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Capítulo 04

Viajes

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Siento unas ganas locas de reír o de matarme

—Roque Dalton

Jules

Baje un poco el volumen de los audífonos cuando escuche un sonido que llamo mi atención.

No era Josh gracias a dios había salido del país y no regresaría hasta dentro de tres días.

Preste atención cuando escuche el sonido. Me quite un audífono y nuevamente lo escuche. Me levante del sofá al darme cuenta de que estaban tocando la puerta. No esperaba a nadie, ni siquiera me gustaba recibir visitas, así que me extrañaba que alguien estuviese tocando la puerta.

No me asome para ver de quien se trataba, nunca lo hacía. Abrí la puerta y mi corazón dio un vuelco al ver de quien se trataba.

Una extraña sensación tan cálida me hizo sonreír. Era felicidad, no era esa felicidad que siempre está. Era esa felicidad que sientes cuando vez a alguien después de tanto tiempo y se va con esa persona al momento de su partida.

—¡Andy! —chille lanzándome a los brazos del castaño. Andreu soltó una risita mientras me recibía en sus brazos. La calidez que desprendía me reconforto.

—Parece que me extrañaste— respondió aun abrazándome. Mis ojos casi se llenaron de lágrimas. Claro que lo había extrañado, era mi mejor amigo, lo conocía desde hace años y siempre ha estado para mí.

—¿Tú crees? —cuestione alejándome de él y me sonrió. Le preste más atención. había dejado crecer más su cabello en este último mes, los rizos castaños se formaban mejor y su barbilla estaba adornada por una barbilla corta, tal vez de unos cuantos días. —Pasa—le dije haciéndome a un lado para que entrara. Entro mirando todo el lugar, examinándolo o asegurándose de que todo estuviera en orden.

—¿Y Joshua? —inquirió frunciendo el ceño. Yo me encogí de hombros restándole importancia.

—Viaje de trabajo— respondí con algo de tranquilidad, ciertamente si me daba algo de paz el que Josh estuviera fuera.

—Qué bueno, así no tengo que ver su cara— respondió mientras iba directo al sofá. Yo rodé los ojos con diversión.

No era secreto que Emerald y Andreu odian a Josh.

—¿Cómo estuvo Italia? —pregunté con curiosidad sentándome a su lado.

Andreu ama viajar, siempre viaja a un lugar diferente, siempre en busca de lo mismo, o más bien de alguien; su pareja.

—No tan mal, no la encontré a ella, pero disfruté el país, deberías ir conmigo alguna vez— respondió tranquilo, pero pude ver aquel brillo de tristeza en su mirada. Yo le di un apretón en el brazo en un intento de animarlo.

—Pronto la encontraras ya verás— le anime con una sonrisa —Y no puedo, he comenzado a trabajar— me excuse el rodó los ojos con cierta diversión.

—Trabajes o no nunca aceptas, deberías pensar en darte unas vacaciones lejos de aquí y el tóxico de tu futuro esposo— y era cierto, nunca aceptaba viajar con él. No porque no quisiera, siempre había querido salir del país y conocer lugares nuevos, pero me da miedo.

—No hay que hablar de eso, Andy—le pedí y el asintió comprendiendo.

—Bien, dime ¿Cómo estás? —pregunto con curiosidad —Después de la última vez en el hospital—aclaro y yo rasque mi cabeza.

No quería recordar eso, no era para nada bonito, la sangre, mis muñecas, dios no.

Los recuerdos seguían frescos y como no si apenas fue hace un mes.

Había pensado que tal vez esta vez saldría perfecto, que por fin iba a dejar de sentir, pero Andreu había llegado en el momento menos indicado. Me había sacado de la bañera y me llevo directo al hospital. Le pedí, casi le rogué que no llamara a mis padres, que yo les contaría, cosa que fue mentira, pero al parecer él lo creyó y no llamo a mis padres.

Me dieron una cita con una psicóloga con la cual nunca tuve el valor de ir y aquí seguía, constantemente pensando como dejaría de sufrir.

—Bien, he mejorado— mentí con una sonrisa fingida. Andreu me inspecciono con aquellos intensos orbes grises, asegurándose de que no mentía, así que agradecí cuando sus facciones se ablandaron y despeino mi cabello de forma fraternal. Le di un empujón en el brazo.

—Espero que sea cierto, sino yo mismo te llevo al loquero— no pude evitar reír por la mueca que hizo al decir eso último.  —¿Dónde comenzaste a trabajar? —pregunto con interés.

C&F and Corporation— el frunció el ceño mirándome con cierta gracia.

—¿Con Max Cross? ¿Qué tu padre no lo odia? —pregunto incrédulo.

Y si, si era así, pero entre mi padre y Josh se las habían arreglado para que ninguna empresa con la que ellos tenían conexión me aceptara y Max fue mi última opción.

Algunas veces llegué a escuchar poco de él, algunas discusiones que tenía con mi madre por él, nunca llegué a saber por qué tanto odio de mi padre hacia él, tampoco era como que me importaba mucho, pero no llegué a querer recurrir a Max, aun así, ellos me obligaron a llegar a su empresa, ninguno quiso apoyarme. Ni siquiera mi padre y eso que mi madre había tenido bastantes discusiones con él por mi culpa.

Pero él ni siquiera entiende lo que yo pasaba, él no era el único que sufría por Jasón. Nadie en mi familia entendía que yo también sufría su muerte, pero cada quien lidiaba con su dolor y la forma en que yo lo hice pareció no ser la mejor para papá.

—Sí, pero hizo que otras empresas rechazaran mi solicitud— Andreu sonrió con orgullo.

—Siempre he dicho que eres muy inteligente, Lisse, trabajar con la persona a la que más odia Adrián, buena jugada niña— reí un poco.

Lisse Jasón y él eran los únicos que me llamaban así y aún seguía doliendo que me llamara así.

Su muerte había dejado un gran vació en mí que fue ocupado llenándose con culpa y dolor, creo que esa parte que me falta se la llevó con él.

—El estaría muy feliz—comentó Andreu abrazándome. Las lágrimas salieron de mis ojos sin pedir permiso.

Dolía, siempre iba a doler. Había muerto por mi culpa, sino me hubiera visto tan mal no habría decidido ayudarme, no nos hubiéramos volcado y no hubiera muerto.

Si tan solo pudiera regresar a ese día daría mi vida a cambio de la suya, no merecía morir, tenía un futuro brillante por delante, hubiera sido el mejor abogado, de eso no cabía duda. Sin embargo, tenía que darse cuenta, tuvo que ayudarme ese maldito día.

Y ahora estaba condenada a seguir viviendo sin él, a no verlo sonreír nuevamente o escucharlo reír, ni siquiera podría verlo sufrir por sus amoríos fallidos.

Su muerte me dejo un vació tan profundo que no creo que alguna vez se llene. Muchas personas hablan sobre el dolor de perder a un hijo, un padre, un primo, un abuelo, pero las personas nunca se fijan cuando pierdes un hermano, siempre miran al padre, le dan el pésame al padre, pero cuando es tu hermano olvidan que también sufres y yo no perdí a cualquier hermano, perdí a mi gemelo. No puedo minimizar el dolor de mis hermanos, pero creo que el perder un gemelo duele aún más, porque es perder una parte de ti, sentir que se lleva esa parte.

Ese dolor es como si abrieran tu pecho y sacaran tu corazón sin ningún tipo de anestesia. Es como si te arrancaran alguno de tus órganos internos. Se siente tanto vació que te hace cuestionarte si algún día dejaras de sentirte miserable, si algún día dejaras de sentirte incompleto.

Yo aún no tengo esas respuestas, pero en mi opinión siempre estaría ese vació que Jasón me había dejado.

—Fue mi culpa—susurré sin poderlo evitar. Andreu se alejó un poco de mí y me miró a los ojos.

No le había contado a nadie porque Jasón y yo habíamos salido de improviso de Montreal, él único que lo sabía era Josh.

—No es tu culpa, Jules, ¿Por qué dices eso? —pregunto y yo mordí mi mejilla aguantando el seguir hablando. No quería que nadie se diera cuenta que hacíamos lejos de Montreal ese día. Lo único que sabía que había pasado después era que Josh me había encontrado, me lo dijo mi madre, pero no sabía cómo, se suponía que no sabía nada.

Siendo sincera algo no cuadraba, yo recordaba escuchar a alguien después de haber tenido aquella rara ensoñación. No sabía quién era, ni siquiera recordaba muy bien aquella voz, lo único que sabía era que era una voz de hombre y que no había sido Josh.

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Hacía unas horas Andreu se había ido, dijo que tenía algunas cosas que hacer, así que se fue.

Como había previsto mi felicidad fue efímera y se fue con él. La soledad había llegado de nuevo y con ella la tristeza y el dolor.

Ese dolor en mi pecho que me impedía respirar con normalidad y los pensamientos malos que me provocaban jaqueca.

Mi cabeza dolía de tanto llorar, mis ojos estaban hinchados, las lágrimas ya ni siquiera salían de mis ojos porque llevaba horas llorando y seguro ya no habría más agua que desechar en mi sistema.

Los últimos minutos intente calmar mi respiración un poco, por lo menos intentar respirar y llenar mis pulmones de aire para dejar de sentirme ahogada, pero ni eso funcionaba porque me sentía como si estará bajo el agua.

Intente pensar en cosas buenas y lo logre unos minutos.

Alex se había convertido en mi compañero de trabajo, pasaba mucho tiempo conmigo explicándome cosas o solo charlando mientras yo hacia mi trabajo, era muy amable y divertido. Me daba algo de gracia cuando su esposo lo llamaba, ya que parecía que cualquier rastro de burla desaparecía y que era un ser de puro amor. También era divertidas las veces que discutía con Max durante la comida. Sip Alex me invitaba a comer con ellos y era una buena forma de evitar los pensamientos negativos.

En esta semana tres veces me había dejado Alex sola con Max, no soy tan estúpida, no tenía urgencias cada tercer día, solo me dejaba con Max y regresaba una hora más tarde. Aun así, era divertido. Max es muy... diferente, atento e incluso alguien muy risueño cuando estaba de humor, cabe decir que incluso alguien muy abierto. Había preguntado unas cosas sobre su vida y él me había respondido con suma tranquilidad y paciencia, cosa que siendo sincera rara vez veía. Es todo un caballero o por lo menos eso aparenta, no lo sé, no puedo confiarme al cien por ciento de las personas, porque son traicioneras, les das tu confianza y después te apuñalan por la espalda como si no valieras nada.

Lastimosamente así somos, inestables, hipócritas y destruimos todo aquello que nos beneficia.

Somos destructores por naturaleza, por eso hay tanta gente rota en el mundo.

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Max

Estaba terminando de redactar un contrato de renovación para una empresa con la que llevaba trabajando desde hace años.

Asterix una de mis mascotas descansaba tranquilamente en mi pecho y Nala en mi estómago mientras que Bang acaparaba parte del sofá y Silent tenía su cuerpo sobre mis piernas impidiéndome moverme.

Amaba a estos perros, podría decir que más que a mí incluso. Los había adoptado ya hace mucho tiempo y siendo sincero amaba a los perros desde antes de que uno viviera dentro de mí, apenas puedo con estos cuatro sino fuera porque tengo mucho trabajo tendría el pent-house lleno de perros.

Antes de que siguiera escribiendo mi teléfono sonó desde la mesita que hay a un lado. Instantáneamente voltee a ver de quien se trataba. Cuando vi el número de Alex en la pantalla estiré mi brazo para tomarlo.

Respondí la llamada y lo puse en altavoz para seguir redactando el contrato.

—Max tienes que viajar a Francia, Louis quiere cerrar el trato contigo— negué con la cabeza y deje de lado el iPad.

—No puedo, tengo más cosas que hacer, ¿No puede firmarlo digitalmente o algo así? —pregunté con curiosidad mientras masajeaba mi sien.

—Tal vez, pero quiere que estés presente— maldita sea. ¿No podía firmarlo y ya? Cualquier duda que él tuviera podíamos resolverla por teléfono, video llamada que se yo, ahora no era el mejor momento para viajar.

—Alex no puedo, tengo que ir a la manada, hay más cosas de la empresa que hacer y ni siquiera se francés— tal vez suene estúpido, las veces que nos comunicamos hay un intermediario que es Alex, él sabe francés y para nuestra suerte no podemos darnos el lujo de viajar al mismo tiempo y dejar lo demás.

—Lo de la manada lo podemos cambiar un poco, Jacke y Ross conocen ese lugar, no como tú, pero pueden enseñarles que cosas hay peligrosas allá, ya sabes teoría, yo me encargo en la empresa y tú vas a parís, te apresuras a hacer lo que tengas que hacer y regresas— pauso sabiendo que le iba a recalcar que no conozco el idioma— Jules, ella sabe francés su madre es francés, así que matamos dos pájaros de un tiro, cierras el trato con ayuda de Jules y te acercas más a ella— no, no era buena idea, por más tentadora que sonara mi autocontrol no estaba para ese tipo de juego ahora.

—No— le respondí y escuché como suspiro. Enserio este no era el mejor momento para esto.

—Max ¿Te estas escuchando? ¡Son tres días con Jules! ¡Solo tú y ella! Claro si dejamos de lado a Kelly y Sean— incluso parecía más emocionado que yo ciertamente.

Y no es que no me gustara la idea, en otro momento yo mismo me hubiera ideado un viaje de negocios solo para pasar tiempo con ella, pero ahora no, ahora me sentía como una bomba de tiempo, no sabía en qué momento iba a terminar con un ataque de ira momentáneo en donde me desahogaría. Así que no.

—No Alex— respondí nuevamente y escuché como chirrió los dientes.

—Pues lo siento alfa porque no te estoy preguntando si quieres, ya la llame y se lo dije, se lo tomo bien así que tienes media hora para arreglarte e ir por ella y dentro de media hora tu trasero debe de estar en el jet, te mandaré el itinerario que tiene Louis para ti—

Idiota.

Tome una respiración para no decirle lo que tenía en mente.

Tranquilo.

—¡¿Por qué mierda la llamaste primero?! Tenías que decirme del maldito viaje antes— gruñí exasperado, a veces me sacaba un dolor de cabeza como nadie. 

—¡Era más fácil decirle a ella y luego a ti para que no tuvieras más opciones! —grito y yo bufe mientras me levantaba del sofá.

Maldita sea, Alejandro.

—¡Pues quiero que cuides a mis perros mientras no estoy! —

—¡Pues ya voy! —me grito y luego me colgó.

—¡Idiota! Iri mis ficil dicirli i illi y liegui i ti, maldito idiota— me queje mientras iba a la habitación a arreglar mis cosas. Seguramente Kelly ya sabía que íbamos a irnos en media hora, así que no me moleste en llamarlo.

Duré unos minutos guardando algunos trajes y ropa cómoda en mi maleta y luego me puse ropa más cómoda para el viaje, si bien recordaba eran siete u ocho horas de vuelo sin escalas y un 99.9 % de posibilidades que durmiera bien esos tres días gracias a la gran diferencia de horarios, tampoco es como si aquí duermo bien, pero estoy en mi casa. Antes de salir de mi habitación pude escuchar el timbre del elevador abrirse y pude identificar el olor de Alex y Jacke.

Me termine poniendo una gabardina encima, a pesar de que mi cuerpo producía el calor suficiente como para que no muriera de frío eso no dejaba de lado el hecho de que sintiera algo de frío. Al ser un ser endotermo puedo producir más calor propio que un humano, mi metabolismo influye en ese proceso que intentar igualar la temperatura en mi cuerpo, pero eso no bastaba para quitarme el frío porque mi metabolismo siempre estaba retrasado, aunque la mayor parte del tiempo mi piel se encontraba tibia, excepto cuando he estado muriendo.

Muchas veces esto tiene un lado bueno y muchas ventajas, como la sanación era algo demasiado bueno, de verdad una herida que en un humano puede matarlos en nosotros nos dura solo unas horas, si acaso algunos días y ya.

Cuando salí de mi habitación bajé las escaleras con mis cosas y me encontré con Alex abrazando a Silent y Jacke jugando con Bang, mientras que Asterix y Nala descansaban cómodamente sobre el sofá.

—Te mandaré la ubicación de la casa de Jules, más tarde te mando el itinerario y no hagas una estupidez—yo rodé los ojos y luego Jacke habló.

—Gracias, supongo— le respondí —Bien, me voy— les dije despidiéndome con un movimiento de mi mano. No me acerque a los perros, no me gustan las despedidas, fueran con quien fueran.

—Te deseo la mejor follada de tu vida, Max—grito Jacke mientras yo abría la puerta, luego escuche un quejido de su parte, seguramente Alex le había dado un codazo.

—Asegúrenme que no me odie durante la primera hora de estar conmigo— murmuré mientras salía de la casa, pero sabía que me habían escuchado.

Una parte de mí estaba preocupada por eso; su aceptación, sonaba estúpido de eso estaba seguro, pero siendo sincero era una de las cosas que más me importaban, estaba seguro de que Jules no estaba acostumbrada a mi mundo, tal vez lo conocía sabiendo de quien es hija, sin embargo, eso no quiere decir que lo acepte, que le guste o que quiera pertenecer a este, además yo no era el mejor ser humano, siendo sincero me consideraba de los peores y eso no es bueno, no para alguien como Jules.

Mientras que otra parte de mí estaba molesta porque comenzaba a preocuparme eso, cuando siendo sincero en mi vida me había importado lo que alguien pensara de mí. Es algo estúpido, demasiado estúpido que ella me hiciera sentir la necesidad de su aceptación, entre otros más sentimientos a los que prefiero no ponerles nombre.

Del mismo modo esa misma parte que odiaba como me hacía sentir me recordaba a diario que no le estaba mostrando mi versión más sincera, tal vez no había mentido en cosas que le decía, sin embargo, no me mostraba como realmente soy; porque sí, me da miedo que huya de mí cuando se dé cuenta que no soy un príncipe azul.

Cuando llegué al estacionamiento me encontré con Kelly y Sean que me esperaban pacientemente. Los salude con un movimiento de cabeza, en estos momentos no tenía ganas de hablar, maldita sea no quería siquiera dejar mi casa.

Guardé mis cosas en mi auto y subí en él para después comenzar a conducir a la casa de Jules.

Me sorprendió un poco cuando revise el GPS dándome cuenta que su casa estaba algo alejada de otras, bueno no algo, tal vez a cinco minutos de la casa más cercana y no estaba en el bosque cabe decir.

Agradecí que no hubiera trafico gracias a que eran casi las cuatro de la madrugada, seguramente todos dormían a esta hora.

Legué unos veinte minutos después. De noche no se veía muy bien la casa, solo se veía algo grande para solo una persona, no estoy juzgando mi departamento también es bastante grande para una persona, pero se me hizo raro.

Antes de que bajara del auto la puerta de la casa se abrió y su olor llegó tan rápido a mí que fue como un tranquilizante.

Me acerque para ayudarle con su maleta, soy idiota, pero un caballero.

—Hola— murmuré y ella me volteo a ver, me dio una leve sonrisa.

—Hola—respondió tranquila, la notaba más relajada, aunque parecía haber estado llorando recientemente, su nariz tenía un leve color rojizo al igual que la parte baja del arco de su ceja y además sus ojos estaban algo hinchados.

—Te ayudo—ofrecí y ella asintió lentamente dejándome llevar la maleta. —Siento hacerte ir, más a estas horas, solo que... no se francés—me disculpe mientras íbamos al auto, ella me dio una media sonrisa.

—No pasa nada—respondió mientras me seguía. Pude ver de reojo como se abrazó a si misma por el frío que hacía. Cuando guarde la maleta me acerque a la puerta del copiloto y la abrí, ella me dio una leve sonrisa y subió al auto.

—Gracias— habló cuando estuvo arriba.

—No hay de que— le dije para luego cerrar la puerta y rodear el auto. Cuando subí me aseguré de encender la calefacción para que no tuviera frío

El camino al aeropuerto fue en silencio. Ninguno dijo nada e incluso ambos íbamos perdidos en nuestros pensamientos.

Seguía agradeciendo que no hubiera nada de tráfico gracias a la hora que era y para cuando llegamos era exactamente la hora en la que teníamos que llegar.

Aparque en el estacionamiento y a mi lado Kelly y Sean lo hicieron. Pude ver a unos metros el jet, que tenía la puerta abierta. Antes de que nosotros bajáramos del auto Kelly y Sean ya estaban llevando las cosas.

—Bien, vamos— murmuré tomando mi teléfono y llaves. Active los seguros del auto cuando estuvimos fuera de este. Jules caminaba a mi lado, aun absorta en sus pensamientos. Me pregunte en que tanto pensaría, ya que realmente no prestaba atención por donde iba.

La tome de los hombros haciéndola a un lado cuando casi tropieza con una de las boyas. Ella me miro asustada por el acto tan repentino.

—Casi te tropiezas—explique y ella volteo hacía atrás dándose, viendo la boya.

—Gracias— murmuró con voz baja mientras seguíamos caminando, pero siendo sincero no saber que era en lo que tanto pensaba comenzaba a frustrarme.

Y aun así no me sentía capaz de preguntarle qué era lo que tenía, porque en cierta parte sentía que era como una invasión a su espacio personal o algo así.

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Jules

Mire a Max un poco mientras caminábamos al jet. No pude evitarlo. Era realmente atractivo, su mandíbula estaba perfectamente definida y una fina capa de barba con un tono opuesto a su cabello recubría una parte de su rostro sin hacerlo lucir mal, su manzana de adán se marcaba perfectamente al igual que sus clavículas, que gracias al cuello de su camisa podía ver una parte de un tatuaje que no alcance a detallar muy bien, pero este abarcaba parte de su cuello y hombros.

Deje de mirarlo cuando llegamos al Jet. De este bajo un hombre castaño, no lucía más que unos pocos años mayor que Max. También era guapo.

—Cuanto tiempo sin verte—saludo a Max fingiendo sorpresa y el susodicho rio.

—Sé que me extrañaste, Ross—el ahora llamado Ross rodó los ojos con diversión y luego volteo a verme y miró a Max.

—Rossel, Mucho gusto—se presentó tendiéndome la mano con amabilidad y una sonrisa cálida.

—Jules, el gusto es mío— respondí estrechando su mano. El asintió y luego soltó mi mano.

—Kelly y Sean han subido las cosas ya, ¿Nos vamos? Es un viaje largo— Max asintió a lo que dijo Rossel. Comenzó a subir las escaleras del jet y Max puso su mano en mi espalda haciendo que un escalofrío recorriera mi cuerpo.

—Vamos —indico y comencé a caminar. Mi corazón latía con fuerza. Una porque era la primera vez que viajaba en avión. Dos porque Max me ponía nerviosa. Cuando estuvimos arriba me di cuenta de que esto era genial. Dudaba no estar cómoda las horas de viaje, había de un lado dos asientos dobles y del otro igual, después de estos había dos asientos enfrente del otro para tres personas, eran color beige y al final de este había una división que tenía una puerta de plástico en medio.

—Si quieres dormir ahí hay una cama— me informo Max señalando la habitación que tenía puerta. Asentí lentamente aun sintiendo mi corazón latir con fuerza.

—Gracias, pero creo que por ahora me sentaré— agradecí mientras señalaba uno de los asientos. Max asintió y mientras yo me sentaba él fue a esa habitación. Tome un largo suspiro intentando calmarme, pero no podía.

Cuando regreso me tendió unas mantas.

—Por si te da más frío— yo la recibí agradecida, ya que aún tenía frío.

—¿Cuántas horas son? —inquirí intentando no mirar por la ventanilla.

—Siete u ocho— respondió Max con tranquilidad. Yo abrí los ojos con exageración, nunca pensé que fueran demasiadas horas de vuelo. —¿Te gusta volar? —curioseo nuevamente Max.

Yo voltee a verlo de reojo. No, no me gustaba volar, no era algo que haya hecho antes y me interesara hacerlo, me daba miedo, mucho miedo y ahora ya no había vuelta atrás.

—Nunca he volado— respondí mirando al frente. Solo tenía que calmarme, seguro no era tan grave, además ni siquiera había despegado y yo ya estaba de exagerada, solo necesitaba calmarme.

—¿Tienes miedo? —yo asentí sin mirarlo.

—Mucho— respondí. Inhale y exhale un par de veces, pero eso no calmaba mi pobre corazón acelerado.

—¿Puedo sentarme junto a ti? —inquirió nuevamente y asentí sin decir ninguna palabra. Me dispuse a jugar con mis dedos para evitar mirarlo a él. —¿Por qué nunca has volado? —sonaba realmente curioso y confundido, yo también lo estaría, de mis hermanos yo era la única que nunca había subido a un avión.

Aunque realmente mi miedo no era a lo que pudiera pasar, mi miedo era dejar el país, por alguna razón desde antes que iba a entrar a la universidad comencé a tener cierto conflicto con salir fuera del país.

—No me gusta— admití recordando cuando Max había admitido que no le gustaba la ensalada, no pude evitar sonreír al recordarlo haciendo muecas graciosas, ese día Alex me había dicho que Max odiaba la ensalada, pero que le gustaba molestarlo.

—¿Por qué no me lo dijiste? O a Alex, aún podemos bajar de aquí y puedo llevarte a casa— negué con la cabeza. No claro que no, no podía dejar que un miedo tan irracional y estúpido me impidiera hacer algo que desde pequeña quise.

El miedo te impide vivir, te asfixia y te hace pequeño, por mucho tiempo el miedo me ha impedido vivir, no podía, no quería negarme a algo que siempre he querido, no ahora.

—Solo necesito tranquilizarme— respondí y antes de que Max me dijera algo Rossel salió de la cabina y volteo a ver a Max.

—Ya voy a despegar— Max me miro como buscando algún indicio de que quisiera bajarme de aquí e irme a casa, pero no hubo, porque no quería quedarme, si tres días iba a estar lejos de Montreal, de casa esos tres días lo iba a disfrutar, aunque solo estuviera encerrada en la habitación de un hotel.

Max le regreso la mirada a Rossel y asintió. El castaño regreso a la cabina. Unos segundos después pude escuchar el sonido de las turbinas encenderse.

—Por ahora necesito que te pongas el cinturón—pidió Max y asentí mientras lo buscaba en uno de los costados del asiento. Cuando lo encontré tome el seguro y rodee mi cintura con él hasta llegar al otro lateral del asiento y conectarlo con la parte pequeña que se enganchaba. —Para la próxima necesito que me digas si estás de acuerdo o no, si te gusta o no. No quiero que hagas algo que no quieras, que te ponga incomoda o de cause conflicto, ¿Entendido, Cariño?

Asentí levemente mientras sentía como todo mi ser cosquilleaba por esa simple palabra. Cariño, por alguna razón que viniera de él y su acento lo hacían sonar mucho mejor.

Max se aseguró de que estuviera bien abrochado, al darse cuenta que estaba bien prosiguió a abrochar el suyo.

Él se veía muy tranquilo, y como no, seguramente ya estaba acostumbrado a viajar seguido, si algo había aprendido los dieciocho años de vivir con mis padres fue de que nunca es tarde o temprano para un viaje de este tipo, no importaba la hora ni el día y en diez minutos tenían todo un plan hecho de cómo se organizarían y pospondrían cosas.

Cuando el jet comenzó a avanzar hacia el frente mis nervios surgieron nuevamente.

Mi corazón latía con fuerza. No pude evitar llevar mis manos por instinto a los reposabrazos y aferrarme a ellos.

De pronto mi estómago se sintió vació, a pesar de estar a 7 grados el sudor frío empezaba a deslizarse por mi frente, el vacío de mi estómago se vio reemplazado por cosquillas, como cuando subes a una montaña rusa e intentas divertirte, pero la incertidumbre no te deja, también tenía ganas de gritar.

A mi lado Max lucía despreocupado y que decir de los guardaespaldas de Max quienes ya estaban durmiendo.

—Oye respira— habló Max llamando mi atención y voltee a verlo, se veía tan calmado y sin nada de miedo o algo que enserio me sentía ridícula. —Es normal, tranquila, respira o te dolerá la cabeza— habló nuevamente, yo asentí lentamente e intenté respirar pausadamente.

No pasa nada, respira, respira.

Pero no podía respirar el pánico comenzaba surtir efecto impidiéndome el paso de la respiración, obstruyendo mis fosas nasales y pulmones.

—Hey, cálmate, dame tu mano—pidió Max tendiéndome su mano. Yo la mire por una milésima de segundos y luego la tome como si mi vida dependiese de eso.

Cuando mi mano estuvo entrelazada con la suya por pude respirar, fue como si un peso se hubiera quitado de encima, mi cuerpo se relajó y se llenó de una tranquilidad extrañamente cómoda que me hizo dejar de apretar el reposabrazos y el brazo de Max. Me recargué con tranquilidad sobre el asiento mientras regulaba mi respiración. Mi corazón comenzaba a latir con normalidad.

Voltee a ver a Max cuando por fin me sentí más tranquila, una pregunta cosquilleo en mi lengua haciendo que dudara si hablar o no, porque no sabía cómo iba a resultar esto. 

—¿Qué fue eso? —pregunte muy confundida ciertamente, nunca había visto algo así y... y fue él quien lo causo. Una vez Andreu dijo algo sobre dones, pero no lo recordaba bien.

—Algo que seguramente ya sabes— respondió tan tranquilo como si estuviéramos hablando de algún tema tan intrascendente como el clima.

—No eres vampiro—confirme en voz baja sabiendo que si los guardias de Max estaban despiertos seguramente me estaban escuchando. Max volteo a verme y me dio una media sonrisa de labios cerrados.

—Tampoco soy un brujo— afirmo con ese toque de diversión. Si no era ninguno de esos dos entonces quería decir que Max era un...

—Lobo— Max asintió con tanta tranquilidad como si fuera de lo más normal y tal vez en su mundo lo era, pero no en él mío.

El único lobo que conocía era Andreu y por él sabía un poco más de ellos, pero lo demás recuerdo que mi madre nos contaba historias a mí y a Jasón, bueno, nunca decía que eran historias, siempre decía que era cierto, claro nosotros crecimos creyéndole.

Aun así, me parecía algo sorprendente estar sentada al lado de uno, estaba acostumbrada a Andreu y a sus comportamientos o sentidos más intensificados, pero no a Max.

—Pero, ¿Qué fue eso? —cuestione nuevamente, la tenue iluminación no me permitía detallarlo muy bien.

—El don de un alfa— pauso y pareció dudoso de proseguir, pero lo hizo— puedo calmar y manipular las emociones y algunos de los sentimientos de otras personas solo con tocarlas— explico y yo lo mire asombrada, nunca había escuchado sobre eso.

Y era en cierta parte asombroso, pero no imagino como debe de ser.

—¿Puedes controlar el dolor emocional y físico? —inquirí con curiosidad tiñendo mi voz.

—Sí y no, puedo hacerlo, no debe hacerse, pero puedo, sin embargo, no puedo quitar todo el dolor y pasado algunas horas este regresa— se escuchaba muy bueno para ser verdad y estaba segura de que algún defecto debe de tener, nada en la vida es fácil, mucho menos eso.

—Todo tiene un defecto, ¿Cuál es el de tu don? —pregunté acomodándome un poco mejor para verlo y ponerle más atención. Max alzo la comisura de sus labios y fue un gesto que solo lo hizo ver más atractivo.

Se quedó en silencio unos segundos más, seguramente ya lo había cansado con tanto parloteo y tantas preguntas.

—Depende que tan fuerte sea la emoción o el sentimiento, si este no es tan fuerte lo más probable es que solo tenga una jaqueca durante unas horas eso solo si es dolor físico, otra puede ser sangrado nasal, ya que si la emoción o el sentimiento es más fuerte de lo normal como tristeza ahí es donde el sangrado empieza y por ultimo están los episodios depresivos, esto ya pasa cuando las emociones y sentimientos son demasiado fuertes, ya sea una perdida, depresión, etc. Todo eso influye—

Dios mío. Enserio que era algo doloroso solo para intentar calmar a otra persona, siendo sincera yo no sabría cómo sobrellevar las emociones de alguien más cuando con mucho trabajo puedo con las mías.

Pensé unos segundos sobre lo bueno y lo malo de tener ese don, el bien que podías hacerle a alguien y él mal que podías hacerte a ti mismo al querer ayudar a alguien a aliviar su dolor y aunque el dolor no fuera tuyo no se iba de la noche a la mañana yo lo sabía perfectamente.

Solo de imaginar lo mal que pudo haberlo pasado si alguna vez uso su don para ayudar a alguien con algo más fuerte que el estúpido miedo a volar en avión me hizo estremecer.

—¿Has ayudado a alguien así? —cuestione nuevamente, una parte de mí quería dejar de preguntar para que no pensara que era muy intensa, pero yo pensaba algo y mi boca otra cosa muy diferente.

—Sí, el sentimiento era tan fuerte que no salí de la cama en tres días, era un sentimiento que me hacía sentir tan asfixiado que me lastimaba sin siquiera haber sentido empatía por esa persona antes, pero cuando sentí su dolor empecé a tener empatía con esa persona— moví la cabeza afirmando que lo había entendido.

¿Cómo es que eso era posible? Cómo podía intentar aliviar el dolor de alguien que ni siquiera conoce, o esa persona como puede creer que algo así aliviará su dolor, no los juzgo, yo he llegado a pensar que una acción compensaría o aplicaría mi dolor, pero no puedes intentar aliviar el dolor de alguien más para poner tu salud mental en riesgo, no era sano.

—¿Sueles ser muy antipático? — el vaciló por unos segundos, como si cada que preguntaba algo el pensara o midiera las palabras con las que respondería a mí pregunta.

—Lo soy, es complicado intentar empatizar con todo mundo, no todos serán igual de benevolentes que como te portes— eso era cierto, pero su mundo era diferente al mundo en el que yo había crecido así que en realidad no sabía nada de su mundo, ni de él.

Como el tema ya se estaba poniendo complicado decidí cambiarlo y dejar todo eso de las emociones fuertes, era mucho mejor.

—¿De qué parte de Italia eres? — curiosee, aunque ya lo sabía quería cambiar el tema. Mientras tanto intentaba recargarme un poco, pero en realidad era muy incómodo buscar comodidad con la posa brazos lastimándome las costillas.

Sentí como Max se movió un poco sosteniendo mi mano un poco alto, no pude ver el movimiento solo escuché un leve ruido ya que la iluminación se había apagado hace un rato. 

—Ya puedes acomodarte mejor— habló Max en la penumbra mientras él se acomodaba en el asiento.

—El posa brazos es incómodo— respondí por lo bajo intentando mirarlo, pero mientras más pasaba el tiempo más oscuro estaba, yo pienso que por el cielo.

—Ya lo moví, ya puedes hacerlo, recárgate si quieres, no hay problema—repuso. Asentí levemente y empecé a removerme en el asiento buscando la comodidad que quería.

Me acomodé recostando mi cabeza en su brazo, aún sostenía mi mano entre la suya reconfortándome y brindándome tranquilidad, no pude evitar sentir la necesidad de abrazar su brazo para tener aún más comodidad, pero me contuve y me conformé con estar así, le di un poco de la manta.

—Portofino— hablo de repente y fruncí el ceño confundida—preguntaste de que parte de Italia era, nací en Portofino— Explico y asentí levemente, sin removerme tanto para no incomodarlo.

Max y yo guardamos silencio, recapacité unos minutos si tenía que estar así de cómoda con mi jefe, pero preferí no darle mucha importancia o tratar de no hacerlo, Max realmente era guapo y por una parte extravagante, su cabello era tan llamativo al igual que sus ojos y sus rasgos tan definidos seguramente tallados por los mismos dioses dejaban mucho que pensar, había que aceptarlo, este hombre tiene lo suyo.

—¿Estas comprometida? —murmuró Max en tono bajo, por instinto mire mi mano izquierda donde llevaba ese estúpido anillo.

—Se supone— murmuré por lo bajo dejando de verlo. No me gustaba.

—¿Se supone? —inquirió el nuevamente y yo asentí —¿Quién es? —se interesó, su voz estaba tranquila, pero sentí como su cuerpo se tensó un poco.

—Josh Harris— pause —No me gusta hablar de eso, podemos dejar así— Max asintió sin oponerse.

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