Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

5

Los días pasan y soy la encargada, lógicamente, de hacer la reserva de una mesa para almorzar en Puerto Madero. Como si fuera Moisés, la agenda del restaurante que escogemos se abre en dos apenas menciono que seremos cinco los comensales del estudio de Alcorta, Grinberg, Polsky y Salvatierra.

Falta una semana para navidad y no hay mesas libres, ni siquiera una silla disponible en estos lugares caros; todas las empresas y estudios reconocidos de Capital guardan sus lugares con seis meses de anticipación.

Para nosotros, solo con un par de días, resulta suficiente.

Oficialmente estoy de vacaciones universitarias y pienso tomarme lo que resta del mes para descasar y rascarme a cinco manos.

Mi próximo examen es en febrero y debo prepararme con todo.

Las cosas con Leandro han estado raras últimamente, nos saludamos como es habitual, somos coquetos el uno con el otro, pero sin pasarnos de la raya. Lo más sorprendente es que ni siquiera se queda para la hora de nuestro té.

Trato de no ser paranoica; él sabe cuál es mi meta y creo saber cuál es la suya.

Sin embargo, esa meta parece estar cada vez más lejos para mí.

Ahora mismo la prometida de mi hermano está en la cocina del departamento de Esteban, preparando café y tostando unas rebanadas de pan para untarlas con mermelada de frutilla. Se sienta frente a mí y debo destacar que no es gran conversadora.

―¿Todo bien? ―pregunto a Guadalupe.

―Sí, bien, gracias.

¿Lo ven? Una pared de ladrillos dialoga más que ella.

Termino de vestirme y saludo a los tortolitos, ya con el horario calculado en que pasa el subte que debo tomar para llegar a horario.

Cuando entro a la oficina, las risas en el despacho de Leandro me resultan más que conocidas: él está con Romina Vidal y mi estómago hace una doble mortal.

¿Estuvo jugando a dos puntas?¿No se acostó conmigo porque está haciéndolo con ella? Tengo bronca y durante varios minutos la engrampadora es la víctima de mi mal genio cada vez que la aprieto para abrochar una hoja y me quejo cuando el maldito gancho no se cierra y me pincho con las puntas.

―Hola, Beatrix Kiddo ―Cuando Sebastián se queda mirando mi agresiva interacción con la herramienta escolar le sonrío, dándole crédito por la broma ―. ¿Ya está el Gringo en la oficina? Preparémonos para el segundo diluvio universal.―Lo dice porque sabe que no es madrugador. Sin embargo, pone los ojos en blanco cuando escucha voces provenientes del despacho de su primo.

―Parece que tiene compañía. ―Le respondo. Saca la lengua y simula un vómito con sus dedos. Me hace reír y es extraño, ya que no se caracteriza por su humor espontáneo y absurdo.

―Esa mina es una piedra en el zapato y él no se la puede sacar de encima.

―No lo veo con ganas de sacársela de encima... ―Siseo con las cejas en alto mientras continúo luchando con la abrochadora.

―Me interesa tu teoría. Hablá. ―Con sus brazos cruzados me mira como si estuviera en la Corte.

―Sebas, no hay mucho por explicar: es más que obvio que se gustan y hay algo entre ellos. ―Trato de mostrar indiferencia al darle solo un "meh"; ahora que perdí la batalla con una estúpida cosa metálica con ganchos, muevo el mouse compulsivamente para que no se apague la pantalla de mi notebook. Luego, finjo ordenar papeles apilados en mi escritorio con el objetivo de evadirme de las risotadas que salen del espacio de Leandro.

Dos horas más tarde, la sala está ocupada con varios clientes y las risas continúan. Me siento en la obligación de pedir a mi jefecito y a su amiguita con derecho a roce que muestren algo de recato.

Extiendo la falda de mi vestido negro, una nueva adquisición de la temporada anterior que estaba en rebaja en un reconocido local, y golpeo la puerta con suavidad. La voz de Leandro me permite el paso y me asomo centímetro a centímetro, con el temor de toparme con una escena que me obligue a quitarme los ojos con cuchara y a pegar mi corazón con "La Gotita".

―Disculpe, doctor Polsky, pero...mmm...hay mucha gente en la sala y el volumen de sus bromas están causando cierta...incomodidad a los presentes. ―apunto sin que se me mueva un músculo de la cara. ¿Cómo decirle, sin ofenderlos, que su amante tiene la risotada de gallina clueca?

Él se pone pálido. Está sentado en su silla, detrás de su escritorio, en tanto que la modelo se encuentra a sus espaldas y con las manos sobre los hombros de Leandro, en posición de masajista.

―Ups...perdón...trataré de ser más discreta. ―dice ella con fingida preocupación.

Leandro se pone de pie de inmediato, su rostro para nada simpático. ¿Me va a reprender por hacer prevalecer el decoro dentro del bufete?

―Romina, creo que ya pasaste tiempo suficiente en mi despacho. Vas a perder el vuelo a DF.

―¿Me llevás al aeropuerto por lo menos? ―Protesta. En efecto, diviso una valija cerca de la puerta.

―Nunca dije que lo haría, ¿por qué cambiaría ahora de opinión? ―Es un tanto rudo. Sus palabras no me quitan los ojos de encima. Para entonces, mi cuerpo está adherido a la puerta, listo para huir.

Romina no está de acuerdo con el giro de las cosas y por un momento pienso que me está culpando por la postura que ha tomado Leandro.

―Maru, necesito que entres. ―Mi jefe se me acerca.

―No lo creo necesario, doctor. No hay trabajo pendiente aquí afuera. ―Sonrío falsamente y la morena de piernas largas se nos aproxima. Se cuelga del cuello de Leandro y le da un beso pegajoso en la comisura de los labios. Acto seguido le borra el rastro de lápiz labial rosa chicle que dejó sobre la boca de él con su pulgar.

Me repugna y quiero cortarle las falanges, pero me recuerdo que no tengo ningún derecho sobre la vida privada de mi jefe.

Sí, mi inalcanzable jefe.

―¿Nos vemos a la vuelta? ―pregunta ella, con voz traviesa.

―Si no queda otra...―Leandro parece una estatua que solo mueve la boca para hablar.

―Cómo te gusta hacerte rogar. ¡Bien que disfrutás cuando me quedo en tu casa! ―Es todo ronroneo y sugestión. Quiero vomitar.

―Chau Romina, buen viaje. ―Es obvio que él está incómodo y preferiría que yo no estuviera aquí, petrificada sobre mis pies.

La modelo se va mirándome de arriba hacia abajo y cuando giro para seguir sus pasos y salir corriendo, una mano fuerte me atrapa la muñeca y me enrolla hasta hacerme chocar con un cuerpo duro. Al segundo, estoy siendo enjaulada por un par de brazos tatuados y tengo la espalda aplastada sobre la puerta del despacho de Leandro.

―Romina tiene algunos...problemas. Y se pone densa. ―Aclara innecesariamente. Es inútil negar que son solo amigos en este momento.

―Oh, qué pena. Lo siento. ―Miro mi prolija manicura, hecha ayer por la tarde en casa. Lo ignoro y su respiración se acelera.

―En serio, ella y yo no somos nada.

―Para ella, evidentemente sí. De todos modos: No. Me. Importa. ―Ahora le sostengo la mirada; no se lo ve de humor ni ánimos para juegos de ningún tipo.

―A mí sí me importa, sobre todo si es una mentira que me involucra y causa daño.

Bufo, esta excusa ya la he oído cientos de veces.

―Leandro, esto...esto no significa nada. ―Nos señalo con énfasis.

―¿Pedirme que sea quien te quite la virginidad no significa nada?

―Por supuesto que es importante, pero es obvio que me equivoqué al pedírtelo.

Giro intentando escapar, pero su mano continúa haciendo fuerza contra la placa de madera, evitando que se abra. Su cuerpo presiona mi espalda y puedo sentir la rigidez que oculta detrás de su cremallera.

―Creo que a Romina se le olvidó algo. ―digo por sobre mi hombro en relación al bulto grueso que me roza, siendo sarcástica.

Tendría que ser respetuosa de mi puesto, tendría que comportarme como una adulta y hacer de cuenta que no veo, no siento y no escucho nada.

Excepto que no puedo.

Porque estoy caliente y enamorada de este hombre que me saca de quicio y me vuelve loca con sus coqueteos y sus amantes de antaño, con sus indecisiones y moralidad de último momento.

―Esto es tuyo, excepto que ya no lo quieras. ―Me toma la mano y tironea de mi brazo hasta que toco la protuberancia que, según sus palabras, me corresponde.

―Leandro, no debí confesarte que era virgen, mucho menos que quiero experimentar mi primera vez con vos.

―¿Te arrepentiste? ―Su aliento se adhiere a mi nuca y cierro los ojos, apreciando su voz ronca y arrastrada.

―Ahora mismo, después de verte con esta mujer, sí.

Forcejeo y libero mi mano de su agarre, empuño el picaporte y salgo disparada de su despacho.

Al menos he conservado algo de respeto por mí misma.

No sé por cuánto tiempo.

***

Después del episodio ocurrido en su oficina, volvimos a jugar nuestros roles de secretaria y jefe.

Nos hablamos lo justo y lo necesario, ya no tomamos el té por la tarde y estos días ha estado llegando después de mediodía, lo que anula cualquier posibilidad de almorzar juntos.

Es 23 de diciembre y estamos reunidos en el restaurante súper paquete donde hice las reservaciones para nuestro festejo de fin de año. Valentín, Luis, Sebastián y yo ya estamos en la puerta esperando a un demorado Leandro.

Para variar.

No es el mejor amigo del reloj evidentemente, pero retrasar nuestra reserva por cuarenta minutos, es el colmo.

―Ahí viene ―Señala Luis en dirección a la calle opuesta. Leandro cruza la avenida y comienza a pedir disculpas diez metros antes de encontrarse con nosotros.

―Lo siento ―repite cuando iguala a nuestro grupo ―, el tráfico es un desastre.

Sé que no miente porque manejar en Capital es un desastre en esta época, pero me indigna que no cumpla con este compromiso. No es que sea mi festejo de cumpleaños o algo así, pero es la primera vez que me encargo de esto y quería que fuese perfecto de principio a fin.

Saluda a todos con un beso y un apretón de manos, hasta que llega a mí y posa un beso al pasar sobre mi mejilla, casi por obligación.

Me duele que sea distante conmigo, mucho más siendo que él metió la pata y arruinó lo que fuera que teníamos, todo por refregarse con la modelito de piernas largas.

Una vez dentro, el clima se distiende. Nos sentamos en una mesa rectangular, Leandro y yo enfrentados.

Rápidamente Sebastián pide champagne y la entrada de burrata con jamón serrano, rúcula, tomates secos en oliva extra virgen, pesto, reducción de aceto y polvo de aceitunas negras. Agradezco haberme puesto un vestido con una falda acampanada, lo suficientemente espaciosa para comer un buen plato y tentarme con un rico postre sin que estallen las costuras.

Sé que he engordado unos kilos desde que comencé a trabajar y me pone contenta; en conflicto con mi talla, verme con los senos un poco más llenos y la piel menos pálida es gratificante.

Cuando viene la bebida espumante, el camarero nos sirve y unimos las copas en un brindis que preside Sebastián.

―Chicos, ha sido un año fenomenal. Obviamente desde lo personal, mi mejor año ―ama a su beba y el brillo se acumula en sus ojos ―. Y en el ámbito profesional, deberíamos agradecer que Maru sea parte de nuestro equipo. Ha sido una bendición que tu hermano me haya hablado de vos.

Me sonrojo, sin esperar sus palabras de afecto.

Los chicos coinciden, excepto por Leandro, un tanto ido.

Bueno, quizás no esté convencido de mi labor en la oficina teniendo en cuenta que le pedí que me desvirgara.

El almuerzo es ameno, cargado de anécdotas de los clientes y sus casos más resonantes. Leandro continúa apagado y lo que más me extraña, es que ninguno de los chicos lo molesta por estar tan disperso.

―Permiso, voy al toilette. ―Anuncio después del terrible volcán de dulce de leche que comí de postre. Oficialmente, mi barriga estalla.

Me retoco el maquillaje, peino mi cabello con los dedos y salgo del baño minutos más tarde. Antes de ir a la mesa me detengo frente al cristal con vistas al dique, observando el estrecho brazo del río mecerse débilmente.

Repaso la arquitectura del lugar, grandes bloques de ladrillo reconvertidos en restaurantes modernos y vanguardistas.

Miro de lado, a punto de regresar a mi asiento y encuentro a Leandro afuera.

Fumando.

Me acerco lentamente y mendigo por una palabra suya.

―Pensé que lo habías dejado. ―Señalo el cigarrillo y ni se inmuta.

―Lo dejé.

―Entonces debo estar viendo un holograma. ―Menea la cabeza a desgano ante mi ironía.

―Hoy necesitaba fumar. Es el primero y el último del día. ―expresa mirándolo y llevándoselo a la boca para darle una última pitada. Cuando exhala, lleva el humo hacia el lado opuesto al que me encuentro, respetando que yo no fumo.

―¿Noche agitada con Romina? ―pregunto, un rastro de veneno saliendo de mi boca sin razón.

―¿Con Romina? ―Sus rubicundas cejas se unen en su ceño.

―Bueno, dije Romina como pude haber dicho Valeria...Natalia...

―¿Qué te hace pensar que estuve con alguien? ―Exige saber mientras aplasta la colilla en el cenicero con arena, ubicado a su lado.

―Llegaste tarde a un almuerzo planeado hace varios días. Sos un impuntual empedernido, pero pensé que hoy romperías la racha.

Leandro me mira intensamente, analizándome con esos profundos ojos azul-celeste que tanto me gustan. Luego, lleva su línea de visión hacia el dique.

―Hoy es el aniversario de la muerte de mi vieja ―Suelta sin más y me quedo de piedra ―. No descansé bien por la noche; me quedé dormido a cualquier hora y por eso me demoré.

Mátenme allí mismo.

―Leandro...no sabía...lo siento mucho, perdonáme... ―Mis manos quieren tocarlo, consolarlo, pero se quedan a mitad de camino, errantes.

―Está bien, merezco que pienses que soy un mujeriego incurable. Ni yo mismo me tengo fe de que no lo soy. ―Levanta las palmas, con gesto derrotado.

Se me encoge el corazón mientras camina hacia el interior, alejándose de mí. Soy una perra certificada y no se me ocurre de qué modo resarcirme del comentario de mierda que le tiré.

Cuando entro, un minuto después de mi exabrupto, Leandro ya está saludando a los chicos.

¿Por qué no me dijo que hoy no era el día para celebrar?¿Por qué no quiso que eligiera otra fecha cuando hice la reserva?

―Lean...―Sin poder contenerme esta vez, acaricio su robusto bíceps cuando voltea listo para irse.

Ni siquiera me mira...y se va.

***

Muero por escribirle y porque hable conmigo, de lo que sea y como le salga.

Miro su contacto; hace dos horas que no está en línea.

―¿Pasa algo? ―mi hermano toma asiento junto a mí, en el sofá de la sala.

―Ehhhh...mmm...

―¿Eso es un sí? A juzgar por tu cara estás esperando que alguien te llame. ―Eleva las cejas, pidiendo pistas.

―Es...difícil.

―Entonces, doble desafío.

―No te burles, estoy en un lío.

―No voy a insistirte para que me cuentes, pero por cualquier cosa que necesites, acá estoy. ―Acaricia mi cabello siendo un perfecto hermano mayor.

Miro hacia abajo; desde que mi mejor amiga Candela se fue a Londres hace varios años, siento que no puedo hablar abiertamente con nadie. Vanina, una de las chicas que conocí el primer año de la universidad, es una excelente amiga, pero no sé si comprendería la magnitud de mis sentimientos. Nunca ha estado relacionada con nadie, no cree en los lazos duraderos y dudo que se enamore alguna vez.

―Estoy...enganchada con alguien...―Suspiro dolorosamente.

Él abre sus ojos.

―No aprietes el gatillo todavía. El tipo ni siquiera me puso un dedo encima. ―Advierto con pudor.

―Bueno, estimo que ese es un buen punto. Aun así, no me des los detalles finos.

―No lo haría ni muerta, tranquilo. ―Aviso, entre sonrisas.

―¿Él sabe que vos desarrollaste sentimientos por él?

―...sí....

―Y aun así no hizo ningún movimiento.

―No exactamente...

―¿No es que no te puso un dedo encima?

―No pasamos a una instancia más cercana, ¿me entendés? ―Se siente extraño hablar con mi hermano mayor y ultra protector sobre mis amoríos, pero si hay alguien con la cabeza bien puesta, sensato y con buenos consejos, es él.

―Entiendo.―Ladea la cabeza, procesando que ya no tengo diez años.

―Él confesó sentirse atraído por mí y cuando creí que el terreno estaba preparado para dar el siguiente paso ―soy delicada con la elección de mis palabras ―, ¡zas! aparece una ex del pasado que derrumba el puente que construí hasta entonces.

―Qué cagada. ¿Los encontraste juntos en una situación comprometedora?

―Sí, pero no...quiero decir, ella se pasa horas en su despacho. Se ríen y se toquetean mucho...

Cuando recapitulo lo que he dicho, sé que gracias a su inteligencia no pasará mucho tiempo hasta que ate cabos y descubra de quién estoy hablando.

―¿Dijiste despacho? ―Ups.

―...puede ser...―Admito a medias.

―¿Quién?

―Quién, ¿qué?

―Largálo. ¿Con quién te metiste? ¿O me querés hacer transitar el camino más difícil?

No digo nada, lo haré sufrir un rato dándole poca data.

―¿Estás enganchada con el Gringo? ―Mis brazos caen exasperadamente junto a mi cuerpo apenas lo dice.

One shot. Game over.

―¡No es justo! ¿Cómo lo supiste? ¡Se supone que tendrías que haber padecido un poco más!―Me quejo.

―No hace falta ser un genio, hermanita. Excepto por el del decano de la facultad, que nunca está en la universidad, no creo que veas otros "despachos" a menudo, por lo cual estimo que te referís a tu ámbito laboral. Considerando que tanto Valentín, como Luis y Sebastián están en pareja -como muuuuuy en pareja - la respuesta es casi obvia. Ninguno tiene una ex por la que dejarían su familia, así que ¡listo! Fin del dilema.

¿Por qué es tan brillante? Ni siquiera puedo divertirme a sus expensas...

―Bueno, sí, creo que tengo un enamoramiento por él. ―Me reprocho y cubro mis ojos con mi antebrazo, mi cabeza cayendo pesadamente en el respaldo del sillón.

―Eso sí que es complicado.

―¿Por la diferencia de edad?

―Nah ―chasquea su lengua, comprensivo ―, no hay diferencia de edad para el amor. Excepto que sea algo ilegal ―agrega con una sonrisa ―. Me refiero a que el Gringo es un tipo experimentado, por lo que sé también ha tenido su buena cuota de mujeres y es bastante inestable en cuanto a las relaciones.

―Realmente sentí que había una conexión entre los dos. ―No puedo olvidarme de sus palabras, sus toques y su voz turbada cuando está excitado. Ni hablar del bulto en sus pantalones.

Ruego porque mi hermano no lea mi mente en este preciso instante.

―Maru, el Gringo no parece ser de los que se establecen...―Lamenta decir lo que me niego a creer, pero en el fondo, sé tiene razón. Es un tipo acostumbrado a la joda, al tomo y dejo, a rodearse de mujeres que comprenden ese juego y yo no estoy lista para que me rompan el corazón...¿o ya lo tengo roto con el solo hecho de estar confrontando esta realidad?

―Supongo que estás en lo cierto. ―Mi pecho se desinfla.

―Odio sugerirlo, pero creo que tenés que hacer borrón y cuenta nueva.

―¿Y cómo lo hago? ―Sus ojos celestes me recorren con ternura, escondiendo algo profundo que no sé si algún día conocerá la luz. Él también tiene secretos que guarda para sí.

―No lo sé. ―Asume con honestidad.

―Gracias, por tener esta charla. Por cuidarme.

―De nada. Me gusta que seamos confidentes. ―Me besa las manos y pasamos a otro tema ―. ¿Ya me compraste mi regalo de navidad? Me porté muy bien este año ―dice y comenzamos con la guerra de almohadones.

***********************

Puerto Madero: sector de la Ciudad de Buenos Aires, reformado a partir de unos viejos diques. Gracias a grandes inversiones privadas, hoy en día se caracteriza por ser una zona de restaurantes reconocidos y costosos así como hoteles de renombre y oficinas con vistas al río.

Jugar a dos puntas: coqueteando con dos a la vez.

Bronca: enojo.

Beatrix Kiddo: personaje de Uma Thurman en Kill Bill.

La Gotita: marca de adhesivo.

Paquete: elegante.

Burrata: queso

Joda: diversión.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro