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13

Una gota de sudor frío cae por mi espalda.

La situación es horrible, pero es justo enfrentarla de una vez.

No teníamos más tiempo, lo dilaté durante toda la cena hasta que debí ponerme los calzones de hombre y avanzar.

―Maru, en la despedida de solteros presencié un hecho...mmm...desagradable con tu futuro esposo. ―Busco las palabras correctas, siendo delicado en mi tono de voz mientras le rozo los nudillos con mi pulgar.

―Oh...bueno...en las despedidas de soltero suelen haber strippers que a veces se pasan de la raya ―su voz nerviosa, acusaba. Evidentemente estaba dispuesta a aceptar esa clase de escena.

Quizás hubiera sido más fácil mentirle y decirle que una de esas chicas se había frotado en la falda de Pedro, que le había hecho un baile privado y ya. Pero no era el estilo de Pedro y si se le daba por preguntar a los amigos de su prometido, mi acusación no tendría sustento.

Bueno, tampoco parecía ser el estilo de mi futuro cuñado que se la mamen con la puerta abierta.

―Maru, no hubo strippers en la casa de Cañuelas ―confirmé, Cande me miró con una sonrisa medida. También era partidaria de la verdad absoluta.

Pobre de ella, tendría que recoger los pedacitos de mi hermana cuando supiera lo que pasaba.

―Esteban, me estás torturando. Decime qué es lo que pasó.

Inspirando profundo, no quise agregar dramatismo teatral.

Sin embargo, eso hice porque mi hermana me golpeó el brazo, apurándome.

―Escucháme con atención: esto es horripilante y si se lo conté a Cande es porque no podía quedarme con esta verdad atragantada.

―¿Cande lo sabe?

―Esperá. Antes de juzgar, esperá a que te diga lo que vi.

―Me cansé de esperar.

―Maru, encontré a Pedro y a una mujer en una situación íntima.

Su espalda se pone como una tabla. Instintivamente, arranca sus manos de las mías y se las coloca sobre su regazo.

―Situación...íntima...―Mastica las palabras ―, ¿cuán intima?¿Un beso de lengua?¿Un abrazo efusivo?¿Algo más? ―De repente se puso de pie y sus manos rodearon su cabeza ―. ¡No dejá, no me digas!¡Bueno sí, decime!¿Con quién?

Su confusión era evidente; Candela la agarró de los hombros, deteniendo su marcha en círculos.

―Maru, calmáte y dejá que te responda todo eso o más. ¿Dale? Sentáte ―la arrastro hacia la silla. Lágrimas espantosas corren por la cara de mi hermana, rompiéndome el corazón.

―La mujer le practicaba sexo oral, Maru. Él estaba en la biblioteca de la planta superior. Yo salía del baño cuando los escuché y al pasar, la puerta estaba entreabierta...era una chica castaña y...

―¿En serio me estás diciendo esto? ―Súbitamente, su semblante cambia. Arrastra los rastros de su llanto y salta de la silla como resorte, como si su cabeza hubiera hecho un click ―, ¿en serio me querés hacer creer que todos los hombres engañan a sus prometidas un par de días antes del casamiento?

Oh, oh...

―Maru, lo mío...lo mío fue distinto. ―Demasiado distinto de hecho, pero no era momento de hablar de mi experiencia sino convencerla de mi verdad.

―¿Distinto?¡Dejaste plantada a tu novia por una trola!¿Siquiera te acordás el nombre de la stripper esa?

―Marisol, focalizáte ―La suave voz de Candela buscó calmarla. En vano.

―¿Y vos? ¡Pensé que eras mi amiga! ¿Cómo pudiste dejarte llevar por las mentiras de mi hermano? ―se aleja, ofuscada ―. Ahora entiendo, como a ninguno le gusta Pedro no sabían cómo mierda alejarme de él. Yo sé que no es el mejor de los hombres, pero me va a dar una familia, estabilidad, una casa que no se caiga abajo. ―Enumeró como si sus cualidades fueran los productos de un supermercado.

―Maru, el tipo estaba con otra mina. ―Insistió Candela, ni ella ni yo esperábamos esta defensa.

―¡La mina estaba mamándosela! Técnicamente no es un engaño. Es como si él hubiera usado una muñeca inflable.

―¿Qué? ―gruño con el horror instalado en mi voz ―. Eso no es un consuelo. Es tu futuro esposo, no puede...ninguna mujer tendría que tocarlo más que vos.

―El muerto se ríe del degollado ―es irónica, me lo había ganado.

―Maru, quiero lo mejor para vos. Decirte la verdad, aunque duela, es amar.

―Gracias señor "hago todo bien menos tener una vida propia", pero no necesito de tus inventos para separarme de Pedro. ―Desencajada, hunde su dedo en mi pecho ―. Y si no te molesta, ahora me voy a mi casa a dormir. Mañana me espera una última prueba de maquillaje y terminar de hacer otras cosas para mi casamiento.

Enfurruñada, va hacia la puerta; Candela eleva sus hombros, agarra su bandolera y la sigue.

La puerta sonó detrás de ellas y rogué por que el edificio no se viniera abajo pro el impacto.

 Por suerte, eso no sucedió.

***

Una hora más tarde, recibí una llamada de Candela .

―Hola.

―Hola, ¿cómo está? ―pregunté hablando entre susurros innecesariamente, ya que no había nadie más que yo en mi casa.

―Recién logró dormirse. No quise darle ningún tranquilizante por todo el alcohol que chupó en tu casa.

―No pensé que terminaría justificando a Pedro.

―Ni yo, pero sospecho que hay algo oculto en todo esto.

―¿Oculto? ―Tomé asiento en mi sofá.

―En ningún momento lo defiende como una mujer enamorada; en tu casa no hizo más que decir que él era un tipo estable, correcto...nunca dijo "es el amor de mi vida" o cosas así.

―Es cierto.

―Espero que mañana entre en razón.

―¿Te quedaste en la casa?

―Sí, no confiaba de que no se baje la alacena de whiskies viejos de tu papá. ―Sonrió y por primera vez en lo que iba desde mi confesión, aflojé mis hombros.

―Gracias por estar acá conmigo, y allá, con ella. Me va a odiar para siempre...

―No es nada ―chasqueó su lengua ―, se los debía. No estuve con ustedes en momentos especiales y eso hacen los amigos, ¿no?

―Amigos...―Recalqué, reacomodándome en el sofá.

Un suave click se escuchó del otro lado de la línea telefónica.

―¿Qué fue ese ruido? ―Curioseé.

―Estaba cerrando tu habitación con llave.

―Así que vas a dormir en la que fue mi pieza.

―Sí...―afirmó tentadoramente ―. Lamentablemente no hay fotos tuyas, solamente algunos trofeos.

―La idea era transformarla en una habitación de invitados, pero quedó por la mitad. El colchón es bastante nuevo.

―Sí, es cómodo ―Su tono agitado me advirtió que se acababa de acostar. Mordí mi labio, con una idea en mente. Apagué las luces de la sala y me fui a mi cuarto.

―¿Qué tan confortable?

―No tanto como el de tu casa, pero...

―Me gustaría que estés acá. ―Probablemente era tirar mucho de la cuerda, pero me la jugué.

―Y a mí también ―Gimoteó.

Bien, ¡Esteban!

―¿Qué estás haciendo ahora? ―Puse mi celular en el hueco entre mi hombro y mi cuello para tener la posibilidad de maniobrar con mayor comodidad. Mi mano bajó a mi miembro, durísimo y húmedo.

―Rememorando

―¿Qué cosa?

―El modo en que se sentían tus manos en mi cuerpo. ―Esta chica es mi muerte.

―¿Y cómo se sentían?

―Calientes, generosas.

―¿Qué te gustó que te hicieran?

―Todo. Fuiste muy hábil.

―Gracias por el cumplido.

―De nada. ―Mi mano subía y bajaba con rudeza; su respiración, entrecortada y necesitada ―. Contáme que estás haciendo.

―Cosas chanchas ―susurró y me quedé esperando porque ampliase ―, me estoy tocando. Pero nada se siente como tu lengua y tus dedos. ―Mierda, yo ya estaba como Thor empuñando el martillo.

―Yo también estoy recordando a tu boca chupándomela.

―Mmm...qué delicia. ―dijo. Cerré los ojos. El orgasmo se encontraba a la vuelta de la esquina.

―Tengo ganas de saborearte, Cande. De mordisquearte, de besarte hasta que no sienta los labios. Acariciarte hasta que mis huellas digitales sean parte de tu piel.

―Ay, Esteban, no podés decir eso ―Sonó desarmada, al borde.

―Sí, puedo. Y puedo decirte que quiero probar toda clase de posiciones, de lugares y de momentos con vos.

―Sí...eso también quiero...―Estaba en la cornisa, a punto de colapsar con sus jadeos. Aceleré mi ritmo.

―¿Estás cerca?

―Sí....siiiiiii....siiiiiiiiiii ― Sé que controlaba el volumen para no despertar a mi hermana, aunque esta se caracterizara por ser un tronco.

―Dale nena, yo también estoy por llegar.

―Sí, Esteban....sí...siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii ―Su afirmación sostenida se acompañó de una bocanada de aire. Yo exploté en mi mano, enchastrando mi ropa, las sábanas y mi vientre.

―Uf....eso fue...increíble.

―Nunca había tenido sexo telefónico.―Admitió con un hilo de voz.

―Supongo que es otra primera vez. ―De a poco, la sangre retornaba a mi cerebro ―. ¿Así que estuviste pensando en la lista? ―Haciendo malabares, me limpié las manos y el cuerpo en las sábanas y las arranqué del colchón. Desnudo, caminé al baño y me enjuagué, dejando el celular en altavoz.

―Sí.

―Me siento curioso.

―Después te la mando, es un archivo editable para que puedas agregarle cositas.

―Me gusta la idea ―suspiré sabiendo que en esta ecuación probablemente yo saliera perdiendo.

―Bueno, creo que ahora si voy a dormir como bebé. ―Se echó a reír a carcajadas.

―Yo también. Espero no llegar tarde al consultorio.

―No creo, sos el señor correcto.

―Me haces sentir como un viejo infumable.

―A mí siempre me gustó que fueras correcto.

―Eso se escucha mejor.

Saludándonos con un tibio adiós y sin promesas de calendario, cortamos al mismo tiempo. Extendí mis brazos encuadrando el lavatorio y mirando mi pene flácido después de la acción telefónica. Levanté la mirada y me encontré con un Esteban distinto, especial, esperanzado y vivo como nunca.

Aunque interiormente, sospechaba que todo esto tendría una fecha de caducidad.

***

Al día siguiente, no recibir respuesta a los mil mensajes que le envié a mi hermana me devastó. Mis llamadas iban derecho a su buzón de voz y mis mensajes tenían doble tilde celeste y ninguna otra señal de vida.

Lo que sabía de ella, lo obtuve por medio de su amiga.

Por la mañana, me dijo que Maru se levantó y no le habló hasta que le preguntó si la dejaría en paz. Luego, se ofreció a llevarla a casa de su abuela de camino al estudio de la maquilladora.

Sus planes seguían en marcha y a juzgar por su terquedad, era como si nada hubiera pasado. ¿Cómo podía mirar a los ojos a su prometido después de mi confesión?¿Cómo fue capaz de dudar de mí, de su hermano, de su única familia de sangre en este mundo?

El amor hacia Pedro no era una respuesta.

Retiré mi smoking de la sastrería y llegué a mi casa después de un largo día en el consultorio. Me di una rápida ducha y me preparé un sándwich cuando mi teléfono sonó.

Era Candela y mi pene se endureció automáticamente.

―Hola ―dije, mi voz seductora asqueaba, era ronca como la de un fumador serial.

―Hola. ¿Cómo estás?

―Siéndote honesto, un poco triste.

―No te mandó ni un mensaje, ¿no?

―Nada. Ni un puto emoji.

―A mí me sacó a patadas de la casa de tus viejos, pero le seguí mandando mensajes y tampoco los respondió.

―Llevarla al altar va a ser una condena. ―Me lamenté.

―Esteban, vos hiciste lo correcto.

―Claro, porque soy el señor correcto. ―Bromeé sin ganas.

―En serio, tonto. Fuiste sincero aun a expensas del dolor que podías provocarle. Es muy noble de tu parte haber hecho lo que hiciste.

―Se va a casar igual.

―Esa es su decisión. Tiene veintisiete años, no es una nena.

―Eso no hace que me duela menos.

―Claro que no, pero cada uno sabe qué hacer con una bomba semejante.

Un momento de silencio nos dejó en pausa hasta que su curiosidad pudo más.

―¿Por qué engañaste a tu novia, Esteban? Vos no sos...así.

Miré al techo, claro que no era así.

―Candela, es una larga historia.

―Tengo tiempo.

―No creo que sea lo correcto hablarlo por teléfono.

―Vos y tus cosas correctas...

―En serio. Otro día.

―Quiero que sepas que cuando tu hermana me contó que rompiste tu compromiso, no lo creí posible. Mucho menos cuando me dijo que la engañaste por una mina cualquiera.

―¿No me ves como un tipo capaz de tener un desliz?

―No. Y mucho menos con una mujer que no te importa.

―Explicáte. ―Ella bufó sin pensar que le pediría que ampliara su razonamiento.

―Vos sos, claramente, el tipo de hombre que se compromete a morir junto a su amada. No te veo rompiendo un vínculo tan importante por una cañita al aire con una persona que no significa nada para vos.

―Todos cometemos errores, aun los tipos correctos como yo.

―Claro que sí, pero la familia para vos es lo suficientemente valiosa como para desecharla por un polvo.

Debía darle la derecha. Moría de ganas por explicarle todo con lujo de detalles, pero ¿valía la pena? Ella se marcharía si no conseguía convencerla de mi teoría de "final feliz".

―La próxima vez lo charlamos tranquilos, en casa...o en donde quieras. ―Teledirigí mis misiles, queriendo repetir nuestros encuentros.

―Eso suena tentador.

―Más tentador suena saber que mañana nos vamos a ver.

―Sí y van a haber muchos solteros en la fiesta. ―Una puntada de celos me atravesó el cuerpo. Habíamos acordado ser exclusivos y ahora me salía con esto ―. ¡Es una broma, Teté!

―Primero, no es gracioso y segundo, hace mucho que no me decías Teté ―de hecho, era el apodo más absurdo y horrible del mundo, el cual Candela se encargaba de refregármelo por la cara cuando éramos adolescentes.

―A veces es necesario que te aflojes un poco.

―Gracias por recordarme que soy un cartón, duro y aburrido.

―No siempre sos aburrido cuando estás duro. ―Su juego de palabras fue acertado.

―Nunca te guardás nada, ¿cierto?

―Sabés como soy.

―¿Lo sé? ―Un pesado suspiro inundó la conversación de incomodidad.

―Sabés más de mí que muchos otros. Incluso, ni siquiera a mi prometido le dije que usaba un DIU. Lo obligaba a ponerse preservativo.

―Waw...

―Sí, teníamos ese grado de confianza. Copado, ¿no?

―No quisiera tener secretos con mi pareja.

―Yo tampoco, pero Mike...bueno...con él nunca se sintió muy...real. Era todo lo que quería mi mamá, no yo. Mike es estudioso, muy trabajador, siempre hace las cosas correctas...―Aceptó y entendí más que nunca la presión que sentía por regresar a su mundo y a sus compromisos. Aquí estaba de vacaciones, en todo sentido. ¿Apostaría por mí? Por lo que contaba de su novio, yo no era muy distinto a él.

―No suena como un mal tipo.

―No lo es, solo que no es para mí.

―Entiendo.

―¿Sí?

―Sí, Guadalupe tampoco se sentía...la indicada.

―¿Por eso rompiste con ella?¿Por eso tuviste que cagarla?

―Te dije que ya hablaríamos al respecto, no ahora.

―Tenés razón, tenés razón ―rio y pude sentir que aligeraba su cuerpo ―, me voy a dormir. Mañana nos espera un día larguísimo.

―Sí, por supuesto. Que descanses Cande.

―Vos también, padrino.

―Espero seguir siéndolo. Ya veo que se deja llevar al altar por el sodero.

Su risa estruendosa me contagió y con un sencillo "adiós" pasamos al próximo capítulo.

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Trola: chica cualquiera.

Bandolera: cartera pequeña de correa larga, para ser cruzada sobre el torso.

Infumable: insoportable.

Mina: en lunfardo, mujer.

Cañita al aire: aventura.

Copado: entusiasmado.

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