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Capítulo 19

Tú y yo

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Nadie debería acostumbrarse a lo malo. Después llega lo bonito y crees no merecerlo.

—Elena Poe

Max

Mi respiración se había atascado en mi garganta. Todo lo que ocurría adentró de esa pequeña habitación podía escucharlo.

Cada descarga de corriente sobre su cuerpo, los gritos llenos de pánico de las enfermeras.

—Quiero que le inyecten cinco miligramos de epinefrina, ahora— grito una mujer. Yo caminaba de lado a lado. Mi corazón latía demasiado rápido. Malik aullaba de dolor. En estos momentos todo ocurría demasiado lento. La ansiedad me carcomía. Solo quería que Jules sobreviviera, quería que ella estuviera bien.

Le regué a la diosa que no me la arrebatara. No podía hacerlo, no podía quitarme a Jules.

Todo el lugar se quedó en un silencio sepulcral. Mi respiración se atascó en mi garganta. En cualquier momento saldría la doctora a decirme que Jules no lo había logrado. Sin que pudiera evitarlo mis ojos se llenaron de lágrimas impidiendo que viera con claridad.

La puerta de la habitación de Jules se abrió y me gire instantáneamente.

—¿Es familiar de la chica? —asentí varias veces. La mujer me miró con pesar.

—Ella no...— un grito la interrumpió.

—¡Hay pulso! —grito una de las enfermeras desde la habitación haciendo que soltara el aire retenido. La doctora no dijo más. Se adentró en la habitación sin decir nada más.

Agudice mi sentido auditivo intentando escuchar sus latidos.

Ahí estaban. Eran tan lentos, pero su corazón estaba latiendo.

Solté un suspiro aliviado y me dejé caer en una de las sillas.

Mi corazón aun no dejaba de latir con fuerza, pero no importaba. Su corazón estaba latiendo. Jules estaba viva.

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No estoy seguro de cuantas horas pasaron, pero fueron una eternidad. Cuando por fin me dejo entrar la doctora a ver a Jules ella estaba dormida. La doctora me informo que el bebé no pudo sobrevivir, lo cual hizo que me tensara por completo.  No sabía cómo se lo iba a decir a Jules, pero en ese momento solo quería que despertara.

La doctora también dijo que ya estaba estable y que tuvieron que hacer una transfusión de sangre, también me comento cuantos puntos había puesto en cada antebrazo. Para ese momento ya le había avisado a Adrián que Jules estaba en el hospital, me dijo que iba a tomar el primer vuelo de regreso.

Me acomodé en el sofá individual que había cerca de la camilla.

El sueño comenzó a invadirme y aunque no quería termine cerrando los ojos.

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Abrí lentamente los ojos acostumbrándome a la claridad de la luz.

—¿Estoy en el cielo? —la suave voz de Jules llamo mi atención haciendo que pusiera toda mi atención en la camilla. Me levante en el instante en que la escuche. Cuando aparecí en su campo de visión ella sonrió, aun algo anonada por todo. —¿Eres un ángel? —murmuró acariciando mi rostro con ternura.

—Claro que no— murmuré —¿Cómo te sientes? —ella pareció caer en cuanta de todo lo que había pasado las últimas horas. Hizo una mueca.

—¿Por qué Max? —murmuró entre dientes —¿Por qué no me dejaste morir? —su voz se quebró en ese instante y un nudo se formó en mi garganta.

—Escúchame, Jules— la tome con delicadeza de la mejilla— No te voy a dejar morir nunca, ni lo pienses, no lo hice en el bosque no lo haré ahora— ella frunció el ceño cuando dije lo del bosque. Se quedó en silencio unos segundos.

—¿En el bosque? —pregunto confundida. Solté un suspiro.

—Cuando tuviste el accidente en la carretera te encontré cercas de la manada— ella me dio una mala mirada, pero luego su semblante se ablando un poco. No dijo nada durante unos segundos y su silencio me asusto.

Esperé unos minutos a que hablara.

—No quiero que me salves—

—No te pregunte si quieres que lo haga— respondí acariciando su rostro. Ella negó con la cabeza en ese instante.

—No sabes cuánto te odio en estos momentos— se quejó y yo sonreí dejando un beso en su nariz.

—Me alegra escucharte— murmuré mientras tomaba su mano. Ella se quedó en silencio, yo hice lo mismo.

Había decidido hacer algo que tal vez por lo que Jules me iba a odiar el resto de su vida, sin embargo, a estas alturas me importaba un bledo si a ella le molestaba, debía entender que lo hacía por su bien.

—Oye tengo que decirte algo— ella alzó la vista para mirarme. Sus ojos verdes lucían tan cansados y apagados que no quería verla así. Me dolía verla así de mal.

No sabía cómo decírselo para que no fuera una tan fuerte el impacto de la noticia. Aunque realidad por más que intentara suavizar la noticia no creo que haya una forma de hacerlo.

—Tuviste un aborto casi instantáneo— solté sin rodeos. Su semblante se ablando y vi pasar un brillo de tranquilidad por su mirada. Soltó el aire que retenía en sus pulmones.

No era la reacción que esperaba, sin embargo, no dije nada esperé a que ella hablara.

—¿Me creerás una loca si te digo que eso me alivia? —pregunto frunciendo el ceño y negué con la cabeza mientras comenzaba a dejar caricias sobre su cabello.

—Claro que no cariño, tu estas en todo tu derecho de querer o no tener hijos— respondí tomando su mano. Ella asintió levemente mientras se acomodaba en la camilla.

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Pasaron dos días hasta que dieron de alta a Jules, con medicamentos y algunas vitaminas.

Jules seguía triste, ni siquiera me miraba a la cara, aun así, podía sentir la tristeza. Era como tener algo muy pesado sobre el pecho que me impedía respirar con facilidad.

Adrián había ido a verla los primeros dos días, incluso estaba molesto conmigo y con Kelly porque no la cuidamos como se debía. Ya había hablado con Kelly, le dije que me explicara qué era lo que había pasado y me explico que ella le había ordenado prácticamente que fuera a comprarle comida.

Así que no podía molestarme con él cuando yo le había dicho que la obedeciera cuando le decía algo.

Íbamos de regreso a Wildwood, el silencio reinaba en el auto. Jules no hablaba, ni siquiera iba mirando por las ventanillas. Iba cabizbaja. Sus brazos seguían envueltos en las vendas. No habíamos tocado el tema desde que salimos del hospital. Supongo que no quería hacerlo, sin embargo, siento que debo decirle de una vez por todas que en la manada ya estaba la psicóloga que la iba a tratar.

—¿Si te digo algo prometes no enojarte? —pregunte mientras tomaba su mano con delicadeza para no lastimarla. Ella soltó un suspiro y me miró. Sentí su mirada atenta a mí.

—¿Qué es? —preguntó en tono bajo. Sabía que la escuchaba perfectamente.

—Hay una psicóloga esperándote en la manada— disminuí un poco la velocidad para mirarla. Su rostro estaba serio en su totalidad. Un silencio incomodo lleno el auto por completo.

Me quedé en silencio esperando si ella decía algo. Y lo hizo.

—No te pedí que lo hicieras— refuto molesta. Yo me encogí de hombros.

—Tampoco te pregunté si querías que lo hiciera— respondí sonando tranquilo. Ella bufo. Yo hice caso omiso y seguí manejando.

—No lo haré—

—Claro que lo harás— pude ver de reojo como negaba con la cabeza.

—No Maxwell— contraataco en tono furtivo.

—Lo harás, Anelise, no quiero discutir—respondí aun en tono calmado. Ella se quedó en silencio durante unos minutos más mientras comenzaba a decir cosas en francés que no entendía. Seguro me estaba maldiciendo y no la culpaba.

Paso un rato más hasta que llegamos a la manada.

Antes de que pudiera bajar del auto le puse seguro a las puertas.

—Vamos a hablar— le dije de repente. Ella se giró sobre el asiento para verme.

—No tenemos nada de qué hablar— bien eso dolió. Aun así, no deje que la molestia me ganara.

—Claro que si— pause acomodándome mejor en el asiento. Ella soltó un suspiro cansada. —Jules, sé que han sido los peores días de tu vida, sin embargo, sabes que no es la primera vez— sus ojos se llenaron de lágrimas. Intento decir algo, pero las palabras no salieron de su boca, seguramente estaba confundida por lo que le dije.

—¿Cómo carajos sabes de eso? —preguntó confundida. Mordió sus labios.

—Yo... lo vi en tu historial médico—respondí. Por sus mejillas comenzaron a rodar las lágrimas sin que pudiera contenerlas. Las limpió con rapidez y tomó una respiración profunda.

—No tenías derecho— su voz estaba cargada de rabia. Las lágrimas seguían en sus ojos y resbalaban por sus mejillas.

—No, no lo tenía, pero lo hice y ya no hay vuelta atrás— respondí. Ella negó con la cabeza. —Jules por favor, quiero saber qué es lo que pasa, no quiero que te sientas mal Jules, quiero lo mejor para ti— tome sus manos. Ella negó con la cabeza. Las lágrimas no paraban de salir y la pesadez en el pecho no desaparecía.

Tome su rostro entre mis manos.

—Escúchame, Jules, quiero lo mejor para ti, siempre— ella asintió lentamente mientras me abrazaba. Sus brazos rodearon mi abdomen. Su corazón latía con tanta fuerza—No quiero verte como lo hice ese día Jules, por favor déjame ayudarte— susurré —No quiero verte así, no sé qué haría si te pierdo Jules, por favor grábatelo en la cabeza, no sé qué sería de mi si te pierdo, juró que cuando deje de escuchar los latidos de tu corazón dolió como el infierno— ella acaricio mi rostro con ternura y negó con la cabeza.

Comenzó a repartir besos por mí rostro. Sus labios eran tan suaves y sentirlos en mi rostro se sentía tan bien. Trague duro.

—Me sentía tan mal— murmuró alejándose un poco de mí —mi juicio se nublo, siempre lo hace. Soy tan débil que siempre me voy por la salida fácil—

—Claro que eres fuerte cariño, aunque tú no lo creas, pero déjame darte la ayuda que necesitas Jules, puedes sanar, solo necesitas tiempo— ella asintió lentamente mientras acariciaba su rostro con delicadeza. —Solo por favor déjame ayudarte, por favor— ella asintió lentamente sin dar la contraria.

Deje un beso en su mejilla mientras quitaba el seguro del auto.

Ambos bajamos del auto mientras ella limpiaba sus lágrimas. Entramos a la casa. Cuando llegamos escuche los pasos de Terry acercarse. Este llegó hasta nosotros. Lo primero que hizo fue abrazarme. Mientras me decía que me había extrañado.

—Tu invitada está en el despacho— comentó Kiri apareciendo. Después de decir eso se lanzó a abrazar a Jules y a besar sus mejillas diciéndole lo alegre que estaba porque ella estuviera bien.

Antes de que le dijera que le iba a dar algo de comer le dije que primero sería su sesión. Ella me miro con nervios sin saber que decir.

—¿A-ahora? —asentí.

—Sí, ve. Voy a estar arriba— ella asintió levemente y desapareció por el pasillo. Solté un suspiro y me senté con Terry en el sofá. Me dolía la espalda de haber dormido en el sillón del hospital.

Me sentía tan cansado.

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Jules

Entre en el despacho, había una mujer rubia y de piernas largas dentro del despacho. Era muy hermosa. Llevaba una falda que llegaba por debajo de sus rodillas y una blusa de botones al igual que un cuaderno sobre sus piernas y una lapicera.

—Tú debes de ser Jules ¿Cierto? —asentí mientras me sentaba frente a ella. Sentía como si una pelota de golf se hubiera atascado en mi garganta.

—Bueno soy Mónica, y voy a ser quien llevé tus terapias de ahora en adelante— asentí lentamente sin decir nada más. —Bueno y cuéntame de ti, ¿Qué te gusta hacer? ¿A qué te dedicas? —ella era demasiado amable y transmitía confianza. Luce como esas personas a las cuales vez y piensas que puedes confiar en ella al instante. Solté un suspiro.

—Bueno yo... soy administradora, nací en Montreal, mi color favorito es el verde y el rojo, me gusta pintar, aunque ahora ya no puedo hacerlo muy bien— musite eso último. Ella me dio media sonrisa amable y tranquila mientras comenzaba a escribir en su libreta. —Hace tres meses tuve un accidente— murmuré dejándome caer en el sofá. Las lágrimas no salieron, seguramente porque ya se habían secado, pero las palabras me quemaban— mi... mi hermano no sobrevivió— susurré eso ultimo mientras una punzada invadía mi corazón —Hace unas semanas mi madre murió, antes deje a mi ex novio...—nuevamente la pelota de golf se instaló en mi garganta impidiéndome el paso de las palabras.

Pensar en los últimos sucesos que habían asechado a mi vida últimamente hacían que mi estómago se retorciera.

—Me imagino el gran impacto que tuvieron en ti esos sucesos, pero cuéntame sobre tu vida más a fondo— asentí lentamente.

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Pasaron casi dos horas hasta que se terminó la primera sesión. No sabía que el contarle toda mi vida con lujo de detalles a una desconocida me iba a ayudar a quitarme un peso de encima. Había cosas que le conté a ella, que no le había contado a nadie, mucho menos a Max. Sabía que por su ética no iba a contar nada, además Max me había dicho que las paredes estaban insonorizadas, así que claro que él no me escuchaba.

Mónica termino la sesión y se dispuso a irse. Kelly dijo que él la llevaría de regreso a la ciudad y se fue con ella. Yo subí a la habitación mientras mi cabeza me retumbaba y mis músculos se sentían más cansados que hace rato. Estaba segura de que iba a darme una ducha con agua calientita.

Entre en la habitación encontrándome con una imagen muy tierna. Max estaba dormido boca abajo, mientras que Terry descansaba sobre su espalda como un koala en la rama de un árbol. Camine en absoluto silencio hacia el baño para no despertarlos.

No quise llenar la bañera para no tardar mucho, quería bajar a tomar algo de agua y luego tal vez ir un rato al estudio. Así que esperaba que Kelly estuviera abajo para que pudiera acompañarme.

Me bañe con rapidez. He de admitir que había muchos sentimientos contenidos dentro de mí, entre esos la rabia de haber hecho lo que hice. No era la primera vez. Siempre se repetía. Era débil. Mi cabeza terminaba perdiendo y con la esperanza de que un día nadie se dé cuenta de lo que hice no logren salvarme para después no sufrir por la soledad que sentía por dentro, no obstante, nunca pasaba, siempre alguien me encontraba y terminaba haciendo lo mismo; diciendo que no iba a volver a pasar, sintiéndome culpable por preocupar a las personas cercanas a mí, sin embargo, todo comenzaba mal otra vez y esos instintos suicidad regresaban con más fuerza que antes.

No quería que se volviera a repetir. Había visto el dolor en los ojos de Max, lo escuche en su voz. No me gustó nada. Me di cuenta que enserio pensó en lo peor. Y aunque me costara admitirlo si necesitaba la ayuda que me quería proporcionar. Iba a estar bien, aunque eso me costara.

Por otro lado, una parte de mí se sentía liberada después de que él me dijo que había abortado. Por muy mal que sonara no lo quería. No cuando Josh era el papá y no fue concebido con gran amor. Así que a pesar de que podría llegar a sonar inhumano me alegraba no estar embarazada y no era algo que lograría quitarme el sueño por las noches.

Me apresure a ducharme. Me vestí rápidamente con un vestido de tirantes algo flojo y cómodo. Sequé mi cabello con la secadora y solo puse un poco de brillo labial en mis labios para que no se resecaran por el frío.

Me calcé unas sandalias cómodas y me puse un pequeño abrigo para que el frío no me incomodara. Parecía una maestra de preescolar, pero me veía bien.

Solté un suspiro y salí de la habitación. Una parte de mí se sentía muy energética. Otra no tanto... pero estaba haciendo un intento.

Bajé y me encontré en la cocina con Alex y Jacke quienes charlaban amenamente con Kiri. Ella me sonrió al verme.

—¿Cielo quieres algo para comer? —pregunto de modo maternal. Era tan reconfortante que casi dolía. Yo le di una sonrisa.

—No gracias Kiri, voy a salir— Alex y Jacke se acercaron para saludarme con un beso en la mejilla. —Max está dormido, Terry esta con él— les informe mientras tomaba un vaso para servirme agua.

—Bueno, me voy los veo más tarde— me despedí con la mano mientras salía de la cocina.

En la entrada me encontré con Kelly hablando por teléfono y esperé pacientemente a que terminara su llamada.

Cuando la finalizo hable.

—Kelly puedes llevarme al estudio, por favor— pedí amablemente. El asintió con una leve sonrisa. Kelly era demasiado amable, me caía bien además de que siempre era respetuoso.

—Claro que sí, luna— una parte de mí ya se comenzaba a acostumbrar a ese apelativo, en realidad ni siquiera me desagradaba.

Subí al asiento delantero de la camioneta solo para convivir más con Kelly.

—¿Y desde hace cuánto conoces a Max? —pregunte curiosa mientras el encendía la camioneta.

—Desde hace casi veinte años, luna— no pude evitar esconder mi sorpresa, no creía que desde hace tanto. Eso quiere decir que cuando yo ya iba al preescolar ellos apenas se conocían. No Jules, borra eso suena raro. Quite esa idea de mi mente negando con la cabeza.

—Wow, hace mucho— pause— ¿Y cuéntame de ti? ¿Estás casado? ¿Tienes hijos o algo? —pregunte curiosa, aunque más bien estaba luciendo como una chismosa total. Aun así, quería que Kelly fuera mi amigo ya que aquí solo convivía con Max, Kiri y Terry. No es queja, pero necesito amigos.

—Bien— pauso pensativo, manejaba lentamente por las estrechas calles de Wildwood, este lugar en verdad me atraía paz. —No estoy casado, aun no llega mi mate y mucho menos tengo hijo, que miedo— admitió eso ultimo con un deje divertido, esta era de las pocas veces que le veía divertido. No pude evitar reír. Por su sinceridad.

—Tienes razón, aunque son lindos— comente tranquila. Kelly me dio media sonrisa.

—No se ofenda, luna, pero usted luce como una mujer que quiere hijo y una familia—mentira no era. Sonreí levemente y miré mis manos.

—¿Se nota mucho? —el soltó una pequeña risa mientras aparcaba frente al estudio.

—Nah— reí ante la respuesta y bajé de la camioneta.

—Gracias, Kelly—agradecí cuando estuve abajo. Saqué las llaves y abrí la puerta cerrando detrás de mí. El poco calor del estudio me recibió. Encendí las luces en la entrada y dejé mis cosas sobre la mesa. Solté un suspiro mientras me ponía el mandil que claramente no usé el primer día que vine.

Saque un nuevo lienzo, aunque más pequeño. Mientras unas palabras resonaron en mi cabeza en ese momento.

"Cuando tuviste el accidente en la carretera te encontré cercas de la manada"

Un sentimiento reconfortante se expandió por mi pecho al recordar las palabras de Max. Él me había salvado ese día. Y si lo pienso bien comienza a tener sentido, porque recuerdo haber escuchado una voz masculina, en estos momentos no recuerdo muy bien como era esa voz, porque estaba más muerta que viva, pero tiene lógica que haya sido Max.

Tome un suspiro mientras tomaba el pincel y pintura gris claro para hacer un pequeño boceto. Deje que mi mano se moviera sola y dibujara lo que sea. Deje que todo fluyera. Y fluyo.

Comencé dibujando pequeños troncos, algunos más grandes que otros, dejando un espacio para otras cosas. Dure casi dos horas dibujando los árboles y sus ramas. Primero me gustaba hacer trazos con un gris muy claro, para cuando rellenará los espacios este no se notará y así no comenzar con los colores desde cero y hacer un desastre.

Agradecí a dios que mi mente estaba tranquila en ese momento, permitiéndome pintar así de bien. Una sensación de satisfacción lleno mi rostro cuando cuatro horas después había terminado ese boceto. Era el bosque, no cualquier parte del bosque, era el lugar donde Max me había mostrado a Malik la primera vez que me trajo.

Limpie las pequeñas gotas de sudor que caían por mi frente, me quite el suéter y lo deje aun lado.

El sonido de la puerta me aviso que alguien entraba, posiblemente Kelly.

—Voy a entrar lo que sea que hayas hecho si no quieres que lo vea tápalo— la voz de Max me hizo saber que no era Kelly, pero sin duda él le dijo dónde estábamos.

—Está bien, pasa— respondí mientras me quitaba el mandil y ponía el pincel en el vaso con agua para que la pintura saliera fácilmente cuando los lavara.

Las pisadas de Max resonaron en el suelo. Pronto sentí sus brazos rodear mi cintura. Dejó un beso en mi mejilla.

—Kelly me dijo que estaban aquí— murmuró mientras su mentón descansaba sobre mi hombro. Sus brazos seguían enredados en mi cuerpo y su presencia ponía mi corazón al mil.

—Lo imaginé— respondí mientras giraba un poco mi rostro para verlo mejor.

—¿Cómo te fue con Mónica? Estaba dormido cuando termino tu sesión, ni siquiera me di cuenta cuando saliste o entraste de la habitación— comentó. Su voz aun sonaba un poco adormilada, pero sin duda sonaba igual de sexi que siempre.

—Mejor de lo que pensé— pausé —Si, no quería despertarlos— pude ver una pequeña sonrisa surcar sus labios. El me giro entre sus brazos haciendo que quedáramos frente a frente.

—Gracias— pauso —Me gusta eso que comenzaste, es donde te mostré a Malik ¿verdad? —asentí. Él sonrió un poco más. Se veía tan guapo cuando sonreía. Acercó su rostro al mío rozando sus labios con los míos de forma provocadora.

Hasta que por fin sus labios entraron en contacto con los míos. El sabor del tabaco estaba presente en ellos, pero no le di importancia y enredé en mis brazos en su cuello pegando mi cuerpo al suyo. Sus manos atrajeron mi cintura de forma brusca pegando lo más posible a él, si es que eso era posible.

Ya no me sorprendía la forma en la que nuestros labios encajaban, tan perfectamente que me hacía creer que seguramente si estábamos hechos el uno para el otro. Los movimientos comenzaron siendo suaves, pausados y tranquilos, pero conforme pasaban los segundos se volvía más salvaje y lleno de deseo. Sus manos descendieron por mi cintura llegando al bordo de mi vestido, donde ascendieron por dentro de este llegando a mi trasero. Me tomo del trasero dándome un leve apretón robándome un jadeo que amortiguo con su boca. Tomé un poco de aire y seguí su ritmo, rápido, salvaje, como si quisiéramos devorarnos. Instintivamente llevé mis manos a su camisa, para desabrochar los botones, pero me di cuenta que no tenía botones. Max ahogo una risita burlesca.

Él se separó de mí y se quitó la camisa dejándola a un lado. Dándome una vista perfecta de su abdomen marcado, sus hombros perfectamente definidos y cubiertos por la tinta de sus tatuajes.

Mordí mi labio instintivamente, él se recargo en la mesa.

—¿Eres consciente de lo sexi que eres? —solté sin pensar. Una sonrisa ilumino su rostro.

—Por supuesto— respondió con egocentrismo y rodé los ojos con diversión. El recorrió mi cuerpo con su mirada, sin esconder el deseo de su mirada y sin una pisca de pudor.

Se acercó a mí y comenzó a dejar un camino de besos por mi cuello. sus labios me robaron un suspiro mientras hacía la cabeza a un lado para que siguiera besando mi cuello.

Descendió por este llegando a pecho y subió a mi hombro mientras hacía a un lado los tirantes del vestido. Beso con ternura mi piel. Bajo un poco el escote comenzando a besar mis senos. Él sonrió.

—¿Te he dicho cuanto me encanta que no uses sostén? —pregunto con su voz cargada de deseo. Sonreí mientras el continuaba besándome.

Termino de bajar mi vestido dejándolo a la altura de mi cintura.

—Sí, pero sigue recordándomelo— conteste mientras intentaba regular mi respiración.

Max llevó su boca a mi seno derecho mientras masajeaba el izquierdo con su mano libre. Mordió con poca fuerza mi seno robándome un gemido ante esa sensación de cosquilleo que recorrió todo mi cuerpo. Dejo leves mordidas alrededor del mismo mientras yo me sostenía de sus hombros ya que mis piernas comenzaban a flaquear. Dejo mi seno derecho y repitió la misma acción con él izquierdo.

No podía contener esos gemidos que salían de mi boca, así que ni siquiera me preocupe en contenerlos.

Max se enderezo y me guio a la mesa donde me recargue.

—Sostente, no quiero que te caigas— murmuró mientras se hincaba frente a mí. comenzó a bajar mi vestido por mi cintura, dejando que cayera al suelo. Quedé semi desnuda frente a él. Relamió sus labios y me miro desde su posición. Era tan sensual verlo hincado frente a mí, listo para complacerme.

Mordí mi labio inferior.

Levantó mi pierna derecha comenzando a dejar besos y algunas mordidas en la cara interna de mi muslo. Puso mi pierna sobre su hombro mientras se acercaba más a mi sexo. Hizo a un lado mis bragas y paso su lengua lentamente por mi sexo robándome un jadeo ante la sensación de su lengua húmeda. Instantáneamente lleve una de mis manos a su cabello y con la otra me aferraba a la mesa. Sus movimientos fueron tomando fuerza mientras tiraba de su cabello sin llegar a lastimarlo.

Sus dedos entraron en contacto haciéndome gemir al instante. Comenzó un suave vaivén mientras aumentaba el movimiento sin llegar a salir de mí. la forma en la que sus dedos resbalaban dentro de mí me robaba gemidos a cada nada.

—Max— gemí dejando caer la cabeza hacia atrás.

—Me encanta escucharte gemir mi nombre cariño— murmuró antes de proseguir con su tarea.

Aumento el movimiento de sus dedos y de su lengua en una posible batalla de ver que me hacía gemir más si sus dedos o su boca.

Maldita sea como me encantaba este hombre.

Sin querer comencé a mover mis caderas al ritmo de sus movimientos, creando una sensación sumamente deliciosa.

Mis piernas se tensaron y contraje el cuerpo comenzando a entrar en calor y el cosquilleo del aquel orgasmo tan deseado de expandía por todo mi ser. Gemí sin control mientras Max seguía lamiendo mi sexo chupando mis fluidos.

Después de ese orgasmo me quede quieta mientras Max sacaba sus dedos de mi interior y se alejaba de mi sexo. Una sonrisa satisfecha. Se acercó a mí y me sostuvo de la cintura mientras yo me recomponía.

Se posiciono entre mis piernas mientras acariciaba mis piernas desnudas.

—Si me vas a follar hazlo de una vez— murmuré. Él sonrió y comenzó a bajar sus pantalones dejándome ver su erección. Mordí mis labios con ansias mientras Max comenzó a rozar su miembro en mi entrada robándome unos gemidos.

—No te imaginas lo mucho que me pones cariño— murmuro tomándome de la nuca mientras comenzaba a penetrarme facilidad gracias a mi humedad.

Cada fibra de mi cuerpo seguía sensible así que comencé a gemir instantáneamente. Los ojos de Max se tornaron rojos mientras comenzaba a ejercer más fuerza en sus estocadas. Cada parte de mi estaba temblando debido a la excitación. Alejo su mano de mi cuello y me beso con deseo. Me sostuve de sus hombros. Él solo aumento la velocidad de sus estocadas mientras me sostenía por la cadera. Seguro sus manos dejarían marcas, pero ahora no importaba. La forma en la que entraba y salía de mi con fuerza me tenía embelesada.

Mis uñas se clavaban en su espalda causando un posible daño, pero a él tampoco le importaba.

Mientras más aumentaba la velocidad sus movimientos eran más toscos y bruscos. Algunos pequeños gemidos se escapaban de su boca, era un sonido tan sensual que solo me orillaba aún más a llegar a mi segundo orgasmo. Un par de veces susurraba mi nombre.

Unos segundos después nuevamente me retorcí sintiendo como mi vientre bajo se contraía. Mis uñas se clavaron aún más en su espalda y gemí tan alto que tal vez todo mundo me escucho. Max termino después de mí, aun siguiendo con esos movimientos toscos para aletargar el placer.

Unos minutos después se detuvo quedándose quieto. Salió de mi lentamente y mordí mi labio inferior.

—Eres tan hermosa— murmuró acariciando mi rostro. Yo sonreí levemente.

—¿Aun después del sexo? —él sonrió.

—Aun después de sexo— afirmo con esa sonrisa en sus labios. Dejo un casto beso en mis labios, aun sosteniéndome contra su cuerpo, mientras que mi cuerpo comenzaba a enfriarse.

—¿Hay alguna manta aquí? ¿O algo? —pregunto alejándose un poco de mí mientras se ponía el bóxer. Yo tome la camisa de Max que estaba sobre la mesa y me la pase por el cuerpo. Le señale a Max donde había dejado las sabanas que cubrían la mesa y los lienzos el día que me trajo Kelly.

Max se acercó al carrito donde estaban las sabanas y tomo las sabanas. Tendió una en el suelo mientras que la otra la doblo y la dejo en una de las orillas. Lo primero que hizo fue sentarse en la sabana para luego recostarse en ella descansando su cabeza sobre la sabana doblada.

—¿Quieres hacerme compañía en este frío y duro suelo? —pregunto con diversión mientras me tendía su mano. Sonreí y me bajé de la mesa. Me acerque a él y tome su mano mientras me sentaba en el suelo. Si estaba duro, pero daba igual. Max mordió su labio al darse cuenta que no llevaba nada debajo de su camisa.

Me acomode a su lado, aunque descanse la cabeza en su pecho. Uno de sus brazos rodeo mis hombros mientras que con el otro me tomo de la pierna haciendo que la subiese a su cuerpo. Era demasiado hermoso, a decir verdad.

Comencé a dejar leves caricias en su pecho mientras el dejaba leves caricias en mis hombros cubiertos.

—¿Alguna vez han pintado sobre tu cuerpo? —interrogue mientras me levantaba un poco mirando mejor a Max. Sus pómulos marcados, sus cejas pobladas, sus pestañas largas y oscuras, sus ojos de diferente color que me miraban con ternura y esos labios que tenían un leve color rojizo debido a todo el rato que estuvimos besándonos. También tenía una barba que adornaba su rostro, aunque parecía de pocos días.

—No. ¿Quieres ser la primera? —pregunto con una sonrisa adornando su hermoso rostro. Yo asentí con emoción mientras me levantaba del suelo abandonando los brazos de Max. Busque unos pinceles, algunas pinturas, tome el bote de agua y unas toallas húmedas que había traído conmigo. Dejé todo sobre la sabana y nuevamente me senté a su lado.

—¿Así o boca abajo? —pregunto curioso. Yo estaba preparando todo.

—Así está bien, estarás más cómodo— asintió lentamente mientras yo terminaba de ver que pincel iba a usar primero. Destape botes de pintura de distintos colores, ahora no iba a reparar en detenerme a hacer bocetos porque en realidad no sabía que iba a pintar sobre su cuerpo.

Antes de que pudiera comenzar a pintar Max habló.

—Porque no te sientas sobre mí para que estés más cómoda— propuso con un deje de sensualidad en el tono de su voz. Yo sonreí ante esa propuesta. Me agradaba. Pero también quería que me dejara pintar.

—Bien, pero quiero que me dejes pintarte ¿okey? —el asintió aun con esa sonrisa adornando sus labios. Acerque un poco más la pintura al cuerpo de Max. Me levante un poco del suelo y pase una de mis piernas por encima de su abdomen. Puse mis manos sobre su abdomen marcado mientras me acomodaba. Me hice un poco hacia atrás para poder pintar toda el área de su abdomen. En ese momento sentí como nuestros sexos se rozaron por ese movimiento. Max me dio un apretón en la pierna mientras levantaba un poco la camisa.

No dijo nada. Solo sonrió.

Comencé a dejar pinceladas con un pincel no tan pequeño y con pintura azul. Max se movió instintivamente al sentir la pintura fría y el pincel.

—Ma da cosquillas— confesó con una suave sonrisa en sus labios mientras intentaba no retorcerse bajo el toque suave del pincel. Max comenzó a dejar caricias en círculos en la cara interna de mis muslos. Mi respiración se entrecorto.

Seguí dejando pinceladas en forma de espirales sobre su abdomen. Max seguía conteniéndose para no retorcerse debido al pincel.

Unos minutos después ya había terminado los espirales en su abdomen. Unos más grandes y otros más pequeños, pero estos cubrían casi toda el área abdominal. Luego tomé la pintura morada y con un pincel más grande comencé a hacer montañas en el área baja de su abdomen casi llegando al bordo de su bóxer y cerca de la V que sobresalía del bóxer.

—Jules me da cosquillas— se quejó Max mientras me daba un apretón en el muslo. Yo reí por su acción.

—Ya, no seas una nena y déjame terminar— dije apretando mis piernas en sus caderas para que no se moviera. Me moví solo un poco sobre él y su mano subió a mi cintura dejando otro apretón.

—Jules— dijo en tono de advertencia mientras una sonrisa adornaba mi rostro. ¿Me gustaba provocarlo? Claro que sí.

Cuando termine de pintar su abdomen pinte un circulo amarillo en el área que había dejado. Representaba la luna. También dibuje unas estrellas con la misma pintura amarilla.

—Ya terminé— sonreí complacida. Me levante un poco sobre Max para tomar su teléfono y tomar una foto de su abdomen. El cubrió sus ojos cuando el flash parpadeo. Yo fruncí el ceño. Me moví sobre él a modo de queja, causando que solo me volviera a apretar la cintura.

—Destápate los ojos— pedí y el negó con la cabeza. Bufe y deje el teléfono de lado. Sin decir más me tomo de la cintura y me pegó a su pecho con brusquedad. Yo solté un chillido y él sonrió con malicia.

—Anda cariño ya terminaste, ahora mueve— murmuró. Sonreí por su tono cargado de excitación que tenía su voz. Claramente lo decía con sarcasmo, pero lo me moví un poco sobre él robándole un jadeo. Sentí su erección creciente rozo mi sexo, también robándome un jadeo.

Sus manos levantaron la camisa, rodeo mi cintura con uno de sus brazos y me giro de forma inesperada y rápida dejándome sobre el suelo con el encima de mí sin llegar a aplastarme.

Jadee ante ese movimiento tan rápido.

Sus ojos me miraban con deseo y ternura a la vez. Su mano libre subió la camisa dejándome medio desnuda nuevamente. Mordí mi labio mientras su mano acariciaba mi piel lentamente, desde mis piernas hasta llegar a mis costillas.

Pego sus labios a la piel de mi abdomen dejando un camino de besos hasta llegar a mi abdomen bajo casi llegando a mi sexo. Mi respiración se intensifico.

Max sabía perfectamente que sus labios me enloquecían.

Repartió besos por todo mi estómago hasta llegar nuevamente a mi vientre bajo. Podía sentir lo caliente de su respiración haciendo contacto con mi piel sensible.

Doble las piernas instintivamente. Max tomo mis piernas e hizo que rodeara sus hombros con ellas mientras comenzaba a dejar suaves besos en mi sexo haciéndome jadear. Una de las manos de Max subió por mi abdomen hasta llegar a mis pechos. Comenzó a masajear mi seno derecho mientras pellizcaba mi pezón sin tanta fuerza. Un gemido escapo de mis labios al sentir esa agradable sensación.

Me gustaba como Max satisfacía a mi cuerpo sin que tuviera que decírselo. Él sabía perfectamente lo que mi cuerpo necesitaba. La forma en la que me tocaba era exquisita y la manera en que me hacía sentir me volvía loca.

Solo él había logrado hacerme sentir tan bien.

El primer contacto que hizo la lengua de Max con mi sexo me hizo gemir y por inercia apreté un poco más mis piernas alrededor de su cuello sin llegar a lastimarlo.

No fue suave como la primera vez, cada movimiento venía cargado de un deseo rudo, la forma en la que masajeaba mis pechos era implacable y que me robaba gemidos a cada nada. Pronto sus dedos se unieron a aquella majestuosa sensación. Introdujo primero uno sin ser nada cuidadoso. La forma en la que resbalaban sus dedos me enloquecía. Apreté mis piernas un poco más sintiendo cada movimiento tan al límite. La forma en la que su lengua se movía me hacía saber que era un experto, pero no le di muchas vueltas.

Un nudo se creó en mi estómago, mis piernas se tensaron por completo y Max se alejó de mí sin dejarme tener mi orgasmo. 

Gruñí frustrada. Max no me dio tiempo de pelear cuando me penetro de una estocada.

—Max— gemí aferrándome a su espalda desnuda. No cuido la delicadeza de sus movimientos. Cada estocada que me daba se sentía como la gloria.

No importaba la brusquedad de sus movimientos, cada uno me volvía loca y me robaba gemidos. Sus dedos se aferraban a mi cadera.

Comenzó a dejar besos en mi rostro hasta llegar a mis labios.

—Eres tan hermosa— murmuro robándome una sonrisa mientras me seguía embistiendo. Note como susurraba cosas en italiano que no pude entender que tampoco pregunte, pero que me excitaron aún más. Todo se volvió más frenético cuando con una de sus manos comenzó a jugar con mi clítoris haciendo movimientos en círculos mientras mi humedad mojaba sus dedos.

Eso solo causo que mi orgasmo estuviera más cerca. Sentí como mis músculos se tensaron alrededor de su miembro. Unos cuantos gemidos escaparon de sus labios haciéndome saber que él también estaba a punto de llegar. 

—Joder Jules, te sientes tan bien—murmuró. Yo sonreí por inercia mientras sentía como cada movimiento era más tosco que el anterior.

Unos cuantos minutos después sentí como me lleno mientras yo gemía su nombre de placer. Me acercó más a él mientras seguía embistiéndome. Mi cuerpo comenzó a temblar debido a la sensibilidad que sufría en ese momento gracias a mi reciente orgasmo. Max se detuvo unos minutos después saliendo por completo de mí.

Lleno mi rostro de besos mientras yo sonreía satisfecha.

—Nunca me cansare de esto— murmuré mientras apreciaba la suavidad con la que sus labios dejaban besos en mi cuerpo. Sentí la sonrisa de Max.

—Yo tampoco, cariño— respondió regresando a mis labios para darme un beso sumamente tierno. La sonrisa no se borró de mi rostro.

────•: ☽ ∙✦∙☽:・────


Cuando llegamos a la casa fui directamente a ducharme.

Me apresure a darme una ducha para bajar a cenar. Max salió de ducharse primero antes de que volviéramos a comenzar a tener sexo y no bajáramos nunca. Yo me puse una sudadera junto con unos pantalones deportivos junto con mis pantuflas de peluche debido a que estaba haciendo mucho frío.

Ambos bajamos a la planta baja. Unos golpes a la puerta llamaron nuestra atención.

—Yo abro— me ofrecí. Max asintió mientras iba a la cocina para ayudarle a Kiri a poner la mesa para la cena. Yo me acerque a la puerta. Kelly ya no estaba, supuse que Max le había dado la tarde libre después de que llego al estudio ya que después de eso no lo vi.

Abrí la puerta encontrándome con una mujer rubia de cabello perfectamente arreglado. No la reconocí. Y la mire confundida.

—Buenas noches, soy invitada de Max— espeto y yo fruncí el ceño. Conocía su voz. Claro que sí. Era la mujer que había entrado en la oficina en la que estaba con Max la noche de los premios. Él fue borde con ella.

Aun así, eso no cambio mi confusión. Ella era hermosa, podía admitir que mucho más que yo. Su cuerpo era perfecto.  Una punzada de algo se expandió por mi pecho haciéndome sentir algo molesta y afligida.

¿Max le había pedido que viniera? Me resulto confuso encontrar una respuesta para eso, aunque mi subconsciente me decía que claramente Max no le había pedido que viniera. Aun así, esa punzada no se alejó de mi pecho.

—¿Disculpa quién eres? —interrogue sin mostrarme amable. No me importaba ser amable con ella.

—Soy Brianne Foster. Amiga de Max— asentí levemente.

Amiga. No me gustaba como sonaba eso. Y si me lo preguntaban a mí una parte estaba segura de que se había acostado con ella. Me dije y repetí mil veces que no debía de sentir eso que sentía en mi pecho en este momento. Pero era inevitable.

—Cariño ¿Qué pasa? Puedo sentir tu...— Max se quedó en silencio abruptamente, seguro al ver a su amiga frente a mí. Yo me gire para verlo. Su rostro no demostraba ninguna emoción y eso solo me hizo molestarme con él.

Cruce el recibidor hasta llegar frente a él.

—Tú invitada llegó— murmuré dando unos golpecitos en su pecho con una sonrisa obviamente fingida. No dijo nada y dejo que me fuera de largo a la cocina. Entre a la cocina y me acerque a tomar un vaso con agua. Kiri me miro confundida.

—Vamos a poner un plato más, Max tiene visita— murmuré lavando el vaso y dejándolo en su lugar. Kiri me miró frunciendo el ceño, pero no pregunto nada y me dejo ir a la habitación. Subí a la habitación encontrándome con Terry recostado en la cama mientras veía caricaturas.

Él no dijo nada. Se hizo a un lado para que me acostara a su lado mientras una sonrisa adornaba su rostro.

Me senté a su lado y antes de que hablara la puerta de la habitación se abrió dejándonos ver a Max.

—Pequeño porque no vas con Kiri, quiere darte algo— claramente Max mintió para que se pudiera ir y dejarnos solos. Terry asintió bajando de la cama. Corrió y salió de la habitación. Max se acercó a mí y tomo mis manos. Instintivamente me levante de la cama para poder estar de frente.

—¿Estás celosa? —fue lo primero que pregunto. Entrecerré los ojos y le dediqué una mirada asesina. Negué con la cabeza mientras el deslizaba su palma por mi mejilla—Te vez muy linda así— hizo una pausa y casi quise golpearlo—Pero déjame informarte que yo no la invite, se invitó sola—lucía sincero.

Aun así, no me quitaba esa duda de si se había acostado con ella o no. 

—¿Debo de tenerle celos? —interrogue a la defensiva. Negó con la cabeza.

—Claro que no—acaricio mis brazos de arriba abajo—Te lo he dicho Jules, mi corazón solo late por ti— una parte de mí se ablando al escuchar eso e hice un amago para no sonreír en ese preciso momento.

—¿Te has acostado con ella? —interrogué cruzándome de brazos. Max medito sus palabras.

—Hace mucho— pauso —desde antes de que nos conociéramos, cuando supe que quería ser mi socia le dije que no mezclaría el trabajo con placer y luego tu llegaste a mi vida — por lo menos estaba siendo sincero. Sin embargo, la idea de compartir el mismo espacio con una mujer que ya se había acostado con él no me parecía buena idea.

—No cenaré con ustedes— comente cruzándome de brazos en una clara señal de oposición. Él lo noto y asintió.

—No te obligaré a bajar, no obstante, me quedaré contigo— sus manos nuevamente acariciaron mis brazos de arriba abajo en un gesto reconfortante.

Solté el aire retenido.

—Claro que no, debes de bajar, Alex y Jacke vinieron a verte— una pequeña sonrisa abarco en su rostro.

—En realidad vienen a verte a ti, también eres su amiga— y nuevamente ese sentimiento cálido se expandió por mi pecho al escucharlo decir eso. Me conmovía y me alegraba saber que ellos también tenían algo de acariño hacia mí. Una parte de mi medito la idea de bajar.

Unos minutos después estaba sentada a un lado de Max, con el acariciando mi pierna bajo la mesa mientras escuchaba atentamente hablar a Alex e ignoraba por coplet la presencia de Brianne, aunque de vez en cuando ella hablaba haciendo algún tipo de comentario con doble sentido.

Mientras veía hablar a los chicos pude darme cuenta de ese gran lazo de amistad que los une. Era magnifico. En pequeños momentos Alex hacía reír a Max con sus pésimos chistes. Sin duda alguna seguía pensando que en otra vida ellos sería una pareja perfecta.

También por mi mente comenzó a rondar la idea de cuantos años han vivido ellos. Son seres sobrenaturales que han vivido durante siglos, pero ¿Qué iba a pasar conmigo? Yo tenía que morir, la vida de un humano es efímera si no la cuidas bien. La idea de envejecer y que Max siguiera viéndose de treinta no era linda, ¿Me dejaría de querer? ¿Qué podría hacer?

Un sentimiento de frustración se posiciono en mi pecho como un ancla.

¿Qué pasaría conmigo y con Max? Solo soy una simple humana que llegado el momento iba a morir, ya sea por vejez o por alguna enfermedad. No podría vivir mucho tiempo con él, no lo disfrutaría lo suficiente. La idea de morir dejaba de ser linda después de todo.

Mi juicio se nubló y pensé en tantas cosas que tuve que respirar con fuerza. Me levanté de la silla y salí del comedor yendo directamente a la puerta del patio trasero. El aire frío azoto mi piel cuando estuve fuera de la casa y fue refrescante en cierta forma.

Mi corazón latía con fuerza excesiva.

—¿Qué pasa? —la voz de Max me atrajo a la realidad. Me gire a verlo. Mi respiración era un caos y mis manos temblaban del solo hecho de pensar en lo que podría pasar.

—He pensado...— Max frunció el ceño claramente confundido. —Yo pensé en que ustedes han vivido durante años y años, pero yo soy humana, Max, ¿Qué va a pasar cuando comience a envejecer? —pregunte atrayendo toda su atención. El acorto con la distancia que nos separaba que en realidad no era demasiada.

—Si eso te preocupa puedo convertirte— pauso —si estas dispuesta a compartir toda una eternidad conmigo te convertiré si así lo deseas—tomo mis manos. Mi corazón latió contra mi pecho como si fuese a salirse.

Toda una eternidad.

No sonaba malo. Tampoco lo era. Porque en realidad si quería estar con él lo que me quedase de existencia, no me importaba donde o como, me había enamorado de él tan estúpidamente que la respuesta era un total sí.

Asentí mientras tomaba su mano. Me gustaba esa idea. Con él a mi lado todo parecía ser posible, incluso el ser feliz.

—Si quiero— dije decidida. No me importaba si era precipitado. Una sonrisa apareció en su rostro. Me gustaba verlo sonreír, más si yo era la causante de esa linda sonrisa. No podía evitarlo. Me encantaba.

Max tomo mi mano y dejo un beso en el dorso de ella.

—Bien, ahora, quiero que me digas la verdad—pauso mientras me atraía a su cuerpo de forma inesperada. —No estás cómoda con Brianne cerca ¿Cierto? —asentí lentamente. No me agradaba para nada. Tampoco me transmitía confianza y siendo sincera no quería que me ahorcara mientras dormía. Prefiero equivocarme y sentirme mal por decir que no me cae bien a no equivocarme y luego arrepentirme.

—Si. No sé. No me transmite confianza— afirme quitando algunos cabellos sueltos de mi rostro. Max asintió.

—Bien. Le diré que se vaya— asentí a modo de agradecimiento. Una parte me decía que no me confiara de ella. Entramos a la casa en silencio. Max me soltó cuando le dije que iba a ir a la habitación. Iba a dejarlo solo para que le dijera a Brianne. No quería estar cerca de ellos cuando se lo dijera.

Subí las escaleras con pereza. Estaba cansada. Me sentía agotada, tanto muscular como mentalmente.

Pero ni siquiera llegué a la habitación.

Terry asomo la cabeza por la puerta de su habitación y al verme sonrió ampliamente.

—¿Me lees un cuento? —pregunto en un tono amable y tranquilo. Asentí con una sonrisa.

—Claro pequeño—le sonreí y fui a la habitación con él. Debía de aceptar que Terry era un lindo niño. Por inercia llevé mi mano a mi estómago e hice una mueca ante el recordatorio de que una pequeña vida estuvo dentro de mí por unas semanas. No. No era agradable recordarlo. Negué la cabeza eliminando esos pensamientos de mi mente.

Terry encendió la luz de la habitación dejándome ver lo grande que era. Nunca había entrado aquí y sol puedo decir que es la habitación que cualquier niño quisiera.

La pared frente a mí estaba llena de bloques para escalar, a un metro había un columpio que pendía del techo. Y junto a la otra pared había una estructura que semejaba la torre de un castillo. En el segundo piso estaba la cama, rodeada de unos barandales de madera y no cayera al suelo a la hora que durmiera. Del lado derecho estaban las escaleras, mientras que del lado izquierdo un tobogán ambos desde la cama.

En la parte baja de esa torre había un librero lleno de cuentos, una mesa con cuatro sillas y bastantes cajas llenas de cientos de juguetes. En una de las esquinas de la habitación había un enorme peluche de dinosaurio y una alfombra con pequeños dinosaurios, además me percaté de que las paredes tenían el mismo diseño y la misma paleta de colores.

Terry tomo uno de los cuentos de la estantería. Oh sorpresa era de dinosaurios. No me sorprendió porque todo gritaba que le gustaban los dinosaurios. Subí a la cama con él y me senté a un lado.

Lo arrope con sus mantas color verde.

El cuento se llamaba los últimos dinosaurios. Comencé a leer mientras él tomaba mi mano y me escuchaba con atención. En algunos momentos abría mucho sus grandes ojos café sorprendido por lo que leía y en otros ya comenzaba a bostezar.

Para cuando termine de leerle ya estaba profundamente dormido.

—Descansa bebé— murmuré mientras besaba su frente. Él se removió un poco, pero no despertó.

Baje por las pequeñas escaleras cuidando de no caerme. Deje el cuento en el lugar donde lo había sacado Terry y cuando alce la vista hacía la entrada casi pegué un grito al ver a Max recargado en el marco de la puerta.

—Me asustaste— me queje en un susurro mientras me acercaba a él. Una sonrisa llena de diversión apareció en su rostro.

—No era mi intención— comentó y dejó un corto beso en mis labios. Salí de la habitación y Max apagó la luz y dejo entre abierta la puerta. Caminamos por el pasillo hasta llegar a la habitación.

Cuando entramos el comenzó a desabrochar su camisa mientras yo lo observaba. Aunque en realidad no sabía cómo preguntarle qué era lo que había pasado con Brianne.

—Ella se fue— comentó como si hubiera leído mi mente. Agradecí que me lo dijera ya que sí seguía algo preocupada por ello. Me deje caer en la cama. Escuche como Max entro al vestidor y luego regreso.

—Estoy muy cansada— le comenté mientras miraba el techo— ¿Me puedes desvestir? — pedí en voz baja. No tardó mucho en estar casi sobre mí. me dio un beso en los labios.

—Por supuesto— respondió mientras comenzaba a quitarme la sudadera dejándome nuevamente expuesta ante él. —Terry— murmuro y se levantó mientras me daba la sudadera nuevamente. No comprendí, pero me la puse rápidamente. N pasaron ni cinco segundos cuando Terry entro a la habitación tallando sus ojos.

—Me dejaste— volteo a verme haciendo un puchero. Max contuvo la risa.

—Ay bebé, lo siento, ven acuéstate aquí— me hice a un lado dejando un espacio para él. Terry subió a la cama a gatas y se acomodó a mi lado.

—Pequeño Jules quiere descansar. Ven que te llevo a tu habitación— habló Max mientras Terry me abrazaba por la cintura aferrándose a mí.

—No— chilló con ese tono infantil tan lindo.

—Tranquilo, no pasa nada— tranquilice a Max mientras acariciaba el cabello de Terry con dulzura. Max asintió con una leve sonrisa mientras iba al baño.

────•: ☽ ∙✦∙☽:・────


Sonreí levemente al sentir un pequeño camino de besos desde mi cuello hasta parte de mi hombro. No abrí los ojos, sabía perfectamente que era Max. Al contrario, me acomode mejor sobre la cama para que siguiera dejando besos por mi cuerpo. Ni siquiera hizo falta que se lo pidiera ya que sentí como levanto un poco la tela de mi sudadera. Comenzó a dejar un camino de besos por mi abdomen, su barba cosquilleaba sobre mi piel.

Que buena forma de despertar.

Abrí lentamente los ojos encontrándome con él techo. Poca luz entraba por el ventanal gracias a que las cortinas estaban cerradas. Max saco su cabeza de mi sudadera y se puso en mi campo de visión.

—Estas es de las pocas veces que despertamos juntos a pesar de dormir en la misma cama— murmuró posicionándose sobre mi sin aplastarme. Aun parecía algo adormilado, su cabello estaba despeinado totalmente. Su torso estaba denudo y tenía la marca de la almohada en su mejilla derecha. Se veía muy tierno.

—Lo sé— murmure adormilada. Seguramente estaba echa un asco. Despeinada, tal vez con baba seca en el rostro y también con una marca de la almohada.

Sus nudillos acariciaron mi mejilla y luego me dio un corto beso.

—¿Y Terry? —interrogué recordando que anoche estaba aquí conmigo.

—Lo lleve a su habitación a media noche— comento tranquilo. Negué con la cabeza con diversión. Sonrió y se apartó de mí. —Me voy a duchar— asentí levemente mientras se levantaba de la cama. Yo me acomode nuevamente para seguir durmiendo.

Pasaron unos minutos, el sueño ya me estaba consumiendo.

—Voy a hacer ejercicio— avisó Max. Fruncí el ceño y abrí un ojo para ver si me lo decía enserio y pude verlo con ropa deportiva. Asentí sin decir nada y me volví a acomodar sobre la cama.

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Una hora después la casa estaba vacía. Supuse que Kiri había ido a hacer las compras, Terry estaba en la escuela y Alex y Jacke no sé dónde estaban. Busqué a Max por toda la casa hasta que llegué una habitación con una puerta corrediza de cristal. Desde ahí pude visualizar a Max recostado en el suelo con la botella de agua como su almohada mientras miraba su teléfono.

Sonreí levemente.

Me adentré en la sala de ejercicios ignorando todas las maquinas que había ahí para hacer ejercicio. No me sorprendió el ventanal que abarcaba dos paredes que daban directamente a una parte del bosque.

Alzo la mirada y me dio una leve sonrisa. Se quitó los audífonos y dejo el teléfono de lado. La camisa deportiva se ajustaba perfectamente a su abdomen marcando sus bíceps. Mordí mi labio por inercia. Estaba bañado de sudor y en realidad no me disgustaba verlo así, con algunos mechones de su cabello pegados a su frente, la camisa pegada a su torso y su respiración tranquila.

—¿Quieres una foto? —rodé los ojos con diversión y terminé acercándome a él. Me senté a su lado, pero antes de que terminara el habló.

—Siéntate sobre mí— pidió. No dije nada y le hice caso. Me senté sobre él recargando mi espalda en sus piernas flexionadas. Evite no moverme mucho sobre él para no provocarlo. Era muy temprano para el sexo. Me sostuve de su abdomen mientras acariciaba mis piernas.

—Aun sudado te vez muy guapo— él sonrió.

—Y tú te vez hermosa sobre mí— sonreí mientras mis mejillas se tornaban de un color carmesí ante esa confesión.

—Gracias— pause —Bien, ahora me voy a duchar porque tengo que ver a Mónica— Max asintió levemente y me dio un corto beso antes de que me pudiera levantarme de su regazo.

—¿Entonces otro día podemos follar aquí? —pregunto a mis espaldas. Yo sonreí levemente, el color de mis mejillas aún no se iba.

—Otro día— respondí terminando de salir de la sala con una sonrisa en mis labios.

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En la sesión de hoy Mónica me pidió que profundizara un poco más sobre todo lo que sentía en estos últimos días. Era fácil abrirme con ella ya que ni siquiera me conocía, era una extraña, pero me escuchaba tan atentamente que parecía que me conociera desde hace años.

Hablé sobre lo que sentía respecto a Jasón, a Josh, a mi madre y a Max. Eran demasiadas emociones en un solo lugar. Era demasiado que contenía en mi interior y ella parecía entenderlo.

Luego de esa sesión fui a ver a Peach, aunque antes de eso tuve ir al baño del consultorio para para limpiar mi maquillaje que se había corrido gracias a las lágrimas que había soltado en esa sesión para que Peach no me viera así ya que seguramente no le gustaría.

Así que cuando Terry me dejó en el restaurante donde la vería estaba fresca.

Esta sesión opte para que me diera la cita en la ciudad para salir un poco de Wildwood.

Espere unos minutos a Peach. Cuando llegó se sentó en silencio. Ni siquiera se quitó las gafas de sol que adornaban su vestimenta ya que no había nada de sol gracias al frío.

Podía sentir su indiferencia en el aire. No era estúpida, la conocía y sabía que estaba molesta por algo, pero no entendía el porqué.

—Hasta que te dignas en aparecer—pauso. El tono de su voz era apático y podía sentir que debajo de esas gafas me miraba con total molestia e indiferencia acción que me dolía.

—Lo siento. He tenido unas semanas de locos— me disculpe con sinceridad. Ella no removió su máscara de indiferencia.

—Nos dejaste sin saber que te pasaba, ni siquiera me dijiste nada de Josh, él pobre no sabía nada de ti— la mención de él hizo que un escalofrío recorriera mi espina dorsal. No quería saber nada de él. No después de todo lo que había hecho, pero al parecer ella no lo notaba para nada.

Mis ojos comenzaron a escocer, pero no dije nada.

—Lo siento, en realidad no quería que te sintieras así— murmuré.

Ella se quitó los lentes, su indiferencia no cambiaba.

Ella tomo mis manos.

—Jules, quiero que sepas que somos mejores amigas, que te amo, que puedes contar conmigo así que quiero proponerte algo— sus cambios de humor un día me iban a causar un infarto. Esperé a que hablara. —Vámonos a parís, Jules, tengo un departamento allá, solo tú y yo—me quedé en silencio unos minutos. No sabía que responder. En otro omento diría que necesito pensarlo, aunque ahora la respuesta es muy diferente, no me quería ir, sin embargo, no sabía cómo decirle que no me quería ir con ella.

Quería quedarme aquí... con Max.

Tragué duro.

—Lo pensaré— mentí con una leve sonrisa fingida. Mi teléfono comenzó a vibrar sobre la mesa y agradecí que mi padre me estuviera llamando.

Gracias dios.

────•: ☽ ∙✦∙☽:・────


Max

Alex me había informado todo lo que sabía sobre Lizbeth en estas últimas semanas. No había nada sobre ella. También era raro lo que había pasado ayer con Brianne, ella ni siquiera sabía de Wildwood o por lo menos eso creía. Sin duda era inquietante, pero luego podría resolverlo con ella.

Me preocupaba más el hecho de no saber nada sobre Lizbeth y lo que haría. La conocía lo suficiente como para saber que tenía algo en mente y que en cualquier momento podría llevar a cabo. Lo que no terminaba de encajar era lo de Terry. Dijo que huyó de su madre y eso me hacía cuestionarme a que punto llegaría Lizbeth.

Tampoco sabía nada de Evren, cosa que me molestaba. No saber de ese vampiro estupido era no saber nada de mi hija. Solté un suspiro y pasé mis manos por mi rostro a modo de frustración.

Bien. En estos momentos tenía muchos problemas. Mi cabeza era un caos y creo que va a explotar. El no saber nada de Raíza me exasperaba. Eso me tenía carcomiendo la cabeza, aunque no me podía centrar del todo en ella. Necesitaba saber porque todo estaba tan malditamente tranquilo.

Me sentía paranoico, pero no era para tanto cuando sé que muchas veces las peores cosas pasan así; cuando más calma hay.

Así que me importaba una mierda si lucía paranoico, porque lo estaba.

Me permití tranquilizarme cuando pude notar el olor de Jules a unos metros, pero estaba aquí.

Espere pacientemente a que llegara. La puerta de la oficina se abrió dejándome ver a Terry entrando con el uniforme de la escuela y su mochila de dinosaurios.

—¡Hola! —una sonrisa alegre apareció en su rostro. Que fácil era ser un niño, sin preocupaciones ni problemas con soluciones drásticas y egoístas. Ojalá pudiera mantener siempre así a Terry para que la ruina y miseria del mundo real no lo afectara tanto.

Jules entro detrás de él.

—Mira el dibujo que les hice—Terry sacó una hoja de su mochila y me la dio. No pude evitar sonreír al ver los trazos que había hecho.

—Este eres tú— señaló a lo que parecía ser yo con una camisa negra y un pantalón gris. —Esta es Jules—señaló la imagen que obviamente hablaba por si sola gracias al color rojo que uso para el cabello. Y señaló al más pequeño diciendo que era él. —Pero no es para ti— dijo al cabo de unos minutos y me lo quito de las manos. Se acercó a Jules y le tendió el dibujo con ambas manos.

No puedo explicar lo que sentía en esos momentos que los veía juntos. Era tierno ver como ellos se llevaban tan bien, la forma tan adorable y llena de cariño en la que Jules lo miraba y el brillo en los ojos de Terry cuando ella jugaba con él o lo cargaba. Ella es increíble.

—Aw gracias, bebé—Jules sonrió y se agachó para besar su mejilla mientras él sonreía. Terry salió de la oficina con una sonrisa en su rostro y diciendo que iría a bañarse para luego bajar a comer.

—Es increíble— murmuró dándole un último vistazo al dibujo. —Tal vez lo enmarqué— no puede evitar reír por eso. Podía sentir y notar lo feliz que se sentía por ese dibujo.

Mirándola más a detalle me di cuenta de lo hermosa que se veía hoy. Llevaba un vestido se botones que llegaba por debajo de sus rodillas, aunque los botones estaban desabrochados hasta llegar a sus piernas dejando ver las botas negras que llevaba. Demasiado sexi para que vaya al cielo, demasiado decente para ir al infierno. Era el punto intermedio perfecto que te provocaba a pecar.

—¿Quieres una foto? —pregunto llamando mi atención, causando que una pequeña risa saliera de mi boca ya que era lo que yo le había dicho en la mañana.

—Cinco para llevar por favor, de todos los ángulos posibles— ella negó con la cabeza como si no tuviera remedió. Sonreí levemente y me dediqué a mirarla un poco más para intentar descifrar algún rastro de los nervios que podía sentir.

—¿Qué pasa? ¿Es por la sesión de hoy? —pregunte levantándome de la silla. Me acerque a ella, tome sus manos mientras la atraía conmigo. Me recargue en el escritorio aun sin soltar sus manos.

Ella negó con la cabeza. Evito mi mirada un instante. Alejo sus manos de mi agarre y comenzó a jugar con ellas de forma nerviosa. Tome nuevamente sus manos causando que ella dejara de hacer esa acción.

—Es que... —pauso—Después de la sesión fui a desayunar con Peach— Peach... como odio a esa malita controladora. No me consta, pero mi intuición no me falla. No dije nada me mantuve estoico en ese momento. —Hablamos durante algunas horas y me propuso irnos a vivir a París— me mantuve sereno ante eso.

No obstante, me molestaba. No. No quería. No podía dejarla. No quería. Menos si era porque ella se lo pedía. No pude evitar que mi mente pensara en los posibles escenarios si ella tomaba la decisión de irse. Jules apretó mis manos haciendo que la mirara. No me di cuenta que no había podido esconder ese pánico que me inundo el pensar si ella me dejaba.

No me gustaba esta estúpida dependencia.

—No me voy a ir— aseguró y tomo mi rostro entre sus manos. —No lo haré, Max, solo buscaré la forma de decírselo, pero no quiero irme— afirmó con una leve sonrisa reconfortante. Sus manos tomaban mi rostro impidiendo que alejara la mirada sus hermosos iris verdes, pero me molestaba el hecho de que me afectara demasiado.

—Jules, si quieres irte está bien— pause. Mis palabras no salían de mi corazón, pero no le iba a impedir irse. Ella negó con la cabeza sin aflojar su agarre en mi rostro.

—¿Si recuerdas que anoche dije que quería pasar toda mi vida contigo? —no pude evitar sonreír ante la seguridad con la que decía eso.

—¿Me lo puedes demostrar? —pregunte atrapando su cintura con mis brazos pegándola a mi cuerpo. Ella sonrió y pegó sus labios a los míos mientras acariciaba mi rostro con extrema delicadeza. Eso me parecía un gesto tierno de ella.

Ella simplemente era increíble.












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