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20

Paso a buscar a Ciro por la casa de Sebastián y obviamente, no quiere irse. Serena, la más pequeña del matrimonio Alcorta, y él son muy compinches y les encanta jugar juntos.

―Es una pena que mañana Romina ya esté de vuelta, podríamos haber organizado una pijamada este fin de semana ―se lamenta Dani ―, ¿no te da para preguntarle si lo deja en casa?

―Lamentablemente, las cosas están más complicadas de lo previsto.―le susurro para que mi hijo no escuche, aunque está entretenido mirando a Peppa Pig.

―¿Por qué?

―Es largo de contar, pero no fui yo esta vez quien se mandó una cagada. Que conste. ―Advierto con las palmas en alto ―. Ahora hablemos de cosas más felices, ¿cómo te tiene ese bebé? ―Señalo su panza apenas redondeada. Ha aparecido en estos días.

―Es muy inquieto. Claramente, es un varón. ―dice y en ese preciso momento, entra mi primo con Luna en brazos.

―¡Parrino! ―La pequeña me da un beso pegajoso y su marca queda en mi mejilla.

―¡Lunita! ―Le hago cosquillas tal como sé que le gusta y enseguida se va ―. ¿Cómo tomaron la llegada del nuevo integrante? ―Retomo la conversación con mi amiga.

―Mientras que Luna saltaba eufórica planeando qué juguetes le va a prestar y cuáles no, Serena no lo expresó con palabras; está super caprichosa, quiere comer salchichas todo el día, así que supongo que esa es su manera de decirnos que presiente los cambios que vendrán. ―Pone a gratinar una fuente de fideos con una montaña de queso en el horno y me abre el apetito ―. ¿En serio no se quieren quedar a cenar? Ponemos dos platos más y ya.

―No, no, tranquila. Quiero ir a casa, comer y bañarlo. No quiero modificarle la rutina.

―Está bien, no me meto con eso porque te entiendo. No sé cómo hacer para que ellas se duerman siempre a la misma hora. ―Se frota las manos y es entonces cuando finalmente saca a relucir esa pregunta que estuvo conteniendo por varios minutos ―. ¿Cómo están las cosas con Maru?

―Supongo que te enteraste de que estuvimos hablando el otro día...―Eleva las cejas y señala con el pulgar hacia atrás, donde Sebas juega con los chicos. Ella sonríe traviesamente ―. Bueno, digamos que ahora estamos en paz. Estuve trabajando con ella en algunos escritos y conversamos como personas civilizadas.

―Esa es una buena señal.

―Para mí es tocar el cielo con las manos. ―Hablando de manos, las suyas recogen las mías sobre la isla de la cocina.

―Seguís enamorado de ella ―Afirma con un puchero consternado, compadeciéndose de mí.

―Más que antes. ―No dudo en reconocerlo.

―Gringo, lamento mucho todo lo que sucedió, ella me gustaba para vos. Mucho más chica, pero más madura. ―Bromea con justa razón.

―Lo sé, es perfecta ¿viste? Pero bueno, estoy acostumbrado a cagarla.

―¿Y por qué no cambiás eso? ¿Por qué ahora no tratás de reparar algo del daño que causaste? Nunca es tarde para demostrar cuánto amás a alguien.

―No sé si valga la pena. Está casada, ¿no te acordás que nos sentamos en la misma mesa e? ―Apelo al sarcasmo. No puedo ilusionarme con el hecho de que su marido le es infiel y lo dejará cuando cumpla su primer aniversario.

―Sí, tonto, me refiero a que quizás...no sé...si ella siente lo mismo por vos, podrían intentarlo. Esta vez, sin esconderse de nadie.

―Ahora mismo, no sé qué decirte. Estoy atrás de las demandas de Romina: me quiere sacar a Ciro, aduciendo que soy psicológicamente inestable y algo así como un drogadicto consumado.

―¿¡Esa mina está loca!?¿Se fumó un sahumerio?

―Aparentemente.

―Nunca me gustó, ¡yo sabía, yo sabía! ―Frunce cada músculo de su rostro y no puedo evitar sentirme contento con su aguerrida forma de demostrarme su sentido de protección.

―Calma Dani, guardá los colmillos, ya estuvimos armando una estrategia con Luis.

―Es una forra.

―Es la madre de mi hijo y contra eso no puedo batallar.

Ciro corretea hacia mis brazos y lo levanto en volandas. Lo anclo a mi cadera, Dani nos ayuda a ponerle su abrigo y agarro su mochila.

―Decile chau a la tía Dani.

Tau tía Nani ―dice en su lengua, agitando su manita y poniéndose su chupete.

Minutos más tarde estamos en casa a punto de pedir comida a domicilio cuando suena el timbre del intercomunicador. Miro por el visor de la pantalla que apunta a la puerta y no veo más que a los transeúntes ocasionales en la vereda.

¿Se habrán equivocado de departamento?

Regreso a la sillita donde mi hijo está sentado con su muñeco de tela y, a punto de marcar el número de la rotisería que me salva las papas, suena el timbre de mi unidad. Son las 9 de la noche, demasiado tarde para recibir visitas un día de semana.

¿Una vecina urgida por una tacita de azúcar? Espero que no.

Desconfiado, pienso: ¿habrá llegado Romina antes de lo previsto? ¿Su estrategia será quitarme a mi hijo por la fuerza?

Enfurecido de antemano y con la cabeza en caliente, abro la puerta de golpe sin siquiera preguntar quién es y, de inmediato, la sorpresa inunda mis sentidos.

―Oh...Maru...¿Maru?

―¿Tienen resuelta la cena? ―Agita una "Cajita Feliz" de McDonald's y levanta dos bolsas gigantes de papel madera con, lo que espero, sean dos triple cheddar con papas fritas para nosotros.

―No...no...―Continúo en shock. Maru, con comida, es mejor de lo que alguna vez soñé ― . Uh, perdonáme, entrá ―Agarro el cartón con las bebidas, las bolsas con el menú y cierro la puerta detrás de ella.

A paso lento, tímida, viene tras de mí.

Recuerdos azotan mi cabeza como grandes ráfagas: las noches en vela haciendo el amor, las cenas improvisadas, las horas jugando a las cartas en la cama, las cosquillas al amanecer...

Me siento exultante, pero no quiero atemorizarla mostrándome ansioso por demás.

―Hola Ciro, ¿cómo estás? ―Ella saluda moviendo la mano y mi hijo responde haciendo lo mismo.

¡Manonals! ―Grita Ciro con sus bracitos en alto.

Lo bajo de la silla y cuando quiero llevarlo a lavarse las manos, se tira al piso.

―No, ella. Ella. ―Señala a Marisol, quien rápidamente capta su pedido y juntos, caminan hacia el baño.

Se me hace un nudo en la garganta de imaginar esta escena familiar entre ella y yo, cuán bello hubiera sido estar criando un niño de nosotros dos. Sacudo mi cabeza dejando el reproche de lado y preparo la mesa para los tres.

Si la vida te da limones, hacé limonada.

***

Maru continúa en la sala mientras que yo intento dormir a Ciro, más tarde de lo habitual. Me gustaría suspender sus clases del día de mañana, pero temo que Romina utilice cualquier pretexto en mi contra.

Lo bañamos juntos y a la hora de dormirlo, lo dejó conmigo.

Beso la cabecita de mi niño y salgo de la habitación con sigilo, suele tener el sueño liviano.

Hago un repaso lejano de mi sala y no encuentro a Maru a simple vista...hasta que la observo hecha un ovillo en el sofá. Quisiera arroparla y dejarla dormir, o quizás llevarla en brazos hasta la habitación de huéspedes, pero sé que no está en sus planes quedarse a pasar la noche aquí.

―Bebé...bebé...―susurro en su oído.

Sus párpados comienzan a tener movimiento y abre los ojos perezosamente.

―¿Qué hora es?

―Tarde.

―¿Se durmió?

―Costó, pero sí. Gracias por la comida, por ayudarme con el baño. Por venir...―Admito, ella toma asiento y tapa un bostezo con su palma ―.Maru, sabés que podés quedarte, sin compromiso, la habitación de huéspedes está armada y...

―No, Lean. Gracias, pero no quiero dar motivos para que Pedro piense cualquiera.

―¿Te importa lo que piense Pedro? ―la pregunta se me escapa y Marisol se tensa ―. Perdón. No corresponde...perdón ―me disculpo. Tenerla a un metro y medio y no poder tocarla es exasperante.

―Sí, me importa, porque tenemos un arreglo y quiero cumplirlo.

―Hacés bien.

―¿Me lo decís como abogado o como Leandro? ―Sus ojos son tiernos.

―Como ambos.

Acomoda un mechón de cabello detrás de su oreja; se frota la cara y ver su alianza en su dedo es como un puñal para mí.

―¿A qué viniste Maru? ―La duda colgó de mi lengua toda la noche.

Se encoge de hombros.

―No sé.

―No sabés. ―Afirmo, con dudas.

Niega insistentemente con la cabeza y no la juzgo; ahora mismo, no me importa el motivo que la trajo, sino que está acá, conmigo y en mi sala.

No hago el primer movimiento. Tampoco el segundo.

El tiempo se detiene mientras nos miramos intensamente. Solo yo sé cuánto la he extrañado.

No quiero decir nada que perjudique este momento, tampoco soy de los que se quedan en silencio, esperando. Mis piernas se mueven inquietas.

Ella se relame y daría mi brazo por sentir una vez más sus labios en mi piel.

Sé que está en puja con sus sentimientos y que quiere decir cosas que no puede.

No la presiono, no exijo que me elija por sobre su esposo ni por sobre los potenciales hombres que pueda tener en su vida.

―Tengo que irme. ―Sentencia y mi burbuja hace plop.

―Sí, claro. ―Me limpio las manos sudorosas en mi pantalón de gimnasia y la acompaño hasta la salida. Frente a la puerta, nos detenemos por un instante e inesperadamente, cuando creo que está por salir, soy asaltado por una boca deliciosa que se estrella contra la mía.

No entiendo cómo ni porqué sucede, pero no puedo contenerme.

Revuelvo su cabello con una mano y froto mi palma en sus espalda mientras que ella sostiene mi rostro entre las suyas y me devora. Mi corazón revive, resurge de sus cenizas y vuelve a su sitio.

El contacto es febril, desesperado y placentero.

Enseguida me endurezco y no debe tomarle mucho tiempo darse cuenta de que lo que estamos haciendo me excita un montón. Nuestras bocas gimen, el choque de nuestras lenguas es vigoroso.

―Te amo, bebé...―le digo, a la mierda el protocolo, a la mierda que esté casada y a la mierda que me rechace. Ya la he perdido por no decírselo, pues bien: ahora se lo repetiré cada vez que se me presente la oportunidad.

Mis manos descienden hacia su culo, lo amasan y la atraigo hacia mí. La presiono contra la rigidez de mis pantalones y jadea.

Oh, sí, ella también me extrañó.

―Te amo, te amo y te amaré siempre, bebé. ―Mi aliento impacta en su labios, en su cuello y taladro su cabeza con mis palabras.

―Te amo Leandro, nunca hubo ni habrá otro hombre como vos. ―Capturo sus palabras con mi boca, evitando que se pierdan, marcándoles el camino directo hacia mi corazón.

Nos tocamos fervorosamente, pero un llanto proveniente de la habitación me alarma y la separación de nuestros cuerpos es instantánea. Corro como un velocista olímpico y abro la puerta de mi cuarto.

Ciro está llorando, de dormido. Me acuesto a su lado y lo arrullo, calmando su sueño.

Maru permanece de pie en el umbral de la puerta y mediante señas, me dice que se marchará. Asiento, sin quererlo, pero debo estar junto a mi hijo.

Cierro los ojos y en algún momento de la noche, me duermo plácidamente rogando que lo que sucedió entre Maru y yo haya sido realidad.

***

Cuando a la mañana siguiente leo que el pacto entre Maru y su esposo se ha firmado, una extraña sensación de confort anida en mi pecho.

No hemos cruzado palabra con respecto a lo sucedido en mi casa, por lo cual decido romper el hielo e ir por más.

Yo: Hola Maru. ¿Llegaste bien anoche?

Cinco minutos después, responde.

Maru: Hola, sí, un poco tarde, pero bien, gracias.

Mierda, ¿cómo sigo dándole conversación sin ser un acosador?

Yo: Ciro se puso contento con tu visita.

No está bien usar una excusa tan básica, pero "básico" es mi segundo nombre ya que quiero sacarle información sin importar los medios.

Maru: Creo que lo que lo puso contento fue que llevé su comida favorita.

Yo: Digno hijo de su padre: la comida lo puede.

Maru: Es un nene hermoso y muy tierno. Me gustaría volver a verlo y seguir conociéndolo.

¿Eso es un pie para una futura invitación? Mis dedos hormiguean y debo calmarme. Respiro profundo y estudio qué decir.

Yo: Puedo asegurarte que él está de acuerdo con eso.

Espero por una respuesta que no llega y aunque me disguste, debo seguir adelante y aceptar las pocas o muchas palabras que me dé.

***

En la casa de Sebastián todo es algarabía. Estamos festejando los dos meses de Santino, su bebé. Dani luce exhausta pero feliz y sus hermanas no dejan de pellizcarlo ni por un segundo.

Candela es quien lo tiene en brazos y a juzgar por su mirada de amor y el susurro de Esteban en su oreja, no faltará mucho para que nos den una linda noticia.

Bebo mi cerveza solitariamente en el sofá.

Han pasado algunas semanas desde la última vez que hablé con Maru; la saludé por su cumpleaños, recibiendo un tibio "gracias". No estoy pasando mi mejor momento, no solo porque el contacto entre nosotros se ha enfriado hasta llegar a los grados bajo cero, sino porque he tenido que aceptar, a regañadientes, que Romina se lleve a Ciro a Chile.

Finalmente, ha firmado un contrato por ocho meses de trabajo que me tendrán yendo y viniendo y, a causa de una medida restrictiva de sus abogados, no tengo permitido quedarme con él a solas ni por un mísero minuto.

Luis tiene todo listo para citarla en Buenos Aires y presentar nuestras pruebas. Hasta ahora he hecho lo posible para responder según dispone la ley, pero no cederé en mis derechos parentales.

Me despido de todos y llego a casa. No tardo mucho a pesar de la lluvia.

A punto de ir a la cama, recibo un llamado de mi primo.

―¡Hey! ¿Ya me extrañás? ―Bromeo, pero no hay ni una pizca de buen ánimo en su voz.

―Gringo, falleció la abuela de Candela. ―Exhala.

―¿Qué? ―Beatriz era una mujer de más de ochenta, hiperactiva y a quien Esteban y Maru adoraban como a una abuela.

―Lo que te digo: los chicos llegaron a su casa y la encontraron en la cama.

―Dios mío, ¡qué cagada! ¿Van a hacerle velatorio?

―Sí, aun no tengo los datos precisos, pero apenas los sepa te los mando.

Acepto y sé que probablemente me encuentre con Marisol.

¿Eso es bueno o malo?

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Chupete: chupón.

Rotisería: local gastronómico en el que preparan comidas para llevar.

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