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22

Dani batió la justa: el romance de Romina Vidal con el reconocido empresario de TV, Benito Las Heras, fue tapa de todos los portales chilenos a principios de año, lo que también trajo eco en algunos medios argentinos.

Las secuencias de fotografías que se viralizaron los mostraba saliendo de un reconocido restaurante del país vecino y luego, entrando a la impresionante camioneta de él.

Los flashes los acompañaron por unos buenos minutos e incluso, hicieron guardia periodística a la salida del hotel donde ella se estaba hospedando.

¿Con quién estaría el pequeño Ciro? ¿Compartirían Romina y Leandro la misma habitación de hotel?

―¿Qué hacés despierta todavía? ―Eran las diez de la noche para cuando Pedro ingresó a la sala y me vio con mi notebook abierta. Bajé la tapa ocultando mi curiosidad.

―Googleando algunas cosas que me quedaron pendientes en la veterinaria.

Pedro rodeó la mesa y me tomó de las manos. Desde el momento en que convinimos ser una pareja "común" puertas para afuera y hacer lo que queramos de nuestras vidas de las puertas para adentro, no había intentado tocarme más que para darme algún beso sobre la cabeza o en la mejilla.

Jamás habíamos levantado las sospechas de su padres ni de sus familiares cercanos; tampoco, las de los que ignoraban mis planes de divorcio.

―¿Por qué siento que hay algo que te agobia? ―No seríamos marido y mujer en un futuro, pero quizás sí buenos amigos. Él era un buen hombre, un poco snob, pero sin dudas se merecía una buena mujer...y atar su bragueta. Lo miré buscando respuestas.

―...a pesar de todo, me conocés...―Ladea la cabeza, sonrisa medida en su rostro.

―Pedro, yo me casé con vos porque sos un buen tipo. Sinceramente, te quiero mucho. Sos inteligente, amable y disfruté de tu compañía en la cama. Creo que compartimos lo suficiente como para haber aprendido que no estás bien.

Él inspira profundo y exhala. Creo que es más grave de lo previsto.

―Josefina está embarazada.

Parpadeo, en shock.

―¿Y es...?

―Es mío. Ella no se ha acostado con el marido en meses.

―¿Tengo que felicitarte? Disculpáme, pero esto es muy desconcertante por no decir sumamente incómodo. ―Me remuevo en la silla y para cuando quito las manos de la mesa, él me las captura nuevamente.

―Lo siento, Maru. Sé que esto cambia nuestro arreglo. ―Noto las oscuras ojeras bajo sus ojos.

―¿Qué querés decir con eso?

―Bueno, dado que todavía estamos casados, podés pedirme más dinero y...

―No, Pedro, ¡de ningún modo haría eso!

―¿No?

―¡No! ―Largo el aire contenido en mis pulmones, sintiendo, por un momento, que mi vida es un bucle: es el segundo hombre que me engaña y tendrá un hijo con otra mujer. Simplemente genial ―. Pedro, ¿sabés que voy a hacer con el dinero que estuviste depositándome durante este tiempo? ―Niega con la cabeza. Parece un niño que cometió una fechoría y no un grandote cuarentón que dejó embarazada a la mujer de su primo ―: Voy a darle la plata a mi hermano. Él hizo mucho por mí, me ayudó a terminar la facultad y quiero saldar esa deuda moral. Está teniendo algunos inconvenientes financieros con la reforma de la casa y lo ayudaré con eso.

―¿En serio? Pensé que harías algún viaje. Siempre me dijiste que te gustaría recorrer Europa.

―Nah ―chasqueo la lengua ―mis ambiciones reales son menos pretenciosas.

―Maru, sos un ángel, y me duele mucho haberte lastimado tanto con esto.

―Pedro...―Muerdo mi labio y siento que puedo confesar lo que llevo atravesado en la garganta desde hace mucho tiempo ―. Siempre te voy a querer, pero yo estoy atada a un amor que no se dio.

―¿Estás enamorada de otro tipo? ―Sus ojos chispean de satisfacción, como si no quisiera ser el único que la cagó en esta historia ―. ¿Es el tipo del que te separaste antes de conocerme?

―Sí, pero no pasó nada entre nosotros desde que nos casamos. ―¿El beso en casa de Leandro cuenta?¿Haberle dicho que nunca habría otro hombre más que él no califica?

―No sé si quiero saber quién es. ―Arruga su nariz.

―No hace falta. Sin embargo, sé lo que se siente amar a alguien con quien no podés estar.

―Si no estuviéramos casados, ¿estarías con esa persona?

―Quizás, o no lo sé. Tal como te dije en su momento, hubo mucho dolor entre nosotros.

―¿Lo vas a buscar cuando nos divorciemos?

―Tampoco puedo afirmarlo. Al parecer, él ya tiene otros proyectos.

―¿Está casado?

―No.

―¿Entonces? ―Esta charla es bizarra. Hemos dado nuestros votos ante el mismísimo Dios y estamos pensando en apostarlo el todo por el todo por nuestros amantes.

―Es...complicado. ―La palabra sale como muletilla y ni me esfuerzo por reemplazarla. En medio del laberinto que es mi cabeza, vuelvo a enfocarme en él ―: ¿Qué van a hacer ahora? Digo, si salta lo del embarazo vas a perder las acciones que te prometió tu papá.

―Josefina y yo hemos hablado al respecto y ella también va a pedirle el divorcio a su esposo. Sabe que será tildada como la puta de la ciudad y que tal vez le cueste el vínculo con su familia, pero está dispuesta a jugársela. ―Su mirada es la de un enamorado, distinta a todas las miradas que me ha dado a mí a lo largo de estos años―. Sinceramente, sé que no responde a la imagen que proyecté durante este tiempo, pero tampoco me importa la guita de mi papá. Toda mi vida traté de superar sus expectativas, de ser su hijo ejemplar...¿para qué? Siempre me tuvo bajo su zapatos, amenazando con aplastarme. ¡Me cansé! ―Su discurso es enérgico y me sorprende que el cauto Pedro realmente luche por lo que quiere.

―Es muy bueno que te hayas dado cuenta de esto.

―De momento, planeamos irnos a algún lugar del interior del país.

―Sé que querías ser padre y me alegro de que sea con ella. Después de todo, es la mujer que amás.

―Como a nada en esta vida.

Surrealista, extraña, esta escena es digna de una tragicomedia.

Si hay algo que he aprendido, es que la vida no es lineal y la mía, sin dudas, no lo es en absoluto.

Cenamos como dos grandes amigos y reímos sin parar. Rita nos mira con asombro, nunca nos ha escuchado así de compinches, risueños y parlanchines.

Falta un mes y medio para acabar con la farsa y ambos nos sentimos fuertes, empoderados y próximamente, libres.

***

Las semanas siguientes pasan en un santiamén.

Inquieta, espero junto a mi abogado Luis porque lleguen Pedro, sus patrocinadores y lógicamente, a su padres. La noticia del embarazo de Josefina no ha llegado a oídos de nadie, al menos así lo decidimos hasta que los papeles estuvieran firmados por ambos.

La familia de Pedro se vio un tanto sorprendida cuando anunciamos que nos separaríamos. Sin mencionar los motivos por los cuales lo haríamos, se mostraron hostiles. Sobre todo conmigo, ya que consideraban que fue idea mía y que el pobre y abnegado Pedro se quedaría llorando por su esposa.

Ridículos.

Cuando se presentan en la sala de reuniones del estudios Alcorta, Grinberg, Polsky y Salvatierra, apenas saludan. Solo Pedro muestra un mínimo de educación al tenderle la mano a mi abogado y darme un beso en la mejilla.

Durante los minutos siguientes se repasan la totalidad de bienes a nombre de Pedro y los puntos de nuestro acuerdo prematrimonial. Nos miramos cuando leen el que habla de la fidelidad, mofándonos en silencio del absurdo.

Cuando uno de los abogados de Pedro finaliza, mi exsuegra toma la palabra.

―Supongo que te saliste con la tuya. Siempre supe que eras una trepadora.

Bueno, supongo que llevaba un añito queriéndose sacar las ganas de insultarme. Podría decirle que es una yegua y amargada, pero no caeré tan bajo. Soy mejor que ella.

―¿Puedo demandarla por calumnias e injurias, Luis? ―Levanto mi ceja en dirección a mi abogado. Sé que es tonto lo que solicito, lo hago solo para molestarla.

―Por supuesto. Además, tenés todas las de ganar: hay muchos testigos.

Dora Fuentes frunce la boca, en claro descontento. Levanta la barbilla, desafiándome.

―Mocosa insolente, barata y maleducada. Debería haber supuesto que un titulito como enfermera de animales se te subiría a la cabeza.

―Luis, vos andá anotando, por favor. ―Señalo con la tranquilidad que no tengo. Miro la pulsera que Leandro me regaló, anhelando con que estuviera a una puerta de distancia y viniera a rescatarme de este nido de víboras.

―Sí, Luis, anotá ―Continúa provocando la mujer. Su esposo Amancio, le pide sosiego, sin éxito ― : Tengo más por decir.

―Mamá...―Advierte Pedro elevando el tono, testigo de este espectáculo. La suma a mi favor es significativa y él no tuvo inconvenientes en dármela. Al ser empleado de su padre y como los millones todavía no le pertenecen por derecho propio, distaba de ser un acuerdo que me dejara parada para el resto de mi vida.

―¡Mamá nada, hijo! Te educamos en los mejores colegios para que sepas distinguir, entre otras cosas, a las oportunistas buenas para nada de las chicas con clase; para que no caigas a los pies de una doña nadie con ojos de ternero degollado.―Las agresiones continúan y para cuando mi labio no resiste más mordiscos y estoy dispuesta a saltar en mi defensa, Pedro grita.

―Si hay alguien honesto y de buen corazón, una señora con todas las letras aquí es ella, Marisol. Soportó estoicamente ser engañada por un cobarde como yo, todo para no decepcionarlos a ustedes. Me protegió, ocultó mis amoríos durante todo este tiempo para que yo no fuera una decepción para ustedes.

Los ojos de Dora son dos platos playos, desencajados. Una bofetada picante resuena en la habitación.

―¿Qué clase de mentira te obligó a inventar, hijito? ―Bueh, lo único que faltaba era a la vieja tratando de pelotudo al hijo y a mí de hechicera.

―Mamá, siempre estuve enamorado de Josefina y ahora, nadie ni nada nos va a separar, ¿sabés por qué? Porque estamos esperando un hijo. ―Saliva sale de su boca en forma de pequeñas gotas, está siendo fiel a sus sentimientos y por fin, se rebela.

Si mi exsuegra antes se sorprendió, ahora está al borde de un infarto.

Sus pestañas repiquetean sin cesar, su mirada yendo y viniendo de la de su hijo a la de su esposo.

―No me mires a mí, no sabía que tu hijo andaba de putas.―El padre de Pedro se lava las manos y es astuto al hacerlo. Lo denigra, como siempre lo hizo, y siento pena por mi exesposo.

―Esto se tiene que hablar en casa y no delante de la chusma ―dice como si fuera Doña Florinda, toma su cartera Hermes de la mesa y da una media vuelta, ofendida, desapareciendo de la sala.

Los tres abogados se miran entre sí. Amancio me da un apretón de manos y otro a Luis y se retira como perrito, detrás de su mujer.

―Me siento muy avergonzado por esto, Marisolita. ―Pedro me abraza. Por fortuna, tampoco tendré que soportar el apodo que odio.

―Tranquilo, conozco los bueyes con los que aro. ―digo, tomándolo de las manos y mostrándole compasión.

―Chicos, ahora solo queda esperar. Por lo general y sobre todo teniendo en cuenta que ha habido una buena comunicación entre las partes y no hay niños en común, tendríamos que pensar en un mes, como mínimo. ―Aporta Luis.

―Eso es rápido. ―Pedro traga.

―Ustedes lo hicieron posible ―Mi abogado es directo. Pedro y él se toman de la mano y mi exesposo me saluda con un último beso en la cabeza.

―Maru, por favor, hacé las paces con tu corazón y permitíte soñar en grande. Merecés toda la felicidad del mundo.

―Gracias Pedro. Lo tendré en cuenta más adelante, hoy ha sido un día difícil.

―Por supuesto. Y, por cierto, ya sabés que podés llamarme, aunque dudo que haya señal donde nos vamos. ―Ríe. Él y Josefina se mudarán a una pequeña casa en Junín, propiedad de los padres de ellas quienes, si bien no se tomaron a bien el romance clandestino, celebraron la felicidad de su hija.

―Mucha suerte y que salga todo bien con el bebé.

―Gracias, espero tener novedades tuyas muy pronto.

Nos despedimos con gran afecto entre ambos.

―Eso fue intenso. Y raro. ―dice Luis juntando los papeles una vez que somos solo dos los que ocupamos la sala.

―Ni me lo digas.

―¿Cómo hiciste para soportarla durante este año?

―Tengo un don, supongo.

Sebastián golpea la puerta con los nudillos y cuando verifica que no hay moros en la costa, aparece con una botella de champagne del caro, la destapa y agita como un competidor de carreras, haciendo que la espuma moje la mesa y nos salpique.

―¡Ahora tenemos que festejar! ―Grita, eufórico.

―No sé, Sebas, esta situación solo me recuerda que mi matrimonio fue un fiasco, que yo misma fracasé. ―Tiro abajo todo el ánimo festivo.

―No tenés que mirarlo de ese modo.

―¿Y cómo, entonces?

―Dicen que cuando se cierra una puerta se abre una ventana. Pues bien, ahora sos una mujer sin compromisos. Las firmas en esos papeles lo único que confirman es que nunca estuviste realmente enamorada de Pedro.

―Lo sé, aun así, me siento una loser.

Sebastián me aprieta contra su torso y me siento un Oompa-Loompa a su lado.

―No seas tonta, casarte fue una mala decisión. Ambos se equivocaron y la lección en esta historia es que el amor verdadero triunfará.

―Luna y Serena te están haciendo ver muchas películas de Disney. ―Le arrebato la botella y me sirvo en una de las copas que nos acaba de acercar Luis.

―Algo así. Ahora, fuera de joda, hay motivos para celebrar.

Los tres tenemos una copa en la mano y la alzamos.

―Porque gane siempre el amor. ―Luis se hace el melodramático y sé que está burlándose de su socio.

―Porque consigas vencer tus propios obstáculos y decidas ir a por Leandro. ―pide Sebas. Pongo los ojos en blanco, esto no es justo.

―¿Por nuestra felicidad y ya? ―Sintetizo, complaciéndolos.

―Me gusta. ―Acota nuevamente y chocando nuestras copas, damos inicio a una nueva era.

***

Dos meses después

Estoy nerviosa.

Pero como super mega archi nerviosa.

Falta una semana para el casamiento de mi amiga y mi hermano, pero ese no es el punto. El punto es que Leandro está por regresar a Buenos Aires.

Obviamente no lo supe por él, claro. Han pasado un par de meses de la última vez que hablamos y todavía se siente una eternidad.

Hace un par de semanas que llegué a la conclusión de que debo perseguir mis sueños. Suena muy idílico y romanticón, pero no es más ni menos que eso.

Sebastián me confirmó que su vuelo llegaba a las 10 de la noche.

Son las 8 y tengo un plan en mente que puede salir tan bien como pésimamente mal.

¿Y si no quiere verme?¿Y si ya dejó de amarme?

Me he planteado esas dos preguntas unas mil veces por día y la respuesta es siempre la misma: si no me arriesgo, no lo sabré jamás.

Miro las llaves de su departamento. Desde el día de su cumpleaños, aquel en el cual hui despavorida años atrás, las mantuve siempre en mi cartera.

Nunca tuve el coraje de devolverlas, mucho menos tirarlas al río y deshacerme de ellas.

Pensé en entregárselas a mi hermano, a Sebas, enviárselas por correo...sea como fuera, quedaron conmigo.

¿Y si piensa que esto es una invasión a la privacidad y llama a la policía?

No, Leandro no haría eso. A lo sumo, preguntaría por qué corno estoy aquí.

Tengo precocida mi especialidad: la lasaña, la que lo enamoró y me aduló tantas veces. También compré helado: granizado de chocolate, su predilecto.

Todo está sumamente limpio y sé que su empleada ha venido por la mañana.

Voy al baño y veo que la variedad de shampoo que yo uso, de coco y miel, sigue allí, tal como cuando vine a visitarlo con la comida de McDonald's.

Eso fue hace tanto...

Se me pone la piel de gallina cuando hago cuentas mentales y sé que pasaron seis meses de aquella mañana de octubre en la que nos cruzamos en el funeral de Bea y ni siquiera se despidió de mí.

¿Y si viene con Romina y su niño?

Mierda, no pensé en eso.

Tecleo a Sebastián, mi único cómplice en esta locura, averiguándolo.

Yo: Ya estoy en el departamento de Leandro. ¿Vendrá acompañado?

Sebastián: Quedáte tranquila, consulté los nombres de los pasajeros y Romina no está en la nómina. Tampoco lo está Ciro.

Yo: ¿Cómo lo averiguaste?

Sebastián: Solo preocupáte por pasarla bien. Háganse feliz, se lo han ganado con creces 😊.

Un burbujeo emocionante recorre mi cuerpo.

Me miro en el extenso espejo frente al cual hicimos muchas veces el amor y me retoco el cabello. He resaltado mis ondas naturales con un toque de rizador. De frente, ajusto mis tetas; este baby doll negro, cuyas tazas y falda son translúcidas, dejan poco a la imaginación. Es atrevido, sensual y efectivo.

Tan solo raso en unos pequeños moños en los breteles y un lazo en la cintura impiden que sea completamente travieso.

Salgo del baño y recorro la sala con mis tacos asesinos: zapatos stilettos negros. Sencillos. Mortalmente atractivos.

La calefacción es suave y no tengo frío a pesar de que abril no está siendo muy benévolo. He apagado las luces para concentrar la magia en la habitación.

La hora parece no pasar más; por el contrario, es como si las manecillas retrocedieran con cada movimiento que hago. Recorro la habitación e intento olvidar lo que vi años atrás, lo que presencié con tanto dolor.

Respiro profundo, hoy se trata de reescribir la historia.

De construir un futuro.

Muerdo mis uñas y recuerdo que me hice la manicura; esmalte rojo como el de mis pies, las decoran. Miro el reloj de Leandro, extendido sobre la mesita de luz. Le encanta tener varios y este, uno de sus favoritos, está aquí haciéndome compañía.

Faltan cinco minutos para que su avión aterrice.

Más de media hora para que finalmente llegue.

Una eternidad para decirle cuánto lo amo.


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Batir la justa: tener la información precisa.

Dejar parada: dejar cubierto monetariamente.

Corno: cuerno.

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