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No sé si estoy más nerviosa porque acabo de cortar con el novio que he tenido desde hace seis años, porque renuncié a mi trabajo como entrenadora de hockey femenino infantil o porque vuelvo a Buenos Aires después de una década.

O quizás por todo eso junto.

Mis últimos días en Argentina no fueron del todo buenos o, mejor dicho, fueron inolvidables en el sentido embarazoso de la palabra.

Inspiro profundo y cierro la última valija haciendo presión.

Tengo pensado quedarme al menos dos meses en Buenos Aires y aclarar mi cabeza. No planeé que fuera por tanto tiempo, de hecho, en un principio imaginé que solo llegaría con lo justo para asistir al casamiento de mi mejor amiga y casi hermana Marisol Rossini, pero en el transcurso de estos días, todo cambió: mi pasaje de ida se adelantó y el de regreso...nunca lo saqué.

De no ser por mi amiga incondicional y por mi abuela Bea, no hay personas que me liguen a esa ciudad.

Con el puesto de diplomático de mi papá, fue difícil echar raíces en algún lado. Si bien yo soy argentina, mi hermana Nuria es italiana y la más pequeña de la familia, Melina, es húngara.

Su trabajo requería de cambiar de horizontes según el gobierno de turno y las relaciones exteriores; en su último período activo, el que dictó básicamente todo mi futuro, papá fue destinado aquí, a Londres, donde llevo radicada exactamente una década.

Miro el teléfono y veo que Mike me acaba de dejar el quinto mensaje de audio. Parece que no entiende cuán significativo era para mí que estuviera en la boda de mi mejor amiga. Evidentemente, ni siquiera llevarse bien con el futuro esposo de Marisol lo hizo mover su siempre apretada agenda.

Todo empezó cuando una semana atrás me dijo con su tono exageradamente compungido que debía marcharse por tres semanas a Australia y que sería muy importante que yo lo acompañara en esta gira de negocios. En ese momento pensé que estaba viviendo una realidad paralela: hacía casi seis meses que mi amiga nos había invitado a su boda la cual, oh casualidad, ahora coincidía con su calendario laboral.

Un desconsiderado total.

Si algo hacía falta para que mi aburrida relación con él llegara a su fin, era que no viajara conmigo. Fue el colmo.

Es cierto, yo no soy una mujer muy demostrativa ni de las que dice a su pareja cuánto lo ama o lo echan de menos. Tampoco de las que rinde pleitesías; en cierto punto, en estos años me transformé en un digno ejemplo de la cultura británica: un poco fría, distante y solemne.

Mis hermanas, por el contrario, continuaban conservando ciertas tradiciones argentinas: en su discursos siempre aparecía el "che" o el "boludo" tan característico de nuestra cultura.

Yo, sin embargo, comencé a ser una desconocida bajo mi propia piel.

Siendo eterna protagonista de discusiones con mi madre, todo giraba en torno a mi decisión de no estudiar en la universidad o por traer conmigo un nuevo tatuaje. Nunca se enorgullecía de haber sido reclutada en mi juventud para jugar en la Selección Juvenil de Hockey, las galardonadas "Leonas", o por ser una respetada entrenadora juvenil en un colegio de elite británica.

Claro, yo tampoco había tenido regularidad en el equipo titular cuando fui una adolescente, lo que era más frustrante para la exitista Guillermina Ferrán.

Lamentaba que yo no fuera objeto digno de ser presumido por ella.

"Sos una decepción", me repetía a menudo.

Yo no había cursado una carrera universitaria como mis hermanas o sus parejas. Mi novio Michael, con un doctorado de ciencias políticas y el título de ser hijo de un reconocido senador, cumplía con los requisitos básicos para ser aceptado en la familia, según las reglas de mi casa.

Traté de ignorar qué diría mi madre en este momento si supiera que juntaba mis pertenencias para llegar a la despedida de soltera de mi amiga argentina, un sol de persona a la que conocí a mis quince años, después de ser expulsada de uno de los colegios más caros de Buenos Aires, simplemente por criticar a la profesora de literatura.

No era mi culpa que ella fingiera estar leyendo el libro que debíamos analizar durante su clase mientras que, en realidad, estaba viendo la revista de Avon.

Delatarla fue una mala idea: era la amante del director del colegio.

Tremenda puntería la mía.

Gracias a las influencias sociales de mi papá, no repetí el curso y terminé en un colegio regular con nada de prestigio académico tal como pretendían, siendo este el único que abrió sus puertas a mitad de año y me permitió seguir con mi regularidad.

La cooperadora estuvo más que agradecida con el generoso aporte de la familia; evidentemente, en los colegios privados y con mayor estatus, no estaba bien visto que una revoltosa como yo ocupara sus filas. Mamá repetía que era una pérdida de dinero seguir invirtiendo en mi educación, por lo que decidieron probar suerte en instituciones estatales.

Me llamaba "bárbara" y no como un nombre de pila sino por lo inadaptada social que me consideraba. Contra todo pronóstico terminé agradeciéndoles la decisión que tomaron: no solo conocí a Marisol, sino que forjé amigos de verdad a los que no les importó si mi ropa era de marca, si nos íbamos de vacaciones a Miami o a Punta, o si mi papá tenía una fortuna guardada en su caja de seguridad.

Con mi amiga Maru supe lo que era llorar por un corazón roto sin ser juzgada, conocí de juramentos secretos, trazamos códigos al prometer que no nos enamoraríamos de los mismos chicos y aprendí lo que era ayudar desinteresadamente. Supe lo que era tener lo mínimo en la mesa para comer y no avergonzarse por ello. También, a hacer malabares y comidas exquisitas con un trozo de carne barata, arroz, caldo de verduras y condimentos esenciales.

Con la familia Rossini aprendí lo que era el cariño y dedicación de un padre. Marco Rossini era un tipo generoso y solidario, capaz de dar lo que no tenía. Incluso dejaba de comer por servirme a mí, a la chiquilina adinerada, un plato de comida.

A menudo me escapaba de mi casa y me refugiaba en la suya. Solía mirarme con el ceño fruncido y reprenderme, pero no me cerraba la puerta en la cara.

Él trabajaba doble turno como sereno en una obra en construcción para que su hijo mayor, el hermano de Marisol, tuviera unos pesos de más para poder estudiar en la facultad.

Esteban, el mayor de sus hijos, paseaba perros y enseñaba taekwondo en una sociedad de fomento de San Fernando para solventar la mayor parte de sus gastos.

Eso era sacrificio, no el que mamá hacía cuando en lugar de comprarse diez esmaltes para sus uñas, se compraba ocho porque los otros no estaban en stock.

Mi amiga Marisol era un cerebro en lo que respectaba en literatura y yo, en educación física. Siempre me había destacado por mi destreza y mi desempeño en el club de hockey. Éramos como Batman y Robin: unidas contra el mal e inseparables.

Mis caderas pronunciadas gracias al deporte siempre habían sido material de crítica de mi madre. No solo era una deportista de segunda línea, sino que ni siquiera era una atleta que practicara equitación; para ella, alguien que le diera con un palo a una bocha y que no fuera 90-60-90 no era destacable.

Nunca entendí el porqué de su exigencia; ni siquiera era así con mis otras dos hermanas. Nobleza obliga, ellas son dos rubias genéticamente privilegiadas y espigadas y doradas como el trigo, lo opuesto a mí.

Limpié unas lágrimas a punto de caer de mis ojos, mi celular vibrando.

Hablando del diablo...o de mamá.

No quería darle el gusto de que me escuchara con la voz temblorosa, por lo que opté por llamarla cuando tuviera el ticket de vuelo en la mano y estuviera en la fila para subir al avión.

En su lugar, marqué el número a mi amiga. Ella siempre tiene tiempo para mí, aun en este momento que está con los preparativos de su boda.

―Maru...―Sorbo mi nariz, un lindo modo de comenzar la charla ―, ¿estás ocupada?

―¡Cande! Qué sorpresa escucharte...¿estás llorando? Esperá que estaciono. ― dijo. Miré el reloj sobre mi mesa de luz haciendo cálculos horarios, probablemente estaba yendo a su trabajo como veterinaria, el sueño de su vida.

Desde pequeña mostró su gusto por los animales; tenían un perro llamado Rocky de raza callejera que era un pan de Dios. Tuvieron que sacrificarlo por un tumor maligno a los trece años. Esa noche lloramos como carmelitas; estuve a su lado, como correspondía.

―Oh, no, dejá entonces. Después hablamos...

―Calláte, tonta. Otros puedes conducir con manos libres, pero yo no tengo esa habilidad. ―Río y me la imagino con esa sonrisa brillante que cautivaba hasta las piedras― . No me contestaste. ―Insiste.

―¿Qué cosa?

―No te hagas la pavota, ¿estás llorando?

―Bueno...sí...

―¿Por qué? ¿Qué te dijo tu vieja ahora? Decí que la tengo lejos si no te juro que le canto las cuarenta. ―Marisol era dulce, pero con su metro cincuenta apenas le haría sombra a mi madre y su escultural metro setenta.

―No fue ella. Al menos no ahora.

―Entonces, ¿fue Mike? Disculpáme, pero tu novio es tan aburrido que no me lo imagino ni siquiera iniciando una pelea. Se despeinaría y eso no va bien con él y sus trajes de sastre. ―Me arranca una carcajada. ¡Nos conocía tan bien!

―Fui yo. Bueno, en realidad, le pedí que nos separáramos.

Silencio del otro lado de la línea. ¿Eso era bueno o malo?

―Marisol, ¿seguís ahí o te llevó la grúa? ―Bromeé. No era la primera vez que llevarían su automóvil por estar mal estacionado. Marisol era un desastre con su coche.

―Sí...pero me asombra. Digo, a ver, vos sabés lo que pienso de él.

―Que no lo bancás.

―Claro ―resopló ―, lo que no significa que no lo acepte porque es el hombre que elegiste.

―Amiga... no sé si soy feliz.

―Uh...¿hay vuelta atrás?

―Creo que esto es irreversible. No sé. Esto pasó ayer.

―¿Discutieron feo?

―Definí discutir feo.

―Gritos, puteadas...acordarse de su madre y hermana.

―No ―reí a desgano ―,me enfadó que me preguntara si lo acompañaba a un viaje de negocios en Australia.

―¡Me estás jodiendo!

―Ojalá, pero no. Con toda su tranquilidad, me dijo que no recordaba la fecha de tu boda...

―¡Lo mato al boludo ese!

―No hace falta, no va a ir a tu casamiento. Te voy a pagar el cubierto de todos modos.

―Ni se te ocurra. Aparte, la familia de Pedro invitó a cada engrupido que el hecho de que falte uno no se va a notar.

―Gracias Maru, pero quería decirte otra cosa también.

―¡Decime que vos sí venís si no me muero!

―Sí, por supuesto que voy, pero...―Mordí mi labio, ¿sería una grata sorpresa llegar antes de tiempo?

―Pero ¿qué? No me hagas poner nerviosa que empiezo a transpirar como una loca.

―Mi vuelo sale en tres horas, así que voy a estar en tu despedida de soltera.

El grito que se escuchó del otro lado fue estruendoso al punto de tener que alejar mi teléfono a riesgo de perder el tímpano y mi audición.

¿Se habrían quebrado los cristales de su automóvil?

―Supongo que eso significa que soy bienvenida.

―¡Obvio que sí! ¡Qué emoción! Mi mejor amiga va a estar en mi despedida de soltera. Tenemos que aprovechar a ponerte en pedo y sandunguear en el boliche donde hizo la reserva Vanina. ―Vanina era una de las amigas de la facultad de Marisol, no la conocía más que por fotos y anécdotas y sentía celos por las cosas que compartieron en estos años en los que estuve ausente.

―No quiero ponerme en pedo, mis resacas son espantosas.

―Bueno, ya veremos entonces. ¡Me estás haciendo muy feliz! Aunque lamento que esto haya sido movilizado porque el idiota de tu novio te dejo plantada.

―En realidad, no sé ni siquiera si me molesta.

Nuevo silencio.

―¿Por qué te quedas callada? No te destacás por los vacíos. ―Le dije.

―Cande, para serte sincera, nunca vi que hubiera esa "conexión" especial con Mike. Era el novio ideal para alguien como tu madre, no sé cómo decirlo.

―Entiendo.

―¿Sí? Sé que quizás debería habértelo dicho antes.

―Estoy tan decepcionada de mí.

―No, amiga, no digas eso. El amor es algo que se construye diariamente, con pequeñas cosas y gestos.

―Dejá de vomitar arco iris, turra.

―A vos nunca te gustó jugar a las casitas, realmente no sé cómo conseguiste tener una pareja estable por tanto tiempo. ―No le dije que lo hice para anestesiar mi cabeza y borrar al verdadero culpable de mi desvelo. Mike era un tipo seguro, confiable. Y un idiota con mis amistades.

―Estoy confundida, pero bueno, creo que la novedad es que el taxi está por llegar y tengo que ir rumbo al Heathrow a tomar mi avión.

―¿Querés que vaya a buscarte?

―No, me voy a tomar un Uber. Tampoco le anticipé a la abuela que voy a ir para allá.

―Se va a re emocionar con la sorpresa.

―Seguro.

―Cande, cualquier cosa avisáme y te venís para casa. Sabés que estoy sola y podés quedarte el tiempo que quieras.

―No quiero molestarte.

―A Pedro no le gusta pasar las noches acá, dice que mi casa es vieja, tiene olor a humedad y hay espíritus.

―Ah, muy sensible de su parte.

―Nah ―Marisol chasqueó la lengua y por primera vez en lo que iba de la conversación, sentí que ella dejaba pasar el comentario como si las cosas no estuvieran tan bien como parecían―, a veces es un poco áspero en sus comentarios, pero el apego con las cosas no es algo por lo que tuvo que pasar. Fue un chico rico toda su vida.

―Eso no quiere decir que tenga que bardear el lugar donde creciste y fuiste feliz.

―Lo sé, ahora no seas vos la que le salte a la yugular.

―Supongo que queremos lo mejor la una para la otra y nos resulta inevitable respaldarnos mutuamente.

Una carcajada a dúo selló nuestra conversación.

Minutos después subí al coche que pedí y di las indicaciones precisas.

Una nueva etapa en mi vida estaba por comenzar.

Y nunca había estado tan aterrada.

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*Cooperadora: Estas organizaciones sin fines de lucro tienen como objetivo contribuir con una institución educativa específica para facilitar y mejorar el servicio educativo que se brinda a todos sus alumnos. Así, la cooperadora se convierte en el nexo principal entre sociedad y escuela. Generalmente está integrada por padres, en la cual cada uno aporta un dinero en calidad de cuota para las mejoras edilicias que haya que llevar a cabo.

*Punta: Punta del este, ciudad de la República Oriental del Uruguay.

*Sociedad de Fomento: asociaciones de bien público sin fines de lucro, que tienen por objeto realizar actividades tendientes a mejorar las condiciones habitacionales de su jurisdicción, en lo referido a infraestructura, prestación de servicios, desarrollo humano, preservación del patrimonio cultural material e inmaterial; así como el de gestionar ante los distintos organismos públicos y/o privados los reclamos y sugerencias que en ese sentido realizaren los vecinos.

*Esmaltes de uña: barniz.

*Pavota: Pava grande. Tonta.

*Bancar: soportar.

*Engrupido: creído.

*Sandunguear: bailar.

*Turra: sinvergüenza.

*Heathrow: Aeropuerto de la ciudad de Londres.

*Bardear: hablar mal de algo o alguien.

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