Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

14

Fui bendecida al encontrar este trabajo tan pronto, cerca de casa y con una jefa genial. Virginia Dorffmann estaba desesperada buscando un veterinario cuando di con su anuncio. Vanina, mi amiga, había pasado por la heladería vecina cuando vio el anuncio y creyó que era una señal del destino.

Últimamente, no creo en el destino. O, mejor dicho, no creo en nada.

Cuando me presenté a la entrevista fui sincera y le dije a la dueña que me faltaba rendir una última materia y que, obviamente, tardaría en obtener el título habilitante. Aduló mi honestidad y me confirmó que tenía dos entrevistas más por hacer.

El mismo día en que di mi examen final, llamó por la mañana no solo para desearme suerte sino para ponerme una positiva presión extra: si aprobaba, el trabajo era mío.

Emocionada, le conté a mi padre y se puso más que contento.

La noche anterior él confirmó que no me acompañaría a la facultad y lo entendí; no estaba físicamente en condiciones de hacerlo, porque aunque quisiera y el frío nocturno no era un buen aliado.

Su deficiencia renal lo ha resumido a huesos. No me arrepiento de haber tomado la decisión de estar aquí y disfrutar a su lado lo que le queda de vida.

Virginia es una mujer adorable y tiene dos hijos que son unos terremotos: Ian e Isabella. Ah, y un marido que es un bombonazo.

Sumida en mis pensamientos, imagino qué hubiera pasado si Romina no hubiera aparecido en el departamento de Leandro, si no lo hubieran drogado tal como él dijo, y si en algún momento nuestra relación saldría de las sombras.

Pienso miles de finales distintos y todos me conducen a un mismo punto: no estábamos destinados a estar juntos y admitirlo me atormenta.

―Mmm...¿en dónde estará esa cabecita? ―Mi jefa pregunta quitándose los guantes tras castrar a una gatita siamés. Presenciar las prácticas es enriquecedor y ella es una profesional muy didáctica ―. Dejáme adivinar, ¿mal de amores? ―Da en el clavo y sonrió sin decirle una palabra ―. Perdón, no quería entrometerme...―Tapa su boca, incómoda y de inmediato le doy un asentimiento explícito.

―...es complicado...

―Siempre es complicado ―dice y me recuerda a una de las mil conversaciones telefónicas que tuve con Leandro, cuando esa era la única palabra que parecía representar lo nuestro ―. Todos, en algún momento, la tenemos complicada. Te lo digo por experiencia. ―Salimos del quirófano y es hora de quitarnos las batas desechables.

No solo es mamá de unos pequeños hermosos, sino que su esposo parece haber salido de una pasarela parisina. La miro con intriga por saber qué tipo de problemas puede tener una mujer aparentemente perfecta como ella con una familia salida de la revista Caras.

Hace dos meses que estoy aquí y siempre se ha mostrado protectora y receptiva. Quizás sea bueno tener otra perspectiva de las cosas y conversarlo con alguien que no sea de mi círculo más íntimo.

Exhalo y me siento en el banco del pequeño vestuario donde nos arreglamos para ir al mostrador delantero.

―Me enamoré de uno de mis exjefes ―Cierro los ojos y echo la cabeza hacia atrás, apoyándola en la puerta del gabinete donde guardo mis pertenencias.

― ¿Un abogado? ―Demuestra que tiene una gran memoria; no he hablado de ellos más que en mi entrevista de trabajo.

―Sí, es uno de los socios.

―Suena interesante. ―Se cruza de piernas y se sienta a mi lado, atenta.

―Creo que el sentimiento era mutuo, pero las dudas de él y sus temores al compromiso fueron una gran barrera.

―Qué pena, ¿es por eso renunciaste a tu trabajo? ¿Para no seguir lastimándote?

―Ojalá hubiera sido solo por eso ―admito y todavía duele ―, salimos por unos meses, a escondidas. Solo mi hermano lo sabía ―resumo y agrego ―. Una noche, la de su cumpleaños, el festejo se desmadró y...él terminó acostándose con su ex.

Abre sus ojos turquesa, a punto de salírseles de las orbitas.

―¡Eso es espantoso, nena! ―Me frota la rodilla, compadeciéndose de mi mala suerte.

―Y falta más.

―¿Qué?

―Ella quedó embarazada esa misma noche.

―Jesús, María y José.

―Y los cuatro jinetes del Apocalipsis también. ―Bromeo y ambas reímos por mi comentario tragicómico.

―Lo seguís amando. ―Afirma cuando ve mi cara de enamorada.

―Sí. Es doloroso no hablar con él, no verlo. A veces creo que estoy enloqueciendo.

―¿Por qué lo decís?

―Me pareció verlo parado atrás de un árbol el día en que me recibí.

―¿Lo creés capaz de estar espiando entre las sombras?

―Una vez me siguió ―ella frunce el ceño, quizás pensando que es un acechador peligroso ―. No me dirigió palabra durante el trayecto y esperó a que estuviera cerca para desaparecer.

―Es un poco...raro.

―Leandro es raro en sí mismo. Bastante raro por tratarse de un tipo de 39 años.

―Con que te gustan grandecitos...―Me acomoda, toda maternal, un mechón de pelo detrás de la oreja; lo llevo bastante largo, lo suficiente como para atármelo en una colita.

Estoy pensando en cortármelo en el verano.

―Cuando te dije que todos la tuvimos difícil, es porque así fue en mi caso. ¿Sabés cómo conocí a Joaquín? ―La miro con intriga y, obviamente, niego―. Él es mi hermanastro.

Parpadeo y a mi mente vienen las típicas historias trilladas entre hermanastros que se enamoran. Pues bien, mi jefa era protagonista de una de esas y a juzgar por el frunce de su ceño, tiene pinta de drama.

―Nos conocemos desde que tenemos uso de razón. Mi mamá era su maestra de jardín, para que te des una idea.

―¡Waw!

―Su padre era separado, mi mamá viuda y bueno, se enamoraron. De hecho, tuvieron una hija, Lola, nuestra media hermana. Una familia ensamblada como cualquier otra ―relata con normalidad, como si se tratara de otra persona. Mira a un punto fijo, rememorando aquellos tiempos ―. Nunca nos sentimos hermanastros, siempre tuvimos en claro que no compartíamos sangre sino tan solo una casa. Su padre, Claudio, me quería como una hija y mi mamá, sentía lo mismo por él. Crecimos rodeados de los mismos valores, fuimos criados como una familia tradicional, hasta que llegamos a la adolescencia y nuestros sentimientos se transformaron en un amor que nada tuvo que ver con lo fraternal.

―Debe haber sido complicado que los demás acepten lo que sentían, ¿no?

―Fue una guerra. Nos veíamos a escondidas, obviamente, hasta que su papá se enteró y lo mandó a estudiar a Francia de un día para el otro.

―¿Joaquín se tuvo que ir?

―Obligado, casi a punta de pistola.

―¿Cómo hiciste para seguir adelante?

―Lo hice, no sé cómo. Terminé la secundaria, estudié veterinaria y estuve conviviendo con un novio. Por más de doce años, Joaquín y yo no nos vimos.

―¿No volvió a Buenos Aires en todo ese tiempo?

―No, mis padres solían viajar con mi hermana a visitarlo y yo me rehusaba a acompañarlos, diciendo que tenía que estudiar. ―Encoge sus hombros, aún faltaba el final feliz ―. Cuando ella cumplió quince, él regresó.

―Y la química también.

―Lógicamente. Ninguno de los dos era para entonces el adolescente cachondo que soñaba con escaparse lejos ―me guiña el ojo ―, sino que nos habíamos transformado en un hombre y una mujer que no se habían olvidado. ―Baja la mirada y gira su anillo de casamiento ―. Evitábamos hablar de nosotros, evitábamos vernos y pasar tiempo juntos...hasta que no pudimos evitarlo más y ¡fujjjjsss! Todo voló por los aires.

Recuesta su cabeza de lado y me mira.

―Fue un escándalo familiar, el papá de él casi muere en un accidente, nuestra hermana no quería hablarnos, mi mamá trató de estar de ambos lados. Una pesadilla...

―Una que terminó bien.

―Porque lo intentamos. Porque nos amábamos y estábamos convencidos que nuestro amor iba a arreglarlo todo. Llegó un momento en que no nos importó qué pensaba la gente, queríamos estar juntos e íbamos a luchar por lo que sentíamos.

―Eso es admirable, Gigi.

―Es posible, Maru...―su voz es tierna ―. Tu historia y la mía son diferentes, lo sé, pero ambas nacieron de las sombras. Cuando vencimos nuestros miedos, lo logramos.

―Virginia, él nunca logró vencerlos. Me dijo que me amaba una vez que me perdió. ―Gimoteo.

―Cada uno tiene sus tiempos, sus propias batallas por enfrentar.

―Me engañó. ―Ella se mantiene en silencio ―. Ahora mismo está esperando un hijo con otra mujer ―mi voz es endeble y no quiero llorar.

―Eso no lo transforma en un monstruo; es un hombre, un mortal después de todo ¿no?

―No puedo tolerar eso.

―En eso estoy de acuerdo: cada cual marca sus límites.

―Le prometí que lo esperaría, pero lo que sucedió con su ex fue demasiado.

Virginia se pone en cuclillas a mis pies y me toma de las manos. Como una hermana mayor, me da su consejo.

―¿Y si el caso hubiera sido a la inversa?

―¿A qué te referís?

―Si vos hubieras quedado embarazada de otro hombre, ya fuera por una borrachera o por un accidente, pero realmente lo amás a él, ¿no quisieras una segunda oportunidad?

Su pregunta me toma desprevenida, pero soy incapaz de responderle y lo entiende.

―A veces está bueno estar de ambos lados del mostrador. Es bueno tener una visión general de las cosas, ¿no te parece? ―De pie, me da un beso en la mejilla y atiende su celular.

Es su esposo, el otro protagonista de su sentida historia de amor.

¿Cuándo tendré la mía con mi propio final feliz?

Largo el aire comprimido en mi pecho de a sorbitos, dejando la pregunta en el aire.

****Espacio publicitario donado a la historia de Virginia y Joaquín jajajaja***

https://www.wattpad.com/myworks/58312927-11-050-once-cincuenta-vuelo-al-pasado

***

Regreso a casa sin haber dejado de pensar ni una sola vez en lo que hablé con Virginia.

―Ya llegué. ―Aviso y dejo mi cartera sobre una silla para cuando encuentro a la enfermera de papá hablando desesperadamente por teléfono.

―¡Es una emergencia, vengan rápido por favor! ―grita, y cuando me ve, señala la habitación de mi padre.

Voy corriendo de inmediato y parece que él estuviera durmiendo su siesta habitual.

―Papá...¡papá!―Exclamo, está tibio y no escucho su respiración. Sus ojos se mantienen cerrados y sus manos agarran el control remoto de su TV ―. ¡Papá! Despertáte viejo, no me hagas esta broma ―Comienzo a llorar y masajeo su pecho. Busco su pulso y no lo encuentro. La enfermera entra y comienza a hacerle respiración boca a boca. Él no reacciona y me quedo congelada por no sé cuánto tiempo hasta que escucho las sirenas en el frente de mi casa.

Vuelo para abrirles y el médico comienza a hacerme preguntas que apenas respondo.

Eva relata la historia clínica de mi padre con mayores detalles y cuenta sobre sus últimas horas:

Que papá se acostó por la tarde como todos los días.

Que no dijo sentirse peor que lo habitual.

Que la saludó con su tradicional: "nos vemos en un rato, Evita".

Agarro mi celular y llamo a mi hermano con las novedades mientras veo a los camilleros desplazándose por la sala de mi casa.

Cuando Eva sale de allí dentro me mira y niega con la cabeza.

―No pude, linda...no pude hacer nada ―Se arroja en mis brazos y al instante, lo sé.

Papá se fue.

Papá ya no estará para hacerme reír con sus bromas pesadas, ni estará para conocer a sus nietos. Tampoco para defenderme de grandotes fornidos que me arranquen el corazón.

Nos soltamos y me desplomo en el sofá, dejando que los profesionales hagan su trabajo. Aviso a Virginia el drama que me embarga y envío mensajes a Candela, mi amiga que vive en Londres y en este momento está de viaje en Bélgica con su novio; a Vanina, quien me brinda su apoyo incondicional y me dice que vendrá tan pronto como pueda y. por supuesto, también a Sebastián.

Pienso en Leandro, muero por contarle...pero no lo hago.

***

Las horas pasan en una nebulosa, como si estuviera drogada.

La sala velatoria está llena de gente, amigos, vecinos y el factor en común: la tristeza.

Mi hermano me aprieta la mano, no me abandona ni por un segundo.

Seremos solo nosotros contra el mundo. Nos miramos, enviándonos el mismo mensaje.

Sebastián llega junto a Dani y nos dan sus condolencias; Valentín lo hace más tarde con su esposa, así también como Luis e Irene.

Un dolor horrible se esparce por mi cuerpo, lo agarrota y lo inmoviliza.

―Ahora vengo, tengo un llamado. ―dice mi hermano dejándome frente al ataúd. Mi único consuelo es que papá se encontrará con mamá.

Mis manos cuelgan a ambos lados de mi cuerpo, inexpresivamente.

Recorro con ojos cansados la pálida piel de Marco Rossini; sereno, sus dedos se entrelazan con el rosario de cuentas de madera que la abuela Coca, su madre, le regaló para su primera comunión.

De repente, unos dedos cálidos y gruesos envuelven los de mi mano derecha. Bajo los párpados y sin mirar, sé quién es el dueño.

―Lo siento mucho, bebé. ―No me esfuerzo en repetirle que me duele regresar a esa intimidad porque hoy lo necesito a mi lado, junto a mí, sosteniendo mis pedazos, evitando que me rompa todavía más.

―Gracias...―me aferro a su mano y lo miro por sobre mi hombro. Está más delgado que la última vez que lo vi, sus ojos se muestran adoloridos y compasivos.

―Espero que no les moleste que haya venido. ―Susurra a mi oído, soplando apenas mi cabello; algunas personas se acercan y se persignan a nuestro alrededor antes de marcharse y dar su último pésame.

―Hoy no hay rencores. Hoy no. ―Le sonrío débilmente y él inspira profundo, con sus hombros ligeros.

No quiero separarme de él, no quiero que me suelte. Tampoco quiero que esa sensación de confort me ablande. Le pertenezco, en lo profundo de mi corazón, lo sé. Pero no podemos estar juntos.

Esteban aparece y se detiene, rígido, mirando nuestras manos.

No pregunta nada ni yo lo explico.

Hoy se trata de algo que va más allá de nosotros y lo que no pudo ser.

―Esteban, hermano, para lo que necesites. ―Leandro suelta mi mano y le da un gran apretón de manos, seguido de un fuerte abrazo.

Me aparto por un instante, dejándolo solos, viendo que hay un intercambio de palabras que prefiero no escuchar.

Recorro la sala encontrando pesar, bullicio y consternación. Nada volverá a ser como antes, jamás lo será.

Otro nuevo inicio, otro nuevo comienzo.

Últimamente, cada nueva etapa es dolorosa para mí.

***********************

Revista Caras: Publicación argentina que retrata la vida de ricos y famosos.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro