19
La cama es un reguero de migas. Sé que consiento demasiado a Ciro, que los límites son necesarios, pero últimamente el tiempo con él es tan acotado que no pienso en otra cosa más que en complacerlo.
Adora las Chocolinas tanto o más que yo.
Por advertencia de su madre no debe excederse con los dulces ni con el chocolate porque puede darle dolor de barriga antes de ir a dormir.
Pensar en los detalles diarios que me pierdo de su vida me desarma; Romina viene siendo una perra egoísta desde hace un par de semanas y solo cuando dije que Luis iba a hacer una presentación legal para formalizar el tiempo que paso con nuestro hijo, recapacitó.
Ayer se fue a Chile; aparentemente tiene dos ofertas de trabajo muy buenas y quiere negociar los alcances de la propuesta. En cuarenta y ocho horas regresará por él, por lo que hoy estamos de noche de chicos.
Dani se ofreció a retirarlo de la guardería y cuidarlo hasta que yo volviera de la oficina. Es fanático de los superhéroes y Sebas le metió en la cabeza que puede llamarme "Thor".
Lleno la bañera después de cenar, colocamos sus juguetes favoritos y comienzo a lavarle el cabello cuando mi celular suena sobre la tapa del inodoro. De reojo, veo que es Maru y sé que el solo hecho de presionar mi contacto le ha significado un esfuerzo titánico. Seco mis manos sin dejar de cuidar a Ciro con la mirada y respondo.
―¿Maru? ―pregunto como un idiota, como si no hubiera visto su nombre en la pantalla. Mi corazón bombea a velocidad supersónica.
―Hola Leandro, ¿estás ocupado?
―Mmm...un poco...en realidad sería más fácil si me hacés una video llamada. ¿Podés? ―Le pregunto.
―Oh, bueno...sí...―Acepta y vuelve a llamar para cuando terminé de situar el aparato delante de un frasco de shampoo sobre la tapa del inodoro.
Cuando ve lo que estoy haciendo se queda muda y sospecho que quizás ha sido un abuso de mi parte que presencie este momento con mi hijo. Aun no me acostumbro – y creo que ella menos - al hecho de que Ciro fue concebido durante nuestro romance.
―Estoy bañando a Ciro, pero al mismo tiempo quiero saber cómo te fue y...
―No...no...¡está bien! ―Sus ojos parpadean frenéticamente, asimilando la realidad. Ciro agita su mano y la saluda con un tierno "hola" que derretiría la nieve de Los Andes.
―Hola Ciro. ―Ella lo imita.
―Hola ―Repite él―. ¿Quién sos? ―pregunta nítidamente y con la naricita fruncida. Habla hasta por los codos en un idioma casi inentendible y ahora mismo, es un reportero de chimentos que va directo al grano.
―Soy Marisol.
―¡Sol! ―Graciosamente señala la luz del techo, como si fuera el astro rey.
―Sí, como el sol de las mañanas.
Siempre serás el sol de las mías.
―¿Qué comida te gusta? ―Maru comanda la charla y no hay nada que me enternezca más que verla interactuar con mi hijo.
―Patitas. ―Responde con sus dos años y medio.
―¿Patitas? ―Maru frunce el ceño, mirándome.
―Nuggets de pollo. ―Traduzco.
―¡Qué casualidad! A mí también me encantan las patitas de pollo.
Tras varios minutos de intercambio de palabras, muchas de las cuales les hice una interpretación bastante sui generis ante las cuales Maru se sonrió gustosa, la batería de mi teléfono empieza a pasar factura, como así también la temperatura del agua.
―Maru, necesito sacar a Ciro de la bañera y poner a cargar mi teléfono. ¿Podríamos hablar cosas de adultos cuando este niño esté dormido? ―Me arrodillo frente a la loza y quito el tapón del desagüe. Ciro protesta y le hago entender que la hora del baño ha terminado.
―Oh, sí por supuesto...¿me llamás vos?¿Después?
―Seguro. ―Afirmo y me siento sumamente entusiasmado.
Durante la siguiente hora y media visto a Ciro, seco su cabello y lo alisto con su pijama de cohetes y estrellas para ir a dormir. Le leo cinco, sí cinco, cuentos y nada parece dormirlo hasta que comienzo a acariciarle la cabeza, tal como mi madre hacía conmigo. Sus párpados ceden y canto hurras. El ritmo con el que succiona su chupete se ralentiza y sé que estamos cerca del objetivo.
Cuando finalmente logra dormirse, me levanto de la cama como un ninja sigiloso y voy a la sala donde dejé cargando mi celular.
Son casi las 10:30 de la noche y si Maru continúa con las mismas costumbres de antes, estará despierta leyendo algún libro en su cama.
―Maru, perdoná la hora, pero Ciro estaba muy enchufado. ―Aclaro.
―Tranquilo, estoy despierta.
―¿Leyendo?
―Sí, el zorro pierde pelo, pero no las mañas ―¿Lo dice por mí también?
No sé si ir directo al punto que la tuvo llamando más temprano o vagar por temas menores que me permitan tenerla más tiempo para mí. Debato en vano, puesto que ella toma la iniciativa.
―Apenas llegué a casa, Pedro me estaba esperando ―contengo la respiración, expectante ―, me pidió disculpas y...accedió a hacer un arreglo.
―¿Así como así? ―No me sorprende, al tipo lo moviliza el dinero.
―Evidentemente le importa más estar con la mujer de su primo y conservar sus apariencias que luchar por nuestro matrimonio ―exhala pesadamente y me duele escucharla admitiendo la infidelidad de su esposo ―. Es la historia de mi vida: los hombres siempre me dejan por otra.
Quiero decirle que se equivoca, que la historia de su vida puede cambiar y que si me da una nueva oportunidad no la defraudaré.
No es momento de proponer nada, se siente vulnerable y no me aprovecharé de su situación. En cambio, espero porque siga hablando.
―Él mismo propuso instrumentarlo y le aseguré que me encargaría de eso.
―Supongo que es una buena noticia. Es lo que buscabas, ¿no? ―pregunto con calma.
―Para ser sincera, nunca creí necesario tener un documento que "reglamente" monetariamente los encuentros sexuales de mi esposo con otra mujer y mucho menos, que yo sea beneficiaria de los mismos.
―Lo siento, tenés razón.
Nuevamente el silencio entre ambos es pesado y desorientador. Trago y entro en acción, mostrando mi perfil de abogado resuelto.
―Te estaré enviando la propuesta por mail. Si hay algo por modificar, lo hacemos. Estoy a tu servicio, Maru.
―Gracias...es horrible todo esto... ―Y su llanto comienza.
Me mata, me parte en mil pedazos escuchar que está siendo sometida a esta inmerecida bajeza por segunda vez. Quiero darle mi consuelo, mi palabra de aliento, mis brazos...todo.
―Bebé...―Susurro, mis ojos cerrados, mi corazón en quiebra ―, todo se va a solucionar.
―¿Me lo prometés? ―Implora como en los momentos en que a su lado me sentía el más fuerte de los titanes.
―Sí, bebé. Por mi vida. ―No escatimo en juramentos.
Transcurre una hora más durante la cual hablamos de Ciro, del peso con el que nació y de sus juguetes predilectos. También, de lo mucho que le agrada jugar en el agua y que mi padre está hecho un baboso con él y con Neo, el niño de mi hermana.
La intimidad del tono, la fluidez con la que un tema sigue al otro es apasionante; echaba de menos conversar con ella por horas, sentir que era escuchado y escucharla.
―Es probable que Romina quiera radicarse en Chile por unos meses, quizás, por un año. ―Afirmo, sincerándome. No puedo hacer mucho por impedirlo y, de todos modos, ¿por qué hacerlo? Es su trabajo. No obstante, pensar en estar lejos de mi hijo es inadmisible.
―Oh...¿consiguió trabajo allá?
―Ahora mismo está negociando un contrato con una importante emisora para conducir un programa de moda. Es una figura en ascenso para ellos, lo que significa un gran crecimiento a nivel laboral para Romina.
―O sea que se llevaría a Ciro...―Reflexiona en voz alta.
―Exactamente ―Con un dejo de tristeza, asiento.
No puedo ni quiero alejarme de él; sé que los chicos del estudio no me privarían de viajar por el tiempo que considere necesario. La opción de trabajar a distancia es buena y no abandonaría los casos que llevo. Es cuestión de organizarme.
Saber que no podré estar para Maru, sea cual fuera el motivo en que puede llegar a necesitarme, cambia mi paradigma. Sin embargo, mi pregunta es: ¿ella esperaría por mí una vez que se divorcie? Ya ha resignado lo suficiente de sí misma cuando nos separamos. Ahora mismo está atravesando un momento delicado de su matrimonio, pero ¿aceptaría volver conmigo siendo que mis condiciones son estas?
―Vas...a irte... ―Curiosidad se derrama en su pregunta.
―Sinceramente, no lo sé. Es una posibilidad cercana.
Casi que no respira.
―Debe ser una decisión difícil de tomar.
―Por supuesto. Sería cambiar mi vida, al menos temporalmente.
―¿Y si logra tener éxito? Digo, puede que le extiendan el contrato y eso...
―Tendríamos que renegociar la custodia.
―Entiendo...―arrastra la palabra ―...y ...ummm...¿cuánto tiempo tenés para decidirlo?
―Lamentablemente, no mucho. Supongo que uno o dos meses. ―¿Por qué lo pregunta?¿Tengo esperanzas? Muero por averiguarlo, pero no quiero cortar el delgado hilo con el que pudimos conectarnos hasta ahora.
―Bueno, creo que es hora de que ambos vayamos a dormir ―El buen clima se evapora de a poco y volvemos a una sencilla cordialidad.
―Sí, claro.
―Gracias Leandro, fuiste muy amable al darme una mano sin interponer nuestras cuestiones personales.
―Maru, soy un hijo de puta para muchas cosas, pero también soy un buen profesional. Y para que sepas, voy a defender tus intereses siempre, aunque nada tengan que ver conmigo. ―Soy contundente en mis apreciaciones, quiero que sepa que mi amor por ella supera cualquier egoísmo.
Inspira, contiene el aire y lo larga pesadamente.
―Adiós Leandro, quedo a la espera de tu mail.
―Por supuesto. Mañana a primera hora estará en tu bandeja de entrada.
―Gracias, hasta mañana.
―Hasta mañana.
Mañana será un gran día y saber que nuevamente le escribiré, me anima.
***
Apenas llego al estudio, cumplo con mis deberes. Es temprano en relación al horario en el que suelo venir, pero acabo de dejar a Ciro en el jardincito. Una pila enorme de papeles me espera en el escritorio y con una sonrisa estúpida, los paso uno a uno.
―¿Puedo? ―Luis golpea y asoma su cabeza.
―Dale.
―Mmm, ¿te sentís bien? Hace rato no te veo sonreír así.
―¿Así cómo?
―Como un tarado enamorado.
Ruedo los ojos; desde que comenté que estaba enamorado de Maru y la había cagado en grande, ahora todos creen haber visto mis señales y los corazones fluyendo de mi cráneo cuando ella todavía estaba acá.
Sí, cómo no.
―¿Tiene que ver con Marisol?
―Sí.―Mezquino los detalles.
―¿Y a qué viene esa alegría? Hasta donde sé, su contrato prenupcial continúa vigente.
―Simplemente estuve allí cuando ella me lo pidió.
―Supongo que eso es un avance, ¿pero un avance hacia qué?
―No lo sé, pero quiero descubrirlo.
Luis asiente, saca las manos de sus bolsillos y toma asiento, lo que me da una incómoda percepción de lo que está por venir.
―Lamento ser el que te borre la alegría de esa cara de feliz domingo que tenés.
―Entonces no lo hagas.
―El deber llama, por eso estoy aquí.
―Y siendo que solo tenemos en común una sola cosa creo saber por dónde o, mejor dicho, de parte de quién traés los problemas.
―Deberías ser abogado, olés los quilombos a la distancia.
Río sin ganas porque intuir que es algo relacionado con Romina me hierve la sangre y me disgusta. Entrecruzo mis dedos y espero atento sus comentarios.
―Parece que las negociaciones en Chile están más avanzadas de lo que suponíamos.
―¿Eso qué quiere decir?
―Que, a más tardar, ella se estará yendo del país en dos semanas.
―¿¡Qué!? No puede hacer eso.
―No al menos que pretenda sacar a Ciro de Argentina. El tema es que...―se rasca la nuca y eso no es una buena señal ―, está acusándote de que no sos apto para quedarte con un menor.
―¡Me estás jodiendo! ―La incredulidad me sofoca.
―Dice que sos una persona inestable y consumidor de drogas. Quiere tenerte alejado.
―¡Esto una locura! Me dejó a Ciro esta semana por varios días.
―Sí, pero no por hacerte un favor: lo hizo para demostrarle al Tribunal que ella obra de buena fe.
―¡Es una perra!―Estrello mis puños sobre el escritorio y quiero tomar el primer vuelo al país vecino para pedirle explicaciones.
―Va a pedir una pericia psicológica y probablemente, una farmacológica.
―¿Por qué me hace esto?
―¿Porque es una mala mujer? Vos sabrás mejor que yo ―levanta los hombros ―. De todos modos, quedáte tranquilo, evidentemente está siendo mal asesorada.
De repente, todas las fichas caen una tras otra.
―Esta es una venganza, siempre sostuvo que me iba a hacer la vida imposible.
―Gringo, una cosa son las amenazas que se hacen en momentos de calentura, pero ¿esto?¿Venganza?¿Con un chiquito de por medio?
―Es increíble.
―¿Hay un motivo oculto por el cual no te quiere allá ni tampoco te quiere en la vida de Ciro?
―No que yo sepa. Jamás le hice faltar nada, jamás le dije que no a uno de sus caprichos.
―¿Estás seguro?
―A qué...¿a qué te referís?
―Ella siempre te vio como un trofeo, Gringo. Buscó hasta el cansancio que la eligieras. No lo hiciste. Fuiste el único capricho al que no tuvo acceso.
Caigo desplomado en el respaldo de la silla. Aunque mi amigo y colega tenga razón, es un despropósito lo que postula. Sin embargo, teniendo en cuenta lo rebuscada que es Romina y la insistencia en que seamos "amigos con beneficios", no me resulta extraño.
―¿Qué hacemos? ―pregunta Luis jugueteando con una de mis lapiceras.
―No quiero hacer de esto una guerra, pero no me deja alternativa. Me pondré a disposición de la justicia y pediré lo mismo para ella.
―¿En serio? ―Él se asombra.
―Quiere jugar sucio, pues se equivocó de persona. Ella y quien sea que la esté apañando, no saben con quién se metieron.
―¿Por dónde empezamos?
―Por conseguir el testimonio de los enfermeros que la asistieron cuando estuvo en coma farmacológico. Años atrás, debieron hacerle un lavaje de estómago porque estaba más que drogada.
―Waw...eso es...muy fuerte.
―Jamás pensé que tendría que recurrir a esta mierda, mucho menos ahora que es la madre de mi hijo.
―Lo entiendo y no quiero estar en tus zapatos. No obstante, Gringo, tengo que hacerte una pregunta. ¿Vos tenés alguno de esos muertos en el placard? No tuviste una vida ordenada que digamos.
Ladeo la cabeza con una sonrisa irónica, tanto él como Sebastián me conocen y saben cuáles fueron mis errores y arrepentimientos.
―No, Lucho. Sé que jugué al límite, pero no hay una puta mancha en mi historial médico. Hace mil años que no consumo y jamás llegué a tanto.
―Está bien, porque no me gustaría jugar una carta que nos puede volver.
―Por eso estoy dándotela.
―Mi duda es, ¿cómo es que ella no pensó que vos usarías esto como arma en su contra?
―Porque desconoce que su madre vino desesperada a pedirme ayuda la noche en que la encontraron en su casa, re colocada; ignora que yo fui quien pagó por sus gastos de internación. Romina estaba pasando por una mala racha económica cuando cayó y creyó que su mamá corrió con los costos. Julia siempre tuvo una buena posición, pero no estaba dispuesta a poner un peso en la rehabilitación de su hija. Dijo "estar cansada" de limpiarle el culo. Palabras textuales.
Luis me mira y ladea la cabeza.
―Acordamos no decirle nada, después de todo, ella era...alguien en mi vida ―Aclaro.
Lucho se pone de pie, su mente profesional trabajando sin descanso. Marcha en dirección a la puerta y a punto de salir eleva el dedo:
―Sos muy buena persona Gringo. Necesitamos más hombres como vos.
Me echo reír porque desde hace años que no dejo de demostrar cuán inmaduro y pelotudo soy.
―Por ahora, solo para Ciro soy Thor. Con eso me conformo.
Carcajea y se va.
Miro el contacto de Romina en mi teléfono con un millón de preguntas por hacer y cosas que reprochar; al instante pienso en mi hijo y en que no quiero que sea el botín de guerra de dos padres que jamás estuvieron de acuerdo en nada, ni siquiera en traerlo a este mundo.
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Chocolinas: galletitas de chocolate.
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