7
El alcohol y mi bocota no se llevaban bien y cuando dije lo que dije, supe que estaría en problemas. Esteban huyó tal como imaginé que haría, al igual que esperé que Marisol me atacara a preguntas.
―Boluda, ¿avanzaste a mi hermano? ―No parecía haber rastros de bebida en su voz.
―Estaba en pedo...y bueno, no sé...―Hice un gesto desdeñoso con la mano mientras caminaba por la sala buscando mi cartera.
―¿Adónde vas ahora?
―A casa de mi abuela...
―No, no, no. De ninguna manera, ¡vos te quedás acá, a dormir conmigo y a hablar de mi hermano! ―La Santa Inquisición venía por mí.
―¿No podemos dejar todo cómo está? Fue algo que pasó hace mil años y que, en definitiva, tampoco fue tan importante. ―Caí nuevamente desplomada en el sillón. Me estallaba la cabeza por el alcohol y por el cuestionario venidero.
―Te conozco lo suficiente como para saber que lo dijiste porque algo te quedó pendiente. ¡Tramposa!
―No quedó nada pendiente. ―Ni siquiera me atreví a mirarla.
Marisol no me creyó ni una palabra y en postura de análisis, cruzó sus brazos y se sentó en la mesa de madera maciza frente a mis piernas.
―¿Qué?
―Tu primera vez no fue con él...―Lo afirmó, ella sabía que fue con un chico que conocí en Londres a los seis meses de haber volado para allá.
―No.
―¿Por qué no?
―¿Perdón?
―A ver ―Empezó a mover las manos en torno a su cabeza, organizando sus pensamientos.
Oh no, esto sería eterno y doloroso.
―Cande, soy tu mejor amiga, crecimos juntas y pasamos un montón de mierda juntas. Que me confieses que tenías un crush por mi hermano no va a cambiar la historia, en todo caso me pregunto ¿cómo no me di cuenta? ―Comenzó a reírse con fuerza.
―Maru...dale...dejálo ahí, por favor.
―¿Qué hay de malo en que reconozcas que tenías un enamoramiento adolescente con mi hermano? ―Largó y mi cara me traicionó lo suficiente como para que ella haga una breve recapitulación que transformó sus gestos ―. A menos que...―bajé la mirada, leyendo lo que vendría a continuación ―: ¿vos estabas enamorada, como realmente enamorada de él? Y lo que me da más curiosidad, ¿todavía sentís cosas por Esteban?
―Shhh, che, dejá de decir boludeces.
―Cande, ¿cómo no me lo dijiste?
―Maru, ¡ya pasó! Lo que pasó fue una situación aislada: me gustaba tu hermano, tomé un poco de más la noche de egresados, él estaba sin su novia y me aproveché de esa situación para tirármele encima. Tan fácil como eso. ―Resumí.
―¿Él te correspondió? ―Mis mejillas se encendieron. Cerré los ojos rememorando que al principio ignoró el impacto de mis labios contra los suyos en el pasillo oscuro y lleno de gente, pero luego, metió la lengua en mi boca y nos exploramos como dos muertos de hambre.
Evité los detalles escabrosos. Evité decirle que los dedos de la mano izquierda de Esteban bajaron por mi espalda y navegaron por debajo de mi pollera de jean, aferrándose en mis nalgas. Tampoco era necesario contarle que me corrió la tanguita diminuta que me había puesto para él y que tocó la raja de mi culo y se humedeció las yemas con los jugos que mi entrepierna liberaba.
Mucho menos le diría que su mano derecha amasaba mi teta y pellizcaba mi pezón mientras mis manos le frotaban la barra de acero que se escondía bajo sus jeans.
―Cande, ¿él te correspondió? ―Su repregunta me devolvió a la realidad. Me humecté los labios pasando mis lengua por ellos y meneé mi cabeza, dándole retazos de información.
―Fue un beso, apasionado, pero después salió con el discurso de que estaba de novio y no era justo para Guadalupe ni para mí.
―¿En serio no te siguió el tren? ―Puso los ojos en blanco y se frotó la cara cuando volví a negárselo ―. Fue un boludo.
―¿Por qué? Fue honesto, fiel a su novia y evidentemente tampoco tenía ganas de estar con una virgen inexperta.
―Me juego la cabeza que se moría por ser tu primer hombre, amiga.
―¿Si?¿Te parece? Nah. ―Fruncí la nariz, queriendo saber si ella alguna vez había escuchado algo o su hermano le dio pistas de eso.
―Esteban jamás me dijo nada ―confirmó para mi tristeza, pinchando mis teorías ―, pero la forma en que te miraba cuando cenábamos o las discusiones tontas que tenían...¡era obvio que le gustabas! Tengo que reconocer que cuando presentó a Guadalupe como su novia me desconcertó, pensé que quizás estaba esperando que tuvieras dieciocho para tratar de hacer algún movimiento con vos.
―Pero yo me iba en diciembre...―Desde el mes de octubre que sabíamos que me iba antes de finalizar el año.
―Si, lo sé...y quizás tampoco quiso que te ilusiones por esa misma causa...
Charlar sobre algo que pasó y no pasó hace diez años era surrealista. Resultaba catárquico hablarlo porque ella era mi amiga y él era su hermano, pero aun así se sentía extraño.
―Maru, no te lo dije porque tenía miedo de que te enojaras, que dejáramos de ser amigas. ―Me sinceré, ese miedo había estado muy vigente.
En aquel entonces resultó tan difícil conectar y contar con amigas sinceras, que no quería poner en riesgo lo que teníamos. Sin embargo, yo estaba enganchadísima con su hermano y de no ser por el alcohol, nunca me hubiera animado a dar el paso que di.
―¡Tontona! ―Extendió sus brazos buscando los míos. Cedí y terminamos fundiéndonos en un cálido abrazo ―. Me hubiera encantado que sean novios y que te hubieras quedado acá.
―No siempre nos tocan cartas buenas, amiga. ―Gimoteé, sensible. Cuando nos apartamos, ambas estábamos llorando como dos Magdalenas.
―Lo sé, te entiendo ―suspiró sospechosamente ―, algunas veces tenemos que hacer simplemente lo que es correcto y dejarnos llevar. ―Sus hombros bajaron, pesados. Su mirada no era la de Maru, siempre esperanzada y feliz.
―Marisol, ¿vos estás bien con este tema del casamiento? Sinceramente, por estar a diez días de un matrimonio con toda la pompa no te veo ni por asomo un poco afectada.
Mi amiga se puso de pie, apartándose de mí, dándome la espalda.
―Supongo que eso hacen las wedding planners, suegras y cuñadas, ¿no? ―Chasqueó la lengua ―. Ellas quisieron encargarse de todo y les di el ok. Yo no quería stress y lo solucionaron. Todos salimos ganando. ―Giró, su labio temblaba.
―De ningún modo estás ganando algo, Maru. Entiendo que a una wedding planner se la contrata para organizar cosas que están fuera de tu alcance, pero ¿qué tienen que ver tu cuñada y tu suegra en esta historia? Es tu casamiento, no el de ellas.
―Todos queremos que las cosas salgan perfectas.
―¿Y por qué no lo estarían si están supervisadas por vos?
―Porque...―Tomó aire, vi su puja interna en la forma en que se frotó el pecho ―, porque yo nunca tuve dinero ni me codeé con gente importante. No sabría distinguir entre una margarita o una cala. No sabría escoger el mejor vino para la recepción o el plato principal.
―¿Te dijeron eso? ―Mi boca fue una enorme O, no dando crédito a lo que oía.
―No, claro que no. Ellas no dicen esas cosas. ―Entrecomilló, dándome a entender cuán brujas eran y lo pollerudo que Pedro resultó ser.
Cuando lo conocí, realmente quedé sorprendida por lo distinto a mi amiga que era. Cuarentón, empresario, seguro de sí mismo y un tanto...desabrido.
Pedro solía hacer comentarios molestos sobre la servidumbre – palabras horribles si las hay – y enfocarse en la vestimenta y comida de su novia.
Maru había ganado una enorme batalla contra la anorexia cuando era chica y que el tipo tuviera esa clase de pensamientos, me embroncaban. Cuando Marisol me dijo que le insistía que ganara peso, terminé por detestarlo. ¿Por qué motivo ella no se había sincerado con él hablándole de su pasado?
Sin embargo, ¿yo qué podía decirle? Hace años estaba al lado de un tipo al que no amaba y a su vez, fantaseaba con un "qué hubiera pasado si..." que no me dejaba en paz.
No volvimos a conversar de su boda ni de mi inexistente relación sentimental con su hermano. Aprovechando la cama de dos plazas de su habitación dormimos juntas como tantas veces, esperando que la resaca nos tratara bien al día siguiente.
***
Pasé todo el miércoles esperando que Esteban viniera a jugar ajedrez con mi abuela, pero no sucedió. Desilusionada, antes de ir a la cama por la noche, pregunté al pasar por él.
―Dijo que se complicó su día en el consultorio y que, además, no quería invadir el tiempo abuela- nieta. ¿No es adorable? ―Se aferró a su desabillé celeste con puntitos azules.
―Oh, sí, desde luego...―Besé su frente y me fui a dormir; sin siquiera haber venido, él hizo jaque mate a mi cabeza.
***
Como si hubiera viajado una década atrás y nuevamente me miré en el enorme espejo de la entrada de la casa familiar de Marisol.
Estábamos preparándonos para su despedida de soltera en un boliche en San Isidro. Su amiga Vanina, a la que aún no conocía y nos pasaría a buscar en breve, reservó una mesa para cenar y reírnos un rato antes de que comenzara el show. Marisol bromeaba sobre la posibilidad de contratar un stripper, algo a lo que se negó rotundamente, pero aun desconfiaba.
―Si Vanina no me hizo caso y contrató a un tipo, espero que no sea como Danny De Vito en Friends ―Estallamos en carcajadas, yo agarrándome la barriga.
La arengué para que se pusiera algo provocativo. Si iba a ser su última salida de soltera, tenía que tirarse todo encima; logré que se vistiera con un vestido de lentejuelas negro, corto por arriba de las rodillas y aferrado a cada una de sus delicadas curvas. Sin abandonar la vergüenza del todo, se cubrió con una campera de jean celeste desgastada.
Yo opté por un vestido rojo con una falda amplia, liviana y veraniega. También lo completé con una campera de jean, la mía era blanca, y unas sandalias romanas bajas. Mi metro setenta no quería sobresalir aún más del grupo.
―Estamos hechas dos perras. Esta noche nuestros hombres no importan. ―Mis manos descansaban en sus hombros y mis ojos muy maquillados en los suyos, a modo de charla motivacional.
―No puedo creer que esté a una semana de casarme.
―No puedo creer que estés por casarte mientras esas dudas sigan nublando esos ojos hermosos que tenés, amiga. ―Me había prometido no cuestionar su decisión, siendo esto muy difícil. Apostaba a que Marisol no deseaba casarse y no supe por qué demonios se resignaba a aceptar que era su destino.
Una idea cruzó mi cabeza. Me aparté de ella y le pregunté sin pelos en la lengua.
―Maru, ¿estás embarazada?
―¿Qué? ¡No!
―Uff....bueno...eso es...un alivio.
―Yo quiero ser madre, pero no ahora. Bueno, no es algo en lo que tenga voz y voto...
―Wowo, wowo...¿qué, qué? ¿Cómo que no tenés decisión sobre cuándo quedar embarazada? Entiendo que a veces "ocurren" accidentes, el calor del momento y esas cosas, pero nadie puede obligarte a ser madre. ―Puse mis manos en jarra. De tener cerca a su futuro esposo le borraría los dientes de la cara.
―Pedro quiere casarse y tener hijos, eso no está en discusión, pero no durante el primer año. Él está en sus cuarenta y la familia lo presiona para que tenga un hijo que siga el legado...pero hay ciertas cositas que hacer antes...
―¿Vas a ser madre cuando solo para complacer a una familia que quiere un heredero? ¡No estamos en la Inglaterra medieval! ―Bueno, pensándolo bien, ahora mismo había una monarquía en ese país...
―Cande, no quiero hablar del tema. Hoy se trata de divertirnos, ¿dale? ―Elegantemente se escabulló del tema. El timbre la salvó ―. Debe ser Vanina. ―miró su teléfono con un mensaje de su amiga ―. Es ella, está afuera. ―Confirmó.
Cerramos la puerta con llave y caminamos los metros de patio delantero hasta llegar a una EcoSport roja tripulada por Vanina Juárez.
Tras las presentaciones de rigor, fue fácil congeniar con ella. Era una pelirroja - natural- muy simpática y divertida. Teníamos el mismo sentido del humor sarcástico y agradecí que en mi ausencia Marisol estuviera bien cuidada.
Claro que no era como si fuera una niña indefensa, pero rápidamente creamos un frente unido en contra del prometido de nuestra amiga. No lo hicimos explícito hasta que estuvimos dentro del baño del boliche, cuando vomitamos cuánto nos desagradaba Pedro.
Un par de anécdotas, como la de la bikini y el contacto de una cirujana plástica, me dieron vuelta el estómago.
Después de varios minutos de conversar allí dentro y retocarnos el maquillaje, salimos a la pista a unirnos al resto de las chicas.
No éramos un grupo grande, lo que me permitió hablar en pequeñas dosis con cada una de ellas. Virginia, su jefa, se había quedado solo para cenar. Su super panza y el verano apenas le permitían caminar.
Daniela era la esposa de un reconocido abogado penalista que había sido el jefe de Marisol cuando trabajaba en su estudio jurídico; Trinidad se había casado con uno de los socios del bufete llamado Valentín e Irene, con Luis, el tercer socio.
El clima era distendido y aunque el tema en común eran los niños y las peripecias que hacían como madres para mantener el hogar en armonía, las anécdotas me sacaban más de una carcajada y lágrimas de alegría.
En tanto que Daniela era la más verborrágica y quien destacaba el lado alfa de su esposo, Trinidad demostraba tener "los pantalones" de la casa. Era policía, fuerte y valiente, y madre de un bebé de un año y medio que había tardado en llegar a la vida de ella y su marido.
Irene era la más silenciosa de todas; estaba casada con Luis Grinberg desde los dieciocho años. Llevaban veinte de casados y dos hijos adolescentes en común.
Agitándonos como posesas en la mitad del salón cuando las mesas desaparecieron, las luces estroboscópicas nos enceguecieron, centelleando sobre nuestros cuerpos desatados. Trago en mano, agradecí que Vanina no hubiera contratado ningún tipo que enriostrara sus atributos en nuestras caras.
Con ganas de hacer pis nuevamente a causa de todo el líquido que tomé, avisé a mi amiga sobre mis planes. Esquivando gente en dirección a los sanitarios, no fue sino una mano grande y conocida la que me tomó de la muñeca y me capturó del tumulto.
Una mano que, esperaba, tocara más que mi brazo.
----------------------------------------------------
Pollerudo: dominado por una pollera, o sea, por una mujer.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro