Capítulo 12
Caos
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A veces pensamos tanto, más de la cuenta, que nos hacemos mierda a nosotros mismos
—César Ortiz
Jules
Max aparco enfrente de mi casa, atrás aparco Kelly.
Agradecí que la calle estuviera vacía y nadie pudiera ver que iba a bajar con una camisa de Max y que casi se me veía el trasero.
—¿Quieres pasar? —le pregunte agradeciendo también que Josh estuviera de viaje.
No es como si quisiera verlo, mi estabilidad emocional dependía de no verlo en estos días. No quería verlo, quería estar alejada de él todo lo que pudiera.
Mi pecho se presionaba cada que pensaba en él, en sus malos tratos y todas las cosas que me decía.
—¿Qué pasa? —interrogó Max tomando mi mano entre la suya, su tacto cálido calmaba mis nervios, aunque la parte más desconfiada de mí me decía que era hombre, que no podía confiar de él plenamente, pero la otra me decía que no pensará estupideces.
Hay personas que en tan poco tiempo pueden hacerte sentir más que en años y Max era una de esas personas y me daba tanto miedo encariñarme de él.
—Nada, solo pensaba— le di una media sonrisa no tan segura, pero el pareció creerme y si no lo hizo no quiso seguir con el tema, lo cual agradecí internamente. Abrí la puerta del auto y Max la abrió a la par de mí, pero antes de que pudiera bajar habló.
—Espérame ahí—aunque eso sonó más como una orden no quise darle la contra porque seguro entendía que era algo incómodo para mi bajar solo con su camisa y bragas abajo, pero era mejor que con el estúpido vestido horrible que había escogido la madre de Josh para mí.
Espere a Max mirando el suelo, evitando el sol, era raro que el sol estuviera en su punto más alto a estas horas, normalmente estaba nublado.
La sombra que me cubrió y los tenis deportivos de Max me hicieron saber que ya estaba frente a mí.
Alce la cabeza para mirarlo y él me tendió la mano, la cual acepte. Me levante del asiento cuidando de no enseñar nada.
Max volteo a ver la camioneta donde se encontraba Kelly, pero no dijo nada.
Mientras caminábamos se puso detrás de mí cuidando de que la camisa no revelara más de lo debido.
—¿Si tienes la llave contigo? —pregunto mientras cruzábamos la calle. Yo negué con la cabeza.
Con trabajos traía mi celular conmigo, no tenía tiempo de pensar en las llaves, pero había un juego de llaves nuevas que había dejado Andreu entre el marco de la puerta y la pared.
—No, pero tú eres alto y alcanzas a tomar las llaves que están ahí— le dije con una media sonrisa señalando el lugar donde deberían estar las llaves, Max me dio una media sonrisa, asintió para luego estirarse un poco para tomarlas y me las dio.
Abrí la puerta mientras tenía a Max detrás de mí.
Entre mientras me hacía a un lado y extendía mi brazo invitándolo a pasar.
El pareció dudarlo un poco y luego frunció el ceño e hizo un mohín.
—Tu casa huele a él— comentó y en voz baja mientras entraba, casi lo tomé como un insulto, sin embargo, preferí no decir nada, porque sabía que no era un insulto.
—No me sorprende— suspire mientras cerraba la puerta. Max me miro frunciendo el ceño como si no terminara de entender algo.
Parecía querer decirme mil cosas, aunque parecía que lo dudaba.
—¿Por qué sigues aquí, cariño? Odias este lugar, lo puedo ver, además, amas las flores, aquí no puedes plantar ni tener tu jardín, sin dejar de lado al estúpido de tu novio— novio. Esa palabra me causaba cierto asco cada que alguien comentaba que Josh era mi novio o mi prometido.
Aunque si pensaba en la respuesta para la pregunta de Max no estaba segura, bueno no podía mentirme a mí misma, si se porque no quiero irme, más bien porque no puedo hacerlo.
Max en realidad parecía que quería saberlo, sin embargo, no sabía si decírselo. Le tenía confianza, pero en cierta parte me avergonzaba el control que Josh tenía sobre mí.
Era tan agobiante y abrumante que me hacía sentir asfixiada.
—¿Quieres té? —le pregunté mientras iba a la cocina, no miré la expresión de Max, pero no había que ser un adivino o tener ojos en la espalda como para saber que me había mirado confundido por el cambio de tema.
—Claro...—respondió algo confundido, aunque contuvo sus comentarios.
Me siguió a la cocina y tomé la tetera y puse el agua a hervir. Luego tomé dos tazas, el té y el café y lo puse en la encimera donde se encontraba Max recargado.
—Tengo miedo...—acepte sin mirar a Max a los ojos, me avergonzaba decirlo, mi madre no me crio así, mucho menos mi padre, ¿Qué dirían si supieran que su hija está sometida a alguien?
Era demasiado vergonzoso.
—De lo que puede hacerle a Ashley, ella es una niña, no quiero que sufra, ya ha sufrido demasiado con la muerte de Jasón— murmuré mientras mis ojos se cristalizaban, pero no alce la mira, seguí mirando la encimera. Max puso su mano sobre la mía y su mano desocupada acaricio mi rostro.
Su calidez era tan tranquilizante.
—Cariño déjame ayudarte, Jules lo digo enserio, puedo ayudarte, solo déjame hacerlo— negué con la cabeza mientras limpiaba mis lágrimas traicioneras con el dorso de mi mano.
—No lo conoces, Max, no sabes de lo que es capaz— murmuré mientras la opresión se instaba en mi pecho. Max me soltó alejándose de mí y por un momento creí que se iría, pero me sorprendió cuando sus brazos envolvieron mi cuerpo.
—Tu tampoco sabes lo que yo puedo hacer, confía en mí, puedo ayudarte, solo piénsalo Jules, solo te pido eso— murmuró contra mi cabello mientras me envolvía en sus brazos, tranquilizándome.
Siempre se notaba tan calmado y tranquilo como en estos momentos, aunque su voz tuviera un tono un tanto mordaz no pasaba de eso, parecía controlarse muy bien, lo cual me sorprendía demasiado.
Una parte de mi quería tomarle la palabra y decirle que sí, que necesitaba sentirme protegida y saber que nada podría ocurrirle a Ashley, necesitaba estar segura de eso. Sabía perfectamente lo que Josh podrí hacerle a Ashley.
Pero necesitaba pensar todo muy bien, con la cabeza fría.
—Lo pensaré— murmuré separándome de él para ir por la tetera. Tome el guante de cocina procediendo a llevarla a la barra para servir el agua en las tazas.
Cuando lo hice puse la única caja de tés que tenía en toda mi alacena frente a Max.
—Espero que te guste el té de canela porque es el único que tengo—le dije a Max dejando la caja frente a él. Soltó una risita para después asentir y tomar la caja y uno de los sobres de té y ponerlo en su taza.
Lo mire con atención mientras preparaba su té, me causaba algo de extrañeza el que bebiera té en vez de café, la mayoría de hombres bebían café.
—¿Por qué no te gusta el café? —le pregunte curiosa mientras comenzaba a preparar mi café.
No lo pensó mucho, todo lo contrario, ni siquiera dudo.
—No me gusta su sabor, además en casa no lo bebíamos, mi madre decía que era malo beber tanta cafeína— confeso mientras sonreía como un gato perezoso. Yo le devolví la sonrisa, parecía que cada que comentaba algo de su madre lo decía con una añoranza, pero sus ojos estaban tristes, después de todo creo que entre personas tristes nos podemos identificar.
Aunque supuse que era un tema delicado no me pude contener, ciertamente muchas veces no puedo hacer que las preguntas se retengan en mí, tal vez era imprudencia y me molestaba esa parte de mí, pero aun así no podía contenerme.
—¿Qué le paso a tu madre? —murmuré en voz baja, aunque sabía perfectamente que me escuchaba. Max termino de darle un sorbo a su taza de té comprobando que estuviera bien de azúcar.
Tomo una bocanada de aire mientras miraba la encimera. Tome su mano por inercia comenzando a dejar leves caricias en su piel tibia.
—La asesinaron— soltó de repente, alzó un poco la mirada y el color diferente de sus iris parecía apagado, triste, pero no parecía que fuera a quebrarse ni nada parecido —Mi padre y yo salimos, no sabemos con exactitud qué fue lo que paso, cuando regresamos recuerdo haberla visto y fue horrible, yo... esas imágenes nuca se fueron de mi cabeza, a mi padre no le gustaba tener tanta seguridad, pero después de eso... la aumento de un todo a todo, me cuido porque temía de mi vida y bueno creo que su paranoia se me pegó— concluyo con una sonrisa que ni siquiera llegaba a sus ojos, en ningún momento su voz se quebró.
Y aunque era en parte perturbador el hecho de que habían asesinado a su madre su tristeza era notoria, aunque intentara esconderla bajo esa sonrisa que ni siquiera llegaba a sus ojos.
Le di un suave apretón a su mano y le di una media sonrisa.
—Siento haber preguntado— le dije con sinceridad. Max relajo sus hombros un poco después de mi disculpa, para luego bajar un poco la vista; eran realmente muy pocas las veces que lo veía bajar la mirada, más bien creo que nunca lo había visto hacerlo, pero hoy lo había hecho y era algo impropio de él.
—No pasa nada— comentó restándole importancia como si fuera menos importante que algunas otras cosas. —¿Qué te paso en el antebrazo? —inquirió señalando con su cabeza mi antebrazo. Por inercia llevé mi mirada a mis antebrazos, donde Max había señalado, ya sabía perfectamente a que se refería, sin embargo, no pude evitar mirar hacia esa área.
Hice una mueca de disgusto al ver la cicatriz de aproximadamente cinco centímetros que había en mi antebrazo.
No era nada bonita, tampoco era tan pequeña, pero se notaba a simple vista, aun me seguía preguntando como fue que de esa herida logro salir tanta sangre que me hizo quedar inconsciente.
—Entiendo... no quieres hablar de eso, tranquila— habló mientras llevaba mis nudillos a sus labios y dejaba un leve beso en el dorso de mi mano. Asentí agradeciéndole que entendiera que no quería hablar sobre eso.
El solo pensarlo me hacía avergonzarme de mi misma, de lo que había hecho, al extremo al que yo misma me he orillado por no hacer lo que tengo que hacer, pero no puedo evitarlo, es muy complicado, siempre es más fácil huir y evitar las consecuencias, aunque si lo pienso a detalle siempre son peores las consecuencias de huir.
Sé que huir es malo, me lo enseñaron desde pequeña, pero desde que tengo quince años ha habido una cadena imaginaria que se aprieta en mi cuello cada vez más, al principio no la notaba, pero conforme pasa el tiempo esa cadena se aprieta cada vez más a mi cuello, cortándome la respiración y recurriendo a métodos poco ortodoxos para liberarme de ella de una vez por todas, aunque las tres veces que lo intente y falles todo empeoro.
Los gritos se hicieron más fuertes cada vez, los golpes comenzaron a marcar mi piel por más días de los que podía recordar y parecía que las lágrimas ya se habían terminado, aunque a veces no era así.
Aunque en el momento siempre me quedaba seria, mi respiración se aceleraba y mi pobre corazón parecía que se saldría de mi pecho, me disociaba un poco en esos momentos, después era cuando mi mente lograba conectar con el dolor de mi cuerpo, recordándome que solo era una humana que sentía muchas cosas, en ese momento era cuando el dolor físico y mental llegaba y todo se apagaba.
—Jules —Max paso su mano frente a mi rostro, intentando de llamar mi atención nuevamente, voltee a verlo un poco desorientada.
—Tranquila— susurro Max levantándose del banco para rodear la barra y acercarse a mí.
Tomo mi rostro entre sus manos mientras me miraba.
—No pienses en eso, cariño, no te martirices— susurró aun sosteniendo mi rostro entre sus manos, yo asentí levemente, mientras el limpiaba las lágrimas que inconscientemente habían rodado por mis mejillas.
—Estoy bien—le dije en un susurro, aunque más bien me lo dije a mi misma en un vano intento de mentirme y disuadirme de que no lo estaba, aun así, parecía que Max podía ver a través de mí, porque no parecía creerlo ni un carajo.
—Recuerdas que te dije que me doy cuenta de cuando mientes— comentó tranquilo. Yo evite mirarlo para que mis ojos no se llenaran de lágrimas en ese momento o pensaría que soy una llorona e inmadura sin remedio.
Asentí levemente sin decir palabra alguna.
—Cambiemos de tema, por favor— pedí en voz baja mirando a Max nuevamente, quien asintió y se acercó para darme un casto beso en los labios haciendo que ansiara más del contacto con sus labios.
No pude evitar divagar a lo que había pasado anoche y el color subió a mis mejillas sin que pudiera evitarlo.
—Tengo que decirte algo importante— comentó Max poniéndose algo serio al respecto, pero no se alejó de mí, mucho menos dejo de acariciar mis mejillas.
Asentí lentamente, incitándolo a que siguiera hablando, por inercia comencé a jugar con mis dedos mientras mi corazón latía con fuerza en mi pecho y mi mente creaba uno de los peores escenarios posibles.
Pero las palabras que salieron de su boca me sorprendieron y hubo un desacuerdo en dos partes de mí.
—Eres mi mate— soltó muy de repente, sin tapujos ni rodeos, simplemente lo dijo y un destello de nerviosismo cruzo sus ojos tan rápido como la luz.
Decir que estaba sorprendida se quedaba corto, era más que eso, no lo esperaba y una parte de mi estaba saltando de felicidad, mientras otra estaba algo confundida sobre lo que podría pasar de ahora en adelante, creía que una parte de mí comenzaba a sentir muchas cosas por Max y me aterraba demasiado el hecho de que todo acabara tan rápido como había empezado.
—Yo...— no sabía cómo hacer esto o que decir, seguía en shock, no es como que a diario un hombre demasiado atractivo te dice que estas atada a el de por vida por una conexión mística de la luna.
—Sé que es muy confuso, no tienes que decir nada... solo no quería ocultártelo más— se apresuró a decir.
Mi cerebro aun no terminaba de procesar lo que eso significaba, digo sí, pero no, no terminaba de comprender del todo que tan unida estaba a él, aunque esto me explicaba un poco de porque esos sentimientos repentinos por él o eso pensaba yo, aunque... había algo que me hizo darle muchas vueltas a mi cabeza.
De no ser por esa conexión, ¿Max en realidad se hubiera fijado en mí?
Soy bonita, eso lo sé, pero no soy perfecta, no me comparo con las súper modelos de revistas con las que seguro Max está acostumbrado a estar.
Soy un desastre andante, ni siquiera parece que tengo vida propia, ni siquiera quiero seguir viviendo, Max no necesita a alguien así en su vida, tan inestable y confusa como yo, alguien que solo quiere terminar con su dolor y alejarse de todo y de todos, que no quiere ayuda.
—No— claro que no, no podía hacer esto, no podía hacerle esto, sé que a la larga se cansaría si hubiera algo entre ambos, se cansaría de mis cambios de humor, de lo infantil que puedo ser, de mis estupideces y todo lo que me rodea.
E aleje de él como si su tacto quemara, aunque realmente un escalofrío me recorrió cuando el aire frío entro en contacto con el área tibia que habían dejado sus manos.
—No ¿Qué exactamente? —inquirió confundido por mi tan repentino acto.
—No, no puedo hacerlo— pausé tragando duro y mirando el suelo— no es justo, además ya te lo dije, tengo que proteger a Ashley y... ¿Cómo sé que lo que hay no solo es porque tenemos esa conexión? De no ser así ¿te hubiera gustado igual? Y si lo hubiera hecho, no, no podemos Max, no mereces tener a una persona tan desequilibrada como yo cerca—le dije.
No era mentira, en realidad todo eso era cierto.
Mis manos comenzaron a temblar, mientras que mi corazón parecía que saldría por mi boca o que haría un hueco por mi pecho y se saldría.
—Te lo dije Jules, puedo ayudarte con eso, tengo el doble de poder de lo que tiene Josh— pauso mientras aclaraba su garganta, su tono era serio y decisivo, sin embargo no gritaba —y sobre la conexión; mierda claro que si me hubiera fijado en ti, ¿acaso no te das cuenta, Jules? Y maldita sea no sabes lo que necesito, no lo sabes no puedes decidir qué es lo mejor para mí o decir que es lo que merezco— pauso nuevamente intentando acercarse a mí un poco.
Sus palabras calaron en mí interior.
—No te merezco, eso está claro eres demasiado para este horrible mundo, pero no intentes degradarte a ti misma diciendo esas cosas—mis ojos escocieron cuando termino de hablar y el nudo se instaló en mi garganta, sin embargo, no me impidió hablar.
—De lo único que me doy cuenta es de lo jodida que estoy, no puedo con mi vida, mucho menos con la de los demás— Max endureció sus facciones y pensé que estaba molesto, incluso que me gritaría, pero no lo hizo.
—Me importa una mierda si crees que estas jodida y si lo estas puedo ayudarte, no puedo cambiar lo que piensas de la noche a la mañana, pero puedo ayudarte y cariño, en ningún momento te he pedido que me ayudes con mi vida, quiero que me dejes ayudarte, da igual si nos acercamos por la conexión— pauso nuevamente para tomar algo de aire. La tranquilidad en su tono me llegaba casi a molestar.
—Créeme me da igual si nos conocimos en la oficina a que te hubiera conocido en algún hubiera hecho lo mismo; de igual forma me habrías atraído y no solo tu físico Jules, créeme cuando te dijo que pareces una diosa, pero hay algo más atrayente en ti que... no puedo explicar y me gusta— Max termino de acercarse a mí y como ya se había vuelto costumbre secó mis estúpidas lágrimas.
—¿Enserio? —murmuré por lo bajo, ya que en realidad esas palabras si habían tocado algo en mi interior. Max asintió con una leve sonrisa.
—Enserio, Jules, solo dame una oportunidad, puedo ayudarte, solo déjame hacerlo— susurro tomando mis manos, nuevamente reconfortándome con su calor corporal.
Mi respiración era un lío, toda yo era un lío más bien.
Era demasiado para solo unas horas, mucha información que procesar y digerir.
Necesitaba respirar y pensar con la cabeza fría porque ahora en este momento si seguía escuchando a Max terminaría diciendo si sin pensarlo, necesitaba terminar de digerir todo lo que había pasado en estas últimas horas, tenía que pensar y ser razonable, no solo dejarme llevar por instintos, nunca me salía bien eso.
—Necesito tiempo, Max—susurré en voz baja. El no pareció tomarlo nada.
—Está bien— ni siquiera parecía molesto o confundido. —Llama si pasa algo, ¿okey? —asentí lentamente. Max soltó mis manos y no hizo falta decir nada más. Cuando Max estuvo fuera de la casa tome una gran bocanada de aire. Sentía que mi cabeza iba a explotar, mi corazón seguía latiendo con una fuerza incontrolable. No termine de beberme mi café cuando subí a mi habitación y busque el pomo de pastillas para dormir que había en el primer cajón de la mesita de noche.
Tome algunas y me apresure a pasármelas con agua.
Suspire y me deje caer sobre la cama sintiendo lo mullida que se encontraba.
Pocos minutos después empecé a sentirme más tranquila, mi respiración se había calmado y las ganas de cerrar los ojos me molestaba.
Las pastillas comenzaban a hacer efecto y le di gracias a dios porque no iba a soportar más estar despierta.
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Max
Al día siguiente.
Todo estaba muy tranquilo, no estaba ese dolorcito en el pecho que me resultaba molesto, tampoco me sentía intranquilo, lo cual me estaba comenzando a extrañar.
Era raro no sentir alguno de esos estragos y era sumamente extraño.
Desde anoche me sentía así y parte de la mañana.
—Como te decía podríamos aliarnos, esto sería un ganar y ganar— comento Brianne para después darle un trago a su mimosa. Yo la miré algo confundido, no entendía por completo de que hablábamos, no podía concentrarme y antes de que pudiera responder me vi interrumpido por mi teléfono.
—Lo siento, debo responder— murmuré sacando mi teléfono del bolsillo, viendo que se trataba de Alex, quien perfectamente sabía que estaba con Brianne y no me interrumpiría a menos que fuera una emergencia.
—¿Qué pasa? —le pregunté tranquilo cuando respondí.
—¿Jules está contigo? —su pregunta me extraño, haciendo que frunciera el ceño y mi corazón comenzó a golpear en mi caja torácica sin que pudiera controlarlo, avisándome que algo iba mal.
—No, no la he visto desde ayer en la tarde, ¿Por qué, que pasa? —cuestione sin sonar intranquilo, aunque realmente lo estaba a tal punto de que si no fuera porque tenía a Brianne enfrente me hubiera mordido las uñas.
—Son las diez de la mañana, Max, no ha llegado y la he llamado para saber si está bien y no toma el teléfono— explico con algo de nervios en su voz, me había dado cuenta que Alex se había hecho muy amigo de Jules estas últimas semanas y lo entendía.
—Yo iré a ver qué sucede, cualquier cosa llámame— le dije antes que colgar.
Normalmente odiaba dejar algún trato a medias, pero hoy justamente hoy me importaba una mierda, porque al parecer mi luna no aparecía y eso me preocupaba más que la empresa.
—Brianne lo siento, tengo que resolver algo ahora, ¿Te parece si lo dejamos para otro día? —pregunte, aunque más bien fue una pregunta por mera cortesía ya que, aunque me dijera que no yo me iría.
—Si... está bien— murmuró confundida. Yo asentí y fui a pagar antes de irme.
Cuando salí del restaurante fui directo al auto. Afuera ya me esperaba Kelly.
—Vamos a ir a la casa de Jules— le informe pasando por su lado sin detenerme.
Me apresuré a subir al auto y arranqué lo antes posible. Mientras comenzaba a manejar llame a Adrián.
Por motivos obvios no le llamaba para saber cómo estaba, así que esperaba que me respondiera.
Primer tono.
Segundo tono.
Tercer tono.
Y no respondió, solo me mandó al maldito buzón.
—Por una maldita vez en tu vida puedes responderme el puto teléfono, es importante, carajo— me queje para luego terminar el mensaje del buzón.
Unos segundos después recibí su llamada.
—¿Qué quieres, maldición? —preguntó molesto sin siquiera dejarme hablar.
—¿Jules está contigo? —fue lo primero que pregunte mientras giraba el volante para entrar por una calle.
—¿Qué? No, no la he visto desde hace dos noches, ¿Por qué? —solté un bufido mientras golpeaba el volante molesto. Esperaba que no le haya pasado nada malo, no quería pensar en los posibles escenarios, pero tampoco podía no hacerme una idea de la forma en la que mataría a Josh si estaba cerca de ella en estos momentos.
—No fue a trabajar y no sé nada desde ayer en la tarde que la deje en su casa— explique mientras conducía lo más rápido que es maldito trafico me dejaba.
Gire en otra calle para acortar camino y llegar más rápido.
Sentía que mi corazón iba a salirse por mi pecho y que todo se iría a la mierda, eran este tipo de presentimientos los que me jodían más de una vez, pero no dejaba que se notara, ahora sí que se notaba lo mal que me tenía.
—¿Qué hacías en su casa? —cuestiono primero y yo fruncí el ceño.
¿Enserio eso le importaba? Maldito estúpido, después de que le llamo preocupado por Jules me sale con esa estupidez.
—Que te importa carajo— gruñí para luego colgarle y seguir manejando.
Unos minutos después llegue a su casa.
Mi respiración se atascaba en mi garganta, porque estaba su olor, sin embargo, no la sentía y me daba mucho miedo pensar en las posibilidades.
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Jules
Desperté encontrándome con tanta claridad que me lastimo la vista y de inmediatamente cerré los ojos por la punzada de dolor que había llegado hasta mi cerebro.
Las luces blancas me ensordecían todos los sentidos, aun me sentía adormecida, pero me dolía la espalda y el trasero de estar tanto tiempo sobre ellos.
—¿Por fin morí? —cuestioné adaptándome a la luz, percatándome de todos los sonidos y de la mujer que había a mi lado.
—No señorita, tiene suerte, su novio la trajo esta mañana y no se ha ido de aquí— fruncí el ceño confundida ante lo que había dicho la mujer, si esto no era el cielo, ni el infierno, ¿Dónde estaba? El purgatorio tal vez.
—¿Dónde estoy? —pregunte mientras frotaba mis ojos para tener una mejor visibilidad.
—El hospital señorita— me informo la mujer. Genial. Un hospital. Un lugar el que ciertamente no me gustaba para nada y me daba miedo, me daban miedo muchas cosas, pero en si los hospitales.
—Disculpe, ¿Mi novio? —cuestione frunciendo el ceño confundida mientras me sentaba en la camilla, todo mi cuerpo dolía y una parte de mí se sentía muy adolorida, como si hubiera hecho mucho ejercicio el día anterior.
—Sí, ahí está— señalo a un lado de la camilla, mi corazón se aceleró en un dos por tres temiendo de que ahí estuviera Josh.
Pero este se tranquilizó cuando vi al peliblanco dormido en el sofá. Solté un suspiro tranquilo y me dejé caer sobre la cama mientras la enfermera salía de la habitación dejándome sola con un muy dormido Max que aun llevaba traje.
Eché a un lado la sabana del hospital y me senté en el bordo de la camilla para levantarme, pero sentía mi cuerpo diferente, mis piernas estaban adoloridas, supuse que era por no haberlas movido en no sé cuánto tiempo.
Agradecí aun llevar la camisa de Max y no una absurda bata de hospital con la que muestras todo el trasero.
En mi intento de levantarme no pude evitar soltar un leve quejido por el dolor, lo cual se me hizo muy extraño para ser por dormir tanto, pero no le preste mucha atención, me dije que solo estaba exagerando y seguí caminando al baño.
—¿Jules? — la voz de Max invadió mis oídos muy rápido, aun sonaba algo adormilado y por ende sexi. —Mierda, ¿Estas bien? —inquirió acercándose a mí y sosteniéndome de la cintura para ayudarme. Yo asentí.
Max me guio al baño donde le pedí que no me dejara sola, solo quería verme al espejo y lavarme la cara.
Por el reflejo del espejo pude ver la expresión en su rostro, en la forma en que me miraba, no había molesta, había preocupación y parecía estar conteniendo todas las cosas que tenía por decir, pero lo noté.
—Habla— le pedí en voz baja mientras me lavaba la cara —tienes muchas cosas que decir, dímelas— Max soltó un suspiro y negó con la cabeza mientras se masajeaba la sien.
—Carajo Jules, yo... pensé que algo muy malo te había pasado y resulta que fueron unas estúpidas pastillas para dormir— murmuro aun masajeando su sien. Yo no pude evitar tensarme por sus palabras.
—Siento no haber muerto de una vez— murmuré por lo bajo sabiendo que me escuchaba perfectamente y el chasqueo los dientes mientras yo contenía las ganas de llorar.
—Maldita sea Jules, no— pauso. El tono en el que me estaba hablando era serio y tenso, sin embargo, no gritaba, no había gritos y sentía que en cualquier momento explotaría que terminaría con su paciencia se cansaría de mí y mis estupideces me gritaría y se iría. —No hagas eso, no bromees con eso como si fuera cualquier cosa, estamos hablando de tu vida, de tu puta salud y te da igual— gruño en voz baja, intentando moderar su voz.
Agradecía el esfuerzo que hacía por no gritar, pero la sensación no se alejaba de mí.
Mis ojos se nublaron gracias a las lágrimas y Max se puso detrás de mí, demostrándome una vez más lo alto que era.
Sus brazos rodearon mi cintura pegándome a su cuerpo cálido. Su rostro se escondió en mi cuello y continúo hablando.
—No llores, cariño, lo siento, pero yo me... yo me preocupo por ti— concluyo aun abrazándome por la cintura. Seque mis lágrimas con mi mano libre y me gire para quedar frente a él. Sus brazos en ningún momento soltaron su agarre.
—¿Te preocupas por mí? —susurré acariciando su rostro. El asintió repetidas veces mientras disfrutaba del tacto de mi mano en su mejilla.
—A cada momento, cariño— murmuró en voz baja mientras unía su frente con la mía. —Te darán de alta en un rato, esta noche te quedaras conmigo, no quiero que suceda algo como lo de ayer— murmuró acariciando mi rostro —Te aclaro que no es una pregunta, cariño, es una orden— murmuro aun sin dejar de acariciar mi rostro.
Asentí sin darle la contraria, no tenía energías ni para eso, tampoco es como si le diría que no, no quería estar en mi casa, siendo sincera pasar la noche con él era el mejor de loa planes.
—Bien, dime, ¿Cómo te sientes? —preguntó en voz baja como si alguien más pudiese escucharnos ahí.
—Muy cansada y débil— murmure sosteniéndome de él porque sinceramente creía que en cualquier momento podría caer y azotar en el suelo.
—Bien, porque no me esperas aquí mientras voy por el doctor para que me diga que debes consumir mientras las pastillas salen de tu sistema y nos vamos, ¿okey? — asentí a la par que me levantaba de las piernas sin preguntar para llevarme hacia afuera del baño.
Max me dejo en la camilla sola y unos minutos después regreso con el doctor. Quien tomo la tablilla que estaba colgada en la camilla y la leyó.
Max lo miraba expectante, esperando a que dijera algo.
—Bien, puede que unas horas comience con los vómitos, necesitara beber zumos de fruta natural, no cafeína— no pude evitar hacer una mueca ante eso último de la cafeína —cero estreses y no tomar medicamentos sin receta claro, la intoxicación puede durar de veinticuatro a cuarenta y ocho horas después de despertar, asegúrese de beber mucha agua— asentí lentamente mientras que el doctor le pasaba a Max la tablilla para que firmara algo a lo que no puse atención.
—ya pueden irse, cualquier cosa, este es mi número de teléfono, señor Cross— dijo el doctor dándole una tarjeta a Max quien la tomo y asintió.
—Gracias— respondió Max, el doctor asintió y salió de la habitación. Max soltó un suspiro y se acercó a la mesita que estaba a un lado del sofá individual y tomo una bolsa pequeña. —Tu hermana te dejo esto aquí, dijo que fue lo único que había tuyo en su casa— dijo Max tendiéndome la bolsa y la tome para luego sacar un short de pijama. Suspiré y asentí.
—Gracias— pausé —Por lo menos nadie me vera el trasero— murmuré mientras terminaba de ponerme el short corto.
—No te preocupes si lo hicieran, m gancho izquierdo es muy bueno— comento con cierto tono burlo y serio, que no quería poner en duda hoy, así que reí.
—Ya lo imagino, alfa— Max me mostro una sonrisa socarrona mientras se acercaba a mí para ayudarme.
—¿Ya nos tenemos esa confianza, mi luna? —cuestiono y no pude evitar sonreír por cómo me había llamado. Reí en voz baja mientras seguía sonriendo.
Me gustaba cuando me llamaba cariño, ahora que me dijera mi luna me había hecho sentir muy especial.
—Ya me has visto desnuda, supongo que si—el soltó una risita y me sostuvo de la cintura.
—Pues acostúmbrate, porque será raro cuando te llamé por tu nombre—comento y sonreí levemente.
Salimos del hospital unos minutos después, Kelly ya nos esperaba afuera, se me hizo algo raro que nos estuviera esperando en la camioneta que el manejaba siempre y no que el auto de Max estuviera aparcado ahí.
Cuando el aire frío beso mi piel descubierta un escalofrío me recorrió el cuerpo y Max no perdió tiempo en levantarme en sus brazos y llevarme directamente a la camioneta.
—Buenas noches, señorita Elijah— me saludo Kelly tan carismático y cortes como siempre —espero que ya se encuentre mejor— comento con sinceridad mientras yo me acomodaba en el asiento trasero y Max subía a mi lado.
—Buenas noches, Kelly, te he dicho que me puedes llamar Jules, y muchas gracias— le dije igual con sinceridad, Kelly miró por el retrovisor a Max quien le dio una mirada tranquila y lo los mire confundidos.
—Si tu le dices que no me diga Jules te dejo de hablar— mire a Max de forma amenazante y el alzo sus manos en señal de inocencia.
—Yo no le he dicho nada— confeso tranquilo con una sonrisa para después quitarse el saco de su traje y pasarlo por mi cuerpo en forma protectora. Lo agradecí, ya que aún seguía muriendo de frío.
Me acurruque junto a Max quien me tenía envuelta con sus brazos.
Los tres íbamos en un absoluto silencio para nada incómodo.
Unos minutos después Max y Kelly comenzaron a charlar sobre un tema bastante trivial que siendo sincera solo me dio algo de sueño, sin embargo, no me dormí.
Minutos después llegamos al edificio donde vivía Max, el ni siquiera me dejo bajar caminando de ahí, Kelly se aseguró de haber cerrado la camioneta bien y ahí surgió una duda.
—Oye, ¿Y Sean? —le pregunte mientras íbamos al elevador. Max pareció dudar un poco al responder, pero finalmente lo hizo.
—De vacaciones— respondió con tranquilidad mientras nos adentrábamos en el elevador.
Mientras subíamos ambos íbamos en silencio, casi me estaba quedando dormida hasta que llegamos arriba y me llevó directo a su habitación.
—Voy a prepararte algo de cenar, espérame aquí, ¿Okey? —asentí mientras me envolvía en las mantas de la cama sin decirle más.
Me acomode en la cama intentando encontrar un lugar cómodo, pero en realidad quería darme una ducha rápida para estar más cómoda, claro una ducha era lo que faltaba.
Me levante de la cama con cuidado intentando no hacer mucho ruido cuando vi a los perritos de Max dormidos a un lado de la cama y camine despacio al baño.
Estando ahí me adentre en la ducha dándome un baño rápido y tranquilo con agua caliente.
Me puse la bata que supuse que era de Max una porque me quedaba grande y dos porque solo vivía el aquí.
Salí del baño encontrándome con el sentado en la cama buscando algo en la televisión.
—Por fin cariño, ven que tu cena se enfría— comento tranquilo mientras seguía buscando algo en la televisión, pude ver que ya estaba descalzó, pero llevaba aun la camisa de manga larga a la cual tenía los primeros botones desabrochados y el pantalón de vestir.
Me apresure a subir a un lado de la cama con él, ya que el olor exquisito de la comida había abierto mi apetito.
—¿Ya has cenado? —pregunte curiosa mientras me acomodaba en la cama.
—Nop, he traído mi cena para cenar contigo— comunico con tranquilidad y yo sonreí para mis adentros.
Después de unos minutos más nos decidimos por una película.
La cena estuvo tranquila, cenamos en silencio mientras veíamos la televisión y me sentí muy tranquila después de mucho tiempo.
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Una de sus manos apretaba mi cuello con fuerza, mientras que la otra reteñía mis manos para que no me moviera.
—No, por favor, Josh, no quiero—apenas y logre susurrar. Mis ojos se habían llenado en lágrimas y mi corazón latía con tanta fuerza que dolía. El aire comenzaba a faltarme, las muñecas me dolían y cada beso de Josh a mi cuerpo me asqueaba, me daban náuseas.
Pero no podía hacer más, era esto o morir, que muchas veces preferiría morir, pero tal parecía que no podía ni siquiera morir.
Josh comenzó a penetrarme de forma brusca y tosca, me lastimaba, pero la falta de oxígeno hacia que no pudiera hablar.
Las lágrimas solo salían de mis ojos sin parar y me removía con toda la fuerza que tenía. Lloré y me quejé todo lo que pude, removiéndome infinitas veces, deseando que parara, pero no lo hacía, no me hacía caso y dolía.
Me dolía a mi y al hecho de que amaba a Josh, de que creía que el me amaba, me dolía como me estaba usando, no quería, pero no podía quitármelo de encima.
—Josh para por favor—susurré en voz baja, pero el me golpeo haciendo que me callara.
—Así es cómo te gusta ¿No, zorra? —cuestiono con la mandíbula apretada, la fuerza que ejercía en sus movimientos me lastimaba y dolía demasiado, pero él no paraba y yo solo podía seguir llorando.
—Jules— llamó —Jules, despierta cariño—me removí incómoda mientras abría los ojos. El sudor frío bañaba mi cuerpo y tuve que tomar aire varias veces.
Me acople un poco a la escasa iluminación de la habitación. La mano de Max acariciaba mi espalda de arriba abajo a modo reconfortante.
—tranquila— susurró acariciando mi cabello. Mi respiración comenzaba a tranquilizarse. Solo fue un mal sueño, solo eso, nada más.
No pasaba nada.
Bang se subió a la cama unos segundos después acostándose en medio de ambos, particularmente poniendo su gran cabeza en mis piernas.
Comencé a acariciar su cabeza con cuidado.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Max aun acariciando mi espalda con tranquilidad, mientras yo acariciaba la cabeza de Bang.
La suavidad de su pelaje era reconfortante, me hizo recordar a Max en su forma lobuna, Malik, si Malik había dicho que se llamaba.
—Bien, solo fue un mal sueño— susurré mirando al frente, aun acariciando la cabeza de Bang, intentando no perderme en los recuerdos de mi subconsciente, pero muchas veces era imposible no pensar en tantas cosas, más cuando era de noche y la oscuridad llegaba siendo abrazadora y abrumante.
Aun podía recordar todo, ojalá un día todo eso se borrara de mi memoria, deseaba que eso ocurriera, que me despertara y solo fuera un mal sueño el cual se haya terminado, aunque eso que pido es muy ilógico, ya que nada funciona como debe, el mundo era una mierda, una mierda de la cual parecía no desaparecer.
Las arcadas llegaron a mi sin aviso e hice una mueca levantándome de prisa de la cama para ir al baño. Escuche los pasos de Max detrás de mi, pero no preste mucha atención las arcadas seguían y no pasarían hasta que vaciara mi estómago. Así que cuando llegué al retrete levanté la tapa y vacié mi estómago.
Sentí como las manos de Max sostenían mi cabello para evitar ensuciarme.
Cuando termine el mal sabor de boca me hizo hacer una mueca. Intenté levantarme, pero mis piernas aún me dolían, Max lo noto y me ayudó guiándome al lavamanos, mientras el presionaba el botón del inodoro.
Lave mi boca y mi rostro con el agua fría de la llave, Max me esperó paciente para ayudarme a regresar a la cama.
Cuándo estuvimos acostados me acurruqué a su lado.
—Gracias, por todo—murmure en voz baja rodeando su abdomen con mi brazo.
Solo sentí como dejaba un beso en mi frente.
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A la mañana siguiente
Por la mañana desperté con el mismo efecto de anoche, el sudor frío recorría mi frente y parte de mi cuerpo. La diferencia era que ahora el protagonista de mis pesadillas había sido Jasón, un muy malherido Jasón que solo me causó más dolor.
También me di cuenta de que Max no estaba en la habitación, estaba sola y con cuatro perros acostados a un lado de mi, cosa que no me molestaba, pero me pregunté donde estaba Max.
Mire a todos lados, lo único que había era su teléfono en la mesita de noche.
Recordé donde había dejado mi teléfono y solté un suspiró.
Me levanté muy a duras penas y fui al baño a lavarme la cara, maldije por un segundo lo fría que estaba el agua, pero cuando eso paso termine de lavar mi rostro y salí nuevamente a la habitación.
Me puse el short de pijama y luego me aventuré fuera de esa habitación la cual ya conocía de pies a cabeza.
Camine por él pasillo que me llevó directo a las escaleras. Me sostuve del barandal de cristal y bajé con cuidado.
No recordaba porque me dolían así las piernas, pero tenía una leve idea y me daba asco el solo pensarlo.
Quite eso de mi mente diciéndome que evadirlo era la mejor solución. Cuando estuve abajó pude ver por él ventanal gran parte de la ciudad, ahora entendía porque a Max le gustaba tanto, era increíblemente hermosa la vista desde aquí. Seguí caminando hasta llegar a la cocina, donde comencé a escuchar la voz de Max hablando en otro idioma.
Era italiano y se escuchaba demasiado bien. Cuándo entre a la cocina me di cuenta del exquisito olor que inundaba el ambiente y además de que Max llevaba los audífonos puestos.
Me quedé en silencio y medité un momento sí acercarme a el o no.
No lo pensé mucho y me acerqué a él envolviendo mis brazos en su torso. Se sobresaltó un poco, pero no demasiado.
—Addio papà, ti ha chiamato più tardi—dijo al teléfono para luego quitarse los audífonos y girarse, quedando frente a mí.
—Buenos días—me dio una media sonrisa mientras me abrazaba. Yo sonreí leve y estúpidamente.
—Buenos días—conteste mientras recargaba mi cabeza en su pecho.
Antes de que dijera algo más yo hablé, tenía que decírselo ahora, antes de que me arrepintiera.
—Max si, si quiero tu ayuda y si a la oportunidad—solté de repente mientras me alejaba un poco de él y el me miró un poco sorprendido.
Yo también lo estaba, a decir verdad.
—Pensé que tardarías aun más— contestó mientras acariciaba mis mejillas y me encogí de hombros.
—Estoy cansada de eso, de todo...— susurré en voz baja y el asintió.
—Va a terminar— confirmó tranquilo mientras volvía a abrazarme.
—Por cierto, eso es tuyo—habló señalando con la cabeza a mis espaldas. Yo me giré y vi las margaritas que había en la barra y fruncí el ceño.
—¿Cómo lo hiciste? — cuestioné confundida mientras hacía memoria si las había visto o si de no haber sido por Max y su voz distrayéndome no les preste el más mínimo de atención.
—Ahí estaban— comentó mientras yo me acercaba a las flores. Yo negué con la cabeza por lo estúpidamente hipnotizada que me tiene este hombre, ya que en serio no vi las estúpidas flores.
Tomé el ramo y lo vi de cerca, eras muchas margaritas, muy hermosas.
—Son hermosas, gracias— le dije con una sonrisa en los labios.
Amaba las flores y amaba que me diera flores sin motivo alguno. Me hacia sentir especial, querida.
—Igual de hermosas que tú—comentó y mis mejillas sé encendieron en un tono carmesí que fue inevitable controlar.
Mire un par de segundos las flores y pensé por un par de segundos fue increíble pensar que mi vida no era un absoluto caos, que dentro de poco podría tener esa paz y esa tranquilidad que tanto anhelaba y deseaba con tanto gusto, solo por esos minutos mi vida no pareció tan dolorosa ni miserable.
Max hacía que no pareciera así y me gustaba sentirme así.
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Max
Era complicado entender que pasaba por la mente de Jules, demasiado complicado, muchas veces intentaba entenderla, otras, juro que me dolía la cabeza de tanto intentar, pero poco a poco me daba cuenta que no era tan necesario entender el caos de su mente para saber lo que pasaba con ella, algunas acciones dicen más que las palabras.
A veces creía saber más de lo que ella me decía, mi instinto y por supuesto Malik me hacían saber que sí, pero a veces esas cosas resultaban demasiado fuertes incluso para mí y tener una idea de tantas cosas de las que le pudieron haber pasado a Jules solo aumentaban un poco más mi instinto asesino.
En estos momentos notaba los nervios de Jules, eran tan fuertes que el olor a angustia inundaba mis fosas nasales, mientras Malik pensaba en que decir yo seguía manejando.
Por inercia tome la mano de Jules en un vano intento humano y estúpido de calmar lo que sentía, que claro, si podía hacerlo, más, sin embargo, ella no quería que lo hiciera y yo respetaba esa decisión, aunque quisiera calmarla me decía que tenía que pasar por eso, que es parte de ser un humano.
No intente alivianar el ambiente mientras íbamos, ya que mi cabeza y ,is pensamientos no se callaban no podía ayudarla a ella en ese preciso momento, aunque esperaba que el solo tomar su mano la calmase no estaba en un estúpido cuento de hadas y era obvio que no pasaría a menos que manipulara sus emociones, cosa que ella no quería.
—No, maldita sea, no— susurro en voz baja mientras llagábamos a su domicilio. Me había dicho que se quedaría en casa de Emerald unos días y me ofrecí a traerla por algunas cosas.
Obviamente no iba a dejar que viniera ella sola a la casa del demonio.
Voltee hacia la casa encontrándome con auto aparcado afuera, el color blanco era horrible ciertamente.
—Puedo acompañarte adentro— ella negó varias veces con la cabeza mientras tomaba varias respiraciones. Su corazón latía con tanta fuerza y sus ojos ya se habían inundado en lágrimas que en realidad si parecía una mala idea haber venido. —Bien, podemos ir Kelly y yo por algunas cosas y luego nos encargamos de lo demás o puedes bajar con Kelly o que se yo, lo que te haga sentir mejor— intente no abrumarla con tanto parloteo, pero es que ya estaba casi llorando.
—Yo... yo... ambos, ¿pueden ir conmigo? —pregunto con la voz entre cortada y asentí sin dudarlo. Claro no la iba a dejar entrar sola ahí.
Aunque bien ni yo sabía cómo era que esto iba a salir.
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