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12

Después de que apareció en mi casa, se ha tomado la "molestia" de enviarme diariamente un mensaje a la hora de dormir y uno, a primera hora de la mañana.

No respondo ninguno, pero me quedo mirándolos por horas.

Cuando la semana pasa y es nuevamente lunes, me preparo para salir y enfrentar al mundo.

Lo voy a ver después de largos días y eternas horas...y no sé cómo carajo voy a soportarlo.

Debo terminar de archivar unos papeles y digitalizar otros tantos. Mi día laboral quizás no sea de ocho horas, pero me la pasaré bastante tiempo en la oficina.

Cuando llego, Luis es gentil y pregunta por la salud de mi padre. Le explico su situación y ofrece su ayuda por cualquier cosa que necesitemos. Valentín también es muy amable.

Sebastián me da un abrazo de bienvenida y pide que reconsidere regresar cuando me gradúe. Se lo agradezco, pero le digo que mi decisión está tomada y que estaré enviando el telegrama de renuncia en los próximos días.

Cuando salgo de su despacho me encuentro con Leandro y mi mundo se detiene por completo.

―Buenos días Dr. Polsky. ―Soy fría, distante.

―Hola Maru. ―Traga, su cabello está extrañamente desordenado y sus ojos sin brillo.

Esquivo su imponente figura recordando lo mucho que me agradaba chocar con él, colapsar mutuamente y recorrernos una y otra vez. Ninguno de los dos avanza y es lo mejor.

Las horas allí dentro se convierten en un suplicio.

Escuchar su voz mientras habla con los chicos, verlo cuando le anuncio que tiene una cita o el solo hecho de alcanzarle unos papeles, son una tortura a la que jamás me acostumbraré.

A las cinco de la tarde, me despido de Valentín y le envió saludos a Trini; cuando es el turno de decir adiós a Leandro, aprovecho el momento en que está hablando por teléfono para escabullirme y retirarme.

Como una criminal, escapo y corro hasta el subte. Luego, en el tren, apretada y sin aire por la hora pico, trato de no desmoronarme.

He pasado el primer día y sobreviví.

Solo quedan un par más.

***

El resto de la semana es así de intensa e igual de dolorosa.

Continúo recibiendo los mensajes mañaneros y los de despedida, por la noche. Quiero perdonarlo, quiero estar nuevamente en sus brazos y quiero borrar todo lo que vi en su departamento.

Pero ¿con qué ánimos regresaría a ese lugar? ¿Cómo dormiría en la misma cama en la cual me engañó? ¿Qué habrá hecho con esas sábanas?

Cuando el viernes me despido anunciando que el miércoles próximo será mi último día, los chicos quieren organizar un "almuerzo en mi honor", y si no estuviera tan mal aspectada, sin dudas yo misma haría la reserva en un sitio bonito.

―Yo me encargo. ―dice Leandro saliendo de su despacho, serio y formal.

―Por favor, que no sea en un club nocturno. ―Desliza Sebastián, con un rastro de enojo en su tono.

Leandro lo mira con ganas de pegarle una trompada, pero se contiene.

―No hace falta nada ostentoso. De hecho, podemos pedir unas pizzas aquí mismo y...

―No, de ninguna manera ―me niega Luis ―fuiste nuestra empleada estrella, no merecés menos. ―Sus palabras son un cariño al alma, las tomo y le agradezco.

Cuando salgo de la oficina rumbo a mi casa, unos pasos pesados me siguen y sé a quién pertenecen. Estoy en el ascensor del edificio cuando veo a Leandro bajar por la escalera.

A mitad de camino hacia el subte noto su presencia, varios metros por detrás de mí. Sus ojos acechándome y cuidando mi andar.

Tomo el subte y él sube al vagón contiguo. 

¿Qué busca?¿Por qué me persigue?

Cuando bajo en Retiro, también lo hace.

Es excitante e inentendible.

Subo al tren con un poco de prisa y me acomodo junto a la puerta, el único sitio en el cual quepo. Es fácil identificar cuando él también ingresa; le lleva más de media cabeza a la mayoría de los pasajeros.

Esbozo una sonrisa y la capta; también curva sus labios hacia arriba.

Los próximos cuarenta minutos nos perdemos en la multitud que nos rodea; le robo miradas y lo descubro con sus ojos posados en mí. Mi cuerpo se calienta porque conoce cada uno de sus poros, cada uno de los trazos de tinta que lo cubren.

Me ha contado el significado de todos sus tatuajes. Tiene catorce, ocho de los cuales están en su brazo izquierdo y se entrelazan contando una historia de hadas como la que "Rata Blanca" canta.

El resto de ellos se esparcen en su otro brazo, parte izquierda de su torso y uno en su muñeca derecha: el nombre de su madre Alicia en bella caligrafía.

El vagón se vacía a medida que la gente baja y cada vez quedamos menos en el interior. Un asiento se desocupa tres estaciones antes de la mía y tomo asiento solo para matar el tiempo.

Él no se mueve de su lugar, continúa junto a la puerta. Sus ojos azules metálicos desvistiéndome con cada parpadeo. Es como un león enjaulado, peligroso, dominante e impredecible.

Pierdo la vista en el cristal, el paisaje urbano yendo a la misma velocidad que la de la sangre que pulsa en mis venas.

Minutos después me pongo de pie y me ubico frente a las puertas, lista para salir en primer lugar. Leandro hace lo mismo en la puerta siguiente.

¿Hasta dónde llegará su persecución?

Camina detrás de mí en el andén. No me rodea, no me hostiga con su cercanía; me cuida desde donde está. Como un guardaespaldas, como un protector.

Como un ángel guardián.

Se me hace un nudo en la garganta porque no tendríamos que estar pasando por esto; ahora mismo deberíamos estar tomando nuestro té de la tarde o incluso, quitándonos la ropa después de un largo día laboral.

Hago las diez cuadras que me separan de mi casa paterna mientras saludo a algunos vecinos con los que me cruzo. En una esquina, me detengo en el semáforo.

Miro por sobre mi hombro y Leandro ya no está.

Volteo hacia el lado opuesto y no lo encuentro.

Me siento...extraña.

Por más de una hora tuve sus ojos puestos en mí y no sentí miedo, sino alegría.

Ahora, aun con pocos metros por delante, estoy insegura.

Llego a mi casa sin su sombra como compañía.

Se ha ido en alguna parte del camino y mi lado masoquista desea que hubiera continuado conmigo hasta el final. Supongo que así ha sido nuestro romance: intenso al principio y en algún punto se quiebra y se desvía del camino original.

Por la noche, espero su habitual mensaje...el cual no llega.

¿Habrá regresado bien a su casa?

Me consume la preocupación, pero sé que si cedo y le escribo, puede que abra una puerta que no podré cerrar nunca más.

***

https://youtu.be/zpSBU0eUmmw

"La oreja de Van Gogh" canta "Deseo de cosas imposibles" y nunca estuve tan de acuerdo con la letra de un tema musical.

Doy vueltas en la cama sin poder concentrarme en mis apuntes. Faltan casi seis semanas para mi examen final y aunque ya he leído todo mi material de estudio, me invade esta incertidumbre en torno a Leandro.

Hacia el fin de semana, espero por una conexión tampoco llega.

Lo veo en línea, lo que echa por tierra que haya sido abducido por un ovni.

¿Qué pretendo con que me escriba?¿No le pedí acaso que me dejara en paz?

¿Romina estará ocupando mi lugar?

No quiero volver a pensarla, no quiero regresar mi cabeza a su cuarto e imaginar cómo han sucedido las cosas.

Basta, Marisol, él se acostó con ella y punto.

Me encierro en mis libros hasta el miércoles; mi hermano no pasa su mejor momento con Guadalupe y en tres meses se casan. La crisis es palpable incluso para los de afuera, quienes vemos el modo en que intercambian opiniones acaloradas sobre los invitados a la boda y sus ubicaciones; también, por el costo del vestido que ella se mandó a traer especialmente de Nueva York.

***

En la oficina, me esperan globos y banderines y sé que esto no es obra y arte de los chicos: Dani lo ha organizado todo. Cuando aparece con su beba anclada en su cadera, no me quedan dudas al respecto.

―Ya sabía yo que Sebas no había preparado esto. ―dije y nos estrechamos en un gran abrazo. Luna succiona su chupete y esconde la cabecita en el hombro de su madre.

Luis despide a unos clientes y Valentín me recibe con un fuerte aplauso. No parece haber rastros de Leandro, y por un momento, dudo si realmente vendrá.

La mañana pasa volando, es un día frío y el sol apenas encuentra sitio entre las nubes.

―¿Y el Gringo? ―Daniela mece a su nena, tratando de dormirla después de haber jugado con ella por un buen rato en el despacho de Sebastián.

―Debería estar aquí ―Responde su esposo y como en un pase de magia, la puerta del estudio se abre y Leandro hace su entrada triunfal con un paquete brilloso en su mano.

―Hola, hola, perdonen la tardanza ―Levanta sus palmas junto a sus disculpas ―, pero el tráfico era un desastre.

―¿Siempre echándole la culpa al tráfico, vos? Tendrías que comprarte un helicóptero ― Replica Daniela, protestando mientras sienta a su hija en el cochecito.

No opino al respecto, ni siquiera lo miro cuando hace su saludo general.

―Bueno, ahora que estamos todos, ¿arrancamos? En lugar de almuerzo vamos a terminar yendo a cenar. ―Luis le da una palmada en el hombro a Leandro, quien, antes de marcharnos, me entrega lo que traía con él.

―Esto es para que nunca te olvides de nosotros. ― dice inesperadamente. Nadie, de hecho, esperaba este gesto, por lo cual intuyo que el regalo fue solo una idea suya.

―Oh, bueno, gracias...no era necesaria la molestia.

Miro el envoltorio dorado, buscando las cintas para despegar el papel sin romperlo. Es muy lindo – y duro - para rasgarlo.

Desarmo el moño y encuentro un bello portarretratos de plata labrada con una foto que sacamos poco antes de navidad: Leandro y yo en el centro, con los gorros navideños que conseguimos en un "Todo por Dos Pesos", en tanto que Sebastián, Luis y Valentín por detrás, con las copas en alto.

Es un bello gesto. Me conmueve y me hace temblar el labio cuando lo exhibo al resto de los chicos.

―¡Qué lindo regalo! ―dice Dani tomando el portarretrato para sí. Sebastián mira a Leandro y le sonríe en una clara aceptación, como si esto también hubiera sido hecho para sumar puntos por lo que sucedió en su cumpleaños.

―Me gustaría tener una de estas en mi despacho ―afirma Sebastián ―. ¿Puedo pedirte una copia?

―Por supuesto ―responde su primo ―, realmente hicimos un buen equipo, ¿no? ―Sus ojos se desplazan hasta los míos con el doble sentido implicado; nadie parece sospechar el verdadero significado de esto.

Apartando la emotividad, guardo el retrato en su caja y lo apoyo en mis escritorio para cuando alguien toca la puerta y los planes de almorzar se ven postergados por unos minutos más.

―Un momento por favor. ―digo mientras todos se ponen sus abrigos y bufandas.

Abro y creo estar viviendo una pesadilla: Romina Vidal y su estela de perfume importado y pesado están en la oficina.

Lejos de la actitud presumida de siempre, luce afectada.

Con gafas oscuras, su cabello recogido en un rodete alto y poco maquillaje se diferencia de la modelo con el look atrevido que la caracteriza.

―Oh, perdonen ¿vine en un mal momento? ―Me esquiva y entra. Se quita los anteojos de sol y observa los globos y los banderines de colores ―. ¿Alguien cumple años? ―Formula otra pregunta que nadie responde. Me apiado de ella por un instante.

―Es mi despedida. Renuncié. ―Anuncio como si le importara.

―Oh...―Inmediatamente mira en dirección a Leandro y no sé si es pura casualidad o porque sabe algo de nuestro romance secreto ―. Bueno, espero que tengas una propuesta superadora. ―Sonríe falsamente o no. No lo sé. Tampoco me interesa.

―Gracias, pero todavía no empecé a buscar otro trabajo.

―¿Y cómo vas a vivir entonces? ―Acusa y me deja parpadeando, desorientada.

―¿A qué viniste, Romina? Justo estábamos por salir a almorzar. ―Leandro da dos pasos hacia ella, su mirada es fría.

Todos los miramos a ellos, esperando respuestas.

―Que...quería hablar con vos. ―Balbucea.

―Creí haberte pasado el contacto del colega que seguirá adelante con tus asuntos contractuales. Ya terminamos con nuestra relación cliente-abogado ―Informa con gesto adusto.

Yo no esperaba que hubiera tomado semejante decisión ya que ella representa un gran número para la cuenta del estudio, pero me alivia mucho que lo haya hecho.

―Sí, entiendo...pero...¿podríamos hablar en privado? ―Romina insiste y todos comenzamos a frotarnos las manos. Nadie se mueve de su lugar.

―No hay nada privado entre nosotros. Cualquier cosa que quieras decirme, hacélo frente a mis amigos.

―Yo preferiría...

―No me importa lo que prefieras ―Es duro y Daniela abre los ojos asombrada ante su determinación. Valentín se cruza de brazos, esperando el combate ―. Hablá o te vas por donde viniste.

Romina termina asintiendo con la cabeza y a juzgar por el leve rubor de sus mejillas, intuyo que está incomoda con esta situación.

Vaya novedad.

¿Qué será eso tan importante e íntimo que tiene para decirle a Leandro? ¿Serán unas disculpas? ¿Una invitación a seguir enredándose?

―Bueno, que conste que yo quería que hablemos sin público ―explica, nerviosa. Se ajusta las solapas de su gran tapado y se muerde el labio.

Comienza a manejar los silencios como la actriz que es. Especula con nuestra ansiedad y con la seguridad de Leandro.

―Vamos Romina, esto no es un reality. No te va a subir el rating porque hagas una pausa de uno o tres minutos ―Leandro se muestra irritado y la presiona. Nadie es capaz de discutirle algo.

―Estoy embarazada, Gringo, y obviamente, este bebé es tuyo.

La bomba cae entre nosotros.

Las esquirlas vuelan y creo que todas me han impactado.

¿Embarazada?¿Qué mierda significa...?

Hago cuentas mentales; han pasado casi veinte días del cumpleaños de Leandro...

...O sea que si ella...

Mi cabeza trabaja a destajo deseando que todo esto sea una mentira.

Rápidamente hago un relevamiento visual de mis compañeros: a excepción de Dani, quien cubre su boca con ambas manos, los hombres se mantienen imperturbables.

Trago, evitando llorar y caer al piso. Mis rodillas flaquean e instintivamente retrocedo para sostenerme en el escritorio, rogando porque todos estén tan absortos en Romina y Leandro que no sean capaces de ver que estoy por desmayarme.

―¿Qué estás diciendo? ―Leandro reacciona y se le acerca.

No quiero que la toque, no quiero que le hable, no quiero que la mire nunca más en la vida, pero si lo que acaba de decir es cierto, cualquier esperanza de perdonar a Leandro muere instantáneamente.

―Lo que todos escucharon. ―Ella sonríe de lado con ironía y sin humor.

―Luis, Valentín, Dani, Maru, vamos a almorzar. Lo que suceda de ahora en más, ya no nos compete. ―Sebastián toma la palabra, arengándonos a salir, ignorando que, a mí, esta situación me compete demasiado.

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Retiro: uno de los centro de trasbordo de buses y trenes más grande la Ciudad de Buenos Aires.

Rata Blanca: banda de rock argentino, autora de la canción "La leyenda del Hada y el Mago".

Todo por dos pesos: tienda de productos baratos, generalmente de menos o "de dos pesos", muy popular de los noventa, en Argentina.

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