lo dice la voz de la experiencia. Al contrario, los problemas seguirán ahí al otro día y parecerán peores con la resaca que tendrás de gratis.

Se rieron juntos. Jonathan decidió levantarse y ducharse para ir a trabajar a la cafetería. Apuró lo que quedaba del café y luego bebió abundante agua:

_ ¿Tenemos ibuprofeno en casa?_ preguntó a su padre.

Mientras se duchaba, pensó en su nueva realidad. Debía enfocarse ahora en conseguir al menos otro empleo, mientras su padre trataba de hallar uno nuevo. Era sorprendente cuánto podía cambiar la vida en tan solo un chasquido de dedos. Hacía una semana creía que se habían terminado los problemas para su familia, y de momento, todo había dado marcha atrás con una rapidez que aún no era capaz de asimilar. Y todo por culpa de ese imbécil de David MacMillan. Ojalá y se pudriera con todos sus millones.

Se envolvió la cintura con una toalla y se paró ante el espejo del baño, contemplando sus negrísimos cabellos mojados y en total desorden. Lucía fatal esa mañana. Casi se rió de sí mismo al contemplarse. Tomó el cepillo de dientes y se detuvo mientras recordaba el que tenía guardado entre sus objetos de valor.

No había vuelto a ver a Dave en el club, y realmente le habría encantado darle continuidad a la historia de ambos que había iniciado días atrás. Bueno, con su buena suerte en el amor, no dudaba de que jamás volvieran a tropezarse.

Su teléfono comenzó a sonar y lo tomó. Debía ser alguno de los chicos, preocupados porque no había ido a la universidad. Sus ojos se entrecerraron. No, no era ninguno de sus amigos. Era un número desconocido. Y se percató que tenía un montón de llamadas, todas de la misma procedencia. Suspicaz, deslizó el dedo por la pantalla:

_ ¿Hola...?

Una voz femenina sonó como aliviada del otro lado:

_ ¿Señor Doyle?... ¡Oh! ¡Qué bueno que pude contactarlo finalmente! ¡Llevo tratando de hablarle toda la mañana!

_ Si, me di cuenta... Eh... Disculpe... ¿Quién habla?

_ ¡Oh!... Si... este... Ah... No sé si me recuerde usted... Solo nos vimos un momento y... Bueno... no fue muy agradable que digamos la situación en la que coincidimos y... Verá... Mi nombre es Iris... Soy la... soy la... Soy la secretaria ejecutiva del señor MacMillan.

Jonathan estaba jugueteando con un flequillo de cabellos y al escuchar aquel nombre, bajó la mano tan súbitamente que derribó el embase donde descansaban los cepillos de dientes. Trató de recogerlos pero notó que su mano se había vuelto demasiado torpe y no podía sostener bien nada de lo que agarrara. Carraspeó de manera exagerada y preguntó, con la voz algo tensa:

_ Disculpe... ¿Quién acaba de decirme que es usted?

_ Soy la secretaria del señor MacMillan... ¡Por favor, por favor! ¡No vaya a cortar la llamada! ¡El señor MacMillan me advirtió que debía darle un recado, y que si no lo hacía podría ir recogiendo mis pertenencias y buscándome otro empleo!

Jonathan sintió como su dentadura crujía y su odio por David MacMillan alcanzó unas proporciones mayúsculas a las ya existentes. Ese hombre era un verdadero monstruo... Si, recordaba algo de la mujer que le estaba hablando, o mejor dicho, suplicando por teléfono. Estaba hecha un manojo de nervios aquel día en que había enfrentado al ex jefe de su padre: el señor MacMillan... ¿Cómo era capaz aquel tipejo de amenazar a una pobre mujer? ¿Sabía acaso si ella tenía familia que dependía de ella, de su sueldo? ¿Cómo podía amedrentar de esa forma a sus empleados? ¿No tenía corazón? A duras penas pudo preguntar, con la voz apretujada por el furor:

_ ¿Qué recado quiere darme de parte de esa bestia deshumanizada?

Hubo una pausa de parte de la mujer, tal vez sorprendida ante aquel apelativo que había empleado para referirse a su jefe. La voz temblorosa de Iris volvió a escucharse:

_ El señor MacMillan desea saber si sería posible que usted y él se encontraran para platicar.

«_ ¿Es en serio?_ pensó Jonathan con una mueca mientras los nudillos apretados se le volvían amarillos»

_ ¿Platicar sobre qué?_ preguntó de modo tajante.

_ Ah, pues... verá señor Doyle... es que... esa parte no me la dijo.

Jonathan cerró los ojos y trató de respirar calmado:

_ ¿Cuál me dijo que era su nombre?_ preguntó cortésmente.

_ Iris.

_ Ok, Iris. Puede decirle al monstruo de su jefe que no necesita despedirla, porque pudo hablar conmigo y transmitirme su recado.

_ De acuerdo... ¿Y sobre el encuentro para platicar? ¿Cuál es su respuesta?

Jonathan se humedeció los labios antes de comenzar a decir:

_ Pues dígale que no tengo nada que platicar con él. No hay absolutamente nada que él pueda decirme y que me pueda interesar. Dígale a la bestia engreída de su jefe, que se olvide de mi padre y de mí y nos deje en paz. Que tenga buen día, Iris. Y buena suerte trabajando para ese monstruo.

Y cortó la llamada. Tardó unos segundos en recuperarse. El atrevimiento de ese sujeto no tenía límites. Su descaro y pretensión no podían ser peores. Comenzó a cepillarse los dientes con furia, sin importarle si lastimaba sus encías, y de repente se detuvo. Había caído en la cuenta de algo muy curioso... ¿Cómo había conseguido David MacMillan su número telefónico para que su secretaria personal lo contactara?

******************

Iris no tuvo tiempo de responder a las airadas palabras del joven con el que había hablado durante unos breves minutos. Observó horrorizada la pantalla en el que marcaba el fin de la llamada y lentamente fue levantando los ojos, temerosa de enfrentar el rostro seguramente insultado del señor MacMillan, apoyado descuidadamente al buró de la secretaria. Por supuesto, no tenía nada que transmitirle puesto que él había estado presente durante la conversación. Había escuchado claramente cada palabra por el altavoz.

Sin embargo, la sorpresa de Iris fue inmensa al notar que el rostro de su jefe, lejos de mostrarse enfurecido o insatisfecho, lucía más bien de buen humor. La secretaria estuvo a punto de desmayarse cuando el hombre se levantó del escritorio, riéndose, y antes de entrar a su oficina, le dirigió una mirada cálida y dijo con cierto toque de entusiasmo:

_ Buen trabajo, Iris. Muy buen trabajo.

Iris tardó unos cinco minutos en poder volver a cerrar la boca.

******************

Jonathan aprovechó las horas de trabajo en la cafetería de Pepe para intentar olvidar todo aquello que le recordara a David MacMillan y los infortunios que había desatado sobre él y su padre. Resultaba un tanto difícil cuando constantemente aparecían en su cerebro un par de ojos verdes que, comúnmente resultaban fríos, pero que a él lo observaban con un extraño toque de placer oculto.

Por suerte, Devon, Vivian y Calvin aparecieron a media tarde para ver cómo se encontraba. Jonathan les narró acerca de la misteriosa llamada telefónica por parte de la secretaria personal del millonario:

_ ¿Y sobre qué quería que hablaran?_ quiso saber Devon.

_ Ni idea._ respondió Jonathan aprovechando unos minutos de descanso para sentarse junto a ellos._ Pero le mandé a decir que nos dejara en paz a mí y a mi padre.

_ Tal vez quería disculparse._ supuso Vivian bebiendo un trago de café de la taza que tenía enfrente.

_ Lo dudo. La gentuza como él no pide disculpas a nadie. Se creen demasiado todopoderosos para rebajarse ante cualquiera, y menos si consideran que es alguien inferior a ellos.

_ ¿No crees que lo juzgas con demasiada dureza?_ opinó Calvin con una mueca.

Jonathan lo taladró con una mirada:

_ Si hubieras visto la manera en que trata a sus empleados, como les grita, como les habla, como los mira, te darías cuenta de que lo juzgo como se merece. Devon tuvo la oportunidad de comprobarlo.

Devon se limitó a rascarse el puente de la nariz:

_ Para serte sincero, Johnny, y espero que esto no te moleste, yo tú, iría a verle, solo para ver qué tiene que decir.

Jonathan abrió la boca y la volvió a cerrar abruptamente. No podía creer que Devon acabara de sugerirle tal cosa. Miró a Vivian y percibió que ella también concordaba con Devon. Buscó apoyo en Calvin, pero este estaba demasiado entretenido haciéndole ojitos a un atractivo joven que estaba sentado ante la barra, disfrutando de un pastel mientras enfocaba los ojos en su teléfono móvil.

Sacudió la cabeza como si estuviera espantando un insecto molesto y miró fijamente a Devon:

_ Estás bromeando ¿Cierto?_ fue lo único que alcanzó a preguntar.

_ Oye, te pedí que no te molestaras. Además, fue un simple comentario y te dejé bien especificado que es lo que yo haría si fuera tú. Nadie ha sugerido que vayas a hablar con ese sujeto.

_ Aunque no te mataría hacerlo._ concluyó Vivian con énfasis.

Jonathan se levantó impulsivamente de la mesa y los miró a los dos como si le costara reconocerlos:

_ No puedo creer que me estén diciendo esto._ y se alejó hacia la cocina.

Calvin, que se había sobresaltado ante la reacción de Jonathan, lo siguió con la vista y luego miró a Devon y a Vivian, sin comprender qué acababa de ocurrir:

_ ¿Me perdí de algo?_ preguntó con una vocecita inocente.

Pasaron quince minutos y Jonathan atendió a varios clientes, ignorando que sus amigos seguían allí sentados, observando su ir y venir entre las mesas. Estaba enfadado con Devon y con Vivian por haberse atrevido a hacerle semejante sugerencia... ¿Acceder a reunirse con David MacMillan para hablar? ¡Ni muerto! Esperaba nunca tener que volver a enfrentar a ese tipo. Estaba cobrando la cuenta del joven al que Calvin había estado observando, cuando los tres se aproximaron a la barra. Parecían dispuestos a marcharse. Devon habló tranquilamente, como si no hubiera sucedido nada entre ellos:

_ Nos vamos ya. Pensamos ir hoy al SEXYDANCE... ¿Te unes?

Jonathan arrugó la nariz y cerró la caja registradora con un golpe seco. Torció la boca y miró a sus tres amigos, que estaban parados allí con los semblantes muy apacibles... ¡Mierda! ¿Por qué no podía estar molesto con ellos por más de quince minutos?

_ Bien... Nos vemos allí.

Calvin aplaudió con suaves palmaditas y se mordió sensualmente el labio inferior cuando el joven de la barra lo miró y se puso colorado hasta la punta de las orejas. Devon se inclinó sobre la barra y rozó la boca de Jonathan con un fugaz pico:

_ Sabes que te amamos y solo queremos lo mejor para ti.

_ Si, si..._ gruñó Jonathan, aunque comenzaba a sonreírse.

_ Pero ni sueñes con que te emborracharás hoy como lo hiciste anoche._ advirtió Vivian y su tono dejaba más que claro que ella personalmente se encargaría de evitar que sucediera.

_ Hasta la noche amiga._ chilló Calvin mientras era arrastrado por Devon, y sin dejar de hacerle sugerentes señas al joven de la barra.

******************

Will no estaba muy contento con la idea de que Jonathan fuera a volver a salir esa noche, pero tampoco objetó al respecto ni puso mala cara a los amigos de su hijo cuando estos vinieron a recogerlo:

_ Creí que nos veríamos allá._ señaló Jonathan.

_ Preferimos pasar por ti para hacer nuestra entrada triunfal los cuatro._ contestó Calvin abrazado a Nadine.

_Johnny,_ comenzó a decir Will, sentado tranquilamente en el sofá._ espero que hoy no te pases con el alcohol.

_ Tranquilo señor Doyle._ intervino Vivian con rapidez._ Yo personalmente me encargaré de que no haya excesos esta noche.

_ Confío en ustedes, muchachos._ sonrió Will.

Incómodo, Jonathan colocó los brazos en jarra y protestó:

_ Ah... No soy ningún niño pequeño al que haya que cuidar, espero que a todos les quede claro.

Besó a su padre antes de salir, y a los gemelos les dio advertencias de acostarse temprano ya que tendrían escuela al día siguiente.

Una vez que llegaron al club, Jonathan comenzó a darse cuenta de los muchos disparates que había cometido la noche anterior en completo estado de embriaguez. Algunos le preguntaban si esa noche terminaría lo que empezó en la víspera y finalmente se desnudaría en medio de la pista. Incluso, Big Daddy le preguntó esperanzado si mantenía firme su decisión de trabajar como gogo dance, tal y como le había prometido. Cuando el propietario se alejó, no satisfecho con la respuesta recibida, Jonathan inclinó la cabeza sobre la barra y se lamentó:

_ Por favor, díganme que no hice tal cosa.

_ Nos gustaría, pero sí lo hiciste._ sonrió Calvin._ Le aseguraste a Big Daddy que serías su bailarín estrella.

_ Particularmente me quedé con ganas de ver como terminaba tu número de striptease._ le dijo el bartender relamiéndose._ Mas, estando en primera fila.

Todos rieron menos Jonathan. El bartender le ofreció un trago, pero Jonathan lo rechazó amablemente:

_ No, hoy no pienso beber.

_ Solo es un Shirley Temple. No te emborracharás con un Shirley Temple.

Permanecieron junto a la barra durante un buen rato, observando a los que se movían en la pista. Algunos que se acercaban a pedir tragos, miraban a Jonathan y le preguntaban si bailaría esa noche, a lo que el joven respondía, con una sonrisa acartonada, que más tarde. Al cabo de hora y media, Devon, totalmente incómodo, dejó a un lado su quinto martini y luego que dos sujetos se alejaran tras hacerle la misma pregunta a Jonathan por centésima vez, gruñó:

_ Ok, tienes que salir a bailar ahora mismo porque ya no aguanto a más gente viniendo a preguntarte.

_ No puedo hacerlo. No quiero hacerlo. Me muero de la vergüenza._ gimió Jonathan abriendo mucho los ojos.

_ ¿Por?_ preguntó Calvin con el semblante divertido._ ¿Por casi desnudarte ayer delante de todos? Yo he hecho cosas peores, cariño.

_ Lo sabemos._ chirrió Vivian entornando los ojos.

Jonathan quiso replicar, pero su mirada se vio atraída hacia la zona V.I.P., donde reconoció a...

_ No puedo creerlo.

_ ¿Qué pasa?_ dijo Calvin._ ¿A quién ves? ¡Ah! ¿Es el tipo sexy misterioso? ¿Apareció de nuevo?

Y alzó la mirada hacia el sitio donde Jonathan seguía con los ojos clavados. La sonrisa en el rostro de Calvin duró muy poco:

_ Esto tiene que ser una jodida broma.

_ ¿Qué pasa?_ preguntaron Devon y Vivian al unísono.

_ Miren quién está allá._ masculló Jonathan.

Parado junto a la baranda, estaba Randy, bailando con tres tipos musculosos sin camisa. Les acariciaba los brazos fornidos y los abultados pectorales, mientras se mordía los labios y sonreía de manera lasciva. Al darse cuenta de que era observado desde la barra, adquirió una actitud altiva y desvió los ojos para seguir en su juego de seducción con los que le rodeaban. Calvin había alzado una mano para llamar su atención, pero Jonathan se la retuvo en el acto:

_ Déjalo. Si él no quiere andar con nosotros, pues es su problema. No vale la pena.

_ No puedo creer que esa perra falsa haya subido a la zona V.I.P. y no nos haya invitado._ se lamentó Calvin.

_ Ahí tienes una medida de lo buen amigo que siempre fue._ observó Vivian con una mueca de asco.

Jonathan se había percatado de que Devon parecía bastante afectado tras descubrir a Randy:

_ ¿Estás bien?

_ ¿Por qué habría de estar mal?_ carraspeó Devon con algo de exageración._ Solo es que no acabo de entender porqué de repente Randy se comporta así con nosotros.

Jonathan apuró su sexto Shirley Temple y dejó la copa sobre la barra para decir con naturalidad:

_ Realmente no creo que sea algo contra ustedes. Es más bien por mí. No supera que lo rechacé la otra noche cuando me sentí mal y me llevó al baño. Quiso meterme mano y no lo dejé.

_ ¿QUEEEÉ...???

Jonathan observó los tres rostros perplejos que lo observaba. Olvidó que no les había contado a ninguno sobre lo sucedido con Randy aquella noche de sábado:

_ ¿Por qué no nos lo dijiste antes?_ protestó Calvin.

_ No creí que Randy se lo tomaría de la forma en que lo ha hecho, y no quería que ustedes le fueran a recriminar por lo que quiso hacer.

_ Yo pensé que ya había superado esos sentimientos por ti._ murmuró Devon._ O sea, siempre hemos sabido que tiene un tipo de fijación contigo, pero no pensé que a tal extremo... ¿En serio quiso aprovecharse de ti estando en el baño?

Calvin torció la boca:

_ ¡Con razón no dejó que ninguno de nosotros lo ayudara a llevarte! ¡Qué perra!

Jonathan agitó las manos:

_ Ya, olvidémonos de él. Si no quiere ser más nuestro amigo, pues es su problema. Él nos necesita más de lo que nosotros lo necesitamos a él. Y como hemos venido a divertirnos esta noche y no a pensar en Randy o en quien sea que no valga la pena..._ dio unas palmadas y empezó a moverse sensualmente, chasqueando los dedos._ Es hora de bailar.

_ ¡Al fin!_ exclamó Devon poniendo los ojos en blanco.

_ Pero no iré solo a la pista. Todos bailaremos.

Vivian y Devon protestaron, pero Jonathan ya los había tomado de la mano y tiraba de ellos. Calvin chillaba y avanzaba, abriéndose paso hacia el centro de la pista, mientras gritaba:

_ ¡Abran paso, perras! ¡Aquí viene la bola de destrucción!

_ ¿Alguien puede pedirle a esa Miley Cyrus deplorable que deje de ser tan aspaventosa?_ gruñó Devon.

Pero a pesar de las protestas iniciales, a los pocos minutos ya estaban riendo y dejándose llevar por la música. Como siempre, Jonathan se convirtió pronto en el centro de atención. Cerró los ojos y sin dejar de bailar, seguía en susurros el hilo de la canción:

♪...This was all you, none of it me
You put your hands all over my body and told me
You told me you were ready
For the big one, for the big jump
I'd be your last love everlasting, you and me
That was what you told me...♫

♪...I'm giving you up
I've forgiven it all
You set me free...♫

♪...Send my love to your new lover
Treat her better
We've gotta let go of all of our ghosts
We both know we ain't kids no more...♫

Se estaban divirtiendo tanto, que ni recordaron volver a mirar hacia la plataforma V.I.P., donde Randy había dejado de coquetear con los tipos musculosos y se había quedado en cambio, mirando a la pista de baile, en la que veía divertirse a aquellos que había llamado amigos alguna vez y a los que había dado la espalda en un arranque de orgullo y majadería. Con un gesto amargo se bebió el trago que tenía entre las manos y apartó el rostro cuando uno de los que le rodeaban quiso besarle. Todos sus deseos de diversión acababan de esfumarse con tanta rapidez como si jamás los hubiese experimentado.

******************

Estaban de regreso junto a la barra, risueños, sudados y muy excitados. Calvin se había enrolado con un conocido y se había despedido por un rato, dirigiéndose al cuarto oscuro para lo que él definía como, el plato fuerte de la noche. Vivian, Devon y Jonathan pidieron unas cervezas para poder refrescar:

_ Cielos,_ jadeó Devon quitándose los espejuelos._ hacía tanto que no bailaba de esta manera tan desenfrenada. En serio.

Vivian quiso responder, pero se atragantó con la cerveza y escupió a un lado, para luego clavar la mirada al frente, con los labios entreabiertos y sin decir nada. Asombrados, Jonathan y Devon siguieron el curso de los ojos de su amiga y entonces la vieron acercarse. Podía compararse a uno de esos momentos en las películas, en las que se ve a algún personaje que se aproxima, andando en cámara lenta y exhibiendo cada uno de sus atributos. Aquella joven rubia que avanzaba hacia ellos era como una aparición, glamurosa y sobrenatural, con aquel vestido negro de atrevido escote y totalmente abierto hasta cierta zona entre las piernas en las que se interrumpía la abertura a propio intento. Llevaba la cabellera dorada suelta a media espalda, y la elegancia con la que caminaba con sus zandalias de elevado tacón negro, recordaba a una de esas modelos de las grandes pasarelas de Victoria Secret's. Su boca pintada de un sangriento carmín, era una ancha sonrisa de seducción. Vivian apenas pudo volver a tragar. Se había quedado mirando fijamente a aquella visión hermosa que se detuvo junto a ellos, acercándose coqueta a la barra y pidiéndole un martini al bartender, que enseguida se lo sirvió. Jonathan frunció el seño. Sabía quien era. Claro que la reconocía. Era la novia de David MacMillan... ¿Qué estaba haciendo en el club? Tuvo un desagradable presentimiento pero decidió obviarlo. Continuó bebiendo su cerveza como si nada, ignorando a la joven, que se había girado completamente hacia él, y no le quitaba los ojos de encima. Estuvieron así por unos minutos, hasta que ella dejó la copa sobre la barra, pidió que le sirvieran otro trago y mordiéndose el labio inferior, dijo a Jonathan:

_ Hola, guapo.

Vivian y Devon intercambiaron miradas de asombro, pero Jonathan siguió bebiendo tranquilamente, limitándose a responder con voz monocorde:

_ Hola.

_ Te vi bailando en la pista. Debo decirte que tienes unos movimientos muy excitantes.

_ Gracias._ respondió Jonathan sin inmutarse.

_ Disculpa, preciosa..._ intervino Devon de repente._ Pero debo advertirte que le estás ladrando al perro equivocado.

Ella se rió con ganas. Su risa era cristalina, refrescante, una explosión seductora que hizo que Vivian se mordiera los labios y la mirada se le tornara vidriosa, tratando de aproximarse más a la sensual desconocida. La rubia hizo un gesto con la cabeza con el que su cascada dorada ondeó ligeramente. Sin apartar los ojos de Jonathan, habló con voz segura:

_ No... Estoy ladrándole justamente al perro adecuado.

Vivian entonces se interpuso entre la recién llegada y Jonathan, envolviendo a la rubia en una intensa mirada de deseo:

_ Oye ricura... Aunque a mí no me molestaría que me ladraras, me gruñeras e incluso me mordieras, creo que mis amigos y yo coincidimos en querer saber algo... ¿Quién eres?

_ Yo te diré quién es._ dijo Jonathan enfrentando a la hermosa rubia con la mirada._ Es la novia del señor MacMillan.

Devon y Vivian acallaron una exclamación de sorpresa. Jonathan apartó despacio a Vivian y cerró la distancia entre él y Kayla, que había soltado una risita provocadora:

_ Y no dejo de preguntarme, qué es lo que está haciendo aquí.

Kayla dio un sorbo a la bebida y se relamió, un gesto que a Vivian casi la enloquece. Su mirada azul chocó contra la oscuridad de los ojos de Jonathan, enhiesto como una roca:

_ Cada vez me agradas más, debo admitir... David está esperándote en este momento en un lugar. Tiene mucho interés en conversar contigo.

_ Lástima, yo no tengo ningún interés en conversar con él. Creí que su secretaria se lo habría dejado claro esta mañana cuando hizo que me llamara quinicientas veces por teléfono.

_ Algo que debes saber de David MacMillan, es que no se rinde fácilmente. Todo lo que quiere lo consigue.

_ Pues esta vez se quedará con las ganas, porque no pienso reunirme con él, y ya que usted se prestó para su juego, le pediré que se encargue de decirle que deje de molestar a mi familia, o de lo contrario iré a la policía y lo demandaré por acoso.

Jonathan había comenzado a alzar la voz, dejando brotar todo el enojo que durante un buen tiempo se le había adormecido. Devon lo sujetó y dirigiéndose a Kayla con una sonrisa mordaz, dijo:

_ ¿Nos disculpas un momento, belleza?

Se apartó a un lado, tirando de su amigo, mientras Vivian intentaba llamar la atención de la hermosa rubia, que la recorría de pies a cabeza con ojos curiosos y una sonrisita enigmática en sus rojos y sensuales labios:

_ ¿Qué crees que estás haciendo? ¿Cómo se te ocurre amenazar a ese hombre? ¿Te volviste loco a qué?

_ Es que ya no soporto que ese tipo siga molestándome... ¿Qué le pasa? Primero su secretaria, y ahora su novia... No sé qué clase de juego enfermizo es este pero no pienso formar parte de él.

_ O..._ hizo Devon en ese tono que usaba para dar a enteder que había una solución mucho mejor que cualquier otra._ Puedes ponerle punto final tú mismo si vas y escuchas lo que tiene que decirte el Señor Pedante. Ya deja de ser tan obstinado, Johnny. Hablas de ese señor MacMillan, pero tú eres igual de arrogante y orgulloso. Además, no creo que no tengas deseos de saber por qué tiene tanto interés en conversar contigo. Solo ve y escucha lo que tiene que decirte, y luego lo mandas a volar, y punto. Ve y demuéstrale que eres más civilizado que él, aunque no tengas su millones.

Jonathan quiso responder de inmediato, pero guardó silencio. Miró a Kayla, que parecía haber entablado una curiosa charla con Vivian, y luego a Devon. Odiaba al señor MacMillan y no quería saber nada acerca de él, pero tal vez su emisaria y Devon tenían razón en sus argumentos: aquel juego del gato y el ratón no acabaría hasta que las cosas quedaran claras y dichas entre los dos. Si tal y como había dicho su novia, el señor MacMillan no se daba por vencido tan fácil y acababa consiguiendo lo que quería al final, pues no pararía de molestarlo, y de nada serviría si iba a la policía... ¿A quién estaba engañando? El sujeto era un intocable. Sus millones aseguraban que ni la ley pudiera acariciarlo siquiera. Puso los ojos en blanco con un resoplido grotesco y empujó levemente a Devon:

_ ¿Por qué siempre tienes que tener argumentos tan convincentes?_ refunfuñó.

Devon sonrió y le dio un pico en los labios:

_ Me conoces. Soy un pozo insondable de sabiduría.

Le dio una palmada en el trasero y lo empujó nuevamente hasta que se detuvieron junto a las dos chicas, que se reían de una manera extraña:

_ Bien, iré contigo a ver a tu novio monstruoso._ gruñó Jonathan sin poder ocultar la incomodidad.

_ Perfecto._ sonrió Kayla y se relamió mirando a Vivian, que al escuchar las palabras tu novio, hizo un gesto de fastidio._ ¿Te molesta si tu amiga nos acompaña? Es que estábamos teniendo una charla muy interesante y me gustaría continuarla.

El semblante de Vivian se iluminó al momento. Devon y Jonathan intercambiaron miradas confundidas:

_ Pues... Por mí no hay problema._ contestó Jonathan, aunque rápidamente miró hacia Devon. Si Vivian y él se marchaban, y Calvin seguía teniendo sexo salvaje en el cuarto oscuro, Devon se quedaría solo.

_ ¡Oh, tranquilos!_ sonrió Devon con una sonrisa despreocupada._ Ustedes vayan y diviértanse. Yo me quedaré aquí y con buena suerte terminaré ligándome a alguien.

Vivian le echó los brazos al cuello mientras le susurraba frenéticamente al oído gracias, gracias, gracias... Jonathan le hizo un gesto de no entender qué estaba ocurriendo al ver a las dos muchachas ir delante, una junto a la otra, platicando con mayor frenesí.

Devon los observó alejarse y suspiró. Le alegraba que Vivian conociera a alguien de su gusto. Era demasiado exigente en cuanto a sus conquistas. Pero aquella rubia glamurosa la había alborotado en gran manera. Solo no podía entender una cosa: Era la novia de David MacMillan, eso había dicho Jonathan... ¿La novia del multimillonario más joven del país era gay? Bueno, a lo mejor era bi:

_ Veo que te dejaron solo.

Devon apretó las mandíbulas y envolvió a Randy en una mirada de visible antipatía, que el joven trató de ignorar. Como siempre, se había vestido demasiado elegante para acudir al club:

_ Y a mí me sorprende que tú lo estés. Hace un rato parecías estar a punto de tener una orgía con los clones de Dwayne Johnson, Sylvester Stallone y John Cena... ¿Qué? ¿Te dejaron para ir a inyectarse más dosis de esteroides?

_ Wow... Alguien está de muy mal humor esta noche. Oye, yo no tengo la culpa de que los otros se hayan ido a hacer sus cosas y te dejaran atrás.

Devon estalló entonces:

_ ¿Sabes qué, Randy? ¡Púdrete! Mi noche era perfecta, porque salí a divertirme con mis amigos, los auténticos, y todo cambió en el momento en que te vimos allí arriba, en la zona V.I.P., luciéndote como siempre haces. Exhibiéndote. Llevas días sin querer mirarnos siquieras, solo porque te molestó que Jonathan volviera a rechazarte.

Randy palideció:

_ ¿Él... se los contó?

_ Si, aunque yo creo que se le escapó, porque hasta hoy no supimos nada de lo que trataste de hacer. Y no te bastó después de eso y decidiste darnos la espalda a todos. Lo curioso en esta historia, es que hasta hoy no me había dado cuenta de quién eras realmente, Randy. Siempre he estado consciente de que tienes miles de defectos, pero no me importaba. Todos tenemos defectos. Yo los tengo, y son horribles, te lo aseguro. Pero ninguno de mis defectos incluye abandonar a quienes considero mis amigos. Tú lo hiciste, y no creo que quiera seguir tratándote después de esto. Y me temo que los demás piensan lo mismo. Así que... ¿Por qué no das media vuelta y te vas con tu bonito y caro traje y el dinero de tu familia a molestar a otro lado?

Y sin decir más le dio la espalda y se puso a coquetearle al bartender. Randy tragó en seco y trató de que los labios no le temblaran. Con pasos lentos y la mirada en el suelo, se alejó rumbo a la salida. Devon lo siguió con la mirada y al perderlo de vista, ahogó un sollozo y se quitó los espejuelos para enjugarse las lágrimas que habían inundado sus ojos.

******************

Jonathan apenas había reparado en el lujoso descapotable rojo que conducía Kayla; ni en la química que había surgido entre ella y Vivian, que reían como tontas, una junto a la otra en los asientos delanteros. En lo único en que podía pensar en esos momentos, mientras se deslizaban a toda velocidad por las calles de la ciudad, era en que iba al encuentro de David MacMillan, el sujeto al que odiaba y que había jurado solemnemente no volver a tratar.

Con un estrepitoso chirrido de neumáticos, Kayla detuvo el auto ante la fachada de un pequeño aunque lujoso restaurante. Jonathan dudó un momento si bajarse del coche o no. Dio un rápido vistaso a su ropa: una playera gris de tirantes, unos jeans rotos y la chaqueta anudada a la cintura. No era la ropa apropiada para un sitio en que los asistentes exhibían sus mejores galas:

_ Ya puedes bajar. David está adentro, esperándote. Solo tienes que decir en la entrada que tienes una cita de negocios con él.

Sí, claro. Como si fuera tan fácil. En cuanto se parara delante del o la recepcionista, y lo vieran en tales fachas lo echarían a patadas de allí. Así y todo bajó del vehículo y se dio prisa en ponerse la chaqueta sobre la playera. Antes de encaminarse al vestíbulo del edificio, sintió la voz de Vivian a su espalda:

_ Suerte, Johnny.

Jonathan se giró para dedicarle una sonrisita nerviosa. Fue entonces cuando Kayla le dijo, antes de poner nuevamente el coche en marcha y alejarse a toda velocidad:

_ A propósito. Hay algo que debo aclararte. Yo no soy la novia de David MacMillan. Él no tiene novias.

Ni siquiera tuvo tiempo de preguntarle qué significaba aquello. Tragó en seco y sus piernas, como de plomo, se adentraron en el elegante vestíbulo. Tal y como se lo temía en cuanto le vieron acercarse le dirigieron unas miradas desdeñosas. Un señor muy estirado y encopetado con su esmoquin, carraspeó y le preguntó en un tono bastante petulante, la razón de su presencia:

_ Tengo una cita de negocios con el señor MacMillan._ respondió Jonathan evitando mostrarse nervioso.

El sujeto volvió a recorrerlo de arriba abajo e hizo una seña a un camarero. Le susurró algo al oído y el mozo se alejó con prisa, tras lanzarle una mirada de evidente desprecio al jovencito desaliñado que estaba de pie, conteniendo los deseos de salir corriendo de allí cuanto antes. Una pareja elegantemente vestida llegó y fue atendida con mucha ceremonia por el recepcionista, que lo envolvía con miradas desdeñosas, en protesta de tener a semejante mamarracho afeando la vista de aquel lujoso vestíbulo. Y entonces se dio cuenta que todo podría ser un plan macabro de parte de David MacMillan para humillarlo, en venganza de los insultos que él le había proferido. Hacerlo ir hasta allí y cuando fueran a preguntarle por su supuesta cita y se lo describieran, decir que él no estaba esperando a nadie con tal descripción. Aquel pensamiento lo llenó de rabia y dio media vuelta para retirarse, cuando el mesero acudió corriendo, echo un manojo de nervios y musitó algo presurosamente al oído del recepcionista, que se irguió con mayor ímpetu, se disculpó con la pareja que aguardaba la verificación de su reserva, y dirigiéndose a Jonathan en un tono exageradamente amable, le dijo:

_ Por favor señor Doyle, tenga la amabilidad de pasar. Le esperan en el reservado.

_ Vaya..._ musitó Jonathan perplejo ante aquel cambio de actitud.

Cruzó junto a la pareja que le dirigió una curiosa mirada y se adentró en el gran comedor. El restaurante era más pequeño que el Le Roi Soleil, y menos lujoso, por lo que le resultó mucho más encantador. El amueblado y el decorado eran simples, aunque elegantes y confortables.

El mozo que había servido de mensajero fue quien le condujo a través de todas las mesas, llevándolo a un pequeño saloncito, iluminado con apliques de pared y una vistosa araña de cristal que pendía del techo. En las cuatro esquinas de la habitación habían unos enormes jarrones con unos igualmente descomunales arreglos florales a base de rosas rojas. Jonathan reprimió los deseos de tomar una, sobre todo porque en cuanto entró, David MacMillan se levantó de la silla que ocupaba tras la mesa para dos personas, vestida con un mantel blanquísimo y un céntrico adorno floral, compuesto también de rosas. Jonathan trató de volver a concentrarse en las flores y no en el sujeto que le sonreía, (no creía que aquel hombre pudiera sonreír) y en lo elegante que se veía a pesar de no llevar puesto uno de sus formales y caros trajes. Una camisa blanca de mangas largas, un pantalón negro y unos lustrosos zapatos italianos.

El mesero se retiró cerrando las puertas cuidadosamente. Jonathan respiró profundo, metió las manos en los bolsillos del pantalón y trató de no mostrarse nervioso. La voz de David MacMillan echó por tierra sus propósitos, porovocándole un ligero sobresalto:

_ Señor Doyle, me alegra ver que aceptó finalmente reunirse conmigo. Por favor, tome asiento.

Avanzó unos pasos hasta el otro lado de la mesa y apartó una silla. Jonathan dudó unos segundos antes de sentarse con mucha precaución. David empujó la silla y le rozó con un brazo. Ocupó nuevamente su puesto y tomó una botella de champán de una cubitera de hielo. Sirvió una copa que extendió a Jonathan y luego se sirvió otra. Jonathan solo lo observaba hacer. La mesa estaba ya dispuesta. La cubertería resplandecía a la luz de las lámparas de los apliques y la araña del techo, y los platos estaban tapados con elegantes cubiertas para mantener el calor de los alimentos:

_ Me tomé el atrevimiento de ordenar, ya que no sabía que podía ser de su gusto.

_ Yo ya comí._ dijo Jonathan con crudeza.

David había destapado los platos y Jonathan sintió un retorcijón en el estómago. Ante él había unos extraños rollitos bañados en una salsa blanquesina y decorada con unas ramitas verdes de albahaca. Olían divinamente y el sabor debía ser mucho mejor. Jonathan hizo un esfuerzo para no relamerse:

_ Son canelones rellenos de carne._ explicó David._ De ternera, cerdo y jamón, y bañados en salsa bechamel. Me gusta venir a cenar aquí de vez en cuando. No es el derroche de mal gusto que hay en Le Roi Soleil y paso más desapercibido. Buen provecho.

David comenzó a comer tranquilamente y Jonathan, tras dudarlo unos segundos, lo imitó. ¡Oh por Dios! Aquello era una delicia. Ojalá y su padre y sus hermanos pudieran probar algo así. Bueno, nada impedía que se llevara unos rollos envueltos en una servilleta:

«_ Cóncéntrate._ se dijo._ Estás aquí por una sola razón. Abórdala ya para que puedas marcharte cuanto antes»

Carraspeó y se limpió la boca con una servilleta. Bebió un trago de champán y acto seguido comenzó a hablar tan rápido como pudo para no perder tiempo:

_ Señor MacMillan... Realmente vine porque siento gran curiosidad por saber qué es eso tan importante que desea hablar conmigo y por lo que su secretaria me llamó hoy por teléfono y luego envió a su novia, o bueno, la muchacha que creí que era su novia y que resulta que no lo es, y...

_ ¿La comida no es de su agrado?_ cortó David.

Jonathan se quedó con la boca abierta ante la interrupción, sin saber cómo continuar o qué responder:

_ ¿Cómo dice?

_ Que si no le gustó la comida. Probó solo un bocado y... Si lo desea puedo llamar al mesero y pedir algo que prefiera comer.

Jonathan se dio prisa en negar, sacudiendo las manos:

_ ¡Oh no, por favor! ¡No haga eso! Le dije que yo ya comí... Aunque no puedo negar que esos... ¿Cómo dijo que se llamaban?

_ Canelones.

_ Si, eso... Los canelones están deliciosos.

_ Bueno, puede llevárselos si quiere. Pediré que se los envuelvan.

Una extraña sensación de desconcierto estaba sacudiendo a Jonathan. Algo no iba bien. O sea, aquel no era el señor MacMillan que él odiaba. Estaba delante de un perfecto caballero, atento, amable, muy parecido a... No, no podía ser. Sacudió la cabeza y alzó las manos, como escudándose:

_ Señor MacMillan... No entiendo... Todo este teatro... La cena, su forma de comportarse tan... gentil. Perdóneme pero... no puedo evitar sentirme desconfiado. Pienso que puede estar tramando algo.

David guardó silencio un momento. Se limpió los labios con la servilleta y bebió unos sorbos de champán. Luego entrelazó las manos bajo la barbilla, sin dejar de mirar a Jonathan. Una mirada que hizo que el joven se sintiera sobrecogido y muy vulnerable:

_ Señor Doyle... Le hice venir hasta aquí por dos simples razones... La primera, es que me gustaría que su padre continuara siendo mi chofer... ¡Por favor, no me interrumpa! Permítame exponer mi caso y luego podrá decirme todo lo que desee... Por favor...

Jonathan asintió con suavidad. David continuó hablando:

_ Como le decía, la primera razón es que quisiera seguir contando con los servicios de su padre. Sé que fui muy grosero con él y no debía haberlo tratado como lo hice. Estoy dispuesto a pedirle una disculpa y a doblarle el salario si con ello consigo que continúe a mi servicio.

_ Con una disculpa bastaría._ refunfuñó Jonathan._ Señor MacMillan, hay cosas que el dinero no puede subsanar. No todo se compra o se vende.

David sonrió ampliamente:

_ No estoy de acuerdo. Todo en esta vida tiene un precio.

_ Pues yo le aseguro que no es así._ rebatió Jonathan irguiéndose sobre el asiento.

_ Entonces dígame... Mencióneme una sola cosa que, según usted, no pueda comprarse con dinero.

Jonathan se inclinó sobre la mesa:

_ No es una cosa. Es una persona. Y soy yo.

Reinó el silencio por unos minutos. Desde afuera les llegaba el rumor de los clientes en el comedor y el murmullo lejano de voces, risas, platos y cubiertos. La sonrisa de David se amplificó aún más:

_ Claro. Debí suponerlo. Eso me lleva a la segunda razón por la que me empeñé tanto en tener esta reunión con usted.

Se inclinó también sobre la mesa, y sin apartar sus intensos ojos verdes del rostro expectante del joven, anunció firmemente:

_ Quisiera que usted también trabajara para mí.

Por un momento, Jonathan creyó que había escuchado mal. Tenía la sensación de que aquel sujeto acababa de manifestarle interés por tenerlo a su servicio... ¿Haciendo qué? Apenas estaba en el comienzo de su carrera en la universidad ¿En qué podría servirle él a ese hombre que tenía bajo su mando a cientos de miles de empleados no solo en el país, sino en medio mundo? Casi sintió deseos de reírse, y se rió, pero cuando dejó de serle gracioso, y se percató de que el hombre lo miraba fijamente y totalmente serio, tartamudeó y se sintió confundido en verdad:

_ No entiendo... Usted... Dice usted... que quiere... ¿Contratarme?

David se arrellanó en su silla:

_ Así es. Necesito a alguien justo con su carácter, que no teme decir las cosas tal y como son.

_ Señor MacMillan, se equivoca conmigo. Yo solo defiendo lo que creo correcto y...

_ Eso es precisamente lo que me fascina de usted ¿No lo entiende? Nadie me había enfrentado jamás de la manera en que usted lo ha hecho. Dos veces. No teme represalias, no se detiene ante la idea que otros podrían tener acerca de que yo podría ajustarle cuentas por su atrevimiento. Señor Doyle, mi vida transcurre rodeado de gente falsa o sumisa, que habla a mis espaldas y baja la cabeza cuando yo paso. Estoy aburrido de todo eso. Usted ha sido un soplo de aire fresco, y quiero seguir respirando ese aire fresco que viene de usted. No me lo niegue por favor.

Jonathan estaba cada vez más abrumado. Aquel encuentro no era ni por asomo lo que él imaginaba que podría ser. Tenía la sensación de que aquel guapísimo sujeto estaba casi suplicándole que aceptara trabajar a su cargo. Tenía un torbellino de pensamientos incoherentes y sin forma en su cabeza, y no podía articular palabra alguna, puesto que no sabía qué responder:

_ Te garantizo que el salario será muy bueno.

¡Ahí estaba! ¡Otra vez el dichoso dinero! Y... ¿Acababa de tutearlo?

_ No se trata solo de dinero, señor MacMillan. Yo estudio, tengo horarios que cumplir en la universidad.

_ Lo organizaremos de forma que puedas atender ambas cosas. Además, tengo entendido que estudias administración. Sería muy bueno para tu currículum, al graduarte, presentar el nombre de mi empresa como referencia para conseguir trabajo... ¿No te parece?

_ Tengo otros empleos._ añadió Jonathan.

_ Hasta donde sé, renunciaste en la clínica veterinaria donde laborabas. Te despidieron del restaurante, me temo que por mi culpa, lo siento. Y solo te queda el trabajo en una pequeña cafetería donde no ganas lo suficiente como para atender las necesidades de tu familia como quisieras.

Jonathan casi sintió que su mandíbula se desprendía... ¿Cómo obtenía tanta información? ¿Acaso lo estaba espiando?

_ No tengo experiencia laboral en cuanto a una empresa como la suya ¿Qué podría hacer yo que le sirviera a usted?

_ Serías mi asistente personal.

_ ¿Su asistente? ¿No tiene ya una secretaria que se ocupe de sus asuntos?

_ La tengo, pero me gustaría que se enfocara en temas más propios de la empresa. Tú, como mi asistente, te encargarías de asuntos de índole más... personal.

Sintió un escalofrío recorriéndole la columna vertebral. La manera en que había pronunciado la palabra personal, le pareció misteriosa, con una carga un poco... sensual, pero apenas tuvo tiempo de pensar en ello. El torbellino dentro de su cabeza se había vuelto un tornado violento. Todo empezaba a darle vueltas, y apenas si había bebido un par de sorbos del champán. Se bebió lo que quedaba en la copa de golpe y se cubrió la boca con una mano:

_ He notado que la cuestión monetaria te incomoda, pero debo hacer énfasis en que la remuneración será muy buena y todos los problemas económicos de tu familia serán resueltos de inmediato.

_ Usted no entiende. No se trata solo de dinero. Es que... no sé... Siento que este es un trabajo demasiado grande para mí. Usted puede tener a alguien más preparado que pueda ser su asistente.

_ No quiero a nadie más preparado. Te quiero a ti.

_ ¿¡Pero por qué?!_ gritó Jonathan dando un golpe sobre la mesa con desesperación._ Señor MacMillan, seamos claros en algo... Usted no me agrada. Usted representa aspectos de una parte de la sociedad que yo aborrezco. No me veo trabajando para alguien como usted porque simplemente me cansé de servir a personas mezquinas, arrogantes y crueles.

_ ¿Crees que yo soy así? ¿Mezquino, arrogante, cruel?

La pregunta del hombre lo tomó por sorpresa. Tragó en seco, pero decidió ir hasta el final y mantener las cosas claras entre ellos:

_ Si, lo creo. Es la imagen que he construido referente a usted. Perdón si de alguna manera lo estoy ofendiendo pero es lo que pienso.

_ ¿Te das cuenta? ¡Es por eso que quiero que seas tú quien ocupe el puesto de asistente personal! Eres una de las poquísimas personas que conozco que es capaz de decir la verdad de frente, aunque resulte dolorosa.

_ Ahora eso puede resultarle novedoso y encantador, pero si aceptara el puesto, habrá un día en que quizás no tolerará que le hable con franqueza, y entonces intentará humillarme y es algo que no le permitiré de ninguna manera. Y no me refiero solo a mí, sino también a la forma en que trata a las personas que le rodean. Se comporta como si fuese Dios en la tierra. Mira a todos con desdén y se siente con la potestad de gritar y atropellar a quien sea que le estorbe en su camino. Perdón, pero mis padres no me criaron de esa forma, y no toleraría trabajar para usted y tener que presenciar ese comportamiento monstruoso.

_ Es por eso que tienes que aceptar el empleo. Para que me orientes, me enseñes y me regañes cada vez que haga mal las cosas.

Jonathan se echó a reír. Aquello cada vez se tornaba más raro. Ya no se trataba de ser solo un asistente personal, sino también una especie de preceptor, de niñero de un chiquillo maleducado y malcriado:

_ Señor MacMillan no sea ridíc...

Y de repente, David MacMillan se puso de pie, bordeó la mesa y se aproximó a él, acuclillándose justo en frente, mirándole a los ojos con una ternura que le aceleró el pulso:

_ Por favor, Jonathan... ¿Puedo llamarte por tu nombre?

_ Ya... ya... lo hizo._ jadeó Jonathan tras haberse quedado mudo por unos segundos.

_ Prométeme que al menos lo vas a pensar.

Sacó una tarjeta del bolsillo de la camisa y se la puso entre las manos. Jonathan se estremeció ante el contacto de aquellas manos cálidas y anormes que sostenían las suyas:

_ Este es mi número personal. Muy pocas personas lo tienen, casi nadie, de hecho. Si aceptas mi propuesta, llámame. No importa la hora. Llámame para decirme si dejarás que tu padre vuelva a trabajar para mí y si tú aceptarás el puesto que te ofrezco. Si tu respuesta es NO, te prometo que nunca volveré a molestarte y no volverás a saber de mí..._ ladeó un poco la cabeza y esbozó una sonrisa._ A menos que me veas por la televisión o leas la sección de economía en la que hablen acerca de mi empresa o de mí.

Ambos rieron. El corazón de Jonathan latía a mil por hora. David seguía sosteniéndole las manos:

_ ¿Lo pensarás?

Abrió la boca para responder, pero no brotó ningún sonido. Retiró las manos y se puso de pie, tratando de concentrarse en respirar. Se acercó a uno de los jarrones y tomó una rosa de tallo largo, recordando a su mamá y pidiéndole consejo en aquel momento de dudas. David se había recostado a la mesa y lo observaba, con las manos apretando fuertemente el mantel, apenas conteniendo la respiración, tratando de canalizar toda la ansiedad que le desbordaba. Jonathan se giró entonces. Había cierta dudosa determinación mezclada con una buena dosis de indecisión:

_ ¡Mire! Si se diera el caso de que aceptara sus propuestas, tendría algunas objeciones que hacer. Llamémoslas, demandas, y estas no serían negociables.

_ ¡Las acepto!_ dijo David con absoluta seguridad.

_ Ni siquiera sabe cuáles son._ chirrió Jonathan.

_ Las imagino. Pero igual puedes ponerlas por escrito, como si fuera una especie de contrato, y te aseguro que me esforzaré por cumplirlas.

Jonathan se cruzó de brazos. No acababa de comprender el interés de aquel hombre tan poderoso en tenerlo a su servicio, pero su curiosidad comenzaba a ser demasiado grande, y las ansias por descubrirlo terminaron por hacerle suspirar y decir con voz rendida:

_ Bien, me iré a casa, lo consultaré con mi padre y espero darle una respuesta antes de la medianoche... ¿Trato?

Y extendió la mano. Sonriendo, David MacMillan caminó hasta él y la estrechó en la suya. Jonathan levantó la cabeza para mirarle. Sabía que era alto, pero al tenerlo frente a frente, alcanzó a ver la magnitud de su altura. Apenas le rozaba la barbilla y resultaba ser mucho más imponente y atractivo al estar tan cerca. Se humedeció los labios resecos con la lengua y se apartó, turbado y con evidente falta de aire:

_ Creo que será mejor que me vaya. Así podré hablar con mi padre cuanto antes.

_ Espera._ lo detuvo David._ Mandaré a que te envuelvan los canelones y así podrás llevarlos a casa y compartirlos con tu familia.

Jonathan no pudo evitar sonreír. De repente, David MacMillan no le parecía tan monstruoso como antes.

******************

Will se sorprendió mucho cuando vio llegar a Jonathan tan relativamente temprano y con una bolsa de plástico de la que sacó un plato desechable envuelto en papel de aluminio con unos rollitos de comida que le resultaron deliciosos. Jonathan le invitó a sentarse en la sala mientras comía, para platicar de algo que definió como muy importante. A Will le resultó una enorme sorpresa saber que su hijo había tenido una reunión con el señor MacMillan esa noche, en la que, no solo le daban la oportunidad de reincorporarse a su puesto de trabajo, sino que al joven también le ofrecían un empleo como asistente personal. Jonathan le explicó todas las alternativas y ventajas mencionadas por el empresario. Will lo escuchó atentamente en silencio, y solo al final se atrevió a comentar:

_ Creí que el señor MacMillan no te simpatizaba.

_ Y no me simpatiza. Incluso se lo dije en su cara. Pero a él no le importa. Dice que eso es precisamente lo que más le gusta de mí, mi capacidad para decir las cosas de frente.

Will observó uno de los canelones en su mano. De repente ya no le resultaban tan sabrosos. Tardó unos segundos en volver a hablar:

_ Johnny, hubo cosas que no te dije cuando comencé a trabajar para el señor MacMillan. O sea, todo el tiempo te hice creer que las cosas iban bien, y realmente, de cierta forma, así eran. Conmigo nunca fue impertinente hasta ayer, que presenciaste todo ese suceso desagradable. Pero tuve la oportunidad de verlo siendo bastante cruel con varios empleados, no solo de la empresa, sino también de la mansión... ¿Sabes cómo lo llaman allí en su casa, el personal de servicio? Lo apodan La Bestia.

Jonathan soltó una risita. Si, él también lo llamaba de esa forma:

_ Debes estar consciente de que si aceptamos esta oferta, estaremos a merced de volver a sufrir uno de sus maltratos.

_ Bueno, yo... le dije que si aceptaba trabajar para él, nunca aprobaría semejante comportamiento. Casi le exigí que para aceptar el puesto, él tendría que mejorar en gran medida la manera en que trata a los demás.

_ ¿Y qué te respondió?_ preguntó Will sorprendido ante el valor de su hijo.

_ Pues dijo que aceptaba el trato. Dijo... que quizás yo podría hacerlo cambiar.

William Doyle apretó los labios y miró en otra dirección, como para que su hijo no advirtiera la sombra de recelos y desconfianzas que le estaban asaltando en esos momentos, nublándole la mente con pensamientos que le llenaban de inquietud y temores que odiaría, se materializacen:

_ ¿Y tú estás de acuerdo? ¿Qué yo regrese a trabajar para él? ¿Tú quieres trabajar para él?

Jonathan se abrazó las piernas, apoyando la cabeza sobre las rodillas:

_ Aún no me decido, pa. Esto me parece demasiado precipitado, extraño, no sé. Tengo muchas dudas y a la vez no puedo negar las ventajas que podríamos tener trabajando para el señor MacMillan.

Will largó un suspiro hondo:

_ Muchas ventajas, eso está claro. De entrada, la paga sería la mejor que podríamos recibir comparada con cualquier otro trabajo que se nos pudiera presentar. Y tú, aprenderías mucho de su empresa, de manejar negocios, y se reflejaría en tu historial para cuando te gradúes y comiences a buscar trabajo.

_ Eso mismo sugirió él._ dijo Jonathan._ ¿Crees que debemos aceptar esta oportunidad, pa? Solo lo haré si tú lo haces.

William Doyle miró a su hijo, y creyó ver, en lo más profundo de sus ojos oscuros, un deseo callado y oculto, el anhelo de que aceptara la oferta recibida. Se aproximó a su primogénito para abrazarlo. Le besó los cabellos negros y tras enredar un momento las manos en ellos, se apartó, exhaló un suspiro y dijo:

_ Pues entonces hagámoslo. Dile al señor MacMillan que solo tiene que decir cuando puedo volver a mis funciones.

A pesar de estar sonriéndose, Jonathan soltó en son de broma:

_ Solo espero que no nos arrepintamos de esto.

_ Si, yo también lo espero._ murmuró Will viendo a su hijo dirigirse al balcón del apartamento mientras sacaba una tarjeta del bolsillo del pantalón y marcaba un número en su teléfono. Le escuchó decir con un tono de voz que el joven intentó disfrazar de despreocupación:

_ ¿Señor MacMillan?... Si, soy yo... Perdón por llamarlo a estas horas pero... Mi padre y yo hemos tomado una decisión... Empezaremos a trabajar en cuanto usted así lo disponga... ¿Mañana mismo?... Bueno, yo tengo clases en la universidad y..._ luego de escuchar en silencio, Jonathan regresó a la sala y le tendió el teléfono a su padre._ Quiere hablar contigo un momento.

Will, que tenía las manos embarradas de grasa de los canelones, le indicó a su hijo que le acercara el teléfono al rostro:

_ Buenas noches señor MacMillan... Si, Jonathan me explicó todo... Muy bien, mañana estaré temprano en la mansión... Si... De acuerdo... Así lo haré... Tenga buenas noches, señor MacMillan.

_ ¿Qué te dijo?_ preguntó Jonathan con curiosidad.

_ Ya me dio un encargo. Mañana, en cuanto termines tu última clase, debo pasarte a recoger a la universidad y llevarte a la mansión.

_ ¿A mí? ¿Por qué? ¿Para qué?

_ No me dijo. Pero supongo que será para darte tus funciones.

_ Pues sería mejor si fuera a su empresa. Tiene más lógica.

Will sacudió la cabeza tenuemente:

_ Johnny, ni siquiera has comenzado el primer día de trabajo y ya estás cuestionando las decisiones de tu jefe.

Y se echaron a reír los dos, aunque ni aún así, Will pudo apartar de su cabeza toda la inquietud que le embargaba. Jonathan contempló la rosa roja que había tomado en el reservado del restaurante y se la llevó sutilmente a la nariz, y no supo porqué razón, de repente se encontró pensando en David MacMillan y sus intensos ojos verdes y su deslumbrante sonrisa.

******************

Vivian cerró fuertemente las manos, apretando la sábana de satén rosa mientras su torso desnudo se arqueaba, con los senos turgentes apuntando hacia el techo y aquella sensación de intenso placer recorriéndole desde lo más profundo de sus entrañas. Gemía y sacudía la cabeza de un lado a otro, mordiéndose los labios y poniendo los ojos en blanco, mientras Kayla, tendida sobre la cama y con el rostro hundido entre sus piernas, alzaba de vez en vez la brillante mirada azul para luego seguir arremetiendo, incrustando su boca contra la húmeda vagina, invadiéndola con su lengua en un jugueteo electrizante que acabó arrancando un grito prolongado a la joven que se retorció, como si se hubiera quedado suspendida en el espacio y el tiempo, indefinidamente.

El cuerpo de Vivian fue relajándose poco a poco. Jadeaba y sonreía, y una de sus manos reptó hasta su cabeza, agarrando un mechón de cabellos, para luego descender despacio, a través de su mejilla, su cuello, un seno, quedándose justo allí por un instante. Kayla se deslizó sobre ella y la besó en los labios. Vivian le retuvo el rostro entre las manos, a punto de devorarle la boca y el rostro con un beso hambriento, apasionado, agresivo. Podía degustar el sabor de sus propios fluidos en la boca de la otra chica, y eso la hizo sentir poderosa y con ganas de más:

_ Eso..._ empezó a decir con voz entrecortada._ Eso fue... intenso...

_ Gracias._ sonrió Kayla mientras acariciaba un seno de Vivian y alzaba ligeramente la cabeza para que su boca se cerrara en torno al pezón del otro, llenándolo de suaves lengüetazos que fueron como descargas eléctricas sobre la ya de por sí sensible piel de Vivian._ ¿Quieres más?

La pregunta fue un siseo sutil, cargado de morbo y deseo. Vivian cerró los ojos y se arqueó cuando un dedo de Kayla se abrió paso a través de ella, tocándola en lo más íntimo de su ser, desatando una vorágine de deliciosas y ardientes sensaciones:

_ Si... quiero más..._ gimió casi con exigencia.

La habitación se llenó entonces con un sonido extravagante. Vivian salió de su ensueño erótico, volviendo a la realidad al ritmo del tema de violines chirriantes en la escena de las puñaladas en la ducha de la película Psicosis, y contempló como Kayla saltaba de la cama profiriendo maldiciones y agarraba con furia su teléfono mientras se ponía una bata de satín plateada por encima. Se sentó sobre la cama, excitada y confundida, cubriendo su desnudez con una manta:

_ ¿No te parece que es muy tarde para llamar?... Estoy un poco ocupada ahora mismo... ¿Qué quieres?

Sonaba algo molesta al hablarle a quien fuera que le había llamado. Solo transcurrieron unos segundos antes de añadir con voz enojada, aunque menos agresiva que al inicio:

_ Felicitaciones... Lograste lo que querías... Supongo que ahora sigue la otra parte del plan, tal y como lo hablamos... Muy bien... A primera hora me pondré en contacto... ¿Sabes la hora en que estará disponible?... Bien, entonces dispondré todo y esperaré en la mansión... Ahora, si eres tan amable y dejas de molestar, porque estoy muy, pero que muy ocupada... Adiós.

Cortó la llamada y se quedó mirando en dirección a la cama. Vivian seguía sentada en medio del lecho, con los cortos cabellos en desorden y la mirada febril:

_ ¿Problemas?_ se atrevió a preguntar con un deje de preocupación en la voz._ Tal vez quieras que me vaya y...

_ Nada de eso._ la interrumpió Kayla arrojando el teléfono a un lado, sin preocuparse si se dañaba o dónde caía.

Lentamente fue despojándose de la bata, que resbaló sobre su deslumbrante cuerpo de nácar con un susurro de telas, quedando detenido en al suelo. Con elegancia felina, Kayla avanzó hasta la cama y gateó sobre ella, sobre Vivian, besándola intensamente en la boca, haciéndola recostar, arrancándole la manta de encima y cubriendo su cuerpo de besos y caricias que se mezclaron con los gemidos de placer incontenido que no tardaron en inundar la habitación en penumbras.

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