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Capítulo 17

La calma antes de la tormenta

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Siempre quise a alguien que se quedará aún después

de ver lo desagradable que podía ser

—Charles Bukowski

Max

Jules y yo terminamos de recoger todos los platos vacíos que quedaron después de que nos dejaron solos.

—Siento que tengamos que recoger este desastre— murmuró Jules y reí negando con la cabeza.

—Tranquila no pasa nada, ¿Te gusto tu visita? —pregunte mientras terminaba de recoger lo que quedaba. Fui a llevar la bolsa de basura al cesto de la cocina y regresé a la sala. Me deje caer en el sofá y Jules se acercó a mí, se sentó en mis piernas, recargo su cabeza en mi pecho y tomo mi mano.

Los latidos de su corazón iban tranquilos, lo cual era bueno.

—Me gustó mucho, fue... me ayudó mucho, enserio— una sonrisa animada lleno su rostro al igual que la alegría. —Me alegra que te haya caído bien, Andy, es como mi hermano, creció con nosotros— Si bueno al principio si fue algo raro, ya que, si me encele un poco, pero el solo la miraba como si fuera su pequeña hermana.

—A mí me alegra verte feliz linda— comenté mientras acariciaba su cabello—Sabes invitarlos cuando quieras —le dije con calma. Ella asintió con una leve sonrisa.

—Me hubiera alegrado que Peach viniera, pero conociéndola...—no termino la frase, su semblante se vio entristecido unos segundos, aunque lo reemplazo demasiado rápido.

—¿Cómo es? —pregunte intentando saber un poco más sobre Peach. No me daba buena espina, no me cae bien y se notaba al solo verla que estaba rodeada de mentiras y secretos.

Simplemente no me cae bien, no confió en ella.

—Explosiva, demasiado explosiva, a veces me abruma, pero es mi amiga— sonrió con tristeza.

Pasamos unas horas más charlando aquellas veces que ella salía con Eme, Andreu y Jasón. Realmente parecía extrañar esos momentos en los que salía con sus amigos, antes de conocer a Peach y Josh.

Tal vez su vida habría sido muy diferente de no haber conocido a Josh, de no haber perdido a Jasón, no haber conocido a Peach ni haber perdido a su madre.

Seguramente ni nos hubiéramos conocido aun, ella sería feliz, disfrutaría aún más su vida, sería la pintora que quería ser y tal vez, solo tal vez después nos hubiéramos conocido.

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Después de unas horas Jules se quedó completamente dormida. Su respiración era pausada y tranquila. Me levante con cuidado de la cama decidido a ir a mi oficina para investigar unas cosas.

No hace falta recalcar que no le tengo confianza a Peach, tal vez porque no la conozco o solo por el hecho de que a Malik no le agrada para nada, es como si algo en ella es distinto, no entendía que, huele a humana, aunque no se siente como humana y el hecho de que quisiera estar cerca de Jules o viceversa me ponía en alerta.

Entre en la oficina y fui directo a la computadora, comencé a indagar todo lo que pude indagar sobre Peach Brighton.

Hija adoptiva de Pamela y Agustín Brighton, dueños del bufete de abogados más prestigiados de todo Canadá. Ella también es abogada.

Por otro lado, en la parte más oscura de google había un poco sobre su madre biológica.

Aunque todo eso parecía que habían intentado desaparecer toda la información, casi toda.

El nombre de su madre biológica es Dónatela Ricci, una mujer a la que creyeron loca y la mandaron a un manicomio en Turquía, un país muy lejos de aquí.

Le mande un mensaje a Brand pidiéndole que por la mañana me investigara todo lo que pudiera sobre Peach y Dónatela.

Horas más tarde regrese a la habitación. Eran las cuatro de la madrugada y Jules ya se había despertado, lo supe cuando escuché su respiración agitada.

—¿Una pesadilla? —le pregunte mientras me acostaba a su lado. Sus ojos se veían brillantes debido a las lágrimas que opacaban sus ojos.

Su mano busco la mía y me dio un fuerte apretón en la mano.

Me causaba tanta curiosidad conocer que era lo que pasaba en su cabeza cuando esas pesadillas la atacaban, ya que constantemente terminaba llorando y gritando, hoy fue la excepción.

—Me da miedo— murmuro—hay casos en los que las personas se vuelven locas después de tener pesadillas tan fuertes, me volveré loca Max— murmuró angustiada. Negué con la cabeza, aunque dudaba de que pudiera verme.

—Claro que no, lo que tú tienes son terrores nocturnos Jules y pueden desaparecer— sentí su mirada sobre mi cuando dije eso último.

Era cierto, no le mentía a lo largo de todo el tiempo que llevó vivo llegué a enterarme de este tipo de cosas, también de que tienen solución, solo necesitaba que ella quisiera ir al médico.

—¿Cómo? —interrogó con la voz teñida de curiosidad.

—Un médico—

—No, no, claro que no, no quiero ir al hospital— entendía que el miedo al médico era debido a sus últimas experiencias en el hospital.

—Nunca dije que tipo de médico, cariño— ella soltó mi mano inmediatamente y se levantó de la cama mientras encendía la luz.

Parecía realmente molesta por lo que dije, aunque no me iba a retractar ni a pedirle perdón.

—¡No estoy loca! —chilló molesta quedándose del otro lado de la cama.

—Nunca dije que lo estarás— comenté guardando la calma, levantándome de la cama para ir a su lado.

—Quieres que vaya al psiquiátrico— negué con la cabeza intentando acercarme con lentitud para no alarmarla. Esta fase suya no la había visto y aun así Jules es perfecta para mí.

—Claro que no, no quiero que vayas a un psiquiátrico Jules, quiero que vayas a ver a un psiquiatra, él puede ayudar a tratar con esos terrores nocturnos, puede ayudarte— ella negó con la cabeza.

Las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos mientras negaba con la cabeza repetidas veces, negándose a lo que decía.

—¡No quiero! —grito.

—No pregunte si querías—

—¿Acaso no soy suficiente para ti así tal y como soy? —gritó demasiado molesta. Yo la mire entrecerrando los ojos.

—¡Claro que no eres carajo! — grite —Eres demasiado para mí, sin embargo, quiero que estés bien contigo, no me gusta verte llorar o gritar después de una pesadilla—termine de acercarme a ella. Tome sus manos, las cuales habían comenzado a temblar. —Eres demasiado para mi cariño, pero quiero que tu mente descanse de tanto dolor— ella me miro con atención, dudosa de si le decía la verdad o solo estaba mintiendo.

Pero solo era la verdad y las palabras se atascaban en mi garganta al sentir que no había terminado de expresarme por completo.

—Me preocupo demasiado por ti, te pongo por sobre mí— murmure. Ella me miro con los ojos empañados, cierto sentimiento de comprensión inundo su mirada.

—Es cierto— murmuro asintiendo con la cabeza. Tome su rostro entre mis manos acunándolo.

Se permitió inhalar y exhalar en esos momentos, como si buscara algo de paz dentro de tanto caos, la comprendía.

Pareció relajarse unos segundos, decidí dejar el tema por su paz.

Me senté sobre la cama atrayendo a Jules conmigo, se sentó sobre mis piernas dejando caer su cabeza en mi pecho. Su respiración comenzaba a ser tranquila, el ritmo de los latidos de su corazón comenzaba a regularse.

Su mano estaba en mi costado derecho, su piel fría contrastaba con mi piel tibia.

No sé cómo ni en qué momento decidió ponerse sobre horcajadas sobre mí y me dio una sonrisa culpable mientras comenzaba a hacer pequeños movimientos de vaivén sobre mí, provocando que la fricción comenzara a hacer estragos en mi polla.

—¿Qué quieres cariño? —pregunte mientras la tomaba de las caderas, ayudando con sus movimientos.

La sangre subió a sus mejillas tiñéndolas de un leve tono carmesí.

—Quiero...—pauso unos segundos, sabía a lo que iba, pero realmente me ponía escucharla decir lo que quería. —Quiero que me toques— soltó con calma, mientras seguía moviéndose sobre mí con lentitud.

—Enséñame cómo quieres que te toque, cariño— musite provocando que ella se acercara más a mi rostro para escucharme mejor, mis manos subieron por debajo de la camisa que llevaba puesta sintiendo lo suave que es su piel.

Ella asintió mientras se bajaba de mi regazó haciendo que añorara esos leves movimientos. Se sentó en la cama juntó a mí.

Abrió las piernas con cierta lentitud que hacía verla más sexi de lo común.

Como primer acto tomo mi muñeca llevándola a la zona entre sus piernas que demandaba mi atención.

Comenzó con poner mi mano sobre su ropa interior, mientras con su mano me guiaba a cómo hacer movimientos lentos de arriba abajo.

Sus labios buscaron los míos con desesperación, terminamos uniendo nuestros labios mientras que con su mano libre seguía guiando mis movimientos.

Nuestros labios disfrutaban de los movimientos rápidos y aceleraros de nuestras bocas, la forma en la que dejaba leves mordidas en mis labios solo aumentaban la sensación de excitación.

—Quítame las bragas— pidió unos segundos después, mientras ella comenzaba a desabrochar los botones de la camisa que llevaba puesta.

Me levante de la cama poniéndome en el bordo de ella mientras Jules terminaba de desabrochar la camisa dejándome una perfecta de sus pechos, sin llegar a quitarse la camisa.

—Nunca me voy a cansar de recordarte lo hermosa que eres, Jules— comenté mientras comenzaba a deslizar mis dedos por sus piernas para llegar al bordo de sus bragas. Una sonrisa culpable lleno su rostro, pero no dijo nada, solo dejo que yo comenzara a bajar sus bragas con lentitud, mientras mis dedos acariciaban su piel con toda la malicia que pudiera tener.

Cuando saque las bragas de sus piernas me acerque nuevamente a ella, llevando mi mano a su entrepierna, mientras ella comenzaba a guiar poco a poco mis movimientos sobre su clítoris, con lentitud y suavidad.

Poco a poco su mano fue aflojando el agarre sobre la mía dejándose caer sobre sus codos, mientras echaba la cabeza hacía atrás, emitiendo leves gemidos.

Su pecho subía y bajaba con prisa, la forma en la que la camisa apenas cubría sus pechos era ciertamente erótica.

Comenzó a mover sus caderas con cierta lentitud, haciendo que mis movimientos fueran un poco más rápidos.

Mi polla comenzaba a palpitar en mi pantalón debido a la excitación.

—Bésame— pidió con la voz agitada, mientras entre abría los ojos un poco para mirarme.

Me posicione entre sus piernas dejando de tocar su sexo, ella gruño frustrada y me miro.

—¿Por qué? —preguntó tal como una niña pequeña cuando no le dan sus caramelos.

—Porque también quiero toca tu cuerpo— el sonrojo en sus mejillas fue evidente en su rostro y la lasciva en sus ojos fue sumamente incomparable.

—Si yo también quiero tocarte— murmuró mientras me acercaba más a ella.

—¿Y qué es lo que te detiene? —le pregunte mientras llegaba a su lado, antes de ponerme entre sus piernas ella se cernió sobre mí, haciéndola ver tan jodidamente perfecta.

Ella era perfecta, era toda una diosa y solo mía.

—Nuestra—me recordó Malik, lo cual decidí ignorar.

Sus labios comenzaron a besar mi mejilla, descendiendo por mi mandíbula, dejando un camino húmedo de besos y posibles marcas que descendían por mi cuello.

Comenzó a mover sus caderas nuevamente sobre mí, creando esa fricción embelesante y provocativa.

Un jadeo salió desde el fondo de mi garganta al sentir como sus labios descendieron por mi pecho, comenzando a bajar por mi abdomen.

Mi respiración decayó aún más cuando sus labios llegaron a la V en mi abdomen.

—Cariño no hagas esto si no quieres— murmuré intentando controlar mi respiración. Jules me miró y desde su posición no era buena idea, porque solo me ponía más duro.

—Quiero hacerlo, ¿tú no? —preguntó ansiosa mientras se relamía los labios.

Joder es tan excitante.

—Joder claro que si— murmure. Ella soltó una risita mientras comenzaba a desatar el cordón de mi pantalón de dormir. —Luego tu estarás encima de mí dejándome ver tu lindo rostro mientras te vienes, ¿entendido? —ella asintió mientras comenzaba a bajar mi pantalón y mi bóxer.

Su mano derecha tomo mi polla erecta mientras comenzaba a dejar suaves besos en el falo.

Evite soltar un gemido de placer al sentir sus labios entrar en contacto con mi polla. Deje caer la cabeza hacia atrás, intentando no dejarme lleva igual que in puberto.

—Morimos y fuimos al cielo, Max—Malik sonó tan complacido como yo estaba.

—Cállate Malik— murmuré mientras escuchaba una risita proveniente de la boca de Jules.

Comenzó a dejar lamidas desde mi glande hasta la base. Deje caer la cabeza nuevamente al sentir esa sensación de placer inundándome nuevamente.

Me obligué a mirarla cuando sentí como llevaba mi polla a su boca.

La forma en la que intentaba que todo entrara en su boca solo provocaba que me pusiera aún más duro.

Empezó con movimientos tranquilos y lentos, provocando una intensa corriente de placer envolver mi cuerpo.

Sus movimientos se aceleraron conforme pasaron unos segundos. Se veía jodidamente sensual, su mano subía y bajaba con algo de rapidez

Termino sacándosela de la boca mientras dejaba caer algo de saliva sobre mi polla.

No pude evitar contener el gemido involuntario que acompaño su acción.

—Preguntaría como carajos aprendiste a hacer esto, pero prefiero que disfrutemos— deje caer la cabeza hacia atrás al terminar de decir eso, ya que comenzó a mover su mano de arriba abajo. —mierda, mierda, cariño basta te necesito encima de mí— gruñí mientras me enderezaba.

Me dio una sonrisa maliciosa, se levantó y gateo hacia mí para luego ponerse encima de mí nuevamente.

Empecé a rozar mi polla en su entrada levemente provocando que ella jadeara ante el contacto.

—Max te deseo, ya— se quejó envolviendo sus brazos en mi cuello para sostenerse mucho mejor.

Comencé a penetrarla con cuidado, mientras ella dejaba caer la cabeza hacia atrás soltando un pequeño jadeo.

Espere unos segundos a que se acostumbrara. Comenzó un vaivén con sus caderas, hacia adelante y hacia atrás sumamente placentero. Me deje caer sobre la cama con Jules aun encima, soltó un chillido por el movimiento repentino.

Coloco sus manos sobre mi pecho. Siguió sus movimientos sobre mi acelerándolos a cada poco.

Mi pecho subía y bajaba debido mientras mis manos se aferraban a sus caderas. La expresión de placer en su rostro era jodidamente increíble.

El amanecer comenzaba a iluminar la habitación con el amanecer entrando por los ventanales.

—Sei una dea, la mia luna—(Eres una diosa, mi luna) murmure mientras comenzaba a ayudarla con los movimientos de sus caderas, acelerándolos poco a poco.

Ella sonrió complacida.

—Je t'aime, Max— (Me encantas, Max) me encantaba ese escaso acento francés que tomaba su voz, no comprendía un carajo de lo que me decía, sin embargo, juro que podría pasar horas escuchándola hablar en francés sin aburrirme.

Los movimientos comenzaron a acelerarse, cada uno contribuía a eso.

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Jules

Cada movimiento estaba acompañado con un deseo incomparable, con una lasciva incomprensible y con adoración sin duda alguna.

Los ojos de Max mostraban tantas cosas, pero a la vez ninguna que era confuso en este momento descifrarlo. Sus manos se aferraban a mí caderas mientras contribuía a mis movimientos, haciendo que fueran más rápidos.

El orgasmo estaba a casi nada de llegar, deje caer la cabeza hacia atrás mientras seguía encima de él moviéndome como si no hubiera mañana.

Me aferre a sus hombros como si no hubiera mañana mientras él comenzaba a besar mis pechos, haciendo que gimiera aún más.

Una de sus manos comenzó a estimular mi clítoris haciendo que casi gritara.

Podía sentir como él orgasmo estaba por llegar.

Con fuerza me aferré a sus hombros como si mi vida dependiese de eso, mientras los espasmos comenzaban a sacudir mi cuerpo a tal grado de dejarme anonada.

Pasaron unos segundos mientras intentaba calmarme, tranquilizar mi cuerpo y mis respiraciones. La cabeza de Max reposaba sobre mi pecho, su pecho subía y bajaba, podía sentir los latidos de su corazón contra mi pecho. Una fina capa de sudor nos cubría por completo y mi cabello se pegaba a mis hombros. Max me dio un leve apretón en mi cintura, alzó la cabeza para mirarme, sus ojos habían tomado ese color rojizo tan hermoso.

Acaricie su barbilla con calma. Nuestras respiraciones eran lentas y tranquilas. Sus ojos me miraban con devoción. Sus manos aun tomaban mi cintura manteniéndome pegada a él.

Mi sono innamorato di te, dannazione—(Me enamoré de ti maldita sea) murmuró de repente en un tono medio frustrado, aun sin dejar de mirarme.

Me gustaba cuando hablaba en italiano, no importaba que no le entendiera, se escuchaba tan sexi y romántico.

—No sé qué dijiste, pero gracias, creo— él sonrió mostrando un poco sus colmillos. Su sonrisa era hermosa, todo en él lo era, me encantaba.

Me dio un pico y luego habló.

—Ven vamos a ducharnos para dormir otro poco— asentí levemente mientras él se levantaba conmigo.

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Max

Abrí los ojos acostumbrándome a la claridad que entraba por los ventanales. Me quedé quieto unos minutos esperando acostumbrarme a la claridad. Moví mi brazo derecho intentando no mover a Jules, pero me di cuenta que no estaba a mi lado. De todas las veces que hemos dormido juntos, creo que son muy pocas las veces que despertamos juntos, si ella no se levanta yo me levanto antes de que despierte.

Agudice un poco mi oído mientras me acomodaba nuevamente sobre la cama.

Logre escuchar a Jules hablando por teléfono y me tranquilice dejando caer la cabeza en la almohada.

Ella seguía en el apartamento así que podía seguir durmiendo tranquilo.

No sé cuánto tiempo paso desde que sentí a Jules removerme sobre la cama. Me puse boca arriba mientras volvía a abrir los ojos nuevamente.

—Buenos días dormilón— murmuro mientras acariciaba mi cabello y mi rostro.

Sonreí levemente intentando acoplarme a la luz.

—Buongiorno, mi luna— respondí mientras me acomodaba sobre la cama. Ella me dio una sonrisa. Hasta que talle mis ojos repare en la charola con comida que había frente a mí. alce una ceja algo confuso mientras volvía la mirada a Jules. —¿Tu cocinaste? —pregunté mientras ella se levantaba del bordo de la cama y se acercaba al buró para tomar las jeringas y las ampolletas que había dejado Ross el otro día.

—Si— pauso y comenzó a contar las ampolletas completas que había, la cual eran casi todas ya que solo me había puesto una desde ese día. —Necesitas cuidarte, Max— se acercó a mí —lo prometiste— murmuró tomando mi mentón para poder inyectarme.

La aguja atravesó mi piel con facilidad y sentí un pequeño pinchazo después de eso saco la aguja y la dejó de lado.

—Solo lo olvidé— le comenté con una leve sonrisa. Ella medio sonrió y asintió, luego se acercó a la charola y me la paso poniéndola en mis piernas.

—Te preparo el desayuno, si no te gusta solo dilo ¿Si? —asentí lentamente mientras ella se sentaba frente a mí.

Mi desayuno constaba de un omelette con queso, fruta con yogurt y mi té helado.  Creo que esta es una de las pocas veces que desayuno en cama, ni siquiera cuando era pequeño desayunaba en cama.

—¿Ya desayunaste? —pregunte mientras comenzaba a partir el omelette. Ella me dio una sonrisa culpable.

—Si lo siento, tenía hambre y no quería despertarte— asentí y me acerqué a besar su mejilla.

—Tranquila, está bien— le conteste mientras comenzaba a desayunar.

No me sorprendió que estará bueno el desayuno, en realidad tenía confianza en que Jules cocinara bien y lo hace.

Seguí desayunando tranquilamente con Jules a mi lado y vi como ella frunció levemente las cejas, miro sus manos e hizo unos pequeños movimientos con sus labios. Me había dado cuenta de que cuando hacía eso es porque se encontraba curiosa de algo.

—Sabes que puedes preguntarme cualquier cosa— le informe mientras le daba un sorbo al té, que por cierto estaba delicioso, al igual que toda la comida. —Cocinas genial, por cierto— ella me dio una leve sonrisa nerviosa, siguió jugando con sus dedos y tomo una bocanada de aire.

—No he visto a Sean, ¿Está bien? —cuestiono. Me quedé unos segundos pensando en que responder, si decirle la verdad o mentirle descaradamente como ya lo he hecho. Pero ¿Qué pasaría si le digo la verdad y se asusta? ¿Y si no se la digo ahora y después se molesta más?

Dile la verdad—murmuró Malik.

—¿Sabes que parte de mi naturaleza es la de un animal no? —ella asintió lentamente. No sabía cómo decirle esto sin que sonara tan fuerte como lo es. —Jules ¿En realidad quieres saber lo que le hice? —ella se quedó en silencio unos minutos que se me hicieron eternos.

Pareció una eternidad hasta que respondió.

—La verdad, Max— declaró mientras se enderezaba.

Solté un suspiro mientras dejaba la charola de lado.

—Lo mate, en parís la noche que regresamos— ella se quedó en total seriedad, unos segundos se quedó en shock sin saber que decir. Se había quedado sin palabras al parecer.

Me levanté de la cama con la charola para llevarla a la cocina.

Así es como termina un desayuno perfecto.

Baje al primer piso encontrándome con Alex. Fruncí el ceño al darme cuenta de que estaba aquí.

—¿Desde hace cuánto llegaste? —pregunte mientras dejaba todo en el lavamanos. Él se encogió de hombros despreocupadamente, como si fuera muy normal que estuviera aquí como si nada.

—Desde que le dijiste a Jules que mataste Sean— lo mire mal. Me recargue en la encimera cruzándome de brazos. Es un maldito chismoso, sin duda alguna.

—Bueno no vine a eso, necesito que vayas a Wildwood encontraron algo muy... raro, Max, tienes que ir— comentó con seriedad. Lo mire raro, Alex rara vez era serio y ahora lo estaba siendo.

—¿Qué pasa? —cuestione. Alex resoplo cansado.

—Kiri encontró tierra de panteón en todas las entradas de la casa y ¿recuerdas la sudadera que Raí te compro hace años? Pues la encontraron a unos metros de la casa llena de sangre y clavada en un árbol—

Me quedé en silencio procesando lo que termino de decir. No recuerdo cuando fue la última vez que me puse esa sudadera, pero sin duda la semana pasada estaba en mi armario, recuerdo haberla visto ahí colgada en un gancho. Eso quería decir que es estos días alguien entro a la maldita casa y una de las personas que entro fue Lizbeth.

Maldita sea.

—Bien iré lo más pronto que pueda, diles que quiero que busquen lo que puedan— Alex asintió.

Después de unos minutos me quedé pensando sobre lo que tendría que hacer, Lizbeth fue la única persona que entro a mi apartamento en los últimos días, pero no es una maldita bruja y si ella lo hizo tuvo ayuda, es una maldita muy astuta.

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Todo el camino a Wildwood fue silencioso. Malik estaba dolido, mientras yo estaba en cierta parte molesto y dolido. Ella me pidió que le dijera la verdad y ahora parece que se arrepentía. Aunque en realidad no lo sé, le ofrecí quedarse en Montreal con Adrián, sin embargo, no quiso hacerlo y al parecer comienzo a creer que si esta tensión entre nosotros sigue le diré a Kelly que la lleve de regreso a Montreal.

No quería que se sintiera forzada a estar aquí conmigo.

Decidí poner algo de música mientras seguía manejando, en la radio comenzó a sonar una canción que había estado escuchando en muchos lugares últimamente, tal vez tenía poco tiempo de lanzamiento.

Come to me

In the night hours

I will wait for you

And I Can't sleep

'Cause thoughts devour

Thoughts of you consume

I Can't help but love you

Even though I try not to

I Can't help but want you

I know that I'd die without you

Jules daba pequeños golpes en su pierna al ritmo de la canción haciéndome saber que le gustaba o que ya la había escuchado.

Unos segundos después antes de que terminada la canción sentí como la pequeña mano de Jules tomaba la mía entre la suya. Ninguno dijo nada, en realidad no hizo falta, ella miraba por la ventanilla mientras yo seguía manejando y cualquier canción sonaba en la radio.

Casi media hora después llegamos a Wildwood, el olor tan peculiar inundaba el ambiente, todo estaba tan tranquilo como de costumbre, algunos niños jugaban en las calles.

Llegamos a la casa esta estaba rodeada de guardias por doquier. No me sorprendía, ya que Alex debió de aumentar la seguridad después de lo que paso.

Bajamos del auto y fuimos recibidos inmediatamente por Kiri quien seguro ya nos estaba esperando. Antes de nada, se acercó a mí y me abrazó con fuerza, Alex me dijo que se había asustado por lo que paso, ya que ella si es creyente de todas esas estupideces.

—Hablamos dentro— le murmuré muy bajó para que Jules no escuchara, no quería alarmarla. Kiri asintió sin más, ella es una de las mujeres más fuertes que he conocido, desde que mi madre murió me cuido tal y como si fuera su hijo, sin embargo, sé que este tema no es un juego para ella.

Me acerqué a Kelly para decirle algo.

—¿Recuerdas el lugar que te dije que acondicionaran? —el asintió mientras yo buscaba la llave. —Bien pues lleva a Jules ahí por favor y luego tráela al invernadero, no quiero que le digas nada de lo que paso— él asintió y le di la llave de ambos lugares.

Me acerqué a Jules para decirle que iría con Kelly.

—Cariño Kelly te va a llevar a un lugar que quiero que veas, más tarde te veo ¿sí? —ella me miró unos segundos pensando que decir, pero finalmente no debatió, solo asintió y ya.

—Bien— murmuró y me dio un beso en la mejilla antes de irse con Kelly al auto.

Esperé a que ellos se fueran para entrar en la casa e ir directamente al área del bosque donde encontraron la sudadera. Brand me guio hasta allá, Kiri venía con nosotros.

—Todo va a estar bien, tranquila— le dije pasando mi brazo por sus hombros. ella estaba totalmente nerviosa lo podía notar.

—Tranquila— murmuré e iba intentar calmarla, pero antes de que pudiera hacer algo ella me miró mal.

—Ni lo intentes— asentí sin decir más y llegamos al árbol.

Efectivamente la sudadera que Raíza me había regalado estaba clavada en el árbol con un cuchillo, llena de sangre de cerdo, su olor peculiar me hizo saberlo.

No pude evitar fruncir el ceño por el olor tan asqueroso, incluso escuche que Kiri vomito detrás de mí por el olor, supongo que ya tenía días aquí.

—Investíguenlo, ahora, no quiero que mi luna se entere—gruñí quitando el cuchillo de la capucha de la sudadera haciendo que esta cayera al suelo. Cuando esta cayó una hoja de papel salió de la bolsa delantera.

Me agache a tomarla.

Obitus. Dolor. Odium

Era latín.

Muerte. Dolor. Odio.

Metí la nota dentro de mí pantalón y me giré para irme. Kiri vino conmigo, no preguntó que decía la nota ya que no le iba a decir o aumentarían sus nervios.


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Jules

Kelly caminaba detrás de mí, a veces su seriedad me impacientaba.

Además, algo estaba pasando, ya que a todo mundo se le notaba lo tensó cuando llegamos y seguro que Max me quiso sacar de la casa por lo que sea que estuviera pasando.

—¿Qué es lo que pasa allá, Kelly? —pregunté mientras el abría la puerta del lugar donde estábamos.

Era un local no tan grande, pero tampoco pequeño.

—No lo sé, luna— comentó dejándome pasar al local, no estaba muy lejos de la casa de Max.

Entre al local casi tentando las paredes porque no había iluminación. Kelly encendió la luz detrás de mí, haciendo que la luz blanca iluminase todo el local.

Me sorprendió al ver todo lo que había dentro, dos caballetes, varios lienzos empaquetados, distintos tipos de pinturas en cajas organizadoras, pinceles empaquetados listos para ser abiertos, un banco alto y algunas cajas aun cerradas.

Las paredes estaban pintadas de blanco, el piso era de madera y había una lámpara aparte de la de techo que estaba casi igual de alta que yo y podía ajustarla.

Un nudo se atascó en mi garganta, mis ojos escocieron y tuve que limpiarlos con mis palmas para poder ver bien.

—¿Q...Qué es esto? —murmuré aun mirando todo.

Una serie de sentimientos se acumularon en mi pecho impidiéndome el paso dela aire. Tenía tanto tiempo sin pisar un estudio de pintura que me causaba tantas sensaciones estar en uno después de tantos años.

—Sabes lo que es— la voz de Max me atrajo a la realidad haciendo que pestañeara varias veces. Me encogí en el lugar intentando no llorar. Pronto se acercó a mi rodeándome con sus brazos y pegándome a su torso. —Ay cariño— murmuró besando mi cabello. Las lágrimas escurrieron por mis mejillas cayendo sobre sus brazos.

—¿De quién es? —pregunte poniendo mis manos sobre sus nudillos. El nudo en mi garganta persistía ahí sin acceder.

—Tuyo, solo tuyo, puedes venir cuando quieras— eso solo provoco que las lágrimas cayeran con más persistencia por mis mejillas.

—Max— mi voz se quebró cuando dije su nombre, me gire entre sus brazos quedando frente a él, su sonrisa llena de calma y ternura me recibió, limpió mis mejillas con sus pulgares y dejo un beso en mi nariz.

—Esto es demasiado— murmuré. Él siguió acariciando mi cabello y parte de mi rostro.

—Claro que no, dijiste que tal vez iniciarías a pintar de nuevo— asentí lentamente y recargué mi cabeza en su pecho.

—Muchas gracias— murmuré. Max repartió una serie de besos por mi rostro y se alejó un poco de mí.

—No agradezcas— pauso y sonrió —Ahora ven, quiero mostrarte algo más— la sonrisa permaneció en su rostro. Me tomo de la mano y me guio hacia afuera donde pude respirar aire fresco lo cual agradecí.

—¿Podemos regresar caminando? —Max asintió.

Mientras caminábamos de regreso el silencio nos envolvía el nudo que se había formado en mi garganta aun no cedía y al parecer el tampoco tenía muchas intenciones de hablar. Sin embargo, parecía que había mil cosas por hablar, bueno, no eran tantas, solo era una que me carcomía la mente y me causaba un poco de conflicto.

Las personas iban y venían por la calle algunas lo miraban con respeto otras evitaban no mirarlo. Los niños correteaban de un lado a otro en su forma humana y otro en la forma lobuna, parecían divertirse y me provoco solo más curiosidad conocer sobre su mundo.

Necesitaba que Max me contará más sobre este mundo tan nuevo para mí.

—¿Por qué lo mataste? —pregunté curiosa mientras seguíamos caminando, no pude evitar sentir las ganas de tomar su mano, tal vez era raro, pero aun así Max me sigue transmitiendo la misma confianza de antes de saberlo.

—Me traiciono, le dijo muchas cosas sobre mí a la madre de Raíza y le dio la clave para ir a mi apartamento— yo fruncí el ceño confundida por eso último, ya que no sabía que su ex había ido a su apartamento que claramente es el lugar donde he estado pasando los días últimamente, pero no debe importarme claro.

—¿Fue a verte? —Max asintió levemente.

—El día del funeral, antes de ir— nuevamente le di un asentimiento sin decir nada más.

Seguimos caminando en silencio, Max estaba acariciando mi mano con suavidad.  Cuando llegamos a la casa me causo más curiosidad saber que era lo que había pasado aquí hace rato, ya que si, había sido raro.

Entramos por la puerta principal, él me llevo directo a la puerta del patio, pero antes de salir se puso detrás de mí y cubrió mis ojos con sus palmas. Mi corazón latió con demasiada rapidez por la emoción.

—¿Tienes miedo? —sonó confundido. Negué rápidamente.

—No, es emoción— respondí tan rápido como pude y asentí. Max me dio un beso en el cuello haciendo que me retorciera un poco por la humedad de sus labios que me causo un cosquilleo. No pude evitar reír.

—Si adivinas que es te doy un beso— comentó mientras me guiaba para salir de la casa. No pude evitar sonreír por lo que dijo.

—¿Y si no? — cuestione mientras caminaba con lentitud.

Pude sentir su respiración en mi cuello causando que se me erizara toda la piel.

—Ese te lo dire arriba, en mi habitación— murmuró aun cerca de mi oreja.

Termino cubriendo mis ojos con solo una de sus palmas, que era lo bastante grande como para cubrir mis ojos, mientras que su otra mano la colocaba en mi cintura ascendiendo por mi abdomen dejándola debajo de mi top. Su piel tibia se sentía tan bien contra la mía. Su solo toque causaba un sinfín de estragos en mi cuerpo.

Estuvimos caminando por unos cuantos minutos que se me hicieron eternos, podría decir que caminamos por parte del bosque ya que el ambiente había cambiado, el aire de los arboles llenaba mis fosas nasales, además de que Max me decía si había una rama adelante o no.

Sonreí para mí misma Max me hizo caminar unos cuantos pasos más, pude escuchar como Max abrió una puerta, pero nos detuvimos ahí.

—Adivina— su tono de voz tenía un tono tranquilo. Yo me quedé unos segundos en blanco. Intente escuchar algo que me pudiera dar una pista de que era. Después intente oler algo, lo único que me dio una pista fue el olor a flores, pero había diferentes olores, no era solo uno.

—¿Son flores? —inquirí mientras jugaba con mis manos. La leve risa de Max inundo mis oídos.

—Eres muy lista, cariño, y si, pero no— respondió quitando su palma de mis ojos. Abrí los ojos despacio para acostumbrarme a la luz de la claridad ya que había durado unos minutos con los ojos cubiertos.

Pestañee unas cuantas veces.

Me quedé asombrada mirando la construcción frente a mí. Era un invernadero bastante grande, las paredes eran de cristal incluyendo el techo.

Todo estaba rodeado de árboles y guías que cubrían parte de las paredes de cristal, todo era realmente hermoso. Max me indico con su mano que entrara, el entro detrás de mí. Todo el lugar estaba lleno de flores, había rosas, girasoles, gardenias, tulipanes, orquídeas, etc. Eran demasiadas, no entendía como tantas flores cabían aquí. Seguí caminando por todo el lugar admirando las flores.

Llegamos a la parte trasera, donde me quedé sin palabras al ver que había una pequeña piscina incrustada en el suelo como si fuera parte del lugar, además había una pequeña mesa para cuatro personas y sillas de metal, igual todo estaba rodeado de plantas verdes.

—Max esto es... hermoso— murmure girándome a verle. El me dio una sonrisa complacido. Se acercó más a mí quedando frente a mí a unos pocos centímetros de mí.

—Y es para ti, ¿recuerdas que hicimos un trato? —claro que lo recordaba, pero no creí que iba a poner un invernadero aquí para mí, aunque si ya hizo el estudio cualquier otra cosa no me sorprendería.

—Esto es demasiado— él negó con la cabeza y tomo mi rostro entre sus manos acariciando mis mejillas con sus pulgares.

—Claro que no— pauso dejando un corto beso sobre mis labios —Te lo mereces, cariño, esto es tuyo, io sono tua— (yo soy tuyo) termino diciendo lo último en italiano. Me daba tanta curiosidad comprender lo que decía.

Sin embargo, el hecho de que Max fuera así era demasiado para mí, en mi vida esperaba que me regalaran flores y ahora venía a decirme que este lugar era mío, sin duda alguna era demasiado para mi pobre corazón, es más de lo que estaba acostumbrada a recibir.

Max me daba amor y cariño, obvio me gustaba, también los regalos que debo admitir que de igual forma me gustaban.

—Todo esto es hermoso, me encanta, de verdad muchas gracias— murmuré y precedí a abrazarlo. Envolví mis brazos en su torso y él me devolvió el abrazo, mientras dejaba un beso en mi cabeza.

Su olor me hacía sentir tan reconfortada al igual que sus brazos.

Max y yo pasamos la tarde en el invernadero, me ayudo a regar algunas de las plantas, comimos algo e incluso lo tumbe a la piscina que claro después me tiro con él, pero la pase bien, en realidad olvide parte de mi realidad por varias horas.

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Max

Después de que regresamos del invernadero Jules se quedó dormida después de ducharse. Kelly me llamó una hora después haciéndome saber que tenía visita.

Claro que él olor de Adrián me hizo saber que él era mi visita, lo cual me hizo preguntarme que era lo que pasaba para que quisiera venir hasta acá, que claro que su hija estuviera aquí no sería bastante motivo, ¿cierto?

Termine llegando al primer piso. Pude ver a Adrián en la sala.

—¿A qué se debe tu grata visita? —le pregunte mientras terminaba de llegar frente a él. —¿Quieres algo de tomar, agua, wiskhy? —pregunte con curiosidad. El me dio una negación con la cabeza y asentí sentándome frente a el sofá.

Esperé unos cuantos segundos a que Adrián me dijera que era lo que hacía aquí.

—Me iré del país, Ashley no está tranquila aquí—hizo una pausa como si pensará lo que diría —Quiero saber si Jules quiere irse o no—

—Por mi puede quedarse, lo sabes, pero ahora está dormida— comenté con tranquilidad mientras me recargaba con calma en el sofá. —Igual si quieres quedarte hasta que despierte está bien— Adrián negó con la cabeza declinando mi oferta.

—Es muy amable de tu parte, pero no gracias, tengo unas cosas que hacer, igual dile que me llame por favor, desde lo de Mar— su voz se entrecorto y un momento incomodo se hizo presente. —No hemos hablado en realidad—

—Si yo le digo que te llame— asintió para luego levantarse del sofá listo para irse.

Minutos después Adrián se había ido.

Después de eso le mandé mensaje a Evren para saber si ya había encontrado algo sobre Raí ya que aún me tenía preocupado. Una parte de mi estaba algo en calma porque sabía que Raíza se podía defender sola y que tenía dinero de sobra en estos momentos ya que revise las cuentas y antes de irse saco dinero del banco, ¿Cómo? No lo sé ya que es menor de edad.

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Jules

Al día siguiente.

El sonido de música era lo bastante fuerte, había venido a la fiesta de una de las amigas de Jasón.

Había perdido a Jasón de vista, no recordaba a donde había ido.

No podía ver los rostros de las personas, solo eran nubes borrosas en vez de rostros, intente aclarar mi vista tallando mis ojos varias veces, pero no pasó nada, no podía ver los rostros de las personas.

Camine entre la gente intentando irme, sin embargo, podía sentir la mirada pesada de todos sobre mi intente caminar más y más rápido, pero parecía no poder huir, como si mis pies no avanzaran nada.

Intente gritar, pero fue en vano ya que parecía que mi boca estaba pegada, no salía ningún sonido de ella. Las lágrimas comenzaron a bajar por mis mejillas mientras intentaba huir. Intente llamar a Jasón, sin embargo, no me escuchaba.

—Tú los mataste—fue un susurro que llegó a mi como una brisa, tan bajo que apenas fue audible, pero lo suficiente tenebroso como para erizarme la piel y provocar que quisiera huir.

—Tú los mataste—nuevamente el susurro me hizo estremecerme.

Cerré los ojos con fuerza intentando no escuchar nada. Intentaba que el miedo no sucumbiera en mí.

Abrí los ojos de repente y quise gritar al ver a Jasón frente a mí.

Sus pómulos estaban demasiado marcados, su piel estaba más pálida de lo normal, y sus ojos estaban totalmente blancos, había sangre en la comisura de su boca y en su frente, sus manos tenían quemaduras muy horribles la piel se le veía quemada y rojiza.

—¡Tú nos mataste! —su grito me aturdió tan fuerte que tuve que cubrirme los oídos con las palmas de mis manos de por fuerte y atemorizante que fue su grito. No era su voz, era una vos rasposa y distorsionada.

Por fin pude grite, fue como si me hubiera liberado de un peso.

En ese momento cerré nuevamente los ojos con fuerza.

—No, no, no— lloré mientras me hacía bolita en mi lugar.

—Jules, Jules— su voz se escuchó tan lejana y distorsionada. Negué con la cabeza.

—Déjame, déjame— me queje intentando alejarme, pero sus brazos me rodearon y tomo mis manos.

—Jules respira cariño, tranquila— por fin pude escuchar bien la voz de Max, su tono preocupado me hizo abrir los ojos de repente. —Tranquila cariño, estas bien, estas bien, respira— susurró aun abrazándome.

Me recargué en su pecho intentando calmarme, mi respiración era todo un desastre, Max acarició mi espalda de arriba abajo con calma mientras intentaba tranquilizarme.

—Estas bien— murmuró dejando un beso en mi frente y asentí levemente.

En ese momento caí en cuenta en que estaba sudando frío, no parecía importarle a él.

Pasaron varias horas mientras Max intento calmarme. Su paciencia fue demasiada sin duda alguna, sim embargo, siempre se lo iba a agradecer.

Me había calmado. Incluso me había preparado café, ya que Kiri nos había hecho él desayuno.

Desayunamos con calma en el patio, podía escuchar a algunos lobos por ahí, sus aullidos no pasaban desapercibidos.

—Max— lo llame después de que desayunamos. El me miró con suma atención—Cuando me contaste sobre cómo te convertiste dijiste que no habías nacido como lobo, entonces ¿Qué eras cuando naciste? —pregunte con curiosidad mientras seguía picando la fruta de mi plato.

Max pensó unos segundos sobre si hablar o no. Termino de comerse el pedazo de tostada que le quedaba y cuando se la paso comenzó a hablar.

—No era— afirmo —aun soy— me quedé quieta en mi lugar la curiosidad me ganaba. No dije nada, solo deje que hablara — Bien cariño para empezar no nací en Italia, me críe ahí durante mucho tiempo— pauso y paso las manos por su rostro —Por la luna esto es más complejo de lo que creí— susurró más para él mismo —Bueno hay otro lugar, podríamos decir que es otro mundo dentro de este plano se llama Aragón, es totalmente diferente al mundo que conoces de verdad, su monarquía se rige de reyes, hay siete reinos diferentes con diferentes seres, sirenas, brujas, lobos, vampiros, demonios, hadas y ángeles caídos es... raro ya que lo digo en voz alta, pero no es tan descabellado cuando lo vez con tus propios ojos, y yo nací ahí, pero mi madre huyo de ese lugar y vinimos al mundo humano, así que nací siendo un demonio proveniente de Aragón—

Me quede en silencio durante unos cuantos minutos procesando lo todo lo que me había soltado Max de repente. Me quedé en perpleja sin duda alguna.

¿Demonio? Dios mío sin duda el mundo era un lugar que nunca se terminaría de conocer.

—Pero desapareció cuando te mordió tu padre, ¿No? —cuestione llevando un pedazo de melón a mi boca. Max negó con la cabeza.

—Solo quedó una pequeña parte de él, podríamos decir que es más como mi conciencia, pero hubo un tiempo en él que no estuvo presente, era mejor si soy sincero—termino de hablar con una leve sonrisa.

Si bien esto era mucho más de lo que esperaba que me dijera y aun así aún seguía teniendo duda, pero por ahora podía quedarme solo con eso.

Después de unas cuantas horas de charla con Max le dije que quería ir al estudio, pensé que tal vez podría ir a intentar pintar, aunque en este momento había un lío dentro de mí, sobre todo lo que estaba pasando en estas últimas semanas, además recordé que tendría que tal vez tendría que ir a la estúpida fiesta, que no era estúpida claro era maravilloso que Melanie me invitara, pero tenía miedo de ir.

Kelly me acompaño al estudio, aunque se quedó afuera en la camioneta esperándome, agradecí que no entrara conmigo, ya que necesitaba mi espacio y mi soledad para hacer esto, necesitaba hacerlo, tenía casi cuatro años sin pintar y en cierta manera eso era decepcionante.

En realidad, lo que llevaba de mi "carrera" como pintora ya que llevaba tantos años sin pintar y en realidad no sé si puedo llamarle carrera a esta miseria llamada depresión.

No me moleste en abrir las persianas, quería privacidad.

Primero abrí uno de los lienzos aspirando el olor de la tela nueva. La puse sobre el caballete, luego fui por un godette, algunas pinturas y pinceles. Deje las cosas sobre el carrito y lo acerque al lizo al igual que el banco. Tomé un suspiro y me senté en el banco mientras mis manos comenzaban a temblar.

Era un desastre, tantos años sin hacerlo pasaban factura al igual que los sentimientos desenfrenados que se acumulaban en mi ser en este preciso momento. Me unos segundos en blanco intentando no perderme de más en mis sentimientos. Tomé un bote de pintura y un pincel.

Puse un poco de pintura negra en el pincel, comenzando a hacer líneas delgadas sobre el lienzo, aunque no eran para nada rectas ya que mi pulso era el peor en esos momentos ya que mi mano no dejaba de temblarme.

Quise pintar, pero todo lo que se venía a mi mente era el rostro de Jasón en la pesadilla y una serie de "no puedes hacerlo" inundaban mi cabeza.

Intenté, juró que intenté hacer un trazo perfecto, pero no pude, mis ojos se inundaron de lágrimas. Bote la pintura a un lado cuando uno de mis trazos se fue muy de lado. Solté un grito frustrada, aún más cuando vi la estúpida pintura derramada en el suelo. Me baje del banco para intentar limpiar, pero en el proceso termine manchando mis tenis favoritos. Caminé hacia atrás sin fijarme y tropecé con la mesa haciendo que mi vaso de café cayera y se derramara en mi ropa.

Solté un chillido al sentir el líquido tibio. Gruñí frustrada mientras masajeaba mi cuero cabelludo y terminé pateando el vaso.

Me senté en él piso frustrada por todas las estupideces que me habían ocurrido en el lapso de cinco minutos.

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Max

—A veces quiero de darme de baja de la universidad— murmuró Iden dejándose caer en el sofá frente a mí. Escuche el ruido del portazo de la camioneta y el olor de Jules fue refrescante.

—Que bendición mi prima favorita está aquí— murmuró Iden mientras se levantaba. Lo mire con cierta diversión por lo que dijo, luego de eso escuche la puerta de la entrada y antes de que pudiera decir algo Jules paso sin decir nada, se fue directamente al segundo piso. Algo iba mal. No tengo que ser un adivino para darme cuenta.

—Más tarde seguimos— le dije pasando por su lado mientras le daba un leve apretón en el hombro. El soltó un suspiro.

Subí las escaleras en silencio, podía escuchar desde ahí como Jules abría y cerraba los cajones con fuerza. Estaba molesta y frustrada la sensación en el pecho me lo confirmaba.

Termine llegando al segundo piso. Fui directamente a la habitación. Entre en silencio, aunque si noto que entre, ya que giro un poco la cabeza para verme de reojo. Termino de quitarse la blusa que llevaba mientras seguía dándome la espalda, podía ver sus tenis llenos de pintura negra al igual que su pantalón con algunas manchas de la misma.

Espere sentado en la cama a ver si decía algo, sin embargo, no lo hizo.

Se sentó en el piso a tratar de quitarse los tenis. Comenzó a intentar desatar sus cordones, sin embargo, solo apretó de más el nudo y comenzó a frustrarse. Al no poder deshacer el nudo sus ojos se cristalizaron. Me levanté de la cama y fui a sentarme frente a ella.

Antes de que continuara tome sus manos.

—Yo lo hago. Respira— comenté alejando sus manos de los cordones de los tenis. Empecé a desatarlos con calma ya que el nudo estaba demasiado apretado.

Cuando termine le saque el primer tenis. Luego seguí por el segundo que fue más fácil de desatar.

La pintura de los zapatos estaba seca y viéndola más de cerca sus ojos estaban hinchado tal vez por llorar.

—¿Quieres hablar? —le pregunte aun sentado frente a ella. Tome sus manos entre las mías y ella soltó un suspiro.

—No pude hacerlo, hice un desastre, tire la pintura, el café y luego me golpee la cabeza— murmuró con pesar y decepción. En realidad, parecía que si le afectaba el no haber podido pintar hoy.

—No tenías que hacerlo hoy, tampoco mañana y es normal que no puedas hacerlo enseguida. Tienes años sin pintar aun así yo confío en que algún día lo harás, no importa cuando tiempo lo intentes, lo vas a lograr— ella soltó mis manos para limpiar las lágrimas que se habían escapado de sus ojos. Me acerqué un poco más a ella y le di un beso en la frente.

Ella se acurruco en mi pecho. estaba seguro de que podía escuchar los latidos de mi corazón, la rapidez con la que latía ante su cercanía.

—Tú corazón late muy rápido— murmuro ella rodeando mi abdomen con sus brazos. Ay maldición. Odio sentirme así de vulnerable. Más cuando sé que no he hecho nada bueno en mi vida.

—Solo late así por ti— murmure. Ella alzó la cabeza para mirarme. Sus ojos verdes tenían ese toque de cariño. Alzó la mano para tocar mi rostro. Acarició mi mejilla y parte de mi barbilla.

Antes de que pudiera decir algo escuche los golpes a la puerta.

—Alfa encontramos a Terry a las afueras de Wildwood— Jules me miró con el ceño fruncido y ambos nos levantamos. Ella se puso la blusa nuevamente.

—¿Puedo ir? —pregunto curiosa mientras se volvía a poner los tenis y le respondí con un asentimiento.

Me preocupaba que hacía Terry aquí, ya que hace mucho que Liz no lo dejaba venir conmigo.

Cuando Jules termino salió de la habitación conmigo.

En el momento que salimos de la habitación note como Jules volvía a disociarse de la realidad. Tome su mano atrayéndola de nuevo a la realidad, dio un pequeño brinco al sentir el contacto, pero luego se tranquilizó.

—Cariño había olvidado decirte que ayer vino tu papá, quería decir que piensa irse de Montreal y él quería saber si querías irte con él— no era mentira, enserio apenas había recordado eso, sin embargo, una parte de mí temía que ella quisiera irse.

No sabría qué hacer si ella decide irse y si soy sincero me da miedo el solo hecho de pensarlo.

Gire la cabeza para ver a Jules, ella hizo una mueca y una parte de mí se sintió algo aliviado por esa pequeña acción.

—Lo voy a llamar más tarde— murmuró —Gracias— le di media sonrisa. Mientras bajábamos ella parecía pensar sobre lo que le había dicho.

Minutos después llegamos a donde estaba Terry. Él se soltó de la mano de Brand y corrió hacia mí.

—¡Papi! —chillo al verme. Corrió y se acercó a mi alzando ambos brazos, sus ojos tenían cierto tono rojizo como si hubiera llorado. Por inercia solté la mano de Jules y abracé a Terry alzándolo en mis brazos.

—Hola pequeño, ¿Qué haces aquí? ¿Qué paso? ¿Te trajo tu mamá? —le hice una seña a los chicos para que revisaran toda la zona.

Terry negó con la cabeza mientras me giraba. Jules me miró con Terry en brazos. Sus ojos miraron cada aspecto de Terry. Enserio me miraba algo sorprendida.

—No, yo vine solo, mamá, no sé dónde está— los ojos de Terry se encontraron con Jules. —Ella es muy bonita— no pude evitar reír por el alago, Jules sonrió y me acerque un poco más a ella para que ambos se vieran mejor.

—Lo es verdad— pause —Ella se llama Jules, Jules él es Terry— Jules le dio una sonrisa tierna. Se acercó un poco más a nosotros.

—Mucho gusto Terry— dijo ella en un tono bajo, pero audible, la sonrisa permanecía en su rostro.

—Mucho gusto Jules— murmuró Terry también con una sonrisa. Comenzamos a caminar de regreso a la casa. —Mamá estaba muy enojada, me dio mucho miedo y corrí— susurro Terry escondiéndose en mi cuello. su cuerpo comenzó a temblar un poco.

—Tranquilo pequeño, todo está bien, estoy aquí yo te voy a cuidar— le dije frotando su espalda de arriba abajo intentando calmarlo, no me gustaba hacer nada con las emociones de mis hijos, ya que en realidad creo que podría ser malo en un futuro.

Paso un rato y Terry se quedó dormido sobre mi hombro y unos cuando segundos después llegamos a la casa.

Llevé a Terry a su habitación y lo cubrí con la manta.

—Parece que eres un buen padre— yo le di media sonrisa no muy feliz.

—En realidad soy pésimo— confesé con pesar —Raí ella me odia y ni siquiera sé dónde está en estos momentos y Terry, el apenas y me llama papá— Jules me dio unas palmadas en el hombro a modo de ánimo mientras seguíamos caminando a la habitación.

—¿Lo de Raíza lo dijiste literalmente? —asentí. Ella se quedó en silencio unos minutos como si estuviera pensando en algo.

Una parte de mí comenzaba a preocuparme el hecho de que Evren no me haya mandado algún mensaje aun, pero no solo eso, también era el hecho de que Terry estaba asustado de Liz y había venido aquí.

—¿Y qué haces aquí? ¿Por qué no vas a buscarla? —pregunto ella de repente.

—No sé dónde está y hay alguien que pude encontrarla, pero si estoy cerca ella se dará cuenta y va a huir de nuevo— comenté con cierto deje de nostalgia, el solo hecho de pensar en que Raíza estaba huyendo de nosotros me hacía sentir pésimo.

Ella se abrazó a mi brazo y entrelazo su mano con la mía.

—Seguro que ella no te odia, solo debe de estar dolida por algo— más bien ¿Por qué no estaría dolida? Tantas cosas que han pasado me sorprendería si no estuviera dolida.

────•: ☽ ∙✦∙☽:・────


Después de unas horas Kelly me mando a llamar. Me sorprendió que era Evren quien me buscaba. Sin embargo, venía solo. El único olor que percibía era el de él y eso me frustro.

Baje las escaleras con prisa para ir a mi oficina. Cuando entre Kelly estaba dentro con Evren quien permanecía sentado en una de las sillas.

—Tu calma me inquieta— le dije atrayendo su atención mientras me acercaba, Kelly salió de la oficina en ese momento. Evren parecía retraído de la realidad.

—No estoy calmado— pauso y se levantó de su asiento —ella no quiso venir, pero te mando algo, no puedo obligarla a venir y ella tampoco quiere que sepas donde esta— solté un suspiro frustrado. Pasé mis manos por mi rostro y cabello y gruñí.

Respire profundamente y tome la carta que me dio Evren antes de que le dijera algo él habló nuevamente.

—Ella no quiere saber de ti, pero hasta ahora yo soy el único que sabe dónde está así que te aconsejo que no me regreses a Aragón, Max. Odio ese lugar, no es mi hogar— solté un suspiro frustrado y le di una mala mirada.

Maldito manipulador de mierda.

—Haz que ella quiera hablar conmigo, solo para saber que está bien y no me encargo de que no regreses a Aragón.

El me miró dudoso como si no pudiera confiar en mí. Lo entendía yo no le daba ninguna seguridad y él a mí tampoco, pero hasta ahora es el único medio que me conecta a Raíza y necesito acoplarme a esto.

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Raíza

Camine de lado a lado en la habitación el pánico comenzó a amenazar con atacar mi sistema. Al igual que él hambre. Había pasado más de veinticuatro horas sin probar un poco de sangre y eso comenzaba a pasar factura.

Y me aterraba el hecho de lo que podría hacer estando hambrienta.

—Respira— murmuré mientras me sentaba en el bordo de la cama. De todas las ideas que he tenido esta ha sido de las peores o tal vez de las mejores aun no lo sé.

Me sentía tan cansada de estar en Montreal, de mamá, de Max y toda la presión que ellos conllevan. Me sentía tan mal estando cerca de ellos, era demasiado asfixiante siempre quedar en medio de sus estúpidas peleas, además les estaba haciendo un favor.

Una carga menos, ellos no querían una hija adolescente que les da muchos dolores de cabeza, Max no está listo para ser un padre, mi madre mucho menos ella odia a los niños, lo siento por Terry, pero no podía traerlo conmigo, así que mi única opción fue decirle lo que iba a hacer después de que yo huyera. Para estas horas se suponía que ya debía de estar con Max, Max era mejor que mi madre y Terry lo prefería a él.

Un olor conocido llegó a mis fosas nasales. Esa mezcla de colonia cara y el olor a muerto eran inconfundibles. Evren. El martilleo de mi corazón se aceleró junto con mi escaso pulso.

Primero golpeo la puerta suavemente con los nudillos. Me quede quieta en mi lugar como que si no supiera ya que estaba en esa habitación.

—Raíza ábreme, te traje comida— fruncí el ceño ante eso último. ¿comida? Me acerque a la puerta pegándome a ella.

—¿Comida? —respondí inquieta.

—Sí, tu comida— resalto en ese tu haciéndome saber de lo que se trataba. Indecisa termine abriendo la puerta de la habitación dejándolo entrar.

Este entro como si estuviera en su casa. Llevaba una mochila en sus hombros, yo cerré la puerta con él seguro mientras él sacaba varias bolsas de sangre dejándolas sobre la cama.

—Supuse que necesitarías provisiones— comentó con calma. Había olvidado lo guapo que era su cabello rubio oscuro estaba despeinado, aunque se veía tan fresco como su se hubiera terminado de dar una ducha.

—¿Cómo me encontraste? —pregunte tomando una de las bolsas de sangre para luego sentarme en el suelo recargando mi espalda en la cama. Evren se sentó a mi lado.

—Eres bastante predecible fierecilla— comentó con ese estúpido acento alemán que comenzaba a odiar, su arrogancia era molesta. —Además, tu papá está muy desesperado, créeme— yo me detuve de beber de la bolsa y lo miré.

¿Mi padre? ¿Desesperado por mí? Ja que buena broma.

—Seguro alucinaste— negó con la cabeza. Yo seguí comiendo.

—Claro que no, enserio está preocupado, pero no vine por eso, quiero que vengas conmigo—negué con la cabeza mientras lo miraba como si estuviera loco o tuviera dos cabezas.

—¡Claro que no! — grite molesta. El me miró guardando la calma. —No voy a regresar, me voy a quedar aquí y si le dices en donde estoy a Max te juro que te rechazo, no me importa cuán doloroso pueda ser eso Evren— el frunció el ceño y se cruzó de brazos.

—¿Estás loca? ¿Cuántos años tienes niña? ¿Quince? ¿Y quieres quedarte en un país desconocido? —me molesto el tono de voz que uso. Lo fulmine con la mirada y me levante del suelo.

—Si estoy loca y tengo dieciséis y si, prefiero quedare aquí, así que largo o llamo a seguridad para que te echen de aquí— él me dio una sonrisa cargada de sorna.

—Ay fierecilla, ¿Crees que no puedo matarlos en un cerrar de ojos? —es tan arrogante que solo quiero clavarle las garras en la yugular y dejarlo morir. Ojalá fuera tan fácil matarlo. De repente una idea se me ocurrió, fue como si un foco se encendiera.

—Bueno entonces... ¿Por qué no hacemos un trato? Tu puedes venir, visitarme, pero no le digas nada a papá, no entiendes va a mover cielo mar y tierra para regresarme a Montreal, yo no quiero regresar, solo quiero que le entregues algo— claro que no me quedaría. No soy estúpida. No lo quería cerca, pero no podía darme el lujo de rechazarlo porque eso me debilitaría o me mataría.

Pero si podía hacer que perdiera mi rastro. Había formas.

—Hecho— sonreí para mí misma al darme cuenta que al parecer si me creyó.

Hasta nunca Evren Reese.

Hasta nunca Lizbeth D'Angelis.

Hasta nunca Max Cross.

Hasta nunca Raíza Cross D'Angelis.


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