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Capítulo 06

La vie en rose

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A veces tengo miedo de mi corazón, de su hambre constante de lo que sea que quiere. La forma en que se detiene y comienza otra vez.

—Edgar Allan Poe

Jules

No sabía cómo explicar lo que sentía, el haber salido de Montreal enserio me hizo sentir un poco mejor. Era liberante, no lo entendía, pero simplemente me hacía sentir un poco mejor. Me acerque al balcón, una parte de mí se sintió muy bien al estar aquí.

Desde la puerta del balcón podía verse la torre Eiffel y él cielo. El cielo seguía nublado, pero ya no llovía y algunas nubes grises ya se estaban dispersando dejando ver un poco del azul del cielo.

—Estoy aquí Jay Jay—murmure con una leve sonrisa mirando el cielo. Las lágrimas se acumularon en mis ojos de un momento a otro. Un nudo se formó en mi garganta impidiendo el paso de palabras o sonido alguno.

—Un día iremos a París, Lisse— prometió Jasón tendiéndome su dedo meñique para que hiciéramos la pinkie promese. Yo le sonreí con cierta emoción en mi ser.

—Un día lo haremos, Jay Jay— respondí tomando su meñique entre el mío. Una sonrisa nació en mi rostro. Jasón me regreso la sonrisa que hizo que sus ojos se achicaran haciéndolo ver más tierno.

Limpié mis lágrimas con el dorso de mi mano y sonreí levemente.

Extrañaba mucho a Jasón. Lo hacía cada día, creo que nunca dejaría de hacerlo, él era mi otra mitad. Siempre estuvo conmigo y yo no pude salvarlo.

Unos golpes a la puerta llamaron mi atención sacándome de mis pensamientos, me levanté de la cama dispuesta a ir a la puerta. Hacía un rato Max me había mandado mensaje diciéndome que habría una fiesta en la noche para cerrar el trato con su nuevo socio. Eso ya me lo había dicho Alex cuando me había llamado así que había empacado un vestido para fiesta.

No era que me emocionara la fiesta, me emocionaba salir del hotel y ver un poco del país, porque no lo conocía y quería conocerlo, pero también entendía que era un viajé de trabajó no vacaciones, aun así, estar lejos de Montreal me animaba un poco más.

Cuando abrí la puerta me encontré con un chico del servicio, traía un carrito de comida, yo lo miré confundida, no había pedido comida, ni siquiera había llamado a la recepción.

—M. Cross vous envoie ceci— (El señor Cross le manda esto) informó el chico mientras yo me hacía a un lado para que entrara. Dejo la bandeja sobre la mesita. No dije nada solo esperé a que terminara. 

—Merci— agradecí cuando salió de la habitación, el asintió y se fue. Yo cerré la puerta detrás de mí.

Me pregunté unos segundos el porqué de haber mandado esto, aun así, ese pequeño gesto logro sacarme una sonrisa.

Después me acerque a la charola para destaparla y ver qué era pizza. No tenía mucha hambre, pero podría hacer una excepción, me gustaba la pizza, casi nunca la comía, aun así, me dije que tenía que comer un poco.

Tomé la copa de vino y la botella y me serví un poco para acompañar, tal vez no era la mejor combinación, pero estaba bien, la intención era lo que contaba y no me iba a quejar, no teníamos ni dos horas aquí cuando Max ya me había mandado algo de comer a la habitación. Seguramente era un gesto de cortesía o algo así, pero se sintió bien en ese momento.

Sonreí levemente y me senté frente a la mesita para posteriormente cruzar las piernas.

Busqué mi teléfono y luego me levanté para tomarlo de la cama. Le mandé un "Gracias" a Max por la comida. En realidad, yo no había pensado en pedir comida porque no tenía hambre y ahora me preguntaba cómo era que él había pedido la comida si no sabía francés, eso me hizo dudar un poco, pero rápidamente me deshice de ese pensamiento porque el olor de la pizza me abrió el apetito.

Le di un trago a mi copa y lo degusté un poco, no era experta en vinos, pero claramente era algo que bebía seguido.

No estaba mal a decir verdad el sabor dulce no era tan hostigoso, pero tampoco era amargo por completo.

Luego tome un pedazo de pizza y lo lleve a mi boca, aún estaba algo tibia y sabía deliciosa, tenía que aceptarlo, aunque la pizza no era mi comida favorita ni algo que consumiera seguido, pero esa pizza sí que era deliciosa.

Cuando termine solté un suspiro, era una de las pocas veces que disfrutaba la comida rápida y eso que ni siquiera estaba en mi zona de confort. Me deje caer sobre la alfombra de peluche y mire el techo.

Me sentí muy relajada en ese momento, no hubo tristeza ni el dolorcito en el pecho, tampoco hubo felicidad, pero me relaje, me sentí tan tranquila y en calma en ese momento que desee quedarme en esa habitación para siempre.

Es raro como algo puede cambiar tu estado de animo de un momento a otro, creo que depende también del ambiente en el que estés y de quien te rodees.

En mi caso estaba sola en una habitación de hotel de un país que desconocía.

Y era perfecto.

Me pregunté cómo sería una fiesta llena de gente francesa, la música que habría y como sería el lugar. En mi mente era algo alucinante, elegante y hermoso, digo estábamos en París, no lo imaginaba diferente, además tenía que admitir que me emocionaba estar fuera de Canadá y conocer un país nuevo, aunque estuviera muriendo de sueño.

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Horas después comencé a arreglarme. Había pasado la tarde escuchando música y hablando con Emerald. Emerald es mi amiga de la infancia, nos conocimos en el jardín de niños y desde ahí nos hicimos inseparables, ahora ya no éramos así, pero no dejábamos de querernos. También había hablado un poco con Peach, ella era mi mejor amiga, la había conocido en la universidad.

Al final termine por ducharme, ya que la fiesta era a las diez de la noche.

Cuando terminé de ducharme me di cuenta que eran las nueve de la noche, no sé si era por la diferencia de horas, pero aquí sentía que el tiempo me pasaba más rápido.

Salí a la habitación y bajé las persianas para vestirme, ya que las puertas de la habitación iban de piso a techo y no podía dejar de decir que la vista que tenía de la Torre Eiffel era hermosa, no pude evitar pensar en lo lindo que sería ir ahí.

Mire mi vestido una vez más antes de ponérmelo, era color negro, era de manga larga y tenía una abertura en la pierna derecha, muy sencillo siendo sincera, pero me gustaba.

Terminé de ponérmelo y fui a verme al espejo, no me convencía demasiado, a decir verdad, pero era mi única opción, debí haber metido en la maleta otro vestido.

Me seque el cabello y sujete un poco con una pincilla para que no se viera tan desordenado, no lucía muy bien suelto.

Me maquillé un poco y por último me puse los tacones, dándome cuenta que apenas me había alcanzado el tiempo.

Mire un poco mi teléfono, esperando que tuviera algún mensaje de Josh o Peach, a Peach no le gustaba la idea de este tipo de viajes y ni hablar de Josh, pero no había noticia de ninguno y no pude evitar hacer un puchero e ignore los demás mensajes.

Salí del baño, tome mi bolso y guarde mi teléfono, aunque lo puse en silencio para evitar que fuera una distracción. No quería pensar en Montreal, ni en nadie más hoy. Estaba segura de que estaba siendo egoísta, pero necesitaba un suspiro de todos.

Los leves golpes a la puerta me hicieron saber que Max ya estaba afuera.

Inhale por unos largos segundos y me acerque a la puerta para irme.

Cuando abrí la puerta me encontré con un Max más apuesto de lo normal, llevaba un traje tinto e iba perfectamente peinado. No pude evitar no verlo, porque enserio lucía muy guapo.

Quité mi vista de él recordándome que no tenía que parecerme guapo, era mi jefe, además me iba a casar en un mes.

Pero eso no cambiaba nada, Max era muy guapo y hacía que un caos emocional comenzara en mi interior, confundiendo mis sentimientos y también a mi corazón.

Además, no quiero casarme.

—Jules te vez... hermosa— halago y algo dentro de mí sintió como esas simples palabras aceleraban mi corazón y me robaban una pequeña sonrisa que no pude evitar borrar, ojalá el color carmesí que habían tomado mis mejillas si se pudiera borrar.

Me dijo hermosa.

Solo son palabras, cualquiera las dice. Me recordé. Era cierto, solo palabras.

—Gracias— murmuré mirando el piso y luego levanté un poco la vista, no lo suficiente como para verlo a los ojos, si no me pondría aún más roja de lo que ya estaba.

Salí de la habitación y cerré detrás de mí para después guardar la tarjeta en mi bolso. Comencé a caminar junto a Max intentando tranquilizarme y recordar que podía escuchar si mi corazón estaba acelerado o no.

Estaba intentando calmarme, pero no era nada fácil. Entramos en el elevador y Max apretó el botón del estacionamiento.

Los segundos ahí fueron eterno, ya que ambos estábamos en silencio, yo aun procesando sus palabras e intentar no morir de un paro cardíaco y él muy sumido en sus pensamientos que ni siquiera se daría cuenta de lo alterada que estaba.

Me dije que tenía que tranquilizarme, que solo lo había dicho por cortesía y ya, pero aun así no podía controlar lo que sentía, esa emoción que me hacía quedar como una adolescente hormonal y maldita sea, ¿Por qué? Esto era vergonzoso.

Llegamos al estacionamiento, salimos del ascensor y Max me guio hasta donde había estacionado el auto.

Ahí ya estaban Sean y Kelly —así los había llamado Max hace un rato—  esperando a que llegáramos. Antes de acercarse a ellos rodeo él auto y me abrió la puerta, no podía negar que era muy caballeroso cosa que escasamente seguía existiendo en los hombres.

Subí al auto. Max cerró la puerta. Unos segundos después subió al auto y vi la dirección que puso en el GPS.

19 Av. Kléber, 75116

Encendió el auto y salió del estacionamiento.

Las calles eran estrechas y eran iluminadas por farolas al igual que muchos de los establecimientos. Además, las calles eran de un solo sentido, no eran muy diferentes a las calles en Montreal, pero sí que estaban el doble de abarrotadas con grupos de personas o parejas tomadas de la mano disfrutando de la noche y bien abrigadas.

No faltaban los autos de todos colores y tamaños, pero la mayoría eran autos de lujo, Lamborghinis, BMW, Aston Martin, Mercedes Benz y Cadillacs últimos modelos o clásicos.

Todo tenía el aire de lujo y romanticismo, pero también tenía un toque cautivador por sus calles de época y el estilo tan innovador que tenían los parisinos, por algo decían que París es una de las capitales de la moda.

Era maravilloso como se veía de noche.

—¿Habías venido alguna vez? —le pregunté a Max volteando a verlo con una sonrisa, en ese momento me sentí como una niña pequeña desesperada por conocer algo nuevo y es que no podía evitarlo, me sentía tan... diferente, era nuevo todo este lugar para mí y me emocionaba mucho.

Max se detuvo en un semáforo y volteo a verme.

—Sí, hace ya un tiempo— respondió con tranquilidad. Yo asentí lentamente. —Sabes mañana después del desayuno tenemos la tarde libre, quieres pudo llevarte a conocer una parte de la ciudad—propuso con tranquilidad mientras volteaba a verme.

No pude evitar esconder mi emoción o mi sonrisa cuando dijo eso, porque enserio me hacía mucha ilusión conocer, aunque sea un poco del país.

—¿Enserio harías eso? —inquirí aun mirándolo. Max me regreso la sonrisa y asintió.

—Claro, porque no— respondió mientras empezaba a conducir nuevamente. Yo sonreí con emoción mientras regresaba a mirar al frente. Una parte de mí quería gritar de emoción.

—Gracias, Max— murmuré y pude ver de reojo una sonrisa en sus labios.

Pasaron unos minutos cuando llegamos al lugar. Era un hotel que parecía la casa blanca que suele salir en las películas de acción, pero aún mejor que esa. Max aparco el auto y ambos bajamos del mismo. El frío me recibió haciendo que un escalofrío recorriera desde mi espina dorsal hasta mis pies. Agradecí haberme abrigado antes de salir del hotel.

Max me tendió su brazo antes de entrar y lo acepte, no solo porque quisiera, si no sentía que con estos tacones me iba a caer. Me di cuenta que aun en tacones Max seguía siendo más alto que yo, pero por lo menos en tacones le llegaba al cuello.

Entramos a la recepción solos, Sean y Kelly no venían con nosotros.

Me di cuenta de lo amplia que era la recepción, además se veía pulcra y elegante.

Juro que podría ver mi reflejo en el piso blanco y liso, tenía detalles victorianos en las columnas, el escritorio estaba al lado derecho, era largo y negro, detrás de este había azulejos dorados que sobresalían de la pared formando un relieve montañoso, pero lo que más me impresiono fue el mármol que había en medio de toda la recepción, era negro con las orillas doradas y tenía hojas de metal en forma de hojas de árboles y simulaba que caían desde el techo hasta el mármol, era increíblemente lujoso y admirable, enserio.

—Bonsoir, venez-vous à la soirée de M. Moreau? — (Buenas noches, ¿vienen a la fiesta del señor Moreau?) pregunto amablemente el hombre de la recepción mirándonos a ambos. Yo voltee a ver a Max para preguntarle.

—¿Cómo se llama tu socio? —le pregunte alzando una ceja.

—Louis Moreau— contesto para luego mirar a otro lado, yo regrese mi vista al recepcionista.

—Oui— el asintió y se acercó para tomar el iPad que reposaba en el escritorio.

—Nom? —(Nombre) pregunto nuevamente el hombre.

—Max Cross— respondí y el asintió y empezó a buscarlo en el iPad. Unos segundos después asintió.

—Vous pouvez entrer, c'est sur la terrasse, au dernier étage—(Pueden pasar, es en la terraza, último piso) indico señalando uno de los pasillos que había.

—Merci—(Gracias) agradecí mientras volteaba a ver a Max nuevamente. —es por ese pasillo— señale el mismo pasillo que el recepcionista— es en la terraza del último piso— informe y Max asintió.

—Gracias— murmuro mientras caminábamos por el pasillo.

Aun no podía explicar porque me sentía tan cómoda con Max, era muy raro, sino conociera de limites seguramente ya habría recargado mi cabeza en su hombro.

Ignoré eso y seguí observando el pasillo.

Estaba cubierto de ventanas que daban directo a la calle, enserio había una en cada pared y de un tamaño medio.

Max apretó el botón del elevador y esperamos unos segundos a que este llegara.

Cuando entramos pusimos el botón para ir a la terraza. En ese momento me aleje un poco de Max. Mi teléfono vibro en mi bolso en ese momento y lo saque de mi bolsa para ver de quien se trataba.

Era Peach. Decidí no responderle, seguro solo me diría que porque no le dije antes de irme o algo así y no tenía ganas de escuchar sus reclamos o regaños.

Guarde nuevamente el teléfono no sin antes apagarlo, era la mejor idea. Las puertas del elevador se abrieron dejándonos en un pasillo que daba directo a una puerta.

Salimos del elevador y Max me tendió nuevamente su brazo y lo tome para seguirlo hasta la terraza.

Mientras más nos acercábamos pude darme cuenta gracias a la puerta de cristal que era como una cúpula.

Cuando entramos quede aún más maravillada.

Si era una cúpula, todo estaba decorado con los colores blanco, negro y dorado, además de que la cúpula terminaba a la mitad y dejaba parte de la terraza descubierta, que es donde había un piano y un hombre tocando suavemente las teclas del piano y a su lado una mujer con el chelo.

Aparte de que había mucha gente aquí vestida elegante y extravagantemente, era alucinante como algunas mujeres lucían sus vestidos algo "raros" pero aun así teniendo un toque elegante.

—¡Max! — el acento francés de un hombre llamo nuestra atención, Max y yo nos giramos para ver al dueño de la voz, era un hombre de no más de cuarenta años, era rubio de ojos azules y alto.

—¿Louis? — interrogó Max y el hombre asintió. Terminó por acercar a nosotros y comenzó a hablar nuevamente.

—Estoy... mucho... feliz... de verte— habló pensando en cada palabra que decía y la forma insegura en que decía cada frase me hacía saber que apenas estaba aprendiendo español. —Perdonen moi malo español— (mi) se disculpó aún y Max asintió levemente. 

—tranquilo— habló Max y Louis volteó a verme, Max también. —Ella es Jules Elijah, es la nueva administradora en la empresa, además sabe perfectamente francés— presentó Max y Louis me miró con una sonrisa amistosa y me tendió la mano y la acepte de forma amigable.

Luego beso el dorso de mi mano.

—Beau nom, tout comme le propriétaire, c'est un plaisir, Jules— (Hermoso nombre, igual que la dueña, es un gusto, Jules) halago y yo le di una media sonrisa a forma de agradecimiento.

—Merci, Louis, le goût est le mien—(Gracias, Louis, el gusto es mío) respondí tranquila mientras soltaba mi mano. Max murmuró algo que no pude escuchar, luego le preguntaría que dijo.

—Je sais que Max ne parlé pas le français et je ne connais pas plus d'un mot d'espagnol, pouvez-vous lui dire qu'il espérait qu'ils s'amusaient bien ce soir et que je signerai le contrat plus tard— (Sé que Max no sabe francés y yo no sé más que unas palabras del español, podrías decirle que esperó que se la pasen muy bien esta noche y más tarde firmaré el contrato) pidió en ese tono amable y moví mi cabeza a modo de respuesta.

—Oui, je lui ai dit— (Si, yo se lo digo) el asintió y se fue dejándonos solos. —Louis dijo que espera que la pasemos bien y que más tarde firmara el contrato — le informé a Max mientras volteaba a verlo.

—Bien, entonces, ¿Vamos a sentarnos? — preguntó con tranquilidad y me límite a asentir.

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Max

Jules iba caminando junto a mí, con su brazo entrelazado al mío, no podía negar que me agradaba esa sensación, tampoco que se veía jodidamente hermosa, aún más de lo normal, esa pequeña parte irritante y molesta estaba algo satisfecha con tener a Jules aquí conmigo, mientras que Malik estaba totalmente alterado por tenerla tan cerca y yo me encargaba de mantener la calma.

Por otro lado, me frustraba que aquí la mayoría hablaba francés, a pocas personas eran las que escuchaba hablar español y una parte de mí se iba a desesperar, ya lo sabía, si también le sumaba que tenía demasiado sueño y que quería terminar esto cuánto antes e ir a dormir.

Terminamos sentándonos en una mesa vacía que estaba debajo del domo.

Mire a Jules un poco, no negaría que me estaba impacientando tenerla así de cerca y obligarme a tener un puto autocontrol que ni siquiera yo sabía de donde sacaba.  Pero mierda era tan maravilloso el solo hecho de tenerla a mi lado que me hacía suspirar, aunque sonara estúpido.

Y esa parte de mi estaba asqueada de lo estúpido que sonaba y si lo hacía, porque enserio cada vez esto iba empeorando, su cercanía me afectaba más y mis sentimientos hacía ella eran muy confusos

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Horas después.

Mire a Lestrad un viejo amigo de Alex que había empezado a hablarme hace un rato, ya estaba cansado de escucharlo, estaba terminando con mi paciencia

Voltee a ver a Jules quien estaba en la mesa, tan sola. Solté un suspiro y volteé a ver a Lestrad.

Hacía un rato le había dicho a Jules que ya regresaba, pero maldita sea no me dejaban tranquilo y no quería dejarla sola.

—Lo siento, Lestrad, ¿hablamos más tarde? — él se calló de repente y asintió. Ni siquiera esperé más respuesta para irme. Una suave melodía era la que inundaba el lugar, era una canción francesa que no conocía, pero había muchas parejas bailando.

Terminé por acercarme a la mesa, en la cual Jules aún no se percataba de mi presciencia, estaba absorta en sus pensamientos y seguramente muy aburrida.

—¿Baila señorita, Elijah? — interrogué y ella pego un saltó cuando me escucho. Volteo a verme y soltó el aire que retenían sus pulmones para luego asentir.

—Si— respondió tomando mi mano mientras se levantaba de la silla. No podía negar que había sentido una corriente expandirse por mi cuerpo cuando su mano toco la mía.

La guíe hasta la pista, donde la iluminación era más tenue que dentro del domo. —No soy la mejor bailando— aceptó cuando estuvimos frente a frente, pude notar la pena en su voz y por la forma en la que bajaba la mirada.

Sonreí para mis adentros. Era demasiado tierna.

—Tranquila, yo te ayudó— respondí mientras llevaba mis manos a su cintura y ella enredaba las suyas en mi cuello.

No podía negar lo jodido que me tenía tenerla tan cerca durante horas, pero tampoco podía mantenerme alejado de ella, no por tanto tiempo, porque mierda se estaba haciendo adictivo el tenerla a mi lado o buscar cualquier excusa para que esté junto a mí, literalmente. Tenía que hablar con ella en cuanto antes, pero ¿Qué le diría?

Saqué de mi cabeza eso por ahora y me concentré en el momento. En ella y sus hermosos ojos verdes.

Los latidos de mi corazón eran un caos, más cuando inconscientemente Jules acariciaba mi cuello.

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Jules

Las suaves melodías del piano acompañada de las notas del chelo eran perfectas para bailar lentamente con tu pareja, la letra de la canción me la sabia de memoria gracias a mi madre quien la escuchaba desde que éramos pequeños.

Era la vie en rose.

Amaba esa canción y recordaba lo que mi madre decía, "Esa canción no se dedica a cualquiera, no piensas en cualquiera mientras está sonando, solo piensas en el hombre que amas en verdad"

Y aquí estaba bailando la canción con Max.

Pero yo no pensaba en Josh cuando la escuchaba, más bien me ponía nostálgica, la forma en que sonaba y me hacía pensar que iba a terminar en un matrimonio que un tiempo me causo ilusión, pero que ahora solo me causaba dolor y un terror inmenso.

La idea de una familia era asfixiante, la idea de ser ama de casa era sofocante y la idea de decir en la iglesia "si aceptó" frente Josh, en la casa de dios y frente a mi madre quien ni siquiera se le pasaba por la mente algo de lo que pasaba sinceramente era aterradora.

Borre todos esos pensamientos de mi cabeza concentrándome en lo que estaba ocurriendo, en como las manos de Max me pegaban a su cuerpo al mismo tiempo en el que nos balanceábamos al ritmo de la melodía.

No había más ruido que solo la música, nada más.

Levante la mirada encontrándome con que Max me estaba mirando, sus ojos se encontraron con los míos y me dio una sonrisa que hizo que mi corazón se acelerada. No podía despegar mis ojos de los suyos, sus ojos eran tan hermosos, la forma en que sus iris tenían un tono diferente solo lo hacía ver mejor.

El olor a su loción llegaba hasta mi nariz y no podía evitar pensar que olía exageradamente bien.

—Max—le llamé dispuesta a decir lo que pensaba desde que salimos del hotel, desde que lo vi en la puerta de mi habitación.

—¿Qué pasa, cariño? — pregunto con curiosidad mirándome, cada que me miraba me intimidaba y me sentía pequeña ante él, aunque también se sentía bien.

Y ni hablar de ese cariño, que siendo sincera me gustaba como sonaba.

—También te vez muy guapo esta noche— admití sintiendo mis mejillas arder. Max sonrió ampliamente y luego acaricio mi cabello.

—Gracias, cariño— murmuró mientras seguía acariciando mi cabello con una de sus manos y con la otra me mantenía cerca de su cuerpo. No pude evitar recargar mi cabeza en su pecho. Me sentía protegida y segura, se sentía bien, muy bien.

Pude oler mucho más el olor se su loción, también sentía como su pecho subía y bajaba por cada respiración.

Pero lo que más llamó mi atención fue escuchar a su corazón, la forma tan rápida en que su corazón latía me reconfortó al saber que no solo a mí me pasaba eso cuando lo tenía cerca.

En ese momento solo éramos él y yo, no había nadie más.

Pude darme cuenta que Max me estaba mirando, lo sentía, sus ojos se encontraron con los míos provocando un mar se sensaciones que hacían cosquillas en todo mi ser.

Sus ojos realmente eran hermosos, el color azul eléctrico que tenía en uno y el verde oliva del otro te hacían querer mirarlo durante horas.

Y mientras más seguía la canción más íbamos acercando nuestros rostros al punto de que nuestras respiraciones estaban mezclándose.

Mi pecho subía y bajaba y una parte de mi quiso besar sus labios y saber cómo se sentía, pero me resistí y justo cuando terminó la canción me alejé de Max dejándolo solo. Fue como si un hechizo se hubiera roto, así se sintió.

No.

¿Qué haces estúpida?

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Max

—Yo... necesito aire y vino— murmuró Jules alejándose de mí y dejándome en medio de tanta gente solo, confundido y con las hormonas más alteradas que un mocoso de secundaria.

Quise darme un golpe en ese momento. Jules salió del domo acercándose al barandal.

Me giré encontrándome con Lestrad. ¡Perfecto! No era que me cayera mal, pero en estos momentos quería que todos salieran de mi camino.

Antes de que dijera algo paso un mesero y tome una copa de vino de las charolas que llevaba. Le di un largo trago a la copa hasta dejarla vacía. Odiaba cualquier vino que no fuera un Moscatel traído especialmente de la jodida Alejandría, pero en estos momentos solo necesitaba un trago.

—Vaya, parece que no estas de buen humor— habló Lestrad mientras yo me hacía a una orilla del salón para no estorbar, pero de donde no perdía de vista a Jules. —¿Es tu esposa? —pregunto Lestrad a mi lado.

—Ojalá— murmuré malhumorado mientras me cruzaba de brazos.

—¿Hay problema si la invito a bailar? –gire mi cabeza frunciendo el ceño poniendo mi cara de amargura, demostrándole que era una pregunta estúpida.

Demasiado estúpida, si no se había dado cuenta estaba a un paso de degollar a alguien.

Si antes no lo odiaba ahora sí, me valía mierda sus putas intenciones o si era broma o no, me valía mierda, si Jules me había dejado a medio puto salón más jodido que nada, ningún otro idiota se le iba a acercar, me importaba un carajo, ella era mía, lo supiera o no.

—Háblale, acércate a ella, tócala, es más respira a un lado de ella y voy a olvidar que eres amigo de Alex y voy a quebrar cada uno de tus huesos, esa chica es mía, Lestrad—solté amenazante y pareció que el alma se fue de su cuerpo, pero el hijo de puta tenía las suficientes agallas para seguir con su estúpido juego.

—No tiene tu nombre, Max, mucho menos es un objeto— habló con seriedad sin vacilar un poco. Yo solo quise quebrar sus estúpidos huesos hasta que fueran polvo.

—¿Dije que fuera un objeto? Claro que no, así que si quieres llegar a ser heredero de la manada de Maciel hazme caso, por tu bien, aléjate— contesté en un tono demasiado severo, el asintió repetidas veces—¿Aun quieres invitarla a bailar? —cuestioné regresando la mirada a la linda pelirroja que me había dejado solo, seguía fuera del domo y tenía una copa de vino en su mano mientras miraba las calles.

Suspire.

Se veía realmente hermosa.

Que idiota eres, Max

—Tu replica ha llegado— habló Lestrad haciendo que volteara a verlo, ¿Qué no se había largado? 

Voltee a la entrada para darme cuenta de que Kalem Winchester iba entrando al domo, venía solo, no era novedad y su seriedad era la misma de siempre. Amargado como de costumbre.

—¿Mi replica? — interrogué desviando mi vista nuevamente.

—Quiere ser como tú, ¿no lo notas? —ahora él fue quien cuestiono y yo alce ambas cejas, definitivamente este idiota era un hablador al que con gusto le quebraría los huesos si no hubiera tanta gente aquí, tengo una reputación que cuidar, aunque esta esté por los suelos.

—Nadie es como yo, Lestrad, ahora déjame solo antes de que pierda el control y te mande en una caja a tu país— amenacé nuevamente. Este solo se quedó callado y paso por delante de mí sin decir nada.

Agradecí a la diosa cuando el estúpido se largó, definitivamente ya no podía soportarlo un minuto más.

—Escuche mi nombre por aquí— Kalem palmeo mi hombro mientras se ponía a mi lado con su copa de vino en la mano. Yo le di media sonrisa fingida.

—Eres un chismoso sin remedio— respondí mientras tomaba una de las copas que llevaba otro mesero. Gracias diosa por hacer que no pueda embriagarme cuando es lo que necesito.

—Apesta a frustración sexual, ¿Por qué no te largas a follar con alguna mujer al baño? —hizo una mueca de asco fingida. Yo rodé los ojos. 

No estaba frustrado sexualmente, bueno un poco tal vez sí, pero mi mal humor no se debía a eso, o eso es lo que quiero pensar, ni yo lo sé.

—Porque no quiero follar— conteste de mala gana. Miré a Jules nuevamente y le di el ultimo sorbo a mi copa y se la di a Kalem. —A la mierda. Te veo luego— murmure alejándome de él decidido a acercarme a Jules.

Tal vez estaba siendo un poco o más bien muy insistente, pero solo tenía que disculparme y poder acercarme a ella, para terminar de comprender que fue lo que paso.

Termine por ponerme a su lado, respetando su espacio personal, tampoco estaba tan jodido.

—Discúlpame por lo que paso hace un rato— hablé atrayendo su atención y ella volteo a verme y negó con la cabeza, instantáneamente fruncí el ceño confundido.

—No, no fue tu culpa yo... no debí acercarme tanto, seguro tu estas en una relación y yo... —habló muy apresurada que apenas pude entenderle.

—No lo creo, solo estábamos bailando así que no pasó nada malo y no estoy en una relación— pause y voltee a ver su mano, estaba comprometida, pero no tenía anillo, ¿se lo quito? Bueno esa pregunta era estúpida, obvio que lo hizo, pero ¿Por qué? —Y tú no llevas anillo— ella soltó el aire que retenía. Miro su mano unos segundos.

—Odio ese anillo, es pesado, incómodo y horrible— no pude evitar reír y ella rio conmigo. Pensé unos segundos lo que iba a decir antes de hablar, no quería decir una estupidez como siempre.

—No pareces muy feliz por tu boda— ella hizo una mueca y luego negó con la cabeza y eso me relajo un poco más.

—¿Tanto se nota? — inquirió haciendo una mueca, no pude evitar reír y ella sonrió con algo de diversión, tampoco voy a negar la satisfacción que sentí al obtener esa respuesta, eso ya era un punto bueno, pero la verdadera pregunta era ¿por qué sigue con el si no quiere casarse?

Antes de sacar conclusiones más apresuradas volví a hablar.

—Un poco—pause—¿Miedo? O simplemente no quieres—cuestione recargándome en el barandal. Ella soltó un suspiró y miró al frente.

El silencio que se hizo en esos momentos no fue incómodo ya que el ruido de la fiesta seguía presente y el que Jules se quedará callada solo me causaba más curiosidad.

Cabe destacar que desde que habíamos llegado no había sentido algún dolor de su parte como lo hacía en Montreal, no si era el que estuviera alejada de Montreal o algún otro factor que contribuyera, pero se sentía bien o por lo menos eso creía.

—No lo sé, yo lo quiero, pero no es el mismo, es... muy diferente y no lo sé, no sé si es miedo o si en realidad no quiero, pero no creo que vayamos a funcionar, simplemente ya no hay química y yo... yo no soy lo que él quiere— respondió mirando hacia abajo.

En un punto mientras hablaba su voz se quebró, pero no empezó a llorar solo se repuso y ya y yo solo quería saber más, porque si, mierda tenía que haber algo que me pudiera ayudar a acercarme a ella, si ese idiota no podía ver a la mujer que tenía enfrente yo si lo hacía y déjenme decir que es un estúpido.

—Entonces es un idiota al no ver a la mujer que tiene frente a él —solté sin pensarlo, ella volteo a verme de reojo, limpió sus ojos y negó con la cabeza.

—No mientas por convivir—Ay cariño, si tan solo te dieras cuenta de lo jodidamente perfecta que eres.

¿Desdé cuando me tenía tan jodido alguien que apenas conocía?

Claro desde que la encontré en el bosque medio muerta.

—No miento, linda, te lo estoy diciendo enserio— hablé acercándome un poco más, ella alzó un poco la cabeza para verme mejor, pude ver sus ojos empañados. No pude evitar acunar su rostro con mis manos. Cerró los ojos al tacto y exhaló mientras ponía sus manos sobre las mías.

Un cosquilleo recorrió mi cuerpo.

Nuevamente estaba tan cerca de ella que podía sentir el calor que emanaba su cuerpo.

—Eres hermosa, inteligente y amable, ¿No crees? — pregunté ella abrió poco a poco sus ojos dejándome ver ese tono verde esmeralda en sus iris, tan hermoso y perfecto que deseaba ver sus ojos siempre.

No pude evitar mirar su rostro, detallar cada y rasgo de ella.

Me di cuenta que mirándola más de cerca se notaban más las pecas que cubrían su rostro hasta su cuello y parte de sus hombros, me pregunté si su cuerpo estaría lleno de esas pecas y la curiosidad de saberlo me invadió, pero aleje la curiosidad y seguí admirando su rostro. Sus pestañas eran tan largas y tupidas, sus labios llevaban un tono carmesí que resaltaba en su piel lechosa y mierda sus labios se veían tan apetecibles que aleje la vista rápidamente.

Su cabello ondulado era aplacado por una pinza que sostenía su cabello, aun así, estaba algo esponjado por las mismas ondas, pero aun así se veía bien.

Y su olor, su maldito olor que era tan embriagante que me volvía loco. Chocolate, menta, tierra mojada y su perfume, ese perfume con olor a rosas y vainilla que ya se me había quedado grabado.

—No lo creo — murmuró en voz baja.

A pesar de que seguíamos en la fiesta estábamos algo apartados de los demás, tampoco era que nos prestarán mucha atención, seguramente cada quien estaba hablando de sus vidas o alardeando algo y nosotros estábamos en nuestro mundo.

Fue un momento de nosotros, igual como cuando bailábamos. Se sentía tan único y personal que esperaba que ella también lo sintiera así.

—¿Qué tengo que hacer para que lo creas? — pregunté aun acariciando sus mejillas, disfrutando de cómo sus palmas estaban dando leves caricias en el dorso de mis manos y la cercanía de nuestros cuerpos.

Tenía que admitir que tenerla así de cerca hacía que mi corazón latiera a mil por hora y que los nervios hicieran estragos en todo mi ser.

—¿Por qué haces esto, Max? — cuestionó nuevamente mientras me miraba con desconfianza y eso me hizo sentir mal, no quería que me mirara así, no quería que desconfiara de mí.

—¿Debo de tener motivo alguno, Jules? — alce una ceja alejando una de mis manos de su mejilla para alejar los pequeños mechones rebeldes y rojizos que se habían movido a su rostro por el aire helado.

Ella pareció dudarlo un momento, abrió la boca para rebatir. No lo hizo, se quedó callada unos segundos más hasta que finalmente habló.

—las personas no hacen nada que no les dé un beneficio o que consigan algo a cambio, así que, ¿Qué es lo que tú quieres? — no pude evitar sonreír de lado, Jules era toda una caja de sorpresas, así cómo se veía de sería y tímida tenía carácter y eso solo hacía que fuera aún más atrayente para mí.

—¿Qué es lo que yo quiero? — Inquirí. Ella asintió levemente.

Mi hermosa luna, si tú supieras que es lo que quiero habría dos opciones, la primera es que pienses que estoy jodidamente loco o la segunda que sería que tal vez te impresione.

—En realidad quiero muchas cosas, pero por ahora me conformó con salir un día, una cita tal vez— ella se separó un poco de mí y quite mis manos de su rostro mientras me recargaba de lado en el barandal.

—¿Una cita? ¿Conmigo? — interrogó incrédula mientras se señalaba con el dedo. Sonreí con diversión.

—No cariño, con la Reina de Inglaterra—hablé sonando sarcástico y ella me dio una mirada asesina que solo me hizo reír —Claro que contigo, Jules— repuse tomándolo con seriedad mirando sus ojos, pero su mirada huyo de la mía.

Definitivamente esa era una acción que había empezado a odiar, solía hacerla demasiado y el que yo sea alguien impaciente e impulsivo no me agradaba para nada, así que solo tenía que tener paciencia.

—¿Por qué conmigo? Te aseguró que hasta la reina de Inglaterra es mejor opción que yo— bajo la voz, en el momento que hablaba sus ojos miraron los míos y me di cuenta que enserio no terminaba de creerme, cuando termino de hablar regreso la mirada al suelo.

Bien, otra vez que mire al suelo y se acababa mi paciencia. Lo siento, no tenía paciencia y alguien tenía que enseñarle a Jules que no debía bajar la mirada, este mundo es una mierda, mientras las personas vean que les temes o que te intimidas más te van a joder y no deben de tener ese poder en ti.

Además, ¿enserio esta mujer no notaba lo jodidamente atrayente que es?

Estaba seguro que está noche Lestrad y yo no éramos los únicos idiotas que querían bailar con ella, y no solo bailar.

Tiene la belleza de la maldita a afrodita, si no es que más, es culta e ingeniosa, además es incapaz de matar una mosca, simplemente es un encantó. Díganme estúpido por hablar antes de conocerla más, no obstante, aunque la viera asesinando a alguien no cambiaría mi opinión de ella. 

—Déjame demostrarte porque contigo— respondí con tranquilidad. Me miró unos segundos dudosa de lo que yo le decía.

Me hacía preguntarme tantas cosas.

—Como amigos, ¿okey? — interrogó mientras me tendía su dedo meñique y yo arquee una ceja sin entender. Ella soltó un suspiro. —Es una promesa, si aceptas debemos entrelazar nuestros dedos meñiques— explicó y asentí con la cabeza.

No negaré que era un acto infantil, pero a la mierda si lo era, Jules creía en eso, así que daba igual si era infantil o no.

—Debes de saber que en Japón les mutilaban el dedo a las personas que no cumplían con su promesa, obviamente no te cortaré un dedo, solo dejaré de hablarte— reprimía una sonrisa para mostrarle que me lo estaba tomando enserio, claro que lo tomaba enserio, pero aun así no podía evitar pensar que era divertida la forma inquisitiva en la que me miraba.

—Esta bien— pausé y estiré mi brazo copiando su postura, tendiéndole mi dedo meñique.

Ella esbozo una pequeña sonrisa complaciente mientras entrelazaba su meñique con él mío y me daba un leve apretón.

—Y cuéntame, ¿Qué más dicen esas leyendas japonesas? — interrogue cuando ella soltó mi meñique, me miro con cierta emoción y tomo aire para empezar a hablar.

Y mientras el sonido de suave voz llenaba mis oídos ahí debajo de aquella noche llena de estrellas y viento helado me di cuenta de lo jodido que estaba para el final de la semana, porque sin siquiera conocer mucho de la mujer que había a mi lado, sin haberla besado o sin haber compartido tanto tiempo con ella me estaba prendando de ella tan estúpidamente rápido.

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