Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

16

Tuve un sueño tan revelador como escalofriante: sentados dentro de un coche, Leandro y yo estábamos discutiendo. Un automóvil nos chocaba de frente y yo era la única sobreviviente.

Desperté con la respiración agitada, las pulsaciones a mil por hora.

Y, obviamente, el rostro húmedo porque estaba llorando.

Es de madrugada; siendo las 2, en una casa sola y desvelada, no pienso regresar a mi cama de inmediato.

Miro mi celular; la última conexión de Esteban fue a las 11 de la noche.

Interrumpirlo no es una buena idea, sobre todo teniendo en cuenta que anda de amoríos con mi mejor amiga. ¿Quién lo hubiera dicho? Son el agua y el aceite...y me encanta que estén juntos.

Pedro es bastante estricto con su rutina de sueño y, de todos modos, ¿cómo explicarle que acabo de tener una pesadilla con el hombre que aun amo?

Sí. Lo amo.

¿Y si hablo directamente con Leandro?

No, Maru, no.

¿Y si acababa de tener una premonición y él realmente estaba en peligro?

Excusas tontas; no, Maru.

No era justo llamarlo, ni tratar de explicar por qué soñé con él, tampoco molestarlo, ni interrumpir su posible coito con quien quiera que estuviese y...

―Bebé...―se limpia la garganta ―. Perdón, Marisol, ¿estás bien?¿Pasó algo? ―Su voz es arrastrada. Como es de suponer, lo desperté.

Al menos no estaba en pleno acto sexual. ¿O acaso estaba descansando después de un polvo mágico?

¡Basta Maru!

―No, no...ay, perdonáme...te juro que no sabía a quién llamar. ―Sentada en mitad de la sala, lamento no solo haber derruido las murallas detrás de las que me he protegido por tanto tiempo, sino, además, mostrarle mi desesperación.

―Me gusta que me hayas llamado, no hay problema por eso, lo sabés.  ―Su dulzura me recuerda las noches en que hablábamos en su cama y nos acurrucábamos uno contra el otro.

Cierro los ojos y presiono el puente de mi nariz.

―Leandro, no quiero confundir las cosas.

―Maru, tranquila. Me llamaste porque creíste que podías hablar conmigo, voy a tomarlo como lo que es: una llamada sin segundas intenciones.

―¿Me lo jurás?

―Por supuesto.―Una sonrisa de su parte me reconforta―. ¿Qué te agobia a estas horas?

―Soñé...con vos...―digo y corto su respiración pesada mucho antes de que tenga la posibilidad de fantasear con una idea errónea ―, soñé que tenías un accidente.

―Bueno, si me guío por lo que dicen, me alargaste la vida, gracias. ―Aflojo mis hombros, tranquila, porque consigue restarle importancia a mi pesadilla.

―Me levanté angustiada; yo manejaba y estábamos discutiendo y de repente no prestaba atención al tráfico y nos chocaban y...―Una tras otras mis palabras salen de mi boca.

―¿Te sentiste mal porque yo me moría o por la culpa de que eras vos la que manejabas?

Miro hacia el techo y respondo:

―Por ambas.

―Eso es bueno.

―¿Bueno?

―Eso significa que no me odiás tanto. ―Teoriza y quiero matarlo en la vida real. Bueno, no...en realidad quiero matarme a mí por seguir enamorada de él ―. Maru, lo bueno es que fue una pesadilla. Yo estoy en la cama, vivito y coleando. De hecho, me quedé dormido con los papeles de un caso desperdigados por la cama.

―¿Estás trabajando mucho?

―Lo más que puedo.

―Leandro...―murmuro ―, cómo...¿cómo están las cosas con tu hijo?

Inspira y exhala profundo dándome una idea de lo que supongo no es nada fácil.

―Ciro es un huracán, mi papá dice que yo era igual a su edad.―Varias preguntas cuelgan de mi boca, pero evito hacerlas.  ¿Víctor conoce a Romina?¿Leandro la ha llevado a Rosario en carácter de pareja?¿Están viviendo juntos como una hermosa familia?

―Debe estar hecho pura babas con sus nietos. ―Ablando el nudo en mi garganta, las dudas atascándose en ella.

―No lo conoce personalmente. Romina no quiere que me lo lleve.

Rápidamente pienso que no están juntos como pareja, caso contrario se acompañarían sin problemas, ¿cierto?

―Oh, eso es...

―Una mierda, decílo sin pudor. Lo es y lo pienso así. ―se me anticipa ―. ¿Sabés, Maru? Ni siquiera reclamé un ADN ―Subo las piernas a la silla y me abrazo a mis rodillas, el teléfono sostenido con una mano y mi cuello inclinado ―. Cuando lo vi, supe que el bebé era mío...―Traga fuerte, el silencio es ensordecedor, hasta que se quiebra ―. Lo siento...lo siento tanto...

El corazón vuelve a salírseme del pecho.

Necesito tomar distancia y colgarle y prometerme que no volveré a caer; sin embargo, nos debemos una conversación cara a cara y eso es lo que propongo.

―Leandro...esperá...―gimoteo y sorbo mi nariz ―...creo...creo que nos merecemos hacer las paces...yo me voy a casar, vos tenés un bebé hermoso y saludable, no podemos vivir como perro y gato, atados a viejos rencores, ¿no te parece?

No sé por cuánto tiempo pueda durar una tregua entre los dos puesto que hay demasiado dolor, demasiadas cosas irresolutas y heridas abiertas que, quizás, nunca sanen.

He perdido muchas cosas en la vida y no quiero perderlo a él tampoco, a pesar de no saber cuál es el lugar que ocupa en ella.

―¿En serio? ―su respiración se afloja ― . Nada me haría más feliz en este mundo que volver a tomar un té con vos.

―Esto es solo una bandera blanca, ¿dale?

―Por supuesto, lo que quieras.

―Lo que necesito.

―¿Cuándo? ¿Dónde?

―Yo...yo te mando un mensaje, ¿sí? Sin presiones ―Froto mi rostro y advierto ―:Por favor, no hagas que me arrepienta de esto.

―Cualquier cosa por volver a verte un minuto más. ―Su tono desgarrado me da a entender que no le resulto indiferente.

¿Eso es bueno o malo?

***

Los mensajes de mi hermano se acumulan en mi celular. Sigo enojada con él; sin embargo, no sé por qué, que Pedro me engañe no me resulta sorpresivo.

Nuestro sexo "de fin de semana" no era malo. Era un amante atento, bien dotado y atrevido en su medida justa. Atractivo y gentil, todo estaba bien.

Demasiado bien, de hecho.

Pero no era Leandro.

Nadie lo sería.

Y por eso es que cité a mi exjefe a las diez de la mañana en el Starbucks de Scalabrini Ortiz, un sitio neutral, no demasiado íntimo y a unas buenas cuadras del estudio de abogados. Lo hice a una hora incómoda para un dormilón como él.

Llegué quince minutos antes de lo acordado; flashes de mí en su cama, fogonazos de nuestras meriendas en la oficina y nuestros besos de contrabando, todavía me acompañaban en las noches de soledad.

Me siento culpable. No se sentía justo estar casándome con otro cuando lo que más anhelaba era irme con Leandro a una isla desierta, a vivir como quisiéramos y sin fantasmas ni terceros en discordia.

Sin embargo, no se trataba solo de nosotros dos: Leandro tenía un niño por quien velar, al cual cuidar, una vida por la que responsabilizarse.

La cafetería está bastante concurrida como así también las calles de la ciudad; un día típico de febrero, los negocios con liquidaciones y mostrando el lanzamiento de la nueva temporada, y con la gente regresando de sus vacaciones de verano.

Miro mi dedo, más precisamente el que alberga mi anillo de compromiso. Una gema preciosa, símbolo de una propuesta que había estado esperando...del hombre equivocado.

¿Me iba a casar por el mero hecho de concretar mi sueño o Pedro era el tipo con el que realmente quería proyectar un futuro?

Quizás su engaño sería algo aislado, producto de su borrachera el día de su despedida de soltero y nada más...

¿Y si le digo que me enteré de su fechoría?¿Cómo podría reaccionar?

Muerdo mi uña, mi cabeza trabajando a pleno.

Si perdonaba a un sujeto que se había comprometido conmigo, ¿por qué no perdonaba a Leandro, un hombre que siempre me advirtió sobre su naturaleza inestable?

La respuesta es una sola: porque Leandro me importaba lo suficiente.

―Hola ―Hablando de Roma.

―Ho...hola, Leandro.

―¿Pido el Mocha de siempre? ―De pie, desde su enorme altura, pregunta al ver que estoy sentada con las manos vacías.

―Bu...bueno, dale...―Meto la cabeza buscando la billetera en mi bolso para cuando lo pierdo de vista.

Extiendo mi cuello y lo encuentro en la fila detrás de una pareja que se besuquea sin reparos. Leandro me mira y yo a él; no pasan ni dos segundos que hundo los ojos en la mesa, avergonzada.

¿Ha sido una buena idea encontrarme con él?

Cinco minutos después, trae mi bebida junto a una deliciosa porción de budín con glaseado de limón y semillas de amapola. Sonrío porque es mi favorito y lo sabe.

―¿Vainilla con extra de crema? ―Señalo su vaso alto.

―Por supuesto. Imagináte que no puedo caer a la oficina con esto porque mi imagen de macho se vería afectada. ―Sus dientes blancos perfectos continúan siendo tan hermosos como los recordaba.

―¿Cómo están las cosas con los chicos?

―Están...―Resume en una palabra ―. Por momentos mejor y por momentos, mejor ni hablar. ―Asiento, comprendiendo que a veces el tiempo cura las heridas en cámara lenta ―. ¿Y vos? ¿Qué tal los preparativos de la boda? ―Su mandíbula se tensa a pesar del disfraz bajo el que oculta su voz.

―Bien, bah, la familia de Pedro se está ocupando de todo. ―Minimizo.

Bebemos en silencio por un rato, esquivándonos la mirada del otro y en oportunidades, pisándonos en varios intentos por romper el hielo.

―Maru, te agradezco mucho este encuentro. No pretendo derramar mi drama ni impedir que te cases, aunque quisiera ―lo fulmino con la mirada y reacomoda su discurso ― . Deseo que seas realmente muy, pero muy feliz. ―Sus ojos azules brillan sinceros, sus palabras suenan determinadas ―. Te merecés la galaxia entera y si Pedro es el que puede bajártela, es el indicado.

―¿Vos no me la hubieras bajado? ―pregunto, lejos del reproche.

―Yo hubiera construido una nueva galaxia solo para vos, bebé. ―Su voz es oscura y mis alarmas internas se encienden ―. Fui un estúpido y perdí mi oportunidad.

¿Por qué mierda tuvo que caer en la tentación?¿Por qué carajos lo drogaron? ¿Por qué nos condenó al fracaso?¿Por qué tuvo que aparecer la inoportuna de Romina Vidal?

―¿Cómo está Ciro? ―Cambio de tema mientras corto un trozo de budín con los dedos.

―Bien, creciendo. Tiene su propio vocabulario.

―Va a ser un charlatán como el padre. ―Su orgullo se expande hacia su rostro, su sonrisa es grande y animada.

―Espero que sea mejor que su padre. ―Me mira por un instante y luego distrae su mirada hacia su teléfono ―. ¿Lo querés conocer? ―pregunta, dubitativo.

Quiero decirle que ver el hijo que tuvo con otra mujer, que concibió en nuestras sábanas, es ultra doloroso. Pero soy más que una bolsa de recriminación, mejor que una tipa vengativa.

Después de todo, ese bebé es parte del hombre que amo.

―Dale...―Una fingida curva decora mi cara a modo de sonrisa y tomo su teléfono viendo una bella criatura, tan rubia como el sol y con hermosos ojos azules.

Igualito a él.

Siento que la herida se abre de vuelta, como si jamás hubiera cicatrizado. El puñal se retuerce en mi pecho y rasga, la quemazón es tan lacerante que rivaliza con lo ridículo.

―¡Es un muñeco! ―En efecto, los cachetes rellenos y su boca pequeña y gordita, lo hacen lucir como el típico niño de anuncio publicitario.

―Lo amo. Es inexplicable lo que siento por él y me siento culpable por no haberlo querido desde el principio. ―Admite, su mirada vaga por su café ―. Deseé tanto que no fuera mío, Maru...―arroja en un suspiro resignado.

Su afirmación es sinceramente cruda.

―Cuando lo vi, no me hizo falta ningún análisis, él era mío. Todas esas dudas se disiparon. Le pedí perdón a Romina de mil formas.

La mención de su nombre me revuelve las entrañas y debe haberlo notado porque su mano intenta capturar la mía en un intento por tranquilizarme.

―Maru, el nacimiento de Ciro no cambia lo que tengo o, mejor dicho, lo que no tengo con ella.

―No me importa; estarán ligados de por vida. Es la madre de tu hijo. ―Mi voz no da tregua ni lugar a interpretaciones erróneas. Sigo molesta, aunque finja que no.

―Exacto, pero te juro que solo es y será eso. He perdido el corazón hace rato; cuando te fuiste, te lo llevaste con vos.

―Lo dejaste ir, en todo caso. Yo no me llevé nada más que mis documentos. ―Ironizo; nunca olvidaré el beso que él le estaba dando a Romina en su cuarto ni las manos que iban y venían.

―Tu ropa sigue en casa, colgada. Guardada.

―Donála a Cáritas.

―Oh, sí. Claro. Olvidé que tu futuro esposo puede comprarte lo que quieras...―El match está igualado, pero no caeré en provocaciones.

―Leandro, envié las invitaciones de mi casamiento porque no quise levantar sospechas. Los chicos iban a dudar si eras el único que no la recibía.

―Pensé lo mismo y lo agradezco.

―¿Vas...a ir? ―Su respuesta condicionará mis próximas horas. Lo sé.

―¿Mi decisión cambia las cosas?

El mundo entero.

―Necesito saberlo para calcular la cantidad de invitados que asistirán. Estadística.―Miento descaradamente. Él no responde.

―¿Se van a Bali? ―probablemente Sebastián, desde su ignorancia, compartió esa información que pocos conocen. Sobre todo, porque pusimos un número de cuenta bancaria para que los invitados colaboraran con nuestro viaje de placer, en lugar de regalarnos quince licuadoras, dos procesadoras y cinco batidoras que jamás usaré.

―Sí, por seis semanas más o menos. Dependerá de algunos negocios pendientes de Pedro.

Él extiende su mano y me roza la muñeca, enviando un millón de descargas eléctricas por mis venas. Sé adonde se dirige y mis defensas bajan nuevamente.

―Llevás mi pulsera. ―Digo que sí con la cabeza.

―Es bonita. ¿Querés que te la devuelva? ―Amago con sacármela, pero me detiene.

―¿Estás loca? Fue un regalo y me agrada que la conserves. Mmm...te la vi puesta el día en que te graduaste.

―Pará...pará...―parpadeo, ¡no fue una visión, él realmente estaba en la facultad! ―. ¿Fuiste a verme cuando me recibí?

―...puede que sí...―Se rasca la nuca, su cabello es corto allí, de un centímetro quizás.

Me muerdo el labio y recuesto mi espalda sobre el respaldo de la silla que ocupo. ¿Cuánto hubiera influenciado en mi estado de ánimo si lo veía aparecer?

―Bueno, es hora de irme ―anuncio, sin saber cuánto tiempo más podré soportar sin arrojarme a sus brazos ―, hay algunas cosas que debo resolver antes del casamiento.―Me pongo de pie, un tanto torpe, conmocionada por su confesión.

―Por supuesto ―Él corre su silla hacia atrás, su traje se ciñe a su cuerpo renovado ―. Gracias por fumar la pipa de la paz. ―Traga y hasta ese simple movimiento corporal me cautiva.

―La vida es lo suficientemente corta como para vivir sumidos en el resentimiento.

Vacilo al momento de acercarme, un beso en la mejilla se siente como algo personal y privado; sin embargo, Leandro se encarga de la situación y como en la cama, domina y como en mis pensamientos, él los ocupa, anulando cualquier posibilidad de olvido.

―Que seas muy feliz, bebé. ―Susurra a mi oído, su aliento caliente rozando mi cabello y su pulgar acariciando mi mandíbula.

No nos besamos, pero el contacto es suficiente para calcinarme.

Exhalo el aire comprimido en mi plexo, quedando como una tonta parada en la mitad de la tienda de café mientras lo veo marcharse antes que yo con su andar característico, sus hombros anchos y su cintura estrecha.

Estoy muy pero muy...¡pero muy! jodida.

***

A la mañana siguiente no aguanto más y le vomito toda mi historia secreta con Leandro a mi amiga Candela.

Nunca le había contado siquiera que él fue mi primer hombre; tenía tanto miedo de que se me pinchara el globo, que la oculté a todo mi entorno con excepción de mi hermano.

Vaya idiotez, se me pinchó el globo igual.

Ella comprende y continúa preguntándome si estoy segura de casarme con Pedro. Le explico lo del acuerdo prematrimonial y mi estrategia de devolver el dinero a mi hermano. Suena descabellado, lo sé, pero si es verdad que Pedro me engaña, tal como aseguró Esteban, no le saldrá barato.

Por la tarde, miro el vestido de novia extendido sobre mi cama de soltera.

Es precioso y tiene las mil millones de perlitas traídas de no sé dónde carajos,  pedidas por orden de mi cuñada. Rozo el encaje y los bordados en forma de rosetones que adornan mi cintura.

También, los hilos plateados que se entrelazan en un hermoso patrón.

Es el diseño que pedí e hicieron a mi medida. Sin embargo, no me siento tan feliz como debería.

Antes de que venga la maquilladora y comencemos con el show, llamo a mi hermano.

―Maru, ¿sigo siendo el padrino? ―pregunta en broma. ¿O no?

―Por supuesto, tonto...―digo y miro al techo evitando derramar lágrimas.

―Marucha te juro que lo que dije...

―Dejáme hablar ―le ordeno, interrumpiéndolo. Tal como hice con Leandro nos debemos una conversación cara a cara, pero ahora no tenemos tiempo ―, estuve pensando y sé que no habrá sido fácil para vos ver lo que viste y decirme lo que dijiste ―Sé que muere por meter bocadillo y me adelanto otra vez―. Agradezco tu sinceridad, pero esta es mi vida y elijo vivirla así; si me equivoco, será mi error y no tendré derecho a culpar a nadie.

―Por supuesto. ―No está conforme con mi respuesta a pesar de aceptarla ―. Hermanita, te amo y ojalá fuera papá el que esté ocupando mi lugar.

―A mí también me hubiera gustado que él este aquí, pero la vida tenía otros planes ―expreso y no solo me refiero a la presencia de nuestro padre sino al hombre que me estará recibiendo en el altar.

Y al que quizás, esté mirando desde algún lugar de la iglesia.

*******************

Cáritas: Organización de la Iglesia Católica la cual coordina obras de caridad.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro