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Capítulo 16

Problemas

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Hay belleza en las cenizas de un corazón que ardió por lo que amaba

—Ron Israel.


Jules

No quería levantarme de la cama, sentía una mezcla de emociones que se desbordaban dentro de mí, era dolor y la ira luchando por ver cual podía quedarse en mi pecho.

Miré hacia la pared de cristal que se encontraba justo frente a mí.

El peso sobre mi pecho se había instalado a tal grado que sentía como si tuviera un ancla sobre mi pecho que me mantuviera debajo del agua, sin respiro alguno.

Sentí el brazo de Max rodear mi cintura pegándome a su cuerpo. Solté un suspiro, intranquila, aunque realmente no podía calmarme en este momento.

Mi corazón latía con demasiada fuerza, tanta que era imposible no sentirme agobiada por tantas emociones que sentía en este preciso instante.

—Respira cariño, tu corazón va demasiado rápido—murmuró con voz raposa, se notaba que apenas se había despertado, mientras se levantaba un poco de la cama, apoyándose en su brazo derecho con su mano izquierda comenzaba a acariciar mi mejilla con suavidad. La calidez en si piel tenía cierto toque reconfortante, aunque realmente no tranquilizaba mucho el estado en el que me encontraba.

—Tal vez hoy todo se acumule por lo de ayer, tipo una resaca, pero de sentimientos—murmuró aun acariciando mi rostro con tranquilidad.

Comenzó a dejar varios besos en mi mejilla para luego abrazarme y pegarme a su cuerpo.

El entendía lo que me pasaba en este momento.

Se quedó unos minutos en silencio, aun abrazándome.

—Voy a preparar algo para desayunar tengo hambre, vamos— habló aun con su voz un poco rasposa debido a no que no tenía tanto tiempo de despertarse.

Negué con la cabeza cuando se levantó de la cama, me cubrí de pies a cabeza con la manta.

Escuche los pasos de Max acercarse al lado de la cama donde estaba.

La cama se hundió debajo de él cuando se sentó a mi lado, descubrió mi cabeza, se acercó a mi dejo un beso en mi frente.

—No quiero— murmuré en voz baja. Acaricio mi rostro con calma y nuevamente dejo un beso en mi frente.

Parecía no querer insistir y lo agradecí.

—Entonces te traeré el desayuno —comentó tranquilo. No quise negarme, ya que entendía que eso no ayudaría, ya que seguro Max me traería de desayunar de todos modos, así que solamente me limite a asentir.

Max se levantó de la cama y salió por la puerta dejándome sola.

Me cubrí nuevamente de pies a cabeza, la presión en mi pecho no disminuyo ni un poco y las ganas de llorar solo aumentaron, inundando mis ojos en las haciendo que comenzaran a desbordarse mojando mis mejillas.

Cubrí mi boca para no emitir sonido alguno, mientras que me hacía un ovillo debajo de aquellas mantas calientitas e intentaba evadir mí no deseada realidad.

Sentí como uno de los perros subió a la cama, buscando un lugar de la manta por dónde meterse debajo de esta hasta que lo encontró y se metió debajo de ella, echándose a mi lado.

Era Bang.

Comenzó a lamer mis manos mientras yo seguía llorando, era como un intento de consolarme.

No pude contener mis sollozos, esperé a que Max no viniera. Bang parecía notar mi tristeza, ya que no se alejaba, seguía lamiendo mis manos e intentando acurrucarse a mi lado.

Finalmente lo deje acostarse a mi lado mientras ponía su cabeza sobre mi brazo.

No entendía como controlar lo que sentía en ese momento, solo sabía que él dolor se apoderaba de mí junto con la rabia.

Pasaron unos minutos, no pude controlar aquel dolor que se acumulaba en mi pecho como el polvo en algún estante.

Max regresó a la habitación, el ruido de sus pisadas acercándose no hicieron que quitara la manta de mi rostro.

Aun así el lo hizo.

—Te preparé café—una sonrisa tranquila asomó en las comisuras de su boca, entendía que todo esto lo hacía con buena intención, pero no quería nada en este momento, mi estómago tenía un nudo y mi apetito se había ido.

—Gracias—murmuré en voz baja. Max asintió lentamente.

—Tengo que ir a la oficina, no creo tardar mucho, pero come algo en lo que regreso ¿sí? —asentí levemente mientras el dejaba un beso en mi cabeza. No iba a desayunar, eso era bastante claro, no tenía nada de hambre.

Me tape nuevamente con las mantas mientras Max se vestía.

Minutos después se marchó despidiéndose de mi con un leve beso en la mejilla.

Me quedé con Bang a un lado de mí.

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Max

Desolador.

Esa era la sensación que tenía hoy, desde que amaneció.

No me deje llevar por eso, sabía que los sentimientos no podían ser lo que me llevaran a mí.

Llegué a la oficina, fui recibido por Alex y una mueca de disgusto por su parte.

—Tu querida ex esposa no se larga de la oficina, no sé cómo entró, así que no me preguntes— solté un bufido disgustado, no me agrada para nada la idea de tener cerca a Lizbeth, mucho menos en los lugares donde yo puedo tener el control.

Donde se supone que tengo el control.

Asentí sin hacer alguna estúpida escena de enojo o rabia, podía sacarla de aquí sin necesidad de tener que molestarme.

Entre en la oficina sin reparar en ella, deje mis cosas en el escritorio.

—¿Qué quieres? ¿Acaso no te basto con tu jueguecito de ayer? —pregunte mientras hacía un amago de no sonar molesto, aunque en realidad las ganas de desgarrar su garganta no me faltaban.

Ella me dio una sonrisa mostrándome sus colmillos afilados.

—En realidad no, mira yo sé que tenemos un amigo en común, apreciaría si dejas de cazarlo— fruncí el ceño al darme cuenta de quien hablaba.

Por supuesto, esta mujer está loca. Pase mi palma por mi rostro, intentando no perder la paciencia.

—No lo haré, ¿Qué te hizo creer que lo haría? —pregunte con la mandíbula tensa. Ella me seguía sonriendo con una absoluta gracia que sin duda solo me provocaba más ganas de arrancarle la garganta.

—¿Si entiendes que puedo matar a tu noviecita en cualquier momento? —le di una sonrisa mientras me acercaba a ella con lentitud, ella parecía tan tranquila, tal vez pensaba que me llevaba la delantera.

Termine posicionándome frente a ella, tan cerca que su olor impregnada mis fosas nasales de forma molesta. Tome su cuello tomándola por sorpresa, provocando que jadeara y logre ver un atisbo de miedo pasar en su mirada.

—Recuerda que puedo matarte en cualquier momento, siempre me he detenido por Raíza, no creas que esta vez lo haré, así que no te preocupes cuando tenga a tu mascota te aseguro que yo personalmente te lo regresare en una caja, en pedazos lo más seguro, pero lo tendrás de regreso, ahora lárgate antes de que decida que no vale la pena dejarte viva más tiempo—gruñí apretando su cuello, cortando su respiración por la presión que ejercía en su garganta.

La solté de repente dejando que tomara el aire suficiente para llenar sus pulmones e irse cerrando la puerta de golpe detrás de ella.

Pase ambas manos por mi rostro hasta mi cabello con frustración.

Mi cabeza comenzaba a doler demasiado por la frustración y la idea de un vaso de whisky comenzaba a seducirme, cabe decir que la espina de la duda se clavó en mi interior causando que declinara la idea de beber algo y mejor traer bebidas nuevas para que no pasara lo que me pasó ayer.

Un olor medio fétido y raro comenzó a llegar a mis fosas nasales, Malik se vio molesto por él olor tan diferente.

La puerta de la oficina se abrió sin aviso, haciéndome saber que era Alex quien había abierto la puerta, no solo por su olor, además nunca tocaba la puerta.

Me sorprendió demasiado ver a una cabellera rubia casi castaña. Era Evren Reese. Logre esconder mi confusión sin duda alguna hoy era el día de tener visitas estúpidas en mi oficina, aunque la de Evren me agrada mucho más que la de Lizbeth.

Es irónico que había estado buscando a Evren y que termine teniéndolo en mi empresa sin siquiera ir a buscarlo, que él solo vino a mí, pero ¿Por qué?

Alex miro algo confundido por la misma razón que yo, pero no dijo nada simplemente salió de la oficina dejándome "solo" ya que podía escuchar a través de las paredes.

—¿Qué haces aquí? —mientras señalaba la silla para que se sentara. El tomo asiento frente a mí.

Su olor peculiar me hacía saber que era un vampiro, aunque he de admitir que eso era lo único que me hacía saber que era vampiro, ya que en realidad no lo parece.

—Me has estado buscando, he visto a tus sabuesos cerca de mí, pisándome los talones, ¿Por qué? —pregunto en tono grave y confiado.

Evren aparenta casi treinta años en edad humana, aunque seguramente debe de tener muchísimos más en su edad real.

No había encontrado información de él, en el mundo humano Evren no existe, sin embargo, en Aragón es un príncipe vampiro.

—Te voy a hacer sincero, Evren, debes volver a Aragón— el pareció tomarlo como un chiste, aunque en realidad no hubo nada de gracia en su tono.

No perecía estar jugando, yo tampoco, tenía intenciones de hacer las cosas bien y no amargarme el resto del día.

—¿Crees que quiero regresar? Tu estuviste allá, sabes que él mundo humano es mejor que Aragón—sonrió con tranquilidad. Aunque en realidad el tono de su voz era animado, como si en verdad prefiriera el mundo humano—además no puedo irme. Aun. Necesito encontrar a alguien y da la casualidad que ese alguien es tu hija— fruncí el ceño confundido por lo último que dijo.

Tuve una idea de adónde iba esto, no me agradaba para nada, aunque sabía que este momento iba a llegar, sin embargo, aun así, no me agradaba y punto.

—Ya la encontraste, la viste hace unos días— murmuré más para mí que para él, aunque inevitablemente me escucho.

—Vaya...—paso sus manos por su cabello despeinándolo aún más, parecía algo desesperado—De verdad eres tan mal padre, pensé que tal vez Raíza exageraba, pero ya veo que no, si no te has dado cuenta hace más de cuarenta y ocho horas tu hija desapareció, por lo que pude ver si tu esposa ya se dio cuenta lo ignora— fruncí el ceño demasiado confundido.

Necesitaba digerir esto con calma, no dejar que me afectara el hecho de que definitivamente si era un muy mal padre y concentrarme en el hecho principal.

Raíza desapareció.

—¿Cómo que desapareció? ¿Tu como sabes maldita sea? —si bien en estos días debo de admitir que definitivamente había olvidado por completo que tenía una hija y un hijo que me necesitaban.

Mi trabajo como padre era pésimo de eso estaba seguro, estaba fallando en todos los aspectos posibles, no era justo para ellos.

—Como lo escuchas, solo lo sé ¿sí? ahorremos los detalles no te van a gustar, pero puedo encontrarla—la frustración comenzaba a apoderarse de mí sin siquiera poder controlarla.

Resultaba que ahora debía de tener fe en alguien a quien necesitaba mandar con urgencia de regreso al puto Aragón. Le había dado mi palabra a Alek de que iba a mandarlo de regreso, pero si él podía encontrar a Raíza es perfecto, porque hay que ser sinceros yo no conozco nada de Raíza, sin embargo, sería mucho más fácil para él encontrarla.

—¿Qué quieres a cambio? —inquirí alzando una ceja, cruzándome de brazos. Una sonrisa lleno sus labios y yo conocía perfectamente esa sonrisa, era pura maldita malicia y no me agradaba nada. —Si me enviaras de regreso a Aragón la quiero conmigo, seré el rey y ella será mi reina— no pude evitar reír mientras negaba con la cabeza.

Estaba estúpido si cree que le iba a dar a mi hija, así como así, el solo hecho de pensarlo me provocaba cólera.

—Gracias, pero no, conozco lo suficiente a mí hija para encontrarla yo solo— comente mientras me levantaba de mi silla, pero la voz de Evren me detuvo.

—¿Cuál es su color favorito? —pregunto en tono desafiante mientras me miraba desde su posición.

Mi mente se quedó en blanco por una fracción de segundos mientras en mi mente rebuscaba entre mis recuerdos esa información.

—El verde— comente seguro de eso sin embargo la carcajada llena de burla y diversión proveniente de Evren me molesto demasiado, igual a Malik.

—Serás idiota—masculló expresando su desagrado hacía mi— No la conoces ni un poco Max, su color favorito es el rosa, su comida favorita es la ensalada de pollo, odia el café y le encantar ver la luna durante horas—

Una parte dentro de mí se retorció al saber que él tenía razón, que no sabía nada de mi propia hija. Apreté la mandíbula con fuerza deseando tanto golpear a Evren, aunque no sé cómo me contuve.

—Encuéntrala, si ella quiere irse lo hará, sino no habrá más que puedas hacer y yo mismo te escoltare a Aragón si no la dejas en paz después de que no acepte— sé que Raíza está bien, hasta ahora no se ha sentido nada mal, nada ha cambiado, ella sabe cuidarse, pero me preocupa.

—¿Tú ego es más alto que crees que va a preferir quedarse aquí contigo? Seguir siendo infeliz cerca de ti ¿enserio? —la cantidad de palabras acumuladas comenzaban a obstruir mi garganta. Sabía que era verdad lo que decía, sin embargo, ni siquiera es una decisión que yo deba tomar, es Raíza y si ella quiere irse estará bien... creo.

—Como sea, encuéntrala y mantenme informado por favor, recuerda que es mi hija— Evren no dijo algo más, lo agradecí ya que no sumergiríamos en un cuento de nunca acabar y no quería eso.

Evren asintió mientras se levantaba de a silla para salir de mi oficina sin decir más.

Espere a estar totalmente seguro de que esa sanguijuela estuviera totalmente fuera del alcance de audición que podía tener.

Alex entro a la oficina como de costumbre sin tocar.

—¿Cómo que Raíza desapareció? —pregunto totalmente alarmado. Yo pase una de mis manos por mi rostro estando en el mismo estado que él.

—No lo sé, ni siquiera la había visto, no me habla ya lo sabes y no termino de confiar en él, necesito a Kelly aquí, llámalo por favor— Alex asintió a modo de respuesta y salió de la oficina con la preocupación tiñendo su mirada.

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Horas después.

Llegué al apartamento unas horas después, era tarde, el estrés tensaba todo mi cuerpo el dolor de cabeza era abrazador.

El olor de Jules se había disipado, era tan leve que me alarmo al instante, todos mis sentidos se pusieron en alerta al saber que Jules no se encontraba aquí.

Mi corazón comenzó a latir con tanta rapidez dentro de mi pecho, era un total desastre en estos momentos.

—Jules— la llame mientras subía por las escaleras.

Las posibilidades de que algo malo le haya pasado comenzaban a surcar mi mente tan rápido que me acojonaban.

—Kelly busca a Jules— grite mientras entraba a la habitación encontrándome con que Bang, Silent, Asterix y Nala jugaban muy tranquilamente en la alfombra con unas pelotas. Eso me tranquilizo un poco, ellos estaban tranquilos, señal de que nada malo había pasado, aun así, no podía estar tranquilo, ella estaba sola en algún lugar de Montreal.

Me preocupaba el hecho de que Josh estuviera buscándola.

—En el lobby la vieron salir después de que me fui, no ha regresado desde entonces— habló Kelly entrando a la habitación. Solté un bufido lleno de frustración.

—Bien, voy a buscarla— murmuré mientras pasaba por su lado dejándolo atrás, Kelly me siguió hasta salir del apartamento y subir al elevador.

—¿Hay algún bar cerca de aquí? —le pregunte a Kelly mientras llegábamos a la plata baja, al lobby.

Kelly pareció recordar algunas cosas.

Esperaba que mi opción más viable fuera la respuesta.

La opresión en mi pecho comenzaba a ser asfixiante.

—Sí, está a tres calles de ahí— comento mientras me seguía.

Asentí con la cabeza mientras él me guiaba.

Mi corazón latía con fuerza suficiente como para que hiciera estragos en mis terminaciones nerviosas.

Debe de estar ahí, prefiero mil veces a que este en ese maldito bar que en otro lugar. Comenzaba a hacer frío demasiado frío y la idea de que estuviera sola por estas calles heladas me provocaba dolor de cabeza. 

Kelly y yo estuvimos buscando a Jules durante horas, caminamos durante horas y no había nada, hasta que él teléfono de Kelly comenzó a sonar y lo saco.

No escuche su llamada, después de tantos años lograba controlar lo que escuchaba, lo que oía y todas esas cosas.

—La acaban de ver entrando al lobby yendo al pent-house— comentó Kelly yo solté un suspiro aliviado.

—Gracias a la luna, maldita sea— murmuré mientras caminábamos de regreso al pent-house.

Cuando llegamos cada uno fue directo a su apartamento. Cuando estuve en el apartamento visualicé a Jules recostada en el sofá mientras lloraba.

—Jules— susurré mientras me acercaba a ella. Me puse en cuclillas a su lado y tomé su mano. —Cariño ¿estás bien? —pregunte mientras acariciaba su cabello.

Sus ojos estaban llenos de lágrimas, el olor a alcohol llegó a mis fosas nasales rápido, era vodka. Por la diosa, se necesitaba demasiada tolerancia al alcohol para beber vodka y no dudaba de que con menos de tres vodkas se hubiera puesto así.

—No—lloró mientras negaba con la cabeza. —No puedo... es... demasiado... es asfixiante Max quiero que termine, no puedo, quiero irme, quiero irme—sollozó con la voz tan quebrada que mi corazón dolió de escucharla así de mal.

—¿Quieres que te llevé a tu casa? —pregunte confundido. Ella negó con la cabeza mientras tomaba mi mano entre la suya.

Negó repetidas veces mientras las lágrimas seguían saliendo de sus ojos sin que pudiera evitarlo.

Me sentía mal del solo hecho de pensar en no poder ayudarla, no poder parar ese dolor para siempre, quería tranquilizarla, sin embargo, no podía.

—No, no me entiendes, me quiero ir— todo aquello lo decía con un dolor profundo, en ese momento entendí de lo que hablaba.

La obligue a sentarse mientras me arrodillaba frente a ella, alcanzando casi su altura.

Un nudo se formó en mi garganta al intentar hablar con ella, entendía perfectamente cómo se sentía eso.

Era un dolor avasallante, desgarrador e incontrolable.

También sabía que tomaba tiempo en sanar esa herida y es todo un proceso.

—Te entiendo, Jules y no te voy a dejar cariño ni ahora ni nunca ¿Okey? —negó con la cabeza repetidas veces mientras seguía con mis manos entre las suyas.

Su mirada cargaba una inmensa nostalgia.

—No puedo, no puedo—

—Si puedes, sé que es difícil has estado pasando por momentos muy complejos estos últimos meses, sé que es difícil procesar tanto en tan poco tiempo, primero Jasón y ahora Marice, sé que sientes un gran vacío en tu pecho y es injusto todo lo que te pasa, sin embargo, el destino está marcado cariño, sé que puedes con esto, no estás sola, ya no más— fuera de tranquilizarla mis palabras provocaron que siguiera llorando.

Me abrazo con fuerza, pegándose a mí, envolviendo sus brazos en mi cuello, mientras la pegaba a mí y acariciaba su espalda de arriba abajo en un intento de que se calmara.

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Pasaron unas horas, Jules lloró bastante, hasta que logró tranquilizarse un poco. La borrachera se le había bajado después de un baño. Ahora estábamos cenando en la habitación, mientras mirábamos la ciudad por el ventanal.

Sabía que esa tranquilidad que había en estos momentos en ella sería efímera, solo bastarían unas horas para que sus pensamientos volvieran a atacarla nuevamente y el dolor comenzara nuevamente.

Pude escuchar las puertas del elevador abrirse. Varios olores desconocidos llenaron mis fosas nasales, junto con él aroma de Alex y Jacke.

No eran olores tan desconocidos, había un humano y otro lobo aparte de Alex.

Era raro que ellos trajeras a desconocidos a mi casa.

—¡Max! —grito Alex desde las escaleras, fruncí el ceño enserio confundido.

Me levante del suelo dejando la caja de comida tailandesa sobre la cama.

—¿Qué pasa? —pregunto Jules dejando de comer, frunció el ceño preocupada.

—No lo sé, hay otro lobo, no lo identifico— murmure mientras caminaba a la puerta.

—Tu camisa— Jules me lanzó mi camisa y le di una sonrisa mientras me la ponía para salir al pasillo.

Salí al pasillo con los perros saliendo delante de mí, comenzando a ladrar con fuerza hacía alguien en específico.

Era un hombre de cabello castaño, casi negro, sus ojos eran azules, bastante claros y casi anormales y junto con él venía Emerald, una de las mejores amigas de Jules. A él recuerdo haberlo medio visto en el funeral.

—¿Qué pasa? —pregunte alzando una ceja.

—Vinimos de visita con Jules, ellos son sus amigos por si no los conoces— explico Alex con una sonrisa tranquila.

Asentí mientras regresaba a la habitación para decírselo a Jules.

No me molestaba tenerlos en la casa, ellos se veían mucho más confiables que Peach y si a Jules le hacía bien tenerlos aquí estaba bien con eso.

Entre en la habitación, Jules seguía cenando.

—Cariño tienes visita— le dije recargándome en el marco de la puerta. Ella alzo ambas cejas y se levantó de la cama aun con la caja.

Iba dispuesta a salir de la habitación, pero la detuve con mi brazo en su cintura.

—Ponte un short te van a ver el trasero— le dije y ella rodó los ojos con diversión.

Espere a que se terminara de poner el short y salió de la habitación, baje junto con ella.

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Jules

Sentí algo de emoción en ese momento al ver a Emerald y Andy ahí parados junto con Alex y Jacke.

—Jacke y yo pensamos que traer a tus amigos para que estuviera con ellos sería buena idea— comento Alex con una sonrisa dibujada en su rostro. No pude evitar abrazarlo por ese detalle, en mis planes no hubiera estado ver a mis amigos en estos días, pero sabía que estando con ellos iba a reír más de una vez.

—¡Gracias, gracias, gracias! —chille emocionada abrazando a Jacke y a Alex para luego abrazar a mis amigos.

—También trajimos la cena— Jacke alzó las bolsas de comida.

—¿Cómo estas, Lizzie? —pregunto Andy mientras me abrazaba de forma fraternal.

—Sí, sabemos que es difícil—comentó Eme acariciando mi rostro.

—Estoy bien, tranquilos— les dije con una sonrisa. Alex nos llevó a la sala, antes de que Max desapareciera por las escaleras Emerald habló.

—Oye no mordemos, eres su novio, también estas invitado— Emerald se alejó de mí y fue por Max jalándolo del brazo. Max rio ante la insistencia de Eme.

Estando en la sala Jacke y Alex se sentaron en la alfombra y yo me senté frente a ellos. Emerald y Andy se sentaron junto a mí.

—Bueno a ella ya la conoces, él es Andreu— presenté a Max y Andy. Andy le ofreció la mano a Max amablemente y este le respondió del mismo modo. Al parecer se llevarían bien.

—¿Seguros que no quieren comer en el comedor? —pregunto Max señalando el comedor. Lo mire hacia arriba y tire de su pantalón levemente.

—Ven siéntate— le indique. Él se sentó junto a mí. Emerald y Alex comenzaron a repartir la comida.

—Ensalada con pollo para Max— se burló Alex al mismo tiempo que Emerald le daba su plato de comida.

Max hizo un mohín de desagrado e iba a devolver el plato, pero Jacke negó con la cabeza dándole a entender que no era ensalada con pollo.

—¿Enserio no te gusta la ensalada? —pregunto Andy con cierta diversión en su voz.

—Ni el pollo— confesó Max con media sonrisa mientras abría el plato de comida. Eran tacos.

—Recordé que a Jules le gustan los tacos— comentó Andy. Max alzó una ceja y me miró.

—No sabía que te gustarán los tacos— comentó Max viendo la orden de tacos en su plato.

Estos tenían carne de res, salsa verde hecha de tomate y chile y cilantro.

—No sabes muchas cosas—

—Nunca ha comido tacos— comentó Alex señalando a Max.

—Oh por dios, ¿Enserio nunca has probado los tacos? —Max negó con la cabeza mientras ponía el popote en su vaso de té helado.

—Tiene paladar de niño pequeño— murmure y Max soltó una risita tierna.

El teléfono de Max comenzó a sonar, dejo los tacos sobre la mesita, luego miró su teléfono.

—Lo siento, debo responder—murmuró mientras se levantaba del suelo para irse a su oficina.

Max desapareció por el pasillo. Emerald sonrió y tomo mis manos, muy sonriente. Sabía lo que pensaba y reí.

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Max

—Casi atrapamos a Josh— informó Kelly al teléfono, solté un suspiro frustrado.

—¿Qué paso? —inquirí sin ponerme cómodo, ya que aún tenía que regresar a la cena. Debo decir que Emerald y Andreu me caen bien.

—Casi mata a uno de mis chicos—

—Bien, espero que este bien, cualquier cosa llámame, ya váyanse a descansar, gracias Kelly— dije antes de colgar la llamada.

Luego de eso regrese a la sala, donde las risas inundaban el lugar.


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